Sonriendo por fuera, llorando por dentro.

Capítulo 1: Diagnóstico.

- Tú ocúpate del de la izquierda – oí que decía la voz de Rukia a mis espaldas.

Delante nuestro se alzaban dos enormes hollows y sin pensarlo dos veces me abalancé sobre uno, derrotándolo a los pocos segundos. Vi por el rabillo del ojo como Rukia cargaba contra el otro, pero algo andaba mal. Con un rápido movimiento me coloqué entre ellos en el preciso momento que el hollow iba a golpearla y lo corté a la mitad con Zangetsu.

- ¡Baka! ¡Podía hacerlo sin tu ayuda! – gritó enojada cuando me volví a verla.

- ¡No lo parecía! – la corté hastiado y regresé a mi cuerpo. Rukia me imitó pocos segundos después, aún enfadada.

Comenzamos a correr sin decir otra palabra de regreso al Instituto, de donde habíamos escapado minutos antes. Pese a que mi actitud reflejaba molestia, no podía evitar lanzarle miradas furtivas cada en tanto. Durante la pelea había notado cierta debilidad en sus movimientos que empezaba a preocuparme y, al observarla con detenimiento, cierta palidez en su semblante había terminado de fundamentar para mi preocupación.

Mantuvimos el ritmo durante diez minutos aproximadamente sin detenernos. Estábamos por llegar cuando, en una de mis miradas de soslayo, comprendí que Rukia estaba al borde de sus fuerzas y con un rápido movimiento la atrapé entre mis brazos antes de que cayera al suelo desvanecida.

- ¡Rukia! – intenté despertarla, pero no obtuve respuesta.

Impulsivamente me dirigí, lo más veloz que pude, en dirección a la tienda de Urahara, aún con la enana en mis brazos. Llegué en cuestión de pocos minutos y entré en el local sin importarme ninguna formalidad.

- ¡URAHARA! – grité a plena voz una vez dentro.

- Kurosaki-kun, ¡qué grata sorpresa! – dijo el hombre apareciendo por una puerta lateral - ¿Qué…?

- Rukia – lo interrumpí antes de que preguntara nada.

Urahara se acercó sin prisa y la observó detenidamente. Algo cambió en su semblante y me dio mala espina. Intenté descifrar su expresión, sin éxito.

- Llévala al cuarto de atrás y veremos que ocurre con ella – dijo con la mirada escondida entre las sombras de su sombrero.

Obedecí sin dudar y me alejé en la dirección que me indicaba. Entré en un cuarto de amplias dimensiones con sólo un futon en el centro. Coloqué a Rukia con cuidado sobre él y me volteé a ver al tendedero que esperaba en la puerta. Me hizo señas de que me marchara y, antes de que pudiera protestar, Tessai me obligó a retirarme a la fuerza.

Los segundos se convirtieron en minutos y los minutos en horas en mi mente mientras esperaba apoyado en la puerta de la habitación. Intenté hacer caso omiso a las provocaciones de Jinta hasta que no pude soportar más la tensión. Decidido a despejar todas las ideas pesimistas con respecto al estado de salud de la enana que rondaban mi cabeza, me lancé contra le pequeño pelirrojo.

- Kurosaki-kun, ya pueden entrar – dijo Urahara desde la puerta, interrumpiendo nuestra lucha cuerpo a cuerpo.

Me puse de pie en un momento y me acerqué al umbral de la puerta, pero me detuvo cuando me disponía a entrar.

- Ven a hablar conmigo cuando hayas terminado – me susurró con el rostro oculto en las sombras de su sombrero a rayas.

Asentí sin comprender, más interesado en ver a la enana que en preguntarme qué querría decirme, y seguí avanzando.

Rukia estaba recostada aún en el futón, pero sus ojos abiertos de par en par indicaban que ya había despertado. Su rostro seguía blanco como la sábana que la cubría y la debilidad hacía acto de presencia en su semblante.

- ¡BAKA! ¡¿Por qué me trajiste aquí?! – gritó en cuanto me vio aparecer en la puerta, sentándose para mirarme con el ceño fruncido.

- ¿Preferirías haberte quedado tirada en la calle idiota? – dije con tono mordaz, haciendo a un lado la parte de mí que se preocupaba por ella – Lo tendré en cuenta para la próxima vez…

- No habrá próxima vez – dijo con tono orgulloso – No tienes que preocuparte por mí…

- ¡¿Quién dijo que estaba preocupado por una enana del demonio como tú?!

- ¡Vete al diablo baka!

- ¡Idiota!

- ¡Descerebrado!

- ¡Enana maldita!

Casi al mismo tiempo nos dimos las espaldas, muy concentrados en ver hacia lugares diferentes. El silencio cayó sobre la habitación, sólo interrumpido por nuestras respiraciones que continuaban agitadas por la pelea. Dada por terminada mi visita comencé a caminar hacia la salida.

- Ichigo – me llamó Rukia en un murmullo casi inaudible, pero no me volteé – Arigato.

No pude evitar que una sonrisa inundara mi rostro y sin decir nada, crucé el umbral de la puerta.

-----

- Debes llevar a Kuchiki-san a la Sociedad de Almas – dijo Urahara seriamente cuando me senté frente a la mesa en la que él se encontraba.

Ururu apareció en ese momento, colocando nuestras tazas de té sobre la oscura madera.

- ¿Por qué? Ya despertó – contesté con tono idiota.

- Necesita que el cuarto escuadrón la revise.

- Pero si no está herida. Lo comprobé antes de venir hacia aquí.

El tendedero suspiró con pesar, claramente agobiado con mi torpeza.

- Kurosaki-kun, Kuchiki-san está gravemente enferma – aclaró con la mirada oculta baja su sombrero.

Sentí mi sangre helarse. ¿Rukia enferma? ¿Gravemente enferma?

- Pero, ¿cómo…? – balbuceé confundido.

- Su número de partículas espirituales ha comenzado a disminuir a un ritmo preocupante. Si sigue así, sus posibilidades de sobrevivir son casi nulas – dijo aún sin alzar la vista – Pero mis conocimientos sobre medicina son muy limitados, por lo que te aconsejaría que la llevaras con Unohana-taicho.

No pude decir nada. Tenía la boca seca y un ligero temblor recorría mi cuerpo. ¿Rukia iba a morir? Pero ya era un alma y las almas no podían morir, ¿o sí?

- Abriré la puerta Senkai para que puedan cruzar lo antes posible – anunció el tendedero poniéndose de pie – Realmente lo siento Kurosaki-kun.

Lo imité aún en un estado parecido a la ensoñación y abandoné la habitación sin decir nada. Caminé sin rumbo durante varios minutos, hasta que en un corredor me crucé con la pequeña figura de Rukia.

- ¿Por qué la cara larga, baka? – preguntó con una sonrisa burlona.

- Prepara las cosas. Nos vamos a la Sociedad de Almas – dije sin mirarla y siguiendo mi camino.

- Pero… - intentó replicar, pero yo ya me encontraba demasiado lejos para oírle.

-----

Urahara tardó un par de horas en preparar la conexión de la puerta Senkai. Durante ese tiempo intenté cruzarme lo menos posible con la enana y luego del tercer o cuarto encuentro en el que la dejara hablando sola, ella pareció comprender mi estado de ánimo y se mantuvo a prudente distancia.

Una vez que estuvimos listos para partir nos dirigimos al sótano de la tienda ya que, al igual que en mi primer visita a la Sociedad de Almas, Urahara había preparado la entrada allí. Pude distinguir preocupación y confusión en el rostro de Rukia cuando pensaba que no la veía, el resto del tiempo su expresión era de lo más monótona.

- Buena suerte – se despidió Urahara con rostro compungido.

Comenzamos a caminar con paso regular a través del oscuro túnel. Intenté no ir demasiado rápido, sin saber a ciencia cierta si eso la debilitaría más o no.

- ¡ICHIGO! ¡Si seguimos así no llegaremos ni en 100 años! ¡Apúrate! – gritó Rukia acelerando el paso.

- Pero… - intenté protestar.

- ¡Deja de parecer una niñita! Estoy bien, ¿de acuerdo?

Suspiré resignado ante lo inevitable: ni las peores enfermedades podían hacer que la enana cambiara ese endemoniado carácter suyo. Pude ver que ponía los ojos en blanco con hastío y, sin saber ni lo que hacía, comencé a correr dejándola en pocos segundos atrás. Si existía algo que me era imposible no responder era una provocación de su parte.

Con mi precipitada partida dimos inicio a una carrera desenfrenada que logró quitar de mi mente todo pensamiento preocupante. Me alcanzó rápidamente y desde allí mantuvimos un ritmo bastante parejo, pese a mis insistentes intentos de sobrepasarla. Finalmente, a pocos metros de la salida, utilicé el shumpo, dando por ganada la carrera.

- ¡IDIOTA! ¡Utilizaste el shumpo! – apareció gritando detrás de mí pocos segundos después.

- Nunca dijiste que no pudiera – dije con una sonrisa de suficiencia.

- ¡Maldito…!

Un carraspeo interrumpió la pelea que se avecinaba. Nos volteamos casi al mismo tiempo para encontrarnos con la imponente figura de Kuchiki Byakuya.

- Nii-sama… - murmuró Rukia claramente apenada.

- Síganme – se limitó a decir su frío hermano y dándonos la espalda, comenzó a caminar.

Nos condujo por las diferentes calles hasta lo que supuse era la mansión Kuchiki. Se trataba de una enorme casa, si se podía denominar casa por sus amplias dimensiones, rodeada por interminables jardines y protegida por un muro de varios metros de altura.

Una vez dentro despidió a Rukia a su habitación y me llevó hasta una especie de despacho.

- Estoy realmente agradecido de que la hayas traído, Kurosaki – dijo sentándose tras el escritorio.

Permanecí parado, sin saber qué contestar. Era sumamente extraño que Byakuya dijera algo como eso.

- El cuarto escuadrón la curará. Estoy seguro – dije cuando el silencio se hizo insoportable, en un intento de convencerme más a mí mismo que al capitán del sexto escuadrón.

Byakuya me miró durante unos instantes. Pude notar un dejo de preocupación en su rostro impasible, ligeramente mezclado con compasión. Por primera vez podía sentirlo claramente preocupado por su hermana y no pude evitar preguntarme si él sabía algo que yo ignoraba.

- Esta noche Unohana-taicho vendrá a verla. Eres libre de volver a Karakura si lo deseas… - comenzó a decir poniéndose de pie.

- Quiero quedarme – lo interrumpí rápidamente.

- Eres bienvenido – murmuró para mi sorpresa y con un gesto me invitó a retirarme.

Me paseé por la mansión sin rumbo hasta la hora en que habría de venir la Capitana del cuarto escuadrón. No estaba de ánimos para inventar excusas antes las preguntas de Rukia sobre mi expresión, por lo que me mantuve lejos de su habitación.

Unohana llegó cerca del anochecer. Sin pronunciar palabra se dirigió al cuarto de la enana y cerró la puerta tras ella. Me acomodé contra la pared dispuesto a esperar su diagnóstico el tiempo que fuera necesario, pero a los pocos minutos comencé a caminar de un lado a otro pues la tensión me impedía estarme quieto. Byakuya se mantenía erguido y observaba con rostro impasible mi incesante paseo sin decir nada.

Los minutos pasaban y el silencio reinaba la estancia, solo interrumpido por mis agitados pasos. En el momento exacto que me disponía a golpear la puerta para obtener alguna respuesta, Unohana apareció en el umbral.

- ¿Y? ¿Podrá curarla? – pregunté casi a los gritos en cuanto la vi cerrar la puerta.

Ella se limitó a hacer un gesto a Byakuya y comenzaron a caminar en dirección a su despacho. Los seguí con paso apresurado.

- ¿Cuál es su estado, Unohana-taicho? – dijo Byakuya una vez sentado tras su escritorio.

- Lamento darte estas noticias, Kuchiki-taicho, pero se trata de la misma enfermedad que padeció Hisana-sama. Pienso que debe tratarse de algo genético…

- Comprendo.

- No hay nada que pueda hacerse, lo siento.

- ¡¿NO PUEDE HACERSE NADA?! – estallé frente a las miradas inexpresivas de ambos capitanes - ¡¿Qué clase de escuadrón es el cuarto que no puede hacer nada por ella?!

- Cálmate Kurosaki – dijo con tono monocorde Byakuya.

- ¡¿Cómo voy a calmarme?! Rukia va a… va a…

- Así es – asintió Unohana con pesar – Pero sanarla está fuera de nuestro alcance.

Golpeé un adorno con furia haciendo que se astillara bajo mi puño. Byakuya no dijo nada y eso sólo logró que me enfureciera aún más.

- ¿Cuánto tiempo le queda? – preguntó finalmente mirando directamente a Unohana.

- Si mis cálculos son correctos, de tres a cuatro semanas. Tal vez menos – respondió con tristeza – Todo depende de sus fuerzas.

- Comprendo – repitió Byakuya – Arigato.

La Capitana hizo una reverencia y se dirigió a la salida. Byakuya la siguió y desaparecieron tras la puerta.

Permanecí inmóvil en mi sitio. ¿Tres o cuatro semanas? Era muy poco tiempo, demasiado poco como para asimilar la idea de que la enana desaparecería de mi vida y no habría vuelta atrás. No iba a poder protegerla, no en este caso.

- Rukia… - susurré apretando los puños y con la vista fija en el suelo. Dejé que una sola lágrima rodara por mis mejillas.

Tras unos instantes me la sequé con rapidez. No iba a dejar que ella me viera llorar. Iba a hacerla feliz en el tiempo que le quedaba, la persona más feliz del mundo si era posible.


Aquí estoy con otro nuevo fanfiction que ya tenía escrito y sólo me faltaba subir.

El título lo saqué de la canción Orange, no recuerdo cual ending es, que me pareció la mejor manera de demostrar lo que Ichigo sentía en ese momento.

Pronto subiré el segundo capítulo, que no prometo sea más largo porque este se excedió un poquito de mis espectativas, y necesito reescribir algunas cosas.

Espero que les guste!!!

Espero sus reviews :)

Lulaa-chan