El Intruso.

Por Alisse.

I. De cómo pasé a ser un Kido.

Nací en la calle, al lado de mi madre y mis hermanos que nacieron junto conmigo. En esos días yo no me preocupaba de nada, era tan pequeño que a penas podía caminar, por lo que sólo me dedicaba a dormir y a alimentarme cuando tenía hambre. Ni siquiera sabía lo que era el frío, sin contar que aún faltaban algunas semanas para que comenzara a llover o a nevar (aunque en esos tiempos no tenía idea qué era eso)

Tal como dije, durante un buen tiempo sólo me dediqué a vivir, contento, junto a la que era mi familia. Y fue así, gracias a sus cuidados, que fui creciendo, y con eso, frente a mis ojos se presentaba un mundo completamente novedoso. Debido a que vivíamos en un lugar bastante apartado, no tenía idea de la gente que hay, ni de automóviles ni tampoco de niños ociosos que se divierten maltratando pobres animalitos que tuvieron la mala suerte de cruzarse con ellos. Pero ese es otro tema.

Tal como indiqué, el mundo se me presentaba como toda una aventura, y aunque era pequeñito aún, tenía toda la intención de salir a descubrirlo, y la oportunidad de hacerlo no demoró mucho en aparecerse. En un momento en que por fin mi mamá estaba más preocupada de uno de mis hermanos, pude escabullirme y por fin alejarme de ahí, caminando feliz por las calles, mirando todo con demasiada atención… estaba emocionado, era como haber encontrado un nuevo tesoro…

Pero a cambio de eso, tuve que pagar muy caro. Fue tanto lo que caminé, y le presté tan poca atención al camino que tomaba, que después, cuando quise volver a casa, no fui capaz de volver a hacerlo. Caminé durante más horas por las calles, tratando de encontrar algo que me indicara que estaba cerca, pero nada. Esa noche me dormí con hambre, y con un poco de frío, acurrucado en un rincón de una húmeda calle.

Y no crean que me rendí. Continué buscando a mi familia hasta que por fin me di cuenta que ya no podría encontrarlos, y que debía concentrarme en buscar la manera de sobrevivir en ese mundo hostil, ya que lo que menos quería era que todo se terminara de esa manera.

Pasaba casi todo el día buscando comida, era todo demasiado difícil, sobre todo porque aún era pequeño y aunque la mayoría de los perros callejeros no me hacían daño, habían otros que disfrutaban teniéndome casi todo el día escondido entre las ramas de un árbol, con temor a que pudiera por fin alcanzarme después de tanto intentarlo.

Y fue en una situación demasiado difícil que me encontré por primera vez con él. Ya llevaba bastante tiempo solo, aunque algunas personas aún me identificaban como demasiado pequeño, y estaba haciendo bastante frío. Esa nublada y oscura tarde había estado vagando por las calles, como siempre, hasta que en un parque en que me había acostado a descansar después de comer algo que estaba en el suelo, se me acercaron unos niños y comenzaron a "jugar" conmigo… a lanzarme piedras.

Había estado en situaciones así antes, pero muchas veces sus mismos padres los habían detenido, retándolos después porque habían sido crueles. Pero en esa ocasión, los niños tenían libertad de acción, y creo que perfectamente lo pude haber pasado muy mal por culpa de ellos, si no fuera por su intervención.

-¡Déjenlo tranquilo!- les gritó, y aunque a mis ojos también era un niño, se notaba bastante mayor que los otros, por lo que salieron arrancando mientras él se acercaba a mí.

Cuando lo noté me acurruqué, sin poder arrancar porque no tenía idea de dónde (claro, después de esa experiencia, ¿quién no iba a quedar traumado?). Pero cuando lo miré a la cara pude notar que me sonreía, mientras acercaba su mano para acariciarme y se agachaba.

-Que lindo eres- me dijo, haciéndome cariño. Creo que nunca nadie había sido tan suave conmigo –espero que esos niños no te vuelvan a molestar- se levantó y continuó su camino, con las manos metidas en su polerón y caminando con lentitud.

Lo miré alejarse unos momentos, pensando en las dos alternativas que tenía: irme con él o quedarme aquí. Obviamente ganó la primera y fue ahí que comenzó mi carrera para no perderlo entre la gente. Me costó seguirle el paso, y no estoy seguro de si él me vio, pero cuando se detuvo en frente de una reja de una gran mansión y me vio a su lado sentado y con cara de inocente, puso cara de espanto.

-Me seguiste- dijo, mientras desistía de llamar para que le abrieran –no puedes quedarte conmigo, ésta no es mi casa… por favor entiende…

En ocasiones, cuando uno desea ganar algo tiene que actuar con todas las armas que tenía, y fue lo que hice yo. Me acerqué a él y puse mis patitas delanteras en sus zapatos, mientras maullaba con suavidad (todo un manipulador). Él me miró como si su corazón se estuviera rompiendo en mil pedazos, y luego a la casona, y luego nuevamente a mí.

-De verdad- me dijo, agachándose a mi lado –me gustaría que te quedaras conmigo pero no puedo… quizás hasta el malo de Tatsumi te tire a los perros cuando se de cuenta de que estás conmigo…

Como era de esperarse, nada de lo que me dijo me convenció. Continué a su lado mirándolo suplicante incluso en el momento en que comenzaron a caer gotas del cielo. Creo que eso fue lo que terminó de convencerlo, definitivamente él tiene el corazón de abuelita y no iba a poder dormir tranquilo sabiendo que yo estaba por las calles, mojado y con hambre.

-Ay, me van a matar por esto…- murmuró, mientras se agachaba y me tomaba en brazos, abriendo su polerón y luego metiéndome entre su ropa –tienes que permanecer callado mientras entro, para que no te pillen.

Se acercó al citófono y tocó el botón. Muy pronto se escuchó una voz que tanto él como yo terminaríamos casi detestando.

-¿Quién es?- preguntaron.

-Shun, Tatsumi, abre la puerta- contestó él, con un tono completamente distinto al que usaba para hablarme a mí.

-¿Qué crees que es esto, Shun, un hotel al que puedes venir cuando te venga la gana?

-Abres o salto la reja, no tengo intenciones de mojarme- fue lo que Shun le contestó, igual de frío. El portón comenzó a abrirse de manera automática y Shun entró –si no fuera porque quiero ver a mi Nii-san, me hubiera ido de aquí a penas llegué de Isla Andrómeda.

En esos momentos no me interesaron sus palabras, pero después comprendería que la vida de ese joven era muy especial… pero no quiero adelantarme, eso lo iré delatando más adelante, igual que casi todo lo que viví en la mansión Kido, como el "Intruso" escondido en el cuarto de Shun, uno de los habitantes, y el único que sabía mi existencia.

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Hola. Les cuento, éste fic lo tenía de hace mucho en la cabeza, desde que una tarde jugando con la gatita de mi hermana, no se por qué se me ocurrió. Me gustó la idea de hacer que Shun tuviera una mascota escondida en su habitación, espero que a ustedes también les haya llamado la atención.

Eso sería, el próximo capítulo estará pronto. Saludos a todos y estaré esperando sus comentarios.