Círculo
Disclaimer: Todo es propiedad de J.K. Rowling y compañía.
Summary: Rose no sabe que pensar acerca de Scorpius. Y eso es malo, porque Rose siempre tiene una respuesta para todo. Scorpius… Scorpius tiene dinero para todo, excepto para comprar unos apellidos nuevos.
Círculo
Inquieto, mira el reloj en su muñeca. Pilstoy, por supuesto, 31.999 galeones, regalo de su abuelo, modelo de 1938. Se retrasa. Puede se haya entretenido con la redacción de Binns sobre tratados mágicos en el siglo XVIII. No obstante lo duda. La conoce bien. Quizás demasiado bien. A veces piensa lo raro que es que el esté allí, esperando con ansia que ella llegue. No como un adolescente enamorado, no eso no. Nunca. Pero sí deseando poder dejar caer la máscara que lleva puesta todo el día, y poder relajarse, sin tener que estar pendiente en todo momento de lo que dice y hace. Deseando estar con alguien que ve más allá de su apellido, su físico y sus millones. De alguien que le ama, aunque él no lo merezca.
Porque sí, Scorpius Malfoy nunca ha sido un santo con las personas, menos aun con las chicas y mejor no hablar de Weasleys sabelotodos, inteligentes e impertinentes. Con esas Weasleys especialmente ha dejado mucho que desear. Sobre todo con una. Rose Weasley. Intrépida, inteligente e intrigante. Sabelotodo, santurrona y sublime.
Los Malfoy no se enamoran, porque nunca pierden el control. Y enamorarse es perder el control. También llamado "un estado de enajenación mental transitoria".
Porque si Scorpius Malfoy hubiera podido elegir a quien amar no hubiera elegido a Rose Weasley, y de eso no hay ninguna duda. Por supuesto. En Hogwarts había muchas otras pretendientes satisfactorias. Por ejemplo, Lilian Robards, hija del ex-jefe de la oficina de aurores, y 2.5 millones de galeones.
Pero después de conocer a Rose Weasley, Scorpius Malfoy sabe perfectamente porque la ama, y esta seguro de que su amor no es casual. De que tiene unas razones muy bien cimentadas para amarla. Y es que Scorpius Malfoy esta orgulloso de no dejar ningún cabo suelto nunca.
Scorpius conoce perfectamente a Rose, sabe que es lo que anhela más profundamente y cuales son sus pesadillas más horribles. Scorpius sabe que Rose ha dudado mil veces de su amor, de la moralidad de sus acciones, de su futuro juntos y otras mil cuestiones como esas. Scorpius no. Scorpius es seguro, frío y calmado. Prepotente, poderoso y lógico. Scorpius es un Malfoy. Exactamente por eso sabe como comportarse en cada lugar y situación, que decir y que no hacer. Exactamente por eso no tiene dudas acerca de su futuro. El suyo. El de los dos. Sabe perfectamente que es lo que tiene que hacer para que su relación siga adelante. Sabe que tendrá que enumerar pacientemente a su familia las ventajas políticas y sociales que el matrimonio con Rose Weasley conllevará. Y lo hará. Sin ningún remordimiento; al fin y al cabo, es un Slytherin.
Solo espera que eso no llegue a oídos de Rose. Se pondría como un basilisco. Ella nunca permitiría que los demás pensaran que su relación tenía ningún interés a parte de amoroso. Demasiado Gryffindoriana. Él, todo lo contrario. Mientras ella empuñase la bandera de su amor y se llevase por delante a todos los del clan Weasley que se opusiesen, él convencería y manipularía sutilmente a todos los de su entorno, alegando diferentes beneficios.
Quizás allí este el quid. Ella es una Gryffindor. Valiente, justa y noble. Él un Slytherin. Astuto, frío y manipulador. Gryffindor. Slytherin. Son lo contrario. Lo opuesto. El Némesis.
Tal vez por eso se atraigan. Duramente. Desesperadamente. Él nunca lo deja traslucir, por supuesto. Pero eso no significa que su atracción no sea constante. Y molesta. Sobre todo molesta. Cuando un Malfoy quiere algo, lo coge. Y punto. Sin embargo el no puede hacer eso. Cuando sus labios le pican, en vez de besarla tiene que soltarle algún comentario ofensivo y mordérselos. Cuando la piel le quema, la mira, una mirada insinuante, incitante y se aguanta las ganas de abrazarla. No es que los Malfoy sean especialmente efusivos. Pero le gustaría gritar a los cuatro vientos que es suya. Que solo él tiene derecho a mirarla, besarla y tocarla. Pero no puede. Y se muerde la lengua. Y aprieta los nudillos. Pero todo sigue igual.
No obstante cambiará. De eso esta seguro. Pronto además. Ella será suya. Legítimamente, se entiende. Y todos lo sabrán.
Él recuerda el principio de todo aquello. El beso que los marcó. Mojado y húmedo. Dado en un pasillo oscuro. A escondidas. Rápido y corto. Siguiendo un impulso. Pero lo cierto es que fue diferente. Y los marcó. A fuego. A brasa caliente. Y después le siguieron otros. Como los anteriores. No eran los mejores besos que Scorpius había tenido. Pero eran diferentes. Había un cosquilleo indescriptible en sus manos. La piel les abrasaba. Los labios les escocían. Y el corazón les temblaba. Le eran completamente extraños. En cada uno de sus besos había impregnada una huella de lo furtivo, de lo indecente, de lo indebido. De lo prohibido. Y entonces Scorpius quiso demostrar que no había nada ilícito para él. Que el podía tener cualquier cosa que quisiera. Que resolvería el misterio que aquello le planteaba. Que en algún momento sus besos le hastiarían, y sus caricias le provocarían rechazo. Pero no lo hicieron. Seguían estando prohibidos. Y sus miradas seguían siendo acariciadoramente provocativas. Y luego Scorpius se descubrió anhelando algo más. Algo más que no fueran encuentros furtivos en aulas desiertas, en pasillos oscuros y en armarios destartalados. En apasionados debates sobre literatura muggle y mágica. En extenuantes partidas de ajedrez. En diversas discusiones sobre los derechos de las criaturas mágicas. Y su deseo se convirtió en realidad. Sus encuentros ya no se limitaban a besos abrumadores y jadeos entrecortados. No. Descubrió que se podía mantener una conversación interesante con Rose. Que su risa era deliciosa. Y de repente todo le recordaba a Rose. Cada rayo de luz. Cada rosa roja. Y no había horas suficientes para todo lo que tenían que hacer o decir. Y lo suyo se convirtió en necesidad. Cada hora separados era una hora pérdida. Una insoportable agonía. Una inexorable condena. Y cuando se quiso dar cuenta, amaba a Rose más de lo que cualquier Slytherin debería amar nada. Y sorprendentemente ella le correspondía. Y lo suyo no era ya puro y simple deseo. Desarrollaron una amistad, profunda e instructiva. Y Scorpius se dio cuenta que lo suyo tenía todos los ingredientes para ser amor.
Él la amaba. De una manera posesiva y despiadada. Quizás morbosamente. Pero la amaba. Y eso era suficiente. Por ahora. Por eso necesitaba que ella fuese su esposa. Y lo sería. No albergaba ninguna duda acerca de aquello. Todo el mundo sabría que ella era suya, Rose Malfoy. Ya no eran unos niños. Tenían edad suficiente para saber lo que querían en la vida. Aunque claro, Scorpius siempre había tenido muy claro lo que quería. Siempre. Siempre quiso a Rose. La seguía queriendo y la querría también en el futuro.
Él se daba cuenta de lo inverosímil de la situación. Un Malfoy, seguro, calmado, frío, orgulloso y astuto, no podía haberse enamorado de una Weasley, pelirroja (aunque a veces, su pelo, tan rojo oscuro, parecía castaño), inocente, correcta, y ratón de biblioteca. Aunque la verdad, Rose Weasley no sería por mucho tiempo más una Weasley. Él pensaba convertirla cuanto antes en una Malfoy.
Está enfadado. No le hace falta mirar el maldito reloj para saber que se retrasa más de treinta minutos. No va a venir. Pues, bien, él irá a buscarla entonces. Nadie deja a un Malfoy plantado. Absolutamente nadie.
Es consciente de que el silencio imperante es únicamente roto por el ruido de sus pasos. Sabe que nadie, ni el próximo Premio Anual, debería andar a esas horas por pasillos oscuros. Le da igual. No le van a pillar. Y por fin ha llegado al final del pasillo. Se le presenta una bifurcación. No duda, a la derecha. Rumbo a la biblioteca.
El camino, ya de por sí largo, se le hace interminable. Baja escaleras de caracol, recorre pasillos interminables y utiliza algún que otro atajo. Mira su reloj. Son las tres. Puede que Rose no se encuentre ya en la biblioteca. Debería dejarlo para otro día. Está cansado. Pues no lo hará. Aunque tenga que colarse en la torre de los leones. Va a coger lo que le pertenece. Él nunca perdona sus deudas.
Por fin llega a la biblioteca. No se ha equivocado. Ella está allí. Su cabello, cobrizo a la luz de las velas, se refleja en el cristal de las vidrieras. Silenciosamente, entra en la biblioteca y avanza unos pasos. Ella no se ha dado cuenta de su presencia. Está sumergida en sus pensamientos. Mejor. Él se queda mirándola, fijamente. De repente, ella hace un imperceptible movimiento con la cabeza. Ha notado su presencia. Pero no lo mira. Se enfurece. ¡Nadie tiene derecho a ignorarlo! Decide esperar un poco. No hay resultado.
-Rose- La llama. Hoy está impaciente. Enfadado. Y furioso. Nadie tiene derecho a ignorarle de ese modo. Y mucho menos ella. ¿Quiere jugar? Pues bien, jugarán.
-Rose- Vuelve a llamarla. Su voz, ahora susurrante y peligrosamente acariciadora, nunca deja a nadie indiferente. Y ella no es una excepción. No la volverá a llamar otra vez. Dos ya son suficientes. Más vale que ella le haga caso.
Decide esperar, solo un poco más. Y, sí, su instinto no le ha fallado, ella se ha levantado y le está mirando. ¡Le está mirando!. Todavía tiene la osadía de mirarlo así. Pues que se prepare. Su mirada se clava en la suya. Se deleita y se regodea. Y sabe que ella lo sabe. Y la mira. Y arrasa con todo lo que encuentra. Se lleva por delante todo lo que en medio está. Camisa, falda, piel, arteria, carne. Hasta que solo quedan ellos dos, puros, sin diluir, solos, encantados.
Y Scorpius ya no es consciente de lo que hace. Todo abrasa, quema y arde. Agoniza en llamas. Se retuerce en brasas. Se carboniza en fuego. Solo espera que ella sienta lo mismo con la misma intensidad. Llore, ame, sufra, desee, anhele, igual que él. Hasta que todo se difumine. Rojo, frío. Calor, negro. Labios, piel. Cosquillas, anhelo. Escalofríos, aspereza.
El cosquilleo en sus manos le devuelve a la realidad. Ella le está mirando, con esa mezcla de tozudez y fragilidad, de inocencia y seducción, de bondad e inteligencia, que hizo que su muro de escarcha se derritiera. Pero, aunque sus ojos brillen, hay algo que los traiciona. Ella ha estado pensando, replanteándose todo. Dudando. Y eso le molesta. ¡Él nunca ha dudado de ella! Nunca se ha echado para atrás. Desde que sus alientos se cruzaron nunca ha imaginado su vida sin ella. Sí, vale que al principio lo único que necesitase de ella fueran sus besos, pero aquello cambio. E incluso entonces la necesitaba. Ella era el desprecio y la pasión, la curiosidad y lo indebido, el amor y el odio, el desaliento y la esperanza. Ella era todo, excepto indiferencia. Ella le mira. Y le vuelve a mirar, como si a la vez fuese su salvación y su condena. Quizás sea así.
La tensión es palpable en el ambiente. Está seguro de que no haría falta un cuchillo para poder cortarla. Y la situación no le gusta. No sabe como, pero, de repente, está en situación de desventaja, obnubilado por su presencia. El silencio se hace ya pesado. Y decide hablar:
- No has venido a nuestra cita – Son seis palabras pronunciadas en voz baja, pero obtienen el resultado deseado. Rose le mira y le suplica, y él, interiormente, se felicita y se regodea, porque él no va a ceder.
Y un escalofrío de expectación recorre su piel. Y cuando Rose, aún con su expresión suplicante, le mantiene la mirada y se sonroja, el detonante estalla. Tres pasos bastan para posar las yemas de sus dedos en su muñeca. Y sus brazos, como si tuvieran vida propia, rodean su cintura. Y, desde esa postura, Scorpius percibe el perfume floral que desprende su pelo, rosas y jazmín. Aspira y el perfume, bastante tóxico, le llega a la cabeza y confunde a su cerebro. Porque, claro, el perfume es el principal culpable de que esté mordiendo el lóbulo de su oreja. De que su mano izquierda jugueteé con su pelo y que la otra, la derecha, vaya bajando acariciadoramente por su espalda. Sin embargo, no toca sus labios. Esos, de momento, pueden esperar. Sus labios van bajando de su oreja a su cuello. Aunque pronto hacen el mismo recorrido a la inversa.
- De todas maneras, ahora hay tiempo para expiarse- Susurra. Su voz satisfecha, tiene un toque malicioso e irónico. Nunca tendrán el suficiente tiempo para expiarse, nunca querrán realmente, porque ambos mentirían si se prodigasen en penitencia. ¿Penitencia? Já. Para la penitencia es indispensable el arrepentimiento. Y Scorpius, puede jurarlo, nunca se arrepentirá de eso. Porque se ha quedado con la bruja buena. La equivalente femenina de Godric Gryffindor. La hermana perdida secreta de Rowena Ravenclaw. La prima lejana de Helga Hufflepuff. En versión alta, guapa y Weasley, claro.
Y cuando Scorpius ya no distingue el color de su pelo ni de sus ojos y, por más que lo intente, no oye el "tic tac" de su reloj, sabe que es momento de besarla. ¡Por fin! Las décimas de segundo que sus labios suben desde la clavícula hasta la boca de Rose se le hacen interminables. Sus labios chocan y se devoran, fuego puro que espera a ser calmado. Los brazos de Scorpius ciñen la cintura de Rose, que parece a punto de caerse. Las manos de Rose revuelven el pelo de Scorpius. Mientras tanto, la euforia y exaltación del primer momento del beso ya están calmadas, y Scorpius paladea con tranquilidad el beso.
Scorpius no tiene palabras para describir los besos de Rose. A veces tiernos y dulces. Otras, pasionales e intensos. Pero siempre dedicados, como si ese beso y él fueran lo único importante del momento.
Y le gusta, porque sabe que sus besos y ellos serán lo único importante del presente y del futuro.
Nota de Autora: Primero de todo, pedir perdón por el retraso, aunque no haya podido evitarlo. Con el lío del ciclón me he pasado sin luz todo un fin de semana. Además, en un primer momento, tenía intención de dejar el fic como un ONE-SHOT pero luego me vino la inspiración y me puse a escribir. Escribir esto me ha resultado más difícil de lo previsto, porque he tenido bastantes bloqueos. Pero bueno, aquí está y he intentado hacerlo lo mejor que he podido.
Respecto la personalidad de Scorpius, no estoy segura de que es lo que el texto transmite, aunque espero que se note que está bastante enfadado e indignado por la ausencia de Rose. A pesar de ello sigue siendo frío, calmado, orgulloso, posesivo y misterioso. Eso no quita que no pueda ser romántico y tierno, pero solo en la situación correcta.
Al final de todo, he decidido hacer la misma escena, pero desde el punto de vista de Scorpius. He puesto muchos esfuerzos en intentar reflejar la necesidad que siente hacia Rose, la marcada posesividad (de ahí viene esa casi obsesión por casarse con Rose) y he intentado contar la historia de cómo se enamoraron.
Y bueno, este fic aquí se ha terminado, aunque no descarto hacer más fics de Rose y Scorpius (probablemente una serie de viñetas y, puede que cerca del verano: junio, julio, agosto, haga un fic largo de estos dos) de momento tengo otros proyectos más cercanos, de los que pronto tendréis noticias.
Muchas gracias por leer hasta aquí y aún más por dejar review.
"Una review al año, no hace daño" "Y más de una tampoco"
Islian
P.D: Rectifico, estoy segura de que voy hacer más de Rose/Scorpius, porque esa pareja me encanta.