Los personajes de esa historia pertenecen a Rumiko Takahashi

Exámenes

La peliazul estaba sentada en uno de los taburetes de la cocina. Se había levantado la primera y ahora se encontraba desayunando. Aunque de momento, en vez de comer, se dedicaba a mirar absorta el bol de cereales que tenía enfrente. Akane Tendo aún no estaba despierta del todo. Estaba sumida en aquel delicioso estado entre el subconsciente y la realidad, en el que una se da cuenta de algunas cosas, pero no de muchas.

Los minutos pasaban sin pausa pero sin prisa, y entre bostezo y bostezo, la chica jugueteaba con la cuchara y los copos de trigo, que estaban ligeramente ablandecidos por culpa de la leche. Las pupilas color caramelo de Akane estaban fijas en el microcosmos del bol de cereales. No le interesaba nada más que eso. No había nada más atrayente para la peliazul que recrearse en los flakes dorados, y en como las diminutas virutas de chocolate negro que había alrededor empezaban a teñir la leche.

Habían pasado varias semanas desde que Ranma y ella habían tenido aquella bronca tan monumental el día de Nochebuena, aunque después lo habían arreglado todo. La peliazul sintió como su columna vertebral era recorrida por un placentero escalofrío al recordar el baile con Ranma. También rememoró las cosas tan bonitas que él le había dicho, y se sonrojó furiosamente al pensar en el 'me gustas tal y como eres'. ¿Significaba esto que él sentía algo por ella? El corazón de la peliazul empezó a bombear sangre más rápido al llegar a esa conclusión. Si eso era así... ¿Qué había visto en ella? Akane se consideraba del montón, pensaba que su cara no era horrorosa, pero tampoco nada del otro mundo. Sin embargo, sobre su cuerpo ya no opinaba lo mismo. La chica bajó la mirada hacia su busto, y se acarició un pecho suavemente por encima del sostén. "Si no fuera tan plana... Entonces podría intentar seducirlo... Aunque él dijo que le gustaba así. ¿Será que le agradan las chicas con poco pecho?". No del todo convencida con aquella conclusión, la chica siguió analizando su cuerpo. Examinó su cintura y sus caderas, luego sus piernas, una de las partes que más le gustaban de si misma.

Pero Akane cometía un error: se fijaba sólo en su físico, sin tener en cuenta que quizás le gustaba a Ranma por su carácter tan especial, por su forma de ser, por sus manías... No todo es el aspecto, una parte muy importante del ser humano es el interior. ¿De qué sirve ser una belleza despampanante, si luego no tienes ningún valor como persona? ¿No es mejor ser normalilla físicamente, pero tener un carácter risueño, alegre, y ser amable y cariñosa?

Tan absorta estaba en sus cosas que Akane no se dio cuenta de que alguien llegó a la cocina. Era Hiyori. La castaña se acercó con sigilo al taburete donde estaba sentada la peliazul, y le dio un golpecito en el hombro que provocó que Akane se sobresaltara levemente.

- ¡Akane! ¿Qué haces aquí, tan embobada con el bol de cereales?

- Hi... Hiyori... – murmuró una sorprendida Akane.

- Sí, soy Hiyori, jajaja – la hermana de Rin no podía estar de mejor humor - ¿Qué tal? ¿Has dormido bien?

- Sí, sí.

Ante la atenta mirada de la peliazul, la recién llegada abrió la nevera mientras bostezaba, y sacó un brick de zumo de naranja. Luego se sirvió un vaso del dulce líquido y lo dejó encima de la encimera de la cocina. Seguidamente, cogió dos rebanadas de pan de molde y las metió en la tostadora. Mientras esperaba que se tostaran, abrió un armario y cogió un bote de mermelada de melocotón.

- Desayuno occidental, jejeje – dijo Hiyori mientras sacaba las tostadas, que estaban recién hechas y aún humeaban – ¡Caray! ¡Como queman! – se quejó. Luego se sentó en el otro taburete, al lado de Akane.

- ¿Te has hecho daño?

- Nah, nah, no te preocupes – la tranquilizó, mientras untaba la mermelada en una cara de las tostadas con la ayuda de un cuchillo – Y bien, Akane... ¿Cómo se presenta el domingo? – preguntó contenta, para después morder una de las tostadas y saborearla.

- Pues... Me toca estudiar... Todo el día – dijo la peliazul, desanimada – La semana que viene empiezan los exámenes – espetó con desgana.

- ¿Cómo los llevas?

- Supongo que bien...

- Te pasaste la Navidad estudiando, seguro que apruebas con sobresalientes – intentó animarla Hiyori.

- No creas... He perdido mucho tiempo con tonterías – murmuró Akane, preocupada – Por ejemplo esa vez...

- ¿Cuándo?

- En Nochebuena, cuando estaba en casa cuidando de Rin... En vez de ponerme a estudiar, estuve viendo El Rey León con ella – después de admitir eso, la peliazul lanzó un suspiro.

- No pasa nada por no estudiar un día, Akane...

- ¡Para mí sí que pasa! Yo no quiero sacarme la carrera como la gente normal, Hiyori – espetó la chica, levantándose del taburete bruscamente, ante la mirada de sorpresa de la castaña – Quiero sacármela con matrícula de honor, para así poder conseguir una beca y estudiar un doctorado en el extranjero, y luego tener un futuro en la investigación...

- Aún te quedan unos años antes de terminar los estudios, puedes tomártelo con calma.

- No, no puedo hacerlo... No puedo hacerlo si quiero llegar a ser alguien en esta vida – sentenció la peliazul, mirando el suelo con una mirada decidida.

- ¿Y qué pasaría si en vez de ser ese 'alguien' fueras solamente una persona normal?

- Pues que mi vida sería un fracaso, Hiyori.

- ¿A qué viene eso?

- Mírame: mi cara es del montón, no tengo casi pecho y mi piel es pálida.

- El físico y el cuerpo no lo son todo.

- Vale, vale – Akane dio la razón a la castaña – Pues analicemos mi carácter. Soy una maldita antisocial, apenas tengo amigos. No sé qué pasa conmigo, pero la gente huye de mí... Y según Rin soy una borde...

- Bah, no hagas caso a lo que dice ella, al fin y al cabo es una niña pequeña... – haciendo un aspaviento con la mano, Hiyori intentó quitarle hierro al asunto – Yo no creo que seas tan rara y horrible, Akane.

- ¿No? Pues eres de las pocas.

- Ranma tampoco lo piensa – dijo Hiyori de forma sutil. Si la opinión era del chico de la trenza, seguro que Akane la tendría más en cuenta. Al oír aquello, la peliazul, que estaba comiendo sus cereales, la miró, sorprendida.

- No me hables de Ranma, ya tengo demasiados dolores de cabeza por su culpa.

- ¿Por?

- Porque... Porque no sé si lo que dice lo dice en serio, o no, o si lo dice porque le doy pena, porque le perdone, porque se compadece de mí... – Akane empezó a hablar atropelladamente, sin darse cuenta de que lo que decía carecía de sentido y que ni ella misma se entendía.

- Chica, estás hecha un lío – dijo la castaña después de beber un poco del zumo – Mira, yo creo que Ranma habla en serio.

- Tú... ¿Tú crees? – preguntó Akane esperanzada, con un gracioso sonrojo cubriéndole las mejillas, mientras pensaba en aquel 'Me gustas tal y como eres'.

- Pero no te sonrojes, mujer... Ah, ya sé porque lo haces. Ha pasado algo entre vosotros y yo no me he enterado, ¿Verdad?

- ¡No!

- ¿No? Anda ya, Akane, no disimules conmigo que te conozco... ¡Si eres como un libro abierto para mí! ¡No puedes esconderme tus secretos, mujer!

- ¡Te digo que no!

- Ya, ya... – ironizó Hiyori, moviendo las cejas graciosamente.

- Eh, bueno, como iba diciéndote antes... – Akane, desesperada, intentó cambiar de tema y finalizar la conversación – Como mi físico y mi carácter son horribles, sólo me queda aferrarme a mis estudios para subir un poco mi autoestima – hablaba atropelladamente mientras apuraba su bol de cereales – ¡Ya estoy, me voy a estudiar!

- Jajaja ¡Eres una pésima mentirosa! – gritó Hiyori, divertida.

- ¡Es verdad! No ha pasado nada entre nosotros... – Akane omitió todos los detalles sobre el romántico baile de Nochebuena, o la disculpa de Ranma.

- ¿Y a qué vienen estos nervios?

- ¡A nada! – dijo la peliazul, dirigiéndose rápidamente a la salida de la cocina.

- ¡No se te da nada bien el teatro, Akane! ¡Y si mientes te crecerá la nariz, como a Pinocho! – Hiyori lo pasaba en grande mientras se cachondeaba de la pobre Akane, cuyo sonrojo crecía por momentos.

- ¡Que no miento! – como Akane estaba más pendiente de Hiyori que de por dónde iban sus pies, no pudo evitar darse de bruces con un torso masculino – ¡Agh!

- ¿Estás bien? – preguntó preocupado un recién llegado Ranma, cogiendo a la pequeña chica por los hombros - ¿Te has hecho daño? Siento que te hayas chocado conmigo, debería haber mirado por donde iba, y...

- ¡No pasa nada, no te preocupes, estoy bien! – Ranma la miró, desconcertado – ¡Yo me voy! – espetó nerviosa y sonrojada al máximo. Huyó de la cocina y se encerró en su habitación tan rápido como pudo.

- ¿Qué le pasa? – preguntó Ranma al llegar al lado de Hiyori, sentándose en el taburete que Akane había ocupado antes.

- Nada, que se preocupa por tonterías, jajaja.

A pesar de que no entendía lo que pasaba ahí, el ojiazul se dispuso a desayunar. Al ver el desayuno occidental de Hiyori, decidió copiarla. Cogió las rebanadas de pan de molde y las metió en la tostadora, luego cogió el bote de mermelada. Necesitaba un desayuno completo y lleno de energía, pues le esperaba un pesado domingo de estudio. Faltaban pocos días para los temidos exámenes de Enero...

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- Bueno, vamos a ver – dijo Akane con decisión – Libro, ok. Apuntes, ok. Calculadora, ok. Bolígrafo... También ok. Cuartillas para hacer cálculos...

Después de repasar que todo estaba en su sitio, la peliazul se dispuso a estudiar. Eran las 10 de la mañana. Por delante, muchísimas horas de trabajo y esfuerzo. Pero ella sabía que valía la pena estudiar, que más adelante recogería los frutos de su trabajo. Saldría de los exámenes contenta y sabiendo que todo (o casi todo) lo que había escrito era correcto. Y más adelante recibiría la nota, que sería buena, como siempre. Los profesores la felicitarían orgullosos, y quizá, más adelante, alguno le ofrecería una beca, o la posibilidad de hacer prácticas en algún sitio, o de desarrollar un proyecto en una universidad de Europa o Estados Unidos. En Oxford, en Cambridge, en Harvard...

- Mmmm... Basta ya de soñar, Akane, mejor concéntrate en lo que lees. Ya has perdido demasiado tiempo como para dedicarte a pensar en tonterías – se dijo a si misma. Akane sabía que ella era buena estudiante, no en vano recibía elogios de sus maestros a menudo. Sin embargo, también era consciente de que no podía pasarse su vida de estudiante aspirando al Nobel, porque si no lo conseguía, algo más que probable, se desilusionaría muchísimo.

Conseguir un premio Nobel o algo por el estilo es algo extremadamente difícil, hay que ser muy bueno para hacerlo. Es por eso que la peliazul decidió marcarse objetivos asequibles, tales como aprobar con nota los exámenes que tenía en pocos días. Después se dedicaría a otra cosa, después a otra... Y quizá así, después de ir cumpliendo poco a poco los objetivos que se proponía, podría aspirar a algo grande. A ser alguien 'importante, valorado y reconocido' en esta vida.

Akane sabía que estaba un poco obsesionada con los estudios, pero, según ella, era lo único que le quedaba. Consideraba que había fracasado en casi todos los aspectos de la vida, menos en esta. Sin belleza, ni amigos, ni dinero... ¿Qué le quedaba? Estudiar.

Evidentemente, el punto de vista de la peliazul era un poco exagerado, pues siempre hay alguien que está peor que nosotros. Sin embargo, su baja autoestima le impedía pensarlo. Le impedía darse cuenta de que quizá ella se preocupa porque no tiene pecho, mientras en África hay gente que se preocupa porque no tiene nada que comer y el pozo de agua más cercano está a 20 km de su casa. Akane podía, al fin y al cabo, sentirse afortunada.

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- 'Pizza Express', ¿Dígame? – preguntó un hombre al otro lado del teléfono.

- Hola, quería encargar cinco pizzas.

- ¿Cómo las quiere?

- ¡No me hables de usted, que tengo diez años! Jajajaja – dijo Rin, con su habitual descaro.

- ¿Diez años? ¿Y quieres cinco pizzas para ti solita?

- No, hombre, no – la niña lanzó un suspiro. ¿Es que los adultos no se daban cuenta de nada? – Es que mi hermana y sus compañeros de piso, que estudian en la universidad, están muy ajetreados preparando sus exámenes. La semana que viene empiezan, ¿Sabes?

- Vaya...

- Sí, y mi hermana me ha dicho que encargue unas pizzas por teléfono. Ella está en medicina, que es una carrera durísima, y hoy no tiene ni tiempo para cocinar. ¡Tendrías que ver la cantidad de apuntes que tiene encima de su escritorio! Yo no sé como puede saberse todo aquello.

- Claro, interesante, pero... ¿Cómo quieres las pizzas?

- Mmmm... No sé, ya lo pensaré. Pero volviendo al tema de la Uni... La verdad es que aún no tengo muy claro si voy a ir o no, porque a mí me gustaría ser exploradora y no sé si hay una carrera para eso, ¿Sabes? ¿Tú has ido a la Universidad? ¿Cuántos años tienes?

- Tengo 44 años, y no, no tengo estudios superiores. Pero a ver, tú habías pedido cinco pizzas...

- ¿Y te divierte repartir comida en moto? – le interrumpió Rin – ¿No se moja cuando llueve?

- No, porque lo llevamos en unas bolsas impermeables.

- Ah, claro... – dijo la traviesa niña, asombrada – Bueno, lo decía porque parece que va a llover... Ahora estoy sentada en el sofá, y a pocos metros tengo una puerta corrediza de cristal que da a una terraza muy chula que tenemos. En verano cenamos ahí fuera, en unos sillones de mimbre muy cómodos, se está más fresquito... Y vemos las estrellas...

- Muy interesante, pero ¿Podrías decirme de qué demonios quieres las pizzas? – preguntó el hombre, harto ya de Rin y sus charlas.

- Pues desde esa puerta corrediza que te decía – dijo la niña, ignorando totalmente a su interlocutor – Veo el cielo. Y está nublado nublado, hay esos nubarrones grises que se llaman cumulonimbus, o algo así... No me acuerdo bien, ese día no estaba escuchando en clase, jejeje. Total, que al ver los 'cumulonintus' esos, he pensado que si tienes que traernos unas pizzas mojadas mejor que no lo hagas.

- Ya te he dicho que no se mojarán... Por lo que no hacía falta que me contaras como es tu casa – murmuró él entre dientes, mientras internamente se preguntaba: '¿Dios, qué he hecho yo para merecer esta tortura?'.

- Si quieres te la puedo describir toda, mi casa es muy guay. Mira, si entras desde la puerta principal ves un pasillo, y al fondo...

- ¡¡Dime cómo quieres las pizzas y déjame en paz, por favor!! – gritó el hombre, desesperado, con tanta fuerza que Rin tuvo que apartar la oreja del auricular.

- ¡No me grites! Hay que ver la educación que tenemos, ¿Eh? Quizá sí que deberías haber ido a la Universidad, pero a cursar una carrera en la que te enseñen buenos modales.

- Sí, precisamente quería empezar a estudiarla... – ironizó él – Ahora, por favor, dime de que quieres las pizzas, niña del demonio.

- ¡Más respeto, ostras! – exigió Rin – Pues bueno, ahora te diré como quiero las pizzas...

- ¿Sí? ¡Por fin!

- No las quiero de nada. A ver si mejoras tus modales, si no perderás clientes. ¡Adiós, llamaré a la competencia! – y, dicho esto, Rin colgó bruscamente, dejando al hombre pasmado, el cual no sabía si ponerse a llorar, a reír, o tirarse por un balcón.

Empezó a llover, y el agua de la lluvia golpeaba con fuerza las ventanas. Sin darse cuenta de eso, la pequeña de la casa cogió una pesada guía telefónica, y después de hojear algunas páginas, encontró otra empresa de pizzas a domicilio, por lo que decidió llamar.

- 'Pizza Rápida', ¿Dígame? – una amable voz femenina fue la encargada de responder a la llamada de Rin.

- Hola, quería cinco pizzas...

- ¿Cómo las quiere?

- ¡No me hables de usted, que tengo diez años! Jajajaja.

- Perdona, perdona. Pero oye, ¿Podrás comer cinco pizzas tú sola?

- No – la niña río divertida, esa conversación era clavadita a la anterior, podría entretenerse un poco más – Es que mi hermana y sus compañeros de piso, que estudian en la universidad, están muy ajetreados preparando sus exámenes. La semana que viene... – y siguió contando cosas a la mujer, la cual no sabía la que se le venía encima.

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Las horas pasaron rápidamente. Encerrados sus habitaciones, Hiyori, Yuna, Akane y Ranma estudiaban como locos: repasaban apuntes, memorizaban, hacían esquemas del temario, consultaban dudas en Internet, practicaban problemas... Sólo salieron de sus 'mundos' para ir a comer las pizzas que Rin había encargado por teléfono.

Para la niña, el día fue aburridísimo. Un domingo lluvioso y frío, y ella no tenía a nadie con quien jugar, por lo que pasó las horas entre televisión, videojuegos y libros. Pero, para alegría de la pequeña de la casa, el reloj fue avanzando, y llegó la hora de merendar. Rin fue corriendo a la cocina, abrió una caja de galletas de chocolate y sacó un brick de leche de la nevera. Después puso todo eso en una bandeja, cogió cinco vasos y lo llevó todo al comedor.

- ¡Hey empollones! ¿Os apetece merendar? – gritó Rin.

- ¡Sí, ya voy, ya voy! Deja que termine esa ecuación diferencial y... – respondió Ranma desde su habitación. Las otras chicas también contestaron a la niña.

Al cabo de pocos minutos, todos merendaban en el comedor, haciendo un descanso de tanto estudio.

- ¿Cómo lo lleváis? – preguntó Hiyori, segundos después de morder una de las galletas.

- Mmmm... Bien, creo que bien – dijo Yuna, y después se fijó en un detalle – Oh, mirad. Ha parado de llover.

- ¡Genial! Pues saldré a correr un poco y así despejaré mi mente. Llevo demasiadas horas estudiando, pararé y lo dejaré para mañana.

- Sí, yo haré como tú, Ranma, y pondré un punto y seguido en mi estudio. Creo que empezaré a preparar la cena... – decidió la hermana de Rin.

Después de terminar la merienda, entre Hiyori y su hermana recogieron la mesa. Ranma, Yuna y Akane fueron hacia sus habitaciones, pero con objetivos muy diferentes. El chico de la trenza se cambió de ropa, pues quería hacer un poco de footing. El ojiazul se puso un pantalón corto azul oscuro y una sudadera blanca de manga larga junto con unas deportivas. Yuna decidió imitar al chico de sus sueños y también se vistió para hacer deporte, con un poco de suerte podrían salir los dos a correr juntos. La única que no cambió de actividad fue Akane: ella siguió estudiando. Toda la mañana, toda la tarde... Y, probablemente, también seguiría haciéndolo por la noche.

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- Anda Yuna, ¿Tú también corres?

- Así es, Ranma – afirmó la rubia mientras acababa de atarse las deportivas – Antes salía a correr más a menudo que ahora, pero... Creo que aún conservo la forma física, jeje.

- ¡Guay! Pues podemos ir juntos, ¿Qué te parece?

- Por mí, genial – dijo una sonriente Yuna. ¡Iría con Ranma a correr! Quizá eso significaba que él empezaba a ver en ella una amiga de verdad... "De la amistad al amor hay un paso".

Cuando los dos estuvieron listos marcharon a hacer deporte por la ciudad. Sin embargo, no se dieron cuenta de que, desde la cocina, Hiyori y Rin lo habían estado observando todo. Las hermanas se apresuraron a avisar a Akane, la otra integrante de aquel triángulo amoroso que casi parecía sacado de una telenovela.

- ¡Akane! ¡Akane! ¡Déjanos entrar! – gritaban las chicas a coro, golpeando fuertemente la puerta de la habitación de la chica. La peliazul, resignada, las hizo pasar... Pues no quería que destrozaran su puerta con tanto golpe.

- ¿Qué demonios queréis? ¡Estoy estudiando!

- Yuna y Ranma han salido juntos a correr – dijo Rin.

- ¿Y?

- ¿Cómo puedes hablar con tanta parsimonia? ¡Te están robando al chico que te gusta! – espetó Rin.

- Un... Un momento... ¿A qué viene eso de que me gusta Ranma? – cuestionó una Akane nerviosa, intentando disimular.

- Akane, no nos mientras... – dijeron las hermanas – Que no estamos ciegas... Somos plenamente conscientes de la guerra que mantenéis Yuna y tu para conseguir a Ranma.

- Estáis mal de la cabeza, en serio – murmuró Akane, sentándose en su cama.

- No te metas con nosotras, encima que queremos ayudarte... – dijo Hiyori en tono de reproche y lanzando a la peliazul una mirada de desaprobación – Queremos que seas tú quien salga con Ranma.

- Mirad, chicas... – dijo Akane – ¿Sabéis lo que realmente me importa ahora?

- Todo lo relativo a Ranma Saotome.

- No. ¡¡¡¡Todo lo relativo a mis exámenes!!!! – las hermanas se taparon las orejas para no oír el potentísimo grito de Akane – Así que... ¡Fuera de mi habitación! ¡¡AHORA MISMO!!

Después de expulsar a las hermanas, la peliazul lanzó un suspiro de cansancio. Se levantó de la cama y volvió a su escritorio. Estuvo algunos minutos haciendo un ejercicio, pero a mitad del planteamiento se dio cuenta de que lo estaba haciendo mal. Arrancó con rabia la hoja de la libreta, hizo una bola con ella y la tiró con desgana a la papelera. "Malditas chicas... Ahora no puedo concentrarme en los estudios. ¿Por qué me meten ideas raras en la cabeza?". Cogió un bolígrafo, y, en un papel en sucio, empezó a trazar líneas al azar. Al final, esos trazos acabaron formando una trenza azabache que Akane conocía demasiado bien. Al darse cuenta de lo que había hecho de forma inconsciente, la chica tachó el dibujo de forma violenta, tanto que incluso hizo un agujero en el papel. "¡Mierda! ¿Cómo demonios podré estudiar si sólo pienso en Ranma?".

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- Pues para hacer deporte sólo ocasionalmente... Creo que tienes buen ritmo, Yuna.

- ¡Gracias! Espero que no hayas tenido que frenarte demasiado – dijo Yuna mientras corría al lado de Ranma.

- Tranquila, tranquila.

El Sol empezaba a esconderse, y el cielo era como una enorme paleta de colores que sería el deseo de cualquier pintor. Rojo, naranja, rosa... Esas tonalidades se mezclaban con las nubes que adornaban el cielo, creando una imagen bellísima. Imagen que se reflejaba en los numerosos charcos que había en el suelo de la ciudad, producto de la intensa lluvia que había caído durante gran parte del día. El cielo teñía la población de colores.

El tiempo era frío y húmedo, pero eso no había impedido que, como Yuna y Ranma, mucha gente saliese a dar una vuelta por la población. A empapar sus sentidos del agradable ambiente que queda después de una buena lluvia. El olor a tierra mojada, el pavimento lleno de charcos, el ruido que hacen las gotas cuando resbalan por un sitio y caen al suelo, el tacto de las cosas mojadas...

Después de algunos minutos más de footing, la pareja llegó a una plaza y se sentó en un banco que estaba casi seco. El lugar era pequeño pero bonito. Había algunos árboles, un minúsculo parterre de césped salpicado por algunas flores, y una fuente bastante original. Las farolas se encendieron, pues el cielo estaba cada vez más oscuro.

- Ah, esto es la gloria... – susurró Ranma con los ojos cerrados, apoyando su espalda en el respaldo del banco. Yuna le miró, sonrojada. ¡Ranma era guapísimo! La rubia, un poco más recatada, tardó algunos minutos en imitar al chico, pero al final se recostó como él, y cerró los ojos. Estuvieron algún rato en silencio.

- Ojalá... – Yuna iba a decir 'pudiese estar a tu lado para siempre', pero consciente de que esto podría incomodar a Ranma, corrigió – Ojalá no tuviéramos exámenes...

- Sí... – susurró Ranma, casi a punto de dormirse. "Ojalá Akane estuviera aquí, conmigo...".

Una paloma aterrizó a los pies de la pareja, la cual se sobresaltó y abrió los ojos. Segundos después, el pájaro volvió a emprender el vuelo y se alejó de Ranma y Yuna. Los dos miraron como la paloma, con un aleteo fuerte y constante, se paseaba entre las nubes. Después, se miraron entre ellos. Yuna clavó una intensa mirada en el chico, mientras que él, un poco nervioso al imaginar las intenciones de la rubia, desvió sus ojos azules tan rápido como pudo.

- No, no voy a besarte, Ranma – sentenció Yuna de forma repentina, después de unos segundos de silencio. Él la miró, confundido, sin saber muy bien que contestar – Antes que tu amor... Quiero tu amistad – mintió. La rubia se moría de ganas de volver a acariciar aquellos labios finos y sensuales con los suyos, de revivir las sensaciones que aquella boca masculina le había otorgado en más de una ocasión. Pero había aprendido la lección: para conquistar a Ranma tendría que ir paso a paso, sin precipitarse, sin agobiarlo. Además, conquistar al ojiazul tenía una dificultad añadida: sabía que él suspiraba por Akane. Así que, para arrebatárselo a su rival, había decidido, hacía ya algunas semanas, imitarla y convertirse en amiga del chico de la trenza. Después, ya serían algo más...

- Has cambiado, Yuna... Me gustas más así – dijo él, sonriendo cálidamente.

- Digamos que me he dado cuenta de algunas cosas, Ranma... – murmuró la rubia.

El ojiazul volvió a sonreír, pero esta vez de forma nerviosa. Cada vez tenía más claro que Yuna sabía que él estaba enamorado de Akane, y temía que ella se aprovechara de ese pequeñísimo pero elemental detalle. Sin embargo, parecía que, por una vez, tenía la suerte de su lado, y la rubia se comportaba como una amiga en vez de como una gata en celo.

Después de medio minuto de silencio, la pareja empezó a hablar de cosas triviales, y el tiempo pasó rápido, tanto que cuando se dieron cuenta ya era negra noche y el cielo estaba lleno de estrellas. La temperatura había descendido bruscamente, y eso, unido a que iban con pantalones cortos de deporte, hizo que tanto Ranma como Yuna empezaran a correr rápidamente hacia casa.

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Akane abrió la ventana de su habitación para ventilarla un poco. Eran casi las nueve de la noche, y, pese a que hacía frío fuera, sentía la necesidad de dejar correr un poco el aire en su estancia. Había estado estudiando todo el día, por lo que el ambiente de la habitación era denso y pesado. Ignorando la fuerte ráfaga de viento que la sorprendió y le alborotó su corto pelo azulado, Akane se apoyó en el alféizar de la ventana y cerró los ojos. Quizá aquel aire helado de Enero también refrescaría un poco sus ideas...

La chica llevaba demasiadas horas encerrada en su habitación. Demasiadas horas entre cálculos, definiciones, esquemas y problemas. Sin embargo, pese a haber estudiado mucho, había estado demasiadas horas dándole vueltas a un tema: Ranma Saotome. No podía quitar al pelinegro de su cabeza, era imposible.

La peliazul lanzó un suspiro de cansancio y abrió los ojos para admirar la cantidad de estrellas que salpicaban el cielo negro, así como la enorme luna llena que lo gobernaba. Pero de repente, y sin saber por qué, Akane miró hacia abajo, hacia la calle que tenía a bastantes metros por debajo suyo. Y lo que vieron sus ojos no le gustó... En absoluto.

Ahí, de pie sobre la acera mojada, al lado del portal de su edificio, se encontraban Ranma y Yuna. Su ropa deportiva estaba arrugada y lucían cansados, pero se les veía felices de estar juntos. Desde su posición privilegiada, Akane observó que la rubia llevaba la sudadera del chico de la trenza, y apretó con rabia los puños, tanto que sus nudillos se volvieron de color blanco. "¿Será posible? ¿Pero de qué demonios va Ranma? Me dice que le gusto tal y como soy... Y ahora filtrea con Yuna. ¡Será desgraciado!".

- Suerte que me has dado la sudadera, Ranma. ¡Me estaba helando!

- De nada, mujer – sonrió él – Pero si tienes frío... Mejor entrar en casa, ¿No crees?

- Sí – contestó la rubia mirando el suelo. Después subió sus ojos hasta las azuladas pupilas de Ranma – Oye Ranma...

- ¿Qué?

- Gracias por todo – dijo Yuna mientras abrazaba al chico por el cuello. Él se sorprendió, pero puso los suyos alrededor de la cintura femenina, ignorando que, metros arriba, Akane lo estaba observando todo. Lo que para Ranma era un abrazo 'de amigos', era un abrazo de 'algo más que amigos' para la peliazul – Me ha encantado salir a correr contigo... Ha sido muy especial para mí – dijo la rubia mirándolo a los ojos intensamente, levemente sonrojada.

- Me... Me alegro... – balbuceó Ranma, un poco rojo también. Yuna era preciosa, y a veces era muy difícil resistirse a sus encantos.

Al darse cuenta de que la rubia se humedecía sensualmente los labios, el corazón de Ranma empezó a bombear sangre con más rapidez. ¿Iba a besarlo ella? ¿O debía hacerlo él? Y si se besaban... ¿Usaría Yuna ese gesto para chantajearlo delante de Akane? De repente, el chico se acordó de la peliazul, y de que él estaba enamorada de ella, y no de Yuna. La rubia podía ser preciosa, terriblemente sexy, cariñosa y con un cuerpo de infarto... Pero su corazón suspiraba por otra chica. Suspiraba por Akane Tendo.

Así que, al final, Ranma no sucumbió al deseo, y en vez de unir sus labios con la atrayente boca de la rubia, la besó en la mejilla... Aunque cerca de los labios femeninos, concretamente en una de las comisuras. El chico pensó que ese era el gesto ideal: no besaba a Yuna en la boca, por lo que no se sentía como si 'estuviera traicionando a Akane', aunque tampoco rechazaba del todo a la rubia, por lo que ella no podía enfadarse con él. Después, Ranma sonrió de medio lado, en un gesto terriblemente sensual, y cogió a la chica de la mano. Con la que le quedaba libre, llamó al telefonillo para que les abrieran la puerta.

Ranma estaba tranquilo: el día había sido muy provechoso. Había estudiado, hecho deporte, y luego había disfrutado de la compañía de Yuna, con quien cada vez se llevaba mejor. El Baile de Nochebuena había sido el punto de inflexión en su particular relación, pues, a partir de entonces, la rubia había cambiado por completo su actitud hacia él, algo que el pelinegro agradecía. Esperaba poder estar un ratito con Akane después de cenar... Entonces, su día terminaría de la mejor manera posible.

Pero Akane vivía una situación muy diferente a la del ojiazul. Lo había observado todo desde la ventana de su habitación. No había podido oír su conversación, pero sí que había visto el coqueteo de la rubia y el no-rechazo del chico, el abrazo, y, por último, la guinda del pastel: el beso. Sin embargo, desde el ángulo de la peliazul aquello era un beso en la boca. Sus dientes rechinaron con fuerza. ¡Ranma era un mujeriego! ¡Un maldito mujeriego! "Seguro que lo pasa en grande, ahora que sabe que tanto a Yuna como a mí nos tiene en el bote. ¿Qué será lo próximo? ¿Coquetear con Hiyori, a pesar de que ella tiene novio? Estúpido Saotome... Pensaba que, pese a tu despampanante físico, eras un tío legal y sincero, diferente de los demás. Pero resulta que eres como todos... Piensas más con el cerebro de debajo que con el de arriba. Y, para mi desgracia... Estoy totalmente enamorada de ti...".

Akane decidió que dejaría de hablarle a Ranma. Así se concentraría más en sus estudios. Esta vez no los llevaba tan bien como otros años, y todo por culpa de cierto chico de ojos azules y trenza azabache. Todo por culpa de las sensaciones que él le provocaba y los sentimientos que inducía en ella.

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La semana pasó rápidamente. Fueron días duros, de clases por la mañana y estudio por la tarde. En la biblioteca, como Akane, o en casa, como Ranma. El estar tan separados, unido a que Akane no quería saber nada de él, había provocado que la relación entre la terca chica y el atractivo joven se enfriara notablemente. Casi no se hablaban, pues no tenían nada que decirse. A Akane esa situación le iba muy bien, así sus cinco sentidos estaban puestos única y exclusivamente en sus estudios. Ranma también pasaba muchas horas entre libros, y de vez en cuando se acordaba de la chica de pelo corto, pero decidía no hacerle caso, pues él no había hecho nada para que ella se enfadase... O eso pensaba.

Para desgracia de Rin, la cual se aburría muchísimo, Yuna y Hiyori también pasaron la semana estudiando como locas. Sin embargo, la primera también encontró tiempo para otras cosas, como por ejemplo salir a correr con Ranma cada tarde. La relación entre ellos mejoró muchísimo, se podría decir que todo lo que el ojiazul había perdido con Akane lo había ganado con Yuna. La rubia se había convertido en una amiga de verdad, en alguien que le escuchaba, en alguien en quien podía confiar. Ranma sospechaba que Yuna seguía sintiendo algo por él, por lo que cuando la guapísima chica hacía intentos para acercarse al chico de una forma más física, él la evadía.

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- ¡Yuna! ¡Date prisa, que se nos hará tardísimo! – gritó un Ranma vestido de chándal mientras esperaba a que su compañera de footing se acabara de arreglar para salir con él.

- ¡Ya voy, ya casi estoy! – respondió la chica desde el baño.

Ranma lanzó un suspiro de cansancio, y miró su reloj de pulsera por tercera vez en menos de un minuto. No tenía tanto tiempo como para dedicarse a perderlo...

De repente, la puerta de la habitación de Akane se abrió, y la chica salió de dentro en dirección al baño. Iba vestida con un atuendo totalmente masculino y 'anti sexy', compuesto de un jersey azul marino excesivamente ancho y unos pantalones tejanos viejos y desgastados. Sin embargo, cuando la chica pasó por delante de Ranma en su camino hacia el lavabo, éste no pudo evitar repasarla de arriba abajo y admitir que, aunque estuviera vestida de aquella manera, para él seguía estando bonita. Decidió entablar conversación con ella, pues últimamente tenía pocas oportunidades para hacerlo.

- ¡Hey! ¿Cómo va todo?

- Normal – respondió la peliazul secamente, y rehuyéndole la mirada.

- ¿Te pasas el día estudiando, eh? – preguntó con sorna, intentando molestar a la chica, para así volver a ver el verdadero carácter de Akane, aquel que le había enamorado.

- No como otros... – espetó ella, dejando a Ranma estupefacto. ¿Qué le pasaba? Iba a preguntárselo, pero no pudo, ya que la peliazul se marchó de su lado tan pronto como pudo.

Akane llegó al baño en un momento. Abrió la puerta esperándose que nadie estuviera dentro, pero, para su sorpresa, se encontró con Yuna. La rubia estaba recogiéndose el pelo en una coleta alta, un peinado ideal para hacer deporte. Al ver que el baño estaba ocupado, Akane quiso irse de allí, pero Yuna le pidió que se quedara ahí un momento, así que la peliazul esperó, en silencio, a que la rubia terminara de acicalarse. Esperó mientras ella se hacía la raya de los ojos con un lápiz negro azabache que le recordó el color del pelo trenzado de cierto individuo, y también mientras daba un poco de color a sus pómulos con la ayuda de la cosmética. Pero cuando la rubia se dispuso a dar un toque diferente a sus labios con gloss, Akane decidió que ya era suficiente. Yuna no iba a correr... Yuna iba a conquistar a Ranma, ya que nadie se maquilla para hacer footing.

- Vamos a ver, Yuna, dime que quieres o me voy. No tengo todo el día... – dijo con tono cansado.

- Lo cierto es que no quiero nada en especial...

- Pues me voy – después de decir eso, Akane giró sobre sus talones para dirigirse a la puerta del baño.

- Él será mío – el mensaje de Yuna fue simple y contundente. Al oírlo, Akane abrió los ojos exageradamente y se giró para encarar a la otra chica.

- ¿Cómo?

- Lo que oyes, bonita. He cambiado, ya no soy aquella chica que perseguía a Ranma – después de unos dos segundos callada, la rubia decidió proseguir – Y este se ha dado cuenta y lo aprecia. Además... Últimamente estás de un borde con Ranma... ¿Crees que así conseguirás que se fije en ti? Mejor cambia tu táctica de conquista, esa no funciona – la cara de Akane al oír todas esas cosas era un poema. Viendo esto, Yuna prosiguió 'atacando' – Considérate perdedora.

- ¿De qué vas? Ranma tiene sentimientos, no decidas tú por él.

- No decido yo por él... Solamente te lo advierto para que luego no te sorprendas.

- Venga, vete a correr, que falta te hace. A ver si así despejas un poco tus neuronas...

- Sí, sí, me voy a correr – dijo Yuna con una sonrisa maliciosa – Me voy a correr... Con Ranma. Me quedo con el premio gordo – sentenció, y después salió de la estancia con la cabeza bien alta.

Akane oyó como la puerta del baño se cerraba. También se dio cuenta de cómo, segundos después, Ranma y Yuna abandonaron el piso entre risas y bromas.

La peliazul apoyó sus manos en la pica del baño y se miró al espejo que tenía enfrente. Miró su horrible aspecto. Su ojeras, su cabello grasiento y sin ninguna gracia, su piel de un pálido casi enfermizo. Mentalmente reconstruyó a su rival por el amor de Ranma. Pelo largo, rubio, limpio y siempre brillante, con aquellos rizos tan bien definidos que eran la envidia de muchísimas chicas. Cejas perfectas que enmarcaban unos ojos grandes, brillantes y vivarachos, y una piel blanca y fina, pero luminosa. Al lado de Yuna, ella no era más que un patito feo.

Akane no fue consciente del momento en que por las mejillas de su reflejo empezaron a resbalar enormes gotas saladas, ni de cómo sus sollozos empezaron a aumentar de volumen. Pero no tardó en darse cuenta de eso, y secó sus lágrimas con el reverso de la manga de su jersey. Luego se lavó la cara con agua fría, y miró con determinación el espejo. Se miró con determinación a ella misma, a aquellos ojos chocolate que ahora estaban rojos e hinchados.

- Basta ya de llorar por tonterías. Basta ya del tema Yuna-Ranma, y del tema Akane-Ranma, y del tema Ranma en general... Basta ya de todo. Ahora sólo me importa estudiar – dijo, intentando convencerse a si misma – Mañana empiezan los exámenes... – susurró, temerosa.

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Era el día D. El inicio de los exámenes de enero. Todos los habitantes del piso se despertaron temprano y desayunaron sin prisas, intentando aparentar normalidad. Pese a eso, a Ranma se le notaba un pelín intranquilo, y Akane, aunque se esforzaba por disimularlo, era un saco de nervios. Para ella, cada convocatoria era una prueba de fuego. Una prueba de fuego que debía superar con excelentes... Sin embargo, esa vez no estaba muy convencida de poder hacerlo.

Los cinco marcharon de casa con tiempo de sobras para llegar a la Universidad. Nada de saltos imposibles por el balcón como hacía Ranma casi a diario, o de carreras memorables para llegar a clase antes de que entrara el profesor, estilo Akane.

A medio camino, Rin se separó del grupo, deseándoles suerte a todos, y marchó en dirección a la escuela. Al verla desaparecer entre los altos edificios, los cuatro universitarios no pudieron evitar desear volver a aquella época. A la época escolar... Sin las preocupaciones del mundo de los adultos.

Al cabo de unos diez minutos, llegaron a su destino. Ante ellos, los imponentes edificios de las distintas facultades, hacia los cuales avanzaban los temerosos estudiantes.

- Suerte... A todos – dijo Hiyori, para después marchar en dirección a su facultad. Lo mismo hizo Yuna al cabo de un rato. Ranma y Akane continuaron juntos, pues tenían que compartir la mayor parte del camino, aunque lo hicieron en un incómodo silencio, ya que no sabían muy bien de qué hablar.

- Bueno, pues... Aquí me quedo yo – dijo Akane, para después darse la vuelta y empezar a andar hacia su destino. Pero no pudo hacerlo por mucho rato, ya que Ranma le sujetó la mano impidiéndoselo. La peliazul se giró sorprendida, y aún lo hizo más al verse observada por aquellas joyas azuladas que Ranma tenía por ojos, y que la miraban con infinito cariño. Akane lo miró con rencor: ¿Cómo podía ser así, cómo podía tratar de enamorarla... Para luego verse con Yuna?

- Akane, yo... – un nervioso Ranma fijó su vista en el aburrido suelo – Yo... Sé que no hemos hablado mucho últimamente, y que nuestra relación se ha enfriado un poco, pero... Quiero que sepas que te deseo lo mejor en los exámenes. Te mereces sacar buenas notas, eres la que más te lo mereces – ante una atónita Akane, el chico, con las mejillas teñidas de rojo, intentaba seguir hablando – Y, bueno... Yo no quiero entretenerte más. Sólo quería desearte suerte – dijo tímido, para marcharse rápidamente de allí. Akane no tuvo tiempo de decirle nada, y se quedó estática, viendo como el ojiazul corría velozmente. Cuando le perdió de vista, decidió entrar en la facultad y enfrentarse al examen.

Akane se sentía mejor, y sonrió tímidamente. A pesar de que había estado bastante enfadada con Ranma, no podía evitar reconocer que, cuando quería, podía ser muy, muy tierno...

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Los días pasaron rápidamente, y cuando quisieron darse cuenta, era la noche antes a su último examen. En general, todos estaban contentos con lo que habían escrito, y esperaban notas bastante buenas.

La relación entre Ranma y Akane había continuado siendo fría, y pese a que cada día Ranma le deseaba buena suerte personalmente y de una forma extremadamente cariñosa que robaría el corazón a cualquier chica, la peliazul no le respondía. Akane no podía decirle lo mismo a él, ya que por las mañanas era tierno y amable con ella, pero... Por las tardes lo era con Yuna, pues seguían yendo a correr juntos.

Y Akane sentía que no podía perdonarle ese supuesto 'juego a dos bandas'.

La noche era preciosa, y cuando Akane abrió, como casi cada día a esa hora, la ventana de su habitación, vio que el cielo estaba lleno de brillantes estrellas. Apoyada en el alféizar de la ventana, pensó que si no hiciera tanto frío afuera, incluso se atrevería a dar un paseo... Aunque fuera sola.

La peliazul estaba absorta en sus pensamientos, por lo que cuando se fijó en si Yuna y el 'Casanova de la trenza' ya habían vuelto de correr, ya hacía un rato que ellos estaban en la calle. Se encontraban hablando, como cada noche, pese a que hacía frío, algo que no le gustaba nada a Akane. Si querían hablar como amigos... ¿Por qué no hacerlo en casa, con la calefacción encendida y una taza de chocolate caliente en las manos? Si hablaban fuera debía ser porque no querían que nadie oyese su conversación.

- Estúpido Ranma... – murmuró Akane, apretando los puños con rabia. Pero bastantes metros más abajo, las palabras intercambiadas eran muy diferentes.

Ranma y Yuna hablaban de trivialidades, como casi siempre que salían a correr. Del tiempo, de los exámenes, etc. Pero Yuna sabía que así lo único que conseguía era que Ranma se fijara en ella como amiga, y no como lo que ella quería. La rubia debía atacar para que así el ojiazul se despegara de Akane... Para tenerlo a su lado.

- Recuerdo que cuando tenía siete u ocho años, mis padres me regalaron un perro negro y enorme. Fue por mi cumpleaños... – explicaba un divertido Ranma, rememorando su infancia.

- Ya, claro... – murmuró, aburrida. Con ese comentario, Yuna dejó claro al chico que quería parar de hablar de cosas comunes para tratar temas más serios. La rubia miró al ojiazul seria, y abrió la boca para empezar a hablar – Bueno, pues... Mañana el último examen, ¿Eh?

- Sip. Espero que me vaya tan bien como los otros... Jejeje.

- Y... ¿Qué te parece si salimos mañana por la noche, para celebrar que hemos terminado? – preguntó la rubia usando un tono seductor, mientras se humedecía los labios para hacerlos más brillantes y apetecibles. Ella y Ranma llevaban muchos días yendo a correr, y ella se había estado conteniendo durante todo ese tiempo. Se había mordido la lengua cada vez que había tenido intenciones de besarlo, y todo para que él tenía sobre ella cambiase. Pero ahora ya lo había hecho. Ranma la consideraba una buena amiga. Quizá era la hora de pasar a algo más...

- No estaría mal – dijo Ranma, incómodo al notar las insinuaciones de Yuna – Podemos decírselo a Hiyori, Akane y Gin, ¿Qué te parece?

- Ranma – ella se acercó al torso masculino, y lo acarició con el dedo índice provocando deliciosos escalofríos en el chico - ¿Tú me tratas en serio o no? – preguntó, fingiendo indignación.

- ¿Có-cómo? – balbuceó él nervioso, intentando ignorar aquellos carnosos labios que le prometían besos de película.

- Hablo de salir... Tú y yo... – Yuna, sin dejar de acariciar el pecho del chico, lo miró y le guiñó un ojo – Solos... – susurró esa palabra usando el tono más sensual que le salió.

- Ya, pero... Pero Yuna, tú tabes qu... ¡Mmmm! – Ranma no pudo terminar de hablar, ya que Yuna le besó apasionadamente en la boca y le rodeó el cuello con los brazos. Ella no había podido resistir la tentación.

Al principio, y sin ser consciente de lo que hacía, él respondió al beso con ansias, aunque pensando que besaba a Akane, no a Yuna. Eso pareció indicar a Yuna que tenía vía libre para profundizar el beso. Pero cuando ella empezó a lamerle el labio inferior para darle a entender que quería que él abriera la boca, el ojiazul pareció volver a la realidad y rompió el beso.

Yuna intentó volver a besarlo, pero al ver que él, quien se sentía como si estuviera traicionando a Akane, se apartaba de ella, se rindió. La chica lo miró con una mezcla de indignación y duda, aunque Ranma también percibió placer y lujuria en sus ojos. Él iba a decirle algo, pero no pudo, pues ella entró en el portal con rapidez.

El chico se quedó solo en medio de la calle. Era tarde, estaba oscuro, y hacía frío. Y él iba en sudadera y pantalón corto, por lo que se estaba helando... Pero sentía que no podía entrar a casa, no después de ese 'placentero aunque incómodo encuentro' con Yuna.

Apoyó su espalda en una solitaria farola y se rascó la cabeza, pensativo. Estaba claro que ella no le había olvidado, y que él no se había dado cuenta de eso. Se maldijo a si mismo interiormente, pues su indecisión y su falta de tacto a la hora de tratar a las mujeres estaba haciendo mucho daño a Yuna... Y, probablemente, también a cierta chica terca de bonitos ojos color chocolate. Ranma sabía que no aquella situación no podría aguantar mucho más. Tendría que armarse de valor y declararse a Akane un día de esos. No sabía cuándo, pero... No debería tardar demasiado en hacerlo.

El joven de la trenza sacó su teléfono móvil del bolsillo derecho de su pantalón, marcó un número y esperó a que contestaran al otro lado de la línea.

- Sí, ¿Rin? – estuvo callado unos segundos mientras escuchaba lo que la niña le decía – Oye, que... Que no vengo a cenar. Llegaré tarde, ¿Vale? Dile a Hiyori que no se preocupe, tengo llaves. Venga, que vaya bien – colgó, sin esperar a que Rin contestara.

Sus ojos se dirigieron al cielo para comprobar que no tenía pintas de llover. Luego puso las manos en los bolsillos de su pantalón, y empezó a andar sin rumbo, pretendiendo así que aquel 'paseo nocturno' le aclarara un poco las ideas. Pero antes de cruzar la calle, se giró y miró de reojo al último piso del edificio donde vivía, y le pareció ver que, desde una de las ventanas, dos ojos marrones preciosos lo observaban con decepción mientras derramaban lágrimas sin consuelo. El chico, sorprendido y con el corazón latiéndole salvajemente, se volteó del todo para fijarse con más atención en aquel detalle, pero no vio nada. La dueña de aquellos ojos ya se había marchado de ahí, y la ventana estaba cerrada.

¿Se lo habría imaginado?

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El último día de exámenes amaneció gris y triste, tanto como Yuna, Akane y Ranma, aunque cada uno por diferentes razones. La rubia estaba confundida: Ranma había correspondido al beso pero no había querido ni profundizarlo ni darle otro... ¿Qué pasaba entonces? ¿La quería? ¿No la quería?

Akane tenía el ánimo por los suelos después de todo lo que, día a día, había visto des de su ventana, y no había podido repasar su último examen porque tenía la mente en otras cosas. La peliazul temía no hacerlo bien...

Y por último, Ranma, quien se encontraba hecho un lío: sabía que, por el bien de todos, tenía que declararse a Akane. Y no podía esperar mucho más, ya que no hacerlo significaba hacer daño a Yuna, una persona a quien él quería mucho, y más después de ver el cambiazo que había hecho.

Los tres desayunaron en silencio, ante unas sorprendidas Hiyori y Rin. Eso no era normal, algo había pasado entre aquellos tres. Y Rin se propuso averiguarlo.

- ¿Dónde fuiste anoche, Ranma? – preguntó la pequeña.

- Ah, pues... Nada, comí en un restaurante de comida rápida y luego fui a beber una cerveza, no gran cosa.

- Llegaste muy tarde, ¿No? Y teniendo exámenes no es bueno dormir tan poco... – continuó la niña.

- Sí, claro, pero... – el ojiazul lanzó una mirada de reojo a Yuna, y luego hizo lo propio con Akane. Esos gestos no pasaron desapercibidos para las hermanas – Es que... Es que tenía mucho en que pensar... – dijo, nervioso.

Rin iba a preguntar más cosas, pero Hiyori vio que el pelinegro estaba incómodo, así que cambió de tema y empezó a hablar de trivialidades. Al cabo de pocos minutos, lo recogieron todo y marcharon en dirección a la Universidad, decididos a enfrentarse al último de sus exámenes.

Esta vez, tanto Akane como Yuna decidieron marcharse con Hiyori, la primera que acostumbraba a abandonar el grupo. Daba igual que tuvieran que andar más, daba igual que llegaran justas al examen. Lo que querían, cada una por una razón diferente, era evitar estar con Ranma.

El propietario de los ojos más increíbles de la Universidad miró a las chicas, intrigado. Un poco mosqueado por su comportamiento de la rubia y la peliazul, el pelinegro continuó, solo, su camino hacia su facultad.

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Las manos le sudaban como nunca, y su cerebro procesaba datos e información a toda velocidad, aunque inútilmente. Su labios jugueteaban con el bolígrafo de tinta azul, el cual era mordido de vez en cuando por sus blancas dientes. Sus pupilas color chocolate estaban dilatadas. ¿Qué pasaba ahí? ¿Por qué no entendía nada?

Akane Tendo consultó su reloj por tercera vez en menos de cinco minutos. Quedaba muy poco tiempo, y ella no sabía como resolver aquel examen. Sus ojos se llenaron de lágrimas al darse cuenta de eso: ¡No sabía como resolverlo! ¿Iba a suspender? Temerosa y con el corazón a mil, la peliazul empezó a escribir de forma atropellada, haciendo cálculos por intuición y guiándose más por lo que le decía su corazón que su cabeza. De reojo veía como varios de sus compañeros resolvían con tranquilidad los ejercicios, y algunos tenían una sonrisa de satisfacción, que ponía a Akane de los nervios. ¡Seguro que ella había estudiado mucho más que ellos, mucho, mucho más! No se merecía tener tantos problemas, debería estar resolviendo el examen sin esfuerzo, debería sacar buena nota, como siempre... Y, sin embargo, esa vez no estaba segura ni de llegar al aprobado.

La mano derecha de la peliazul siguió escribiendo a un ritmo frenético, y cuando se terminó el tiempo entregó el examen. Estaba casi todo hecho... Eso sí, no sabía si las respuestas eran correctas o no, y la peliazul intuía lo segundo.

Akane era la única que quedaba en el aula aparte del profesor. Todos los demás se habían ido de allí. Le pareció raro todo aquello, pues casi nunca había estado en un aula tan vacía, y menos después de un examen. Ella era de las que acostumbraban a abandonar la clase temprano, ya que solía terminar el examen muy rápidamente. El profesor de la materia, uno de los más apreciados por ella, también se dio cuenta de que esta vez Akane había tardado más de la cuenta, y decidió preguntarle el porqué cuando ella le entregó el examen.

- Akane Tendo... Eres la última esa vez, ¿Eh?

- Sí, yo... No sé muy bien que me ha pasado, profesor – dijo la chica mirando al suelo con las mejillas teñidas de color carmín – Había estudiado muchísimo, pero... Veo que no ha sido suficiente.

- ¿Te ha ido muy mal? – preguntó él preocupado, mientras ponía la mano derecha en uno de los hombros de la peliazul. Aquella pequeña chica era una de sus alumnas favoritas, por no decir su favorita. Le tenía mucho cariño, y, a pesar de que solía mostrarse serio y estricto con ella, siempre la ayudaba cuando Akane se lo pedía, le daba consejos y la apoyaba, se quedaba después de clases con ella, etc.

- Bueno, yo... No me ha ido como debería – dijo ella, al borde del llanto. Aquel profesor era demasiado bueno con ella, y la miraba con aquellos ojos tan llenos de cariño... Aquellos ojos, azules como los de Ranma, que le recordaban tanto al chico de quien estaba enamorada. Akane estaba a punto de derrumbarse, era tal la mezcla de sentimientos que sentía en aquellos momentos que creía que lo único que podía aliviarla de esa incómoda sensación era llorar hasta no poder más. Pero aguantó. Ya lloraría en casa, y no delante de su profesor favorito – Lo siento, pero no me encuentro demasiado bien... – mintió. Mintió para tener una excusa y marcharse de ahí, para justificar ante su maestro aquel desastre de examen.

- Mmmm bueno, si te encuentras mal es normal que no hayas hecho un buen examen – dijo él, leyendo por encima lo que la chica había respondido y dándose cuenta de que había algunos errores – Por ejemplo aquí... ¿Lo ves Akane? – preguntó, señalándole un ejercicio en concreto.

- Ostras... ¡Vaya error más tonto!

- No te preocupes. Eres la mejor de la clase y sé que tú lo sabes hacer, si no no te habrías dado cuenta tan rápidamente del fallo – dijo él, sonriendo con calidez – Todos podemos encontrarnos mal un día, y no es culpa nuestra que tengamos un examen. Mira, chica, la salud es lo primero, así que vete a casa y descansa, ¿Vale?

- Ya, pero... – intentó hablar Akane. Se sentía mal porque había engañado a su profesor, y ahora él se preocupaba por ella. ¿Era una mala persona?

- Ni 'peros' ni nada, mujer. Ahora vente conmigo que te invito a algo, ¿Vale? – dijo el hombre mientras empezaba a recoger sus papeles. Akane quiso ayudarlo, pero él no la dejó. Ella volvió a insistir, y al final él cedió, por lo que entre los dos lo recogieron todo en silencio. Terminaron rápidamente – Akane... – dijo él mirándola a los ojos, ella sintió un escalofrío al ver como aquellos ojos azules se clavaban en los suyos, como tantas veces había hecho Ranma – Akane, no te preocupes por si suspendes ese examen o no te va tan bien como los demás. Yo sé como eres... Eres mi mejor alumna, y no es justo que, por un examen, todos tus esfuerzos no sirvan de nada.

- Pero... Pero tampoco es justo para los demás alumnos que tengas un trato de preferencia hacia mí – dijo ella, tímidamente.

- Akane... Es normal que, ante alguien como tú, que estudia y es aplicada, tenga predilección por ti. Eso no significa que, si tengo que suspenderte no lo haga, ¿Sabes? Las notas son las que son, pero cada alumno es un mundo y se puede hacer de más y de menos.

- Vaya, pues no sé que decir... Gracias, supongo – susurró ella, un poco más tranquila, mientras salían del aula. Su maestro sonrió, y la acompañó hasta el bar de la facultad. Ahí le pagó un refresco, que la chica agradeció, y charló con ella algunos minutos. Al cabo de algunos minutos, se despidieron, y cada uno volvió hasta un sitio diferente: él, al laboratorio; ella, a casa.

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Eran las seis y media de la tarde cuando una Hiyori visiblemente contenta abrió la puerta principal del piso que compartía con su hermana y tres estudiantes más. Había terminado los exámenes de Enero. Al fin. Podría pasar algunos días tranquila, sin la presión del estudio. La castaña sonrió, y, silbando alegremente una canción, se dejó caer en el sofá de golpe. Aquel día no iba a cocinar. Iría a buscar a Rin a la escuela, y luego saldría con ella y con Gin a cenar para celebrar el fin de los exámenes. Yuna le había dicho que su plan era irse de fiesta con los de su facultad, y que ni siquiera pasaría por casa. Respecto a Ranma y Akane... La castaña estaba segura de que ya podrían apañarse solitos.

Estuvo un rato mirando la televisión, pero no había nada interesante, por lo que decidió apagarla. Al hacerlo, el piso quedó en silencio. Hiyori cerró los ojos y se acomodó en el sofá, dispuesta a disfrutar de aquella calma, tan inusual en la casa donde vivía. Su hogar estaba lleno de sonidos: Ranma jugando con Rin a las cosquillas, Yuna golpeteando el parquet con sus altísimos tacones, Akane tecleteando en el ordenador incansablemente, o ella misma, preparando la cena. Hiyori sonrió. A pesar de que vivir con aquellos cuatro podía ser un caos bastante a menudo, ella no los cambiaría por nada del mundo, pues cada persona aportaba algo a la casa. Algo nuevo, diferente... Que lo hacía único, especial.

Hiyori estuvo mucho, mucho rato pensando en sus cosas y disfrutando de aquella paz momentánea. Pero unos repentinos sollozos interrumpieron su meditación. Confundida, la chica abrió los ojos, y agudizó su sentido auditivo en busca del origen de aquel triste sonido. No tardó en descubrir que provenía de la habitación de Akane, por lo que, preocupada, se levantó del sofá y fue hacia allí.

Al entrar en la estancia, la cual estaba sumida en una semioscuridad, Hiyori vio que la peliazul estaba en la cama, tapada hasta arriba con el edredón, envuelta en una triste melodía de lágrimas y sollozos. Hiyori se acercó a la cama y acarició el cuerpo de Akane con una de sus manos. La peliazul, al notar el contacto, salió de dentro de la manta y asomó la cabeza. Sus dos ojos, antes vivarachos y de un bonito color caramelo, ahora estaban rojos y llenos de lágrimas.

- Akane... ¿Qué te pasa? – preguntó la castaña preocupada, sonriendo de forma maternal en un intento por reconfortar a la otra chica.

- Hi... Hiyori... – mumrmuró Akane entre sollozos. Una lágrima salada rodó por su rosada mejilla, resbalando perezosamente hasta caer en el edredón.

- Vamos, dímelo, puedes confiar en mí, lo sabes.

- No, no, no me pasa nada, de verdad – mintió.

- Claro, ¿Y por qué lloras entonces? – cuestionó Hiyori en tono sarcástico.

- Porque... Porque no me encuentro bien – volvió a mentir.

- ¿Te duele algo?

- La cabeza, pero... Tranquila, tranquila, ya se me pasará – dijo Akane, sonriendo para que la creyera. La peliazul mintió por tercera vez consecutiva, pues no le dolía la cabeza, sino el corazón.

- No sé yo, pero no estoy muy segura de que estés diciéndome la verdad...

- Que sí, en serio. Déjame y ya verás como se me pasa.

- Bueno, pues... – murmuró Hiyori mientras iba hacia la puerta de la habitación de Akane – Si quieres algo sólo hace falta que me lo digas, ¿Vale?

- Sí, gracias.

La peliazul esperó paciente a que la castaña abandonara el cuarto. Esperó hasta oír que la puerta de madera se cerraba con un suave golpe, y luego volvió a taparse con el edredón, hasta arriba. Como si quisiera ahogarse con la manta, como si quisiera quedarse enterrada en aquel mundo, y que nadie, ni nada, la encontrara… Jamás. Akane sentía que quería morirse, que quería desaparecer, que quería dejar este mundo y reencarnarse en alguien mejor.

No recordaba haberse sentido tan mal en toda su vida. Entre lágrimas, la chica reconoció que, esta vez, lo había perdido todo de verdad. No tenía nada. Ni amigos, ni amor, ni belleza… Y lo único que le quedaba, que eran sus estudios, lo había perdido también. ¡Sus estudios! La razón por la que se levantaba día a día, por la que seguía adelante... Había basado su vida en ellos. Pero ahora, todo se había terminado. Sus esperanzas de tener un futuro digno y ser alguien en esta vida se habían difuminado como si de humo se trataran.

Aún debajo de la manta, Akane abrazó sus rodillas y puso la cabeza cerca de ellas, quedando así en la conocida posición fetal. Cerró sus ojos llenos de lágrimas y cayó dormida a los pocos segundos.

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Algunas horas más tarde, Ranma llegó al piso. Estaba muy cansado, pero contento. Los exámenes le habían ido más o menos bien, y esperaba aprobar la mayoría de ellos. Lanzó un suspiro de alivio mientras dejaba la pesada bandolera en el sofá. Gracias a Dios, ahora tenía algunos días para descansar un poco de tanto estudio.

El ojiazul entró en la cocina a por un vaso de leche, y justo cuando iba a abrir la nevera para sacar el brik de ahí, vio que Hiyori le había dejado una notita, pegada en el electrodoméstico con un gracioso imán en forma de estrella de mar. En ella, la castaña le decía que Akane y él estarían solos en casa aquella noche, por lo que debían hacerse ellos mismos la cena. En un postdata, Hiyori también le advertía de que Akane estaba en cama, que no se encontraba muy bien.

Al leer eso último, Ranma abrió los ojos, sorprendido. ¿Akane no se encontraba bien? Decidió ir a su habitación para ver qué le pasaba.

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Unos leves golpes en la puerta de madera la despertaron. Sus ojos chocolate, rojos, hinchados, y llenos de ojeras, se abrieron rápidamente, y la chica se puso en alerta, aunque decidió quedarse cubierta por la manta.

Akane agudizó sus sentidos, y pudo escuchar como volvían a golpear la puerta, esta vez un poco más enérgicamente. Pero ella no dijo nada.

Al ver que nadie contestaba, Ranma abrió la puerta sigilosamente, y, haciendo el mínimo ruido posible, se deslizó dentro de la habitación. Sus ojos azulados tardaron algunos segundos en acostumbrarse a la repentina oscuridad de la estancia, pero cuando lo hicieron, el chico de la trenza observó que había alguien debajo de un montón de mantas. "Seguramente debe estar dormida...". Pero lo que Ranma no sabía es que Akane no estaba dormida, sino que su corazón latía a cien por hora al saber que tenía el chico a pocos pasos. La chica deseaba fervientemente que se marchara de ahí, pues no quería que el ojiazul la viese en aquel estado tan deplorable.

- ¿Akane? – susurró él. Usó un tono seductor y condenadamente dulce, que hizo que la chica sintiera un delicioso e inesperado escalofrío. Pero decidió no contestar – Akane, ¿Estás dormida? – volvió a preguntar, pero esta vez lo acompañó con una inesperada caricia a la cintura chica por encima de la manta – Vamos, despiértate, que quiero ver si tienes fiebre…

Al cabo de medio minuto de súplicas y placenteras caricias del chico, Akane salió de su escondite improvisado de forma repentina. Él la miró sorprendido, gesto que imitó ella también, aunque bastante más nerviosa y acalorada que Ranma.

El chico la miró detenidamente. El pijama azul celeste que llevaba estaba lleno de arrugas y tenía el pelo despeinado, las marcas en sus mejillas eran una prueba inequívoca de que había estado llorando, y la ausencia de aquel brillo en los ojos chocolate que tanto le gustaba a él indicaba que Akane estaba muy mal. Y en su interior, Ranma intuía que la peliazul no estaba así porque le doliera la cabeza… Seguro que había alguna otra razón.

- Akane… ¿Qué te pasa?

- Na… Nada, Ranma… Que no me encuentro muy bien… - susurró ella, evitando mirarlo a los ojos.

- Bueno, pues… Traigo el termómetro, te lo pondré a ver si tienes fiebre. ¿Vale?

- Mmmm… No, no creo que sea necesario. No tengo fiebre, seguro – de repente, el estampado de cuadros de su edredón era mucho más interesante que los bellísimos ojos azules de Ranma.

- Bueno, pero déjame asegurarme, sólo es un momento – volvió a insistir. Decidió sentarse en la cama de Akane, justo a su lado y muy cerca de ella. Pero Akane se apartó para que no tuvieran ningún tipo de contacto físico. Al verlo, Ranma frunció el ceño, enfadado.

- Déjalo, en serio… - suplicó ella, de una forma tan triste que a Ranma le dolía en el alma – Ranma, estoy… Estoy bien… Sólo quiero descansar – agregó, distanciándose aún más del ojiazul. Al ver aquella acción, el chico se dio cuenta de que el problema era con él.

- Bueno, pues nada… Me voy – dijo el chico en un tono que indicaba clara decepción – Llámame si necesitas algo – dijo entre dientes. Dicho esto, se levantó bruscamente de la cama y se dirigió hacia la puerta de la habitación, aunque recordó algo y se giró para ver a Akane, quien ahora sí, lo miraba tristemente – Ah, por cierto… Aquella taza de ahí es para ti – explicó, señalando un recipiente que había dejado en la mesita de noche de la chica – Es leche caliente con miel, pensaba que te iría bien si te encontrabas mal. Puedes bebértela, y si no, tírala, me da igual – espetó con rabia. Cogió el pomo de la puerta para salir ya de ahí, pero Akane habló, impidiéndoselo.

- ¿Leche con miel? – preguntó ella sorprendida.

- Sí, Akane, leche con miel – respondió, remarcando las dos últimas palabras – Sé que te gusta mucho, por eso te la he traído. Pero bueno, seguro que no te apetece beber algo que he preparado yo, y más viendo como huyes de mí – dijo, dolido. Giró sobre sus talones para encarar a Akane, y pudo ver como ella volvía a evitar mirarlo. La chica tenía la taza entre las manos, la cual miraba atentamente.

- Bueno pues… Gracias…

Se hizo el silencio en la habitación. Akane no se atrevía a subir su cabeza, porque sabía que se encontraría con dos zafiros azules que la observaban con una mezcla de rabia y dolor, por lo que siguió observando la leche y la miel. No iba a soltar el recipiente por nada del mundo. Daba igual que sus manos le quemaran por culpa de lo caliente que era el líquido, daba igual que el empalagoso vapor que desprendía le picara en los ojos.

Al igual que Akane, Ranma no despegó sus ojos de un lugar. Pero no era una taza, o un objeto vulgar. Era la chica que tenía enfrente. La chica que le traía tantos dolores de cabeza y problemas, aquella chica terca por la que se preocupaba exageradamente; aquella preciosa mujer que con sólo una sonrisa conseguía hacerle olvidar sus penas. Sonrió tímidamente: a pesar de que estaba dolido por la actitud, en su opinión inadecuada, de la chica, nunca podría odiarla o desearle algún mal.

Era tal el amor que sentía por ella, que sentía que no podría dejar nunca de amarla, no podría dejar nunca de prestarle atención. Akane era para él lo que para ella eran los estudios. Su razón de ser. Lo que más le importaba en el mundo.

Y a causa de la magnitud de lo que sentía por aquella chica, cualquier desprecio que ella le hiciera le dolía muchísimo. Le dolía ver que Akane no confiaba en él, cuando él confiaba al 100 % en ella; le dolía ver como la peliazul se apartaba de su lado, cuando él siempre estaba deseoso de tener la entre sus brazos. Y lo que más le dolía de todo eran sus lágrimas. Cuando ella lloraba, él se derrumbaba también.

Después de varios minutos en los que Akane no pensó en nada, y Ranma pensó en todo, el chico decidió hablar y abandonar la idea de irse de aquella habitación. Lo que en verdad deseaba era saber qué le pasaba Akane. Deseaba que ella le contara sus preocupaciones, para después poder consolarla.

- Akane… - susurró tristemente - ¿Por qué me evitas? ¿Por qué has estado huyendo de mí durante toda la semana? – claro y directo, el chico lanzó la pregunta que había estado queriendo hacer durante los últimos días.

- Ranma… - esta vez, la chica lo miró a los ojos. La mirada del chico era parecida a la de un niño pequeño que ha perdido a su madre. Era tan triste, que la peliazul estuvo a punto de levantarse de la cama e ir a refugiarlo en sus brazos para que se calmara. Pero recordó que Ranma había estado jugando a dos bandas con ella y con Yuna, conquistándolas a las dos a la vez. Y eso ella no podía perdonarlo – Ranma, yo no te he estado evitando… Yo… Hemos tenido exámenes, y… Bueno, ya sabes, tenía que estudiar…

- Pero eso no explica que cuando intentaba hablarte pasaras de mí – lentamente, el chico fue acercándose hacia la cama de la chica, y volvió a sentarse ahí, quedando, como antes, extremadamente cerca del cuerpo de Akane. La chica volvió a separarse de él en un gesto que parecía tener muy bien entrenado - ¿Ves? Tampoco explica que huyas de mi lado – murmuró, enfadado.

- Ya, pero yo estoy un poco resfriada, y… - una nerviosa Akane dijo la primera mentira que le vino a la cabeza, para intentar escapar de la situación – No me gustaría contagiarte.

- Soy capaz de darte un beso en la boca ahora mismo para que veas que no me importa que me contagies – espetó él inesperadamente, mirándola de una forma un tanto agresiva. Akane percibió un destello de deseo en sus ojos azulgrisáceos, y no pudo evitar pegar un brinco de lo asustada que estaba. Sabía que, si Ranma intentaba hacer las cosas por la fuerza, ella perdería irremediablemente.

- Ra… Ranma… - susurró ella con las mejillas teñidas de rojo. Él también estaba sonrojado al máximo – Ranma, no sabes lo que dices… Vete ya de aquí, en serio… Por favor, si quieres que hable más contigo lo haré, pero déjate de tonterías.

- ¿Crees que 'soy capaz de darte un beso en la boca ahora mismo' es una tontería? ¿¡Eso crees?! – dijo él, alzando la voz cada vez más y acorralando a la chica contra la pared que había al lado de la cama. La chica, aterrada, le tapó la boca con las manos para que no gritara. Pero él logró liberarse sin problemas y colocó los brazos a cada lado de la pared, dejando a Akane en medio para evitar que escapara – No hace falta que me tapes la boca, Akane… Estamos solos en casa y lo estaremos durante toda la noche, así que me da igual gritar. Si tengo que gritar para que me hagas caso, lo haré. Aunque puedo usar la boca para otras cosas… – susurró él amenazadoramente, con la mirada algo turbia por culpa del deseo que sentía. Tenía a la chica a su merced, entre sus brazos, estaban solos, y podía sentir el aliento de ella a pocos centímetros... Ranma no reparó en el asombroso cambio que había hecho en pocos minutos: antes profesaba un amor puro y romántico por Akane, y ahora lo que sentía por ella era un ardiente deseo mezclado con rabia.

- Ra… Ranma… - dijo ella con la voz entrecortada – Me das miedo… Tú no… Tú no eras así de violento… - murmuró con los ojos empeñados en lágrimas. Por unos momentos el chico pareció reaccionar, pero volvió a las andadas.

- Deja que te bese y permitiré que te vayas – espetó repentinamente en un tono serio. Akane se quedó estupefacta, no sabía qué hacer. Deseaba muchísimo besarle, pero... No de aquella manera. Ranma no podía estar forzándola. Él no podía. Él, el chico que la había salvado de un acosador en la discoteca durante el cumpleaños de Yuna, él, con quien había compartido momentos dulces y románticos… El Ranma que la miraba con dulzura y cariño no podía ser aquel que ahora la miraba con infinito deseo, listo para abalanzarse sobre ella.

- ¡Déjame! – sacando fuerzas de donde no las tenía, Akane lo empujó a la altura del pecho tan brusca e inesperadamente que él no pudo evitar el golpe, por lo que cayó sobre la cama como si de un saco de patatas se tratara.

Durante unos segundos, los dos permanecieron en silencio, aunque respiraban agitadamente. En ese tiempo Ranma se calmó y volvió a ser el de siempre. Se dio cuenta de que había estado a punto de forzar a la chica por la que suspiraba, y se sintió como el más inmundo de los seres vivos del planeta.

- Oh, Dios… Oh, Dios mío, qué he estado a punto de hacer… - murmuró para si mismo, aunque suficientemente fuerte para que Akane lo oyera – Cómo he podido comportarme así con ella… Soy un impresentable… - Akane pudo escuchar todo el monólogo interior de Ranma y se dio cuenta de lo arrepentido que estaba. Pensó que podía perdonarle eso, pero no lo de Yuna - ¡Akane! Akane, ¿Estás bien? ¿Te he hecho daño? ¿Algún rasguño? ¿Algún golpe? ¡¡Oh Dios mío Akane no sé qué demonios me ha pasado!! – gritó mientras se acercaba a ella infinitamente preocupado y arrepentido – Akane, espero que seas capaz de perdonar mi estúpida actitud machista… Me he comportado como un crío. Joder, soy terrible… - él la miró, y ella pudo ver como tenía los ojos brillantes. ¿Ranma estaba llorando?

- Déjalo, Ranma. Supongo que a los chicos os debe pasar… Os entra un calentón, y entonces… Claro, necesitáis lo que necesitáis – murmuró avergonzada mientras cruzaba los brazos debajo de su pecho y miraba hacia el suelo.

- No, no, a mí nunca me pasa eso… Es decir, sí que me pasa – admitió sonrojado al máximo mientras se frotaba los ojos para dejar de llorar – Pero nunca he forzado a una chica para…

- Mmmm… Bueno, claro, hay chicas a las que no les importa enrollarse con el primero que pasa… Y supongo que al ver que hoy no tenías con quien hacerlo, pues… Has hecho eso…

- ¿De qué hablas? ¿No tenía con quien hacerlo? Pero… Pero si yo no tengo novia...

- Y eso no impide que flirtees con las chicas que te apetezca, ¿Me equivoco?

- No te entiendo…

- Ranma – dijo ella, seria, decidida a contarle toda la verdad – Te vi ayer con Yuna. Y anteayer, y el otro… Os he visto cada día. Ella coqueteaba contigo y tú le seguías la corriente. Y ayer os vi mientras os besabais.

- ¿Qué? Pero… Pero Akane, lo de ayer fue un error, ella se abalanzó sobre mí, y…

- Mira, Ranma, la verdad es que no me importa mucho lo que hagas o dejes de hacer – mintió ella – Pero no está bien lo que haces. El otro día, por el Baile de Nochebuena… Bueno, pues… - se sonrojó – Estuviste muy cariñoso conmigo… Y ahora vas con Yuna. Eso no, Ranma. A Yuna le gustas, le gustas de verdad, así que deja ya de estar conmigo y sal con ella. Hacéis una pareja espectacular.

- ¿Y lo que sienta yo no importa?

- Claro que importa, Ranma… Pero está muy claro que te gusta Yuna, y a ella le gustas tú, por lo que…

- Dices que yo le gusto a Yuna y que ella me gusta a mí… Vaya, Akane, pensaba que me conocías mejor – dijo él sarcásticamente – Pensaba que estaba bastante claro quién me gustaba a mí – dicho esto, la miró intensamente.

- Ra… - Akane estaba sonrojada al máximo – Ranma, pero… Pero Yuna está sufriendo, y… Y a ella le gustas, y…

- ¿Y a ti? ¿Y a ti quien te gusta? – preguntó él de sopetón, visiblemente nervioso.

- ¿A mí? Pues… Pues… - balbuceó torpemente – Eso no es lo que importa ahora, Ranma… Hablábamos de Yuna, y…

- Nada es más importante para mí – la interrumpió él, usando un tono serio y maduro.

Al oír aquello, Akane se sintió en las nubes. ¡Era imposible! ¿Ranma se estaba declarando? El corazón de la peliazul latía como nunca.

- Ranma… - susurró ella dulcemente, sonrojada como nunca – Pensaba… Pensaba que estaba bastante claro quién me gustaba a mí… - dijo, usando las mismas palabras que el chico. El pelinegro lo entendió rápidamente, y no pudo evitar sonreírla con cariño, para después colocar un rebelde mechón negroazulado detrás de la oreja de la chica, y ya de paso, acariciar su mejilla con el dedo pulgar, provocando escalofríos en ella, quien cerró los ojos durante el cálido contacto.

- Akane… - dijo él como si de un tesoro se tratara, para después abrazarla con suavidad. Ella correspondió al abrazo, enterrando su rostro en el fuerte pecho masculino, y no pudo evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas. Pero esta vez, eran lágrimas de alegría.

Aún sentados sobre la cama de Akane, la pareja permaneció abrazada durante bastante rato, y después se tumbaron sobre el mullido colchón. Aún en los brazos de Ranma, Akane subió la mirada y vio como él tenía los ojos cerrados y respiraba pausadamente. Ya no era aquel Ranma brusco, violento y drogado por el deseo. Era aquel Ranma cariñoso, romántico, masculino y atento del cual se había enamorado sin remedio.

Akane sonrió. Esta vez estaba contenta de verdad. Puede que no tuviera muchos amigos, o que los exámenes no le hubieran ido demasiado bien… Puede que no tuviera el cuerpo de Yuna. Pero por lo que veía, los sentimientos que albergaba por aquel que ahora la custodiaba entre sus brazos eran correspondidos.

Puede que su vida no fuera perfecta… Pero con Ranma a su lado, lo era un poco más.

- Akane… Akane, una cosa…

- Dime… – ahora, los ojos de Ranma estaban abiertos y la miraban con atención, pero ella volvía a estar refugiada en su pecho y los tenía cerrados.

- Perdona lo de antes, no sé qué me ha pasado, la verdad…

- Tranquilo, estás perdonado – susurró ella, a punto de dormirse. Pero Ranma sentía que debía decir más cosas aún, por lo que volvió a hablar.

- Akane, voy a… Voy a dejarle las cosas claras a Yuna, ¿Vale?

- Mmmm…

- Voy a decirle que… Bueno, que la aprecio mucho y la quiero como amiga, pero no siento lo mismo que ella. Que a mí quien me gustas eres t… - Ranma paró de hablar, pues le pareció oír un suspiro - ¿Akane? – miró a la chica, y vio que se había dormido. Estuvo varios minutos observándola con infinita dulzura, de vez en cuando le daba algún beso en el pelo. Con ella en sus brazos, se sentía capaz de todo.

Poco a poco, él también empezó a sentir sueño. Y hambre. Se dio cuenta de que era tardísimo y de que no habían cenado, por lo que pensó en despertar a la chica que dormía pegada a él y cocinar algo para los dos. Pero eso significaba dejar de estar abrazado a Akane, algo que ahora que por fin había conseguido, no estaba dispuesto a perder tan rápidamente.

- No pasa nada si me salto la cena – dijo. Seguidamente, cogió el edredón y se cubrió con él, tapando a Akane en el proceso – Prefiero tenerte a ti entre mis brazos… - susurró mirándola dulcemente.

Ranma cerró los ojos y al cabo de dos minutos cayó en brazos de Morfeo. A ambos se les veía muy cansados, pero lucían una sonrisa de felicidad en el rostro. Aquella sonrisa que sólo se tiene cuando estás con la persona que más amas en este mundo.



Notas de la autora:

Sé que no tengo perdón. Esta vez, la ausencia ha sido demasiado larga. 2 meses y pico, si no cuento mal. Siento muchísimo haberos hecho esperar tanto.
Pero bueno, todo eso tiene sus motivos. La verdad es que durante esas semanas mi vida ha dado un cambio bastante radical, y ahora tengo poquísimo tiempo libre, por lo tanto, muy pocas horas al mes para dedicarme a escribir.

La Universidad se me ha complicado bastante, y tengo que dedicar mucho tiempo al estudio. También estuve, como ya sabéis, de viaje (lo dije en las anteriores notas). Y eso, unido a algunos problemas personales, y a que perdí la mitad de ese capítulo por culpa de un problema informático... Justifican tanto tiempo sin actualizar.

Pero bueno, vayamos al capítulo. ¿Qué os ha parecido?

He intentado disculpar la espera con 36 páginas de Word, mi récord de extensión XD
Espero no haberos aburrido, pero si hago los capítulos tan largos es porque intento agruparlo todo de forma que en cada actualización pase algo, se desarrolle y termine; aunque la historia va avanzando capítulo a capítulo. No recuerdo haber hecho eso de "cortar en el momento cumbre" en ningún capítulo de ese fanfic. Da mucha rabia al lector, pero si pudiera actualizar la semana siguiente, quizá lo haría. Pero como paso tanto tiempo sin poder escribir, prefiero que no me odiéis más, así que no lo hago XDD

Sobre el capítulo en sí... Muchos problemas para escribirlo (como ya he comentado), lo que hace que no esté muy orgullosa de él.
Aunque debo deciros que disfruté escribiendo la escena que comparten Ranma y Akane en la habitación de ella. Él la desea, ella se da cuenta... Ay, no sé, me gustó relatarlo ^^
También disfruté, obviamente, con la "declaración", si es que se puede describir como tal. Está claro que ahora saben que son correspondidos, pero "se gustan", aún no ha habido un "te quiero", o "te amo". También habréis echado de menos un beso (me imagino); pues bien, me lo reservo, pero no tardará :)

La historia está en su etapa final. Ha llegado la hora de escribir sus últimos capítulos. Prometo hacerlos largos y currármelos al máximo, cuidando detalles, etc. Quedan 2 seguro, y está por ver si haré un tercero; aunque lo más probable es que sean solo 2. Me gustaría saber cómo pensáis que serán, ya que quedan varias cosas por desvelar. También es posible que reaparezca un personaje... Ya veremos; no quiero spoilearos más XD

Quedan los reviews por responder, pero lo que haré a partir de ahora es responderlos vía mail, que me será más cómodo (pensaba que sería al revés, pero si respondo reviews aquí no puedo enrollarme tanto en las notas de la autora... Y me gusta mucho, jejeje XD).
Por cierto, perdonad posibles faltas de ortografía; he intentado reducirlas al máximo pero mis problemas informáticos persisten y me es bastante difícil revisarlas como suelo hacerlo.

Nos veremos en algunas semanas... Intentaré no tardar tanto, aunque no puedo prometeros nada.

¡Gracias por leer aquí, un fuerte abrazo!

PD: Estoy considerando la idea de borrar Alzheimer. No me acaba de convencer cómo he desarrollado la historia y siento que la terminaría de una forma que no es de mi agrado. Así que, probablemente la borraré, y volveré a escribirla en un tiempo, ya veremos. Es una trama que me parece muy interesante, y que puedo explotar bastante mejor.