¡Hola!

Éste es mi primer fic de Death Note...y también es mi primer fic con más de un capítulo...estoy algo nerviosilla :-/

Bueno, espero que os guste.

Todos los comentarios y consejos son bienvenidos.

Loituma.


CRÓNICAS DE UN SECUESTRO



En tiempos de sequía, hazte amigo del dueño de la canoa.

Proverbio africano

¡'''¡'''¡

Capítulo primero: Once upon a time in the Pacific


Dicen que suele ocurrir.

Dicen que es debido a la inseguridad de la víctima.

Hay muchas historias de secuestrados que se enamoran de sus secuestradores.

Yo, como hija de un jefe de policía, siempre he sido escéptica a esas teorías.

...Hasta que fui secuestrada.

Recuerdo que era otoño. Yo tenía 20 años, pero nunca entraba tarde a casa; no sin avisar.

Pero aquella tarde, sí. Aquella tarde no entré a casa. Ni las próximas 24 horas.

No me acuerdo muy bien como pasó. Creo que estaba dando un rodeo para volver a mi hogar. Hacía un viento fresco en el parque, y lo único que se movía eran las ramas de los árboles. Y entonces sucedió: alguien me inmovilizó por detrás y me puso un paño de cloroformo en la nariz.

Perdí el conocimiento. Cuando me desperté, estaba atada de manos y pies, los ojos vendados y los miembros agarrotados. Un sonido de motores y alguna que otra sacudida me informaron que iba en un avión, y las voces de mis secuestradores hablaban en inglés. Me esforcé por entender algo, pero aún estaba medio adormilada y su jerga era bastante incomprensible.

Deduje que eran estadounidenses.

"She's awake", escuché que decía alguien con un inglés distinto. "Está despierta".

"¿Dónde estoy?" pregunté en seguida.

"En un avión." Se podía adivinar la sonrisa en su voz.

"¿Qué queréis de mí?"

La voz se quedó en silencio. Escuché un chasquido comparable al que produce una tableta de chocolate que se rompe, y una boca llena me respondió:

"Nada más que unas horas de tu tiempo. Lo necesario para que tu querida familia me ceda algo que quiero".

"Chantaje." siseé con los dientes apretados.

"En toda regla."

De haber estado libre, le habría echo tragar su cinismo. El varón en cuestión lo notó, porque añadió:

"No pretendo perjudicar ni a tí ni a tu familia. Si tu padre y tu hermano son listos, me darán lo que quiero lo más rápido posible, y evitarán problemas."

"¿No sabes pedir las cosas con un 'por favor'? " escupí, y al secuestrador al parecer le hizo gracia, porque escuché un bufido de diversión.

"Tu hermano necesita algo más que un 'por favor' para darme lo que quiero."

Iba a darle la respuesta que se merecía cuando el piloto habló por el megáfono.

"Señores, permanezcan sentados y atense los cinturones de seguridad, por favor. Vamos a aterrizar".

A los pocos momentos, el avión empezó a descender hasta tocar tierra. "C'mon", escuché que me decía un brazo fuerte mientras me empujaba hacia lo que supuse era la salida. En cuanto saqué medio cuerpo del pájaro metálico, una ráfaga de aire achicharrante me abofeteó la cara.

Caminamos sobre lo que tendría que ser arena durante unos pocos minutos. Cuando paramos, escuché el ruido metálico de un a compuerta que se abre y bajamos por unas escaleras que daban a un frío pasillo subterráneo. Mi cuerpo se tensó aún más de lo que ya estaba y un escalofrío me recorrió la espalda.

"Qué, ¿frío?"

Era esa voz infame de nuevo. Y, de nuevo, parecía estar con la boca llena de chocolate.

Mi silencio divirtió al del acento británico.

"Bienvenida. Es un placer tenerla aquí." dijo como si fuera el anfitrión de una casa y yo su huésped.

No tenía más opción que obedecer. Cuando llegamos a lo que yo supuse que era una sala, me quitaron la venda de los ojos, me ataron a una silla y pusieron la televisión, que emitía lo que supuse que eran dibujos animados estadounidenses. Entendí que hacían esto para demostrar a mi padre y mi hermano que aún estaba viva y de una pieza, y aquello me empujó a luchar contra las esposas de mis muñecas, en vano. Lágrimas de impotencia y miedo salieron de mis ojos sin mi consentimiento. Al poco rato, la voz que había estado hablando conmigo ladró lo que parecían órdenes en inglés y vi que el resto de los secuestradores salían de la habitación.

Y entonces, el del acento británico entró en mi campo de visión.

Recuerdo haber pensado que si no fuera por la voz y por la completa ausencia de senos, habría tomado aquel joven por una muchacha. Y sin embargo, tenía algo inconfundiblemente masculino, como una oscura y peligrosa aura sensual, y una agresividad que se le escapaba por todos los poros. Quizás era por la forma en que iba vestido, con un rosario colgando del cuello, pantalones de cuero apretados y un ajustado chaleco que dejaba entrever su cintura. Tenía las pintas de un personaje de películas pornográficas de tendencias sádico-masoquistas.

Y sin embargo, me sonreía con guasa, una tableta de chocolate a medio comer en su mano derecha y sentado en un sofá como si el mundo le perteneciese.

Y así se quedó, mirándome con un interés burlón mientras se comía el chocolate. Al final, cedí a mis nervios.

"¿Pensáis tenerme aquí atada todo el tiempo?"

"No", contestó él llanamente. "Te desataré para cuando tengas que ir al baño...y estarás atada en esa cama," el rubio me señaló el mueble en cuestión," de ahora en adelante."

Me acuerdo que tuve que luchar para no sonrojarme ante la idea de estar atada en una cama y con un tío como él rondando al rededor. Aparentemente, el joven adivinó lo que estaba pensando, porque se le escapó una media sonrisa arrogante. Aquello me irritó de sobremanera.

"Me niego."

"No tienes alternativa. Aquí soy yo el que manda."

Qué ganas tuve de soltarle una bofetada. El rubio, adivinando lo que pensaba, volvió a regalarme su media sonrisa altiva y se tumbó aún más en el sofá. En un movimiento provocativo, arrancó una onza del chocolate y se quedó masticándolo tranquilamente. Mis ojos resbalaron de los fríos lagos helados que eran sus ojos hasta la lengua que relamía los restos del cacao de sus labios. Un calor inapropiado invadió mi abdomen.

"Me das hambre." le dije.

Había hablado sin pensar. Pero volvería a hacerlo sólo para ver de nuevo la cara de shock que se le quedó. Tarde, me di cuenta de los diferentes significados que mis tres palabras podían tener y sentí la necesidad de justificarme.

"No he comido desde el mediodía y tú no paras de comer chocolate."

La media sonrisa del rubio había dejado lugar una cara pensativa. No fui capaz de adivinar lo que pasaba por su cabeza, pero parecía que alguna pieza no encajaba en su puzzle.

Ignorándome olímpicamente, el joven se levantó del sofá y se dirigió a la puerta.

"¡Eh!" exclamé yo. "¿No pretenderás matarme de hambre?"

"Comerás cuando se te dé de comer."

Su tono seco congeló mis palabras en la garganta. Asustada, me quedé en silencio mientras el rubio salía de la sala a zancadas.

***

Recuerdo que los minutos se me hacían interminables. Poco después de que el rubio se fuese, habían venido dos gorilas de aspecto osco. Me vendaron los ojos y me ataron a la cama como si mis forcejeos no fuesen más efectivos que las aletadas de un pez payaso fuera del agua.

Allí me quedé sola hasta que el rubio volvió a la habitación con dos tabletas de chocolate.

"Yo en tu lugar descansaría, Sayu-san."

Fruncí el entrecejo y miré significativamente a las esposas que me tenían encadenada a la cama.

Mello, como me enteré después que se llamaba, se fijó y soltó un suspiro.

"Son las cuatro de la mañana. Tu padre no vendrá hasta mañana por la madrugada, hora de Japón. Duérmete."

"Ya me dirás cómo." respondí, y tiré de las cadenas para subrayar que así no podía dormir.

"En ese caso", me dijo, "Creo que me has dicho que tenías hambre."

Me mostró la segunda tableta con tentadora negligencia. Mis tripas empezaron a meter tanto ruido como sindicatos en huelga; nada digno de una señorita.

Pero bueno, yo nunca he sido una.

Miré al chocolate como un perro callejero a una bolsa de basura. Hice adaman de coger el dulce que el rubio me tendía, pero las cadenas me recordaron que no estaba en situación de valerme por mí misma.

"Suéltame las manos."

"¿Desde cuándo eres tú la que da órdenes?"

Estaba jugando conmigo como un gato con su ratón.

"¿Cómo voy a comer, si no?"

Una sonrisa maliciosa oscureció las facciones del joven mafioso, que se acercó hasta mí con calculada lentitud. Pausadamente, apoyó una rodilla en el borde de la cama y empezó a abrir el envoltorio del dulce.

"No aceptaré semejante humillación." manifesté con ardor.

El británico me hizo caso omiso y ensanchó su sonrisa mientras me acercaba el chocolate a mi boca. El olor era muy tentador, y yo tenía hambre, pero ladeé mi cabeza y apreté mis labios.

El dulce se acercó de nuevo, y mi estómago me traicionó con una sonora protesta. Escuché las risitas del rubio y me enfurecí.

"Vamos." me tentó. "Está deliciosa."

Yo negué con mi cabeza, orgullosa hasta el final.

Y entonces pasó algo que no me esperaba en absoluto.

Mello se giró como un rayo y para cuando me di cuenta, su boca había tomado posesión de la mía. Su lengua acarició mi labio inferior y, en otro abrir y cerrar de ojos, el rubio volvía estar en su posición anterior.

Me llevó varios minutos procesar lo ocurrido.

"¿Por qué lo has echo?" balbuceé, el sabor a chocolate pegado a mis labios.

El joven aprovechó para meterme un trozo del dulce en mi boca y tapó mis labios con su mano para impedir que lo escupiese. Con una sonrisa victoriosa, me respondió:

"Vamos. Ya sé que tienes hambre."

Su mano era algo áspera pero suave al mismo tiempo. Avergonzada, empecé a masticar el chocolate y me di cuenta de que, efectivamente, estaba delicioso.

Mello no despegaba sus ojos de mi cara.

"¿Otro?"

Yo asentí, intimidada. Tan lentamente como la primera vez, el joven mafioso de hizo comer cuatro o cinco onzas más de chocolate, hasta que ya no pude más. Sin inmutarse, se llevó el resto a la boca y se sentó correctamente en la silla vecina.

A causa de ángulo en el que estaba sentado, no pude verle la expresión de la cara. Pero su comportamiento era diferente al de antes, ya no le notaba el deje arrogante y peligroso. La verdad, mi primera impresión era que el rubio estaba muy, pero que muy cansado.

De golpe, me pareció más joven de lo que creí al principio.

"¿Cuántos años tienes?" le pregunté impulsivamente.

Mello se giró lentamente y me miró extrañado.

"Eso", me dijo, "es irrelevante".

Hice oídos sordos.

"Pareces ser más joven que yo."

Percibí la sombra de una sonrisa en sus labios.

"No te fíes en las apariencias." me contestó.

"Las apariencias pueden resultar muy reveladoras. ¿Cuántos años tienes?", repetí. "¿ Diecinueve? ¿Veinte? ¿Veintiuno?"

Noté que estaba cerca de la realidad cuando un destello pícaro encendió sus ojos.

"No es de tu incumbencia." Se giró de nuevo hasta darme la espalda, y al cabo de un rato, volvió a hablar.

"...diecinueve."

Una sonrisa victoriosa escapó de mis labios.

"No tienes intención de hacerme daño, ¿verdad?" me aventuré a decir.

Mello no respondió en seguida.

"Eso sería improductivo. No queremos a la Interpol husmeando donde no debe. Además, no podríamos hacer ningún trueque sin cumplir nuestra parte. No voy a arriesgarme a que tu hermano se niegue a darme lo que quiero y descubrir que el rehén no me vale para nada."

Una chispa de enfado motivó mis palabras.

"Mi hermano," dije seriamente, "Nunca me dejaría tirada en manos de unos secuestradores."

Mello se giró ligeramente, pero su cara seguía envuelta en la penumbra.

"¿Confías tanto en tu hermano?"

"¡Desde luego que sí!"

La cara del rubio salió de entre las sombras y le pegó un mordisco a su tableta de chocolate.

"¿Nunca te has dicho que era posible que tu hermano manipulase a todo el mundo? ¿Que os mintiese?"

"Mi hermano no es así." afirmé rotundamente.

Mello volvió a sumirse en la oscuridad.

"Yo, en tu lugar, no estaría tan seguro."

Me quedé sin habla durante unos instantes.

"¿...y por qué no debería estar segura?" pregunté desafiante.

"Tu hermano tiene todos los boletos para ser Kira."

Recuerdo que mi mirada se endureció.

"No tienes pruebas que sostengan eso."

Noté, más que vi, la sonrisa en su cara.

"Lo tendré en cuanto tu padre venga a rescatarte. Y, entonces, le demostraré a Near que soy mejor que él, pondré Kira en el paredón, y vengaré L."

Su tono se había vuelto a convertir ardiente y agresivo, pero yo no le hice caso al cambio.

"...L aún está tras Kira." dije roncamente.

"L fue asesinado hace cinco años." Mello se giró y ancló su mirada en mis ojos. "Near y yo somos sus legítimos sucesores. Y el que hace de L ahora, no es nadie más que tu hermano. Near también piensa así. Y sospecha, como yo, que también es Kira."

Otro chasquido de chocolate partido.

"Mi hermano no es un asesino." repetí tozudamente.

"Demostraré lo contrario."

Y con un ágil movimiento, se levantó del borde de la cama y se fundió en la oscuridad con una última palabra.

"Duerme."