Disclaimer: Esta historia no me pertenece. Los personajes son de Rumiko Takahashi y la historia es de TouchofPixieDust, yo sólo la traduzco.

Capítulo uno: El bebé de Kagome

—¿Un bebé? —preguntó Sango con incredulidad—. ¿Vas a tener un bebé?

Tres pares de ojos masculinos se volvieron hacia el par de chicas.

Los ojos violetas estaban llenos de curiosidad y de envidia. ¿Ella va a tener un bebé? Pensó en los niños que quería y se preguntó si alguna vez tendría uno propio. O una docena. Su mirada se volvió hacia la cazadora de demonios y se suavizó.

Los ojos marrón canela lagrimearon. ¡Voy a tener un hermano o una hermana! El niño estaba emocionado y empezó a saltar de alegría. ¡Su familia estaba creciendo! Su pecho se hinchó. ¡Voy a ser un hermano mayor! Empezó a pensar en todas las cosas que le gustaría enseñarle al bebé cuando fuera lo suficientemente mayor. ¡No podía esperar!

Los ojos dorados se entrecerraron peligrosamente. No había pensamientos coherentes dentro de su cabeza, sólo el deseo de matar a todo macho a la vista. Sus garras se empezaron a clavar en la corteza del árbol caído en el que estaba sentado.

Miroku y Shippo, oyendo el gruñido y sintiendo su temprana muerte, decidieron escabullirse sabiamente. Kagome se rió.

—Sí, espero que no os importe demasiado tenerlo cerca. Sé que será duro con los llantos y los olores. Pero me esforzaré para no ser una molestia.

—No será ningún problema, señorita Kagome. Le ayudaremos en lo que podamos, ¿verdad? —Miroku le sonrió cálidamente.

—¡Claro que sí! —agregó Sango.

—Nosotros… ¿Yo puedo ayudar? —El labio de Shippo tembló antes de lanzarse hacia Kagome, las lágrimas rodaban por su cara—. ¡Gracias!

Pero, antes de que pudiera aterrizar sobre la confundida miko, fue lanzado al aire por un maleducado medio demonio perro.

Kagome dio un grito ahogado. ¿Me está GRUÑENDO? ¡Sí! ¡Me está gruñendo! ¿Por qué? Pestañeó rápidamente y tuvo una buena perspectiva de su cara. Su corazón se aceleró y empezó a latir furiosamente. ¡Sus ojos están rojos!

—¿Quién es el padre, señorita Kagome?

—¡Cállate, Miroku! —dijo entre dientes. Inuyasha asustaba y su mirada hacia el monje prometía una dolorosa y sucia muerte.

—Tiene que ser alguien de su época, ¿no? —preguntó mientras, curioso, miraba hacia su vientre.

—¡Miroku! ¡CÁLLATE!

Cometió un error fatal cuando alcanzó a poner una mano sobre su vientre.

Inuyasha se abalanzó sobre él.