Túneles.

Filch no sabía por qué la señora Norris estaba tan enojada, la noche anterior no quiso patrullar con él, sino que levantó la cola y recorrió los pasillos del quinto y sexto piso completamente sola. El celador tenía los pelos de punta, es que no entendía por qué su mejor amiga, su compañera de vida, le ignoraba de esa forma. Lo normal es que ya le hubiese maullado un par de cosas o por último le hubiese hecho un grueso rasguño en la pierna, pero nada de eso ocurría.

Y el silencio de la gata le dolía más que cualquier arañazo al celador.

Por la mente de Filch pasaba la idea de que quizás la gata quería más comida, un nuevo collar o que, él sin saberlo, había perdido una vida y por eso estaba de mal humor. Pero cuando él intentó ponerle un nuevo collar, muy bonito que Hagrid le había conseguido en Hogsmeade, la gata volvió a huir despavorida.

El celador barría las aulas con desazón, no lograba recordar cuando había sido la última vez que su gata se había molestado tanto. Y mientras pasaba la escoba por debajo de los pupitres, sintió el ruido de la puerta abrirse y ahí estaba ella. La chica fea y despeinada estaba parada en el umbral, con cara de preguntarse si podría pasar.

- Señor, ¿Puedo recoger mi libro de Transformaciones?

Por supuesto, Filch no le respondió, él no iba a hablarle a una persona como ella. La chica avanzó con paso lento, como si creyese que él la iba a agarrar a escobazos en el acto y tan pronto como tomó el libro, salió muy rápido del aula. Y aunque no quería prestarle mucha atención a esa revoltosa, vio claramente al gato de la chica siguiéndole los talones. El gato traía una venda gruesa que le apretaba la barriga y también notó que cojeaba levemente. Y Filch, por primera vez en muchos años, sintió compasión por un animal distinto de la Señora Norris.

Por la noche, cuando se encontró en su pequeño despacho con su gata, antes de que ésta se fuera, le dijo. -Sé que tu amigo está vendado. A lo mejor al joven Malfoy se le pasó la mano.

La gata le soltó un largo maullido de vuelta. Después se quedó tendida sobre los cojines con su pose de dios egipcio y volvió a decir miau.

- ¿Qué? -Preguntó con la mandíbula casi desencajada. -¿Vio al joven Draco llorando en el baño de Myrtle? ¿Está segura, señora Norris? -Y la gata se puso rígida, como si realmente estuviera ofendida, luego sacó su lengua. Filch no dejaba de repetir. -No me lo creo, pobre chico. Quizás qué cosa tan fea le habrán hecho los protegidos de Dumbledore.

La gata se levantó con gracia y fue hasta un pequeño agujero que había entre las piedras de los muros, se metió en esa diminuta cueva y luego reapareció con un papel en la boca. El celador entornó los ojos y leyó en voz alta:

"Tengo que matarlo, tengo que matarlo, tengo que matarlo, tengo que matarlo, puedes hacerlo, tengo que matarlo, tengo que matarlo o él me matara a mi..."

- ¿Qué dice, Señora Norris? No creo que el joven Draco quiera matar a ese horrible gato. El no sería capaz. -Dijo Filch poco convencido, porque al segundo recordó el pié del chico chocando contra la panza de esa bestia. Y aunque era un gato espantoso pensó que ningún gato se merecía ese trato.

Lo que Filch nunca supo fue lo que hizo la Señora Norris esa noche, porque él no sabía qué clase de relación tenía ella con el animal ése; la cola de la gata se curvó y desapareció en dirección de la torre de Gryffindor. Le maulló la contraseña a la Señora Gorda, pero la bruja del cuadro sólo la miró fijamente antes de estornudar copiosamente.

- No entiendo lo que dices y aunque entendiera, no tienes autorización para entrar a la Sala Común que yo custodio.

La gata por un momento pensó en rasguñar el cuadro o decirle a su amo que deje ese pedazo de los pasillos sin limpiar por una semana, pero ella era una gata refinada y no se iba a rebajar a discutir con esa vieja borracha, así que se marchó sin más con su cola erguida y los bigotes tensos. Lo que nadie sabía son los secretos que se pueden descubrir cuando eres gato, a la vuelta de aquel pasillo hay un armario viejo donde se guardan algunas escobas y sobre él hay una grieta en la piedra, tan pequeña para que pase un ratón o una gata ágil, tal como era la Señora Norris. Bastaron tres saltos y la gata ya estaba en el interior de los dormitorios de Gryffindor, específicamente, en el cuarto de las niñas de segundo. La gata caminó por las distintas habitaciones hasta encontrar a Crookshanks y cuando lo vio acostado sobre la cama de su ama, emitió un murmullo tan bajito que era imperceptible para el oído humano.

Filch los vio caminar a los dos con rumbo desconocido, pensó en seguirlos por un momento, pero después desistió porque la Señora Norris podría enojarse nuevamente. Y con las noches de silencio que ya había vivido ya tenía más que suficiente.

Otra cosa que Filch no supo es que la Señora Norris guió al gato de la chica cínica hasta las mazmorras, cerca del aula de pociones había una piedra falsa, que en realidad era la entrada a un pequeño tobogán que aterrizaba directo en la sala común de Slytherin. Una vez que estuvieron ambos gatos ahí, se despidieron con un choque de los bigotes bajo la luz verde de aquel lugar, la gata se dio media vuelta y se fue a hacer su patrullaje habitual.

Filch se sintió tan feliz, cuando diez minutos después su amiga volvía a caminar con él. Ambos sorprendieron a un chico de Hufflepuff caminando sigilosamente por los pasillos y con las manos cargadas de pasteles. Filch lo tomó fuertemente del brazo y lo llevó hasta su despacho, sabía que la profesora Sprout se iba a molestar, más porque él la despertara que porque alguno de sus alumnos anduviera merodeando en mitad de la noche. Pero como Filch sólo hacia su trabajo, quizás la rabia de la profesora de Herbología iba a caer en el chico.

Jijijijijiji.

Habían cosas sencillas que le hacían tan feliz.

- No te atrevas a moverte de aquí, chico. -Cuando el celador dijo esto, la Señora Norris soltó un ronco murmullo, y se sentó en sus cómodos cojines al frente del niño, con los ojos amarillos y grandes, fijos en él.

Pero en ese momento se aproximó al despacho de Filch el gato de Hermione Granger y apenas éste vio a la gata sentada ahí, le lanzó un pequeño maullido y ¿le cerró el ojo?

Esa jornada fue una noche tranquila. Pero a la mañana siguiente, cuando el celador se estaba cepillando los dientes, alguien aporreó la puerta de su despacho con una inusual fuerza. El se asustó y se apresuró en vestirse, salió del baño cojeando más de lo habitual y cuando abrió la puerta, descubrió al joven Draco, con los ojos hinchados, la cara roja, llena de arañazos y cubierta de un extraño ungüento que olía a miel.

- ¿Reconoce estos pelos? -Preguntó el chico furiosamente.

El celador asustado en parte y contento a la vez de poder ayudar a alguien de la familia Malfoy, contestó. -Sí, es el pelo del gato apestoso de esa chica de Gryffindor.

- ¿Cuál de todas las chicas de Gryffindor? Todas esas tienen un gato... -¿De quién es el gato? -Preguntó Draco furioso.

Mientras caminaban al Gran Comedor, Filch pensaba que era muy extraño que el joven no haya reconocido el pelaje, ni menos a la bestia que lo atacó. "¿Cómo no lo vio?" Pero no se atrevió a preguntar nada porque era evidente que el animo del joven Malfoy no era el mejor.

Llegados al Gran Comedor, desde las amplias puertas de éste, Filch apuntó a la chica despeinada que leía El Profeta mientras desayunaba.

- De ella es el gato, joven Malfoy.

- ¿El gato de Granger me atacó? -Murmuró Draco entre dientes. -Ya verá ese horrible gato y esa asquerosa sangre sucia lo que significa meterse conmigo...

Cuando Draco dijo eso, Filch jamás imaginó el trasfondo de sus palabras. No sabía que él estaría todo el día pendiente del destino de ese gato patizambo, no sabía que tendría que buscarlo en cuatro patas por los rincones de todo el castillo, ni que tendría que meter su torcida nariz en cuanta cueva pequeña hubiese, hasta que al fin lo encontró. Estaba peleando con un gran ratón que osaba escaparse de sus fauces, estaba tan atento en alcanzar más que la cola del pobre roedor que no sintió los pasos pesados del celador y menos las manos que se cernían sobre su lastimado vientre. Y aunque Filch recibió varios arañazos de parte del gato, no lo soltó, porque, claro, el joven Draco lo había considerado a él para aquella misión. Y como él es un hombre limitado, pero muchas ganas de poder demostrar que sirve y mucho, no iba a enfadar a quienes tarde o temprano (y él espera que sea temprano) serían sus jefes. Ocultó al gato en una bolsa mágica, esas en las que tiene que guardar la basura, y que no se siente ruidos, olores, ni el tamaño de las cosas que almacena y la llevó hasta su despacho. Pensó que la señora Norris entendería porque tenía que cumplir aquella labor y creyó que lo perdonaría, sin embargo eso no sirvió para calmar sus nervios, porque si lo sorprendían Dumbledore o McGonagall se iban a poner furiosos y eso dejaría el marcador con muchos puntos a favor de los estúpidos alumnos.

Cuando la noche cubría con su manto oscuro y silencioso los dominios de Hogwarts, Filch bajó hasta las mazmorras y esperó cerca de la entrada de Slytherin que apareciera el joven Malfoy. No llevó la bolsa con el gato, esperaba que se contentara con que supiera que el animal ya estaba capturado y que había perdido su libertad de por vida. Pero cuando Draco notó que la bestia no estaba ahí, elevó la voz y Filch corrió, como pudo, hasta traer la bolsa con el pedido del chico. Con las manos tiritando, le entregó a Crookshanks temiendo que aquella sería la última vez que sabría de aquel gato.

Pobre señora Norris, pensó el celador cuando se dió la vuelta hacia su despacho.


Nota de Autora: Muchas gracias a todas las personas que me han dado su apoyo con ésta historia; sinceramente espero no defraudarlos, y que cualquier cosa que no esté bien, no duden en corregirme. Como los capítulos son cortitos no creo que me demore en subir uno nuevo.

Sólo me queda darles las gracias, de todo corazón.

Besos!