¤Fandom:One
Piece
¤Claim:
Smoker/Ace
¤Prompt:
Contrarios.
¤Advertencias:
Supongo que las insinuaciones y eso. PG-14, algo.
¤Palabras:
359
Lo gracioso e hilarante de la vida es que siempre te da bofetadas de las peores y más irónicas maneras posibles. Amar la diversión descontrolada le había traído muchos más gustos que disgustos a Ace, y cuando la situación parecía más peligrosa de lo necesario siempre podía contar con su intelecto para salir glorioso de ellas. Y cuando un aspaviento le hacía sentir peor de lo necesario, una buena comida y una noche de fiesta borraba cualquier rastro de disconformidad en su ser.
Entonces, el problema era que Ace no le hacía asco a nada. Más bien, ese no era el problema en sí, o al menos no totalmente. Disfrutar músculos definidos tanto como pieles de porcelana no era algo demasiado anormal (si es que lo era) en la época actual, y de todas formas había cosas mucho más importantes que los gustos personales. El problema en si era fijarse en algo alguien que gritaba peligro por todas partes, pero ejercía una fuerza de atracción como nunca antes la había sentido.
Fijarse en alguien de la marina no era un dilema mundial, ni tampoco algo catastrófico. Tener la imagen de cabellos grises, la anhelación de sentir solo un tipo de músculos contra los suyos, y el calor de extinguirse en un soplido junto al continuo pensamiento de derribar sus barreras era algo que lo asustaba, y eso era un acontecimiento garrafal. No el hecho de estar prevenido, era el hecho de que eso no bastara para contemplar las posibilidades y alejarse convenientemente lo que en verdad preocupaba al joven pirata. Así, justamente ahí radicaba el verdadero suplicio.
Ace deseaba como nada sentir esas manos sobre su cuerpo, anhelaba besarlo sin reparo alguno, palpar y memorizar cada rastro de esa piel, idealizaba sentirse extinguir bajo el peso de un cuerpo más grande que el suyo. Cuando las cosas se salieron de control, y en una serie de eventos imprevistos terminó contra lo que había deseado por tanto tiempo, su cuerpo encajando estúpidamente con el del otro hombre, sintió como todo se reducía a malo y bueno, a seguridad y peligro, todo resumido en solo una condenada persona. Sólo en una.