Antes que nada, creo que es bueno aclarar que, la pareja no está en ese orden porque piense que se ve bonito. Esto va a tener un Allen!Seme. Ya dije, pues xD


Disclaimer: Los personajes de -man pertenecen a Katsura Hoshino. Este fanfic NO tiene fines de lucro


"En las afueras del pueblo de Carnival, se encontraba el Castillo Caminante. El dueño se trataba de un hombre viejo, pero amable, que gustaba de tratar a los niños y siempre cargaba una sonrisa en su cara rugosa. Todos los días salía de su castillo sin excepción, a recorrer el pueblo, pasear por el parque, hacer alguna compra y pasar el rato con los pueblerinos. Se presumía que el señor tenía mucho de qué vivir. Pero siempre se le consideró un hombre solitario, al verle viviendo en ese enorme palacio. La necesidad de alguna compañía se le veía suplicante en su rostro, cada día con una arruga más.

Habrá sucedido como hace dos o tres años, cuando nació una nueva peculiaridad en el dueño del Caminante. Todos ignoran qué sucedió aquella vez, pero advirtieron que, cada año cuando llegaba el otoño, se encerraba durante toda la temporada, y no se le veía rastro de él hasta inicios de invierno. Y cuando salía de sus paredes la sonrisa que cargaba en el rostro no era normal (Muchas veces ganó el título del mejor espíritu navideño). Salía de su hogar como si le hubiesen nacido alas, acompañaba a los cantores en sus villancicos, ayudaba con las limosnas, y resultaba ser la persona más radiante del lugar. ¿Qué pasaba durante el otoño que ponía tan enérgico al dueño del Caminante? Aquí les va el secreto.

Lo que pasó hace dos o tres años fue un descubrimiento, de parte del dueño del Caminante, en su jardín trasero. La curiosidad llamó a su puerta un día de otoño, cuando se dio cuenta que en esa época del año, sus flores se veían más hermosas, en vez de estar marchitándose junto con las hojas secas. Cautivado por la belleza que nunca había percatado, se aventuró al campo dorado que yacía posterior a su casa. Vagando y divagando encontró un sendero de manzanas doradas, que parecía invitarle a seguir. El dueño del Caminante, recordaba estos frutos de algún libro que había leído, pero no podía decir con exactitud de qué trataban. Se dispuso a seguir el sendero, y cuando llegó al final, la sorpresa golpeó su cabeza al ver algo que no imaginaría nunca encontrarse: El Árbol de las Hespérides.

Toda una leyenda se imponía ante él. La maravilla natural de las campanas doradas, brillaba fuertemente como si fuese de oro. Tenía ante sus ojos, nada más que la fuente que ofrecía vida eterna. De su tronco salían las dríades que se encargaban de cuidar las manzanas de oro. Volaban a su alrededor felices y radiantes. Enamorado del paisaje que veía, perdió la noción del tiempo, y se dedico que participar de ese pequeño mundo maravilloso que yacía en su jardín, durante el otoño. Se dedicó a cuidar a sus, ahora queridas dríades, cuando esta época llegaba (Que era cuando se presentaban), y las protegía de terceras personas que quisiesen apoderarse de ellas. Lo mantuvo en secreto firmemente, hasta el final del pueblo de Carnival."


Capítulo 1

La Tinta De Mi Reino


La mañana de la Villa Sin Nombre saludó a sus habitantes con un diluvio que desbordó sus ríos y tapió las cabañas. Destruyendo todo a su paso.

Sin embargo, las fuerzas de rescate, pudieron salvar a un niño de más o menos siete años de edad. Se encontraba muy grave y necesitaba oxígeno con urgencia. Cinco días estuvo en coma. Cinco días en lo que estuvo sometido a infinidad de tratamientos y en los que perdió su ojo diestro, en el proceso. Al despertar, se presentó a si mismo como Lavi. Tenía el cabello rojo y la mirada esmeralda. Y ahora con su ojo sin pupila, tendría que cubrirlo de alguna forma, para tapar ese defecto. Quedando huérfano desde el deslave, el hospital fue su hogar hasta ser adoptado por la familia Bookman, la cual no tenía heredero alguno. A pesar de no tener los rasgos similares a la familia, cumplía con las expectativas del cabeza del linaje... Bueno, casi todas.

­Porque a pesar de ser un chico listo, tenía algunas desviaciones que su, ahora abuelo quería arreglar.

—¡Demonios!—Y lo que estaba sucediendo en este momento, era una de ellas.

Lavi, ahora bajo el apellido de Bookman, se encontraba en su habitación, estresado y alborotado, buscando Dios-sabrá-qué, mientras lanzaba sus pertenencias al aire y volviendo su habitación un campo de batalla.

—¡No, no, no! ¡¿Dónde está mi portafolios?!—Gritaba para si el joven, de ahora 9 años de edad. Tan ocupado estaba en su angustia, que no se percató de la figura que hacía acto de presencia en sus aposentos.

—Joven Maestro...

—¡Ah~!—El llamado fue sutil, pero lo suficientemente audible como para espantar al joven pelirrojo, cayendo este de posaderas al suelo. Miles de trastos terminaron de caer mientras el chico levantaba su mirada, para encarar a la jefa de mayordomos que le había llamado. Recuperando un poco la compostura, preguntó:—¿Qué sucede?

—El Señor solicita su presencia.—Respondió con la misma monotonía de hace un rato. Finalizando su oración, la jefa de mayordomos emprendió el camino hacia el despacho de su abuelo. Lavi, acostumbrado a la forma de ser de Lulubell, terminó de acomodarse sin hacerse esperar y la siguió hasta su destino.

El camino hacia el despacho fue silencioso. Todo era silencioso cuando se trataba de una mayordomo como ella. Siempre tenía las palabras exactas que necesitaba para expresarse lo más mínimo posible. Pero había pasado mucho tiempo desde que empezó a trabajar para la familia Bookman, así que Lavi estaba más que acostumbrado, a incapacidad de crear una conversación fluida, y a su rostro persistentemente inexpresivo. A pesar de que actualmente todavía le ponía los nervios de punta; era como si supiera todo lo que estuviese pensando.

Antes de que el pelirrojo se diese cuenta, ambos ya estaban enfrente de la entrada al despacho de su abuelo. Unos golpecitos en la puerta fueron suficientes para recibir un "pase" de parte del anciano que se encontraba detrás.

—Aquí está el Joven Maestro.—Anunció Lulubell. Trayendo consigo al aludido. Este siguió acercándose, hasta quedar frente a un escrito y a una silla que le daba la espalda.

—Lavi...—Dijo una voz ronca, al tiempo que la silla daba media vuelta.—Sabes por qué fue que te adopté como mi heredero, ¿verdad?

—... Puedo suponerlo.—Respondió indeciso

—Eres un chico listo, Lavi.—Empezó su discurso sin parcimonia.—Tienes una memoria fotográfica increíble y un nivel intelectual exorbitante. Prometes mucho para la familia. Tienes una muy buena herramienta encima de tus hombros. Estás consciente de eso, ¿verdad?

—Pues... Ya me lo han dicho, así que... Si, supongo.—Afirmó mientras mostraba su sonrisa despreocupada.

—Entonces, ¿Por qué desperdicias tu talento en algo como esto?—Cuestionó, al tiempo que lanzaba bruscamente, centenares de papeles llenos de bocetos. Lavi los vio caer lentamente al suelo, atónito.

Con sigilo, el joven pelirrojo se acercó a uno de los papeles que ahora yacían en el suelo, y lo tomó con intenciones de leerlo. El título leía "El Palacio del Caminante"...

...

—¿E... eso es...?... Claro.—Debía suponerlo. Si el portafolios no estaba en su cuarto, debía estar en algún otro lugar. Y cuando sus pertenencias salían de su habitación inmediatamente terminaban en el despacho de su abuelo.

—Nuestra familia siempre se ha dedicado a las ciencias políticas y a la diplomacia. Para eso debemos basarnos en hechos verídicos, comprobados empíricamente. Si quieres pertenecer a este familia, tienes que dejar de hacer estas tonterías.

—Oye, bájale ¿quieres?—Empezó a defenderse, Lavi.—Tampoco es que yo crea en estas cosas...

—Cuentos estúpidos de hadas del bosque.—Continuó, ignorando el comentario de su nieto.—¿Qué pretendes conseguir con esto?

—¡Es que...!—No supo cómo responderle. Así que optó por lo único que podría decir: la verdad—Lo soñé

—¿Cómo?

—¡Lo soñé ¿Si?! Hace unas semanas soñé con esto y no podía quitármelo de la cabeza. Creí que si pasaba el sueño en los papeles, podría tener la mente despejada.

El silencio reinó en el lugar, por breves segundos. Entonces, el viejo Bookman, recogió los papeles que cayeron en su escritorio y los ordenó. La mayoría de ellos, estaban llenos de bocetos y dibujos que hacían alusión a la historia que se narraba. De allí, sacó una hoja, se la mostró a Lavi, y preguntó:

—¿Qué es esto?—El dibujo mostraba una enorme mansión antigua, aislada de un pueblo que se veía al bajar la colina donde se encontraba.

—Es... El pueblo de Carnival.

—¿Qué es Carnival?

—... Un lugar en medio de nada. Una tierra olvidada que nunca tuvo muertes, hasta que un día desapareció.

El anciano dejó la hoja reposar en su escritorio y mostró otra con la misma pregunta:

—¿Quién es el?—El siguiente dibujo mostraba la misma mansión del anterior, solo que esta vez más cerca, y en la entrada se encontraba un hombre alto y viejo.

—Él es... el caminante.

—¿Es ese su nombre?

—Bueno, en el sueño nunca le di nombre...

—Bien... ¿Qué pasa aquí?—Siguió interrogando, esta vez con el boceto de un jardín otoñal, donde salían hadas de un gran tronco, volando por toda la extensión de la hoja.

—... Nada importante. Es el jardín del caminante, con las hadas del bosque.

—Ya veo... Y supongo que esto tampoco es importante.—El siguiente boceto que mostró fue el alarmó al muchacho. El anciano de hace unos dibujos atrás se encontraba se encontraba en el jardín de las dríades. Solo que esta vez, estaba acompañado de un hada en específico, distintas de todas las demás.—... ¿O me equivoco?

La criatura que acompañaba al anciano en el dibujo, no se trataba de un hada del bosque. Era de tez blanca, cabello platinado... Y una sonrisa dulce en el rostro. Lavi sabía de qué trataba el boceto. Pero no se lo iba a decir.

—No... No es importante.—Respondió.

—Hmm... Qué raro—Decía al tiempo que sacaba más hojas del montón—Porque, para no ser tan importante, lo has dibujado más de una vez.

Los papeles pasaban por sus ojos, y el chico recordaba cada trazo de todos los dibujos que había hecho de esa hada en especial.

—¿Quién es, y qué le hace tan especial?—Preguntó serio su abuelo.

—... No es...—Lavi se encontraba inseguro de qué responderle. Ya se sentía estúpido explicándole cada boceto, no quería hablar especialmente de ese.—Es un isilwen.

—Hada de la Luna—Definió, arrastrando las palabras.

—No se su nombre.

—¿Tampoco tiene nombre?

—Si lo tiene, pero...—Dirigió su mirada al suelo por la vergüenza que empezaba a sentir.—Nunca me lo ha dicho.

—¿Nunca le soñaste un nombre?

—No, siempre que le pregunto, despierto.

—... Entonces, no es tan importante. Una vez que lo dejes de soñar, no necesitarás esto... Llévalos a la sala de reuniones, y quémalos en la chimenea.—Sentenció, terminando de lanzar los dibujos que sobraban.

—¡¿Qué?!—Alzó bruscamente la cabeza al oír las últimas palabras de su abuelo.—¡Pero si son mis cosas! No puedo, y no quiero quemarlas.

—¿Quién dijo que hablaba contigo?—Preguntó furioso, como si el hecho fuese obvio.

Inmediatamente sintió como la jefa de mayordomos, se acercaba sigilosamente hasta donde estaban ellos, recogiendo mecánicamente los papeles llenos de bocetos.

—La señorita Lulubell se encargará de ellos. Con ella puedo estar seguro que no habrá rastro de esta niñería tuya.

—Con su permiso—Se despidió Lulubell con papeles en mano, haciendo una reverencia, antes de salir del despacho.

Al cerrar la puerta en seco, el señor Bookman volvió a hablar, esta vez, con un tono más serio que antes.

—Vas a dedicarte a la Historia y a las Ciencias Sociales. Serás el pensador más experimentado del siglo, y sabrás todos los detalles ocultos de la historia. Y me vas a prometer, que nunca volverás a hablar de cosas tontas, sin fundamentos empíricos. ¿Entendido?

—... Si señor.—Afirmo cabizbajo.

—Te pondré en alguna actividad extra-cátedra cuando inicien las clases. Tal vez así mantengas tu mente despejada y no vuelvas a soñar tonterías.

—Si señor.—Repitió mecánicamente, aún sin levantar la cabeza.

—Puedes retirarte. Y ordena tu habitación. El hecho de que tengamos mucamas, no te da el derecho de hacerlas trabajar el doble.—Ordenó mientras encendía un tabaco.

—... Con permiso—De la misma forma en que se había retirado Lulubell, se despidió Lavi. Pero no se movió al cerrar la puerta tras de si. Dedico un poco de tiempo a contemplar la madera del piso, mientras trataba pensaba en las mil y un formas en las que, su abuelo pudo descubrir su portafolios. Pero sus pensamientos, fueron interrumpidos deliberadamente.

—¡Joven Lavi~!—Una voz chillona e infantil se escuchó entre los pasillos. El aludido inmediatamente alzó la cabeza para encontrarse con la figura de la mucama más joven, acercándose rápidamente hacia su persona.

—Ah, hola Mimi—Saludó con una triste sonrisa a la muchacha.

—¡Tonto!—Le ofendió apenas estuvo frente a él, con un golpecito en el hombro. Con un puchero en su cara, explicó:—Por su culpa tuve que trabajar el doble. ¡Su habitación es un desastre!—Terminó ambas manos en su cadera.

—¿Eh? ¡Ah-ja, ja, Mimi!—Se disculpó con su sonrisa tonta—Lo siento, pero ya iba a hacerlo ahora.—Mimi empezó a trabajar más o menos al mismo tiempo que en que Lavi fue adoptado por la familia Bookman. De modo que se habían vuelto muy cercanos, casi como confidentes, y Lavi sentía que podía contarle todo—El abuelo me regañó... Otra vez

—¿De veras? ¿Y ahora, por qué fue?—Preguntó Mimi, cambiando su actitud, por una más comprensiva.

—¿Recuerdas los dibujos que te mostré?—Empezaron a caminar rumbo al cuarto del pelirrojo, mientras este contaba los hechos—Pues, no se cómo, pero el portafolios terminó en sus manos, y se puso todo obtuso; regañándome porque no debía pensar en esas cosas.

—¿Qué? ¡¿Y cómo lo encontró?!

—Ya te dije, no lo se. Es lo que más me perturba. Es como si viese a través de mi o leyera mi mente—Lavi empezó a hacer muecas con su rostro, imitando burlonamente al anciano. Provocando risas a su compañera.

—¿Y qué paso? ¿Qué le dijiste?

—Nada, solo pude decirle la verdad. Pero aún así mandó a quemarlos con Lulubell.

—¡Eh~!—La niña se paró en seco al escuchar esas palabras.—Pero, pero... ¡Si son tus dibujos!

—Y traté de defenderlos, pero... Al final, el viejo panda terminó intimidándome.—Confesó decepcionado de si mismo.—De todos modos, no es como si no pudiera hacerlos de nuevo... Pero el loco ese pretende que deje de soñar con el pueblo de Carnival.—Dijo refunfuñando.

—... Lo siento, Joven Lavi—Se disculpó ahora una deprimida Mimi—Ojalá pudiera impedirlo.

—Gracias, pero no importa, ¿okay?—Le justo cuando llegaron a la puerta de su habitación.—Ahora, quisiera estar solo ¿si? Nos vemos en la merienda—Se despidió con una sonrisa y entró al cuarto, cerrando la puerta.

Mimi permaneció inmóvil por unos segundos, con un rostro indiferente frente a la puerta. Luego empezó a correr, en dirección contraria, bajando las escaleras, tropezando con la servidumbre en más de una ocasión, hasta encontrarse en la sala de reuniones. Ahí advirtió la presencia de Lulubell frente a la chimenea, arrojando unos papeles al fuego.

—¡Señorita Lulubell!—Llamó para obtener su atención—No está quemando los bocetos ¿verdad?

—Por supuesto que no.—Respondió secamente la mayordomo—Esto es falsa evidencia para los testigos. Estos dibujos son muy importantes, como para perderlos.—Terminando con su labor, quedó estática analizando los verdaderos bocetos que tenía en sus manos. Finalmente dio una media vuelta, para encarar a la joven mucama.—Debo agradecerte por llevarle el portafolios al Señor Bookman.

—Gracias, ¡eso fue un suicidio! entrar a su cuarto en la noche, teniendo el sueño ligero. Pero Señorita Lulubell, él no dejará de dibujar. Me lo acaba de decir.

—Es mejor si sigue dibujando. Mientras más cerca esté ese chico de Carnival, será mejor para el Amo.—Finalizó con una sonrisa final.

Ignorando la conversación que estas dos mantenían en el estar, Lavi se encontraba en su escritorio personal, llenando de tinta afanadamente una hoja de papel. Terminando su nueva ilustración, se acomodó en su asiento, contemplando el resultado final.

No importaban mucho los otros bocetos, pero quería centrarse más que todo en el hada que siempre solía acompañar al anciano de sus sueños. Una cabellera de nieve, y una piel igual de blanca, no eran características normales de un hada del bosque. Y son embargo, era el más atrayente de todos.

'¿Algún día me dirás tu nombre?' Pensó con un suspiro, sin despegar sus ojo bueno del trozo de papel.


Okay, antes que nada es mejor advertirles: la historia es estúpida a más no poder XO Pero como dicen por ahí "Hasta la mierda se defiende" Así que agradeceré cualquier tipo de review...

Nos vemos~ ;P