-"Mándalos al demonio. Cotillas. ¿No tienen otra cosa que ver? Malditos chismosos."
Siguió caminando con su debilidad en brazos. Ignorando a cada aldeano que se quedaba de pie al verlo. Ya habían visto a su esposa hacer lo mismo. ¿Porque verlo a él era tan sorprendente? Era como cualquier otro hombre...aunque no cualquier hombre ama a su debilidad.
El recuerdo de Tamiko lo asalto un segundo pero siguió caminando.
Pasó junto a la escuela y se detuvo un momento, sentándose bajo un árbol. Mirando fijamente a su debilidad.
Su debilidad.
Su hermosa y adorada debilidad.
-Te amo.- Susurro y aquella se removió entre sus brazos. Era fácil hablar con su hijo cuando nadie lo veía.
Su piel tan increíblemente blanca, su suave cabello negro, sus rosados labios, sus preciosos ojos violetas. Que lamentablemente terminaría escondiéndolos tras unos lentes al crecer.
¿Cómo podía caber tanta perfección en una cosita tan pequeña?
¿Como era posible ser capaz de respirar cuando tanto amor no cabe en el pecho?
Su hijo. Su más delicada adoración, su debilidad. Quien le quitaba todo cuanto él poseía. Desapareciendo la hostilidad y frialdad.
Verlo dormir tan pacíficamente hacia que su mundo se redujera a él y nadie más. Todo giraba en torno al bebé entre sus brazos sin que nada más valiera la pena. Simplemente no había poder humano que hiciera que dejara de verlo.
El niño abrió los ojos despertando de su siesta y Shino retuvo el aire unos segundos. Volviendo a respirar cuando recordó que le hacia falta, y él no podía morir mientras hubiera oportunidad de seguir contemplando a su hijo. Quien se desperezaba bostezando silenciosamente y abriendo su boquita en una perfecta mueca de hermosura.
Parpadeo una y otra vez y a Shino se le antojo el gesto más adorable que podría existir alguna vez. El infante le sostuvo la mirada y Shino se sorprendió de que un recién nacido pudiera verlo tan intensamente.
Tras cinco años de matrimonio su vida era aun mejor de lo que alguna vez la planeo. Sintió morir y vivir cuando vio a su hijo por primera vez. El mundo se había reducido a su hijo y todo lo demás quedo atrás.
Sus padres estuvieron a su lado y vagamente escuchó el llanto histérico de su madre. Tampoco vio la sonrisa orgullosa en labios de su padre. Y no fue capaz de entrar a ver a su esposa hasta que una enfermera le quitó de los brazos al niño.
Tamiko...
Su esposa iba a gritarle cuando viera la nota que le dejo en la mesa donde decía que había ido a visitar a sus ex compañeros con el bebé. Gritaría, si; pero Shino sabia que lo haría para no dejarle ver cuan feliz la hacia que paseara con su hijo sin importar las miradas incrédulas.
Los niños comenzaron a salir, muchos se iban solos y otros en grupos de amigos, los más pequeños eran recogidos por sus madres y algunos padres también. Resultaba hasta cierto punto gracioso ver a algún ninja también.
Eso significaba que en unos años él y su hijo tendrían que separarse.
Una mano en su hombro. Nada. Una leve presión. Nada. Su nombre siendo repetido. Pero cuando los ojos de su hijo se desviaron hacia otro punto fue capaz de reaccionar de nuevo. Mariposas revoloteando a su alrededor habían maravillado a su hijo. Un Aburame claramente.
-Shino, hijo.
Miro a su padre de pie y no le fue extraño que lo hubiera hecho esperar por ver a su bebé un minuto más. El hombre se sentó a su lado y miro a niño unos segundos.
-Lo siento.- No, claro que no lo sentía, no se puede arrepentir de ignorar a una persona cuando su hijo esta presente. Pero su padre sabía que era una mentira y era feliz viéndolo aun así. Su padre lo conocía tan completamente que no hacia falta decir la verdad para saberla.
-Tu madre fue a visitar a Tamiko. Creí que deberíamos aprovechar para tener un momento de padre e hijo...y nieto.- Agrego con una pequeña nota de satisfacción.
-¿Quieres ir a algún lugar?
-No, esto es pacifico. Y no creo que quieras quitarle a tu hijo su diversión, no finjas.- Shino no se mostró avergonzado cuando levanto la vista y vio a las mariposas, cada vez parecían más alegres. Como si supieran que aquel niño seria su próximo líder.
-¿Esto es normal?
-No, amar a un hijo jamás es normal. Es mucho más que eso. Más especial y único.
-Veo a los otros padres. Veo como la gente los mira y como me mira a mi.
-Shino, eres un Aburame. La gente siempre te mirara si muestras afecto.- Giró un poco su cabeza y Shino desvío la mirada para ver también. Una señora mirándolos impresionada le hizo entender. La seriedad de su clan era algo que parecía imposible al lado de la paternidad. Pero existía.
-¿Tú...?
-Si, hijo, si.- Respondió él interrumpiendo las palabras que a su hijo le eran tan difíciles de decir.- Te ame desde que supe que existías. Y aun lo hago como aquella vez. Esto nunca va a terminar. Amaras a tu hijo por el resto de tu vida tan fuerte que será abrumador. Pero te acostumbraras. Aunque quitar los ojos de él siempre será imposible. Aun cuando se case, cuando forme una familia, lo seguirás viendo de la misma forma. Porque siempre va a ser tu hijo. Sentirás orgullo cuando lo veas hacer cada cosa. No es la mirada infantil lo que hará que lo quieras, será él. Porque aun cuando tenga veintiséis años, verlo aun hará que olvides todo lo demás.
Se miraron largamente. Shino aun era amado por su padre y eso nunca iba a terminar.
-Padre...
-No tengas miedo Shino, se que pareciera que tanto amor asusta, pero todo estará bien. Estoy contigo.- Coloco una mano en su hombro y Shino miro una vez más como a lo lejos la escuela se vaciaba.
-No quiero dejarlo ir. No creo poder.
-No puedes, va a dolerte. Pero tendrás que hacerlo. Y en unos años lo veras formar una nueva familia.
-Pero yo siempre formare parte de él.- Murmuro, en una muda confesión para su padre.
-Siempre.
-No esperaba sentirme así. Esta no es la vida que yo imaginaba. Sabía que mi hijo seria mi mayor orgullo, que lo amaría y tendría que enseñarle a sentirme sin necesidad de que se lo dijera en público. Pero esto va más allá de mis fuerzas.
-No es fácil, nunca lo es.
Silencio. Largo. La escuela queda sola y el sol comienza a ocultarse. Su hijo se remueve, listo para volver a dormir.
-Es tan...
-¿Perfecto?
-Si.
-Eres padre, hijo. No hay más perfección que la que tu hijo representa. Estoy seguro de que Tamiko no se molestara si digo esto, en realidad, creo que ella y tu madre saltarian de felicidad al escucharme.
-¿Que?
-Eres tu hijo. Ese niño te representa a ti. Verlo a él es como ver tu reflejo. Como si viera a mi hijo propio, aun cuando sus ojos son de un color tan luminoso. Un parecido tan infinito que parece imposible.
-¿Lo crees? ¿De verdad se parece a mí?
-No tienes una idea de cuanto.
-Que la gente sepa que es mi hijo me deja una satisfacción que no me explico.
-La gente no lo conoce por tu parecido, sino por tu mirada. Te he visto, incluso tu madre ha llorado al verte con él. La forma en que lo miras...como si tu adoración hacia él borrara cualquier otra cosa de tu mente. Es por eso que los hombres Aburame usamos lentes hijo, porque no podemos evitar mirar a nuestra familia sin que todos nuestros sentimientos se vean tan claramente reflejados en nuestra mirada.
-Y no podemos dejar que la gente sepa que no somos fríos ¿cierto?- Sonrío y olvido en que momento de su vida había comenzado a hacer pequeñas e insignificantes bromas.- Desearía que no creciera, así no se iría de mi lado nunca.
-Oh, pero no por crecer va a olvidarte. ¿Verdad, hijo?
Shino lo miro un momento. Su padre, su hijo, él mismo. El mismo hombre, la misma alma.
-No. Tienes razón. Nunca se olvida a un padre.- Murmuro, tomándole la mano y mirando hacia el cielo.