Categoría: Fic.

Pareja: Shikamaru - Temari.

Género: Romance.

Comentario de la autora: Fic de corta duración.

Disclaimer: Todos los personajes de Naruto le pertenecen a Masashi Kishimoto

Adertencia: AU (Universo Alterno). Konoha y Suna existen como ciudades modernas.


YA CAERÁS, MI HERMOSA AMARGADA

CAPITULO 0

Malditos tacones

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–¡¡Maldición!!

El grito de frustración de una joven de cabellos dorados amarrados en cuatro coletas y enormes orbes verde esmeralda retumbó con fuerza en el ambiente, rompiendo por breves instantes el silencio que imperaba en aquella oscura y fría noche; y su eco se esparció como una onda arrasadora por los alrededores durante largos e interminables segundos, debilitándose poco a poco hasta desaparecer por completo.

Nadie la escuchó. O al menos, nadie contestó a su queja.

En medio de aquella soledad, bufó molesta.

–¿¡Cómo diablos fue que terminé en este estado?! ¡¡Y en medio de la noche!! ¡¡Y sola!!

Descargó gran parte de su frustración en aquel grito, para luego respirar hondo y relajar el cuerpo, devolviéndose a sus pensamientos internos. Esta ha sido la peor noche de mi vida, se dijo en tono molesto. Giró la cabeza y se observó a sí misma y donde estaba, sentada en la entrada de una vieja tienda de pasteles, único lugar aparentemente seguro que pudo encontrar para poder descansar. Estaba totalmente exhausta, con las piernas adoloridas y con un insistente dolor en el cuello, que le subía hasta la cabeza. Nunca antes se había sentido tan mal en toda su vida.

Había estado caminando por horas y en círculos, perdida en las enredadas calles y pasajes de aquella enorme ciudad, sin saber a donde ir, o que ruta seguir. Y por más que avanzaba y avanzaba, todas las calles le parecían idénticas, y nada familiares. Incluso con cada paso que daba, le daba la impresión que se iba perdiendo cada vez más y más, y más…

Apretó los puños y tuvo que hacer un gran esfuerzo para contener otro grito más, solo para evitar seguir llamando la atención.

Con lentitud comenzó a masajear con sus manos sus largas y torneadas piernas, hasta llegar al final de ellas, hacia sus pies. En ese momento, fulminó con la mirada los zapatos que llevaba puestos, esos mismos zapatos que a primera vista le parecieran tan hermosos y delicados, tan perfectos y glamorosos; esos mismos que terminaron convirtiéndose en su peor tortura. Si caminar durante horas y en círculos podía resultar agotador, caminar durante horas con aquellos zapatos era un verdadero martirio. Y más aún, considerando el imponente número once que marcaba el tamaño su tacón.

Si cuando vio por primera vez aquellos zapatos se quedó enamorado de ellos, ahora los odiaba a muerte.

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Observó a sus alrededores con aire de desconfianza. Las calles lucían desérticas, silenciosas y sin el más mínimo vestigio de vida. Las sombras en el suelo se mostraban deformes gracias a la mala iluminación del ambiente, dando la impresión de ser enormes monstruos en posición de ataque, y las corrientes de aire entrando por los pasillos y calles levantaban todo el polvo que encontraban a su paso, provocando grandes ventiscas que tardaban minutos en desvanecerse. Konoha a media noche realmente podía dar la impresión de ser un pueblo fantasma.

Suspiró resignada, y se levantó para seguir caminando, decidida a encontrar el camino que la llevara de regreso al hotel central de la ciudad, cueste lo que cueste. Sin embargo, con cada paso que daba, sentía que la situación iba empeorando para ella, si acaso aquello fuera posible. En medio de aquel panorama desolador, sintió desfallecer más de una vez, sin embargo, supo mantenerse firme a las circunstancias, y continuó caminando; sin importarle que apenas pudiera escuchar el sonido de su dificultosa y agitada respiración, y los latidos erráticos de su corazón; eso sin contar el eco sonoro que provocaban a cada paso sus enormes tacones aguja.

–¡Maldición! – exclamó, sin detener el paso. – Sola y perdida en medio de la noche. – comentó mientras continuaba caminando, furiosa. – ¿Qué más me podría pasar?

Apenas terminó de hablar, el ruino de unas piezas de madera viejas crujiendo la alertaron. Detuvo sus pasos y se dispuso a dar media vuelta, cuando el ruido volvió a repetirse, en forma insistente. Dirigió lentamente su mirada hacia el frente y se dio con la sorpresa que había entrado a un callejón sin salida, y en el fondo pudo identificar una sombra amorfa moviéndose lentamente. Internamente, maldijo el momento en que se le ocurrió entrar en aquel pasaje, pero ya nada podía hacer para retroceder el tiempo, y además, ella no estaba dispuesta a huir.

Tal y como lo había sospechado minutos atrás. Alguien la estaba siguiendo.

Tranquila Temari, no pasa nada, puedes enfrentarte a quien quiera que sea, no hay de que preocuparse, se dijo a sí misma intentando infundirse valor con dichas palabras. Estuvo a punto de retroceder, cuando algo la detuvo, su propio subconsciente. No, nadie hace retroceder a Sabaku No Temari, nadie, se dijo nuevamente, antes de dar un paso adelante. Respiró hondo, apretó el puño y, con el tono de voz autoritario que caracterizaba a la Sabaku No, encaró el peligro con coraje.

–¡Seas quien seas, no te tengo miedo! – gritó con fuerza hacia el final del callejón. – ¡Sal de ahí ahora mismo!

Frunció el ceño y levantó los puños hasta la altura de su pecho, en posición de defensa. Era hora de demostrar el fruto de las largas e interminables horas de entrenamiento en artes marciales gastadas durante su niñez. Dio un paso más y luego se detuvo. Nadie contestó a su amenaza. Estuvo a punto de volver a hablar, cuando otro ruido la detuvo, proveniente, del mismo lugar.

Un maullido.

Entrecerró los ojos y bajó la guardia, un tanto decepcionada.

–No me digan que eres un… – aun no había terminado la frase, cuando de pronto vio como un gato negro saltaba ágilmente desde el fondo del callejón, y aterrizaba en el suelo, al lado suyo. El felino volvió a maullar y levantó la mirada, para terminar clavando sus verdes y penetrantes ojos en los de ella, del mismo color. Luego se dio media vuelta y se alejó del lugar, dando ágiles saltos hasta desaparecer de su vista.

Suspiro aliviada. No puedo creer que me haya tomado tantas molestias por estúpido gato.

De pronto, su rostro se ensombreció y dio un respingo del susto al sentir una respiración agitada tras ella. Observó hacia el suelo y pudo reconocer junto a su sombra, la cual se reflejaba deforme gracias a la débil iluminación proveniente de algún foco descompuesto, otra sombra. Una sombra humana. Antes que pudiera objetar o decir palabra alguna, una mano se posó sobre su hombro. Sintió como la piel se le ponía como de gallina ante el contacto, pero pronto la decisión volvió a ella.

Si, ese día iba a tener que hacerle justicia a sus tres cinturones negros en artes marciales.

Hábilmente, la joven sujetó con una mano la muñeca de la mano que acababa de posarse sobre su hombro, y con la otra aseguró con fuerza su antebrazo. Una vez sujeto el adversario, la rubia agachó el cuerpo para poder tomar impulso y levantar en peso a su oponente, para luego pasarlo sobre su cabeza y, finalmente, estrellarlo de espaldas contra el suelo. Todo esto, ante la sorpresa del intruso, quien no se esperaba tal recibimiento.

–Auch. – se oyó quejar al supuesto agresor.

Pero Temari aún no había terminado. Con su víctima en el suelo, la joven giró sobre uno de sus talones dispuesta a rematar de un golpe certero con su talón a su atacante, uno directo en el estómago. De pronto, y aun en medio de la acción, abrió los ojos con sorpresa y pudo reconocer al dueño de aquella voz. –¿Shi… Shikamaru? – titubeó al mencionar su nombre, justo antes de dar ejecución a su golpe final. Incluso reconociendo a su atacante, ya era demasiado tarde como para detenerse.

Todo apuntaba a que el individuo que se encontraba en el suelo iba a recibir la golpiza de su vida, cortesía de Sabaku No Temari, pero el golpe de gracia nunca llegó. Primero se escuchó un crujido en el suelo, luego el grito de la chica, y después todo fue silencio total.

El golpe final nunca llegó.

La joven había girado sobre su talón izquierdo, dispuesta a rematar a su atacante con un golpe tipo hacha ejecutado con su talón derecho, cuando de pronto, factores como la falta de práctica y otros imprevistos que no habían entrado en sus cálculos – como el hecho de que las clases de defensa personal no incluyeran prácticas en tacones – se hicieron presentes e impidieron que el golpe final se ejecutara como debía ser. Su golpe de gracia fue patéticamente frustrado.

Se le rompió el tacón izquierdo.

Sintió el crujir de algo rompiéndose, pero no le prestó atención. Tambaleó torpemente, intentando mantener el equilibrio, pero le fue imposible. Estaba segura que iba a caer en el suelo, y eso iba a dolerle mucho, sobre todo en su ego. Caer de aquella forma al suelo, justo en frente del baka de Nara Shikamaru, el principal culpable de todos sus problemas, era lo último que le faltaba en su lista de momentos humillantes del día.

Desde el suelo, Shikamaru pudo notar la frustración en el rostro de Temari, quien intentaba con todas sus fuerzas mantener el equilibrio, sin mucho éxito. Con rapidez, y antes que aquello ocurriera, se incorporó levemente y logró levantar los brazos hasta alcanzarla, sujetándola de la cintura a tiempo de evitar que cayera al suelo y atrayéndola contra su cuerpo, haciéndola caer sobre él, sobre su amplio y fuerte pecho.

Aquello resultó aún más humillante para la Sabaku No que caer al suelo.

–¿Estas bien? – le preguntó el Nara algo preocupado.

–No. – contestó ella a secas, para luego intentar, inútilmente, soltarse del agarre del joven. – ¿Me puedes soltar? – se quejó.

El comportamiento de la joven sorprendió por completo al Nara, quien no se esperaba una reacción tan violenta de ella. Apenas comenzaba a darse cuenta que aún continuaba sujetando con fuerza el cuerpo de Temari, apretándolo contra el suyo, y hasta cierto punto, disfrutándolo. Tardó unos segundos en reaccionar, e intentó buscar las palabras adecuadas para relajar un poco la situación.

–Al menos podrías darme las gracias y… – Antes que terminara de hablar, la Sabaku No le asestó certera un golpe en el estómago, obligándolo a contraerse y soltarla. – Auch.

Una vez libre, Temari se alejó de él un par de pasos y se sentó en el suelo, con el rostro apoyado en las rodillas y mirando al Nara con la ira reflejada en el rostro. No entendía como había podido haber fallado en un movimiento que tan bien dominaba, y de forma tan patética. Si su sensei la observara en aquella situación, de seguro le tildaría como: La vergüenza de la nación de Suna. ¿Como pude ser tan torpe? Se recriminó a sí misma, culpándose por su debilidad.

Aún no había notado el tacón roto.

Mendokusai, ¿Me podrías decir por qué estás tan agresiva? – le distrajo de sus pensamientos Shikamaru, quien aun mostraba dolor en su rostro. – Siempre lo he dicho, las mujeres son demasiado problemáticas. – comentó algo fastidiado.

El joven se incorporó lentamente y con esfuerzo hasta lograr sentarse también en el suelo, frente a ella. Luego llevó una de sus manos a la altura de su cuello para poder masajearse por detrás, por debajo de la nuca, mientras que la otra mano se encargaba de aliviar el dolor del golpe en el estómago. Al parecer, incluso habiendo fallado el último movimiento, la técnica de Temari había sido bastante efectiva.

–He tenido una noche bastante mala, y por algún extraño motivo sospecho que tú tuviste algo que ver en todo lo que me ha pasado. – le contestó más que molesta.

–Quien, ¿Yo? – sonrió burlonamente Shikamaru. – Yo apenas te conozco, ¿Por qué crees que iba a querer arruinar tu noche?

Temari observó desafiante al chico que tenía frente a ella. Aquella mirada tan confiada, y esa sonrisa medio burlona, le decía demasiado. Ahora ya no solo era una sospecha. Era una realidad. Ese chico definitivamente tenía mucho que ver en lo mala que había sido su noche.

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Se observaron durante unos instantes en la oscuridad de la noche con la mirada desafiante. Pero sin saberlo, ambos estaban siendo observados por miles de ojos hábilmente ocultos a sus alrededores.


Fin del capítulo 0. (VERSION LEVEMENTE MODIFICADA)