Para empezar Saint Seiya y todos sus personajes no me pertenecen, son obra del maravilloso Masami Kurumada, yo solo hago uso de mi imaginación para crear historias Ficticias basándome un poco en la historia original.

Esta historia está basada en lo sucedido a lo largo del anime, lost canvas, SD Seiya, entre otros. Algunas cosas cambiaran, yo solo me baso en el aspecto de los personajes y en algunos hechos, pero la historia será muy diferente a lo que realmente ocurrió, basada más en las vidas diarias de los caballeros en tiempos de paz.


Capítulo 8

=Un nuevo comienzo=

Mascara estaba furioso y desesperado. Había buscado en todos los lugares posibles donde debiera estar el caballero de piscis, pero simplemente no daba con él. En medio de la calle y con las manos en las caderas hecho la cabeza hacia atrás con la mirada perdida en el cielo nocturno.

-¿Dónde estás maldito anfibio hijo de puta?- Cerro los ojos intentando buscar el cosmos de su amigo, pero no percibía nada. Un trueno resonó por todas las calles de Atenas previniendo una tormenta. La luz de un rayo perdido, ilumino el rostro del canceriano justo cuando abrió sus ojos al acordarse de que Afrodita tenía un lugar al que solía ir cuando tenía deseos de estar solo –Espero no estar errado- Las gotas de lluvia comenzaron a caer empapando su cabello haciéndole perder volumen, corrió lo más rápido que pudo al monte de la ninfa. Con la velocidad que llevaba no tardó en llegar y ver al guardián del doceavo templo sentado en la vertiente del acantilado. Con el ceño fruncido y los puños apretados intentando recuperar el aliento, le grito fuera de si -¿Qué diablos te pasa? ¿En que estabas pensando estúpido? ¿Qué no tienes cerebro?...- Afrodita ni siquiera dio señales de haberse percatado de su presencia. Mascara acerco a él con claras intenciones de golpearlo -¿Me estas oyendo? ¡Te estoy hablando pedazo de…!- Mascara se tragó las palabras sintiendo un nudo en la garganta. Dio un paso atrás al percibir la tristeza en el corazón del caballero frente a él, había una alteración en su cosmos -¿Afro?- Tanteo, sin saber si debía o no, acercarse más -¿Nemo que pasa?- Con paso lento se acercó a su amigo solo para ser testigo de algo que nadie jamás tendría la suerte de presenciar.

Ahí a sus pies, estaba uno de los caballeros más fuertes en la orden de Athena, con lágrimas corriendo por sus mejillas, dolor en sus ojos y la tristeza apuñalando su corazón. En sus brazos estaba la persona que amaba, o al menos eso era lo que Afrodita le había confesado la tarde de ese mismo día. Sin saber que decir o hacer Mascara trago fuerte sintiendo que la saliva raspaba en su garganta, nunca en su vida se había sentido así. Por primera vez en su existencia, sentia pena por su amigo; que con el tiempo se había convertido en un hermano para él. Hacia unas horas era un caballero feliz y ahora… ¿Qué había pasado?

-Se fue…- Murmuro apenas el caballero de piscis con la voz quebrada. El guardián de cáncer apenas si lo podía creer. Ver a su amigo en ese estado tan deplorable, los mechones celestes se le adherían al rostro y mantenía a la chica apretada contra su pecho. La piel de la joven estaba amoratada por la falta de circulación, sin un latir de corazón, la sangre se estaba coagulando. Mascara clavo una rodilla en la tierra y se encorvó estirando un brazo para comprobar que la chica en efecto había muerto.

-Afro… debes dejarla ir- Intento hacer que su amigo soltara a la joven, pero solo consiguió que este se aferrara con más desesperación.

-No…-

-Afro suéltala, debes dejar que su cuerpo descanse-

-No, no voy a dejarla sola otra vez-

-Necesito que la sueltes- El dorado de piscis comenzó a balancearse de atrás hacia delante, impidiendo que Mascara se acercara a la chica. Suspiro frustrado y aparto la mano que intentaba alejarle.

-No debí dejarla nunca, no debí dejarla sola, ella me necesitaba y yo…-

-Escúchame-

-¡No! ¡Déjame!-

-¡Afrodita mírame!-

-¡No!-

-¡MIRAME!- Mascara le tomo el rostro con ambas manos gritándole prácticamente en la cara. Esto pareció traer de vuelta a la realidad al caballero de piscis, observo a su amigo y pudo percibir preocupación en él. Las gotas de lluvia caían desde las puntas de sus cabellos y corrían por sus rostros como una cortina transparente –Debes dejarla ir, por mucho que la aferres a ti, ella no va a volver…está muerta Afro- Por unos momentos el sonido de las gotas chocando contra el suelo fue lo único que escucharon. La verdad de aquellas palabras sacudió al caballero como un puñetazo y se mordió el labio asintiendo lentamente con la cabeza. Mascara sonrió de lado y ayudo a su amigo a ponerse de pie. Ambos caminaron en silencio todo el trayecto hasta el santuario. En el cementerio hicieron una tumba improvisada para la joven. Fue muy difícil para el dorado de piscis, colocar el cuerpo de Helena en la fría tierra. Pero fue incluso más difícil cubrirla con la misma. Cuando terminaron, ambos estaban cubiertos de lodo y completamente empapados. El canceriano clavo su pala en la tierra mientras Afrodita colocaba unas rosas sobre el montículo.

-Gracias- Mascara hizo una especie de bufido.

-Sí, bueno. No es que me importe, pero pienso cobrártela…algún día- Afrodita intento sonreír y levanto el rostro para que la lluvia le empapara el rostro y sus lágrimas se perdieran en ella.

-Tal vez esto haya sido lo mejor para ambos- Hubo un momento de silencio.

-¿De verdad crees eso?-

-No… pero no tengo opción, debo aceptarlo. Por más que intente estar con ella, siempre hubo algo que se interpuso en nuestro camino- El dorado de cáncer encogió los hombros. Estos eran los momentos incomodos que siempre trataba de evitar, pues no tenía idea de que decir o hacer.

-¿Tanto la amabas?-

-…No Mascara- El canceriano frunció el ceño desconcertado y volteo a ver a su amigo, quien le devolvió la mirada con una sonrisa melancólica –Aun la amo- Dijo por fin y volvió su rostro hacia el cielo. Mascara no hizo ningún comentario. Pasaron unos minutos de silencio que parecieron eternos.

-Oye…por más que me guste la idea de pasarme la noche en el cementerio, preferiría no tener que hacerlo bajo la lluvia y contigo en ese estado- Hablo por fin el cangrejo. Afrodita rodo los ojos y sonrió mientras se daba la vuelta para regresar a su templo.

-Eres un imbécil Mascara- El italiano soltó una carcajada, al parecer su amigo recuperaba el buen humor. Ya de por si era difícil no decir algo sin meter la pata en una situación como esa. Solo esperaba que las cosas mejoraran con el tiempo.

-Ambos sabemos que no puedes vivir sin mí, rosa con patas- Rodeo los hombros de su amigo.

-Realmente no tengo opción. Te has convertido en una plaga imposible de erradicar- Se burló dándole un codazo en las costillas. Mascara rio a carcajadas y retrajo su brazo para frotarle el puño en los cabellos empapados.

-Viniendo de ti, tomare eso como un cumplido- Ambos se fueron en dirección a los templos, mientras Afrodita echaba un último vistazo a la tumba, antes de salir del cementerio.

….

Los días siguientes al suceso, Afrodita no cambio en nada su actitud. De hecho se había vuelto más retraído, silencioso y ermitaño, limitándose a presentarse en el templo principal solo cuando se requería su presencia. No salía de su templo ni para entrenar, ni para hacer las compras de la semana o siquiera tomar aire fresco. Mascara iba seguido a verle intentando por primera vez en su vida animar a su amigo o rogarle que saliera a entrenar con él, pero tenía tan arraigada la tristeza en su corazón que era como hablar con la pared. Lucios se paseaba inquieto por el templo intentando llamar la atención de su ahora dueño.

-No es sano que te quedes todo el día encerrado en este lugar. Ya ni siquiera le prestas atención a tus rosas, de no ser porque te levantas para siquiera darte un baño tendrías los huesos atrofiados-

-Mm-

-No puedes pasarte toda la vida así. Tienes que superarlo ya sea hoy o mañana pero te quiero fuera de este templo-

-Mm- Mascara resoplo con fastidio. ¡Ya basta! sabía que tal vez su amigo necesitaría unos días para recuperarse, pero ya habían pasado toda una semana y Afrodita estaba peor que antes. Sus compañeros ya sospechaban y muchos querían saber que sucedía. Pero el caballero de piscis no quería hablar con nadie y Mascara no era precisamente una fuente de información pública.

-¡Hey! ¡Animal! ¿Me estas escuchando?-

-Mm- El caballero de cáncer hecho chispas por los ojos, completamente arto, y si fuera dinamita, el santuario ya habría volado por los aires. Se levantó del sofá tan rápido que el can se había puesto a la defensiva al verlo.

-Bien, como quieras ¿Por qué no te cuelgas del techo o te cortas las venas? Tal vez nos hagas un favor a todos y terminas con esto de una vez por todas- Mascara salió del templo molesto por la actitud de su amigo. Tal vez no podía entender, porque jamás había pasado por algo así, o tal vez por el hecho de que era un insensible psicópata. Pero al menos hacia el intento de animar a su mejor amigo y eso era algo que le estaba costando su reputación, orgullo y dignidad. El can se acercó al dorado de piscis recostando la cabeza en el regazo del caballero. Afrodita le volteo a ver y acaricio la cabeza del can, quien lo miraba con ojos tristes.

-Lo sé. Mascara tiene razón, por mucho que me cueste admitirlo-

Al siguiente día, después de toda una semana de recluirse en su templo como todo un loco ermitaño. Afrodita hizo su aparición en el coliseo para entrenar junto con sus compañeros, quienes no tardaron en bombardearlo con preguntas. Los muchachos se conformaron con un simple "Estaba enfermo y me puse en cuarentena" últimamente las enfermedades volaban por el santuario como plaga, así que no fue difícil de creer. En todo el día Mascara apenas si le dirigió la palabra, todavía estaba molesto con él y después de la segunda pelea había desaparecido del coliseo.

-Ya se le pasara- Afrodita encogió los hombros y estiro los brazos con cansancio mientras se dirigía con pasos lentos a su templo.

-Afrodita ¿Qué tal?- El aludido levanto la cabeza para ver a Mu frente a él, como siempre sereno y tranquilo. El dorado de piscis lo miro con recelo mientras pasaba junto a él.

-¿Qué pasa Mu?- El lemuriano sonrío con suavidad.

-Eso mismo te pregunto ¿Ocurre algo? Has estado un poco distraído y tú cosmos se siente un poco diferente-

-Estoy bien, acabo de salir de una gripe horrible ¿Qué esperabas? ¿Qué saltara de alegría? No es algo nuevo por aquí-

-Aah- Mu asintió con la cabeza levemente y cruzo los brazos mirando en otra dirección- ¿Y qué tal la vida en el doceavo templo? ¿No te sientes un poco solo? Aislado de tus compañeros- Pregunto como si fuera algo común.

-No…me gusta la soledad y ya te dije que estoy bien- Respondió con fastidio, pero Afrodita sabía que sonaba dudoso. Siempre había aborrecido la soledad de aquella existencia –Tengo que irme-

-Claro, charlaremos en otro momento- Afrodita hizo una especie de bufido sarcástico.

-Si claro. Estaré ansioso- Siguió de largo ignorando la despedida del caballero. Mu sonrió mientras veía salir a su amigo, comprendía su manera de actuar y confiaba que algún día lo superaría.

Templo de piscis…

Después de pasar los templos y dando gracias a Zeus que sus compañeros todavía no regresaban del entrenamiento. Afrodita se dispuso a regar las rosas que después de una semana de no darles ni bola, ya estaban hasta sentidas con él.

-Necesito comprar abono- Camino hasta la cocina para llenar su regadera de agua y seguir con su labor. Lucios entro corriendo a la estancia y se le tiro encima cuan largo era -¡Lucios no! ¡Quítate!- Después de ser arremetido y bañado de babas, Afrodita pudo incorporarse mientras dirigía una mirada severa al can -¿Cuántas veces te he dicho que no hagas eso? ¡Eres un maleducado!- El can bajo la cabeza con ojos tristes –No pongas esa cara, no voy a caer en tus trucos y si crees…-

-Afrodita, se requiere tu presencia en el templo principal por órdenes de la princesa- La voz de Shion resonó en todos los rincones del doceavo templo asustando al can y alertando al caballero. Afrodita rodó los ojos y suspiro largo y tendido. Se puso en pie y sacudió sus ropas.

-Ya arreglare cuentas contigo más tarde- Lucios movió la cabeza de lado y el caballero salió del templo, sintiéndose estúpido por hablarle a un perro.

Templo principal…

Al entrar al salón del gran patriarca se encontró con el mismo, parado justo al lado del trono dándole la espalda. Al percatarse de que Afrodita se aproximaba Shion se dio la vuelta y el caballero clavo una rodilla en la alfombra roja con un brazo en el pecho.

-Afrodita, caballero dorado de piscis presentándose ¿Me ha llamado?- El patriarca asintió con la cabeza y sonrió.

-Por supuesto hijo. Puedes ponerte de pie- Afrodita se irguió.

-¿Puedo saber porque se requiere mi presencia excelencia?- Shion parpadeo varias veces y tomo asiento en el trono.

-Pues veras, nos hemos enterado de los sucesos que giran en torno a tu reciente comportamiento- Afrodita abrió la boca para decir algo pero volvió a cerrarla y torció los labios.

-No quiero sonar grosero su señorita, pero creo que no es asunto suyo y…-

-Y como tu familia que somos creo que tenemos el derecho de preocuparnos por ti- Athena entro por las cortinas que había detrás del trono; con un semblante serio. Las palabras de la Diosa dejaron sin palabras al caballero, que ni bien entro volvió a clavar la rodilla en el piso en señal de respeto. Shion volvió a tomar la palabra.

-Sentimos mucho tu perdida Afrodita, pero el tiempo apremia- El aludido levanto el mentón y suspiro paciente.

-Gracias, pero con todo respeto princesa yo no…-

-No seas tan altanero con ellos Alen, después de todo solo se preocupan por ti- Algo duro, semejante a un ladrillo, se alojó en su pecho. Afrodita profirió una exclamación y se levantó tan deprisa que estuvo a punto de perder el equilibrio. Busco por todo el lugar pero no había nadie más, solo la princesa y el patriarca.

-¿Pasa algo Afrodita?- El dorado frunció el ceño y sacudió la cabeza.

-Yo…lo siento princesa ¿Puedo retirarme? Creo que estoy un poco cansado- Saori sonrío satisfecha y asintió.

-Por supuesto caballero- Afrodita hizo una reverencia y dio la vuelta para marcharse.

-Pero antes- Las palabras de la princesa lo detuvieron –Creo que hay alguien que desea acompañarte- El dorado se giró un tanto exasperado, pero estuvo a punto de devolver todo el desayuno de esa mañana, dé la impresión que se llevó. Frente a él, justo al lado de la princesa, estaba la mujer que hacía más de una semana había enterrado en el cementerio del santuario.

-Hel…Helena- Logro balbucear sin poder creer lo que sus ojos veían. La chica lo observo por unos segundos y volteo a ver la Diosa. La princesa sonrió y asintió con la cabeza.

-Adelante- Helena volvió la mirada y echó a andar hacia el caballero con pasos lentos, hasta quedar frente a él. Sus ojos chocaron con los hermosos estanques aquamarinos del dorado.

-Alen…- Movió la cabeza al tiempo que las lágrimas resbalaban lentamente por su rostro. Afrodita levanto una mano para retirar las lágrimas de su pequeño rostro, sus ojos dorados le veían con intensidad.

-Si estoy soñando no quiero volver a despertar- Enredo un riso platinado en su dedo.

-Estas tan despierto como todos nosotros hijo- Le aseguro el patriarca. Afrodita frunció el ceño.

-Pero ¿Cómo?- El dorado se dirigió a la princesa y al patriarca -¿Qué está pasando aquí?- El lemuriano y la Diosa se miraron.

-Pues, Mascara nos contó todo Afrodita- El caballero parpadeo incrédulo –Estaba preocupado por ti y nos contó lo que paso entre tú y Helena. Su enfermedad y bueno…la perdida- Hubo un silencio incómodo.

-¿Por qué?- Afrodita aun no entendía.

-¿No estas feliz Afrodita?- Saori se sintió confundida. El dorado se sentía igual de confundido y con mil sentimientos encontrados.

-¿Puedo retirarme?- Todos los presentes se sorprendieron por la respuesta, pero Shion asintió.

-Puedes retirarte- Concedió y el dorado hizo una reverencia tomando a Helena de la mano para llevársela. Antes de salir de la estancia se detuvo sin mirar atrás.

-Gracias- Sin decir más salió del lugar dejando a Shion y a la princesa más contentos.

Templo de Piscis….

-Alen ¿Podrías parar un poco?- Se quejó la chica justo cuando entraban al piso residencial. El caballero la soltó en el acto sin dignarse a mirarla.

-¿Cómo? ¿Cómo es que estas aquí?... Yo mismo…- La voz se le quebró -Yo mismo te enterré con mis manos- La chica se removió incomoda.

-Bueno, pues la verdad no podría explicártelo. Mi alma estaba en el hades y de pronto me vi frente a una mujer muy bonita de cabellos negros y me dijo que todavía no era mi tiempo. Después de eso estaba frente a la señorita Saori y me hizo un millón de preguntas de cómo nos conocimos y que es lo que había pasado y algo sobre tu amigo el pesado ese…-

-¿Mascara?-

-Si. La verdad es que la primera vez me dio una mala impresión, pero…de no ser por él, yo no estaría aquí- Hubo unos minutos de silencio que para Helena parecieron horas de tortura -¿Pasa algo Alen? ¿Estas molesto? ¿No querías que…?- Las palabras se perdieron cuando la apretó contra él de improviso, rodeándola con los brazos, acariciándole la espalda y los hombros, levantándole el pelo, acariciándole la nuca. Helena movió la cabeza y sintió los labios del dorado por sobre su cabello, justo por encima de la sien... más abajo, en el pómulo, en el carrillo. Con voz irregular, le habló al oído.

-Por Zeus. Te eché tanto de menos- Aspiro el aroma de sus cabellos y la abrazo tan fuerte que ella temió que le quebrara los huesos.

-Alen, tranquilo no voy a irme- El cuerpo de el tembló.

-Lo siento- Dijo, casi con un gemido, y la meció en sus brazos –Siento no haber estado contigo cuando me necesitabas-

-Siempre estuviste conmigo Alen, no te sientas mal por nada. Ahora estamos juntos y tenemos la oportunidad de comenzar de nuevo- Se miraron por unos instantes, perdiéndose en la intimidad de sus pupilas, intentando llegar hasta sus corazones.

-Te amo…- La chica parpadeo varias veces y le dirigió una amplia sonrisa con hoyuelos que indicaba que se había quedado más tranquila.

-Yo también te amo Alen… desde el primer momento en que te vi, cuando éramos solo unos niños- Por un momento su expresión cambio a una preocupada –Alen tengo que decirte algo- El caballero frunció el ceño.

-¿Qué pasa?- Helena vaciló pero decidió que no habría más secretos entre ellos.

-La señorita Saori, me advirtió que…bueno, debido a la forma en que morí fue natural, mi organismo está un poco debilitado- Afrodita arrugo el entrecejo confundido.

-No entiendo- La chica hizo una mueca extraña. A decir verdad esas no eran tan malas noticias pero tampoco muy buenas.

-A lo que me refiero, es que yo debía morir. Mi tiempo ya había llegado Alen, pero me dieron una oportunidad de volver contigo. No me preguntes como, realmente no sé qué tuvieron que hacer para que fuera posible. Pero estoy propensa porque mi organismo está débil debido a la enfermedad que me mato- El dorado entrecerró los ojos procesando las palabras. Entendía que ella estaba ahí con él y que de algún modo su cuerpo tardaría en recuperar lo que había perdido a lo largo de su enfermedad.

-Entiendo Lena. Pero no te preocupes, estarás bien y yo me encargare de eso- Le jalo un mechón de cabello platinado para acercarla más y besar sus pequeños labios. Cuando se alejaron un poco para tomar aire, Helena le miro con ojos seductores.

-¿De veras? Entonces…- Entro corriendo al pasillo que llevaba a las habitaciones –Recuperemos el tiempo perdido- Miro las puertas y se rasco la cabeza -¿Cuál es el dormitorio?- Afrodita elevo una ceja y una sonrisa traviesa cruzo por su rostro. Señalo con la cabeza la puerta que estaba junto a ella y la chica sonrió mientras se perdía en el interior.

-Ya te dije que no es bueno provocar a un hombre Lena por muy bello que sea- Como respuesta, una pierna desnuda asomo por el marco de la puerta –Estas jugando con fuego niña- La pierna bailoteo y se introdujo en la habitación con rapidez. El dorado negó con la cabeza y no tardó en aparecer por el marco de la puerta –Yo te lo advertí- La abrazó con fuerza, con los ojos cerrados, disfrutando de su proximidad, de su fragancia y del contacto de su cuerpo. Tomó la boca de Helena con fiereza mientras ella entrelazaba los dedos en la melena celeste de él, lo saboreaba, como si fuera un fruto exótico y preciado... algo que necesitaba para sobrevivir.

Afro cerro de un puntapié la puerta del dormitorio, la levanto en brazos y la depositó con suavidad sobre el colchón alto; después, se enderezó y permitió que su mirada la devorara. Helena pestañeó y rompió el contacto visual para pasear la mirada por la habitación. La colcha de raso sobre la que yacía tuvo la fortuna de recibir una larga caricia de su mano igual de suave. Contempló la enorme cama y la madera tallada, toda la habitación era hermosa.

-¿Esta es tu habitación?- El asintió.

-¿Te gusta?- La sonrisa de Helena fue la respuesta. Mantuvo cautivos los ojos de Afro mientras empezaba a desabrocharse la blusa con sus delicados dedos. El dio un paso hacia ella, pero ella lo detuvo con un pequeño movimiento de cabeza. Sonriendo altanero, obedeció. Permaneció donde estaba, aunque el fuego que ardía en él empezaba a descontrolarse. Ella se encogió de hombros para que la blusa resbalara hacia abajo, y el dorado vio la prenda de seda color crema que llevaba debajo. Se levantó de la cama para quitarse la falda larga y después, lo miró como un caramelo preparado especialmente para deleite suyo. El encaje de color crema le acariciaba los muslos y dejaba al descubierto las curvas de sus pequeños senos. Mientras Afro sonreía divertido, Helena repitió las palabras de él.

-¿Te gusta?- Afro solo pudo reír antes de estrecharla entre sus brazos y apretarla contra él. Cuando levantó con las manos el exiguo encaje para sujetarle las caderas, las encontró desnudas. Helena había hecho aquello para él. Para complacerlo. Para excitarlo hasta rayar la locura, pensó. Movió las caderas para que el bulto agónico que le oprimía la cremallera entrara en contacto con el centro de la chica. Levantó una mano para apartarle el delicado tirante y dejar al descubierto un seno. Mientras con la mano le atormentaba el pezón para reducirlo a un tenso guijarro, le habló, deslizando los labios por su cuello.

-¿Quieres volverme loco, niña? Espero que estés segura. He pasado el punto sin retorno- La depositó nuevamente en la cama y ella lo vio forcejear con la camisa. Sin vacilar, Afro se desnudó por completo. Estaba impaciente por invadir el exquisito cuerpo de Helena. Vio que ella clavaba la mirada en su erección mientras subía al colchón, ansioso por poseerla. Entonces, se contuvo. La tenía para toda la noche, no, para toda la eternidad. No necesitaba hacerla suya apresuradamente. Podía amarla despacio, ponerla tan frenética como ella a él. Helena alargó los brazos, con los ojos nublados por la pasión -¿Tanta prisa tienes, dulce Lena? ¿Me negarías la oportunidad de torturarte, como me has hecho tu a mí?-

-¿De qué hablas?- Helena se hizo la confundida.

-Oh tu sabes de lo que hablo. Sí que lo sabes- Exploro su cuerpo como un hombre en busca del nuevo mundo, despertando pasiones ocultas y sensaciones que la llevaban más allá de la locura. Helena sentía que su cuerpo ardía como si las llamas de una hoguera encadenaran su piel y penetraran en lo más íntimo de su cuerpo.

-No, ya no más. No puedo...-

-Claro que puedes ¿Quieres que te lo demuestre?- Se elevó para cubrirla por completo con su cuerpo y la abrió con su erección. Estaba húmeda y lista para recibirlo. La penetró sin previo aviso rompiendo su inocencia en el acto. Helena se estremeció mientras la embestía una y otra vez. No le dio tiempo a recuperarse de la primera explosión. Condujo su cuerpo trémulo al siguiente orgasmo. Sujetándola con los brazos, la obligó a aceptar cada embestida. Cubrió su boca con la de él y hundió la lengua. La penetró más deprisa, y cuando ella le hundió las uñas en la espalda, él supo que estaba otra vez al límite. Cuando lo pasó, ahogó sus gemidos con la boca, cayendo al precipicio con ella. Todo su cuerpo tembló con la sacudida de la liberación. Su cuerpo cayó sobre el de Helena, exhausto y húmedo. Descanso la cabeza entre los pequeños montículos de su pecho mientras la joven acariciaba sus cabellos celestes, tan exhausta como el comenzaba a sentir que el sueño la vencía.

-Quiero vivir por siempre Alen… disfrutando cada segundo a tu lado- El dorado se incorporó para acostarse junto a ella y acomodarla en la seguridad de su pecho.

-Lo harás Lena. Vivirás por siempre- Susurro sobre su cabeza depositando un beso en su frente.

-¿Contigo?- Murmuró, prácticamente incapaz de mover los labios. El la acerco más, cubriendo sus cuerpos con la sabana.

-¿Pues con quien más tonta? Claro que conmigo- La joven sonrió antes de quedarse profundamente dormida, el dorado la observo unos minutos antes de seguirla hacia los territorios de Morfeo.

Vivirás siempre en mi corazón…Siempre mía, siempre tuyo…siempre nuestro mi querida Lena…

Fin


FIUUU por fin pude terminar ^0^…Que creyeron pillines? Que dejaría al pobre Afro solito? No, no, no. Yo no podría hacerle eso a mí Afro ToT.

Pero no os preocupéis gente que esta historia de amor solo empieza, si quieren leer la continuaron de este fic, solo tienen que seguir al pendiente de las actualizaciones y no perderse ninguna historia sobre los santitos dorados *o* recuerden que es una saga completa y cada pareja sigue su curso en todas las historias n_n

Debo admitir, que de todas las historias que he escrito, esta es la #1 mi favorita de oro :3...también ha sido la mas corta, pero pretendo hacer una continuación, porque de verdad que sufrí mucho cuando la escribí ;_;

Les agradezco mucho a todas aquellas personas que siguieron esta historia de principio a fin, espero que les haya gustado y para cualquier duda o aclaración no olviden escribirme n,n

Saludos a todos!

Faltas de ortografía y gramática no son intencionales, pero si ven alguna avísenme, se aceptan consejos, sugerencias y criticas mientras no sean destructivas.

Mil Gracias por leer el capítulo y no olviden dejar sus hermosos reviws ^^.

YuukoM. (\·/)