¡Por fin! Después de tanto tiempo de pedir internet, lo conseguí. Ahora si podré volver a publicar a mi anterior ritmo. Quiero agradecerles a todos de antemano por su paciencia y por su apoyo. Bueno, les dejo para que disfruten del capítulo once de mi historia. Espero que les guste.
Un beso, Veela-chan.
Naruto y todos sus personajes son propiedad de Masashi Kishimoto
Capítulo Once: The Party.
Estaba de camino a casa cuando su móvil comenzó a vibrar. Naruto sacó el dichoso aparatito del bolsillo de su chaqueta, considerando seriamente el contestar. No tenía ganas de escuchar a Sakura, pero por otro lado pensaba que un poco de alegría ajena lograría levantarle el ánimo, cosa que ni su primo ni Sai habían conseguido hacer cuando llegó a la mansión en un estado de lo más deplorable. Respiró profundo, modulando su tono de voz hasta convertirlo en uno forzadamente casual.
-Sakura-chan –dijo, fingiendo sorpresa-. ¿Cómo estás?
-Cansada –gritó algo a alguien al otro lado de la línea, maldiciendo luego en voz baja-. La fiesta de Ino comienza en pocas horas, pero todavía quedan muchas cosas por hacer.
-¿La fiesta…? ¡Oh, si! ¡Lo había olvidado por completo!
-Me lo imaginaba – se rió de él en voz baja, -. Tienes que estar en casa de Hinata a eso de las nueve. Ni se te ocurra faltar o tu futura descendencia se verá seriamente afectada.
-Pues…
¿Qué iba a decirle? ¿Qué estaba deprimido por haber olvidado su graduación? Claro que no. Había tenido suficiente con las indiscretas miradas de Deidara y las crudas opiniones de Sai acerca de ese tema. Además, había prometido que iría. Necesitaba distraerse, alejarse un rato de los problemas que tenía clavados entre las cejas. Lo pensó detenidamente unos momentos, antes de responder con un escueto iré. Sakura percibió la nota triste en su tono de voz, pero no hizo preguntas. Estaba segura de que el rubio le contaría lo que pasaba tarde o temprano, y ella le ofrecería su ayuda.
-Samantha también puede venir –dijo la pelirosa-. No creo que le haga mucha gracia quedarse encerrada en su casa mientras el primo festeja por ahí. Además, necesita desesperadamente de diversa compañía. Si pasa mucho tiempo contigo quien sabe como terminará.
-Muy graciosa –musitó con sarcasmo-. Entonces nos vemos luego. Adiós, Sakura.
-Ja na.
Para cuando vino a darse cuenta estaba de pie frente a la puerta de su casa. El corazón comenzó a latirle desbocado, sintiendo como una ingente cantidad de rabia se agolpaba en sus venas, pugnando por escapar a la primera oportunidad que se le concediera. Nuevamente llegó a la conclusión de que debía distraerse, entrando en la casa como un bólido. Saludó a su madre lo más cordialmente que pudo, quien asomó la cabeza por la puerta de la cocina, pasando de largo hasta llegar a la habitación de huéspedes.
-Hasta que al fin apareces –murmuró la pelirroja, desviando la mirada hacia su primo-. Te veo molesto… ¿Pasó algo?
-Absolutamente nada –replicó hoscamente-. Lo siento, pero no estoy de humor. Sólo quería saber si tienes ganas de venir a una fiesta conmigo. Es el cumpleaños de Ino, la rubia de la florería.
-¡Claro que sí! –Saltó de la cama entusiasmada, acercándose al armario-. Pero antes de cualquier cosa, dime que es lo que te sucede. Soy una de las pocas personas que te aguantan cuando estas de muy mal humor, así que desembucha.
-Prometo contártelo mañana, ahora sólo quiero largarme a mi habitación.
Sin darle oportunidad a Sam para responder, Naruto salió del cuarto cerrando de un portazo. La pelirroja miró la puerta unos segundos con los ojos entornados, intentando adivinar por que derroteros vagaban los pensamientos del rubio. Con él nunca se sabía. Era la primera vez en mucho tiempo que lo veía verdaderamente enojado, pues antes solía escudarse tras una falsa sonrisa que engañaba a casi todo el mundo.
-Este muchacho no tiene remedio.
-
Naruto enterró la cabeza en la almohada y descargó toda su furia en un grito que llegó amortiguado a las habitaciones contiguas. Sam estaba en el pasillo cuando lo escuchó, pero fue su tía quien se aventuró a los aposentos de su hijo para averiguar que le pasaba. Lo encontró hecho un ovillo en la almohada, murmurando insultos en todos los idiomas que conocía, maldiciendo su vida. Kushina puso los brazos en jarras y carraspeó sonoramente, consiguiendo la atención del rubio. El odio que se reflejaba en esos ojos azules la amedrentó hasta puntos insospechados, haciéndole caer en la cuenta de que lo que sea que le sucediera a Naruto, era enteramente su culpa.
-¿Se puede saber que te pasa? –intentó sonar demandante, pero su firmeza había menguado bastante-. Te desapareces la mañana entera, cuando llegas me saludas como si fuera una desconocida, y ahora te pones a gritar.
-No me pasa nada –negó firmemente-. Simplemente tengo dolor de cabeza.
-Ese no es motivo para portarte altanero conmigo, además, sé que me estás mintiendo. Soy tu madre, puedo ver a través de ti aunque tú estés completamente convencido de lo contrario.
-¿Quién habla de mentir?
Tenía que cerrar la boca en ese mismo instante, pero las palabras que llevaba todo el día deseando echarle en cara estaba reunidas en su garganta, alineándose para ser disparadas a quemarropa. Sin considerar las consecuencias de lo que estaba a punto de hacer, el rubio le gritó con todas sus fuerzas que era una mentirosa. Kushina asistió a ese espectáculo con los ojos verdes desmesuradamente abiertos, mientras escuchaba lo que menos quería escuchar. Su hijo había descubierto la carta. Eso sí que no se lo perdonaría nunca.
-¿Feliz? –preguntó, furioso. El pecho le subía y le bajaba a una velocidad alarmante, pero el parecía no ser consciente de que le faltaba el aire-. Me quitaste todo lo que era importante: mi novia, mis amigos, mi familia… todo. Y por una vez que se me daba la oportunidad de retomar mi antigua vida aunque fuese por una noche, vas y me lo niegas.
-No es lo que parece…
-Sí, claro –la atajó-. Ahora, si me disculpas, tengo que arreglarme para salir. Sam y yo iremos a una fiesta, si es que no te molesta dejarme ir.
La pelirroja negó con la cabeza, al borde de las lágrimas. Besó a su hijo en la frente y salió de la habitación con paso abatido. Samantha estaba pegada a la puerta de su habitación, blanca como la cera, demasiado conmocionada para hablar. Nunca había visto a su primo reaccionar de esa manera tan violenta. Pero en algo tenía razón: Uzumaki Kushina le había negado un privilegio que le pertenecía. Él había aceptado el hecho de mudarse a otro país a dos semanas de acabar su último año, esperando alguna compensación.
-Minato acaba de llegar –dijo Sam con voz temblorosa-. No escuchó absolutamente nada de la discusión, así que tranquila.
-¿Cómo voy a estar tranquila si mi único hijo me odia?
Para esa pregunta, Samantha no tenía ninguna respuesta.
-
-¡Llegaron! –Sakura abrazó a Naruto con fuerza, dándole a entender sin palabras que lo apoyaba, cosa que el rubio agradeció de corazón-. Hablaremos luego de eso que te está molestando tanto, ahora quiero que vayas adentro y te relajes –le susurró de tirón-. Sam, tu vienes conmigo.
Agarró a la pelirroja por los hombros, desapareciendo ambas tras una puerta. El rubio se quedó un momento de pie en los escalones de la entrada, mirando fijamente la luna llena que brillaba en el negro firmamento. De repente, una mano enguantada en verde le presionó el hombro, llamando su atención.
-El negro te queda bien, Naruto-kun.
Hinata le sonrió ampliamente, escrutándolo con sus ojos perlados. Ella, al igual que Sakura, notó al instante que algo malo sucedía con su amigo. Volvió a presionar los hombros del muchacho, empujándolo hasta el interior, donde los demás invitados esperaban a la cumpleañera. Naruto correspondió a todos los saludos con alegría fingida, dejando un rastro de incertidumbre en los presentes. Gaara lo sujetó de la muñeca cuando se sentó a su lado, dedicándole una intensa mirada que le erizó los vellos de la nuca.
-¿Quieres contarme? –le preguntó en voz baja-. No me gusta verte así.
-Te lo contaré, pero no ahora –desvió la mirada a la puerta de entrada donde tres figuras de negro saludaban a Hinata-. Te lo prometo –le aseguró Naruto estrechándole la mano-. De verdad.
-Está bien –aceptó, no del todo convencido-. Ya estamos todos los invitados especiales –anunció al reconocer a los tres personas que acababan de llegar, sintiendo como Naruto se crispaba a su costado-. Uchiha…
Deidara corrió hacia Naruto, plantándole un beso que el rubio correspondió por breves segundos, dejando a su primo momentáneamente desconcertado. Sai le revolvió los desgreñados cabellos en un gesto nada propio de él, atrayendo las miradas, mientras que Sasuke, oculto tras una máscara de serena frialdad, ni siquiera le miró.
-Ino estará aquí muy pronto, así que escuchen con atención –Sam se acomodó la falda del vestido azul, recorriendo la sala con la mirada. Les explicó con detalle lo que tenían que hacer para darle una verdadera sorpresa a la cumpleañera-. Gaara-kun, Sai-san, vengan conmigo.
Los aludidos se levantaron de sus respectivos asientos y siguieron a la pelirroja hasta una puerta de madera oculta en la penumbra. Naruto contempló la brillante cabellera de su prima, hipnotizado por su irreal color, hasta que una mano se balanceó frente a sus ojos, llamando su atención. Deidara le sonrió ampliamente en un intento de reconfortarlo. Le respondió el gesto con una lacónica cabezada, desviando los ojos azules hacia los demás allí reunidos. Por su mente pasó volando la vaga idea de marcharse, pero por algún motivo su cuerpo se negaba a moverse. Tal vez se debía a la tensión de su cuerpo, a la rigidez de sus movimientos… todo en él estaba como apagado esa noche y aquello comenzaba a notarse.
-Relájate –le dijo su primo cruzando los brazos tras la nuca-. Todo el mundo se ha dado cuenta de que algo te sucede, así que te toca cambiar la cara a menos que quieras explicar una y otra vez la historia de la carta.
-Puede ser…
-¿Dónde quedó el Namikaze –bajó la voz al pronunciar su apellido real- Naruto de hasta hace algún tiempo? Ese muchacho atolondrado que le hacía frente a todo con una sonrisa lo bastante grande como para tragarse al mundo entero. Se suponía que el que se enfurruñaba con todos era yo.
-Está bien –suspiró con pesadez-. Lo pasado, pisado. No fui a mi graduación, pues me queda una más –esta vez su sonrisa fue verdadera, no tan amplia, pero real-. Creo que deberíamos ocultarnos ya. Son las diez, no falta mucho para que llegue Ino.
-Tienes razón –se puso de pie-. Iré a buscar a Sakura.
-
Las luces de la sala se encendieron de súbito al escuchar el eco de una voz femenina que susurraba con expectación. Un ensordecedor grito de júbilo le recibió ni bien su rubia cabellera fue completamente visible. Ino, presionando su pecho con las manos, miraba alrededor con los ojos azules desmesuradamente abiertos, extremadamente aturdida como para percatarse de lo que verdaderamente sucedía. Iba a decir algo, pero las luces se apagaron de nuevo y un gigantesco pastel voló ingrávido hacia ella con diecisiete velitas de colores encendidas.
-Muchas gracias –dijo la chica cuando todos terminaron de cantar. La sala estaba iluminada nuevamente, los invitados mirando con atención a la cumpleañera-. Con que esto fue lo que estuvieron haciendo toda la semana. Pensé que se habían olvidado de mi cumpleaños.
-Eso nunca –Sakura la abrazó con fuerza-. Eres nuestra amiga. Cosas como esa quedan grabadas en la memoria para toda la vida. Pero bueno, se supone que esto es una fiesta, así que Sam, por favor, sube el volumen.
La música comenzó a hacerse más fuerte a medida que se acercaban al jardín, donde la verdadera fiesta se llevaría a cabo. Luces, mesas, bebidas… todo estaba allí, no faltaba nada. Las meseras del Imago Mundi se pararon derechas cuando los chicos atravesaron la puerta corrediza, dispersándose alrededor del pequeño lago que adornaba en centro del lugar. Naruto ocupó una mesa al fondo, en compañía de Gaara, Sam, Sai y Deidara. Los cinco se enfrascaron en una conversación que daba el aspecto de que duraría bastante tiempo, así que Temari se acercó a ellos, cortando en seco la interesante contestación de Sai a una pregunta un poco subida de tono.
-¡A bailar! –agarró a Sam de la muñeca al mismo tiempo que empujaba a su hermano de la silla. Ambos pelirrojos se vieron arrastrados a la pequeña pista de baile armada a pocos pasos de allí-. Volveré por ustedes.
Al cabo de una hora los demás invitados de la fiesta llegaron. Las chicas vestidas de verde, los chicos vestidos de negro. Al menos unas treinta personas estaban charlando, bailando, bebiendo, todo al mismo tiempo sin parar un segundo. Temari había cumplido su promesa: Naruto estaba en medio de un grupo de chicas que querían bailar con él, pero Ino lo salvó, pegándosele cuanto pudo; mientras tanto, Deidara se divertía meciéndose al compás de la música junto a la cabina del dj.
-Sakura me dijo que andabas algo deprimido –Ino tuvo que acercar su boca a la oreja del rubio para éste pudiera escucharla-. ¿Ya estás mejor?
-Un poco –replicó del mismo modo, su voz amortiguada por la música-. Deidara me obligó a ponerme de buen humor.
-Me alegro.
-
Los minutos pasaron con asombrosa rapidez, pues para cuando vinieron a darse cuenta ya eran las doce en punto. Algunas personas, cansadas de tanto bailar, reposaban los pies cómodamente sentados en las mesas desperdigadas a su alrededor. Entre esos estaban Temari, quien se quejaba de una torcedura de tobillo que para el día siguiente estaría morada; Naruto, medio dormido, apoyando la cabeza en su mano derecha; y finalmente Shikamaru, completamente despierto pero demasiado desganado como para hacer algún comentario.
-Chicos –la voz de Hinata los sobresaltó a los tres-. Algunos vamos a jugar verdad o desafío en la sala. Si quieren, vengan –señaló una botella de vidrio vacía-. Los espero.
Se levantaron de inmediato, impulsados también por la cantidad de alcohol que tenían dentro. Ninguno estaba borracho todavía, pero la mayoría había bebido lo suficiente como para comenzar a decir y hacer cosas que se suponía, nadie que estuviese con los cinco sentidos alerta, haría. La música se escuchaba menos fuerte en el interior de la casa que en el abarrotado jardín, por eso los tres agradecieron el cambio de sonido. Hinata al verlos sacudió el brazo para indicarles que unieran al círculo. Naruto se sentó junto a Gaara, mientras que los otros dos ocuparon un espacio vacío al lado de Sakura.
-Muy bien –Hinata puso la botella en el centro del círculo, lista para hacerla girar-. La boquilla pregunta, la base responde.
Las primeras víctimas del juego fueron Kiba e Ino. La cumpleañera preguntó, el aludido replicó desafío. Unos momentos después, parado en el centro del círculo, Kiba se sacaba la camiseta frente a Hinata, quien por unos segundos desvió la mirada hacia su novio, que estaba sentado en un sillón de dos plazas junto a Sasuke, disimulando una burlona sonrisa. La segunda pareja fueron Gaara y Sakura. La pelirosa se negó inmediatamente a responder la pregunta que el pelirrojo le hizo, por lo que terminó bebiendo dos shots de tequila seguidos sin el clásico acompañamiento de la sal y el limón.
A medida que el juego avanzaba, las preguntas y los desafíos se volvían cada vez más atrevidos. Naruto tuvo que besar a Sakura en los labios; Temari contó uno de sus secretos mejor guardados; Ino confesó lo mucho que le gustaba Kiba, por que en una especie de medio tiempo, terminaron de novios tras una larga conversación en voz baja… En fin, las cosas parecían salirse de control por momentos, pero gracias a la estricta vigilancia de Neji, nada de lo que ninguno podía arrepentirse sucedió.
Tras una hora más de juego todos regresaron al jardín a continuar bailando. El cielo estaba morado, anunciando la madrugada. Deidara consultó su reloj, impresionado: eran las tres de la mañana. Se sentaron en una mesa vacía y enseguida una de las meseras llevó un vaso de vodka con jugo de naranja a cada uno. Naruto se lo bebió todo de un trago, su mal humor relegado al olvido. Se estaba divirtiendo de verdad, rodeado por música, licor y gente. Ni siquiera la triste imagen del rostro de su madre podía arruinarle el momento, o al menos eso creía. En ese momento Sasuke salió también. Él era el único que había pasado la noche entera sentado sin probar un bocado de nada. El rubio frunció el entrecejo, reprimiéndose mentalmente. No debía sentirse así, pero no podía hacer nada para evitar la fuerte presión en su pecho cada vez que esos ojos negros y sin vida lo miraban.
-¡Sasuke-kun! –De repente Hinata se acercó al pelinegro. Naruto estaba justo al lado de ellos, pero el estruendo no lo dejó escuchar ni una sola palabra-. Necesito hablar contigo. Ve a la terraza del segundo piso; las primeras escaleras de caracol que veas en la sala.
El moreno asintió después de unos minutos de reflexión. Hinata no se movió de su lugar hasta que la silueta del Uchiha se perdió en la oscuridad. Luego, como arrastrada por una cuerda, llegó a la mesa que ocupaban los dos rubios. Le pidió al rubio que fuese a la terraza con ella, pues necesitaba hablarle. Un tanto confundido por aquello, la siguió hasta el interior del templo. Caminaron a tientas por un pasillo hasta llegar a la sala, donde una escalera metálica de caracol brillaba levemente iluminada por el resplandor de las luces que entraban por la ventana.
-¿Qué sucede? –preguntó el rubio una vez afuera, sin percatarse de la figura petrificada tras él-. ¿Pasó algo malo, acaso?
-Para nada –en su boca se perfiló una maliciosa sonrisa-. Regresaré luego –en un pestañeo la pelinegra había desaparecido, cerrando la puerta tras de sí. Naruto intentó abrirla pero esta no cedía. Hinata le había puesto el pestillo desde el otro lado-. ¡Yo sé que no comprendes, pero más tarde me lo agradecerás!
El rubio dio unos pasos hacia atrás, visiblemente confundido. ¿Por qué demonios Hinata lo había dejado encerrado allí si se suponía que quería hablar con él? Fue entonces cuando un leve carraspeo llamó su atención. Volteó con rapidez, encontrándose cara a cara con Sasuke, quien parecía igual de desconcertado que él, aunque lo disimulaba mucho mejor. El corazón de Naruto comenzó a palpitar desbocado, sintiendo como la sangre se le subía al rostro. Era la primera vez en días que se encontraba completamente a solas con él después de aquel encuentro en su casa. Todavía no podía olvidar el malentendido que había ocasionado.
-Naruto.
-Sasuke.
-
-Minato, son las tres de la mañana –se quejó Kushina por enésima vez en media hora-. Llevas la noche entera leyendo esa carta. Las cosas estás como están, ya no se puede hacer nada.
-¿Entiendes que tendré que marcharme antes que ustedes? –Preguntó con un deje de histerismo en la voz-. Naruto se dará cuenta de lo que está pasando en el instante en el que le digamos que tengo que viajar a Los Ángeles.
-Ya habíamos hablado sobre esto –se incorporó en la cama, pasándose una mano por el rostro hinchado. Tras la discusión con Naruto había llorado a lágrima viva encerrada en la habitación de su sobrina hasta bien pasadas las diez-. Nuestra estadía en Japón iba a ser temporal. La mayoría de nuestros viajes han sido para cambiar de aires, eso no lo niego, pero algunos han sido por trabajo aunque Naruto crea que no.
El rubio miró a su mujer con una expresión indescifrable, imaginando la reacción de su hijo a la noticia que muy pronto tendría que darle. Dentro de algunos meses volverían a los Estados Unidos para siempre. El proyecto de la compañía para la que trabaja estaba llegando a su fin, y como promotor principal, el tendría que manejar las oficinas americanas sólo por que el diseño de aquellas plantas eran suyos. Estaba casi seguro de que volvería a afrontar la misma desgarradora escena que dio Naruto en el aeropuerto: gritó cuanto pudo, hasta que los pulmones no le dieron más. Lloraba de la rabia, estaba pálido por el esfuerzo que tenía que hacer para mantenerse en pie. Nunca lo había visto así de alterado.
-Nos matará.
-Tendrá que hacerse a la idea –su habitual firmeza no había regresado todavía-. En fin, mi hermana ha encontrado un departamento cerca de la suyo. No es tan grande como el anterior pero estaremos bien hasta que consigas tu acenso. Vas a ver que todo volverá a ser como antes, Minato, lo prometo.
-Eso espero, Kushina, eso espero.
-
Habían pasado casi diez minutos cuando el rubio se atrevió a romper el incómodo silencio. Sentado junto a Sasuke en una banca de mimbre blanco, lo miró de reojo, como evaluando su expresión. Él era el único en esa casa que estaba completamente sobrio a parte de Neji. Hasta él mismo se sentía mareado, a veces se le desenfocaba la mirada y tenía que detenerse un momento para que aquello pasara. Pero aún así estaba consciente de sus acciones y palabras, aunque reaccionara un poco más lento de lo normal. Se acercó un poco, para poder verlo mejor. Tenía los ojos firmemente cerrados, pero no parecía ejercer fuerza en los párpados. La boca formaba una fina línea recta, que daba a entender que la situación no le agradaba para nada. Y finalmente los brazos cruzados en el pecho, los dedos de la mano izquierda tamborileando distraídos.
-Sasuke… –comenzó, en voz baja-. Sobre lo que pasó en mi casa…
-¿Si?
-Fue un malentendido –el moreno levantó una ceja, escéptico. De verdad estaba enojado-. Mi madre estaba allí, ella nos vio… todavía no acostumbra a la idea de que yo…
-A la idea de que tú, ¿qué?
-De que esté enamorado de un hombre.
-Hn.
Volvieron a quedarse callados, mirando en direcciones distintas. Los nervios habían desaparecido, reemplazados por una sensación de vacío. Estaba intentando disculparse por haberlo echado de su casa sin darle explicación alguna, pero él parecía no estar interesado en escucharle. Continuaba en la misma postura de fría indiferencia, como quien no quiere la cosa. Sabía que no tenía motivo alguno para reclamarle, pero esa bendita apatía que había desarrollado últimamente hacia él lo estaba volviendo loco. Había aguantado bastante tiempo sin dar señales de incomodidad, pero ya no podía más.
-¡Estoy intentado disculparme! –Exclamó poniéndose súbitamente de pie-. Lamento haberte echado de la casa, lamento haberte tratado tan mal, pero es que no entiendes como me sentí cuando la vi allí. ¡Parecía un fantasma!
-Yo no tengo la culpa de que estés avergonzado de lo que sientes por mí –había algo en su voz, un tono de reproche que amedrentó a Naruto-. Sé que es difícil aceptar una condición sexual de un día para el otro, pero esa no es una excusa para evitarlo. Por que eso es lo que has estado haciendo: evitarme.
-Eso no es cierto.
-¿Entonces por qué te da pena cuando te beso? ¿Por qué te niegas a aceptarlo? –el también se había levantado, cerrando las manos en puños a cada lado del cuerpo-. No entiendo por qué, si sé lo mucho que te gusta mi cercanía. Te gusta que invada tu espacio personal.
Todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Sasuke había acorralado a Naruto entre la barandilla y su cuerpo, uniendo sus labios en un beso forzado y salvaje. El rubio intentó detenerlo, pero poco a poco fue cayendo en el juego hasta que correspondía con fuerza, como si quisiera fundirse con su acompañante. Habían perdido el control de sus emociones, dejándose llevar por los impulsos. Ese contacto entre sus bocas no era para nada un beso, si no una forma de pelear. Ninguno de los dos estaba dispuesto a perder, mucho menos ahora, que las cosas estaban revelándose como eran.
Pasaron un rato así, intentando hacerse daño en vano. No fue hasta que la espalda del rubio, que reclamaba un poco de libertan en la presión a la que se vía sometida, lo obligara a soltar un gemido ahogado. De verdad le dolía, pero no se comparaba en nada al ardor que sentía en los labios, que de seguro estaban bastante hinchados al juzgar por la manera en la que Sasuke se acariciaba con los dedos. El silencio se hizo de nuevo, menos pesado que las veces anteriores. Negro y azul se conectaron de golpe, sólo entonces lo entendieron: aquello que los unía iba más allá de la simple atracción, era amor. Ese pensamiento compartido los sonrojó a ambos.
-Espera un momento –Sasuke sacó el móvil de su bolsillo, marcó un número con rapidez, esperando a que le contestaran-. Sube.
Cinco minutos después Hinata les había abierto la puerta de la terraza, la picardía brillando en sus ojos plateados. En un arranque súbito de inspiración se le había ocurrido una forma de animar al rubio. Encerrarlo con Sasuke en un lugar desierto para que pudieran poner sus ideas en claro. Sólo esperaba no haber cometido un error, pero sus temores se disiparon al verlos tomados de la mano esperando pacientemente a que llegara. Contuvo un grito de triunfo mientras bajaban las escaleras, pero una vez en el jardín no pudo evitar chillar en voz baja. Los demás invitados se habían ido, sólo quedaban la cumpleañera y sus invitados especiales, todos mirando a la parejita con los ojos desorbitados.
-¿Naruto…? –Sakura se había quedado muda de la impresión, por lo que tenía que forzarse a hablar-. Sus manos… ¿Ustedes son…?
-Sí –contestó Sasuke con firmeza, avergonzado en lo más mínimo-. Acabo de pedírselo –continuó con voz cansina-. Vamos, Sakura, quita esa cara de espanto. Por favor.
-Pero… es que yo…
Justo en ese momento tenía que darse cuenta. Estaba enamorada de Naruto, pero resultaba que el muchachito quería a alguien más, que por pura casualidad era de su mismo sexo. Sonrió con tristeza, más no sintió celos, sólo una especie de vacío que tardaría en volver a llenarse. Se acercó al rubio, lo abrazó con fuerza, e intentó alejarse de él lo más rápido que pudo, pero él la retuvo allí, pegada a su cuerpo, con el brazo izquierdo.
-Se suponía que hablaríamos de eso que me estaba molestando –le dijo sonriendo con la comisa de la boca-. ¿Me acompañas?
-Claro.
Esperaron a que se fueran para centrar sus inquisidoras miradas en Sasuke, quien por primera vez en toda la noche bebía algo de licor. Se sentó junto a Hinata, quien sonreía a la mar de contenta. Todos se mantenían en silencio, aguardando a que el Uchiha comenzase a hablar, pero se quedarían con las ganas de saber, pues él no parecía dispuesto a abrir la boca aunque lo obligasen.
-
-Pues, vaya –susurró Sakura una vez finalizado el relato del rubio sobre la carta que había encontrado esa mañana-. Es comprensible tu reacción. De verdad no puedo creer que Kushina-san te haya ocultado algo tan importante como eso.
-Yo tampoco lo entiendo –estaba triste otra vez, pero es que no podía evitarlo. Con tan sólo imaginarse a sus antiguos amigos esperándolo en la puerta esa noche le entraban unas fuertes ganas gritar hasta desgañitarse-. Supongo que quiere cortar por completo mis lazos con los Estados Unidos… pero bueno, eso era todo.
-Debiste haber recurrido a mí desde un principio en lugar de ir dónde tu primo –se pasó una mano por el despeinado cabello rosa-. No es que Deidara me caiga mal, pero me parece que no tiene la madurez suficiente como para ayudarte con una cosa así. Sai tal vez pudo ser de utilidad sólo por que dice las cosas tal cual las piensa.
Se quedaron callados un momento. Naruto notaba a Sakura tensa, como si su presencia le incomodara. Pero la experiencia le decía que no preguntara nada, que ella sola comenzaría a hablar si es que se sentía preparada para ello. Pasó un minuto más o menos cuando la pelirosa, en voz extremadamente baja, abrió los labios para preguntarle:
-Así que tú y Sasuke, ¿eh?
-Ajá –replicó también en voz baja-. Desde hace algún tiempo que andamos tonteando con la "relación" si es que se le puede llamar así a nuestro vínculo.
-¿Cuándo?
-Todo empezó con Romeo y Julieta. Fue atracción a primera vista, aunque me costó mucho aceptarlo. En Los ángeles yo había tenido una linda novia a la que no le faltaba absolutamente nada, pero Sasuke… bueno, él es distinto. Tiene algo que te atrapa desde el mismo momento en el que lo miras.
-Eso fue exactamente lo que yo te dije cuando nos encontramos frente a esa librería –lo miró fijamente, los ojos verdes brillando bajo la luz de la luna-. Él es un misterio que todo el mundo quiere descubrir.
-Tienes razón.
-Todo esto es inesperado, pero les deseo lo mejor, enserio –parecía sincera, pero Naruto pudo notar el tremendo esfuerzo que le costaba pronunciar esas palabras-. Sasuke tuvo suerte al encontrar a alguien como tú.
-Muchas gracias, Sakura-chan –le agarró la barbilla con una mano antes de unir sus bocas en un corto contacto-. Gracias.
Sin decir nada más se puso de pie, alejándose lentamente de ella.
* * *
El lunes por la mañana Naruto llegó al colegio primero. El aula de sexto curso estaba vacía, sumida en una especie de arrullador silencio que no se veía capaz de romper. Estaba a punto de sentarse en la silla que había ocupado los primeros días de clase, cuando recordó que Sai era quien ahora ocupaba ese puesto. Deshizo lo andado, corriendo la silla de su padrino hacia atrás, dejándose caer en ella luego con desgano. Sacó su reproductor de música del bolsillo delantero de su mochila, se puso los audífonos, subió el volumen al máximo y no tardó en quedarse dormido. Después de lo que le parecieron breves segundos, el rubio despertó sobresaltado. El salón estaba casi lleno de estudiantes que conversaban en voz baja sobre la fiesta o sobre las cosas que habían hecho el fin de semana. Se incorporó con dificultad, todas las vértebras de su espalda resentidas por haberse quedado ancladas en una posición tan incómoda.
-Buenos días, Bella Durmiente –Hinata le atusó los cabellos en un gesto cariñoso, sonriéndole al mismo tiempo. Neji estaba de pie junto a ella, perforándolo con sus ojos perlados carentes de expresión-. No le hagas caso, no durmió muy bien anoche.
-Ah, ya –replicó un poco más tranquilo. Por un momento había creído que esa mirada se debía a su reciente relación con Sasuke-. Pues lo que sea que lo esté molestando debe ser bastante grave.
-Peleamos –dijo al fin la pelinegra-. Ayer se me escapó eso de que los había encerrado en la terraza y se puso furioso. Dijo que no le parecía prudente haber forzado la situación entre Sasuke y tú. Pero seamos sinceros, si yo no hubiese hecho nada, ustedes seguirían en sus trece de no dirigirse la palabra.
-Si quieres puedo hablar con él…
-No, déjalo así. En un par de días se le pasará. Lo conozco como a la palma de mi mano.
-Si tú lo dices.
Hinata sonrió ampliamente tras desviar la mirada por breves segundos hacia la puerta. Sin decir ni pío agarró a Neji fuertemente del antebrazo, arrastrándolo por la fuerza hasta sus lugares. El rubio se quedó un tanto cortado ante aquella inesperada situación, pero cuando una voz que se le hizo extremadamente conocida le habló, entendió todo. Sasuke estaba de pie, a su lado, las manos en los bolsillos del pantalón. Su corazón dio un bote al chocar de lleno con esa intensa marea índigo que brillaba como nunca antes la había visto brillar.
-Buenos días, dobe.
-Ya comenzamos con los insultos, teme –esbozó una sonrisa zorruna, arrancándole al pelinegro un débil sonrojo-. ¿Irás a mi casa hoy?
-Tengo que ir –puntualizó, entrecerrando los ojos-. Tu madre tiene que saberlo, ¿no te parece? Además, prefiero decírselo yo a dejar que un dobe como tú abra la bocota –ahogó una risa-. Quita esa cara, que no es tan grave.
-No estoy así por que vayas a hablar con mi madre, si no por que dijiste más de cuatro palabras seguidas… Eso es un milagro.
-No juegues con tu suerte, Uzumaki Naruto.
En ese momento se abrió la puerta del salón, revelando a un ojeroso Kakashi. A leguas se notaba que estaba cansado, pero parecía muy feliz. El rubio lo miró un momento antes de adivinar el motivo de su mala noche: Iruka. Esperó a que se acercara lo suficiente como para poder hablarle en voz baja sin tener que acercársele demasiado.
-¿Cómo está Iruka, Kakashi-sensei? –Se mordió el puño para evitar soltar una carcajada ante el gracioso bote que había dado su padrino-. Vamos, hombre, que en mi casa lo sabe todo el mundo. Después de todo, él es mi familia.
-Cállate –pidió con voz cansina, sin conseguir el efecto deseado-. No he dormido nada, así podría estar desquitándome contigo la mala noche. Sasuke –se volteó hacia el moreno-. A tu puesto, que tienen el recreo para hacer vida social.
Tras esa breve conversación mandó a todos a callar, al mismo tiempo que abría su libro por la página cien, pidiéndoles luego a sus alumnos que hicieran lo mismo. Mientras escribía la fecha en la pizarra, Kakashi maldijo al muchacho sentado en su silla. Tal vez Minato estaría dispuesto a explicarle por que demonios le contaba esas cosas tan personales a su hijo.
-
Sakura se sentó frente a ellos, murmurando palabras incomprensibles al mismo tiempo que despedazaba una hoja de papel llena de números. Temari la miró fijamente, acomodando mejor la cabeza en las piernas del rubio. Cuatro pares de ojos se anclaron en la recién llegada, quien parecía bastante entretenida asesinando al pobre e inocente papel. Sasuke le puso una mano en el hombro, deteniéndola en el acto.
-Ya no se puede romper –le dijo con voz cansina-. ¿Qué te dijo el director?
La pelirrosa intentó reducirlo a una mota de polvo con la mirada, más no consiguió amedrentarlo ni un poco. Respiró profundo, serenándose de a poco. Acababa de salir de la oficina de Sarutobi después de mantener una larga conversación con él y con su amada progenitora. Iba a ir a la universidad antes de tiempo, lo que significaba menos tiempo para ella y sus amigos.
-Estoy matriculada en el pre de medicina, que casualmente comienza hoy en la tarde –se dejó caer en el césped, estirando los brazos a ambos lados del cuerpo-. Me voy a pasar lo que queda del año estudiando con la dueña del hospital de la ciudad.
-¿Qué tiene eso de malo? –preguntó Naruto sin comprender la rabia de su amiga. Si no estaba mal, su sueño era ser una doctora famosa-. Creí que la medicina te gustaba.
-Me encanta, pero lo que me molesta es que no ve a quedar tiempo para nada… mi mamá no me dijo nada; lo hizo todo ella sola.
-Eso quiere decir: adiós fiestas para Haruno Sakura –afirmó más que preguntó Temari-. Te comprendo, créeme. Yo no podría vivir sin ir a una fiesta al menos una vez al mes.
-Mi único consuelo es que tengo como tutora a la mejor doctora del país –le guió un ojo al rubio-. Kobayashi Tsunade. Esa mujer es impresionante.
Naruto le sonrió a Sakura, compartiendo una cómplice mirada que no pasó desapercibida para ninguno. Sasuke afirmó la presa sobre la mano de su novio, dándole a entender que aquellas confianzas no le agradaban para nada. El rubio contuvo una sonrisa, llegando a la conclusión de que tendría que contarle unas cuantas cosas de su vida.
-Vas a llevarte bien con Tsunade, Sakura-chan –Naruto no pudo evitar soltar una pequeña carcajada-. Las dos tienen el mismo temperamento podrido.
-La amenaza a tu descendencia sigue en pie, naruto, así que no me tientes, por que puedo mandarte directo al hospital con más de un problema bastante difícil de resolver.
-Tregua.
La campana cortó la conversación. A regañadientes se pusieron de pie, alejándose de la fresca sombra que proyectaba el frondoso cerezo florecido, bajo el cual habían pasado los veinte minutos de recreo. Mientras, Naruto se acomodaba el cabello con una mano, al mismo tiempo que intentaba liberar la otra antes de que alguien los viera. Pero Sasuke lo aferró con mucha más fuerza, negando levemente con la cabeza.
-Se supone que no vamos a ocultarlo –lo miró fijamente-. A nadie.
Bajo la atenta mirada de sus compañeros comenzaron a caminar hacia el edificio, atrayendo la atención de todos los que quedaban todavía en el patio. Nadie los miraba como el rubio había esperado: las niñas los contemplaban con resignación, como si ya se hubieran hecho a la idea de que ellos quedaban permanentemente fuera del mercado. Mientras que los niños reaccionaron de muchas maneras diferentes: algunos los observaban con descaro; otros con los ojos brillándoles de admiración por su valentía. Sólo unos cuantos no los consideraron lo bastante interesantes como para preocuparse.
Los murmullos y las miradas cesaron cuando la puerta del salón se cerró tras ellos. Pero nuevas exclamaciones en voz baja comenzaron, al darse cuenta sus demás compañeros de que estaban tomados de la mano. Anko llegó en el momento justo para interrumpir el torrente de preguntas que parecía avecinarse. Los mandó a callar a todos de un alarido, y como castigo colectivo por culpa de una chica que se atrevió a quejarse, los obligó a leer dos capítulos seguidos de su libro de historia y escribir un ensayo de mil palabras sobre cada uno.
-Anko nos quiere matar –susurró Kiba a Naruto. Era la primera vez que le hablaba desde la fiesta de Hinata. Lo que posiblemente significaba que ya se le había pasado la impresión y que por fin actuaría como una persona normal-. ¿Cuánto apuestas a que no le subieron el sueldo?
-Inuzuka-kun, si no quieres que tus compañeros te asesinen, será mejor que te calles. Estoy buscando una oportunidad para mandarles más trabajo y eres un blanco perfecto.
-Hai, Anko-sensei –replicó el aludido palideciendo un tanto.
-
Karin hundió el rostro entre las manos, conteniendo un suspiro. Su móvil, el que había estado utilizando hasta hace unos segundos, reposaba a su lado. Si algo detestaba de corazón en el mundo, era a las personas superficiales. Madoka entraba plenamente en esa clasificación. Su obsesión con Uzumaki Naruto la estaba volviendo literalmente loca, pues cada vez que la llamaba para saber si había escuchado algo de él, terminaba describiéndole si aspecto con una devoción impresionante. Se sabía de memoria el rostro de aquel muchacho: piel morena, deslumbrante sonrisa, expresivos ojos azules, marcas en las mejillas y un enmarañado cabello rubio. Si no estuviese perdidamente enamorada de Sasuke, se habría enamorado de él.
-Maldición.
Madoka la había llamado como siempre, respetando la religiosa rutina a la que se habían acostumbrado. Hablaron de cosas triviales hasta que la castaña le recordó que habían hecho un trato. Karin la ayudó con valiosa información, y Madoka quería devolverle el favor. Todavía no podía concebir en su totalidad al demonio que se ocultaba tras la cara amable de una muchacha de diecisiete años. Tal vez el dragón que tenía tatuado en la espalda era una especie de advertencia en lugar de un simple decorado.
-Tal vez deba aceptar –murmuró, contemplando el suelo de mármol a través de sus dedos-. Aunque si todo sale mal no sólo perderé mi trabajo, si no a Sasuke también.
Desde la última vez que las dos chicas se habían visto, Karin había estado meditando seriamente en utilizar métodos poco justos para conseguir lo que quería. Por Uchiha Sasuke era capaz de hacer lo que sea, pero no se atrevía por temor a que se le escapara para siempre. De verdad le gustaba, mucho más de lo que nunca se imaginó. Respiró profundo, poniéndose de pie. Guardó el móvil en el bolsillo del vestido y salió de su habitación.
-¿Karin? –Mikoto acababa de salir de la biblioteca-. En más o menos unos cinco minutos me voy para el centro y quisiera que me acompañes.
-Sí, claro.
-Entonces ve a cambiarte de ropa; te espero en el auto.
Mikoto no se movió de la base de las escaleras hasta que Karin se hubo perdido tras una de las puertas del vestíbulo.
-
-¡Samantha Fox! –Gritó Naruto tras entrar en su casa con Sasuke pisándole los talones-. ¡Sam! ¿Dónde demonios se habrá metido esta niña?
La llamó una vez más, pero al no recibir respuesta llegó a la conclusión de que no estaba en casa. Hicieron una escala en la cocina de dónde se llevaron unas cuantas latas de refresco y algo para picar. Al subir las escaleras el rubio asomó la cabeza en el cuarto de sus padres, pero ellos tampoco estaban.
-Puedes dejar tus cosas allí –señaló el armario una vez encerrados en la habitación-. Tendremos que sobrevivir a base de esto por que yo no sirvo para cocinar.
-Es interesante –murmuró el Uchiha mirándolo de reojo-. No sé si es idea mía, pero ya no te pones nervioso cuando estás a solas conmigo.
-Puede ser –replicó, pensativo-. Supongo que me acostumbré a ello.
Se quitó la chaqueta del uniforme y la lanzó al suelo, encima de su mochila. Sasuke lo imitó, pero él dobló la prenda y la dejó a buen recaudo sobre una silla junto a la puerta. Mientras Naruto trasteaba en la computadora, se dedicó a hurgar un poco en sus cosas. No es que fuese curioso, pero ese muchacho rubio despertaba en él reacciones que creía olvidadas y obsoletas después de mucho tiempo en desuso.
-¿Qué es esto? –preguntó después de un rato de fisgonear por las repisar. Tenía una caja de metal en las manos que pesaba horrores-. ¿Coleccionas piedras, acaso?
-Algo así –le quitó la caja de las manos y desparramó su contenido en la cama-. Cuando era niño mi abuelo me llevaba con él de viaje. Conozco muchos lugares del mundo y siempre compro una estatuilla como ésta para recordarlo –le mostró una Torre Eiffel en miniatura-. Esta me la regalo cuando tenía seis años, si es que no estoy mal.
-Tu abuelo debe tener un trabajo interesante si es que viaja tanto como tú dices.
-Pues sí, es escritor –ahora se acordaba de que iba a contarle ciertas cosas que le parecía, él debía saber-. Namikaze Jiraiya, el auto de la serie Icha-Icha.
-¿Icha-Icha…? ¡Itachi es adicto a esos libros! ¿Enserio eres el nieto de ese hombre? Todo el mundo lo conoce.
-Y mi abuela es Kobayashi Tsunade, la dueña de casi todos los hospitales del país –volvió a sentarse frente al computador-. Mi verdadero nombre es Namikaze Naruto, pero para evitar que la prensa se inmiscuyera en nuestra vida familiar, utilizo el apellido de mi madre.
-Oh, vaya. Eso es impresionante.
-Molesto, en realidad. Por que cuando hablo con otras personas sobre ese viejo pervertido es difícil contenerme. Una vez vasi se me escapa que es familiar mío frente a una periodista en un café de Nueva York.
Se quedó callado, contemplando la pantalla fijamente, como si le doliera hablar sobre ese tema. El moreno se sentó a su lado y le puso una mano en el hombro, sobresaltándolo. Sus rostros quedaron peligrosamente cerca y esa mortal atracción que sentía el uno por el otro y viceversa, se encargó de lo demás. En poco tiempo estaban en la cama, el moreno sentado a horcajadas sobre el rubio, devorándoselo a besos. Era la primera vez que en sus pocos encuentros llegaban tan lejos, y cuando sintió la lengua de Sasuke dibujar círculos alrededor de su ombligo, no hizo más que reafirmar esa opinión.
No supo como ni cuando, su camiseta quedó relegada al olvido en un rincón de la habitación. El moreno dejó de besarlo para recorrer con la punta de los dedos el ligeramente definido torso del rubio, arrancándole leves gemidos. Continuó su recorrido hacia abajo, deteniéndose a pocos centímetros del borde del pantalón; un brevísimo destello de color rojo cruzó veloz por esos ojos negros. Naruto podía leer el deseo contenido en sus facciones, en la forma en la que sus pálidas manos se deslizaban sobre su cuerpo. Entonces él se contagió de esa misma sensación, sintiendo un leve hormigueo en la parte baja del vientre. Estaba excitado.
-Cierra los ojos –pidió el pelinegro.
Dejó caer todo su peso sobre el rubio, enterrando la cara en la curvatura de su cuello. Un débil aroma a perfume se abrió paso hasta su nariz, mientras rozaba esa piel morena con los labios entreabiertos. Naruto gemía en su oído, despertando inevitablemente sus ansias. En un vano intento de conseguir aplacar sus instintos, mordió la clavícula del rubio con saña, dejando la marca de sus dientes, las cuales rodeaban el pequeño moretón que ya comenzaba a aparecer. Sabía que no debía forzarlo a hacer nada que no quisiera, pero estaba seguro de que no podría controlarse más tiempo. Estuvo a punto de enloquecer cuando Naruto pronunció su nombre con la voz enronquecida, enroscando sus brazos en su níveo cuello.
Atrapó sus labios en un beso salvaje, abriéndose camino a esa húmeda cavidad con una fuerza indomable. Gemidos y suspiros no tardaron en llenar la habitación cuando las cosas comenzaron a subir de tono. Sasuke rozaba su prominente erección contra otra igual, al mismo tiempo que disfrutaba de los estremecimientos del rubio, quién se sacudía bajo su cuerpo. De repente, el inconfundible sonido del azote de una puerta llegó hasta sus oídos, cortando la inspiración del momento. Los dos se incorporaron rápidamente, Naruto buscando su camiseta con desesperación. Un minuto después, Samantha abrió la puerta sin llamar, encontrándose con dos chicos ridículamente sonrojados, que respiraban a destiempo. Al parecer había interrumpido algo.
-Traje comida, tórtolos, así que si me hacen el favor de bajar a comer, se los agradecería –sonrió como sólo ella podía-. Y lo siento… Supongo que para la próxima entraré sin hacer tanto ruido.
Fingió no escuchar las excusas que le daba su primo y salió de la habitación con garbo, sacudiendo el brillante cabello rojo al caminar.
-Será mejor que vayamos –el rubio se puso de pie, doblándose al instante por in calambre en la ingle-. Ahora que lo pienso más detenidamente, deberíamos esperar un rato antes de movernos.
-Inteligente decisión –le sonrió de medio lado-. Usuratonkachi.
-Y ya comenzamos con los insultos, teme.
Antes de que Sasuke pudiera replicar a sus palabras, lo calló con un beso. Sus miradas se encontraron a poca distancia y ambos sintieron un cosquilleo en la boca del estómago. A eso se le podía llamar amor.
Nos vemos en el siguiente!