Bueno, pues después de pensarlo casi todo el fin de semana, al final me he decidido a colgar esta nueva historia. No me convence demasiado, no por la historia en sí, sino por lo que pasa, pero por algún motivo me salió así. Antes de darme cuenta, estaba pasando algo que yo NO quería que pasara. Ya sabéis, eso de que yo no escribo las historias, que se escriben solas sin que yo me proponga el rumbo a seguir.. En fin, el caso es que está así, y así se va a quedar. Ya veréis a que me refiero cuando llegue el momento. Por lo demás, pues nada, el trío tan peleón como de costumbre :)

Arthe, pensaré en lo que me propones para otra historia, pero tengo que darle bastantes vueltas. Ya me costó imaginarme a Lisías enamorado en "La muchacha en las sombras", y necesito pensar un poco más en ello. Además, tengo un par de ideas que van por ahí, pero necesito un poco más de tiempo. Y si, tiene que ver con la segunda parte de "La muchacha.."

Rosii, no te contesté al review del último capítulo de "Familia de Sangre", pero lo hago aquí. Si, estás de suerte, nadie ha reclamado a Leo en exclusividad, pero aquí, el akelarre de locas (Kara, Arthe y yo) lo tenemos en la familia. Está él y todos nuestros vampiros favoritos. Y los compartimos, como buenas hermanas, así que tendrás que hacerte hermana nuestra para poder ehhh.. bueno, lo que quieras con él :) Y ni pensar en Lisías, que es de Arthe, en Lyosha, que es de Kara, y en Alessandro, que evidentemente es mío, como demuestra las historias de Arthe :)

Como siempre, espero vuestros comentarios, vuestras críticas, vuestras sugerencias y etc, etc. Y no seáis demasiado duras cuando lleguemos a donde yo NO quería llegar. Recordad eso, que yo NO quería hacerlo. Pero para eso aún faltan unos cuantos capítulos. Mientras tanto, ahí os queda el prólogo, para ir haciendo boca.

Gracias a todas por estar ahí. Sin vosotras, no podría seguir escribiendo :)

Prólogo. ALEKSEI.

"Lyosha, ¿no vienes?", preguntó Nadya, al ver que yo no parecía en absoluto dispuesto a abandonar la bañera.

"Me quedaré unos minutos. Esperadme abajo, me reuniré con vosotros enseguida", respondí.

Nadya pareció dispuesta a replicar, pero Leo la arrastró suavemente del brazo, dirigiéndome una sonrisa de complicidad.

"Vamos, querida", le oí susurrar. "Ha sido una semana dura, necesita relajar la cabeza un rato"

Le devolví la sonrisa a mi hermano, mientras cerraba la puerta tras de sí. No puedo por menos que darle la razón. Necesito silencio. Al menos unos minutos. Desde la batalla contra los lobos y la aniquilación del clan de Mateo, Leo y yo hemos tenido más trabajo del que podíamos haber imaginado en nuestros sueños más optimistas. Las noticias sobre el combate se extendieron como reguero de pólvora, y la excelente actuación de nuestros guerreros, unida a nuestra propia fama, consiguieron que decenas de nómadas llamaran a nuestras puertas, y que todos los pequeños clanes buscaran nuestra amistad, consejo o ayuda. En menos de un año, hemos conseguido el objetivo que Lisías tenía en mente cuando nos ofreció la alianza con su clan. Nos hemos convertido en la familia más influyente en el continente americano, y ninguno de los jóvenes cabezas de clan se atreve a alzar un brazo sin contar con nuestra aprobación.

Es por eso que he pasado los últimos días con la mente concentrada en los pensamientos de media docena de hombres, mientras intentábamos mediar en una estúpida discusión entre dos familias rivales que acudieron a nosotros en busca de ayuda. Después de muchas negociaciones, todo se ha resuelto felizmente, pero mi cabeza está a punto de estallar. Quizá nuestros cuerpos no puedan agotarse si están bien alimentados, pero la mente es otra cosa bien distinta. Por supuesto, al estar sólo rodeado de los nuestros, puedo evitar entrometerme en sus mentes, pero la fuerza de la costumbre me obliga a deslizarme hacia los pensamientos de Nadya, o de Leo. Especialmente de Nadya. Siempre mantengo una conexión mental casi inconsciente con ella cuando está al alcance de mis poderes mentales. Pero incluso ese sutil lazo mental es más de lo que mi cerebro puede asumir en este instante. Intentando acallar también los sonidos de la casa, me sumergí dentro del agua por completo, disfrutando de la poco habitual sensación de silencio. Cerré los ojos, retuve mi innecesaria respiración, y dejé que mi mente vagara libre de intromisiones por los recuerdos del último año.

Un año ya. Y parece que fue ayer cuando el destino puso frente a mí primero a Nadya, y después a Leo, animándome por fin a formar mi largamente esperada familia. He pasado once siglos labrándome una reputación que me permita establecerme cómodamente, y hace mucho que podía haberlo hecho. Sin embargo, el no tener con quien compartir tal tarea, ha retrasado durante varios siglos ese objetivo. Y de pronto, en menos tiempo del que cabría esperar en alguien tan planificador y sensato como yo, los acontecimientos se precipitaron. La suerte quiso poner en mi camino a Nadya de la que sorprendentemente, y para mi vergüenza, me enamoré cuando aún era una mortal. Después de resistirme durante semanas, su inminente muerte me obligó a convertirla en uno de los nuestros, temiendo su rechazo más que cualquier otra cosa en este mundo. Sin embargo, mi compañera resultó ser una criatura única. Jamás deseó alimentarse de humanos, venciendo el terrible destino que vuelve a los trasformados contra sus creadores sin tener siquiera que presentar batalla. De los miles de mujeres que han compartido mi lecho y mi vida, ninguna ha conseguido estremecerme como ella. La amo más que a mi propia vida y será así hasta que mis cenizas se esparzan por la tierra. Y a pesar de su juventud, y su inocencia, siempre supe que era la mujer perfecta para acompañarme como dama de clan. Ya como humana era increíblemente inteligente y sagaz, y la transformación no ha hecho sino multiplicar esas cualidades por mil. Su cerebro es lo más sorprendente que he visto jamás. Nada escapa a su increíble capacidad analítica y no hay una tarea intelectual, por nueva o difícil que sea que no pueda afrontar sin el menor esfuerzo. No sólo nadie es mejor que ella consiguiendo documentaciones o permisos, enfrentándose al farragoso sistema administrativo humano, preparando suministros, resolviendo cuestiones logísticas y económicas o lidiando con las pequeñas rencillas domésticas entre los numerosos miembros de nuestra familia, sino que en sólo un año se mueve entre las complicadas cuestiones de protocolo como pez en el agua. Algo que muchas damas más antiguas y experimentadas que ella tardan una eternidad en dominar por completo.

Pero una familia de dos miembros, es muy poco para hacer frente a una eternidad. Estaba dispuesto a intentarlo de todos modos, cuando en escena apareció el alocado latino al que hoy llamo mi hermano. Apenas puso sus ojos en Nadya, Leo cayó rendido a sus pies. Pero aún así mantuvo en todo momento una exquisita cortesía, evitando cualquier acción que pudiera ofenderme. Sin embargo, es muy difícil engañar a un lector de mentes. Supe casi desde el principio, que esperaba el momento adecuado para hablarme de sus sentimientos hacia ella, y del mismo modo, supe que lo aceptaría como hermano sin dudarlo. Dejando al margen que Nadya también se había enamorado de él casi de inmediato, el carácter impulsivo, alegre e indisciplinado de Leo es el complemento perfecto para mi seriedad y mi excesiva tendencia a la planificación. Y su merecida reputación de guerrero valeroso y temerario más que suficiente para que él también hubiera podido establecerse por su cuenta, mucho tiempo atrás. A mis oídos habían llegado noticias de sus hazañas mucho antes de conocerlo en persona, y es un hombre al que cualquiera se sentiría honrado de tomar por hermano. Pero no se trata sólo de eso. Leo y yo tan solo nos diferenciamos en lo superficial. En lo importante, los dos tenemos la misma forma de pensar, de actuar. El mismo sentido del honor, y la responsabilidad. Quizá yo sea el sensato y él el deslenguado, pero su mente es tan aguda o más que la mía. Es un hombre astuto e inteligente, que en lugar de volverse taciturno con las dificultades, las afronta con su alocado sentido del humor. Mi conexión con él es tan fuerte como la que tengo con Nadya, aunque él no pueda leer mi mente como hace ella. Aunque no lo necesita en absoluto. Sabe lo que pienso, o lo que voy a hacer, por que en casi todos los casos es lo que haría él. Es por eso que nuestro clan no tiene un único cabeza visible. Los dos tenemos el mando, y ninguno de nosotros se sitúa por encima del otro. Rara vez se consigue eso en una familia. Los antiguos somos orgullosos e irritables. No nos gusta recibir órdenes. Y eso se cumple a la perfección en mi hermano y en mi. Por eso, el cabeza suele escoger como hermanos a hombres más jóvenes que le dejen el poder de decisión, y en muy contadas ocasiones dos de nosotros con la misma antigüedad comparten el mando. Pero entre Leo y yo no hay problemas. Los dos pensamos como un solo hombre. Y ninguno permitiría que el otro quedara por debajo.

Saqué la cabeza del agua, dispuesto a reunirme con mi familia. A mis oídos llegó la suave risa de Leo desde el piso inferior, y un sonoro bufido de Nadya, que me hizo sonreír. Sin duda mi hermano la está provocando de nuevo con sus maliciosas insinuaciones. Ni el mismísimo diablo es capaz de hacerle cerrar la boca a Leo. Y Nadya no le va muy a la zaga. Aún sabiendo que mi hermano es mucho más rápido de lengua que ella, se empeña en seguir los combates dialécticos con él hasta que éste acaba por decir algo que la deja avergonzada y sin palabras.

Nadya, pensé mientras me vestía distraídamente con lo primero que encontré en mi armario. Cuánto intentó ocultarme unos sentimientos perfectamente normales, y que tanto me agradaban. A Leo y a mi nos costó muchos quebraderos de cabeza hacerle entender el concepto de familia de su nueva especie, y aún en ocasiones, se siente temerosa y amedrentada cuando tiene que hacer frente a sus exacerbados sentimientos vampíricos. Aunque poco a poco lo está consiguiendo. Nuestra pequeña vampiro de dos años, se está convirtiendo ante nuestros ojos en un magnífico ángel guerrero a cada minuto que pasa. Y mi hermano y yo adoramos esa transformación mucho más que cualquier otra cosa en este mundo.

Descendí las escaleras deseando ya reunirme con ellos y unirme a sus risas. El baño y el breve instante de intimidad han ayudado a despejarme la cabeza, pero aún así, últimamente empiezo a notar como mi mente acusa el esfuerzo de los últimos meses. Aunque hemos tenido unas cuantas buenas peleas, la mayor parte de nuestro trabajo ha sido diplomático, y eso supone que tengo que forzar al máximo mis poderes mentales intentando averiguar cuales son sin ningún género de duda las intenciones de mis interlocutores. Investigar en sus recuerdos, saltarme discretamente sus bloqueos, y aportar cuanta información pueda recabar de ellos para contrastarla con los datos que Leo extrae de su observación o de su sorprendente capacidad para recibir corazonadas exactas y precisas, sin mucha base real. Todos terminamos desarrollando ciertos poderes con el paso de los siglos, pero de todos los dones que mi hermano ha podido desarrollar, ese es sin duda el que mejor cuadra a su carácter. A fuerza de guiarse por su primer instinto, la Naturaleza ha decidido protegerlo haciendo que este sea correcto. Y a diferencia de mí, a él no parece agotarle para nada ese poder. Claro que tampoco se ha molestado en saber como funciona, o como controlarlo. Para algunas cosas Leo es peor que un niño mortal de seis años. No aprecia su nuevo don, porque hubiera preferido poder leer la mente. Aunque sólo fuera la de Nadya, para poder compartir con ella la misma conexión mental que Nadya tiene conmigo. Pero como no ha sido así, arguye que lleva toda su vida guiándose por su instinto, correcto o no, y que su don no va a cambiar en nada su vida, así que no piensa molestarse en desarrollarlo. Y por mucho que le he insistido para que lo intente, se ha cerrado en banda sistemáticamente como un cachorro encaprichado.

"Lyosha", me asaltó Nadya en cuanto abrí la puerta, "¿Te importaría decirle a tu hermano que después de una semana fuera de casa tengo cosas que comentar con vosotros mucho más importantes que la recreación de los mejores momentos de nuestro reciente encuentro?", gruñó, pero con un deje divertido en su voz.

"Lo haría encantado, querida. Pero debo reconocer que ignoro que puede ser más importante", contesté, poniéndome como de costumbre del lado de mi hermano. La irritación que eso produce en Nadya es tan hilarante, que me resulta imposible resistirme a la tentación.

"Eso mismo le he dicho yo", sonrió Leo. "Pero ella ha insistido una vez más en que existen cosas mucho más trascendentes que el sexo. Sin embargo, en todo este tiempo no ha conseguido citar ni una sola"

"¡He citado docenas!", exclamó Nadya.

"Has citado docenas de nimiedades", replicó Leo. "Ha sido capaz de decirme que es mucho más urgente responder el correo de mis agentes en Europa, ¿te lo puedes creer?"

"A duras penas", sonreí, sentándome junto a él en uno de los dos cómodos sofás instalados junto al fuego.

Nadya, puesta en pie, nos miraba airada, los brazos en jarras y expresión retadora.

"Querida, no nos mires así. Tú misma lo has dicho. Llevamos una semana fuera de casa. Necesitamos un poco de paz", sonreí.

"Está bien", se rindió Nadya. "Yo misma le responderé a todos ellos. Al fin y al cabo, me vais a decir que os importa muy poco y que les diga que hagan lo que quieran..."

Ni Leo ni yo pudimos reprimir una risa divertida. Nadya aún es incapaz de entender que el dinero no tiene la más mínima importancia. Disponemos de mucho más del que podemos llegar a gastar, y nuestras propiedades se revalorizan día tras día. Me da exactamente igual vender una casa, que alquilarla, y me importa muy poco lo que ofrecen por ella, o cuál es su valor real en el mercado actual. Y hay algunas propiedades de las que no estoy dispuesto a deshacerme, y también me importa muy poco lo que me ofrezcan por ellas. Nadya sabe cuales son, y jamás permitirá que nuestros agentes mortales pongan las manos sobre ellas. Como mi casa de Kiev, o la hermosa mansión de Leo en Siena. El resto, pueden venderlo, utilizarlo para invertir, especular o lo que deseen. Me da exactamente lo mismo.

"Y ahora que ya hemos acabado con este aburrido asunto, dinos, querida, ¿alguna otra novedad esta semana?", preguntó Leo.

Nadya frunció el cejo.

"He tenido que detener tres peleas entre las mujeres. Y como de costumbre, la causa ha sido Ángelo. Soy incapaz de controlarlo. Tienes que hablar con él, Leo", exigió.

"¿Yo?", exclamó Leo. "¿Por qué yo?"

"¿Por que tú lo transformaste?", replicó Nadya con sarcasmo.

"Y una vez educado, terminó mi responsabilidad", sonrió Leo. "Pídeme lo que sea menos eso, amor. No puedo hacerlo"

"Lo que Leo intenta explicarte, querida, es que si alguien carece de la fuerza moral necesaria para recriminarle a Ángelo su actitud, ese es él", me burlé yo. "Siempre olvida que tú también sedujiste a todas las mujeres de la casa de Lisías"

"No entiendo cómo has podido olvidar una cosa así, querida", sonrió Leo, indiferente por completo a la mirada letal de nuestra compañera. "Como si sólo fuera a las de la casa de Lisías", añadió risueño en mi mente.

Leo reía entre dientes, mientras Nadya lo fulminaba con la mirada. Recordar la irrefrenable pasión de mi hermano por las mujeres, siempre despierta sus infundados celos. Algo que a él le hace reír a carcajadas, y que desde luego no mejora en absoluto el humor de Nadya. Mi hermano, el León. Es casi tan conocido por sus hazañas bélicas, como por las batallas que ha librado en miles de camas a lo largo de los siglos. Su lujuria es aún más voraz que su mala lengua. Es cierto que mis instintos no le van muy a la zaga, pero yo tengo la precaución de ser mucho más discreto que él.

"Siempre lo tengo muy presente, créeme", masculló ella. "¿Hablaréis con él, si o no?"

"No", respondió Leo inmediatamente.

"De ninguna manera", añadí yo.

"Pues no os sorprendáis si la próxima vez que volváis de un viaje, os encontráis con que varias de nuestras primas se han arrancado mutuamente la cabeza", gruñó ella.

"Lo que debes hacer es pedirle al propio Ángelo que medie en la disputa. Estoy seguro de que encontrará una solución aceptable para todas las implicadas", sonrió Leo con evidente malicia.

"Y además, no tenemos previsto ningún viaje en bastante tiempo. Creo que con este último hemos solucionado todos los problemas diplomáticos que teníamos pendientes", añadí yo.

La mirada ofendida de Nadya cambió de inmediato para dar paso a una expresión esperanzada.

"¿Os quedaréis una temporada en casa?", preguntó con evidente ansiedad.

"Nos quedaremos tanto en casa, que terminarás por echarnos", repliqué sonriente.

No me había dado cuenta de lo mucho que nos echaba de menos hasta entonces, y ese reconocimiento me hizo sentir un profundo calor en las entrañas. Es verdad que en el último año hemos estado mucho tiempo fuera, pero como Nadya jamás demostró sentirse mal con nuestras frecuentes ausencias, tanto Leo como yo habíamos llegado a asumir que el trabajo la absorbía y no llegaba a lamentar nuestra falta. Mi hermano la miró con ternura.

"¿Nos has echado de menos, querida?", preguntó. Y sólo yo pude ver en su mente el tono esperanzado de su voz.

"¡Claro que sí!", exclamó ella. "Cada vez que os marchabais me entraban ganas de encadenaros a cualquier cosa que resistiera vuestra fuerza. Pero Shyn y Sandra me han advertido decenas de veces que esa no es una actitud aceptable"

"Al diablo con las actitudes aceptables", rió Leo. "Me encanta oír eso"

"Y a mí", añadí yo. "Habíamos llegado a pensar que estorbábamos tu rutina"

"Sois idiotas", replicó ella con asombro.

"Nosotros también te queremos", respondí yo.

Estaba a punto de levantarme y demostrárselo, incitado por la voz mental de Leo y por mis propios deseos, cuando el ordenador de sobremesa emitió un sonoro pitido. Nadya se levantó como impulsada por un muelle, sentándose de inmediato ante el teclado. En su rostro apareció una expresión satisfecha, que se apresuró a disimular. Eso despertó mi curiosidad, y rebusqué en su mente, intentando encontrar la causa. Lo que vi, me hizo gruñir. Leo se volvió hacia mi con expresión inquisitiva.

"Nadya, ¿se puede saber qué estás haciendo?", gruñí.

"¿Yo? Nada", replicó ella, alzando un tardío bloqueo sobre sus pensamientos.

"¿Alguien va a contarme que está pasando?", preguntó Leo con evidente irritación, contagiado por mi estado de ánimo.

"Tu compañera se ha buscado un trabajo", expliqué, entre asombrado y furioso.

"¿Qué has hecho qué?", exclamó Leo atónito, con un peligroso deje de ira en su voz.

"He montado mi propia empresa de seguridad informática. Me pagan una fortuna por violar sistemas y encontrar sus fallos. ¿Qué queríais que hiciera? Os pasáis el día fuera de casa, y me aburro"

"¿Trabajas para los mortales?", preguntó Leo, en tono letal.

"¿Y qué?"

"Es... inmoral", replicó, encontrando a duras penas la palabra apropiada.

"Con lo que me han pagado por mi último trabajo, podías comprarte otro Ferrari"

"Puedo comprarme todos los coches que me de la maldita gana. No hace falta que trabajes para eso. Y menos para un mortal", espetó. "¿Qué diablos crees que pensarán los demás si descubren que la dama del clan trabaja para un humano? Es como si ellos trabajaran para sus mascotas"

"Me da igual lo que piensen. Quiero hacerlo y lo haré. Me divierte"

"Me importa un maldito infierno que te divierta, Nadezhda. No puedes trabajar para los humanos ¿Es que no lo entiendes?"

"No, no lo entiendo en absoluto. Lo único que entiendo es que no me dejáis luchar. No me dejáis usar mis dones para ayudar en las batallas. Y ahora no me dejáis trabajar. ¿Qué diablos se supone que debo hacer todo el maldito día?"

Debí imaginar que esto sucedería. Nadya es mucho más rápida que cualquiera, y las tareas que otro le ocupan días, a ella apenas le llevan unas horas. Había esperado que utilizara ese tiempo en cualquier tipo de afición, pero desde luego, no que se pusiera a trabajar.

"Nadezhda, quiero que dejes ese trabajo. Ya", ordené.

"Ni en broma", replicó.

"No necesitas trabajar, maldita sea. Y es peligroso", gruñó Leo.

"¿Por qué diablos va a ser peligroso?", gritó. "Veis peligros en todas partes. No puedo ni bajar unas escaleras sin que imaginéis cien peligros"

"Por que los hay, por todos los demonios. Hay miles de peligros, Nadezhda. Miles. Un cazador puede contactar contigo. O cualquier otra cosa aún peor. Despierta de una vez, maldita sea", rugí.

"No soy idiota. Todos los contactos con mis clientes se realizan exclusivamente a través del ordenador. Jamás nos citamos en persona, jamás saben nada de mí más que la cuenta en la que deben pagarme. Nadie puede atraparme", replicó.

"Pueden rastrearte. Pueden encontrarnos", replicó Leo.

"Soy la mejor, jamás me encontrará nadie que yo no desee"

"Esa misma maldita seguridad en si mismo tenía Malachy. Y míralo, ¡terminó transformando a un Vainyi, y toda su condenada familia casi muere por eso!", espeté.

Nadya parece a punto de hervir en su propia rabia, y mi hermano y yo no estamos mucho mejor. Quizá pueda llegar a entender su maldito punto de vista de mujer del siglo XX, pero ella también debe entender que el mundo es mucho más peligroso de lo que cree. Aunque en parte, el que no lo sepa es culpa nuestra. Mi hermano y yo somos muy protectores, y con una mujer tan curiosa e inconsciente como Nadya, cuanto menos sepa, mejor. De lo contrario se lanzaría de cabeza a comprobar todo lo que le contáramos. Desde que descubrió la existencia de los lobos, lleva un año entero interrogándonos sobre las demás criaturas míticas que pueblan la tierra. Y nosotros llevamos un año entero evitando contestar a sus preguntas.

Respiré hondo unas cuantas veces, intentando encontrar un argumento que pudiera serenarla, convencerla de lo absurdo de su idea.

"Nadya. Confía en nosotros, por favor. Si realmente necesitas hacer algo, encontraremos un trabajo para ti. Pero te lo ruego, deja esto. Existen seres que pueden rastrearte sólo por tu forma de actuar, por tu manera de expresarte. Por mil pequeños detalles que no puedes controlar.

Ella pareció serenarse. Un poco. La dejé entrar en mi mente, sólo en lo superficial, sólo para que sepa que estoy siendo sincero. Suspiró.

"¿Cómo queréis que sepa de qué debo protegerme, si jamás me contáis nada?", masculló.

"Te prometo que te hablaremos de ellos, responderemos a tus preguntas. Pero deja esta locura. Por favor, querida. Hazlo por nosotros", pidió Leo.

"Está bien. Terminaré este trabajo y lo dejaré. Pero vosotros cumpliréis vuestra parte. Y quiero vuestra palabra", concedió a regañadientes. "No me miréis así. Si no termino el trabajo, el cliente puede denunciarme. Y no querréis que tenga que presentarme en un juzgado, ¿verdad?"

"Está bien, maldita testaruda. Termina este único trabajo. Y entonces dedicaremos cuanto tiempo desees a aclarar tus dudas", respondí. "Dejemos el tema por ahora. ¿Cómo está el resto de la familia?"

La familia. Una oleada de orgullo me recorrió como una corriente eléctrica al pensar en nuestro numeroso clan. Ya en la primera semana recibimos más nómadas que cualquier otro del que se tuviera noticia, pero las cosas fueron aún mejor después de la batalla contra los lobos. En este momento contábamos con treinta y cinco miembros. Veintitrés guerreros y doce mujeres. Y hemos tenido que ampliar los edificios anexos para recibir a los visitantes que buscan nuestra hospitalidad, y quizá un lugar entre los nuestros. En la actualidad, es raro el momento en el que no podemos convocar al menos a quince hombres más entre los visitantes. Cuando Nadya se encargó del diseño de las habitaciones, mandando construir diez más en parte del piso superior, pensé que era una exageración. Diez habitaciones en el piso inferior, y diez dobles más en el superior. Y hoy por hoy están todas llenas, y no podemos admitir ni a un solo miembro más, a no ser que se empareje con alguno de los ya existentes.

"Cora ha estado a punto de tener una recaída", murmuró Nadya. "Por suerte, Árvidas la detuvo a tiempo, pero no lo está llevando demasiado bien"

Leo y yo reprimimos una mueca de dolor, comprendiendo el malestar de nuestra joven prima. Desde el primer momento tras su transformación, había decidido renunciar a la sangre de los humanos y alimentarse sólo de animales. Todo fue perfecto mientras se mantuvo alejada del delicioso aroma de nuestras presas naturales, pero cuando intentó moverse entre ellos de nuevo, sus instintos depredadores volvieron a dispararse. Hace ya dos meses que Árvidas la llevó por primera vez a la ciudad, y aún no ha podido dejarla sola ni un instante. Dejar la sangre humana no es sencillo. Es un camino doloroso, difícil, y lleno de frustrantes recaídas. Hace ocho siglos que no me alimento de los mortales, y no me he arrepentido ni un solo instante. Hace mucho que estoy inmunizado contra su olor, pero si hoy tuviera que volver a pasar por la época en la que decidí abstenerme voluntariamente de su sangre, no sé si tendría la fuerza necesaria.

"No son buenas noticias, desde luego", masculló Leo.

"Me gustaría que hablarais con ella. Necesita el apoyo de alguien más que Árvidas, y a mi lleva evitándome sistemáticamente toda la semana. Supongo que es lógico", comentó, encogiéndose de hombros con tristeza.

Cuando encontramos a Cora, recién transformada, sin tener siquiera conciencia de lo que era, sin saber quien la había convertido en uno de los nuestros, cómo, o por qué, todos pensamos que encargarle a Nadya su educación las ayudaría a ambas. Nadya adquiriría confianza en si misma y Cora tendría quien la guiara y ayudara. Parecía la solución perfecta. Pero ninguno de nosotros había tenido en cuenta que tarde o temprano nuestra prima tendría que hacer frente a su sed. Y Nadya era la menos indicada para guiarla en ese asunto. Al igual que nos ocurría a Leo o a mí, cuando pensábamos en nuestras antiguas recaídas, ahora Cora se siente indigna de estar junto a Nadya. Y antes de hacer frente a ese sentimiento, la rechaza, alejándola de su lado.

"Lo haremos, querida. Y no te preocupes. Pronto volverá a aceptarte. Se siente mal, eso es todo", la animé.

"Eso espero. Ahora prefiere hablar con cualquiera antes que conmigo, y por mucho que lo entienda... Hasta admitió que la mujer de Malachy la animara, ¿os lo podéis creer?", gruñó.

Crucé una mirada con Leo, y éste me dirigió un guiño divertido. Malachy se había convertido en un amigo, y un visitante asiduo a nuestra casa. A nuestra compañera le agrada, pero no puede decir lo mismo de su mujer, Mimí. Nadya y Mimí se detestan cordialmente. Puedes palpar el hielo que surge de sus bocas en las contadas ocasiones en las que se ven obligadas a dirigirse la palabra. En parte porque Mimí coquetea descaradamente con Leo y conmigo ante la risueña mirada de Malachy, pero también porque se parecen mucho más de lo que ninguna de ellas reconocerá jamás. Mimí puede tener el mismo aspecto absurdo de Malachy, rodeada de parafernalia pseudo demoníaca, adornada con docenas de falsos pendientes y tatuajes, pero en el fondo es una mujer inteligente, leal, y valiente como el demonio. Exactamente igual que Nadya. Cuando los lobos la hirieron, lo que parecía una lesión poco importante, tardó semanas en curar, supurando y abriéndose docenas de veces, y sin duda causándole un gran dolor. Pero ella se había limitado a soportar ese dolor con estoicismo, rechazando con desdén cualquier intento de ayuda, excepto los que provenían de su hombre.

"No te enfades, querida. Es normal. Al fin y al cabo, Mimí y Malachy están pasando por lo mismo que ella", sonrió Leo. "Son la mejor ayuda para Cora en este momento"

Después de la guerra contra los lobos, el prestigio de Malachy entre los miembros de su casa, y entre los jóvenes de otros pequeños clanes, había crecido exponencialmente. Eso lo había animado a seguir la dieta animal por la que suspiraba desde hacía años, y que nunca se había atrevido a llevar, temiendo perder apoyos entre los suyos, y su mujer no había dudado ni un segundo en acompañarlo. Mimí seguiría a Malachy hasta el maldito infierno si fuera necesario. Si alguien puede comprender lo que siente Cora en este instante, sin duda son ellos dos. Los demás miembros de mi casa, incluido su compañero, Árvidas, hace demasiado tiempo que lucharon contra su sed como para que ella pueda sentirse identificada con ellos.

Nadya se limitó a devolverle a Leo una molesta mirada de asentimiento. Quizá racionalmente pueda entender su argumento, pero le duele demasiado haber perdido la confianza de Cora, y mucho más que esa confianza se haya depositado en alguien a quien aborrece tanto como a Mimí.

"Como si no le cayera ya lo bastante mal. Tendremos que tener cuidado, o un día de estos le arrancará las entrañas", rió Leo en mi mente, demostrándome que sus pensamientos habían seguido exactamente el curso de los míos.

Asentí con disimulo, reprimiendo una sonrisa. El mal humor de Nadya es ahora casi palpable. La conozco lo bastante bien como para saber que es preferible darle un poco de espacio, o terminará por volverlo contra nosotros. Miré a Leo con intención, y este me sonrió divertido, entendiendo al momento lo que yo trataba de trasmitirle.

"Querida, ¿por qué no terminas ahora ese trabajo del que hablabas? A Lyosha y a mi nos gustaría ver como están los demás. No hemos tenido ocasión de saludarlos aún, como bien sabes", sugirió, con una sonrisa maliciosa.

"Tampoco es que me hayáis saludado a mi", masculló ella.

"¿Cómo puedes decir eso, amor? Recuerdo claramente haber dicho 'hola de nuevo' apenas unos segundos después de entrar por la puerta", sonrió Leo.

"Y yo recuerdo claramente que no era precisamente mi cara lo que mirabas cuando lo dijiste", gruñó ella.

Sonreí. Como de costumbre, Nadya nos había recibido en lo alto de las escaleras, y apenas dos segundos más tarde mi hermano y yo la teníamos entre las sábanas, sin dejarle pronunciar ni una sola palabra. Una semana lejos de ella, es más de lo que nuestros instintos pueden soportar, y ella nos había correspondido encantada. Pero ahora está de tan mal humor, que seguirá discutiendo con Leo hasta que éste termine por hacerle cerrar la boca con una de sus salidas de tono.

"No parecías molesta en ese instante, querida. Mi hermano es testigo de que participaste activamente en mi saludo, ayudándome a llegar a donde apuntaban mis ojos. De hecho, estoy por afirmar que quien no saludó, fuiste tú", replicó. "Al menos, no en un dialecto descifrable. Pero no te preocupes. Te conozco lo bastante bien como para saber lo que significaba cada uno de tus suspiros y gemidos"

Nadya le dirigió una mirada letal, rebuscando en vano en su mente una contestación que acallara el inevitable torrente de palabras de Leo. Finalmente, se rindió, dedicándole un sonoro bufido. Leo fingió considerarlo un momento, frunciendo el ceño como si intentara traducir un idioma complicado en el que hace mucho que no tiene que manejarse. Después de un instante, su cara se iluminó con una sonrisa, como si hubiera dado con la solución.

"Eres insaciable, mi amor", aprobó. "Me encanta. Pero tendrás que esperar un poco. Hablaba en serio cuando dije que necesitábamos saludar a nuestros primos. No obstante, no te preocupes. Tú busca los lazos, el vidrio y la cera, y nosotros nos reuniremos contigo cuanto antes"

Ella se levantó de un salto. Por un momento, pareció dispuesta saltar sobre mi hermano, que la miraba desde su asiento, sonriente y relajado, en la más perfecta demostración de la serenidad. Pero apenas un segundo más tarde, apretó los puños, gruñó, y salió de la habitación dando un portazo. Ya ha intentado en muchas ocasiones saltar sobre nosotros, y siempre termina sentada en el suelo o en nuestro regazo sin haber llegado siquiera a rozarnos. Y eso es mucho más de lo que su orgullo puede aceptar en este instante.

Miré a Leo, que se limitó a encoger los hombros mientras reía a carcajadas.

"¿Qué quieres? Me enloquece cuando se enfada", rió.

"Tú continúa irritándola y verás como sigue con la estúpida idea de tener un trabajo. Ya sabes lo testaruda que es", susurré, sonriendo aún.

"Tengo una idea sobre eso. Vamos, te la contaré de camino a la sala de entrenamientos. Aquí hay demasiados oídos atentos a nuestra conversación", añadió risueño, en voz extremadamente alta, sabiendo al igual que yo que Nadya estaría escuchando. Me concentré en sus pensamientos, y vi con claridad como su mente trazaba un gruñido molesto, al verse descubierta. Nuestra compañera sabe tan bien como cualquiera que es poco educado utilizar nuestros refinados oídos para atender a conversaciones privadas. Pero olvida siempre esa norma de cortesía en particular en todo lo que se refiere a nosotros.

Seguí a mi hermano, riendo entre dientes. Leo podía haberme dicho lo que quiera que tuviera en mente, simplemente recurriendo a los susurros bajos y rápidos que Nadya aún es incapaz de descifrar. O dirigiéndose directamente a mis pensamientos. Pero de ese modo no tendría la oportunidad de reírse a su costa, y eso es algo a lo que es incapaz de renunciar.

Salimos al jardín, aún riéndonos y cruzando miradas de camaradería. No eran más de las once de la mañana, y amenazaba nieve, como de costumbre. A mi hermano le cuesta habituarse a este clima, a pesar de sus inevitables ventajas, pero a mi, que he vivido gran parte de mi vida en Siberia, me parece ideal. Podemos disfrutar del exterior todo el tiempo que sea necesario, sin tener que atender a las previsiones meteorológicas. Podemos ir a la ciudad cuando nos plazca, sin preocuparnos de si el sol nos pondrá al descubierto mostrando como nuestros cuerpos se vuelven transparentes bajo sus rayos. Y como el frío no nos afecta, no supone un gran problema.

"Bueno, hermano. Ahora ya no puede oírnos. ¿En qué estás pensando?", pregunté.

"He pensado que quizá podríamos hacer ese viaje que le prometí a Nadya antes de trasladarnos. Eso la mantendrá entretenida. Podrá conocer Italia, y visitar a Shannen y Alejandra. Y tú también necesitas descansar la mente, Lyosha. Vuelves con la cabeza cada vez más y más agotada con cada viaje que hacemos. ¿Crees que no me he dado cuenta?"

No podía discutírselo. Es evidente que estoy cansado y necesito un poco de distracción. Un viaje a Europa me apetece mucho. Echo de menos el continente, y a Nadya le vendrá bien abandonar su rutina diaria. La idea es estupenda, pero los dos sabemos que su sugerencia oculta algo más. Y quiero que hable de ello aunque sólo sea para ayudarle a llevar su carga.

"¿Tan mal está?", pregunté.

"Dudo que pase de este invierno", respondió, sin molestarse en negarlo, ni sorprenderse en absoluto por mi pregunta. Leo es consciente de que suelo asistir a todos sus procesos mentales, y lejos de sentirse molesto, agradece que mis intromisiones faciliten nuestra conversación. "Pero no es sólo eso, hermano, te lo aseguro. Creo que hacer un viaje es una buena idea. Nos merecemos un descanso. Las cosas estarán tranquilas una temporada, o eso parece al menos, y hay gente suficiente en la casa para ocuparse de todos los asuntos rutinarios. Preferiría que me acompañarais, pero si no queréis venir, yo iré de todos modos"

Sonreí. Ya imaginaba que si nosotros no queríamos ir, él marcharía solo. No puede arriesgarse a que la enfermedad acabe con Gino. Hace años que Leo quiere transformarlo, pero espera el momento oportuno. El momento de ofrecerle la alternativa del diablo. Ahora que su amigo está a las puertas de la muerte, le dará a elegir entre dejar de existir, o convertirse en uno de los nuestros con todo lo que eso supone. Así será más improbable que le rechace en el futuro. No es una garantía, por supuesto, pero poco más se puede hacer.

"Me parece una idea magnífica, Leo", aprobé.

"¿Nos vamos a Italia, entonces?", preguntó, ilusionado como un cachorro.

"Nos vamos a Italia", sonreí.

"Busquemos a Ángelo. No es el único que puede pilotar el avión, pero seguro que a él también le apetece hacer ese viaje", sugirió. "Y así evitaremos las peleas entre las mujeres", añadió con un guiño.

"Quieres decir que así evitarás que Nadya se enfade porque no piensas hablar con él", repliqué.

"¿No es lo mismo?"

"¿El fin justifica los medios?"

"He ahí una prueba del talento florentino"

"Pensé que preferías identificarte con Dante, Petrarca, Bocaccio... Ya sabes, todos esos hombres que te ofrecen las palabras melosas que abren el tierno corazón femenino"

"Y yo creo que dije que es otra cosa lo que abren las palabras melosas", rió. "De todos modos, dejemos la poesía para las hembras. Para conspirar prefiero a Maquiavelo"

"Cómo si lo necesitaras"

"Tampoco necesito a Petrarca", replicó entre risas.

Encontramos a Ángelo en la sala de entrenamientos. Junto con Árvidas, ayudaba a un grupo de hombres a deshacerse de sus absurdas actitudes amenazadoras en el combate. En el último año, los miembros de nuestra familia habían progresado mucho en cuanto a pelear se refiere. Y habían tenido bastantes ocasiones de demostrar sus progresos. Pero aún así, de vez en cuando, volvían a caer en la parafernalia de gestos y posturas, que lo único que consigue es que pierdan un tiempo precioso. La aparición del cine y las películas de acción han hecho muy poco por la efectividad de los guerreros de nuestra especie. Como siempre que los veía pelear, Leo frunció el ceño.

"No está mal", masculló. "Pero los sigo prefiriendo como bailarinas"

Sonreí. Mi hermano tiene muy poca paciencia. Pretende que nuestra familia consiga en un año, lo que él ha aprendido a lo largo de más de un milenio. Yo soy capaz de ver los progresos de nuestros hombres, pero él sólo ve que aún no están a la altura de sus expectativas.

Poco a poco, las peleas fueron cesando, mientras se iban dando cuenta de nuestra presencia, lo que provocó un nuevo gruñido de Leo. Sólo Árvidas y Ángelo se habían percatado de que entrábamos en la habitación, probablemente antes de que atravesáramos la puerta. Los demás estaban demasiado entretenidos con sus respectivas luchas. Algo que en un combate real podía traerles muchos problemas. Nunca se sabe cuando va a aparecer un enemigo inesperado justo detrás de tu espalda.

"Han tardado menos que la última vez", comenté, intentando serenar su creciente mal humor.

"Pero no lo suficiente para que yo entrara y les diera una buena paliza a todos", replicó con un gruñido.

"Tienes demasiado genio, Leo", rió Ángelo, que había prestado oídos a toda nuestra conversación "Y muy poca paciencia", añadió, mientras se aproximaba a nosotros, acompañado de Árvidas.

"¿En qué diablos estaría pensando cuando te transformé?", espetó con una falsa expresión irritada.

"Probablemente en lo de costumbre. Mujeres, peleas", replicó Ángelo sin arredrarse lo más mínimo, apartando un mechón de cabello rebelde que caía sobre sus ojos de un verde sobrenatural, en un gesto inconsciente y característico.

Los dos rompieron a reír casi al instante. La relación que los une es sorprendente, y algo más que envidiable. Leo y Ángelo habían conseguido mantener su amistad a lo largo de los siglos, a pesar de que lo habitual es que nuestras creaciones terminen volviéndose contra nosotros. Pero si en algún momento existió el hombre perfecto para ser transformado, y para serlo precisamente por Leo, ese fue Ángelo. Tiene el carácter idóneo para asumir el cambio sin traumas ni problemas, y por si eso fuera poco, al igual que mi hermano, adora los combates y a las mujeres. Lejos de lamentar su nueva condición, en la transformación encontró una oportunidad única para disfrutar de ambas cosas hasta un nivel con el jamás había llegado siquiera a soñar siendo humano, y en Leo a su maestro ideal. Cada vez que intercambiaban recuerdos, el humor de Nadya pasaba del temor por su afán a la hora de entrar en batalla, a la furia por esa mismo afán llevado al terreno de la conquista amorosa. Quizá por eso ahora está tan molesta con la actitud de Ángelo con las mujeres de la casa. Tiene frente a sí el perfecto espejo de lo que Leo pudo ser antes de conocerla, y si algo es Nadya, es celosa.

Árvidas los miraba sonriente. Aunque ya se conocían con anterioridad, desde que Ángelo se unió a nosotros, cumpliendo la promesa que le había hecho siglos atrás a Leo de reunirse con él sin pensarlo en cuanto se estableciera, entre ambos se había establecido un poderoso vínculo de amistad, que se extendía también al tercero de nuestros primos más ancianos, Glauco. Los tres se han convertido en nuestros hombres de confianza desde el primer momento, y trabajan juntos a la perfección, a pesar de lo distinto de sus caracteres. Con hombres como ellos, no resulta nada difícil tomar la decisión de pasar una temporada de vacaciones en Europa. Nuestra familia estará bien cuidada y protegida. Confío plenamente en su buen hacer.

"Vamos fuera. Hay unas cuantas cosas de las que debemos hablar. ¿Dónde está Glauco? No creo haberlo percibido en la casa", pregunté, mientras salíamos de nuevo al jardín.

"No creo que tarde demasiado. Salió hace un par de horas a buscar unas cuantas cosas a la ciudad", respondió Árvidas. "Con Sue", añadió, mirando a Ángelo con expresión maliciosa.

Éste se limitó a sostenerle la mirada con una gran sonrisa pintada en su rostro.

"Lo hace para darme celos", replicó, encogiéndose de hombros.

Como si los hubiese conjurado con mi pregunta, un coche se aproximó por el camino principal. Pocos segundos después, aparcaba no muy lejos de nosotros. Glauco descendió del vehículo, apresurándose a la puerta del copiloto, pero Sue fue más rápida. Antes de que llegara a alcanzarla, ella ya había descendido, y agradecía su frustrada cortesía con una leve inclinación de cabeza, y una fría sonrisa. Los dos caminaron en nuestra dirección, manteniendo una distancia nada prometedora entre ambos.

"¿Ves? Lo que yo decía. Intenta darme celos", susurró Ángelo velozmente. "Sue, estás muy hermosa esta mañana. El blanco es tu color, sin duda"

"Deja la miel para tus mosquitas, Gelo", replicó ella con desdén. "Conmigo no te va a funcionar, ya lo sabes"

"Hay muchos más majares que puedo ofrecerte aparte de miel, si eso es lo que te place, mi dama", respondió él, sin abandonar su actitud galante, a pesar del jarro de agua fría que acababa de recibir.

"Eso me han dicho. Pero he oído hablar tanto del tema, que estoy empachada incluso antes de sentarme a la mesa"

"Me preocupa esa falta de apetito, querida. Quizá probar manjares nuevos lo estimule"

"Tú tienes apetito por los dos, primo", respondió con la sonrisa más falsa que jamás he visto. Ángelo pareció dispuesto a replicar, pero ella lo detuvo con un gesto de su mano. "Continuaría este combate de ingenio hasta el infinito, Ángelo, pero como bien sabrás no es honorable pelear con gente desarmada. Leo, Lyosha, es un placer teneros de nuevo en casa. Si me disculpáis, debo atender a un par de obligaciones"

Se alejó con altivez, mientras los demás disimulábamos a duras penas nuestras carcajadas. Cuando entró en la casa, Ángelo se dispuso a seguirla. Leo lo detuvo velozmente, sujetándolo por el hombro. Él se volvió, mirándolo con sorpresa.

"Tú siempre dices que uno no debe retirarse de la batalla hasta haberla ganado", replicó.

Mi hermano rió entre dientes, sacudiendo la cabeza. Finalmente, alzó la mano y le golpeó la nuca con gesto despreciativo.

"¿Es qué no has aprendido nada de lo que te enseñé, maldito patán? A veces es preferible perder un combate para ganar una guerra. Deja que la dama crea que ha vencido esta vez. Eso la hará bajar sus defensas"

"En otro momento, estaría de acuerdo contigo, Leo. Pero te aseguro que nada hace que esa dama baje sus defensas. Es la princesa del hielo", intervino Glauco.

"Como veréis, no es la primera vez que mis queridos primos aquí presentes pierden algo más que la dignidad bajo el filo de su lengua", medió Árvidas entre carcajadas. "Voy a perder una daga magnífica por culpa de su ineptitud"

"¿Habéis apostado?", reí yo. "¿Y en qué consiste tal apuesta?"

"Después de meses sin que Sue concediera sus favores a ninguno de nosotros, esta pandilla de niñatos ha empezado a cruzar apuestas sobre quién sería el primero en rendirla. Somos siete los que luchamos por su atención, incluído este maldito veneciano y yo", masculló Glauco. "Y si queréis conservar vuestros bienes, no deberíais apostar por él"

"Tonterías. Está loca por mí. Lo que ocurre, es que no sabe como demostrarlo", replicó Ángelo sonriente.

"No estaría bien que apostáramos, Leo. No es propio de los cabezas de familia hacer algo así", respondí a lo que veía en la mente de Leo. Aunque los dos sabemos perfectamente que entraremos en la apuesta.

"Tienes razón, Lyosha. Sin embargo, tengo un par de amigos, que quizá quieran hacer una apuesta", sonrió con malicia.

"Te refieres a nuestros amigos", respondí, devolviéndole la sonrisa. "Si, estoy seguro de que querrán hacer una buena puja"

"Y no estaría bien que un hombre de mi posición aceptara apuestas, pero podéis decirle a vuestros amigos, que conozco a alguien que les aceptaría una buena cantidad por su voto", respondió Árvidas con fingida seriedad.

"Mi amigo hablará con el tuyo", contestó Leo. "Pero puedo adelantarte que estaría dispuesto a apostar un magnífico arco de palisandro por el veneciano"

"Mi amigo en cambio, se jugaría una buena espada por el romano", añadí yo.

"Tu amigo es idiota", rió Leo. "Si mi amigo ayuda al veneciano, no habrá nada que su contrincante pueda hacer"

"Eso ya lo veremos. Mi amigo también estaría dispuesto a ayudar al romano", repliqué.

"Quizá tu amigo y mi amigo quieran subir la apuesta entre ellos. Un par de noches meditando en solitario su atrevimiento, mientras mi amigo disfruta de los favores de cierta hermosa dama, serían un castigo adecuado a la arrogancia de tu amigo", me provocó Leo.

"Que sean tres noches. Tu amigo se merece hace siglos que alguien lo ponga en su sitio", sugerí.

"Le diré a mi amigo que tu amigo y él han sellado un trato", respondió sin dudarlo.

"Mi amigo estará encantado de oír eso. Sin embargo, esto plantea un problema a nuestros planes. No podemos favorecer a ninguno de los contrincantes. Y tal y como teníamos pensadas las cosas, sin duda será una ventaja para el romano. Y no tendremos tiempo de resolver la situación antes de partir"

"¿Partir a dónde?", preguntó Árvidas. "Creía que con este viaje habíais resuelto todos los temas pendientes"

"Y así es. Por eso pensábamos en tomarnos unas vacaciones", respondí yo.

"Tenemos pensado viajar a Europa. Primero iremos a Italia, y después visitaremos a Lisías en Grecia. Habíamos pensado que te gustaría pilotar el avión, Ángelo"

"Estaría encantado de volver a Italia, Leo, ya lo sabes. Pero creo que mi primo hace tiempo que desea visitar a su antigua familia", ofreció generosamente. "Yo puedo volver en cualquier otro momento"

"Te lo agradezco mucho, Gelo. Realmente tengo ganas de volver a verlos a todos. La última vez que estuvieron aquí, apenas tuve oportunidad de estar con ellos. Nos pasamos la mayor parte del tiempo intentando solucionar los temas pendientes tras la batalla con los lobos. Pero no es un momento adecuado. Cora no está preparada para pasearse por calles repletas de mortales, y no disfrutaría del viaje. Ve tú, aprovecharás ese viaje mucho más que nosotros"

"Hagamos una cosa", sonrió Leo maliciosamente. "Llevémoslos a los tres. Tal y como están las cosas, Árvidas puede encargarse perfectamente de la casa. Será divertido ver como tu amigo muerde el polvo"

"Será divertido ver como Nadya nos arranca la cabeza si se entera de esto", reí yo. "Pero, qué demonios, ¿qué es la vida sin un poco de emoción?"

"Tú lo has dicho, hermano", aprobó Leo. "Vamos, solucionemos cualquier tema que haya pendiente. Quiero salir esta misma noche"