Sorpresa de Año Nuevo (Ichigo's POV)

Tres veces maldito Ishida y su idea. ¡Parecía el gato con las botas de los cuentos para niños occidentales! Y esa idea de no conocer como irían los otros disfrazados era realmente estúpida; pero nadie me había echo caso cuando intenté rebelarme contra ella.

Observé mi reflejo nuevamente aún preguntándome por qué hacía esto, y era que la amenaza del idiota de Kon también carecía de sentido una vez que el momento de tensión había pasado. Pero arriesgarme a que dijera una palabra era un asunto serio, en parte porque ella se enfadaría como nunca y, en otra, porque en un arrebato de ira lo más probable es que terminara demostrándole mis dudas sobre lo que sentía. Y es que estar cerca suyo se había convertido tanto en una tortura como en la razón de una repentina felicidad que intentaba ocultar por todos los medios.

Un tirón a mi "capa" me devolvió a la realidad. Sin siquiera fijar la vista en él por más de un instante, tomé a Kon y lo coloqué sobre mi hombro. Llevaba una capa y un antifaz de superhéroe el muy creído, y no dejaba de murmurar cosas sobre mujeres shinigamis. Lo ignoré y traspuse la puerta Senkai que Urahara había preparado para nuestra visita a la Sociedad de Almas. El tendedero me miró desaparecer divertido, vestido con un extraño traje de jefe de circo, y a su lado Yourichi permaneció inmutable con su disfraz de gato (ciertamente pervertido si vamos al caso).

En pocos minutos estuvimos frente a los cuarteles del décimo escuadrón. Lo habían adornado con globos y cintas, con un toque notablemente femenino y empalagoso. A mí alrededor avanzaban decenas de shinigamis y los seguí sin real prisa por llegar.

En la entrada se encontraban Toushiro y Rangiku, con un traje de ángel y policía respectivamente. Kon se lanzó sobre al teniente sin ningún pudor, pero hice caso omiso a su reacción: era mi oportunidad de alejarlo de mí. Los saludé con un gesto, sonriendo para mis adentros cuando el peluche salió volando ante una patada de Rangiku, y me adentré en el edificio.

Lo habían decorado al estilo de las discotecas del mundo real. ¡Rukia finalmente conocería una y dejaría de pedirme que la llevara! Pero no era que no fuéramos porque, como me excusaba, no me gustara, sino por el simple hecho de que, si llevaba a la enana, terminaría peleando con alguno que quisiera sobrepasarse con ella. Rukia era una chica muy bien vista en Karakura, pese a que ella hiciera como si no lo notara, y eso llegaba a irritarme sobremanera. Sólo ver las caras de idiotas que ponían esos pervertidos al verla en la calle me sacaba de mis casillas y deseaba saltar sobre cada uno y cambiarles la expresión a los golpes. Si eso sentía en la calle, no quería ni imaginar en una discoteca, a oscuras y con tantos malditos pervertidos que iban a querer acercársele.

Y como un cruel juego del destino, mi vista se topó con el mayor maldito que rondaba a la enana: un entusiasta Renji vestido de pirata se acercaba feliz a una extraña muchacha con un enorme vestido y cabellera morocha. Algo en esa visión me daba mala espina y no podía distinguir qué era, al fin y al cabo esa chica era una desconocida y era mi oportunidad de que el pelirrojo se olvidara de Rukia. Vi que Renji la tomaba de la mano y se perdían entre la multitud de la pista. Los seguí y me ubiqué a una distancia prudente para observarlos.

Fue luego de los primeros minutos de baile que comprendí quién era ella y por qué me molestaba tanto la escena. Su peculiar forma de bailar, y que había terminado obligándome a asistir a la fiesta, era inconfundible: aquella chica era sin dudas la enana. Podía notar con precisión como ella se movía con gracilidad a pesar del enorme vestido, y como desencajaban los torpes intentos de Renji de guiarla. Debía admitir que me encantaba verla bailar desde aquella tarde que la había descubierto moviéndose al son de la música de mi MP4 y, por culpa de lo cual, había sido conminado a ir a la celebración de Año Nuevo y traer a Kon conmigo.

-Flashback-

Esa tarde había salido a comprar los ingredientes para la cena y, a diferencia de su costumbre de seguirme a todos lados, Rukia se había quedado sola en la casa, ya que Yuzu y Karin aún no habían regresado y el viejo había tenido una emergencia en su trabajo.

- ¡Ya regresé! – anuncié más por rutina que por otra razón.

No hubo respuesta, pero conociendo a la enana, tampoco la esperé. Deposité las bolsas sobre la mesa y subí a mi habitación. Me sorprendió notar que alguien cantaba en un murmullo casi inaudible, pero mayor fue mi sorpresa cuando llegué al umbral de la puerta: Rukia era quien estaba cantando y muy sutilmente bailaba al son de la canción.

Me apoyé en la pared, agradeciendo que los auriculares en sus oídos hubieran ocultado el sonido de mi llegada, y me dediqué a observarla casi con admiración. Tenía los ojos cerrados y se movía con la gran agilidad que las numerosas batallas le habían enseñado, mi MP4 oculto en el bolsillo trasero de sus pantalones cortos. En cualquier otra situación le habría gritado por haberlo tomado sin mi permiso, pero la visión me mantenía obnubilado. Los rayos del sol que entraban por la ventana se reflejaban en su piel blanca, haciendo que mis mejillas ardieran al notar lo bella que se veía, que era

Observé y guardé en mi mente cada uno de sus movimientos, conciente de que posiblemente esa fuera la única vez que la vería así.

Un repentino tirón a mis pantalones desvió mi atención. Bajé la vista y me encontré con una expresión en los ojos de botón de Kon que me dio un mal presentimiento. Previendo lo que se proponía el maldito peluche, lo tomé sin mucho cuidado y bajé las escaleras.

- Llegas a decirle algo a Rukia sobre esto y… - lo amenacé aún manteniéndolo firmemente sujeto en mi mano.

- ¡Oh, no! Debo decírselo a nee-san – dijo con voz angelical pero con la malicia brillando en sus ojos – Debo decirle que la estabas espiando mientras bailaba…

- No te atrevas o…

- … y sobre la cara de idiota pervertido que tenías, como si…

- ¡TE MATARÉ! – grité ahorcando con fuerza el cuello del peluche.

- ¡¿Qué es ese escándalo?! – preguntó la voz de Rukia desde la escalera.

Me volteé a verla y no pude evitar que mis mejillas se sonrojaran. Se veía tan hermosa…

- ¡NEE-SAN! Ichigo… - comenzó Kon, pero rápidamente tapé su boca y lo escondí tras mi espalda.

- N-Nada – dije tratando de no observarla hasta que mi obnubilación hubiera desaparecido.

Me miró con el ceño fruncido y se encogió de hombros. Luego se alejó de regreso a mi habitación.

- ¿Qué quieres a cambio de tu silencio? – intenté negociar con el peluche enfadado.

- Llévame – dijo simplemente sacando, de Dios vaya a saber dónde, la invitación a la fiesta de Año Nuevo en la Sociedad de Almas.

- Ni en broma…

- ¡Oh Nee-san! – llamó con tono dulzón.

- ¡De acuerdo!- accedí a desgano tratando de evitar lo que podría convertirse en la Tercer Guerra Mundial si ella se enteraba.

Kon sonrió maliciosamente, saltó de mi mano al suelo y se perdió tras una puerta. Lo vi desaparecer pensando que acababa de cometer el peor error de mi vida y regresé a mi habitación. Para mi consuelo, y también desilusión, Rukia había dejado de bailar

-Fin Flashback-

En esta ocasión ella se movía con tanta gracilidad como en aquella y por unos instantes sólo pude concentrarme en la figura de su cuerpo al bailar. Un cambio repentino en la música captó mi atención y me obligó a dirigir mi mirada también a su acompañante: lo que antes era una canción alegre y rápida, se había convertido en una balada lenta. Pude observar como Renji ponía sus sucias manos en la cintura de la enana y, para mi frustración, ella no hizo nada por evitarlo sino que rodeó su cuello con sus brazos.

Me fui acercando de manera inconsciente. Renji la miraba con admiración que rayaba en la adoración, pero ella lo ignoraba. Suspiré con alivio antes ese detalle, pero la tranquilidad desapareció antes de que pudiera inundarme por completo: Rukia había levantado la vista y la distancia entre sus rostros había comenzado a acortarse con cada segundo.

Dolor, furia, desesperación, ganas de golpear algo, todos esos sentimientos me invadieron mientras buscaba la forma de evitar ese beso. En eso me topé con uno de los miembros del sexto escuadrón, notablemente reconocible bajo su disfraz de médico.

- Necesito tu ayuda – le dije casi sin pensar. Me miró perplejo, pero asintió – Debes captar la atención del teniente Abarai.

Pude poner que se ponía pálido bajo su máscara al mirar en la dirección que le señalaba.

- Invéntate una excusa, cualquiera, pero evita que la bese, ¿comprendido?

- Abarai-fukutaicho va a matarme – murmuró negando con la cabeza.

- ¿Ves esa chica? Es la hermana menor de Byakuya – dije desesperado ante la inminente falta de tiempo - ¿Quién crees que será peor? ¿Renji si lo interrumpes o Byakuya si se entera que no lo detuviste?

Noté que tragaba con dificultad antes de asentir y aclararse la garganta. Sonreí como agradecimiento y me alejé unos pasos para que no Renji no me viera cuando lo llamaran.

- ¡ABARAI! – gritó el pobre hombre justo a tiempo. Pude ver a Renji frenarse y voltearse. Me compadecí del próximo fallecido shinigami.

El pelirrojo se separó de Rukia y se acercó a su subordinado con la furia plasmada en su rostro. Aprovechando la situación intenté acercarme a la enana, pero una figura se interpuso en mi camino. Alcé la vista confundido. Era Inoue.

- ¿Kurosaki-kun? – preguntó observándome con curiosidad.

- ¿Cómo…?

- Ishida-kun me contó como era tu disfraz – dijo con una sonrisa.

- Ese maldito…

- Etto… ¿Kurosaki-kun? – la miré a los ojos, ocultos por el antifaz rosado - ¿Q-Quieres bailar?

Simplemente no pude negarme. Le tomé la mano y nos adentramos en el gentío. Inoue bailaba realmente bien, pero mi mente estaba muy lejos de allí, aún cavilando sobre cierta morena y cierto pelirrojo. ¿Y si ella realmente quería que eso sucediera? No iba a poder evitarlo por siempre.

De repente alguien colocó su mano sobre mi hombro haciendo que mis pensamientos se desvanecieran y me volteara a verlo. Me encontré con Ishida, vestido como Robin Hood. Con un solo gesto entendí lo que quería y dejé que bailara con Inoue. Me alejé rápidamente de allí con la intensión de encontrar a Rukia antes de que Renji lo hiciera.

La encontré sola junto a una mesa, observando la pista con aire soñador. Me acerqué con el corazón latiendo con fuerza.

- ¿Q-Quieres bailar? – pregunté con tono inaudible una vez frente a ella.

Por su expresión pude notar que no me había reconocido y que tampoco había escuchado lo que le había dicho. Le tendí una mano y le señalé la pista a mis espaldas. Rukia asintió y colocó su pequeña mano sobre la mía. En ese momento una corriente eléctrica se extendió por mi cuerpo, constatando que se trataba de la enana. En las últimas semanas, al tocarla aunque más no fuera un roce, un cosquilleo similar a la electricidad me recorría de pies a cabeza, muchas veces obligándome a apartarme súbitamente.

Tratando de ignorar el hecho de que mi corazón latía con más fuerza de lo normal, la guié hasta un lugar despejado en la pista. Entrelacé mis dedos con los suyos y comenzamos a bailar. Me sorprendió notar que rápidamente nos movíamos como si fuéramos una sola persona. Todo a mi alrededor desapareció, todo menos la shinigami frente a mí.

Rukia se movía con total elegancia, acercándose y alejándose según mis propios pasos se lo indicaban. Cada vez que un movimiento nos obligaba a acercarnos demasiado, algo en mi interior rebozaba de placer; quejándose cuando, momentos después, una prudente distancia nos separaba.

Las canciones comenzaban y terminaban sin que nos diéramos cuenta y pronto estuvimos rodeados por curiosos espectadores. Sentí que Rukia reía al verlos y una sonrisa apareció en mi rostro. Miré su expresión y pude notar que brillaba de felicidad, convirtiendo su rostro en el espectáculo más bello que había visto jamás. Entonces mi cuerpo se movió por su cuenta y con un solo giro la obligué a acercarse, rodeándola con mis brazos y fijando mi vista en sus orbes azules. Una vocecita en mi cabeza pedía a gritos cortar la distancia que separaba sus labios de los míos, pero otra más razonable me recordaba que ella no sabía quién era y que sería una total idiotez hacerlo.

Muy a mi pesar obedecí a la segunda voz. La separé de mí con un paso lento, sujetando una de sus manos, e hice una reverencia al público, como quien termina un baile de competencia. Intenté no mirarla, conciente de que si nuestras miradas se encontraban, iba a caer en la tentación de abrazarla y besarla. Tras unos momentos la miré con tristeza y me alejé antes de que pudiera detenerme.

Caminé sin rumbo intentando ignorar le pensamiento que intentaba apoderarse de mi mente, aquel que me decía que me había enamorado irremediablemente de la enana mandona. Me detuve solo cuando casi fui arrollado por una mole más alta que yo.

- Lo siento – dijo frenándose también.

- ¡Chad! – saludé al escuchar su voz. Mi amigo llevaba un disfraz de payaso, poco acorde con su imponente figura.

- ¿Ichigo?

Asentí olvidando por un momento a la morena.

- ¿Dónde está Kuchiki-san? – preguntó para mi pesar.

- ¡¿Por qué iba a saberlo?! – respondí cortante evadiendo la pregunta.

- Alguien andaba comentando algo sobre Kuchiki-san y un extraño. Algo sobre un baile. Iba a verlo.

Quedé paralizado. ¿Qué significaba eso?

Seguí a Chad entre la multitud hasta llegar a donde había dejado a Rukia. La ira me recorrió al notar que Renji había ocupado mi lugar. Cerré los puños con fuerza en un intento de refrenar las ansias de golpearlo.

Me mantuve así hasta que noté los ojos de la enana sobre mí. En ese instante comencé a caminar en su dirección, olvidándome de Chad y esquivando a las parejas que se deslizaban a mi alrededor. Un solo pensamiento invadía mi mente: separarla de Renji.

Golpeé el hombro del pelirrojo para captar su atención.

- ¿Qué quieres? – preguntó molesto al volverse.

- Bailar con ella – respondí con furia contenida.

- ¡Tú! – exclamó reconociendo mi voz - ¿Tú eras el que bailaba con ella antes?

- ¿Y qué si así fuera?

- ¿Sabe quién eres?

- Eso no es asunto tuyo – respondí furioso al notar que no la soltaba.

- ¡Ichi…!

- ¡Cállate! – lo corté antes de que pronunciara mi nombre.

Sin esperar respuesta, tomé la mano de Rukia y la arrastré tras de mí lo más lejos posible de Renji. ¿Qué me ocurría? Esto del amor me estaba volviendo loco.

Sentí que se detenía y por más que tiré de su mano, se negó a avanzar. ¡Idiota! La estaba rescatando del estúpido de Renji y ella sólo se enojaba. Solté el agarre de su mano y me volteé a verla. Me adelanté un paso y cruzamos sendas miradas furibundas, cada uno empeñado en imponerse. Estuvimos así por un tiempo que me resultó eterno, hasta que ella se volvió y dio el primer paso para alejarse de allí.

Entonces todas las barreras que rodeaban mis acciones se cayeron, haciendo que olvidara el hecho de que ella no sabía quién era y el temor a no ser correspondido. Con un suave ademán la sujeté por la cintura y la obligué a girarse, acercando su cuerpo al mío. Lo único que ocupaba mi mente en ese momento era el deseo de tenerla junto a mí, a cualquier costo.

Lenta pero firmemente rodeó mi cuello con sus brazos y apoyó su cabeza sobre mi pecho. Sorprendido, pero feliz, apoyé la mía sobre su peinado, notando que una balada sonaba en la pista. Nos mecimos así abrazados por un tiempo desconocido, ignorando cualquier otra cosa que no fuéramos nosotros.

- ¡HYAAAAAAAAA! ¡El día se termina! – oí la voz de Yachiru desde algún altoparlante cercano - ¡Es hora de la cuenta regresiva, Ken-chan!

Sentí que Rukia daba un respigo e intentaba voltearse a ver, pero la retuve. Si existía un momento propicio, ese era.

- Déjame hacer algo antes de que el día acabe – murmuré dulcemente a su oído, despreocupado de que reconociera mi voz.

Ella asintió perpleja, pero no pareció darse cuenta de quién era yo.

- ¡DIEZ!

- Cierra los ojos.

- ¡NUEVE!

Me obedeció sin chistar y sonreí aliviado.

- ¡OCHO!

Coloqué mis manos alrededor de su rostro. El contacto con su piel suave y cálida hizo que mi corazón latiera con fuerza, finalmente conciente de lo que estaba por hacer.

- ¡SIETE!

Comencé a acercarme a sus labios lentamente, con el corazón desbocado.

- ¡SEIS!

Sentí su respiración y me recorrió un estremecimiento que aceleró la mía.

- ¡CINCO!

Nervioso, esa era la palabra exacta para describirme en ese momento.

- ¡CUATRO!

La duda me inundó. ¿Y si estaba confundido y aquel iba a ser el peor error posible?

- ¡TRES!

Me detuve a un par de centímetros de tocar sus labios, invadido por la duda.

- ¡DOS!

Me alejé lentamente confundido por mis pensamientos. Pude notar que ella cambiaba su expresión a un reproche.

- ¡UNO!

Finalmente mi cuerpo volvió a obrar por cuenta propia y terminó de cortar la distancia que nos separaba. Sus labios eran lo más dulce que jamás había probado y lograron desvanecer por completo todas mis dudas. Ahora podía decir con certeza que amaba a la enana y esperaba que ella sintiera lo mismo.

Nos separamos y solo atiné a sonreír. Su rostro estaba radiante y por momento imaginé que ella conocía mi identidad.

- ¡HYAAAAAAAAAA! Llegó el momento de quitarse las máscaras, ¿verdad Ken-chan? – resonó la voz de Yachiru por la pista.

- Primero las damas – susurré aún sonriendo para ganar algo de tiempo.

Vi que me lanzaba una mirada furibunda pero sin esfuerzo pude notar que era fingida. Luego asintió y comenzó a acercar sus manos a su antifaz, pero la detuve a medio camino, quitándoselo con cuidado. Mi sonrisa se ensanchó con suficiencia al notar su expresión de perplejidad ante mi falta de sorpresa.

- Mi turno enana – murmuré al tiempo que me quitaba el enorme sombrero y la máscara, preparado para cualquier reacción de la morena.

Sin embargo no pude evitar que mi corazón latiera con fuerza ante la incertidumbre de su respuesta. Me fulminó con la mirada, ahora llena de real ira, y pude notar que abría la boca para insultarme y cambiaba de posición para poder golpearme con mayor facilidad. Me fue imposible dejar de sonreír: era una reacción tan típica de Rukia que me produjo un incomparable alivio. Sin pensar en lo que hacía, tomé su rostro entre mis manos nuevamente y toda la furia desapareció ante mi contacto. La miré a los ojos durante unos instantes, esos ojos que comenzaban a volverme loco.

Y de repente estaba besándola de nuevo. Cierto bienestar mezclado con felicidad me inundó al notar que ella estrechaba nuestro abrazo, profundizando el beso. Era tan irónico: segundos antes ella había estado a punto de golpearme con todas sus fuerzas y ahora estaba enganchada de mi cuello como si su vida dependiera de ello; pero al fin y al cabo así era mi Rukia, la shinigami de la que me había enamorado casi sin darme cuenta.

Nos separamos cuando el aire se nos acabó y la abracé. Pude sentir que ella se acomodaba en mi pecho y la alegría me invadió por dentro.

Un chistido a mis espaldas rompió nuestra burbuja. Rukia elevó la cabeza unos centímetros y miró sobre mi hombro.

- Creo que nii-sama quiere matarte – oí que me decía al oído con cierto tono malicioso.

Levanté la vista y me topé con el odio personificado en la figura de Renji. En su hombro Kon parecía esculpido en piedra de lo inmóvil que se encontraba, su boca de peluche abierta en una gran O.

- No es el único – contesté riendo ante el espectáculo.

Sin esperar a que me contestara, la obligué a girarse, aún manteniendo mis manos sobre su cintura.

- ¡Nee-san! – sollozó Kon y se lanzó en dirección a la enana.

- ¿Trajiste a Kon? – preguntó ella con cierto enfado en su voz, levantando el puño para golpear al peluche.

- Algo así – dije sin querer dar detalles y con un ademán rápido tomé al muñeco y lo lancé hacia atrás.

Renji resopló. Por un instante quise golpearle su gran cabezota por habernos interrumpido.

- ¡Felicitaciones! Te has convertido en el nuevo objetivo del sexto escuadrón… - dijo Rukia volteándose a verme.

Su mirada me tranquilizó al instante. Sólo ella podía ejercer esos cambios radicales en mi temperamento sin esfuerzo.

- Vale la pena el sacrificio – murmuré y coloqué mi frente contra la suya.

Vi que cerraba los ojos, claramente satisfecha con mi respuesta.

- Te quiero – susurró dejándome perplejo. Tardé unos segundos en asimilar sus palabras, pero finalmente esbocé una sonrisa.

- Y yo a ti – contesté besándola delicadamente.

- Feliz año nuevo, baka – dijo abriendo los ojos y sonriendo.

La miré extrañado ya que había perdido toda noción del tiempo y el espacio.

- Feliz año nuevo, enana – murmuré con una gran sonrisa finalmente.

No me cabía duda de que, a partir de entonces, todos los años iban a ser felices con ella a mi lado.


Lo prometido es deuda asi que aquí estoy subiendo la misma historia pero desde el punto de vista de Ichigo.

Tengo que admitir que me costó un poco más que la otra y no creo que me haya quedado muy bien. Me costó escribir de manera que no sonara a como había escrito la otra.

Bueno.. espero que les guste! y voy a hacer una aclaración que me olvidé de poner en la anterior: los vestuarios de Rukia e Ichigo serían similares a los de Keira Knightley y Orlando Bloom al final de Piratas del Caribe: La Maldición del Perla Negra (por si la vieron, para que se den una idea, porque no los describí muy bien)

Arigato por sus reviews.. son muy buenos por leer las locas (y cursis) ideas que se me ocurren!

Lulaa-chan