Espera

(Bella)

Me despertaron los rayos de sol que traspasaban la cortina medio abierta. Me apreté más contra la suave superficie en la que estaba recostada y aspire el dulce aroma de Edward, probablemente producto de mi imaginación. Quizás aún soñaba.

Con los ojos aún cerrados fui recontando la noche anterior, un casi beso con Edward e invitarlo a entrar a mi casa. Nada mal, me dije sonriendo.

Nada mal.

Fue entonces cuando abrí los ojos, y más que un balde de agua fría, me despertó la onda eléctrica que recorrió mi cuerpo cuando me vi sobre Edward. No pude evitar sonrojarme y tensarme abruptamente mientras comprobaba que si traía ropa puesta. Muy, pero muy en el fondo de mi, algo que jamás admitiría, me decepciono estar vestida.

Hice memoria y recordé cada detalle, hasta que me quedará dormida en medio del Titanic. ¿Cómo pude haberme quedado dormida con Edward al lado de mi? Tan, pero tan cerca...

Como acto reflejo, me apreté más contra Edward, cayendo en la cuenta de que si estábamos muy cerca. Me sonrojé de nuevo. ¿Qué estaría pesando él?.

− Edward− susurre levantando la cara solo un poquito, para comprobar que seguía dormido.

Algo me hizo pensar que era extraño verlo dormir. Un tipo de déjà vu invertido que me conmovió.

Mi corazón latió más rápido, mientras la proximidad de su rostro perfecto hacía estragos en mi concentración. La intensa luz de la mañana daba a su rostro un tono exquisito, la suavidad de sus parpados cerrados llamaban a ser tocados y sus rosados labios carnosos invitaban a besarlo.

Casi como la noche anterior, sentía unas angustiosas ansias de tocarlo, necesitaba hacerlo.

Aún sobre él, en una posición más cómoda de la que me levante, acaricie su frente lisa bajando mis dedos por el puente de su nariz recta. Acaricie los bordes de su mandíbula y seguí el ovalo de sus pómulos. Después coloqué mis manos ambos lados de su rostro y me entretuve especialmente mirando sus parpados, sin atreverme a tocarlos por si acaso lo despertaba. Cuando llegué a sus labios, supe lo que iba a hacer y lo que desde un principio no habría podido evitar.

Iba a besarlo.

Solo el pensamiento, causo tal alboroto a mi ya sobrecargado corazón, que pensé que se podría despertar, pero ¿No era mejor arrepentirse por algo que hiciste a algo que dejaste de hacer?

Me incline los pocos centímetros que nos separaban y roce sus suaves labios con los míos.

La sensación no podría explicarla con palabras, pero algo en mi jalo hacía la tristeza ya que él seguía dormido...

Quise más, quise hacer mucho más que eso. No supe como tuve la disposición de levantarme y arrodillarme junto al mueble, contener mis ansiosas manos y quedarme observándolo. Deseaba que, algún día, quizás, él seria el que me besara a mí.

Después de un rato en mi silenciosa contemplación, escuche los pesados pasos de mi hermano bajando por las escaleras. Creo que hasta me dolió despegar la mirada del rostro perfecto de Edward para ver a Emmett entrar por la puerta.

No pareció sorprendido de verlo al ver a su mejor amigo dormido en nuestro sillón.

Lentamente, la sonrisa burlona de Emmett se extendió por su rostro.

− Dormían tan placidamente que me dio pena despertarlos cuando llegué.

− Pero llegaste, ¿No?− contraataque para que mi sonrojo no se notara− No te debió de ir muy bien con Rosalie.

Los ojitos negros de mi hermano brillaron.

− Me fue perfecto, pero hay cosas que se deben de dejar para la segunda cita.

Rodee los ojos y me pare del suelo, tenía las rodillas adormecidas y probablemente rojas.

− ¿Desde cuando esperas a la segunda cita?

− Desde que una chica realmente me importa, por cierto, hoy será la segunda cita, no me esperes en casa.

Puse los ojos en blanco.

− ¿Sabe Rosalie que estas en la preparatoria?

− Por supuesto, tampoco le importa mucho...

Riendo, camino hasta la cocina.

− Usa protección− murmure mirando mis uñas. No era raro escuchar a Emmett hacer comentarios sobre el sexo así como del clima, pero como su tutora tenía que hacer que fuera por los menos más responsable, aunque sin duda, el tenía muchísima más experiencia que yo.

− Lo mismo para ti, hermanita.

Me sonrojé furiosamente al ver a Edward dormir como un querubín mil veces más hermoso.

− No lleves tus bóxers de Bob Esponja.

Me dirigió una mirada asesina antes de desaparecer por la puerta de la cocina y me permití reír despacito para no despertar a Edward.

Me senté en uno de los sillones individuales, recogí mis piernas antes de rodearlas con los brazos y me quede observándolo dormir, con su rostro tan pacifico, fácilmente podría haber pasado por un niño. Sonreí para mí ¿Acaso no tenía suerte solo en esta pequeña fracción del día por estar viéndolo?

Ignore a Emmett con sus miraditas picaras y solo le pregunté a donde iba cuando lo vi salir de casa tan temprano un sábado, me respondió con un seco "a buscar trabajo" y yo lo comprendí de inmediato: probablemente se había dado cuenta de lo caprichosa que era Rosalie. Suspire al ver la seriedad de su rostro, seguro le afectaba más ser menor que ella y tener que estudiar muchísimo más de lo que aparentaba.

Cerro la puerta y me levante perezosamente para ir a asearme al baño, no quería que Edward pensara que tenia mala higiene. Me cepille los dientes y desenrede mi cabello enmarañado, estire los músculos de todo el cuerpo y cambie de ropa antes de volver a bajar. Cuando lo hice, Edward ya estaba despierto.

Me lamente no haberlo podido ver despertar.

− Buenos días, Bella− saludo riendo por lo bajo− creo que nos quedamos dormidos en tu sillón.

Yo le sonreí como respuesta.

Se levanto y estiro los brazos sobre su cabeza, mientras yo me quedaba como tonta observando lo perfecto de sus músculos. Definitivamente el tenía que ser él hijo perdido de afrodita, que superaba con creces la belleza de la madre.

− ¿Quieres desayunar?− pregunte con la poca compostura que me quedaba después de quedármele viendo casi con la boca abierta.

− Lo siento− dijo con una media sonrisa− pero hoy quede en ayudar a Carlisle en unas cosas del trabajo, además, ya he abusado mucho de tu hospitalidad.

− Que va− dije desilusionada− puedes venir cuando quieras.

Se dirigió hacía el perchero y descolgó su chaqueta, dije adiós con el pensamiento a la vista de sus torneados brazos perfectos. Se la coloco y volteo de nuevo, captando la tristeza en mi mirada.

− Bella, ¿iras a la fiesta de Rosalie?

Yo lo mire confundida, ¿de donde sacaba esas cosas? En lo último que yo pensaría en este momento seria la fiesta de ella.

− Este sábado, a las ocho...− añadió como diciéndoselo a un bebé.

− Eh, si... ¿Te han invitado?

Genial Bella, ahora creerá que eres una tonta, como por quinta vez.

− A toda mi familia.− contesto con una tona de diversión en la voz− Alice no habla de otra cosa.

Oh valla, ya casi ni recordaba que eran hermanos. Eran tan diferentes... y había sido tremendamente fácil asimilar ese inusual hecho. Seguro que Edward tendría algún vicio oculto, como el de Alice por las compras.

− En fin, te paso buscando a un cuarto para las ocho, y esta vez no será como tu chofer ¿si?

¿Acaso era una cita? La piel se me puso de gallina y mi corazón retumbo más fuerte. Asentí como una tonta, anonadada por la tranquilidad de sus palabras y facilidad de expresión.

Le abrí la puerta y beso mi mejilla antes de irse, dejando un rastro cálido allí donde sus labios me habían tocado. Me recosté contra la pared cuando cerré la puerta intentado calmar mis sentidos y en vez de llevarme la mano a la mejilla, roce con la yema de los dedos mis labios que antes habían rozado los de él.

Escuche un gemido bajo que venia del suelo y vi entrar a Luke (el nuevo nombre del gran danés de mi hermano) mirándome con sus ojitos apagados. ¿Dónde había estado todo este tiempo?

− Hola muchachote− salude rascándole la cabeza.

Él volvió a gemir. ¿Por qué me parecía una pregunta?

− Estoy bien, pero definitivamente, Edward me vuelve loca.

Froto su cabeza en mi pierna y me parecía que sonreía cuando saco su lengua morada.

Si, estaba loca si pensaba que el perro me entendía.

...

La semana paso volando, porque todo el tiempo que pasaba con Edward era como comparar horas con minutos. Nos encerrábamos en nuestra pequeña burbuja privada (que casualmente era plateada con cuatro ruedas) y hasta que Ángela no golpeaba el vidrio de copiloto no salía para entrar a clases de la universidad. Cuando le pregunte a Edward acerca de sus clases, me dijo que tenía tiempo de sobra para llegar al colegio e incluso estudiar antes de entrar a clases y yo no le volví a insistir para que le pusiera más ánimos al colegio, Emmett me había dicho que Edward andaba muy distraído y que varios profesores le habían preguntado si andaba en algo raro. Me liberaba de los sentimientos de culpabilidad al verlo recostado a su auto cuando las clases terminaban esperándome solo a mi. Le había presentado a Angela y a Jasper e incluso Edward había ido a cenar con nosotros en algunas ocasiones; las ocasiones en que él no cenaba con nosotros, yo tampoco lo hacía, ya que probablemente me iba con él y Angela y Jasper nos despedían divertidos. Me regodeaba de la satisfacción de que Edward encajara tan bien en mi mundo y yo en el suyo, ya que había frecuentado más su casa que con Alice de amiga y sin embargo... No había nada.

Nada de nada.

Y con nada me refiero a que Edward no había intentado besarme de nuevo ni mucho menos otra cosa.

Cuando había suspirado en su auto un día que me llevaba de regreso a mi casa y me pregunto imperiosamente que me pasaba, casi estuve a punto de gritarle un "¿¡Por qué demonios no me besas!?", pero mi naturaleza cobarde era más fuerte y este pensamiento se evaporo más rápido de lo que respondí un simple "nada"

Disfrutaba mucho de estar con él, y aunque me parecía un abuso que me llevara hasta al trabajo, no tenía intenciones de buscar la pick-up muy pronto.

− Has estado muy silenciosa− Dijo Edward sacándome de mis cavilaciones el sábado en la mañana. Si no hubiese sido porque Edward iba a buscarme, seguramente se me habría olvidado que hoy era la dichosa fiesta de Rosalie.

− No tengo muchas ganas de someterme al maquillaje de Alice− confesé bromeando, pero absolutamente en serio. El pequeño monstruo de mi mejor amiga iría ese mismo día a mi casa para ponerme "bella", según ella, yo no podría combinar ni mi maquillaje con el vestido, pero si no usaba maquillaje me ahorraba el problema; cosa que ella consideraba peor.

Él rio divertido y su risa hizo estragos en mi mente.

− Eh...− intenté empezar una oración, pero preferí quedarme viendo el perfil de su rostro pálido. Supongo que el ya estaba acostumbrado a cosas como esa, pero en mis delirios, me preguntaba si el no se daba cuenta de mi tonta aptitud de chica enamorada al lado de él o simplemente lo ignoraba a propósito. Me entristecía mucho sentirme tan en el limbo, sin saber hacía a cual lado íbamos o peor: si el pensaba en rechazarme y solo hacia esto por compromiso.

− Y de nuevo el suspiro...− susurro Edward, más con él que conmigo.

Yo ni siquiera me había fijado en que lo había vuelto a hacer.

Llegamos a mi casa en ese momento, y como siempre, me compungí ante la idea de dejar de verlo, aunque fuera por solo unas horas.

− ¿A las ocho?− confirme resignada.

− A un cuarto para las ocho− corrigió Edward con una sonrisa que me paralizo la mano en la manija.

A veces podía parecer tan mayor...

− ¿Piensas bajarte o te saco yo mismo?− pregunto burlón.

A veces podía ser tan infantil...

No quise darle la oportunidad de que me sacara de verdad él mismo, ya que en su tono de voz esta clarísimo que pensaba sacarme en serio él mismo, así que jale la manilla y me baje de un salto.

− ¡Gracias!− chille un poquito más efusiva de lo que debía.

− Un placer, Srta. Swan.

Se quedo estacionado en frente de la casa hasta que entre a la seguridad de mi hogar y Luke me saludo sacudiendo su cola como un látigo. No hay que decir que tiro el perchero y la mesita con el teléfono, pero lo hizo. Después de arreglar el desastre que era habitual cada vez que alguien llegaba a la casa, mire por la ventana para ver el lugar vacío donde antes estaba en volvo.

Aún me quedaba suficiente tiempo para empezar a arreglarme, por lo que me deslice por la casa sin nada especial que hacer. Subí las escaleras seguida de Luke, que me perseguía todos lados como un zombie y me asome a la habitación de Emmett.

El traje de gala que usaría esta noche estaba sobre la cama, y sobre el tenía la invitación que había llegado el lunes después de su segunda cita. No tuve que preguntarle nada para que me revelara que había sido la mejor noche de su vida. Fui a mi cuarto a esperar que mi hermanito saliera de la ducha para entrar yo y mientras tanto, tome el gastado libro de Cumbres Borrascosas que ya había leído tantas veces.

Me acosté sobre mi cama y leí unas páginas antes de quedarme profundamente dormida.

Me despertó el timbre de la puerta antes de que mi hermano entrara toscamente por la puerta a despertarme. Me frote los ojos aun medio dormida y fui como un zombie a abrirle la puerta a Alice.

− ¿Qué demonios has estado haciendo? ¡Tienes los ojos rojos! −Chilló Alice cuando me vio, e inmediatamente me tomo por las manos y me jalo a mi habitación− Por favor, ayúdame un poco Bella, ¿¡No te has bañado!? ¡Pues corre a hacerlo! Aún tengo que ir a la casa de Rosalie a maquillarla, contrato a unas especialistas, pero ni ella ni yo confiamos mucho en ellas, asi que tengo que supervisarla y no puedo estar perdiendo mucho tiempo contigo haciéndote este favor ¿Qué no has salido a bañarte todavía? ¡Te dije que fueras corriendo!

Apenas asimile las palabras y ya ella me había tirado en el baño, cerrando la puerta con un portazo. Me desvestí a una velocidad normal y entre a la ducha a una velocidad normal también mientras Alice seguía parloteando desde afuera. Salí del baño en unos minutos. Me dio un poco de rabia que estuviera hablando de favores cuando yo no le había pedido ninguno y ella por voluntad propia había acudido a mi supuesta ayuda, pero no le dije nada y la deje ser feliz mientras me arreglaba el cabello y me maquillaba.

− Nada fuerte− murmure cuando empezó con su parte favorita: aplicarme la sombra.

− Te conozco lo suficiente como para saber maquillarte. Ahora soy una artista haciendo una obra de arte, así que quédate quieta.

Abrí y cerré los ojos cuando me lo indicaba e incluso hablamos de algunos temas sin importancia en el proceso, cuando termino, me coloco el espejo adelante con gesto de suficiencia.

− Vaya...− dije cuando una hermosa morena con el color de mis ojos me devolvió la mirada. Realmente era algo sencillo, con colores suaves y brillantes, pero me hacía ver mucho más bonita de lo que realmente era. El peinado me ayudaba, lo llevaba suelto, pero con algunos bucles cayendo ligeramente sobre los hombros.− como que de verdad es arte.

Ella río ante mi aceptación.

− A Edward le encantara.

Los colores se me subieron al rostro y Alice solo río un poco más.

− No te maquille lo suficiente como para ocultar tu rubor natural, podrás hacerlo toda la noche, ¿Sabes que a Edward le encanta que te sonrojes?

Si antes me había sonrojado, lo que tenía ahora era mucho más que un simple rubor.

− Deja de martirizar a mi hermanita y ven a ponerme la corbata, por favor− dijo Emmett sonriente entrado de repente a mi cuarto.

Las dos volteamos al mismo tiempo para encontrarnos con alguien que definitivamente no se parecía a mi hermano. Con el traje de gala puesto, parecía muchísimo más mayor, el gris oscuro de su traje le quedaba perfecto combinado con la corbata, de un tono más alegre.

− Valla− dijo ahora Alice, corriendo al auxilio de la corbata de Emmett− Luces genial.

Yo fruncí un poco el ceño.

− ¿De donde lo sacaste?

− Lo compre yo− anuncio hinchado de orgullo− Ya tengo trabajo, soy guardia de seguridad en una tienda del centro.

− ¿Por qué no me dijiste? ¡Eso es muy peligroso!

El sentimiento de orgullo se mezclaba con el de preocupación mientras me lo imaginaba en el uniforme azul.

− Que va, es un sitio muy tranquilo, y no se maneja mucho dinero...

− ¡Alégrate por él Bella!− dijo Alice riendo− arruinaras el maquillaje muy pronto.

− Felicidades, Em.

Me sonrío sinceramente y salio con su corbata puesta.

− ¿Cómo no puede ponerse una corbata?− murmuraba Alice mientras guardaba sus miles de estuches de maquillaje y peines− Edward se sabía poner una corbata a los 9 años... claro, tenía que obligarlo a escuchar mis clases... Bien, Bella, iré a la casa de Rosalie y allí me arreglare yo también ¡nos vemos! Debe faltar poco para que Edward llegué.

Me guiño un ojo y bajamos por las escaleras.

− Recuerda tener cuidado al colocarte el vestido, cualquier cosa i se te ocurra tocarte la cara, solo llámame y yo te voy diciendo que hacer... en fin, Bye bye amiga mía.

− Nos vemos, Alice− dije con una sonrisa.

Me sonrío como respuesta y salio como un relámpago y se metió en su porsche amarillo y desapareció tan rápido de mi vista que me mareo.

El día había sido lento. Muy lento. Y las ansias de volver a ver a Edward lo hacían más y más lento aún. Suspire. Subiendo a mi habitación para ponerme el bendito vestido, en las escaleras me encontré con Emmett de nuevo, que ya salía de la casa para hacer algunas cosas antes de la fiesta, cuando lo veía tan grandote, con su porte de caballero y mirada seria, me antojaba ponerme nostálgica de cuando yo sentía que debía protegerlo y no al revés. Lo despedí brevemente y me coloque (no sin dificultad) el pequeño pero decente vestido.

Gire varias veces en el espejo mientras reconocía en mi un nuevo sentimiento, o más bien deseo.

Quería que Edward me viera con lo arreglada y bonita que me sentía hoy y gustarle... pero primero, tenía que esperar a que se hicieran las ocho.

***

Ups ¡aquí volví! ¡GRAAAACIAS Por los reviews! no había recibido tanto por un capitulo y se que tarde bastante y el capitulo es más de relleno, me parece eterna la espera de que Bella y Edward al fin se besen o declaren o ¡pase algo! pero eso depende de lo rápido que escriba y del tamaño de mi motivación, jeje. U.U

¡Volveré pronto!

Besos, Barbie.