Epilogo.

- Matt, deja de correr en este instante.

Un niño de cinco se detuvo justo a mitad de su carrera. Su madre lo alcanzó lo más rápido que su embarazo de 5 meses le permitió y le tendió la mano.

- ¿Qué te he dicho sobre correr así? puedes hacerte daño, cariño. – le regañó cariñosamente.

- Lo siento mamá… pero es que quiero ver a papá.

Hermione le sonrió a su hijo, una copia en miniatura de su marido. Entendía como se sentía el pequeño, ella también tenía ganas de ver a Harry, poder abrazarlo y decirle lo mucho que le había extrañado en esa semana que estuvo fuera. Llevaban 6 años de matrimonio y aún se sentía como una adolescente cuando estaba a su lado. Harry la hacía sentir la más especial de las mujeres cada día. Su hijo tiró de ella para que caminara. Matt era tan impaciente como solía serlo ella, pero tenía el genio de su padre. Comenzaron a caminar, esquivando pasajeros que iban y venían por los pasillos del aeropuerto de Londres.

- Ahí está mamá ¡es papá! – exclamó entonces Matt con jubilo.

Ella le sonrió y luego levantó la mirada para ver como un imponente hombre enfundado en un abrigo se acercaba a ellos con una enorme sonrisa en el rostro. Cuando estuvo a escasos metros Matt se soltó de su mano y salió al encuentro de su padre. La escena era tan bella que tuvo ganas de llorar. Harry le dio un beso en la mejilla a su hijo y lo abrazó con fuerza, el niño, gustoso del afecto de su padre pasó sus pequeños bracitos por su cuello y le sonrió. Entonces Harry se acercó a ella, con Matt en brazos y se inclinó para besarla. Un beso suave y lleno de amor.

- Bienvenido – dijo ella cuando se separaron.

- Estás preciosa. – le dijo él de vuelta y volvió a besarla.

- ¡Hey! Para eso existen los Hotels ¿no lo sabían?.

Harry se separó de ella y entonces Hermione fue conciente de que Ron estaba justo detrás, sosteniendo un carrito con las maletas.

- Hola Ron – saludó ella entonces riendo.

- Ten tu equipaje Potter… se supone que debías recogerlo antes de salir.

- Lo siento… tenía otra cosa en mente – dijo Harry entonces mirando nuevamente a su esposa. Matt, aún en sus brazos, bostezó. – Mejor nos vamos… es tarde y Matt tiene escuela mañana.

Era cierto, pensó ella, y aunque luchó para que el niño se quedara en casa no pudo convencerlo, Matt quería recibir a su padre y cuando se proponía algo no había como sacarlo de ahí. Otro rasgo Potter, por supuesto, pensó.

Llegaron al estacionamiento y Ron se despidió, tomaría un taxi directo a casa de Luna.

- Está casi tan desesperado como yo de estar con su mujer… - comentó Harry entre risas cuando lo vieron alejarse. Luego miró a Hermione y tomó su mano. – Te extrañé mucho, señora Potter…

Ella le regaló otro beso. – Yo también te extrañé.

Dejaron a Matt en el asiento trasero, cómodamente sentado en su sillita. Llegaron a casa en poco tiempo, a las 10 de la noche Londres no solía estar muy congestionada. Hermione observó al frente, su hogar. Nunca se cansaría de verlo y admirar la hermosa casa solariega que habían adquirido cuando nació Matt. Era hermosa, grande y tenía cientos de años, según les habían contado. Aún recordaba con humor la cara de Harry cuando le dijo que aquella era la casa de sus sueños, tuvo que recurrir a todo su poder de persuasión para convencerlo de que la comprara. Pero no se arrepentía. Luego de las reparaciones y de que Harry contratara los servicios de Potter' Desings había quedado maravillosa. En ese lugar había pasado los momentos más felices de su vida. Los primeros pasos de Matt, sus primeras palabras, aniversarios, cumpleaños, la noticia de su segundo hijo.

- ¿Qué sucede? – preguntó Harry cuando dejaron a Matt sobre su cama, profundamente dormido.

- Nada, estaba pensando en lo maravillosa que es mi vida. – le murmuró acercándose a él.

Harry le pasó el brazo por la cintura y besó su cabello. La entendía perfectamente. Él también recordaba a menudo lo maravillosa que era su vida ahora. Tenía un hijo que era su orgullo y una mujer que lo amaba y a la que amaba con toda el alma… y muy pronto llegaría a sus vidas un segundo milagro para seguir llenando de amor su vida.

Habían pasado muchas cosas, grandes obstáculos para que estuvieran juntos, pero ahí junto a Hermione y contemplando a Matt dormir pensó que volvería a pasar con gusto por todo aquello si con ello lograba tenerlos en su vida para siempre, tal como ahora.

**

Harry sintió como algo le tapaba el rostro con unas manos pequeñas y que luego se subían sobre él. Una risa infantil y risueña le llegó y abrió los ojos perezosamente. Había echado mucho de menos despertar así, en su propia casa, en su cama y con la risa de su hijo llenándolo todo.

- Arriba papá… - gritaba. Harry siguió haciéndose el dormido.

- Matt, baja de ahí ahora…

- Pero mamá.

Harry ahogó la risa contra la almohada al escuchar el bufido de su esposa.

- Mamá nada… y no me mires así jovencito. Papá está cansado, deja que duerma. Ve a jugar con Alice… - le dijo Hermione. Harry sintió como su hijo salía disparado de la habitación. – Ya puedes abrir los ojos Potter, sé que estás despierto.

Harry sonrió y abrió los ojos, se acomodó en el respaldo de la cama y cruzó los brazos. – ¿Porqué no dejaste que jugara con Matt un rato? – le preguntó.

Hermione se acercó a él y lo besó. – Porque si ponen a jugar estarán horas en el cuarto y ya comenzaron a llegar los invitador, por eso. Draco y Gin acaban de llegar y hace un rato lo hicieron Sirius y Ginger. Tus padres vienen camino junto con los míos. También Ron y Luna.

Harry asintió. - Estaré listo en un momento… pero antes, señora Potter, porque no viene aquí y me da un beso de buenos días.

No tuvo que pedírselo dos veces.

- Feliz cumpleaños, señor Potter. – murmuró justo antes de unir sus labios.

Si, pensó horas más tarde al ver a toda su familia y amigos reunidos en la sala, era un muy feliz cumpleaños. Sirius y Ginger estaban acurrucados en uno de los sillones mientras Ben dormía en el regazo de su padre. Draco sostenía a la pequeña Alice mientras Ginny trataba de sacar uno de los globos del techo, Ron estaba devorando lo que quedaba de pastel y Luna tomaba fotografías de Matt mientras el niño no paraba de reír con las gracias de sus abuelos.

Hermione se acercó a su marido y discretamente lo guió hacia el jardín, la noche era cálida y una imponente luna llena le daba toques azulados a todo. Una noche mágica.

- Aún no te he dado mi regalo. – dijo ella mirándolo a los ojos.

- Me diste tu amor, un hijo maravilloso y otro que está en camino. – dijo él acariciándole el vientre abultado. - ¿Qué más puedo pedir?.

En respuesta Hermione le tendió un sobre blanco. Harry lo tomó y frunció el ceño. Miró a su mujer, que a su vez lo miraba de manera expectante y con un brillo en los ojos. Abrió el sobre y extrajo el documento de su interior. Cuando terminó de leerlo abrazó a su mujer y la besó de manera intensa.

- Una niña… - murmuró con emoción.

- Lo supe hace unos días, tenía unas ganas enormes de decírtelo, pero pensé que sería especial si lo sabías hoy. – le dijo ella sonriendo. – Una niña Harry… tendremos una hermosa niña.

Si, pensó. Una niña maravillosa. Con el pelo de su madre y los ojos de su padre. Una niña hermosa.

¿Qué más podía pedir? Tenían una vida maravillosa. Se tenían el uno al otro y para siempre…

Fin.