-¡Fíjate por dónde caminas!- le grité al señor que se perdía de vista entre la muchedumbre.

Gritar en la calle o insultar al otro a sus espaldas eran dos acciones que consideraba imprudentes y de alguien con carencia de educación. Sin embargo, cada día rompía más de uno de mis prejuicios. Vigilando que nadie me lastimara la cabeza, me agaché al suelo y sujeté mi paraguas. La gente comenzó a rodearme, algunos continuaron con sus destinos y otros se aseguraron que supiera sus indecorosos insultos. Hice todo lo humanamente posible por no devolverles su honestidad ya que estaba demasiado cansado como para desgastarme en gente así. Así es, el famoso demonio Kamijou no se rebajaría a su nivel.

De repente varias gotas de agua se impactaron contra mi cabeza. Su frialdad me alertó para abrirme paso entre las personas hasta llegar a la entrada de alguna tienda para refugiarme. Muchas personas imitaron mis movimientos. Con nervios y maldiciendo mis temblorosos dedos, desplegué el paraguas y lo abrí justo a tiempo. La lluvia se hizo inminente en las amplias calles de la ciudad llenándola con su sonido y aroma.

Tal era la vida en Londres.

Creí que un sitio tan de renombre por su educación y elegancia, su gente sería amable más era lo contrario. Siempre que caminaba alguien me empujaba, chocaba contra mi hombro o me golpeaban con las cosas que cargaban. ¿Desde cuándo se volvió tan difícil e inalcanzable pedir una disculpa?

Aprovechando que la lluvia disminuyó su intensidad, me dirigí hacia la entrada del metro. Sólo eran unas cuantas cuadras más por caminar para despreocuparme de la tormenta. De inmediato sentí cómo la gente se colocaba hombro con hombro para formar alguna clase de escudo enorme contra la lluvia. Como si se tratara de alguna clase de defensa espartana. Era lo que más odiaba que sucediera ya que era muy difícil salir de su extraña estrategia contra el agua. Ésa vez una señorita que olía agradable y un señor con un traje elegante, se colocaron a mis lados sin inmutarse. ¿Qué les pasaba a ésas personas? Ciertamente en Japón no era tan diferente cuando se trataba de alcanzar el tren a tiempo. Sin embargo había niveles de atacar la privacidad ajena. De pronto todos comenzaron a crear una fila para ingresar a una entrada del metro. De inmediato comencé a abrirme paso entre la gente; la señorita exclamó alguna maldición por golpear su celular sin querer, algunos jóvenes más se quejaron, sin embargo logré escapar de su extraña fortaleza a tiempo.

Cansado por el esfuerzo me senté en una banca en la esquina de la calle, la cual me protegía de la lluvia. Cerré el paraguas y lo dejé recargado en mi rodilla. Estaba justo al frente de una calle cuyo tráfico era inimaginable. Miré mi reloj de mano; aún tenía varios minutos para tomar el metro cuando hubiera menos gente, así que me relajé y dirigí mi mirada al frente. Algunas señoritas dentro de un vehículo frente a mí me miraron… ¿coquetamente?, ¿cómo se atrevían a lanzarle ojeadas así a un desconocido?, ¿qué tal si fuera alguna clase de pervertido y eso me incitará a seguirlas hasta violarlas? Claro ésta… no es que nada de eso me interese. Sólo no entendía la forma de vida de los jóvenes londinenses. ¿No estaban conscientes del peligro de la sociedad moderna? Aunque sabía de antemano que ésa era la verdad absoluta. Preferían pasar un buen rato sin importar las consecuencias de sus actos.

Decisiones egoístas

Dirigí mi mirada a otro sitio para evitar seguirme atormentando con ésa clase de pensamientos. Más allá de los coches había un parque con demasiados árboles donde varias personas se resguardaban de la lluvia. De entre todos ellos, un perro de raza cocker corría alegremente entre la lluvia, pisando con felicidad los charcos de agua y dirigiéndose hacia su amo. En su boca traía… un cohete azul…

Al instante desvié la mirada, como si de algo prohibido se tratara. ¿Cómo un perro de apariencia inocente y simpática me trajo desgracia a mi día lluvioso? Era la primera vez que odiaba a un animal.

Porque me recordaba algo que he intentado desaparecer…

He estado dos meses sin Nowaki… y pude irme por ésa carta...

Disclaimer: No soy la dueña de Junjou Romantica; la historia fue creada con el fin de entretenerlos. Para leer este fic, tienes que ver primero toda la serie. Es un fic yaoi (chico x chico). Escenas fuertes más adelante. Estás advertido.

Dedicado a Armando; gracias por recordarme el cielo.

Capítulo 3
La despedida no es lo más difícil

Dos meses atrás

El sonido de una escoba cayéndose me hizo saltar e impactarme contra la pared. Juraba que aquél maldito objeto se movió con voluntad propia. Casi podía ver entre sus hebras una sonrisa malvada. Dejé que mis piernas me guiarán hasta el sillón, me recosté en él y cerré los ojos. La frialdad del cuero me brindo tranquilidad pero no la suficiente. No podía engañar a nadie, estaba muy cansado.

Me recuperaba del fin de curso; una época muy difícil para todo maestro. Más por los numerosos tipos de soborno que los estudiantes ofrecían. Por supuesto los ignoraba, porque mi mayor felicidad era reprobar a todo estudiante que no apreciara la Literatura. Sino podía estudiarla con detenimiento, no estaba listo para salir como profesionista, mejor dicho, ¡como ser humano!. Jamás permitiría que uno de mis alumnos pasara mi materia sin al menos un ochenta por cierto de conocimiento. Tenía una reputación que proteger.

De pronto, una mano muy familiar recorrió mi cabello, acariciándolo suavemente con la punta de sus dedos, hasta llegar a mi frente. Casi extrayendo la poca energía que me quedaba. Su aroma llegó a mi olfato al instante, transmitiéndome tranquilidad.. Entreabrí mis ojos y lo contemplé. Un hombre alto, de cabello negro y ojos azules me miraba con detenimiento. Una sonrisa surcó en su rostro. Mis mejillas se ruborizaron levemente. El sueter negro que llevaba siempre le había beneficiado, hacía que sus ojos azules combinaran con su tranquilidad. Estaba seguro que jamás me cansaría de reconocerlo en cualquier situación. Al instante, su rostro cambió por uno de preocupación.

-Lo sabía, debería descansar un poco, Hiro-san…- dijo Nowaki besándome la frente.
-J-jamás. Pronto estarán aquí.

Era cierto. En cualquier momento, sus visitas llegarían, esperé mucho tiempo por ese día como para permitir que mi cuerpo me traicionara. Nowaki volvió a sus labores. También debía ayudar. Estiré mis piernas, aprovechando el enorme espacio que tenía nuestro nuevo departamento. Había pasado un tiempo desde que vivimos juntos. Debía admitir que hemos improvisado mucho como pareja. Por ejemplo, ya no hacía falta hablar, sabíamos coordinarnos para realizar alguna labor. Era como ver el reflejo de las parejas de aquellas películas antiguas.

Siempre desee la felicidad y la alcancé. Debía reconocerlo. La vida con Nowaki había sido la más indicada para mi. Por eso, me planteé una idea muy profundamente en la cabeza:

Nowaki avanzaba cada día… ¿y yo?

Decidí buscar mejores ofertas de trabajo; quizás alguna de las tantas solicitudes que envié me contratarían. Aunque no podía negar que anhelaba que fuera aprobada mi más ambiciosa solicitud. Ése asunto que me incomodaba; algo que podría mejorar o arruinar mi futuro para siempre… impartir algunos cursos especiales en Oxford.

¿Y si me aceptaban? Con ello, apareció el macguffin típico de las novelas y musicales populares… ¿trabajo o amor?

El trabajo no sólo generaría mejores fondos, también podría asegurar un futuro prometedor. ¡Era Oxford! Imaginen ese nombre en mi currículum, causaría una buena impresión al instante. Quién sabe cuantas personas legendarias conocería ahí, estaría pisando el mismo sitio donde estuvieron grandes ilustres de la Literatura. Pero por otra parte, si se lo pidiera a Nowaki, ¿vendría conmigo?, ¿abandonaría su trabajo para permanecer a mi lado? No era que no apreciara nuestra relación pero de tan sólo pensar en el futuro… yo como su espo…

El timbre resonó en el departamento. Ya estaban aquí. Al instante me levanté, sacudí mi camisa y me dirigí al espejo. Definitivamente tenía peor aspecto de lo imaginado. Más confiaba en que los invitados comprendieran mi estado. Me acerqué a la puerta, Nowaki me esperaba con una sonrisa de par en par, poniéndome al instante… ¿nervioso?

-¿Está listo, Hiro-san?- preguntó Nowaki entusiasmado en la puerta.
-Por supuesto- respondí desviando la mirada. ¡Su maldita sonrisa me atormentaba!
-Espera.

De pronto, él puso sus labios en mi frente, dándome un beso pequeño y apenas sonoro.

-S-siempre haciendo cosas innecesarias…- repliqué con los colores en el rostro.

Pero nada, siquiera sus ataques impulsivos, alejarían mi emoción. Al fin, conocería un poco del pasado de Nowaki. Él abrió la puerta.

- ¡Nowaki-niisan!

Los gritos fueron tan altos que instintivamente me tapé los oídos. Más no daba crédito a mis ojos por lo que veían. Una gran masa de niños ingresó a nuestro hogar, arrastrándome entre su marea. ¿Qué?, ¿qué estaba ocurriendo? Ocho… no, doce niños estaban histéricamente gritando mientras desacomodaban todo a su paso.

-¿Qué significa esto, Nowaki?- pregunté desesperadamente, intentando aferrarme de alguna pared para no ser absorbido por ellos.
-Tal como le dije, Hiro-san, vendría algunos niños a visitarnos.

Más perdimos contacto visual porque varios jalaron de las mangas a Nowaki y lo alejaron. A mi alrededor tan sólo veía el caos. Eran tan irrespetuosos. Todo el trabajo que hicimos, destrozado en menos de diez segundos. Sabía perfectamente los daños psicológicos que los gritos causaban a los niños. Leí demasiados libros sobre ello cuando estaba en la secundaría. Más haría la excepción…

- ¡Suficiente!- grité con todas mis fuerzas.

El ruido se detuvo. Todos me miraban fijamente en estado de shock. Demonios, ¿quizás me excedí? Los niños comenzaron a llorar y abalanzarse contra Nowaki quien, de inmediato, les tranquilizo con palabras dulces. Agradecía infinitamente los dotes paternos que tenía.

-Hiro-san, ellos son los niños que cuido en mi antiguo orfanato. Niños, él es Hiro-san, la persona de las que he hablado y…
-Nowaki-kun, ¿puedes ayudarme?- exclamó una voz a la lejanía.
-¡S-Sí, Margaret-san!

¿Margaret?, ¡era quien cuidó de Nowaki cuando estuvo en el orfanato! No podía esconder la curiosidad que tenía por conocerla. Después de todo, quizás le debía gran parte de mi vida a ella. Nowaki entró cargando con varias bolsas, se dirigió a la cocina y descubrió detrás de él a una señora. Era una mujer grande y de piel oscura, su cabello era chino y estaba amarrado por una cola de caballo. Sus ojos castaños mostraban un porte maternal que transmitía tranquilidad. Vestía con un vestido largo y un delantal color azul marino. Margaret posó su atención en mi.

-Tu debes ser el señor "Hiro-san" del que siempre me habla Nowaki-kun, mucho gusto.
-El placer es mío- respondí con una ligera reverencia- ¿gusta que le ayude en algo más?
-No, cielo, todo esta…

Sin embargo, ella desvió su atención en el caos retomado que se suscitaba en la sala. ¿Acaso no había una forma de mantenerlos tranquilos…?

- ¡Niños, siéntense en donde puedan y manténganse tranquilos!- gritó fuertemente Margaret.

Juro que no tuve idea de cómo ocurrió. Tan sólo vi que uno a uno recibió el impacto de un peluche grande con forma de panda en sus cabezas. Todos los niños, horrorizados, la obedecieron. Incluso a mí me asustó. ¿De dónde sacó todos peluches? O más importante, ¿cómo pudo lanzarlos a tal velocidad? Su apariencia de un segundo a otro cambió completamente. ¿Qué clase de persona lanzaría objetos a la gente para exigir obediencia? Bueno, quizás también lo hacía con mis alumnos. Más ella, daba miedo…

Nowaki guió a los niños a la sala y encendió la televisión. Jamás había visto a Nowaki de esa manera… A pesar que sonreía como siempre, por alguna razón, parecía emanar más felicidad de lo que podía contener. Definitivamente, estaba conociendo un nuevo lado suyo.

-Mis disculpas- exclamó Nowaki- estaré ausente unos minutos, tengo que ver algo.
-Ni lo menciones Nowaki-kun.

Él salió corriendo a nuestra habitación. Sabía exactamente lo que haría. Como siempre a esa hora. Nowaki miraba el noticiero de la tarde, nunca se perdía del programa por más cansado o lleno de trabajo que estaba. Sin duda me parecía extraño su comportamiento pero si fuera muy importante, me lo diría, ¿cierto?

-Me alegra notar que Nowaki se siente tranquilo contigo- exclamó Margaret retomando la atención en mí.
-¿Perdone?
-En el orfanato no era así, a medida que fue creciendo, Nowaki poco a poco comprendió su cruel realidad. Es difícil para un niño hacerlo, ¿sabes?.

Si lo pensaba de esa forma, ciertamente cargaban con una experiencia muy desagradable a muy corta edad. Aunque incluso lucieran inocentes angelitos mientras veían la televisión, no podía imaginar el profundo dolor que guardaban sus pequeños cuerpos. En su lugar, quizás no estaría tan tranquilo. Cada día me preguntaría el motivo de mi abandono. Estaba seguro que aunque fuera una razón justificada, jamás lo perdonaría y viviría con ese vacío toda mi vida. No había pensando cómo Nowaki tuvo que lidiar con todo eso… Demonios, me sentía un pésimo ser humano. Es decir, tantos años a su lado, ¿y hasta hoy pensé en esto?

-No te preocupes Hiroki-kun- exclamó Margaret. Por algún motivo, no me molestaba que me llamara por mi nombre, me sentía hasta alagado que lo hiciera- Nowaki creció bien, como lo habrás notado.

¿Acaso adivinó lo que pensaba?, espera, ¿hablé en voz alta?

-Sé reconocer cuando alguien siente compasión por el dolor de los niños. En tu caso, por Nowaki-kun- De nuevo adivinó mi pensamiento, era increíble- Él siempre ha tenido la costumbre de ocultar sus problemas, porque se siente una carga. Por eso en el orfanato procurábamos alegrarlo y evitarle las tareas pesadas. Sin embargo, creo que tu has sido esa tranquilidad que tanto buscaba. Por eso, te lo agradezco.

Sus palabras me dejaron paralizado. Siquiera pude responderle. Afortunadamente Nowaki llegó a tiempo para salvarme de mi sorpresa.


El orfanato se fue exactamente a las ocho. Nowaki estaba acostado en el sillón completamente dormido. Sin duda, fue una tarde muy agitada. Había olvidado la interminable energía que los niños tenían. Extendí la sábana y la coloqué sobre él. Jamás eliminaría su hábito de no protegerse del frío. Era tiempo de descansar. Me acerqué al interruptor de la luz y la apagué. Me senté en el extremo del sillón, procurando no lastimar a Nowaki, para disfrutar una de las cosas que más me gustaban del departamento. Las pequeñas luces de los edificios en la lejanía. Era una vista diferente a nuestro antiguo hogar. Aunque sabía que era mejor ver un paisaje natural, siempre me reconfortó ver los edificios. Traía una tranquilidad inexplicable, parecida a la que Nowaki me brindaba…

Ahí estaba a mi lado, dormido dulcemente, con el cuerpo ligeramente cubierto. Su respiración ascendía y descendía como una suave brisa. Ciertamente, Nowaki trajo demasiados cambios en mi vida. Es decir, recibí a un montón de niños en mi casa. Cosa que años atrás jamás creería hacerlo. Nowaki ha sido la única persona quien miró a través de mi y no por encima; el único que estuvo para mi y que sabía decir y hacer justo lo que necesitaba. Así era el amor, un compañero caprichoso que desconocía los límites; el peor enemigo de nuestras emociones y el único que podía cambiar una noche de verano. ¿Quizás él tenía el poder de cambiar a las personas? No, ¿quizás era tan importante que sacaba lo mejor de mi…?

Espera, ¿qué demonios hacia recostado en su pecho? De inmediato volví a sentarme, desviando la mirada en cualquier objeto brillante. Si perdía el control de mi cuerpo, temía por los acontecimientos del futuro. Sería mejor irme a dormir, dejar a Nowaki descansar en el sillón, le traería una cobija y me iría a recostar. Seguramente él despertaría en la noche y volvería a la cama.

De pronto unos brazos familiares me apresaron, atrayéndome hacia ellos. Caí encima de él. Abrí los ojos impactado. Nowaki estaba frente a mí, no alcanzaba a distinguir si estaba dormido o despierto pero algo me daba un mal presentimiento. Sin previo aviso, me abrazó con más fuerza.

-No-Nowaki… aag... ¿qué estás…?
-¿Necesita un chequeo, Hiro-san?- exclamó con un tono muy serio.

Como una tormenta que llegaba sin avisar, Nowaki comenzó a morder levemente mis labios mientras sus manos recorrían mi cuerpo. Por alguna razón no pude oponerme a ninguno de sus besos y caricias que me prodigaba.Los choques eléctricos que recibía eran indescriptibles. Sentir cómo mi piel era tocada por las manos de Nowaki me llevaban a las alturas. Deslizó su lengua por el contorno de mi cuello, provocando que intentara levantarme. Sin embargo, él sujetó mis manos y dejó caer el peso de su cuerpo. Al instante percibí insinuantes movimientos de cadera sobre mi vientre que provocaban que emitiera sonidos vergonzosos. Si continuaban así, seguramente lo haríamos en…

De pronto, el sonido de un celular resonó en mis oídos, provocando que me levantara de golpe y me incorporara.

-Lo siento Hiro-san, en seguida regresaré contigo- sugirió en un tono sugestivo.

Por supuesto, comencé a lanzarle varios reproches pero no logró escucharme. Nowaki atendió a su celular mientras caminaba por el sitio. Aproveché para encender la luz, regresé al sillón y acomodé mi camiseta. Si creía que le permitiría regresar a su ataque, estaba muy equivocado. No actuaría como una colegiala esperando ansiosamente porque "retomara la acción" su pareja. Sin embargo, para mi sorpresa, Nowaki colgó más pronto de lo que creí.

-¿Quién era?- pregunté realmente curioso.
-Am… me llaman para ir al hospital, lo siento, ya regreso.

En un abrir y cerrar de ojos, Nowaki abandonó la sala y salió. Sin duda, era una reacción extraña ya que siempre me explicaba con detalle a dónde iba y cuánto tardaría. Pero esta vez, salió corriendo como si en verdad fuera urgente… Espera, espera. No comenzaría a hacer conjeturas erróneas. Probablemente sería algo de su trabajo. Los médicos siempre estaban ocupados. Lo mejor sería preguntarle cuando regresara.

Regresaría, ¿cierto?...


Era como una especie de déjà vu. No era como si hiciera esto usualmente, tampoco un acosador o algo parecido. Sólo que últimamente Nowaki no me decía con detalle a donde iba o con quién. Me daba miedo que volviera a irse… ¡Eso era! Temía que volviera a cometer una acción tan imprudente como irse a América o algo así.

Estaba sentado en una banca, al otro lado de la calle, observando la cafetería donde él estaba. Miraba fijamente a Nowaki quien apenas alcanzaba a reconocer. Una maldita maceta escondía la mitad de la mesa, ocultando a la persona con la que hablaba. Sin duda, estaba hablando con alguien, se veía como si estuviera discutiendo. De pronto, Nowaki colocó sus manos en sus ojos, escondiendo completamente su rostro. Ese movimiento sabía reconocerlo, estaba frustrado… Casi confirmando mi suposición, se levantó furioso y salió del sitio. ¡Era mi oportunidad!

Asegurándome que Nowaki se había ido, ingresé al sitio. ¿A quién me encontraría?, ¿a su maldito sempai? Sea quien sea, le pediría inmediatamente una explicación. Esta vez no me quedaría de brazos cruzados viendo cómo todo se movía a mi alrededor y ser el último en saberlo. Pero para mi absoluta sorpresa, no había nadie.

-¿Puedo ayudarle en algo señor?- preguntó de pronto una voz. A mi lado estaba una mesera joven y de apariencia simpática.
-Disculpe señorita, el hombre que acaba de salir, ¿estaba con alguien?

La señorita me miró con ojos… ¿picarones? Repasé las palabras que dije, ¡seguramente me malinterpreto por algún casanova que cazaba a su nueva presa!

-No, no quise decir eso… Amm... él es mi primo y quiero saber si…
-Entiendo su problema señor y esta bien, soy de mente abierta. Me temo que él ya está con alguien.
-¿A qué se refiere?
-Él estaba con una mujer, duraron mucho tiempo platicando y se les veía muy…
-¡Hey, sigue trabajando!- exclamó una voz a la lejanía que hizo temblar a la joven.
-Lo siento, debo irme- dijo la señorita antes de irse con la información que necesitaba.

Nowaki…


Algunos días pasaron. Desde entonces, no quise mencionarle nada. A veces en las comidas intentaba notar algún cambio en su comportamiento o alguna mínima insinuación que me diera oportunidad de hablar lo que tanto me carcomía. Más, ¿qué podía decirle?

"Hey Nowaki, te espié la noche a la que fuiste a un café, ¿por qué me lo ocultaste?"

¡Por supuesto que no! Aunque me intrigaba más que nada el porqué salió furioso. Conocía a Nowaki, aunque tuviera el peor problema del mundo, no me lo diría. Él era así y lo comprendía ya que en parte también reaccionaba así. Sólo me frustraba que no me tomara en cuenta para ayudarle. Aunque fuera algún dilema mental.

¿Y si Nowaki me engañaba…?

Era muy vaga la idea pero por más que intentaba callarla, se hacía más latente. Tenía varias pruebas. Siempre esperaba a Nowaki en un callejón después de salir del hospital donde siempre hablábamos sobre nuestro día mientras volvíamos a casa. Pero él dejó de hacerlo. Al principio creí que era por cansancio acumulado pero la situación se volvía cada vez más extraña… ¿Debía arriesgarme en preguntarle?

De pronto, el sonido del timbre resonó en el departamento, casi como si se tratara de alguna señal del destino.

- ¿Puedes atender a la puerta, Hiro-san?- gritó Nowaki detrás de la puerta de nuestro cuarto.
- ¡Voy!

Me dirigí hacia la puerta, tratando de eliminar mis inquietudes. Deseando que no fuera alguna visita inoportuna. Más no era nadie. En el pequeño buzón de nuestro hogar, sobresalía un sobre de color azul bastante llamativo.

No podía ser…

- ¿Quién era?- preguntó Nowaki.

De inmediato cerré la puerta y oculté la carta en mi abrigo. Nowaki me miraba desde la sala con varios papeles en sus manos. Cerré la puerta detrás de mi.

- ¡A- ah! E-era una persona que pedía dinero- contesté lo primero que se me ocurrió.

Mentí con una buena justificación. Había llegado mi aprobación para ser maestro en Oxford. No podía emocionarme como era debido porque estaba más preocupado en saber cómo se lo diría. Y más en esas circunstancias.

-¿Y entrega cartas también?- indagó.

Su pregunta me impresionó, incluso hizo que lo mirara con mayor atención, ya que tenía el mismo tono que las mujeres sentidas usaban para apuñalarte sutilmente.

-¿Quién le envió la carta?- preguntó Nowaki.
-Primero, dime con quién te viste en la cafetería…- exclamé instintivamente. Estaba mal. Estaba a punto de cometer quizás un terrible error. Pero no podía soportarlo más.
-¿A qué se refiere…?
-La noche después que vinieran los niños de tu orfanato.

Nowaki lo sabía, conocía perfectamente de cuál noche hablaba. Sin embargo, sus ojos mostraron frustración.

-No se meta en ese asunto, sé que estuvo mal el mentirle pero lo hago por…
-¿Por qué?

Explotaría… estaba a punto de hacerlo. Incluso mi cuerpo me lo advertía. Tenía los hombros tensos, los puños cerrados y una fuerte determinación.

-¿Lo haces para protegerme o por tu maldita manía de superarme? No importa cómo lo llames Nowaki, este es un tipo de engaño.

Más él desvió la mirada. Un movimiento que realmente me molestó. Ya no sólo se trataba de resolver un problema, estaba faltándome al respeto.

-¿Qué te ocurre?, has actuado muy raro últimamente. Jamás te había visto así.
-Hiro-san no tiene idea de lo que me pasa.
-Si tan mal estás, ahí esta la puerta- le contesté realmente furioso.
-¡Bien!

Nowaki tomó varias cosas y, sin pestañear, salió dejando el eco del sonido de la puerta al impactarse.

No lo soportaba más, estuve ahí por Nowaki pero parece ir de mal en peor y nunca madurará… Saqué la carta de aprobación de entre mis ropas. Me iré. Era una decisión que no estaba fabricada por la alteración de mis emociones. Me hice una promesa varios años atrás; si volvía a ocurrir un evento donde Nowaki no me explicara lo que pasaba, me iría. Juré jamás volver al mismo pozo y heme aquí, completamente enojado y sacado de mis casillas por él… estoy cansado.


De vuelta al presente

Ingresé a mi habitación, ciertamente el departamento era más pequeño que el que tenía de soltero en Tokio pero no importaba, no podía quejarme. La calidad de vida en Londres era muy alta, era un lujo para muchos lo que tenía. Me quité los zapatos y me acosté. El primer día de clases no fue tan malo. Aunque el ambiente en Oxford a veces me ponía nervioso, es decir, veo demasiada gente con lujos exageradamente caros que me era inevitable atemorizarme.

Por alguna razón, recordé la extraña conversación que tuve en la mañana con Akihiko y… ¿mi ex alumno? Ese escritor engreído, me humilló frente a mi alumno. Seguramente ha de tener una idea errónea de mí. Ha de creer que somos muy cercanos…. Bueno, lo fuimos en un tiempo. Pero no quería que se llevara una idea errónea. Aunque si lo pensaba bien, ¿Akihiko trataba bien a un estudiante?, ¿y sonriendo? Eso sí era raro. Reconocía la postura que utilizaba para la gente "del trabajo", sabía su actitud hipócrita, desesperada por irse en cualquier momento de ahí. Pero con el chico, no noté esa aura. Mi ex alumno esta extrañamente emparentado con Akihiko y lo sé por la manera en que lo llama.

Espera… estoy aquí para adquirir más experiencia como profesor titular y no para meter mis narices en asuntos que no me corresponden. Aunque prefería hacerlo, más bien, mantener ocupada mi mente antes de pensar en él

Han pasado dos meses desde eso y las cosas no han cambiado. Hice una maleta con lo más importante, arreglé algunas cosas en la Universidad, me subí al primer avión que pude y vine directamente aquí. Por supuesto, le pedí al profesor Miyagi que fuera por mi suprema colección de libros. Desde entonces, un paquete me llega cada fin de semana. Más no he tenido contacto directo con él y pensaba hacerlo… si tan seguro estaba, entonces ¿por qué no podía respirar cada vez que pensaba en él?

Odiaba sentirme así, tan vulnerable y nostálgico. Con el maldito pensamiento que quizás… jamás encontraré la felicidad como lo hice con él. Más no fue mi culpa, ésta vez no lo fue. Me di el respeto que merezco; logré quizás evadir a tiempo más sufrimiento. Todo indicaba que hice lo correcto. Es decir, estoy en un trabajo de ensueños. Entonces… ¿por qué me sentía así?

¿No fui suficiente para él?

¿Podía llamar a esto nostalgia? Recordar hasta los últimos detalles como si aún los atesorara pero no podía engañarme. Hace poco, leí un artículo del filósofo Baruch de Spinoza. Definió como nostalgia al deseo de tener algo, apoyado por el recuerdo del mismo y a la vez reprimido ferozmente por la distracción de otras cosas, con tal de eliminar la existencia de "la cosa apetecida". Gracias a su concepto, confirmé que sentía ese deseo melancólico por verlo de nuevo. Llámenlo una forma de justificar un poco mis emociones. Pero realmente sólo era un proceso psicológico y nada más…

Readaptarse a una vida sin él, era difícil. Ahora que no estaba, mi cuerpo le reclamaba inconscientemente. Al principio creí que la vida sería cosa de uno y que andaría con mis propios pies ante todo pero me equivoqué. Era una extraña sensación de un vacio en el pecho, algo que sólo Nowaki podía rellenar. El maldito me hechizó con el maleficio de la soledad; antes no me molestaba estar conmigo mismo, era un privilegio, pero desde que conocí a Nowaki… ya no podía estarlo. Me atormentaban demasiadas cosas del pasado que juré sepultar para siempre. Después de todo, el pasado era un sedante que te mantenía congelado en el tiempo.

El problema realmente fue la falta de comunicación. Por lo general, cuando enfrentaba una situación así con Nowaki, alguien intervenía o me daba un consejo indirecto hacia mi problema pero esa vez, además que estaba a cientos de kilometros de mi ciudad natal, era una situación muy personal. Algo que Nowaki encerraba como un secreto y nadie conocía. Por eso decidí finalizar una etapa donde me entregué, no me detuve ningun sólo instante, donde en verdad quise alcanzar un futuro por una persona que nunca dará por mi y que sólo vivirá en su egoísmo, en su burbuja de mentiras que no sé porque no desea desechar.

Sólo fui alguien más en su vida, hipoteticamente si fui utilizado o un capricho, ya no quería saberlo. Simplemente me quedaré con lo bueno, con lo mejor que cada uno entregó y avanzaré… avanzaré…


Una semana después

-Gracias por enviarme el nuevo paquete de libros, Miyagi-sensei- exclamé a través del teléfono.
-No hay de qué, Kamijou-kun- respondió alegremente el profesor- Prométeme que volverás cuando sientas que aprendiste suficiente.
- ¿Mm? Vaya, esa es una petición muy extraña de usted.
-Lo digo para que elijas el futuro que quieras, piénsalo, ¿de acuerdo?
-¿Qué quiso decir con…?
-Nos vemos, envíame fotos de las chicas de allá. Bye-bye~

Miyagi-sensei colgó. Era un sujeto que jamás lograría a comprender. En primer lugar, no entendía como una persona como él estaba entregada a la Literatura. Por su apariencia y poder, podría convertirse en lo que quisiera. Más bien, necesitaba volver al trabajo. Me encontraba en mi oficina. Era la primera vez que tenía un espacio tan amplio sólo para mi. Tenía varios libreros en las esquinas, en las paredes colgaban cuadros que compré en un mercado donde vendían cosas antiguas y detrás de mí había una ventana que mostraba una vista preciosa de Londres. En el centro había un escritorio donde yacía una computadora Mac y papeles distribuidos en todo lugar. Akihiko estaba al frente de mi oficina, algo que me alegraba porque estaba cerca de un conocido.

De pronto tocaron la puerta fuertemente. No había necesidad de azotar la puerta de esa manera. Además, estaba ocupado. Debía llenar demasiados formularios y actualizar varios trabajos que mandaba en línea a mis alumnos.

-Pasa- exclamé tratando de ocultar mi descontento.
-Con permiso- respondió una voz juvenil.

Ingresó un joven de cabello castaño claro, de tez blanca y altura promedia. Traía puesta una camisa blanca con un chaleco verde oscuro y pantalones negros. Su mirada grisácea mostraba una firme determinación. ¿Desde cuándo gente tan joven ingresaba a la universidad de Oxford? Aunque el chico se me hacía familiar…

-¿Usted es el profesor Kamijou Hiro…?
-¿En qué puedo ayudarte?- le interrumpí a propósito.
-Solicito que usted sea mi tutor ya que deseo aprender todo sobre Literatura.

¿Q-qué? Era una petición demasiado osada. Al menos en su lugar jamás me atrevería a pedir semejante demanda.

-Soy Shinobu Takatsuki, por favor, acepte mi solicitud…
-Escucha no tengo tiempo para…

Espera, lo recordaba… Mis pupilas se dilataron y todo movimiento se detuvo en mi mundo. ¡Era el hijo del director! ¿Qué no se fue a Australia a estudiar o algo así? Mentiroso Miyagi-sensei…

-Sea mi tutor- exclamó Shinobu haciéndome una reverencia.

Sus palabras demandantes provocaron un mar de emociones en mi interior. Fueron un duro golpe en mi pecho. Me recordaba… Dejé en Japón a Nowaki. Pero ahora estaba frente a mi, otro individuo igual de osado de pedirme que le enseñara. Aceptar o no aceptar, era ahí el dilema.


Ha llegado el final de este capítulo. ¿Hiroki aceptará ser tutor de Shinobu?, ¿qué habrá ocurrido con Nowaki?, ¿volverán a estar juntos? Espera por el próximo capítulo.

Notas de SoritaK

Primer capítulo dedicado a Junjou Egoist del fic. Estuvo largo porque intenté recompensar los años de espera. Lamento la demora, tengo una buena justifación: universidad. Aunque sé que no tengo vergüenza por actualizar tres años después… Sin embargo agradezco inmensamente las numerosas visitas y reviews que he recibido hasta la actualidad de la historia. Muchas, muchas gracias.

Me fue grato retomar el fic y más escribir esta parte de la historia. Es cierto, es confusa la forma en que deje todo pero tendrán que esperar al siguiente capítulo que prometo actualizar lo antes posible. Espero que no me cuelguen por el personaje original que cree en la historia (risas nerviosas) Sólo aparecerá de vez en cuando. La buena noticia es que pronto me graduaré.

Agradezco a Subaru, una vez más, por ayudarme a corregir algunas partes.

Las situaciones que se presentan en este fic son realidad combinada con ficción.

Te agradezco que te hayas tomado la molestia de leer el fic; me harías incluso más feliz dejándome un review con tú comentario. No importa si es un insulto, una crítica, felicitación o grito de fangirl. Me ayuda mucho tu comentario para mejorar.

Ready for love
Another sun to shine