Hola!

Vengo iniciando una nueva locura... ¿Que novedad, verdad?. Tenia esta idea desde hace muchisdimo tiempo, y decidi llevarla a cabo. Tengo ya varios capítulos escritos y los faltantes ya estan planeados, por lo que no me llevara mucho tiempo el actualizar

Es un Universo Alterno, Edward/Bella y aqui Todos son Humanos; aclaraciones antes de comenzar xD. Tambien quiero dejar claro que aquí violo muchas cosas -como las normas ordinarias de los hospitales y demas cosas que apareceran al trascurrir la historia.

En fin, espero sea de su agrado, pero eso ya lo juzgaran ustedes.


Disclaimer: Twilight es copyright de Stephenie Meyer. El uso de los personajes en la historia es sin fines de lucro y solo con el afán de entretener.

Mentiras Piadosas

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Lirit Choiseul

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Mentira

Las mentiras no son buenas ni malas; las razones si pueden serlo

Lluvia.

¡Como la detestaba!

Era la principal razón por la que odiaba Forks. Un pequeño pueblo en la península de Olympic; y, para mi mala fortuna, era el lugar donde había nacido, el hogar de Charlie, mi padre; donde pasaba la mayor parte de mis vacaciones y donde actualmente residía.

Los árboles y la mayoría del paisaje, estaba cubierto por un extraño y hartante color verde que me ponía de mal humor.

Fruncí el seño al ver como las gotas de agua se azotaban contra el cristal de la librería donde trabajaba, parecía como si las mezquinas se burlasen de mí. Apreté el mango de la escoba con dureza y solté un bufido entre dientes.

-¡Caray, ha comenzado a llover de nuevo! –exclamo Angela mirando desde mi hombro. -¡Y se ha soltado fuerte! Al parecer, costara mas trabajo ir a casa que lo acostumbrado.

Angela Weber. Era mi compañera de trabajo en aquel local de libros y había sido mi mejor amiga durante mi infancia pese a que solo nos veíamos cuando yo visitaba a mi padre, lo cual no sucedía más que en recesos escolares como navidad o verano. Era una chica tímida e introvertida, tal como yo, y por algún extraño motivo habíamos congeniado muy bien desde el primer momento de conocernos; cosa muy rara ya que yo no solía tratar con niños de mi edad.

Solíamos mantener contacto una vez que yo regresaba a Phoenix, con mi madre; nos llamábamos por teléfono esporádicamente y nos mandábamos correos electrónicos. Todo eso hasta que Renee decidió casarse nuevamente y me di cuenta que era momento de volver con Charlie. Ella no me necesitaría mas para que yo la cuidase, ya tenía a Phil para eso.

Desde ese momento, cuando ingrese a la secundaria de Forks, Angela no había vuelto a separarse de mi lado como la incondicional amiga que era. Incluso hace pocos meses, cuando volvimos de la universidad tomamos la decisión de compartir un departamento en el centro de Forks. Uno de los pocos edificios modernos que existían.

-Lo se- le conteste, dándome la vuelta. –Pero la tormenta de anoche fue peor. –Camine hacia un pequeño cubículo que guardaba los utensilios de limpieza y deposite la escoba ahí.

-Tu turno ha terminado- dijo en tono amable. -¿Por qué no te vas a casa?

Hice una mueca. Era viernes, el único día de la semana en el que yo salía una hora antes que ella. La propuesta de ir a casa sonaba muy tentadora, sobre todo por el dolor de mi espalda al haber decidido que hoy seria perfecto para mover algunos libros de lugar; pero no me apetecía el dejarla sola -¿Estas segura de que no quieres que me quede a ayudarte?

Soltó una pequeña risita –Tranquila. Solo me falta anotar un par de cosas más y después me marchare. Además – Sonrío –Ben pasara a recogerme. Quiere que vayamos al cine a ver una película.

Ben Cheney era el amable novio de mi amiga. Llevaban saliendo juntos desde el noveno grado. Y, por la forma en la que aun se miraban el uno al otro, suponía que la relación iba para más largo. Al contrario de muchas chicas que al ver como la relación de su mejor amiga era muy buena mientras que a ellas pareciese que el amor les da la espalda, yo no envidiaba a Angela, me alegraba por ella y le deseaba felicidad.

-Eso significa entonces que no llegaras a dormir, ¿Verdad?- pregunte con una sonrisa picara en mis labios

Las mejillas de Angela se tornaron de un rojizo claro y reí. Tome mi mochila, mi teléfono móvil que había dejado a un lado para no dificultarme el contestar si es que llegasen a llamarme, mi abrigo colocado cuidadosamente sobre una silla y me lo coloque; aparte mi cabello con un rápido y torpe movimiento

-Vale. Te veo mañana.-Me despedí con un movimiento de mano y salí de la librería.

Las constantes gotas de lluvia mojaron mi cabeza en cuanto cerré la puerta. Gemí de frustración… ahora me arrepentía de olvidar el paraguas. Colocándome la capucha de la chamarra y metiendo las manos a los bolsillos de esta, emprendí camino a casa. Mi vista estaba clavada en el pavimento, pues siendo alguien tan torpe como lo era yo, se debía tener el triple de precauciones para no caer en el húmedo suelo, el cual, además, continuaba resbaladizo gracias a la nevada del día anterior,

Un paso a la vez, Bella. Me ordene.

Sonreí en cuanto me vi al otro lado. Era patético el alegrarse solo con cruzar una calle, pero dadas las condiciones y mi habitual falta de coordinación, significaba todo un milagro para mi no quedar tendida en el suelo.

-¡Bella!- escuche la voz de Angela provenir de mis espaldas y volteé. Tenía algo en las manos y lo movía vigorosamente de un lado al otro, con una sonrisa. Arquee una ceja y le mire con duda. –Olvidaste tus llaves- Grito nuevamente, contestando a mi silenciosa pregunta.

Mire hacia el cielo mientras sacudía la cabeza. ¿Dónde tenia la mente el día de hoy? Comencé a caminar hacia donde había venido. El sonido de un claxon a lo lejos llego hasta mis oídos. Angela, volteo hacia donde supuse provenía el sonido y el miedo se dibujo en sus facciones. Frene mi andar al observarla. ¿Qué era lo que le había asustado?

Di un paso para acercarme a ella; pero en ese momento, mi pie izquierdo resbalo contra el mojado suelo y yo termine sobre este. Gemí adolorida y levante un poco la parte superior de mi cuerpo mientras frotaba mi mano contra mi cadera. Al abrir los ojos, note que la expresión de mi amiga continuaba igual que hace unos instantes.

Estaba a punto de preguntarle que era lo que le alteraba, pero antes de poder formular mi pregunta en voz alta, sus preocupados y aterrorizados ojos se posaron sobre mí. Entonces me quedo claro una cosa.

Angela temía por mí. Pero… ¿Exactamente por que?

De nueva cuenta el sonido del claxon interrumpió el pequeño silencio que se acababa de formar al mismo tiempo que yo continuaba tendida a mitad de la calle. Mire a mi derecha muy molesta, por el pitido que producía el automóvil. Y ahí lo comprendí todo. El porque del resonar de la bocina del carro, el porque de la mirada de terror de Angela.

Un automóvil plateado se dirigía hacia mí a toda velocidad, y yo, como la idiota que era, me había quedado parada a mitad de una calle. Jadee de horror. Intente levantarme a la velocidad de la que era capaz de correr para quitarme de su camino, pero mis músculos se negaron a obedecerme; pareciese que se quedaron pegados contra el pavimento, o que fuesen parte de este. El auto solo se encontraba a unos tres metros de mí, aproximadamente, sin embargo estaba tan aterrorizada que el cuerpo solo tiritaba y no me respondía.

Cerré mis ojos, esperando lo peor.

¡Que estupida manera de morir! Me reclamo mi subconsciente. Quedarte como imbecil a mitad de la calle ¡Que propio suena de ti!

Al contrario de lo que se cuenta, mi vida no paso frente a mis ojos como una mala película. Solo pensé en Charlie, mi padre… ¿Cómo era posible que lo dejara solo, justo como mamá lo había hecho? Quizás no fuese en las mismas circunstancias que ella, pero al fin de cuentas lo abandonaba.

-¡Cuidado, Bella!- escuche el grito de Angela lejano, como si ella estuviese en la calle contigua y no frente a mí. Y supe en ese momento que todo había acabado, que mi subconsciente solo había logrado captar sus palabras como la ultima frase que oiría en mi vida.

La vena romántica que tenía recóndita en mí ser se retorció ante aquello. Siempre espere, en una parte muy dentro de mi, que las ultimas palabras que escucharía serian las de mi amado susurrándome Te amo mientras yo desfallecía y el acariciaba mi cabello tiernamente… aunque puede que fuese muy difícil que mi sueño se hiciese realidad, ya que mi vida romántica fue nula, escasa… inexistente.

Y esa era justamente otra de las cosas de las que me arrepentía, el no haber conocido el amor.

¡En las estupideces que piensa uno mientras termina de fallecer!

Escuche el chirrido de los neumáticos seguido de un golpe, y luego de otro más estruendoso, y otro más que sonó como si soltaran una gran carga de costales contra el suelo.

Abrí los ojos, esperando encontrarme con algo sobrenatural, probablemente llamas o arcángeles según fuese el caso; pero todo lo que vi fue la misma calle en donde se suponía había muerto. Entonces mire a mis pies, creyendo que, como en las películas, podría ver mi propio cuerpo inerte, pero eso tampoco ocurrió; en cambio, solo podía ver mis tenis y mis rodillas temblar. Levante mis manos, trémulas, y cerré mis puños fuertemente.

No entendía. Se suponía que estaba muerta, ¿No?

-¡Bella, estas a salvo!- sollozo Angela, abrazándome. Me tambalee ante el gesto. ¿Estaba viva?

-¿Cómo pude sobrevivir ante aquello?- pregunte en voz alta. Mi cuerpo ya no temblaba como hoja de invierno al ulular el viento, pero mi respiración aun no estaba del todo recuperada y la cabeza todavía me daba vueltas.

-El automóvil dio la vuelta hacia la derecha cuando estaba a un metro de ti. Se estrello contra la pared del edificio en renta que esta justo en frente; volvió a dar otra vuelta al mismo tiempo que el auto se volcaba y con otro giro volvió a quedar en su posición original.- Mientras narraba esto, gesticulo con las manos cada movimiento. –El conductor tuvo que venir a una alta velocidad para que todo eso ocurriera… -Sus ojos se abrieron desmesuradamente.

-Ang…- llame. -¿Qué sucede?

-El conductor- murmuro. – ¡Bella, el conductor sigue dentro del automóvil!

-¡¿Cómo?!- la alarma que había en sus facciones rápidamente se dibujo en las mías -¡Tenemos que sacarlo de ahí!

-¿Crees que sea buena idea?- pregunto –Es decir, puede estar herido; no, debe estarlo después de todo el accidente tan aparatoso… ¿Que ocurre si lo lastimamos más?

-No me importa, no pienso dejarlo morir dentro de ese auto.- Conteste con convicción.

Camine a la abollada puerta del conductor y jale de ella. Al ver lo decidida que me encontraba, mi compañera acudió a mi apoyo. Ambas, con la poca fuerza que poseíamos, tironeamos la puerta; cedió después de dos intentos. Inclinado hacia nuestra dirección, se encontraba un hombre. Me estire con cuidado sobre sus piernas y desate su cinturón de seguridad. Cayó de costado en los brazos de Angela que lo estaban esperando.

Con mucho cuidado tome sus piernas y lo sacamos completamente del vehiculo. Caminando despacio e intentando no moverlo más de lo necesario lo colocamos sobre la acera frente al negocio donde trabajábamos. Me arrodille a su lado y tome su muñeca. Aun tenía pulso, pero era algo débil.

-Iré a llamar a una ambulancia- Dijo Angela. Solo asentí como respuesta.

No podía despegar mi vista del lastimado hombre que estaba, literalmente, a mis pies. Su brazo izquierdo estaba un una extraña posición, su respiración era muy débil, casi imperceptible. Y su rostro….

Oh, Cielos, su rostro.

Era el más perfecto que jamás hubiese visto. De mandíbula fuerte y masculina; labios llenos, de esos que miras y unas extrañas ganas de besarlos carcomen tu interior; nariz perfectamente delineada, con la forma que solo se obtenía pagando miles para una operación; los ojos enmarcados por unas largas y espesas pestañas broncíneas; y el cabello revuelto, que daba la impresión de ser suave y poseía un extraño color bronce. De la frente, decencia un pequeño hilo de sangre, que brotaba de una cortada que llevaba a un costado, y también tenia otro corte en una mejilla. Estaba pálido y se lo atribuí a la perdida de sangre.

Solo esperaba que no fuese un modelo y que no terminase estropeando alguna parte de su fuente de trabajo o lo pagaría muy caro.

Lleve mi mano a su mejilla y con el dorso cuidadosamente detuve el recorrido de la sangre que brotaba del diminuto corte.

-¿Bells, estas bien? –me llamo Angela a mis espaldas. Nuevamente solo le conteste con un movimiento de cabeza. Se arrodillo a mi lado y me tomo por los hombros. –Tranquila, ya veras que todo saldrá bien. Después de todo fue su culpa al conducir tan imprudentemente, así que no puede presentar cargos en tu contra.

Si ella supiera que no era por mi bienestar por lo que me preocupaba.

-No se ve tan mal, considerando las circunstancias.- Comento Angela cohibida.- Estará bien.

-Pero, ¿Qué si es peor de lo que parece?- pregunte, ansiosa. -¡Angela, mi imprudencia ha causado todo esto!

Y era más que cierto. Siempre pensé que a la única persona que perjudicaría seria a mí; y ahora tenia un hombre tendido en el suelo, herido y sangrante. Los ojos se me llenaron de lágrimas de rabia. Me odiaba con toda mi alma.

Y si el extraño no sobrevivía, yo no podría soportarlo.

Las sirenas se escucharon al doblar la esquina como un repiqueteo que retumbaba en los oídos, provocando malestar en estos. Se detuvieron a unos cuantos metros de nuestra posición. Dos sujetos vestidos de blanco descendieron rápidamente; rodearon la ambulancia hasta llegar a la parte trasera, uno de ellos tomo las puertas y abrió la ambulancia de un rápido tirón; el otro entro con velocidad y empujo un carro camilla hacia el exterior. Tomándola de un borde cada uno, la descendieron hasta que toco el asfalto y se dirigieron hacia donde nos encontrábamos.

-Señorita, necesito que se haga a un lado, por favor.-me llamo uno de los médicos.

Asentí, pero no me moví ni un centímetro. Gentilmente me tomo por los brazos y halo de mí hacia atrás. Fue en ese momento en el que me percate que mi cuerpo se agitaba violentamente gracias a los sollozos y que por mis mejillas descendían las lágrimas provenientes de mis ojos.

-Tranquilícese- me hablo el mismo hombre- Le prometo que haremos todo lo que este en nuestras manos para salvar a su novio.

Usualmente, ante un comentario como aquél, mi rostro se hubiera teñido de un color carmín intenso, pero estaba tan ocupada observando al ángel de celestiales facciones que no me detuve a reparar en ello.

Se arrodillaron junto a el, comprobaron sus signos vitales y hablaron entre ellos en un contexto medico que me perdí la mitad de la conversación. Le subieron a la camilla y la hicieron rodar hasta la ambulancia; el de cabello negro fue el primero en subir al vehiculo para después ayudar a subir el pequeño carrito en donde transportaban al herido. Una vez que se encontró perfectamente colocado, el otro, un chico rubio, se volteo a mi dirección.

-¿Quieres acompañarnos dentro de la ambulancia, o nos seguirás al hospital por tu propia cuenta?- Me hablo con voz cansada. Por su voz, pude reconocer que el era quien me había separado hace unos momentos del desconocido.

Sin contestar y sin entender muy bien mis actos, camine hacia donde se encontraba el herido y subí al automóvil; el rubio hizo lo propio y cerro las puertas tras de si. Sentí como arrancaban la ambulancia y me acomode en un pequeño espacio junto al chico de cabellos color bronce y le mire con pesar.

Que culpable me sentía.

Uno de los jóvenes, el rubio, se acerco a nosotros y metió la mano en la chamarra de cuero que el chico inconsciente llevaba puesta y extrajo su billetera. Estuve a punto de reclamar por el gesto ¡El tipo yacía convaleciente y aun así se dignaba a robarle el dinero! Detuve el reclamo que se alojaba en la punta de mi lengua cuando le vi sacar una identificación. La miro unos instantes antes de que la sorpresa se dibujara en sus facciones, haciendo que sus cejas se elevaran más de lo normal.

-Cullen…- susurro- Será posible….

Le mire. Sus ojos color almendra se posaron sobre mi mientras guardaba la identificación en su lugar original y estiraba la cartera en mi dirección; la tome, no sabiendo que mas hacer, y la coloque en mi regazo. Escuche como el rubio trabajaba a mí alrededor, pero no pude ser capaz de despegar mi mirada del malherido.

Mi vista se clavo en su mano sana y la contemple con curiosidad. Dudosa, la tome entre las mías y le di un suave apretón, casi imperceptible. Acaricie su dorso con mi pulgar. Una de mis lagrimas cayo sobre su pálida mano y quite una de las mías para poder limpiar mi rostro con rapidez.

-Debes recuperarte, ¿queda claro?- ordene en susurros – No puedes dejarme así…

Sin haber pagado por lo que te he hecho .Complete en mi interior cuando los sollozos se hicieron tan largos y frecuentes que me dificultaban hablar. Entonces recordé a Angela, y la inquisitiva mirada que me dedico antes de que las puertas de la ambulancia se cerrasen. Le debía una explicación –que de hecho no tenía ni para mi misma- que le daría mas tarde, cuando la viese.

El vehiculo se detuvo, pude escuchar el alboroto que se producía fuera de este. La gente farfullando cosas incomprensibles para mí, el repiqueteo de la lluvia que caía contra el suelo con furia… Las puertas de la ambulancia se abrieron con rapidez y ambos hombres bajaron la camilla con destreza.

-¿Qué tenemos?- pregunto una mujer de complexión delgada, con cabello marrón oscuro, al punto de parecer negro. Vestía bata blanca, supuse entonces que era una doctora.

-Hombre, veinticuatro años. Accidente automovilístico. Presenta lesión en brazo izquierdo, cabeza y tórax. Ritmo cardiaco estable. Trauma craneal- Hablo un poco mas, pero toda palabra era en términos médicos que no pude comprender del todo. –Doctora- le llamo. La aludida giro la cabeza un poco, sin detener su andar y le miro.- Su nombre es Edward Cullen.

Bien, al menos ahora estaba enterada de su nombre.

-¿Edward?- pregunto el medico -¿Es hijo de Carlisle?- el hombre se encogió de hombros. –no hay tiempo para ponernos a pensar en esto. Hay que revisar si no hay dañas en los órganos internos.

Yo les seguí de cerca todo el camino, hasta que cruzaron una puerta con un letrero rojo con letras blancas que colgaba encima de ella. De la nada, una pequeña y bonachona mujer de edad mayor se puso frente a mí. Me miraba con el rostro amable y coloco sus manos entre ambas, comenzó a empujarme con ellos en dirección contraria a donde se acababan de marchar.

-Lo siento, chica- me hablo con voz dulce, tal como una abuela le hablaría a su nieto al reprenderlo. –No puedes entrar ahí.

-¿Qué?- pregunte con desesperación- Usted no lo entiende, debo estar con el.

-Vamos pequeña, ¿Por qué no vas a la cafetería un rato?

-¡No!- le tome los brazos, intentando zafarme de su agarre.- Tengo que estar a su lado. ¡Por favor!

-Escucha jovencita, solo los familiares pueden tener acceso a ese lugar.

Estaba tan cerca de alejarme de aquel hermoso ángel. Los ojos se me llenaron de lágrimas de frustración al no poder hacer nada. Al haberlo tenido tan cerca y perderlo tan patéticamente. No podía hacerlo, esta mujer no lograría que yo me marchara sin asegurarme de que Edward –según recordaba, así lo había llamado el paramédico- se encontraba sano y salvo.

Y presa de la desesperación, hice algo que en mi usual estado de cordura, jamás hubiese efectuado.

-¡Es mi novio!- Grite.- ¡No me impida estar a su lado!

Solté un grito ahogado al darme cuenta de la frase que acababa de desprenderse de mis labios. ¿Mi novio? ¿¡Un Chico como el!? Los brazos de la anciana soltaron mi cuerpo, y me escruto con la mirada. Seguramente estaría pensando lo mismo que yo. ¿Pero como se me ocurría el decir que alguien tan fuera de mi liga podría interesarse en mí?

La mujer sonrió calidamente y unas pequeñas arrugas le enmarcaron los ojos. Miro hacia ambas direcciones- Escucha, comprendo tu sentir, pequeña. Es evidente que amas al muchacho por como le miras. –Suspiro –Me meteré en problemas por esto, tal vez; aunque técnicamente eres tan importante con un familiar así que te dejare pasar.

Le sonreí agradecida. Abrió las puertas tras las cuales la doctora y el paciente se habían perdido y camino por el largo pasillo color crema. –Bien, te dejo; debo volver a trabajar. Solo prométeme que te mantendrás en silencio.- yo asentí. –Siéntate en ese lugar –dijo señalando unas mullidas sillas colocadas estratégicamente a un costado de una puerta, evitando el estorbar.

Obedecí al mandato –Gracias- susurre y la anciana me guiño un ojo como contestación. Con paso ágil para alguien de su edad dio media vuelta y recorrió todo el camino de regreso. Le observe marcharse y una vez que atravesó las puertas, me abrace a mi misma y agache la cabeza, dejando que mi cabello creara una barrera entre yo y las demás sillas colocadas a mi costado derecho.

¿Cómo pude creerme semejante mentira?

Si había algo que me caracterizaba era mi escasa habilidad para las mentiras. Cualquier persona se deba cuenta de ello aunque no me conociese. Mi padre comentaba que lo había heredado de el y mi mejor amigo siempre se burlaba de mi diciendo lo fácil que eran de leer mis expresiones. No entendía en tal caso como es que pudo tragarse mis palabras. ¿Seria acaso que mi habilidad iba mejorando? ¿O es que le había parecido tan patética que decidió dejarme salirme con la mía?

Quizás fuese la desesperación la que mejorase mis embustes… o la anciana era muy ingenua en realidad.

No entendía nada de esta situación. Tampoco el giro radical que había dado la noche. A estas horas, se suponía que yo estuviese ya en casa, con mis pantalones deportivos y mi camisa vieja puestas, acurrucada en la cama o tal vez en el sofá, leyendo alguno de mis viejos libros. En cambio heme aquí, en la sala de emergencias, sentada esperando noticias de un completo extraño que en nada debería de importarme.

Abrió los ojos y solté un respingo al percatarme de mis propios pensamientos.

¿Por qué me importaba este hombre?

No le conocía, no sabia nada de el. Ni siquiera estaba enterada de su existencia. En tal caso, entonces… ¿Qué era lo que me mantenía aquí?

Y fue en ese momento que decidí que mi repentina y abstrusa preocupación por aquel sujeto no era más que la culpa que carcomía mi interior y apuñalaba mi alma. Acepte, también, el hecho de que ese sentimiento no desaparecería hasta que yo tuviera más que seguro que él se recuperaría.

Y también, hasta que tuviera la oportunidad de disculparme con el no me marcharía.

Estaba completamente segura de que cuando me viera y me reconociera como la idiota que se interpuso en su camino me escupiría a la cara –personalmente, yo lo haría- así que mis intenciones no eran mostrarme directamente a el. No seria lo suficientemente fuerte para observar el desprecio dibujado en aquellos ojos que, sospechaba, eran tan maravillosos como el resto de la persona. Una vez que me informasen que estaba fuera de peligro, pediría que me dejasen verlo y mientas él permanecía inconsciente yo me disculparía por mi tremenda estupidez.

El no me vería, mi consciencia descansaría, y todo terminaría.

Escuche las pisadas resonar en aquel desolado y silencioso pasillo y sentí como alguien se sentaba a mi lado, pero no gire mi cabeza para mirarle, al contrario, deje que mi cabello cállese sobre mi hombro como cascada y oculte mi rostro de quien quiera que estuviese aquí, con la mirada clavada en mi.

De repente, el teléfono móvil que llevaba en el bolsillo de mi pantalón comenzó a vibrar. Sobresaltada ante el movimiento emití un grito ahogado y di un respingo casi al punto de caer de mi asiento. Este repentino y vergonzoso movimiento provoco que las personas a mi lado de fijasen en mi con clara curiosidad.

-Disculpen- murmure apenada y tan quedamente que no estaba segura de si me habían escuchado. Me levante y con pasos torpes me dirigí a la salida.

-¿Hola?- conteste el teléfono una vez que estuve fuera y lo suficientemente apartada para la charla que, estaba segura, vendría.

-¿Bella? ¿Te encuentras bien?

-Yo estoy bien, Angela- conteste.

-¿Y él? ¿Es grave?

-No lo se… aun el doctor no ha comentado nada, pero por lo que escuche decir a los paramédicos tiene lesiones en su brazo y pecho. No estoy segura de si sea todo.

-¿Quieres que vayamos a buscarte al hospital y te llevemos a casa?

-No, gracias. Esperare aquí un poco más. Te llamare mañana y te lo explicare todo, ¿De acuerdo?

-Claro. Hasta mañana entonces. Cuídate Bella.

-Tu igual- Colgué. Y con agilidad que no poseía di la media vuelta y regrese a la sala.

~ * ~

No estaba completamente segura de cuanto tiempo llevaba esperando por noticias de Edward, estaba cansada y los parpados me pesaban y se cerraban durante algunos segundos. No había dormido en toda la noche por miedo a que algo importante sucediera durante mi estado de inconsciencia. Estaba un tanto angustiada al no saber nada.

-¿Edward Cullen?- llamo una mujer vestida de bata blanca, la cual identifique como la doctora que había auxiliado a los paramédicos cuando llegaron con el herido.

La gente que permaneció sentada junto a mi se levanto inmediatamente al escuchar el nombre, yo les seguí. Y, por primera vez desde que arribaron al hospital, observe a los extraños con determinación e interés.

Eran dos mujeres y un hombre, de belleza irreal y asfixiante. Una de ellas, la que aparentaba mas edad, era de cabellos color caramelo, que enmarcaban su rostro con forma de corazón. Sus ojos eran de un color marrón y junto a ellos tenia unas pequeñas y casi imperceptibles arrugas. La otra, era pequeña, menuda, con cabellos azabache que apuntaban hacia todas direcciones y su mirada era azul celeste. El hombre era alto, corpulento; de pelo oscuro y rizado.

-¿Cómo se encuentra mi hijo?- pregunto la mujer mayor.

-En estos momentos se encuentra fuera de peligro, pero continua inconsciente. Tiene un par de costillas rotas, tuvimos que enyesarle el brazo izquierdo por la fractura y darle diez puntadas en la frente.

-Entonces, ¿Esta bien?

-No puedo asegurárselo completamente- contesto la doctora- Presenta un trauma cráneo encefálico, habrá que esperar a que recobre la consciencia para percatarnos que no hay problemas mayores.

-¿Puedo verlo?- pregunte.

-Lo hemos trasladado a piso y reubicado en una habitación. Su número es ciento trece. Pueden verlo, pero les agradecería si lo dejasen descansar. –Y dio la media vuelta para entrar por una puerta.

Tres pares de curiosos ojos se posaron sobre mi al desaparecer el medico. Todos con expresiones de iban desde la confusión hasta la simpatía, pasando por la preocupación.

-¿Quién eres tú?- pregunto el forzudo hombre- ¿Y porque quieres ver a mi hermano?

Trague, comenzando a sudar frió. ¿Qué se suponía que respondería ante aquello?

Mi nombre es Bella Swan, un placer conocerlos. Veras, soy la responsable de que tu hermano este ahora postrado en esa cama ¿A que es comiquísimo? Y deseo verlo para quedarme tranquila de que un homicidio no se agregara a mi lista de pecados.

¡Pero que graciosa resultaba ser a veces mi consciencia!

No me sentiría bien si supiesen que gracias a mí Edward había tenido un accidente automovilístico. ¿Pero que más decirles? No podía simplemente llegar, pedir verlo y no esperar que su familia pidiera explicaciones. Suspire. No me quedaba mas remedio que confesar todo y después rogar por perdón; suplicaría por el si era necesario. Abrí la boca

Aunque no espere, que alguien hablara por mi.

-Ella es su novia

Jadee y busque con la mirada a la bonachona mujer vestida de enfermera, que sonreía amablemente en mi dirección y me guiñaba un ojo cuando hicimos contacto visual. ¿Cuánto tiempo llevaba escuchando? Regreso su vista a la carpeta que llevaba en brazos y continúo con su camino.

¡Anciana malvada y traicionera!

Regrese mis ojos hacia las personas que, ahora, me miraban con sorpresa. Los azulados ojos de la pequeña chica pelinegra se entrecerraron durante algunos segundos y escrutaron mi persona para luego, cerrarse y sus labios se curvaron hacia arriba, sonriéndome con entusiasmo.

-Eres novia de Edward, ¿eh?- dijo ella, con la voz mas musical que en mi vida había escuchado; tanto, que la asemeje con repiqueteo de campanas – Es un placer conocerte. Yo soy Alice Cullen; su hermana- se acerco a mí, y me vi envuelta por sus pequeños y delgados brazos.

-Es un placer conocerte, querida- hablo ahora la mujer de cabellos caramelo- Soy Esme, la madre de Edward.

-Soy Emmett- se presento el hombre- Así que… novia, ¿ah? ¡Edward lo tenia muy escondido!

-¡Emmett!- reprimió Esme -¿Cuál es tu nombre, cariño?

-Bella Swan- conteste susurrando

-¡Que bonito nombre!- exclamo Alice con entusiasmo

Apresurados pasos resonaron en el corredor. Un apuesto hombre de cabellera rubia y aspecto más asombroso que el de una estrella de cine apareció justo frente nuestro. Llevaba una bata blanca y un estetoscopio en el cuello, supuse entonces que se trataba de otro doctor. Me hice a un lado para permitirle el paso, sin embargo se detuvo y poso una mano sobre el hombro de Esme.

-¿Cómo esta?

-La doctora ha dicho que no es grave. ¡Oh, Carlisle, estaba tan asustada!- y rodeo su cintura con sus brazos. El acaricio su cabello.

-Hola- saludo amablemente, pero aun así sorprendido, cuando se fijo en mí.

-¡Es la novia de Eddie!- grito Emmett –A que es bonita, ¿Verdad?

-Mucho gusto doctor Cullen –dije estirando mi mano, la tomo y la sacudió amablemente –Mi nombre es Bella Swan.

-Llámame Carlisle, por favor. Bella- una calida sonrisa se dibujo en sus facciones – supongo entonces que tu eres la sorpresa de la que mi hijo nos hablo.

Sonreí –o hice un intento- y me salí por la tangente. No podía asegurarle que yo era la dichosa sorpresa ya que no tenía la mas remota idea de lo que se refería

–Vamos Bella. Vayamos con Edward- dijo Alice y jalo de mi brazo hacia la habitación

El número ciento trece se encontraba en la parte superior de la puerta de caoba. Mire el picaporte con temor.

-Anda. Entra tu primero –sonrió, infundiéndome ánimos.- yo esperare aquí. - Suspire y entre en la habitación.

Nunca me habían gustado los hospitales. Olían a tantos diferentes hedores desagradables que provocaban nauseas. El cuarto, en cambio, tenía un olor peculiar. Almizclado, un tanto dulce… masculino. Había un sillón colocado debajo de una ventana, una pequeña mesa, que contenía una revista mal cerrada. También había una maquina que monitoreaba lo signos vitales del pacientes –los cuales, de hecho eran el único sonido que resonaba en las cuatro paredes- y una cama ubicada justo en medio de aquel cuarto.

Mis rodillas temblaban con cada pequeño paso que daba. Arrastrando los pies camine hacia el hombre en la cama.

¿Qué sucedía conmigo? Se suponía que este había sido mi plan desde un principio. Disculparme con el mientras siguiese inconsciente y luego huir de ahí, como si nunca hubiera puesto un pie en el lugar. Alice, vigilando la puerta, representaba una pequeña dificultad. Aunque bien podría arreglármelas excusándome para ir al sanitario y luego desde ahí escabullirme.

Pare mi caminar así como mi divagación al encontrarme de pie junto al borde del colchón. Ahí, yacía el hombre más hermoso que mis ojos hubiesen contemplado. Con ojos cerrados y semblante calmado, respiración acompasada. Daba la impresión de dormir placidamente en lugar de luchar por su vida.

Me deja caer de rodillas; tome su mano sana y la acerque a mi mejilla. Bese suavemente los nudillos. Y me solté a llorar.

-Perdóname, Edward- rogué entre sollozos. –es culpa mía que todo esto este pasando. Nunca debí… ¡Lo lamento tanto!

Una mano en mi hombro sobresalto a mi cuerpo. Gire un poco mi cabeza para encontrarme con Alice mirándome lastimosamente, los ojos nublados de lágrimas que negaba a dejar salir. Solté con mucho cuidado y vehemencia la mano de Edward y me gire para encarar a la chica, quien se puso a mi altura y me abrazo. Hundí mi cabeza en su hombro y me permití desahogarme bajo el consuelo de esta frágil jovencita.

-Calma, Bella- me llamo, acariciando mis cabellos. –No fue tu culpa.

Un débil quejido llamo nuestra atención. Me separe de ella nos miramos con fijeza. Otro quejido. Dirigimos, al unísono, nuestras miradas al hombre de cobrizos cabellos. Edward tenía los ojos apretados, los labios fruncidos y movía la cabeza débilmente.

-Esta despertando- dijo alegremente Alice. Me soltó con agilidad y danzo hacia la puerta -¡Madre!... –logre escuchar su grito por los pasillos.

Y volví mi atención al muchacho. Entrecerró más los ojos, los abrió un poco y luego, rápidamente, tanto que no pude captar con claridad el color de las iris, volvió a cerrarlos, victima de la cegadora luz que dio contra su rostro. Intento incorporarse y emitió otro quejido. Mis manos, rápidas y hábiles como nunca se mostraban, se posaron sobre su pecho y lo recostaron suavemente sobre la cama.

-No te levantes- pedí –aun estas débil

Y sus ojos, de un verde esmeralda tan fascinante y cautivador, aun mas hermosos que su rostro, se concentraron en mi. Sabía que debía haber salido de ahí antes de que me reconociese y gritase lo mucho que me odiaba; pero por una desconocida y extraña razón mi cuerpo se negaba a obedecer.

-¿Quién eres?

-¡Edward, estas despierto! – grito Esme, antes de que yo pudiera contestar. Le abrazo con cuidado excesivo. –Nos preocupaste demasiado, cariño.

Edward soltó un quejido y llevo su mano a su frente. Cerró los ojos. -¿Preocupado? ¿Cómo llegue aquí?

-Edward, tuviste un accidente- le explico Alice, como quien habla con un niño pequeño. - Regresabas de Chicago junto con Bella; chocaste y terminaste aquí. Y estoy muy sorprendida ¿Qué sucedió con tu habilidad nata para la conducción?

Se topo con Isabella Swan, el imán para los problemas, eso fue lo que paso. Pensé

-¿Chicago?- pregunto el, aun agarrando su cabeza -¿Cuándo he estado en Chicago? –Gimió -¿Y quien es Bella?

-¡No es posible!- grito Emmett entrando en la habitación y acercándosele- ¡Mi pequeño hermano sufre de amnesia! Tranquilo Eddie. Te lo explicare todo. – Despejo su garganta –Tu nombre es Edward Cullen. Tienes veinticuatro años. Eres músico y por eso estabas en Chicago, estudiabas ahí. –Señalo a Esme – Ella es mamá. La enana que vez de ese lado es Alice y la chica que esta ruborizada casi al punto de parecer asfixiarse se llama Bella; ella es tu novia, por cierto. Y yo –se señalo – Soy tu grande y fuerte hermano mayor, Emmett. Aunque tú puedes llamarme alteza.

-Déjate de estupideces Emmett- reclamo Edward en un grito -¡Desgraciadamente te recuerdo!

-¿Ah si?

-Solo… no recuerdo haber estado en Chicago. –me miro –Tampoco puedo recordarla a ella.

-No entiendo- dijo el grandullón – Si no sufre amnesia entonces…

-Edward si sufre de amnesia –intervino Carlisle- Se le conoce como Amnesia traumática. Generalmente es causada por una lesión en la cabeza. Es frecuentemente transitoria; la duración de la amnesia está relacionada con el grado de daño causado. Un trauma ligero, puede causar al ocupante no recordar los eventos ocurridos justo antes del accidente debido a una breve interrupción en el mecanismo de transferencia de la memoria de corto a largo plazo.

-¿Es por eso que no recuerda los hechos mas recientes de su vida?- pregunto Esme, angustiada. Carlisle asintió - ¿Y que podemos hacer?

- Estar a su lado. Ayudarlo a recordar. –Contesto.- Y para eso te necesitamos a ti, Bella.

-¿Yo?

-Si. Nosotros no estuvimos presentes durante la estancia de Edward en Illinois. Pero tu si. Eres la única que puede ayudarnos con esto y, por supuesto, además de él eres quien mejor conoce su historia juntos. Por favor, ruego por tu apoyo.

Y no supe si fue porque todos esperaban eso de mí; porque yo quería pagar los daños causados gracias a mi idiotez, porque ante todo se debe ayudar al necesitado…. O si fueron esos ojos esmeraldas que me miraban con anhelo y suplicaban por mi apoyo que aquellas palabras se deslizaron por mis labios.

-Lo haré. Cuenten conmigo.

-¡Muchas gracias Bella!- grito Alice arrojando sus brazos alrededor de mi cuello.

Mi mirada no se despego un solo segundo del rostro de Edward, quien en sus ojos me transmitió gratitud y levanto la comisura de su labio, supuse yo que era un intento de sonreír. Hice lo propio, aunque mi patético intento solo logro ponerme mas nerviosa.

¿En que diablos me había metido?


¡Primer capitulo listo! xD... el mas largo de todos los escritos hasta ahora, de hecho.

Como ya lo mencione anteriormente, les dejo a su criterio si les agrado o no.

¿Reviews? ¿consejos? ¿Amenazas? ¿Felicitaciones? -bueno, lo ultimo no xD - todo en un comentario, por favor ^^

Nos vemos muy pronto!