Itazura na Kiss, no es mío… Esta gran obra y personajes, son creación de la grandiosa Kaoru Tada-sensei, a cuya memoria dedico este ultimo capitulo de este fanfic. Aclaración: Por razones que aun me son desconocidas, me es imposible editar este ultimo capitulo, ya que al parecer los separadores no figuran donde he puesto, lo que genera problemas al leer por el cambio brusco de escenas. Sin embargo tan pronto como se solucione el problema, arreglare este impase. Disculpen estos problemas... Y un muy feliz año para todos ustedes!


FLORES EN PRIMAVERA

Capitulo 8: Flores en primavera.

Cuando Kotoko despertó, se encontró en un campo inmenso, el cual parecía no tener fin. El cielo gris, sin embargo, que amenazaba lluvia, malograba de momento, aquella apacible visión. La joven con gesto de preocupación, escaneó el lugar, en busca de algún sitio que valiera de refugio durante el próximo temporal. No tuvo que demorarse mucho, puesto que descubrió cerca una especie de cueva, la cual bien podría protegerla. Luchando contra el viento que ya comenzaba a correr, se dirigió a toda prisa hacia aquella gruta.

-Parece que esta parte es un lugar muy desolado -se dijo Kotoko, mientras se acomodaba en el rústico refugio – Me pregunto qué haré aquí.

La joven abrió los ojos con sorpresa, mirando alrededor, alarmada – ¡Es cierto! ¿Qué hago aquí? La última cosa que recuerdo es que estaba en el hospital. ¿Qué se supone que hago aquí? ¿Acaso esto será un sueño?

El ruido de los truenos que se escuchaban a lo lejos, la sacó de sus pensamientos. Bastaba escuchar el ruido del viento y de los truenos para decir que el tiempo había empeorado. El viento empezaba a soplar con mucha más violencia, meciendo los arboles que había alrededor. Buscando protección, la joven se cubrió la cabeza con las manos, rogando que acabase rápido.

De pronto, los lamentos de una niña, a juzgar por la voz, la sacaron de aquel estado. Descubriéndose rápidamente, buscó con la mirada, el punto de donde provenían los sollozos. No tardó en descubrir a una pequeña de casi cinco años, que corría a duras penas, de un lado a otro, apenada, llamando en gritos desesperados y abatidos.

-¡Mamá! ¡Mamá! ¿Dónde estás?

-¡Mamá!

-Mami… - repetía llorando, sin fuerza ya para correr, en medio de aquel campo. El viento desordenaba el bonito rostro, que estaba empezando a enrojecerse por las lágrimas. Kotoko, en un impulso, corrió hacia donde estaba la niña, para ponerla a salvo en su refugio, hasta que pasase la tormenta.


-¡No está respondiendo, Nishigaki-sensei! ¡Los signos vitales son muy débiles!

-¡Necesita respiración artificial urgente!

-¡Si, sensei!

-¿Llegaron ya los resultados? – dijo el médico, a la enfermera que aparecía en la puerta.

-Sí, sensei – respondió la joven, sosteniendo temblorosa un sobre –Aquí tiene.

El doctor tomó rápidamente el sobre que le extendía Kanda-san y lo abrió. Sacó el encefalograma y lo expuso a la luz. Mientras revisaba los resultados de laboratorio, las enfermeras hacían lo posible para mantener a la joven con vida. Su respiración se había vuelto extrañamente irregular y la presión arterial empezaba a desestabilizarse. Nishigaki miró a la joven tendida en la camilla, su reloj, el teléfono y el encefalograma simultáneamente. Era obvio que se debía actuar con rapidez.

-Enfermera jefe – dijo de pronto, sin voltear. Una señora de cierta edad, rolliza y de cabello ondulado se presentó ante él.

-Sí, sensei.

-Olvídense de la reunión de médicos. Debemos operar con urgencia. Yo seré el responsable.

-E…está bien.

La señora estaba a punto de salir, cuando la puerta se abrió violentamente. Todo el equipo volteó. Allí, parado en el umbral, Naoki Irie estaba, respirando con dificultad, sosteniéndose contra el marco de la puerta para no caer y con el rostro oculto por el cabello castaño. Al levantar la vista, mostró a los que estaban en la sala, una expresión como nunca le había visto nadie jamás. Era el rostro de un hombre pidiendo un milagro, el rostro de un hombre desafiante y decidido. Era el rostro de un hombre que no estaría dispuesto a resignarse.

-Irie…- susurró el galeno, asombrado por la aparición repentina del joven. Este después de tomar aliento por un momento, se incorporó y se dirigió hacia el médico.

-Sensei – dijo Naoki, mirándolo fijamente – Haga lo mejor que pueda. Yo…– Naoki volteó su rostro para ver la cara de Kotoko, que estaba muy pálida ya. Puso la mano en la cabeza de ella, y la acarició. Después, mirando seriamente al médico, dijo con voz vibrante – Yo también quiero participar en esta intervención.

-Pero…Irie – refutó el doctor- Usted no puede. Recuerde que sus emociones pueden cegarle y…

-Nishigaki-sensei – dijo Naoki, alzando la voz – Nadie mejor que yo, para juzgarme. No pretenda vaticinar el futuro. Yo también soy doctor. Y mi labor como tal, es atender a alguien que necesita de mi ayuda. Así que si deja de estorbarme, me prepararé para la operación.

El doctor lo miró por un momento. Los ojos de Naoki, mostraban decisión y firmeza. Sonrió y llevándose una mano a la cabeza, asintió.

-Entiendo. Señoritas… – dijo dirigiéndose a las enfermeras – Preparen todo. Irie-sensei será mi asistente.

-Sí, sensei.


La tormenta seguía aún en el exterior. Grandes gotas de lluvia caían juntas a raudales, corriendo el agua ya, formando pequeños riachuelos. Entretanto, en el provisional refugio, Kotoko y la niña, pasaban seguras el temporal.

-¿Estás bien?- preguntó Kotoko a la niña.

Ésta parecía adormecida, y si bien ya se notaba que estaba consciente, aun no podía entender bien lo que pasaba a su alrededor.

-¿Mamá? – susurró con voz débil - ¿Eres tú, mami?

-No. No lo soy.

La pequeña abrió entonces los ojos, repentinamente. Al ver a Kotoko, un grito de alivio salió de su garganta, abalanzándose hacia ella y abrazándola con fuerza.

-Estaba asustada… muy asustada. ¿Por qué no viniste antes?

-¿Qué dices? – preguntó confusa la joven - No entiendo. No entiendo nada en absoluto.

-¡Por qué no viniste antes! ¡Te estuve esperando todo este tiempo! – dijo la niña, ocultando su rostro en el regazo de Kotoko.

-Pero… yo no soy tu mamá. – respondió Kotoko, poniendo una mano en la cabeza de la pequeña.

-¿Mi mamá? Ya sé que no lo eres, niña boba – dijo enfadada la chiquilla, separándose de Kotoko – Son muy parecidas, claro, pero no son iguales.

-Entonces, ¿por qué me esperabas? – preguntó la joven incorporándose. La niña miró a Kotoko fijamente, tomándose su tiempo antes de contestar.

-Porque soy tu memoria perdida.


-¿Cómo están los signos vitales?

-Aún inestables, sensei.

-Irie, fíjate en el encefalograma. ¿Viste alguna anomalía?

-Sí. Hay un coágulo de sangre localizado en la parte baja del cerebro. Es bastante pequeño, pero está empezando a tener mala pinta. Lo más probable es que los que se encargaron de examinarla no se hayan dado cuenta – respondió el joven, mirando nuevamente el rostro pálido de su esposa - ¿Cómo pudieron dejar pasar algo tan importante? Si le pasa algo a ella debido a esto.

-Sí. Es lo mismo que yo he visto. Debe ser el remanente de la primera operación que le practicaron. Es muy menudo, pero bastante peligroso, debido a su posición- corroboró el doctor, asintiendo. Dio un ligero suspiro, y se dirigió luego a la enfermera jefe- ¿La cámara ya está encendida?

-Todo listo, sensei.

-Muy bien – respondió Nishigaki, mirando a una pequeña camarita que estaba a la altura de su rostro. Al darle la señal, se aclaró la voz para empezar con las líneas de rigor - Yo, Nishigaki Touma, médico del departamento quirúrgico de este hospital, estaré a cargo de la operación, junto con el doctor Naoki Irie, el cual será mi asistente, para extraer un coágulo alojado en la parte occipital del cerebro de la paciente Kotoko Irie. Esta intervención se realiza con urgencia, debido a que la gravedad del caso lo amerita…Roguemos a Dios por la salud de esta joven, y que el guie nuestras manos, para garantizar el éxito.

-Irie – llamó después de un momento – Empiece con la incisión para llegar al coágulo. Recuerde que va a pasar por lugares muy peligrosos. Un mal corte y…

-Lo sé – respondió Naoki, mirando la bandejita con diversos instrumentos quirúrgicos. Acto seguido, miró la computadora que estaba a su costado. Entornó los ojos, recordando esa noche, cuando decidió en su fuero interno, convertirse en doctor.


Kotoko corrió un poco y se paró frente a Naoki, y lo miró sonriendo.

-De esa manera, podrás ser capaz de ayudar a Non-chan y muchos otros, y ellos ¡te estarán muy agradecidos! – terminó, caminando siempre adelante. Naoki la seguía, extrañamente pensativo.

-Un doctor, ¿verdad? Suena bien.


Y quien iba a pensar en ese tiempo, que entre los muchos iba a ayudar estaría su propia esposa.

-Es una cosa de locos…Pero desde que la conocí, toda mi vida se convirtió así, de locos...totalmente impredecible.- pensó el joven doctor, mirando por última vez el rostro de Kotoko – Te salvaré, aunque sea lo último que haga.


-Porque yo soy tu memoria perdida.

Kotoko se alejó de aquella extraña criatura. De repente, ya no estaba en aquella cueva. Estaba afuera, en el mismo campo abierto donde había estado hace poco. El cielo estaba ahora bastante limpio, mostrando un sol verdaderamente brillante. No se notaba ni las huellas de la anterior borrasca.

-¿Qué significa esto?- se preguntó la joven, contemplando siempre a la pequeña castaña. Esta última, sonreía pacíficamente, extendiéndole la mano.

-Yo también estuve esperándote, Kotoko-chan – se escuchó una delicada voz no muy lejos. Kotoko volteó en esa dirección. Una silueta femenina, empezaba a avanzar hacia ella, tranquilamente, sin prisas.

-¿Quién eres? - gritó la castaña, a la sombra que se le acercaba cada vez más.

-Hace mucho tiempo que no nos vemos, mi pequeña Kotoko-chan…–respondió, apareciendo por fin. Era una mujer relativamente joven, de cabellos castaños y ojos pardos. Estaba vestida con un vestido amarillo pastel, de una sola pieza. El aura de aquella señora era un aura muy cálida y bondadosa, que invitaba a acercársele sin miedo. Kotoko observó fijamente a aquella amable figura, prendada de la luminosidad que irradiaba.

-¿Mamá? ¿Eres tú, mamá?

La joven señora, asintió sonriendo – Al fin me has reconocido.

Kotoko caminó unos pasos, aproximándose. De pronto, como si hubiera olvidado algo, se paró bruscamente, y buscó con la vista, a la niña que había estado con ella hace un rato. Al parecer la señora se dio cuenta de lo que estaba buscando, porque la tranquilizó de inmediato.

-Ella era parte de tu memoria desaparecida – dijo posando una mano sobre el hombro de Kotoko – El hecho que hayas podido reconocerme, implica que ella ha vuelto a ti. – Tras una breve pausa, la señora, bajó su mano, y se sentó en el pasto – ¿Me has estado buscando, no es cierto?

Kotoko descendió con lentitud, hasta sentarse junto a su madre. Reclinó la cabeza sobre el hombro de ella, y suspiró.

-Sí, mamá. He querido hablar contigo desde hace mucho tiempo. Quería saber cómo estabas, que hacías y si aún te acordabas de papá y de mí…

-¿Crees que si no me acordase de ustedes, tú estarías conversando conmigo? Ah, definitivamente no tienes remedio – dijo la madre, dando un golpecito en la cabeza de la joven – Yo siempre estoy con ustedes, siempre los veo. Te he visto a ti especialmente, niña – paró un rato antes de continuar – Últimamente no estabas bien, ¿verdad?

-Mamá…- susurró conmovida, Kotoko, no pudiendo evitar que las lagrimas empezaran a salir – Mamá…mamá… ¡Te extrañé! ¡No sabes cuánto te extrañé! – dijo, rompiendo en un triste sollozo, aferrándose al brazo de su madre – Sé que es egoísta, pero siempre quise preguntarte… ¿por qué, mamá? ¿Por qué nos abandonaste? Yo…yo te necesitaba mucho, mucho…- no pudo terminar la frase. Kotoko escondió el rostro en el brazo de la señora, mientras su cuerpo parecía quebrarse en tristes sollozos. La madre, inclinó la cabeza hacia su hija, y comenzó a acariciarla.

-Yo también los extraño. Yo también me pregunté porque había acabado apartada de ustedes… de ti, mi pequeña Kotoko. Tú, que eras mi tesoro más preciado, mi niña querida. No entendí al principio, porque me separé tan rápido de ti. Pero después supe que era mi papel. Y que yo estoy aquí, para darte una segunda oportunidad. Kotoko-chan, yo estoy aquí para que vuelvas a nacer.

-¿A qué te refieres con volver a nacer? – preguntó Kotoko, levantando repentinamente el rostro, aún bañado por las recientes lágrimas. La madre secó un poco, la llorosa cara, antes de contestar.

-Ellos te esperan, Kotoko-chan.

-¿Me esperan? ¿Mi padre?

-¿Shigeo? No, no es sólo él, quien te espera. Te esperan tu esposo, tu hija, tus amigos.

Kotoko pareció confusa.

-¿Esposo? ¡Hija! ¿Cómo es eso posible?

-Es por eso que te dije que aquella niña no era más que parte de tu memoria. El resto está dentro de ti. Sólo debes dejarlo salir.

-Dejarlo salir… No lo entiendo, mamá… ¡Explícamelo por favor!

-Ven conmigo, Kotoko-chan – dijo la madre, parándose y tomando la mano de Kotoko. Una presión muy fuerte empezaba a expandirse en su pecho. La joven se llevó la mano libre al pecho, intentando respirar. Pero la fuerte presión, seguía, uniéndose a ello, un dolor espantoso en el brazo derecho.

-Mamá…déjame mamá, me duele…me duele. – musitaba la chica, haciendo un supremo esfuerzo por hablar.

-Kotoko-chan, resiste por favor. Hija mía, aún no es el momento.-Al ver que Kotoko estaba a punto de desmayarse, repitió con voz más alta- ¡Por favor, resiste un poco más!

-¿Está teniendo un ataque al corazón? No puede parar la provisión de oxigeno al cerebro o si no…-pensó el doctor en jefe. – Irie-sensei, encárguese de atender el ataque, yo seguiré con la operación.

-Sí, sensei – respondió Naoki, apretando fuertemente los labios, intentando no gritar. Era en verdad, mucho más duro atender a alguien muy querido para ti. No podía concentrarse fácilmente.

-¿Quiénes son? ¿Dónde estamos, mamá? – preguntó Kotoko, mirando atentamente todo lo que había a su alrededor. Varias personas vestidas de un color rosa pálido, caminaban presurosas por la pequeña salita, alrededor de una mesa, donde dos hombres vestidos de blanco, estaban inclinados.

-Estamos en un hospital – respondió la madre, al lado de su hija.

-¿Y por qué siento aún este dolor en el torso? – quiso saber la joven, llevándose la mano derecha al pecho.

-Porque estás sufriendo un ataque al corazón.

Kotoko volteó bruscamente hacia su madre - ¿Qué estás diciendo?

-Mira allí. – dijo la señora señalando a la mesa.

Kotoko se acercó lentamente hacia la mesa, que parecía ser el centro de atención. Las enfermeras caminaban de un lado a otro, apresuradas, atravesándola, sin estorbarle el paso. Al llegar al sitio indicado, Kotoko se llevó las manos al rostro, con pavor. Allí, en aquella camilla, estaba su cuerpo inconsciente. Junto a ella, estaban dos cirujanos. Uno tenía lentes y piel un poco bronceada y atendía la parte de la cabeza, en tanto el otro, más joven que el primero, atendía la parte del corazón. Era la parte que más le dolía a ella. Kotoko miró más de cerca a ese último doctor. Sus ojos amables y fríos a la vez, denotaban preocupación. Kotoko podía escuchar claramente una voz dentro de él diciéndole que viva, que no lo deje solo.

-¿Naoki? – preguntó Kotoko, inclinándose hacia aquel joven castaño - ¿Por qué soy tan importante para ti?

La respuesta a su pregunta no se hizo esperar. Ella sintió de pronto, como si algo la acercase irremediablemente hacia él. Y ella se dejó llevar por aquella corriente, esperando encontrar las respuestas que su madre no le llegó a contestar. Cerró los ojos, y sintió como si fuera atraída hacia el interior del joven, dentro de su mente.

-Esto es, esto es… - pensó la joven, mirando a su alrededor. Era como un largo pasadizo en el cual se adivinaba al final, una luz intensa. El pasadizo no parecía tener paredes de ninguna clase, era como caminar por un camino colindante con un peligroso precipicio. Al dar el primer paso, Kotoko se vio de pronto en un lugar extrañamente familiar. El edificio, los uniformes y las caras eran conocidos para ella. A lo lejos, podía divisar al mismo joven que estaba en la sala, caminando despreocupadamente, con un uniforme. Atrás suyo, estaba… estaba ella. Kotoko se sorprendió de sobremanera al verse ella misma en un lugar que a pesar de ser conocido, no podía recordar.

Y ella perseguía al joven hasta alcanzarlo y hacer el ademán de entregarle una carta, la cual no fue aceptada ni recibida.

Seguidamente, el escenario se desvanecía para dar paso a otro lugar, muy familiar también, pero desconocido aún. Ella y su padre tocaban la puerta de una hermosa casa. Le recibieron un señor algo bajo y un poco subido de peso, una dama muy guapa, que parecía ser su esposa, un niño de primaria, y el mismo joven del instituto, mirando al padre con simpatía y a la hija con amable ironía.

Las imágenes se sucedían unas a otras. Un beso en un lugar desolado, al parecer en una especie de callejuela solitaria, en una noche de luna; el camino del joven hacia un campus enorme, al parecer para dar un examen de ingreso, el cual no llegó a dar debido a que ella enfermó. Y después, una excursión en un lugar campestre; luego se veían a los dos bajo la lluvia, abrazados; luego esa escena desaparecía para dar paso a un hermoso recuerdo. Una boda, entre ése joven y ella, intercambiando promesas.

-Te esperaba, Kotoko – dijo apareciéndose delante de ella, lo que parecía una copia fiel suya. Era como si tuviera una hermana gemela, presentándose.

-¿Quién eres? – preguntó Kotoko, sin poder añadir otra palabra más, debido a la impresión.

-Soy la última pieza que le falta a tu rompecabezas, Kotoko. Soy la última parte de tu memoria perdida, la que corresponde desde que te enamoraste de él – terminó, señalando al chico castaño de fría mirada.

-Desde que me enamoré… Desde que empecé a amarlo…-repitió Kotoko.

-Así es – afirmó, moviendo su cabeza afirmativamente - Y ahora, tú debes venir conmigo – dijo, extendiendo su mano hacia Kotoko. La muchacha alzó temblorosa, la mano, y tocando primero los dedos y luego la mano, le estrechó, con la que se decía la última pieza del rompecabezas.

Al tocar su mano, una serie de sentimientos, recuerdos, situaciones, lugares y personas, pasaron rápidamente por su mente. Agotada por todas aquellas emociones encontradas, sintió como un gran vacío la hundía nuevamente, dejándola inconsciente.

-Irie-kun…

La luz de la luna llena iluminaba a todo Tokio. Las personas que caminaban por las calles, veían con deleite, aquella noche despejada. Las estrellas y la luna llena, hacían un magnifico conjunto, brillantes e inalcanzables en el firmamento azul. Pero todo esto, pasaba inadvertido para un Naoki que, exhausto por la exigencia de la intervención, había caído rendido. Cuando el médico en jefe le dijo que Kotoko estaba nuevamente estable, Naoki suspiró de alivio y se desmayó por el cansancio y el estrés.

-Maldición, Kotoko. No me hagas esto, no me asustes de esa manera.

Una enfermera al ver a Irie-sensei durmiendo en un banco, expuesto al frio de la noche, fue por una colcha, para cubrirlo. Decidió no despertarlo, ya que si lo hacía, Irie-sensei se quedaría de largo junto a su esposa, supervisando que todo estuviera bien.

-También los genios deben descansar, ¿no crees, Chris? – preguntó Kinnosuke a su rubia esposa. Ambos acaban de llegar, alarmados por la llamada de la madre de Naoki.

-Oh, pobre Naoki. Debe estar totalmente rendido para dormir en un simple banco de hospital – respondió Chris, llevándose una mano a la mejilla, mirando con preocupación al joven doctor. Su esposo posó la mano en el hombro de Irie y meneó la cabeza afirmativamente.

-Lo has hecho bien, Irie.


Naoki, sumido en un sueño profundo, se vio de pronto parado en un lugar muy conocido para él. Volteó hacia atrás y vio la imponente casa de los Irie, donde había vivido desde que tenía memoria. Se llevó la mano al hombro y descubrió que estaba cargando una maleta, la misma que cargaba en sus días de instituto.

-Pensé que había botado esta maleta – se dijo, llevándosela al hombro. De pronto, sus pies empezaron a moverse, llevándolo hacia el metro. Él por primera vez en su vida, le dio más importancia a la intuición, más que la razón. No sabía porque se movía de esa manera, pero su cuerpo, como si hubiera cobrado vida y pensamiento, hubiera decidido tomar el control. Sin embargo, Naoki no parecía sorprendido de nada.

Al bajar del metro, fue directo hacia un cierto lugar, aparentando seguridad aunque, estaba un poco desconcertado. El lugar, por donde parecían guiarlo sus pies, era nada menos que el instituto. Una contemplación mucho más detallada, le permitió descubrir que él estaba llevando el uniforme de instituto. El terno gris y la corbata roja, eran totalmente inconfundibles.

-¿Qué se supone que hago con esta facha? – pensó, mientras caminaba, viendo los más mínimos detalles de su informe

El joven llegó así, casi a la entrada de aquel gran edificio que le traía tantos y tan buenos recuerdos. Naoki sonrió pensando en aquellos días, en donde todo parecía mucho más fácil. Aquellos días cándidos e inocentes, en donde no había problemas que no pudiera solucionar.

Hasta que apareció Kotoko. La primera mujer que mostraba toda clase de emociones y se convertía en impredecible para él. La única mujer que podía estremecer su corazón. Esa era Kotoko.

-Hola, Irie-kun-lo saludó una voz que lo dejó helado. Era una voz que sonaba nostálgica del pasado, tan querida desde hace mucho tiempo.

Saludos y despedidas

Juguetean con el viento

En los días de primavera

Naoki no se atrevió a mirar sino hasta después de un buen rato. Al hacerlo, levantó el rostro y la vio. Allí, a pocos metros de él, ella estaba parada, mirándolo con una gran ternura. Los ojos brillaban intensamente, ingenuamente, dejando advertir la emoción que sentía por verlo. Kotoko tambien llevaba el antiguo uniforme del instituto, el largo cabello castaño, era mecido suavemente por el ligero aire del lugar.

Los colores pastel también

Empiezan a bailar

El cuento de hadas empieza

Mirándola con fijeza, él comenzó a acercarse a ella. Y Kotoko, al darse cuenta que él avanzaba, también comenzó a acercarse a él, sin quitarle la mirada. Ambos pronto quedaron frente a frente, contemplándose mutuamente, sonriendo ella, mirándola seriamente él, aunque con una sonrisa oculta en los ojos. Irie pensó, que a pesar del tiempo transcurrido, ella se veía igual que antes, con aquel uniforme. Parecía que los años no hubieran pasado. Parecía que se hubiera detenido el tiempo.

-Has vuelto, Kotoko. Como si los años no hubieran pasado…-se dijo Irie, un poco confuso, Después de un momento, el sonrió. El destino los reunía porque él tenía que dar una respuesta. Una respuesta que había quedado en el aire después de tantos años, que había quedado pendiente desde que él no quiso recibir la carta, que ella ahora le extendía.

Inmediatamente

Yo iré

A tu lado

Espérame

Solamente mirando al brillante y mágico momento…

Kotoko le extendía un sobre blanco, con una sonrisa en los labios. En el sobre podía leerse los kanjis del nombre de Naoki. Era la misma escena de hace más de diez años.

-Toma esto, por favor – pidió Kotoko, inclinándose levemente hacia Naoki. Él volteó su rostro hacia un costado y sonrió con tierna ironía. Después de un breve momento de estar así, la volvió a mirar, y tomó el sobre que ella aún sostenía. La abrió y sacó la carta. Tras leerla, la guardó nuevamente en su sobre y lo guardó en su bolsillo.

-Creo que tengo que dar una respuesta – masculló el joven. Y tomando la mano de Kotoko, la llevó dentro de la academia. Kotoko seguía a Naoki, sin entender del todo la reacción de su esposo, ¿A dónde la estaría llevando? Estaban dentro ya del instituto, y Naoki parecía buscar un salón en particular. Casi tan repentinamente como le había tomado de la mano, la soltó, y sin decir palabra, entró a un salón.

Destino entrelazado en travesuras

Siempre lo hemos estado buscando…

La joven se fijó en el número de salón. Allí en el cartel, decía 2 F. Era el salón de Kotoko cuando estaba estudiando. Siempre clase F, luchando por lograr lo que parecía inalcanzable, apelando únicamente a la gran fuerza de voluntad y tenacidad. Y la respuesta a todos sus esfuerzos estaba esperando seguramente, detrás de la puerta. Cautelosamente, Kotoko se acercó a la puerta y llamó a Irie.

-¿Naoki? ¿Qué estás haciendo?

-Pasa, Kotoko.

Al entrar ella al salón, vio a Irie junto a la pizarra, dejando la tiza en su lugar. Él hizo una señal con la cabeza, indicándole la pizarra. Ella volteó hacia donde le decían y se dio cuenta que Naoki había escrito allí. Al terminar de leerlo, Kotoko se llevó las manos a cara, ocultando las lágrimas que estaban empezando a salir. Rápidamente, se lanzó a los brazos de Naoki, y lo abrazó con fuerza. Él también respondió a su abrazo casi desesperado.

-Te extrañé, Kotoko – dijo Naoki, acariciando la castaña cabeza de su esposa.

-Yo también, Irie-kun… no- dijo mostrándole a su esposo la cara cubierta de lágrimas - …Naoki. Te extrañé mucho, mucho. Jamás te volveré a dejar, Naoki. Nunca, jamás.

-Kotoko…-susurró él, abrazándola apasionadamente – Yo no volveré a dejar irte así. Si pasase algo como esto otra vez…te traería de vuelta conmigo. Y si no logras recordarme, haré hasta lo imposible para que volvieras a amarme.

-No habría necesidad de hacer nada. Porque mi corazón siempre estará contigo.

Ambos se miraron como la vez en que se declararon mutuamente su amor. El día lluvioso en que desapareció todo obstáculo que los separaba y que marcó el inicio de la primavera de sus vidas.

-Kotoko…

-Naoki…

Ambos sonrieron sin poder decir nada más. Naoki tomó en sus manos, la cara de Kotoko y la acercó hacia él. Al sentir la esencia de su esposa cada vez más cerca, Naoki se abandonó al sentimiento del amor, y la besó. Fue el mismo beso que se dieron bajo la lluvia, de unión, de reencuentro; un beso de promesas para el porvenir.


Al despertar, Naoki se encontró echado en el sofá de su casa. ¿Cuándo había llegado? ¿Cómo había llegado hasta allí? Pudo entender porque no estaba en su habitación. Seguro que era demasiado pesado como para poder subirlo por las escaleras.

Naoki estiró los brazos y las piernas, intentando sacarse el sueño que aún tenía. Con un último bostezo, se disponía a levantarse del sofá cuando sintió que unos bracitos regordetes y chiquitos, se aferraban a él. La risa de Kotomi, rompió en ese momento con el austero silencio de aquella casa.

-¿Te asusté, papá? – preguntó Kotomi.

-Acababa de despertarme - Naoki le acarició la cabeza con un poco de pereza. Al parecer se había dormido por un buen tiempo. Lo suficiente para ser trasladado sin problemas a su casa, sin que se diera cuenta. Miró a su hija. Seguro que ella sabía cómo había llegado.

-Kotomi.

-¿Si papá?

-¿Cuánto tiempo llevo durmiendo?

La niña frunció el ceño intentando recordar. Tras un momento, su rostro se iluminó.

-Creo que un par de dias... Yuuki y el abuelito te trajeron y como no podían llevarte arriba, te dejaron en el mueble, muy bien tapadito con una de mis colchas. Mira – dijo la niña, señalando la frazada.

Naoki bajó su mirada. En efecto, él estaba cubierto por una colcha amarilla con un dibujo de mariposa en el centro. Sentándose en el mueble, dobló la manta y la extendió a su hija, dándole las gracias.

-¡Onii-chan! ¡Qué bueno que despertaste! – exclamó la señora Irie, entrando a la sala – Seguro tienes hambre. Prepararé algo.

-Mamá - la atajó Naoki, sin levantarse del sofá – ¿Ella como está?

La señora Noriko, pareció perturbarse. Y aunque no quiso mostrarle ese rostro a su hijo, él intuyó que algo extraño estaba pasando.

-Ella está…bueno, ella está…- repetía una y otra vez, sin decir la frase completa.

-¿Está qué? ¡Está cómo! Mamá, por favor… ¡dilo!

Pero por más que él pidiera explicaciones, su madre se iba a otro lado. Entendiendo que nadie más que él mismo podía saber cómo se encontraba, se paró dispuesto a salir de inmediato. Pero una mirada hacia su ropa, lo hizo cambiar de opinión. Con un chasquido de lengua, que expresaba su enfado, subió rápidamente las escaleras, para ponerse una camisa para ir al hospital.

-Ha madurado tanto, onii-chan – dijo la señora Noriko, mirando como su hijo subía a toda velocidad las escaleras. Kotomi se había aferrado a ella, riendo despreocupadamente, feliz por el hecho que estuviera ella en casa.

Irie llegó a su cuarto y abrió la puerta. La habitación estaba completamente oscura. Iba a prender las luces, cuando divisó una figura familiar que estaba parada de espaldas. Naoki no podía dar crédito a sus ojos. Allí, en medio de la oscuridad, estaba Kotoko, que al escuchar el sonido de la puerta al abrirse, se había volteado, alarmada. En sus manos, sostenía la foto de ellos, en el día de su boda. Al verlo parado en el umbral, Kotoko sonrió feliz, mientras dos lágrimas de alegría, terminaban de rodar por sus mejillas.

-¡He vuelto, Naoki! – gritó Kotoko, corriendo hacia él. Naoki abrió sus brazos y se preparó para recibirla. Cuando Kotoko llegó donde él, la abrazó tiernamente.

-¿En verdad has vuelto?

-Sí. Soy yo, Irie-kun. He vuelto, y tal como te lo prometí, nunca más me separaré así de ti. Estaremos juntos, para siempre.

-Kotoko…- susurró Naoki.

-¿Qué pasa?

-Bienvenida a casa.

Kotomi apareció en el pasillo. Al ver a sus padres abrazados, ella corrió hacia ellos, gritando con júbilo.

-¡Mamá ya está en casa! ¡Mamá ha vuelto!

Y ahora que conseguimos encontrarnos mutuamente

Estoy seguro que no es simple coincidencia

Quiero que te quedes a mi lado para siempre.

Fin

Muchas gracias a ustedes, que hicieron la existencia de este fic, posible.


Muchas, muchísimas gracias por leer este fic… Me siento muy feliz. Y aquí a vísperas de año nuevo, solo puedo decir que me siento re feliz por el apoyo constante.

Si hay un estudiante de medicina que haya leído este fic, pido disculpas por la falta de veracidad absoluta. He tratado de ser lo más exacta posible en lo que se refiere a las intervenciones quirúrgicas, pero para mala suerte, yo estudio administración, así que me resultó un poco complicado escribir esas partes, por lo que pido consideración en ese sentido… Sé que si alguien con conocimientos elementales de medicina se ofendería al ver la cantidad de disparates que puse, pero es parte de mi pobre imaginación. Pero si me pueden dar alguna sugerencia, pues bienvenida sea. A pesar que este fic haya terminado, aun es posible arreglarlo… n_n

Muchas gracias especialmente, a las siguientes personas que me dejaron un comentario, y que hicieron que con su entusiasmo, tuviera las fuerzas para terminar esta historia (que por cierto, es la primera que termino...) Que recuerdos, desde el año pasado, que llevo escribiendo este fic. ¡Espero que les haya gustado!

PD. Nuevamente aqui, despues de casi un año de terminada este fic, para darle un retoque... gracias a Isi-san que me indicó un problema tecnico, que no me habia percatado. Mil disculpas a las personas que tuvieron que leerlo, con esa desagradable sensacion de cambios bruscos de escenario. Lo lei, y me propuse corregirlo hoy mismo.

Nuevamente gracias a las personas que se dignaron a dejar un comentario, me ayudan bastante a corregir faltas y son muestras de aliento que me ayudan a seguir creando historias. En este momento estoy en hiatus, pero creo que retomare lo de escribir. ¡Gracias a todos!

pichicoy

Kokoro Black

Sayuri tezuka

Dayanna

Kaoru01

monyk

shanon17

lucecita moon

Dianight vampire

Tifa Sumomo de Strife

bery-malfoy

shanon 17

Lys Cosmo

Dianight vampire

Kokoro B.H

Sui-AilRs

SaYuRi TeZuKa FuJi

Luri22

nahima-chan

Stupid Sheep

Shinsa Tsukino

kariramos

OoOo midori-chan oOoO

Lucecita moon

Kotte-kun

jamsan1arrobahot

inukag4ever

isabel20

Larii

RAYMAR

Daessaer

mary

KamiSpears

Isi-san

He leido cada uno de sus comentarios, y me siento honrada en que les haya gustado este fic. El credito de su fin es de ustedes, y nada más que de ustedes, ya que fueron un gran apoyo, y las ganas de seguir escribiendo. Muchas de ustedes me han acompañado desde el principio, por lo que agradezco de sobremanera. Y ahora, a practicamente un año de su lanzamiento, es momento de decir adios. No se si haré algún epilogo, aún... Creo que eso depende de mi mente ociosa. La razon de mi demora, es que no sabia que final ponerle. Es decir, tenía un montón de finales, asi que no sabía cual elegir. Tal vez no haya estado muy claro en esta ocasión... creo que no consegui hilvanar bien los cabos. He reeditado este capitulo un monton de veces, y creo que está un poco decente ahora. Espero que hayan disfrutado este capitulo y esta historia, la cual es tambien un pequeño homenaje a la grandiosa Tada Kaoru-sensei, que en el cielo está. Ella es la principal fuente de nuestra inspiración, así que todo el honor sea para ella.

Espero verlas en otra nueva historia. ¡Muchas gracias por su paciencia! Se que soy muy desconsiderada, por no actualizar rápidamente; pero gracias a ustedes, logré terminar. ¡Feliz año nuevo 2010!

Hitomi-chan9