¿Saben qué? No voy a tener tiempo de actualizar. Así que dejo el fic completo. La parte final D|. *Salta*
Disclaimer: No es mío, okay. NO ES MÍO. D| El fic sí.
Advertencias: Capítulo final. ¿Eso es una advertencia?
En Mitad de la Nada
Capítulo 5: Extraño
Creep - Radiohead
Gokudera recuerda con aprecio los días de verano en la casa de Juudaime.
Quizás no con tanta estima el calor del húmedo Japón (casi tan sofocante como el de la maldita Italia), pero sí con amor las celebraciones de la época que le hacían olvidarse de su pasado, de su presente y de lo que le esperaba.
Gokudera sabe que se miente a sí mismo cuando piensa a Takeshi como un trago amargo que hubiera preferido dejar en el olvido.
El olvido traiciona, Gokudera. No hay nada más traicionero que una memoria que se empolva. Vuelve a veces, a ratos, cuando uno la piensa más enterrada y muerta. Vuelve en el momento más impreciso, cuando uno menos la necesita. Más bien cuando uno menos la quiere. Vuelve cuando menos tenemos el tiempo de arrepentirnos y cuando nos falta la oportunidad de actuar.
Gokudera se siente en este momento así; traicionado por los recuerdos. Traicionado por el subconsciente. Shamal nunca había estado tan en lo cierto. El pálido muchacho se mordería el labio antes de aceptarlo.
Y la sonrisa de Yamamoto es la memoria que lo asesina, la memoria que se le clava como la bala fría en su estómago. Un muchachito de catorce años con voz de púber y sonrisa cándida lo aprisiona entre remordimientos.
Y las lágrimas ya no son por el dolor. Ya no son por el Juudaime. Ahora son por él.
Como los días de verano son los más importantes en sus pensamientos (los más soleados, los más calurosos, los más divertidos, los recuerdos más bellos), también de ellos parten las remembranzas más oscuras, las imágenes que le gustaría enterrar por siempre.
Eran también los favoritos de Yamamoto. Comían sushi en su casa, iban a la piscina, se divertían sin tener las excesivas presiones que les confiere la edad, no había obligaciones en demasía; en esos momentos el noveno se encargaba de los trabajos más apremiantes, los más envolventes y los más peligrosos.
Había tiempo libre para improvisarle cartas de amor a Sasagawa, reírse de un sonrojado Tsuna, pelearse con el atolondrado de Lambo, reñir con un acelerado Ryohei y más importante y sobre todo, había tiempo de enamorarse.
Gokudera sabe que a pesar de que hubieran estado luchando encarnizadamente toda la vida, esto terminaría por suceder de alguna manera u otra… a pesar de que les hubiera faltado el tiempo, ellos se lo habrían buscado y lo habrían conseguido quizás del cajón más oscuro y recóndito del universo. Así funcionaba. No era un amor fabricado, como el que se había creado (intentado crear) con el matrimonio, ni tampoco uno hormonal y bullente de pasiones como el de todo adolescente. De todas maneras si así hubiera sido ¿No le había ya durado demasiado esa fiebre de hormonas?
Catorce años, alto, flacucho. Tenía esa clase de delgadez alargada la cual denota en los muchachos un crecimiento innecesariamente rápido, que seguramente llegó apenas cruzó el umbral de la adolescencia.
A Gokudera a veces eso le daba envidia. Deseaba, -aunque quizás no lo sabía- como cualquier chico de su edad, ser más largo y ancho. Tener más cuerpo y dejar de ser el enjuto y oh-listo-pero-débil Gokudera-kun. Esto melló su autoestima durante algunos años, aún de mayor, sobre todo cuando Juudaime asignaba los encargos y las primeras misiones; pues siempre eran para Yamamoto: Yamamoto-kun ve allá. Yamamoto-dono, acu-yá.
Le jodía.
En verdad le jodía.
Después se dio cuenta que ser la mano derecha implicaba compartir quizás tanto o más papeleo, estrategia y perorata como acción con el décimo.
Pero ahora lo único que ocupaba su mente era el estúpido cabeza-de-bola-de-béisbol catorceañero. ¿O era quinceañero? ¿Sería que en esas épocas ya se acercaba a los quince? ¿O a los dieciséis?
A la mierda las edades.
Sólo recuerda dos cosas.
Una: la camisa de la escuela. El uniforme de Nanimori, más bien. Camisa blanca y un pantalón de vestir que sinceramente consideraba horrible. Nunca le dio importancia en demasía, pero siempre lo pensó. Quizás también había evitado comentarlo para no iniciar rencillas con el guardián Vongola de la nube (¿sería de mala suerte recordar su nombre ahora?).
Dos: los ojos. Bueno, la barbilla; que sean tres cosas entonces.
Ya en serio, su rostro y su cuerpo entero.
Pues Gokudera piensa, y sonríe dolorosamente, que Yamamoto siempre tuvo la piel hermosa. Como las posaderas de un bebé. Aunque él tampoco sufriera mucho de problemas de acné, nunca tuvo un cutis tan perfecto como el de Yamamoto y mucho menos a su edad. Tenía la piel muy reseca, - por el tabaco, diría Bianchi - y a veces sufría de alguna u otra imperfección. A parte, la estatura imponente y elevada, la perfecta complexión y soportar 30 vueltas al campo con el mismo temple… lo aceptaba, eran cosas dignas de observarse.
Bueno, sí, tenía envidia del jodido de Yamamoto. Por eso, ese día de verano, que con tanto fervor fingido intenta olvidar, le traiciona. Pero no ahora, sino cada instante, cada momento. El recuerdo está ahí, infranqueable y ahora Gokudera admite que lo guarda con un recelo sólo comparable al del Can Cerberos y que cada que puede lo luce y lo admira, como uno de sus tesoros más preciados.
- Gokudera - le había dicho el moreno, alegre, con una expresión de suavidad absoluta que a Hayato se le antojaba como la perfecta para terminar su vida. El italiano se había limitado a dirigirle el rostro, con expresión iracunda, casi con intenciones de morderle, callarlo… quizás hasta ponerle un explosivo en la boca.
- ¿Qué quieres ahora?
- Nada sólo… - el beisbolista se había acercado peligrosamente, nariz a nariz y Gokudera al sentirse intimidado por la cercanía corporal, le había puesto la mano en la frente. Al espadachín se le había resbalado su risilla imbécil - pienso que realmente eres apuesto.
- ¿Qué demonios, pedazo de…?
Si alguien le hubiera preguntado (lo cual no iba a pasar nunca) él probablemente hubiera replicado que lo había tomado por sorpresa. El italiano estaba fuera de centro y tal cual era su corta de razonamiento y cuasi-animal forma de arreglar las cosas en esa clase de situaciones, se acercó con plenas intenciones de darle una buena vapuleada. Yamamoto reaccionó de inmediato y salió a flote su espíritu conciliador:
- No me lo tomes a mal - y Gokudera había retrocedido con la agitación de brazos de su compañero - Sólo es que… creo que tu color de ojos es increíble. Y he pensado que… - la memoria de Gokudera permite un sonrojo leve-. Y realmente pienso que tu piel es muy hermosa, casi como el de una chica. Siento que realmente eres apuesto, Gokudera…
- Bah, - Gokudera se mordería ahora no sólo el labio sino también la lengua. Jamás admitiría que le había gustado la mención de sus atributos y que quizás también le habían inflado el ego. - ¿crees que eso me importa? Es una de las cosas más estúpidas que hayas dicho.
Menos mal que Yamamoto era paciente al por mayor, casi hasta un extremo pasmoso. No habrían sobrevivido tanto tiempo juntos admite el menor, pues jamás hubiese podido menguar su personalidad irascible.
- ¿De verdad no te importa?
- No.
- ¿Por qué no?
- Porque no. Porque es una estupidez. Sólo la gente estúpida mira eso. Deberías de preocuparte de otras cosas, como tus múltiples entrenamientos o no sé, la escuela… Algo que valga la pena.
- ¿Es-estupidez? Gokudera… ¿Cómo lo haces?
A Hayato se le subió el arrepentimiento al rostro. La mirada atenta de Takeshi, fundiendo embeleso y admiración; denotaban que no tenía palabras. Su vocabulario no bastaba para nombrar lo totalmente fuera de serie que consideraba a "su amigo".
- Yo a veces me siento tan mal con mi apariencia, sólo a veces - risita - además no puedo evitar compararme contigo o con Tsuna-san, ambos son muy agradables. Tsuna-san es impresionante, pero creo que tú eres alguien que me sorprende aún más. Ustedes me exceden en habilidades. A veces me siento tan inútil a su lado.
Gokudera se sentó en la mesa; no, en la cama. Ahora se acordaba bien.
Era la habitación del décimo.
Yamamoto estaba abriendo su corazón a él y permitiendo que entrara. Casi como cuando luchaban con Gamma. Pero Gokudera era muy necio como para darse cuenta de detalles tan mínimos.
- ¿Ah, sí? ¡¿Sabes, idiota…?! ¡Esas cosas vacías no deberían molestarte en absoluto! ¡Eres de perfecta utilidad para el Juudaime y con eso tienes de sobra!
Yamamoto rió, entre triste y complacido y encaró a Gokudera.
- Gracias - concluyó, con un tono significativo. - Aún así, creo que eres muy guapo.
- No soy ninguna tonta mujer para que me digas esa clase de cosas.
Quizás pensaba que mostrarle abiertamente la espalda iba a ser lo suficientemente obvio para que Yamamoto infiriera que no quería continuar con eso.
No funcionó.
Sin embargo, cuando Yamamoto empezó de nuevo, agradeció que Tsuna, junto con una ruidosa e impertinente Haru irrumpieran en la habitación.
A Gokudera, en estos instantes de memorias y arrepentimientos, de verdad gustaría decirle a Yamamoto lo mucho que lo llegó a querer, lo mucho que lo llegó a desear. Le gustaría conservarlo por siempre como el púber ensoñador, que lo miraba con los ojos radiantes y una sonrisa sin perturbaciones.
Es demasiado recordar al Yamamoto afligido… al Takeshi resignado. Al hombre que se sentía culpable por amarlo. Si hubiera podido, a lo mejor hubiera compartido más tiempo. A lo mejor hubiera compartido más ilusiones.
Posiblemente le habría dado a entender que lo quería.
Pero no se podía ya.
Cuando los médicos especializados de Vongola llegan a auxiliarlo está por desfallecer. Tose sangre y ya no puede ponerse en pie; tiene bien claro que ya no es el joven portador del anillo de la tormenta que peleó contra Millefiore o que venció a Belphegor, a pesar de las cuchillas.
Pronto lo transportan y escucha voces difusas que no reconoce. Abre los ojos y lo único que ve es a Yamamoto. ¿O es Haru?
Le importa una mierda.
- Te… te…
Un siseo lo calla y se desmorona, aún con un poco de conciencia.
Siente unos labios junto a los suyos y ya no le importa quién es, sólo corresponde hasta donde le alcanza la fuerza.
Pasan unos segundos y jura que es él, lo puede sentir.
- Yo también.
Cuando ya no escucha nada (ni el barullo médico, ni los lloridos) abre los ojos.
Ambos, él y Yamamoto, tienen quince años y están en un autobús escolar, compartiendo un último y primer roce.
Su último y primer beso.
No sabe qué hacer. Sus quince años y falta de juicio le impiden actuar.
No hay propósito sexual, no hay fuerza.
Simplemente lo disfruta.
Hoy Gokudera sabe que tiene el poder de arreglar las cosas y lo abraza.
Yamamoto lo sujeta con fuerza, como para no soltarlo nunca.
Gokudera cierra los ojos y ya no se acuerda de nada.
I don't care if it hurts, I want to have control. I want a perfect body, I want a perfect soul. I want you to notice, when I'm not around. You're so very special, I wish I was special.
No me importa si duele, quiero tener control. Quiero un cuerpo perfecto, quiero un alma perfecta. Quiero que te des cuenta cuando no estoy. Eres muy especial. Desearía ser especial.
FIN!
Al fin! *baila* LAME. Ya se acabó, es todo. Nada de Conti, plz. Quiero publicar siempre que tengo mierdas de tarea Y SÍ, tengo que escribir TRES ensayos. LOL ¿qué les pareció? Angsty y lame? LOL, lo sé. Lo escribí durante las vacaciones. MUCHÍSIMAS GRACIAS a Zelfa (en mi profile está su cuenta para que la lean), que lo leyó todo y corrigió, LOLS. Y a todas las que dejaron/dejarán comment. 3. D| DDDDDDDD: LOL el cap pasado olvidé agradecer a ohphooey. LULS.