Disclaimer: Harry Potter no es mio. Lo siento. En serio que lo siento.


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Lo que nunca has tenido.

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1.- El otro lado del espejo

No es un rayo de sol quién te avisa que ya es la hora de levantarte, porque más allá de los doseles verdes que rodean tu cama, no hay luz que pueda penetrar en ningún lugar. Las mazmorras siempre han sido un lugar oscuro y húmedo, cuya única fuente de luz natural es el reflejo mohoso del fondo del lago. Es hora de levantarte y eso lo sabes porque tu cuerpo es tu mejor despertador. Ni aunque quisieras podrías seguir durmiendo, sólo te darías una vuelta tras otra sobre el colchón sin poder conciliar el sueño.

Resoplas y luego te levantas de la cama apoyando el peso en tus piernas; tus pies se curvan un poco cuando sienten el frío de esa mañana. Coges una toalla y te enfilas rumbo al baño y otra vez está esa persona ahí, esperando por ti. Alguien que te mira con grandes ojos negros hambrientos, la cara vibrante y un rictus en los labios indescifrable.

No sabes porqué esa imagen te hace tan infeliz.

Le miras con detención, estudiando aquel rostro milímetro a milímetro. Y realmente no sabes que es aquello que va tan mal. Ya no sabes si es cierto que aquel sujeto tiene la nariz tan grande y ganchuda, no sabes si es verdad que tiene los dientes torcidos y amarillentos. No sabes si verdaderamente tiene el cabello tan grasiento como dice Potter y Black.

Aquel sujeto te mira con los ojos estrechos, y en respuesta tú lanzas, ayudado de tu varita, un chorro de agua helada. La imagen se distorciona un momento, luego desaparece y ya no puedes ver nada.

Ya no está ese reflejo que se formaba en un gran espejo cuyo marco está confeccionado de relucientes esmeraldas.

Al pensar en ellos, en Potter y Black, tu rostro se crispa enérgicamente, como si te sacudiera una onda de verdadero asco. Esos dos son unos matones. Unos hijos de papá siempre muy bien protegidos, un dúo terrible, dos patanes que se creen los dueños del mundo, son unos abusadores. Y lo peor es que en Hogwarts no hacen más que derretirse por ellos.

Alzas la mirada y descubres que en tu barbilla está naciendo un nuevo brote. Justo lo que necesitas, piensas irónico. Por un momento te planteas ponerte algún ungüento para que desaparezca pero cuando te das cuenta que junto a tu toalla hay una botella de shampoo especial, que tú mismo has formulado, te asustas. Porque si te aplicas un producto más serás una niñita, y tú y Lily podrán hablar de las nuevas tendencias para el verano que aparecen en la contraportada de Corazón de Bruja. Tiras el bote de shampoo al piso con rabia porque te das cuenta que esos imbéciles te están cambiando la vida. Ésta sería la tercera mañana que te lavarías con aquella sustancia especial, esperando con el corazón apretado que al finalizar el tratamiento tus cabellos luzcan tan sedosos y brillantes como los de Black.

Vaya estupidez.

Porque ni siquiera quieres lucir mejor para una chica, sino para ellos. Para no darles más motivos para que se burlen de ti en los pasillos, o en el Gran Comedor. Y es entonces cuando descubres que no hay fórmula mágica que te deje con dicho aspecto. Son unos imbéciles, si, pero tienen la suerte de poseer la sangre más pura, las bóvedas más grandes y llenas de Gringgotts y por si fuera poco también tienen los cabellos más relucientes.

Te lavas la cara sólo con agua fría y te vistes con la misma túnica que usas todos los días.

Sales de las mazmorras lentamente, sientes la varita y su vibración entre medio de los dedos, dentro de aquel estrecho y agujereado bolsillo. Y tu vieja mochila cuelga desde uno de tus escuálidos hombros. Tus pasos son tímidos y pausados y desde que te has despertado no has dejado de pensar en ese par de desagradables. Ahora mismo crees que tendrías la peor suerte de todas si te los encontraras en el camino.

Al cruzar las gigantescas puertas del Gran Comedor te das cuenta que sigue siendo temprano, no tienes reloj para comprobarlo, pero las pocas personas que están sentadas, desayunando, te lo confirman. Entre ellas está Lily Evans. Y maldita sea porque a su lado está el estúpido de Potter.

Cada vez que ese idiota está cerca de ella un peso se anida en el fondo de tu estómago. Sientes cómo cada músculo se paraliza y los nervios se congelan. Casi no puedes moverte y un sabor amargo te recorre la boca. Te vas a tu mesa, mirando de reojo cada movimiento de Potter. Al parecer discuten, Lily tiene los ojos brillantes, las mejillas acaloradas y las aletas de la nariz dilatadas.

No sabes por qué pelean pero te encantaría saberlo. Sin embargo, tu mesa está demasiado lejos de la de Gryffindor para enterarte de algo, así que por más que estires el cuello, eches hacia atrás tu silla y despejes los cabellos de tu oreja, no alcanzas a escuchar nada.

Los otro cuatro pelagatos que desayunan contigo son más bien reservados. Nadie se habla mucho en Slytherin, a menos que sea necesario. No son compañeros tuyos, no son tus amigos. Sólo uno se limita a pedirte la mermelada. Y te la tuvo que pedir dos veces porque no quitas tus ojos de la mesa de Gryffindor. Estás concentrado en descifrar el movimiento de los labios rojos de Lily.

Y tampoco desayunas. Tu plato aún está lleno de hojuelas de avena, no has tocado el pan, ni siquiera has tomado los cubiertos. No tienes apetito, porque éste se evaporó tan pronto te diste cuenta de la compañía de Lily.

De pronto ocurre algo inesperado. Lily se pone de pie visiblemente enojada, tampoco termina su desayuno. Camina con paso rápido en dirección a la salida del comedor y lleva sus libros firmemente apretados junto a su pecho. Te mira por un segundo, un breve segundo, y su rostro muta; sus ojos se abren, sus labios se dilatan y todo en ella te sonríe mientras modula un "Hola" mudo. Cierras un ojo disimuladamente en respuesta y no sabes por qué miras a Potter, quien no se ha perdido detalle. El ha dejado caer la cuchara dentro del plato de avena, salpicandose la túnica, y te mira de vuelta con los ojos llenos de rabia y los labios sellados.

Sabes que ese sencillo gesto te costará caro, quizás tengas que ser el blanco de un par de bromas pesadas por parte de ellos, pero te da igual. Que a Potter se le cierre el estómago, le arda el culo de rabia y se quede sin desayuno por tu causa, no tiene precio.


2.- Sólo hay uno (menos mal)

Estás en clases de pociones y los descerebrados de Hufflepuff no hacen más que murmurar cosas entre ellos mientras el profesor Slughorn da las instrucciones para preparar el filtro de los muertos vivientes. Se supone que los alumnos de Hufflepuff son quienes representan el esfuerzo, el trabajo constante y tenaz de Hogwarts. Y te parecen muy pobres como representantes de esos valores porque en realidad son unos vagos que no hacen más que conversar en cuanta clase compartes con ellos. Los miras completamente sorprendidos, te parecen tan poca cosa, tan insustanciales. No entiendes para qué han ido hasta ahí, no entiendes por qué no se han quedado en sus casas. Ninguno de ellos está en Hogwarts porque les interese aprender, están ahí porque sus padres los han enviado. Y cuando te das cuenta de eso, todas las piezas encajan. Si tú fueras sus padres también te hubieses desecho de ellos.

Por un momento tu concentración también se desvanece.

Seguramente tu padre también está tan feliz como el resto. Seguramente brinda todas las noches porque ya no estás en casa y seguramente esos brindis terminan con copas rotas, cristales desparramados sobre las viejas tablas del suelo, brillando fugazmente con la luz que se cuela por las pequeñas y polvorientas ventanas de tu casa, y tu madre con los brazos llenos de moretones y el rostro bañado en lágrimas.

Pequeño monstruo, anormal y repugnante. Así solía llamarte con su voz enturbiada por el alcohol. Aún, estando muy lejos de eso, puedes sentir el aliento borracho golpeando tu cara mientras él grita cada palabra. Puedes sentir el odio burbujeando lentamente debajo de tu piel, tu saliva llenándose de un sabor amargo y tu ánimo descomponiendose rápidamente. Piensas en tu madre y también la odias. Nunca has entendido por qué no alzó su varita y se defendió, nunca has entendido por qué no tomó sus maletas y comenzaron ambos, ella y tú, una nueva vida muy lejos de ese repugnante ser al que tenías que llamar padre. Nunca has comprendido por qué tenían que vivir entre tanta miseria, basura e indignidad.

El profesor formula una pregunta que no has alcanzado a escuchar. No levantas la mano para contestar, pero eso es usual. Sólo respondes cuando te preguntan directamente, no necesitas demostrarle al mundo lo mucho que sabes. Para eso está Potter y Black. Tú no eres de los que se pavonean. La chica de Hufflepuff sonrié a Slughorn a la vez que dice "no sé". No entiendes cómo alguien puede sonreir por no saber una respuesta; el profesor no está enojado cuando les dice que para la próxima clase todos deben traer una composición sobre el bezoar y sus múltiples usos. Tú frunces el ceño mientras coges tus cosas lentamente porque ya sabes eso. Pero supones que tendrás que perder el tiempo y llenar un pergamino con conocimientos que no te aportan nada nuevo. De pronto, escuchas la voz del profesor de pociones pronunciar tu nombre y luego te dice que lo esperes.

No tienes idea por qué quiere hablar contigo, no has hecho nada para que pueda reprenderte.

Los ojos del profesor lucen más amables que de costumbre para contigo. Palpitan como si miraran un gran caramelo y no a un alumno, y esa mirada te asusta por un momento, pero luego te descubres complacido. Le escuchas halagar tu último ensayo, le oyes elogiar tu talento, te dice que nunca ha tenido alguien con tanto potencial para la elaboración de pociones, salvo Lily Evans, pero tú sabes bien que eso no es así. Lo tuyo con las pociones es innato, es instintivo, sabes cómo se mezclan mejor los ingredientes, manejas las temperaturas, la manera y las dosis en que el aire debe entrar en ellas, y es como si lo supieras desde hace mucho tiempo. Lo presientes. Lo de Lily es distinto. Ella hace todo bien sólo porque así debe ser.

Le agradeces las palabras al profesor Slughorn, sonríes tímidamente y cuando estás dispuesto a marcharte del aula de pociones, le oyes nuevamente hablarte.

- Severus, la noche del viernes habrá una fiesta en mi despacho. Me gustaría que vinieras...

El corazón se te hincha dentro del pecho, retumba roncamente y te hace vibrar. Por fin tu tenacidad y tu esfuerzo están siendo reconocidos, por fin te están dando el lugar que crees merecer. Sabes que en esas fiestas están invitados sólo las personas influyentes, ya sea por su familia o por sus méritos. A esas fiestas asiste lo más graneado de la sociedad mágica inglesa, y el hecho de saber que formas parte de eso acelera la circulación de tus venas y la sangre se vuelve más liquida al filtrarse por tu cerebro. Estás feliz. Por respuesta sólo asientes, no podrías hablar aunque quisieras, la voz no te saldría.

- ...puedes invitar a alguien. -Sólo asientes mientras los ojos de Lily se filtra lentamente hasta tu cerebro. - ...y...ponte otra túnica.


3.- Dos veces a la derecha, dos veces a la izquerda y luego...

Caminas hacia la biblioteca transportando esa mochila cargada de libros que pretendes estudiar. Te duele un poco la espalda a causa del peso, pero te ríes mentalmente pensando que es el precio que hay que pagar por saber más que el resto. La biblioteca no es un lugar que normalmente tenga muchos alumnos, más bien pasa la mayoría del año vacía. Sólo cuesta encontrar algún asiento cuando faltan dos semanas para los exámenes finales, época donde todos se vuelven locos y creen que repitiendo cosas entre dientes, con la cabeza en las nubes, aprenderán lo que no han sido capaz de aprenderse en un año.

En cambio, tú pasas mucho tiempo ahí, tanto, que incluso puedes decir que tienes un lugar propio. Es una mesa que está pseudo escondida entre dos estanterías de libros viejos que nunca nadie consulta. Hay una pequeña ventana justo al frente que permite que la luz entre a raudales. Es una pequeña mesa estupenda y está ubicada en un lugar silencioso. Sólo tiene dos sillas, las que normalmente ocupas tú y tu mochila. Aunque a veces, Lily Evans toma tu mochila, la deja en el suelo apoyada contra la pared, y se sienta en su lugar.

Cuando Lily está cerca cambias, aunque el resto no sea capaz de notarlo. Te sientes más liviano, como si una burbuja se fuera haciendo más grande en el interior de tu pecho. Eres una pompa de jabón que cuidadosamente se infla por el aire que exhalan los labios rojos y perfectos de Lily Evans.

Cuando ella te habla le pones atención, y te sientes valiente, tanto que le comentas cosas que nunca le comentarías a nadie. Y cuando eso pasa, ella no te dice nada y sólo te coge la mano. Entonces tú sientes la tibieza de sus dedos y eres el rey del mundo: el sapo que fue besado por la princesa.

En ciertos instantes crees que quieres a Lily porque ella te quiere a ti sin condiciones, sin reproches, ni reservas. Crees que la quieres porque sus ojos son especiales; ha sido la única capaz de descubrir que se esconde debajo de harapos y túnicas viejas. Aunque luego notas que tú siempre la has querido. Desde la primera vez que la viste.

Y entonces te das cuenta que tú fuiste el que tenía un don especial. El que fue capaz de reconocer una bruja, alguien como tú (una pequeño monstruo, anormal y repugnante) escondida bajo ropa de muggle.

Ella te sonríe y toda la biblioteca parece brillar en ese momento, te cuenta cosas que te hacen reír tímidamente mientras ambos escriben con la cabeza gacha alguna composición pendiente. El mundo se llena de colores que antes no habías visto, Severus. Y cuando ella dice tu nombre, tu cuerpo vibra; se llena de pequeños temblores, y tu venas se vacían. Sientes el aire frío circular por ellas y de pronto te sientes estúpido y tonto. Te gustaría tener esa frase ingeniosa al borde de los labios, esa capacidad para hacer reír a la gente, ser carismático.

Pero no lo eres y lo sabes. Y también sabes que Lily te conoce demasiado para esperar esas cualidades de ti, pero a veces, te gustaría sorprenderla. Porque Hogwarts no sería lo mismo sin ella, aunque no esté en tu misma casa, aunque casi no tengan clases juntos. Tú no eres el mismo sin Lily. La necesitas tanto como las flores al sol, la necesitas porque es el oxígeno que te permite despejar tu cabeza y no perder jamás el norte en medio de las tormentas. La necesitas porque Lily Evans representa todos los sueños y esperanzas que tienes, pero escondes, ella es y ha sido el leño al que te abrazas en el mar tormentoso.

A veces te descubres soñando con Lily, a veces has sentido el impulso casi irrefrenable de besarle en los labios al despedirte de ella antes de la cena.

- Supongo que irás conmigo a la fiesta de Slughorn...

Te mira a los ojos, y notas su verdadera pena cuando te dice. -No puedo, invité a Remus...es que estaba muy desanimado. -y trata de explicartelo hasta con movimientos de las manos. -Lo siento, Sev.

Y aunque los ojos de Lily brillen con ese fulgor de piedra preciosa eso no sirve para quitarte la rabia. Sientes que te cambia por cualquiera, incluso por un monstruo como un hombre lobo.

Sin embargo, eres paciente y sabes esperar. Conoces la manera en que los caldos deben burbujear, y sobre todo sabes que lo que tienes con Lily es una poción muy poderosa que se prepara a fuego lento, incorporando los ingredientes uno a uno, todos muy bien cortados y estrujados. Y que siempre se revuelven en el mismo sentido, en el sentido de ella, hacia la derecha. Y cada vez que ella te sonríe con sus encandilantes ojos verdes, tú puedes apreciar los espirales ascendientes y aromáticos que emergen de su amistad.

Y con eso, mientras tanto, te basta y sobra.

4.- El silencio en medio del ruido.

Lucius Malfoy es un idiota, siempre lo has sabido. Sin embargo es uno de tus pasaportes, tu pasaje en avión para esa tierra cálida que siempre te has merecido. Por eso toleras que te mire con los ojos llenos de orgullo como si tú fueras un producto de su creación. Es tan idiota que no se ha dado cuenta que eres capaz de llegar lejos, muy lejos, por tus propios medios.

Pero lo aceptas porque acortar un poco el camino no te viene mal.

Por eso cada vez que él habla de la sangre que corre por sus venas, de lo noble y pura que es, tú te quedas callado, pensando en aquella parte que corre por las tuyas y que no te gusta. Piensas en tu padre; muggle y borracho.

Luego piensas en Lily Evans.

Esa chica de pelo rojo y espeso, la dueña de los ojos más bonitos de todo Hogwarts y la causante de que un temblor arrítmico invada tu pecho cuando te sonríe. (Porque te sonrie a ti, no es al estúpido de Potter, ni al idiota de Black.) Es a ti, aunque tengas por padre a un inútil, y aunque para ella eso no sea un misterio.

Piensas en Lily Evans y en la sangre que corre por sus venas. Inmunda, sucia, contaminada.

Completamente muggle.

Piensas en Lily Evans, en sus ojos, su sonrisa y sobretodo en su sangre; entonces la lengua se te pega a la garganta y no eres capaz de decir palabra alguna.

Sigues callado mientras Lucius parlotea sin cesar.

5.- Filtraciones (Soledad)

No sabes por qué tienes que ir con alguien a una estúpida fiesta. Ni siquiera quieres ir, vas porque es importante pero no porque realmente te sientas animado. Sinceramente tampoco estás de animo para acercarte a alguna chica e invitarla para que el viernes por la noche te acompañe al despacho de Slughorn.

Abres tus ojos, analítico, clase tras clase y todas las chicas te parecen tan insustanciales. Tontas, insulsas y feas.

Y lo peor es que sabes que tú le pareces extraño. Te miran con los ojos estrechos y muchas levantan la nariz, otras la fruncen. Nunca les has hablado, nunca te has acercado a ellas, pero parece que tienen toda una historia en sus cabezas acerca de ti. Y estás seguro que eso se los tienes que agradecer a Potter, Black, el monstruo del licantropo y el estupido de Pettigrew.

Hasta este momento nunca te ha importado eso, nunca te has sentido obligado a tener que relacionarte con gente de otras casas y no es que esta sea la ocasión para iniciarte. Así que vuelves tus ojos hasta aquellas chicas que tienen una serpiente brillando en el pecho de sus túnicas.

Pero ninguna tiene el brillo verde en los ojos, no al menos el que buscas.

Evan Rosier te dice que no es difícil que consigas a alguien para ir a esa fiesta, que hasta el mismo te acompañaría porque siempre ha querido saber qué tienen de especial. Tú sólo le miras con los ojos serios y le dices.

- ¿Qué? ¿Tienes hasta un vestido especial para la ocasión?

Rosier no se ríe, se queda estático en ti y te pregunta con la voz cargada de duda. -¿Qué es un vestido, Severus?

Te das cuenta que cada vez que hablas se te filtran cosas, datos importantes. Y te dan ganas de patearte el trasero porque los magos solo ocupan túnicas. Pero hay trozos de tu esencia que se te escapan y te gustaría que permanecieran ahí, contigo. No puedes decir un chiste o comentar algo porque no te comprenden, quizás si él fuera Lily se le hubiese salido el jugo de calabaza por la nariz mientras se ríe.

Y crees que quizás si fuera Lily quien está sentada al lado tuyo, quizás por fin te atreverías a asomar tu dedos y le quitarías cuidadosamente esas gotas de jugo que tendría en el rostro: en la comisura de la boca. Quizás la mirarías a los ojos unos segundos, luego a los labios redondos y rojos. Crees que quizás ya no te aguantarías más, dejarías caer tus párpados y la besarías ahí mismo, y le dirías bajito que es una mierda que vaya con ese licantropo a la fiesta y que tiene que ir contigo, como sea. Crees que quizás arrancarías ese león que ruge desde su pecho y te la llevarías a las mazmorras, para siempre.

Pero despiertas de tus ensoñaciones cuando llega hasta ti la voz de una chica de pelo oscuro que te pregunta si realmente estás invitado a la fiesta de Slughorn.

No pasa desapercibido para ti que ella tiene la nariz respingona, que el pelo le brilla como si alguien se lo cuidara con adoración y que los ojos se los cubren algunos rizos que se resbalan hasta allí. Todo en ella parece dudar de tus palabras.

- Es verdad, créelo o no. Me da igual.

Esa chica es un año mayor que tú. Nunca antes te ha hablado, nunca antes te había mirado. Y cuando su voz sisea un duro -Pruébalo, Snape. - Te desconoces porque consiguió que estés bastante molesto y le dices. -No tengo por qué mentirte a ti. Si quieres puedes venir conmigo y comprobarlo por ti misma.

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N/A: Quizás algunos pensarán. Hey you, qué haces escribiendo estas cosas y no subiendo el nuevo capítulo de xxxxx. Sí, lo sé. Pero esta era una deuda muy antigua que tenía con una amiga. Y esas cosas tarde o temprano tienen que pagarse. Sientanse del mismo modo respecto a los fics por los que ustedes esperan. Algún día tendré que pagar la deuda con ustedes.

Este no es el final. Son quince viñetas. Pronto subiré el resto.

Espero que les guste. A mi me costó un montón escribir esta historia porque nunca antes había intentado hablar de Severus Snape. Quizás caía en bashing o en exageraciones emosas. Pero el fic intenta ser angst porque así lo quería mi queridísima drunk_machine.

Comentarios, reclamos, sugerencias???

Besos a todos. Y muchas gracias por leer esto.