Cualli Tonalli!!!!!!!!
Hola, chicos y chicas que se atrevan a leer mi última historia, así es…estoy de vuelta, después de un tiempo de estudio puedo continuar con la ultima historia que estoy escribiendo, ahora vengo acompañada del encantador Edmund Dantes, así es el apuesto y carismático Conde de Montecristo; Como ya en mi perfil he mencionado adoro leer, y escribir es una de mis pasiones, este libro es mi favorito, es tan humano, tan vivo que me sorprende darme cuenta que aquí no se han publicado ni un solo fic de esta historia en español. Así que podre tener el honor de subir el primero a nuestro idioma y espero que alguien se pase a leerlo, pues es una historia que me ha complementado desde que la inicie.
Pido también paciencia para mis otras historias, prometo que las actualizare en cuanto termine con esta, lo juró, además tengo en mente varios fics sobre el libro "Twilight" así que espérenlos…
Antes de poner la historia quiero hacer una pequeña introducción: Somos humanos, cometemos errores, sufrimos y somos dichosos; somos frágiles y torpes, pero eso es lo que hace de nuestra raza la más valiosa… pero también la más peligrosa. Somos criaturas excesivamente egoístas y ansiamos la compañía en muchas ocasiones sin medir nuestros actos. En esta historia busco mostrar tal y como es este sentimiento. Y dar a conocer uno de los miedos más horribles que podemos experimentar: El miedo de la soledad, es uno de los más dolorosos que podemos sentir. Este libro me ha gustado por encontrar la humanidad y el amor más puro hasta en la más terrible acción: en la venganza más sublime, en la cual encuentras justicia pero mucho, mucho dolor.
¿Porque alguien que temía estar sola y que actuó solo por ese miedo, debe verse condenada a sufrirlo después de creer que la felicidad regresaba a ella, por que debería quedar olvidada de la memoria de aquel que le quito y regreso la vida, de aquel que ocupa el lugar de la providencia y que dice amarla aun después del tiempo?
Esta es la historia del Conde de Montecristo y su amada amiga. POR QUE TODOS MERECEMOS UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD
El conde de Montecristo no me pertenece, es de la invención y la genialidad de Alexander Dumas, alguien a quien admirare hasta el final de los tiempos.
EL CONDE DE MONTECRISTO
De vuelta a Marsella, de vuelta a ti.
Capitulo 1
Las gotas golpean en mi ventana, y su sonido se junta con los sollozos de esta habitación. Este dolor… ¿Cuándo fue que nació este dolor?
Abro mis ojos, y en la oscuridad, logró distinguir los zapatos que uso, mi cuerpo esta entumecido por su posición que lleva horas sin cambiar, y en mi frente se ven las marcas de mis manos que aprietan aun con fuerza mis sienes.
¿Cuánto tiempo llevó aquí? ¿Hace cuanto que lloro en la soledad? No estoy seguro si han sido minutos, días o incluso meses; pero sé que el sufrimiento aun es fuerte y soy capaz de enclaustrarme más tiempo del necesario.
¿Por qué sufro? Aun es difícil aceptar la razón. Mi amada Haydée, yace dormida en aquel cementerio, ¡Ah pobre mía, fuiste victima de la tuberculosis y ya tu cuerpo ha muerto!
Escondo mi rostro entre las manos mientras nuevas lágrimas brotan de mis ojos, repito su nombre como lo he hecho desde hace tiempo, tratando de que en mi dolor, en mi soledad, algo pueda calmarme.
Un golpe de nudillos en mi puerta me hace salir por un momento de mi ensoñación, afuera deben estar preocupados, escuchó los murmullos de mis sirvientes, mis fieles, mis queridos amigos que no han abandonado a su señor en esta perdición y locura. ¡Oh buen Bertuccio, Bautiste y Ali! Ahora, ni siquiera su presencia calma mi malestar; es mejor que me dejen, permítanme sumirme en un sueño sin dormir.
Los pasos afuera se alejan, entienden que deseo estar solo y no pienso salir, mi cuerpo está cansado, y mi alma rota. Pero ya no es el dolor del hambre o el sufrimiento de la pérdida, ahora lo que me hace sollozar es el: Miedo.
Mi cuerpo se estremece al pensar en lo que vendrá, siento terror al saberme solo, al ver en mi futuro la oscura y fría soledad, la misma que te recibe en la mazmorra de una prisión.
¡Dios, porque me haces sufrir de este modo!
¡A mí, que condenaste a ese cruel castillo a la tierna edad de diecinueve años, para después brindarle la dicha de ocupar el lugar de la providencia: para recompensar a los inocentes y castigar a los malvados!
Ahora me haces pagar por ser un dios vengador, y mis cuotas están llenas de dolor.
¡Estoy solo, nuevamente solo en este mundo cruel y sin sentido! Me siento enloquecer ¡No había sentido este miedo nunca y estoy seguro que la muerte sería deliciosa en mis labios, como un dulce néctar que apaga mi desesperación! Entierro los dedos entre mis largos y oscuros cabellos, mientras como un niño empiezo a sollozar.
"Haydée… Haydée…" escuchó mi propia voz y no la reconozco, es un eco fantasmal que repite su nombre una y otra vez; Un relámpago ilumina mi habitación mientras dentro del sueño susurró un nombre que jamás creí volver a pronunciar.
"Mercedes…"
Levanto mi rostro con lentitud saliendo de mi posición por primera vez en mucho tiempo. Frente a mí, sentado en la cama, me observa desde aquel espejo de cuerpo completó: mi reflejo. Miró fijamente mis ojos oscuros, que abiertos de par en par brillan con sorpresa; un nuevo relámpago ilumina la tierra, y mis labios se abren para dejarlo salir sin vacilación.
"Mercedes…"
Mis manos caen flácidas mientras me levantó impresionado de lo que acabo de ver; mi cuerpo duele por el cambio repentino, mis piernas se adormecen por un instante, camino titubeante hasta aquella suave ilusión, extiendo la mano para que mis dedos toquen el frió espejo.
Miró mis rasgos en aquella oscuridad, los observó con claridad por cada uno de los relámpagos que la lluvia ha traído consigo. Mi cuerpo, mi rostro todo en mi ha cambiado, sin necesidad de ser diferente, solo se que este Conde de Montecristo, no es el mismo… ¡Edmund Dantes ha regresado!
"Mercedes…" vuelven a susurrar mis labios, y por un instante el dolor desaparece. ¡Dios, que paz y lucidez me trae ese nombre!
¿Por qué ahora? Pienso mientras camino por la habitación ¿Por qué ella?
Detengo mi andar frente a la ventana que recibe gustosa las gotas de lluvia, y me permito vagar por mi mente, sin necesidad de sucumbir al dolor.
Hace ya un año que deje Paris, que vine a Oriente para olvidar mi pasado al lado de Haydée, después de lograr mi venganza contra aquellos pecadores y que deje en Marsella a aquella que una vez ame. Ahora su nombre vuelve a mi, y llena de paz mi espíritu pero… ¿Por qué?
Cierro mis ojos y no logró comprender esta sensación, la observó como en un sueño, aun la veo cuando siendo niños, soñábamos con formar un hogar en nuestra amada y natal tierra; recuerdo sus risas, y sus adorables sonrojos; cuando llegaba de mis expediciones en El faraón y corría a mis brazos para darme la bienvenida… y la ultima vez que la vi, cuando después de abandonar su hogar y sus bienes como condesa de Morcef, fue a vivir donde su juventud, y completamente sola sollozaba la perdida de su hijo, en aquella habitación que alguna vez yo llame hogar.
¡Querida amiga! ¿Por que te recuerdo en medio de este tormento? ¿Por qué siento deseos de ir y compartir contigo mi dolor? ¿Por qué sé que tú me vas a comprender?
El lento avance de un recuerdo llega a mí, y con claridad escucho el delicioso timbre de su voz, sus palabras están distorsionadas por el llanto; la observó arrodillada frente a mí, mientras ocultando su rostro entre las manos me suplica por la vida de su hijo.
En ese instante sentí repulsión, por aquel bello joven, producto del matrimonio de mi amada y de aquel maldito Fernand; odio al verla llegar suplicando por el perdón de los mismos, sin embargo lo que más llegue a sentir fue dolor, mi corazón y alma se llenaron de esa sensación cuando a mis pies se culpaba a ella misma por lo ocurrido.
¡Oh, amiga mía! Jamás te culpe de lo ocurrido, ni mucho menos llegue a odiarte, pero no niego que mi corazón se partió en mil pedazos cuando me enteré que no me habías esperado, que al verme ausente aceptaste la mano de ese catalán y con él, lograste formar lo que por años ambos planeamos.
¡Dulce alma inocente! Siempre he deseado saber el por que a pesar de decir que me amabas, que por mí esperarías eternamente, jamás cumpliste tu promesa.
¡Ahora pienso en ti, en este momento que veo mi felicidad perdida! Aunque no niego que durante este largo año mi mente iba en ocasiones hacia ti, sabiendo que aun no podía encontrar respuesta a tus actos.
Doy la vuelta y camino en silencio por la habitación que ha sido testigo de mi dolor, pero el sonido de su llanto llega a mí en un nuevo recuerdo…
"¡Ah, que terrible venganza, por una falta que la fatalidad me hizo cometer! Porque la culpable soy yo Edmund…" Exclama mientras me observa con sus oscuros ojos llenos de lágrimas "…y si querías vengarte debió ser de mí, que no tuve fuerza para resistir tu ausencia y mi soledad"
Soledad… soledad… SOLEDAD
Esa palabra se repite una y otra vez en mi mente, mientras mi pecho se colapsa del dolor; el miedo se apodera de mí nuevamente y me siento caer, pero con lentitud camino nuevamente hacia aquel espejo en la pared. Al llegar acarició mi reflejo y mis labios tiemblan al hablar.
"Sentiste miedo…" susurro mientras en mi mente se dibuja nuevamente su rostro cristalizado por las lagrimas "… el mismo miedo que siento yo ahora al verme solo"
Necesito decirlo en voz alta, explicármelo con cuidado; ahora recuerdo que llegue a sentir este miedo en aquella habitación oscura del Chateau d´ If, que mi mente bloqueaba todo tipo de luz, sumiéndome más y más en la oscuridad y la única solución que veía ante ese horror era… La muerte.
Abro mis ojos mientras mis gestos se llenan de pánico ¡La he condenado al mismísimo infierno, la he hecho desear la muerte!
¡Oh, Mercedes… te he abandonado, te he dejado al no ver tu más grande temor! ¿Por qué no lo vi antes? La venganza, el odio me cegó y no pude percibir el verdadero daño que te ocasione… ahora entiendo que ambos sufríamos por mis actos, pero solo yo me vi satisfecho y encontré la felicidad al lado de Haydée pero… ¿Y tú? ¿Qué ha sido de ti, cariño mío? Acaso… ¿Será demasiado tarde?
El pánico se apodera nuevamente de mí, corro hacia la puerta y la abro de manera precipitada llamando a mis sirvientes, en mi mente repito una y otra vez, la condena que como verdugo le di a esa inocente mujer. ¡A mí amada amiga!
"¡Bautiste, Bertuccio…ALI!" Grito mientras escuchó que la gente se acerca, que sus voces llegan a mí con exclamaciones de asombró al verme salir de la habitación.
"¡Señor mío, oh que alegría!" Exclama un joven de mirada sabia que esta a mis servicios desde que llegue a Oriente "¡Finalmente ha salido de la habitación es…!"
"¡Ahora no!" Lo interrumpo y dirigiendo mi mirada hacia mis más fieles amigos exclamo "¡Bertuccio, Bautiste manden preparar mi barco!"
Las miradas que me dan están llenas de confusión y sorpresa, pero asienten y comienzan a trabajar, se alejan y observo cada uno de los rostros que me rodean hasta hallar el que busco.
"¡Alí arregla el equipaje!" Exclamo mientras observo al gran árabe, para después dirigir mi mirada al chico de ojos castaños que había interrumpido antes.
"¿A dónde es que se dirige amo?" Me pregunta con voz temblorosa por la confusión, mi corazón palpita de forma lastimera cuando respondo.
"¡A Marsella!"
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El sol sale desde el horizonte dando los buenos días a Marsella, las tiendas comienzan a abrirse en la pequeñas calles y el sonido de la gente inunda el ambiente; tan simple y sin embargo, hermoso.
Poco a poco la luz entra en la habitación, se asoma tímidamente por la ventana para ser recibida por los oscuros ojos de una hermosa mujer, que como cada día observa el cielo desde su hogar.
Largos suspiros salen de sus carnosos labios y como siempre las lagrimas acuden a su rostro sin permiso alguno. Recargando su cuerpo en el marco de la ventana recibe una agradable brisa con el olor del mar, y abriendo su boca con lentitud llama a aquel, que amó, ama y seguirá amando hasta el final de sus días.
"Edmund" susurra, mientras una sonrisa llena de tristeza alumbra su rostro ¡Gracias al cielo, no le quedaba mucho tiempo para seguir pronunciando ese nombre!
Con deliberada lentitud dio vuelta y acomodando sobre sus hombros un pequeño abrigo, salió a caminar para volver a pensar en el plan que había ideado.
¡Mercedes Herrera nació en Marsella, y ahí también moriría, aunque tuviera que provocarlo!
Continuará…. Eso es todo por esta ocasión, espero sus comentarios
Tlazohcamati huel miac!!!!