Leah POV
El destino debe odiarme. O debo haber sido muy mala en mi vida pasada. No lo se, pero no recuerdo haber hecho algo tan malo para que esto me pasara a mi.
Ya han pasado dos meses desde que el imbécil de Sam me dejó plantada en las puertas de la iglesia. Si se había enamorado de mi prima Emily, ¿No pudo haberlo dicho antes?, ¿Es que se dio cuenta en el tiempo en el que yo demoraba en llegar a la iglesia?
Si, ya han pasado dos meses, en los que he sido la pena del pueblo, nadie me ha dicho nada al respecto, pero me basta ver sus caras cada vez que camino por las calles. No pueden decir que me vieron sufrir, nunca lloré frente a nadie, ni siquiera cunado Sam le respondió que no al cura en plena misa y me besó la frente pidiéndome disculpas y entregándome una carta. No lloré mientras caminaba por el pasillo de la iglesia camino al automóvil. Claro, no paré de llorar una vez que me perdí de la multitud. Pero nadie me vio.
Ahora que han pasado dos meses me di cuenta que me tengo que ir, no puedo seguir en la misma casa donde estuvimos tantas veces juntos, vivo con mi madre, pero Sam era parte de la familia, no puedo dormir en la misma cama donde fui suya tantas veces. No puedo. Me tengo que ir. Me voy a ir.
- Mamá. Me voy – le dije un día a Sue, mi madre, mientras tomábamos el desayuno.
- Bueno, pero no llegues tarde por favor- me dijo ella sin despegar los ojos del periódico.
- No mamá, me voy de la casa- le respondí. Ella finalmente me miró. Directo a los ojos. Se notaba que no entendía nada.
- ¿Como?
- Eso, quiero volver a la universidad, hace dos meses que no voy, estoy atrasada, y si sigo así perderé la beca académica, no puedo seguir faltando.
- ¿Pero porque dices que te vas de la casa?, hija no entiendo.
- Bueno, no puedo seguir acá mamá por eso decidí aceptar el ofrecimiento que me hizo el director de la universidad el año pasado. Ya sabes, como estoy entre las mejores estudiantes, me había ofrecido beca de residencia en la universidad, pero no la acepté porque no tenia motivos de dejar el pueblo, prefería viajar dos horas diarias. Pero ya no es necesario, prefiero quedarme allá - le respondí mirando siempre mi plato de cereales con frutas, no era capaz de ver su cara de sufrimiento.
- Pero hija…Ho... ¿Es por lo de Sam cierto?- me dijo ella.
- No solo eso mama, necesito cambiar de aire, eso me va a ayudar - le dije.
- Bueno hija, es decisión tuya, ya tienes 20 años, eres mayor de edad, tú decides que hacer y que no, solo te pido que no te olvides de mí y de Seth, tu hermano te echará de menos. ¿Cuando piensas irte?
- Mañana, cuanto antes mejor- le dije
- Vaya…que luego…
Y no dijo mas, el día transcurrió casi normal, no somos muy comunicativas entre nosotras, Seth es diferente, mi hermano es muy hablador y transparente, el fue mas sentimental sobre mi ida, me abrasó y dijo que me extrañaría, pero que me iría a visitar seguido, le encantaba mi universidad, le dije que no había problema, si quería se podía quedar algunos días conmigo, se puso eufórico, es tan fácil complacerlo.
Al día siguiente llegue a mi nueva casa, bueno, mas bien pieza, estaba en la mini residencia universitaria, era mini porque solo 500 alumnos podían estar en ellas, son pocos si vemos que en la universidad hay por lo menos 5000, es la mas importante del país, todos quieren estar en ella. Las piezas son solo para los que pueden pagarlo, pero tengo unas de las mejores notas a nivel de universidad así que me la ofrecieron, nunca creí llagar a aceptarla. La pieza era blanca, con una cama, un velador, un escritorio, baño propio y una enorme ventana con balcón que deba directo a la cancha atlética y al bosque que la rodeaba. La vista era increíble, pero la pieza horrenda "tengo que arreglarla" me dije. No la pensé dos veces, deje mis maletas, tome un poco de dinero que tenia (la destinada a la luna de miel) y me fui a comprar.
Mientras salía de mi pieza estaba tan concentrada en lo que me gustaría tener en mi pieza, no me di cuenta de que había alguien cerca mío, solo me volteé a mirar cuando sentí el sonido de unas llaves, en la pieza continua había un chico tratando de abrir la puerta, era alto, al menos 1.90 de altura, piel tostada, cabello negro y con el largo justo, cuerpo increíble, se notaba que era deportista, usaba unos jeans negros y una sudadera ploma. El me quedó mirando, entonces sonrió, su sonrisa me llegó al alma y abrió el agujero que tenia en él, su sonrisa me recordó a Sam. El no se dio cuenta del dolor que me había atravesado el cuerpo en ese momento, se acercó tranquilamente y me ofreció su mano
- Hola - dijo mirándome con sus ojos negros – soy tu vecino, me llamo Jakob.