Disclaimer: la serie de Naruto Shippuden es propiedad de Masashi Kishimoto. Esto es un trabajo hecho por un fan sin fines de lucro para fans. Sólo lo hago por entretenimiento. No recibo dinero por esto.
Advertencias: Shonen-ai. MadaraxDeidara. Debido a la escasa cantidad de tiempo que tuve para realizar la actualización, quizás algunas partes del fic carezcan de coherencia y debo decir que lo lamento, pero debido a razones muy poderosas me vi en la necesidad de escribir lo más rápido posible sin detenerme a revisar lo que hacía.
Aún así, disfruten.
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Ruleta Rusa.
Midnight with the stars and you;
Midnight, and a rendezvous.
Your eyes held a message tender,
Saying, "I surrender all my love to you."
Midnight brought us sweet romance,
I know all my whole life through
I'll be remembering you,
Whatever else I do,
Midnight with the stars and you.
—¿Qué es eso?
—Hmm, me parece que es una canción.
—Es rara, deja de cantarla… además cantas mal.
—¡¿Qu-? ¡Jo! Y pensar que me agradabas "Tobi".
(…)
—¿Está bien aquí? —la anciana le sonrió acentuando las arrugas en su desgastado rostro. Abrió la puerta mostrándole la amplitud del cuarto. Había un par de futones doblados en el suelo. Un pequeño estante con un televisor algo viejo, un armario mediano y cerca una mesita para tomar té. La ventana era de tamaño considerable con cortinas que llegaban hasta el suelo y una pequeña campana de viento que tintineaba de manera arrulladora. El Uchiha entrecerró ambos ojos. Esperaba algo así, lo que no entendía era la razón por la cual no se sentía satisfecho.
Estuvo en silencio por un corto periodo repasando el lugar. Todo parecía estar en orden. Chasqueó la lengua. Pese a su actual condición continuaba siendo un shinobi y esas actitudes no se iban aun si lo demás se esfumaba.
La anciana se mostró confundida.
—¿Su-sucede algo? ¿No es de su agrado?
Madara negó con el artista en brazos y volteó a verla.
—Está bien abuela, es una buena habitación.
(…)
Hacía calor.
Viko lo miró asombrada.
—¿Qué? ¿Tu sharingan se esfumó?—preguntó en un susurro la trigueña, dejando de batir la mezcla de los panquecitos. Madara de haber podido emplear el amaterasu en ella lo hubiera hecho. ¿Es que era mucho pedir algo de discreción por parte de la chica?
Viko sintió su molestia y carraspeó antes de desviar la conversación.
—¡Nunca me salen bien!—dijo refiriéndose a los panquecitos—, así que sólo espero que no se quemen… ahm… ¡Mr Fluffy Buyo Kuznetsov! ¿Dónde estás~?
El Uchiha la miró entre molesto y frustrado. Volvió a ver a Deidara que no dejaba de mirar una araña de arcilla recién hecha. El calor que emanaba del horno, junto con el clima cálido le hizo recordar Suna y al marionetista.
Pronto se sintió irritado. Basta ya.
Tomó asiento fuera de la cocina. Observó el espejo que se hallaba en la entrada.
Sharingan, ¿eh?
¿Qué debería hacer?
Gruñó enviando aquel recuerdo a la basura. La pupila negra se ocultó bajo los parpados.
"¿Qué debería…?"
Una pregunta que seguía sin resolverse, suspendía aun en el aire como gas venenoso.
Tal vez se estaba precipitando al remplazar la teoría de recobrar sus habilidades por la de haberlas perdido en su totalidad. Pero el punto que lo hacía caer en ello era nada menos la ausencia de su distintivo como Uchiha: sus ojos. Y sin ellos la situación era…
… bien, bastante mala.
Mala en el aspecto de no tener un arma con la cual defenderse. Terriblemente catastrófica porque no habría forma alguna de llevar a cabo el maquiavélico plan que durante años estuvo amasando. Era el peor panorama que pudiese visualizar. Sus ojos se volcaron prontamente hacia el rubio. Encima, a eso se le aunaba el detalle de Deidara y su estúpido paso en falso.
Finalmente dejó salir un notable suspiro. Echó la cabeza para atrás. Las cosas no habían cambiado como esperaba que sucediera. De hecho, nada había tenido el interés o la pisca de consideración de cambiar en favor de sus necesidades. Vaya, ni siquiera el clima (aunque eso era algo que lo tenía sin cuidado). Pasaban de las ocho y su mente se mantenía aun ocupada en las escasas opciones que de a poco él se encargaba de descartar. No se caracterizaba por ser pesimista pero actuar de forma contraria, contemplando posibilidades que bien sabía no eran factibles le provocarían una migraña espantosa. Estaba absolutamente prohibido engañarse con esperanzas vanas. La realidad era la que vivía en aquel momento.
El tiempo, sumergido en aquella atmosfera oscura y densa, se extendió una hora más. Como si fuese necesario más drama y depresión, que él jamás llegaría a admitir y ocultaría bajo el nombre de reflexiones.
Masajeó su cuello tratando de destensar los músculos de éste y los de los alrededores.
La sensación de estar siendo envuelto en un vertiginoso juego de azar se expandió por todo su cuerpo, naciendo en su estómago como un virus contagioso. Madara se preguntó mientras hundía las yemas de sus dedos en su hombro de forma completamente hipotética el futuro sin un plan Ojo de Luna. Sonaba descabellado, pero de algún modo –casi ajeno a él mismo-, había pensado en el "¿cómo sería si…?". La imagen de Viko apareció en su mente. Luego Deidara y ella una vez más moviendo los labios con un rictus impecablemente serio.
¿Cómo sería si tuviera que desistir? ¿Cómo sería si su línea hereditaria se esfumara?
¿Cómo sería si él…?
Sacudió ligeramente la cabeza, ahuyentando aquel hilo de estúpidos cuestionamientos y ventanas a futuros inexistentes. Estaba divagando en zonas que definitivamente no debía tocar, ni siquiera rozar suavemente. Adentrarse en pensamientos que se iniciaran en base a esa pregunta le acarrearían un sin fin de conflictos internos, que sin duda, debía evitar.
—Tsk…
Miró el té sobre la pequeña mesita. Otra vez, las preocupaciones lo invadían. Pasó la lengua por sobre sus labios. El sabor imaginario de la incertidumbre le recordó a la ponzoña. Chasqueó la lengua. Ciertamente, ¿cuánto le tomaría recuperar el sharingan? El tiempo corría como el conejo blanco de Alicia. Si bien podía seguir fingiéndose Tobi incluso con Nagato y evitar futuras reuniones, ¿qué sucedería con Deidara? Mejor dicho, ¿sucedería algo con él? Gruñó, reprochándose silencioso. Lo había estropeado todo. ¿Qué no era él, el magnifico Uchiha Madara? Giró su cabeza en dirección al techo. Se estaba cansando de sentirse de aquel modo. Cansando de tener que esforzarse tanto en conseguir lo que deseaba. Cansando de lidiar cuidadoso con sus piezas de ajedrez.
La brisa de la noche entraba por la ventana. Tocaron a la puerta. La abuela asomó medio cuerpo y le deseó buenas noches agradeciendo a su vez el gentil gesto. Madara hizo una mueca tras la máscara.
—Buenas noches.—contestó igual, modulando su voz.
La puerta rechinó apenas al cerrarse. Escuchó a la anciana alejarse y los pasos perderse al bajar las escaleras. Hacía tiempo que no prestaba atención a esos detalles. Dirigió la vista hacia el rubio que aun dormía sobre el futón. No tardaría en despertar, pensó. Y aquello sólo significaba que el juego iniciaría… ¿de qué forma? ¿Desde donde? ¿Y cómo no delatarse?
Respiró hondo.
Suponiendo que aun podía jugar al amnésico, era un alivio momentáneo, ligero y jodidamente fastidioso.
Al pensar en ello una vez más, sus labios se curvaron con cierta burla.
… seguramente Deidara jugaría sin la necesidad de una invitación.
La pequeña campana de viento sonó de nuevo. Madara echó otra mirada al menor e instantes después fue hasta la ventana. Tomó asiento en el marco sin dejar de ver hacia adentro. Desde ese ángulo podría deducir, sin temor a equivocarse, si éste despertaría o no. Aunque daba igual lo que sucediese en aquel momento. Se sentía un tanto inquieto y en verdad frustrado. Madara, habría deseado de forma muy particular y egoísta haberse desecho de tan molestos sentimientos desde que estos bulleron suavemente en su pecho, antes de que se desbordaran. Pero en su lugar decidió conservarlos por mera diversión. Tan sólo como un "a ver qué pasa" y si es que algo llegaba a pasar. Desvió la mirada, alejando su campo de visión del rubio. Ver su menuda figura tan, ahora, indefensa le producía sensaciones molestas.
Vio el enorme manto oscuro estrellado. El cielo parecía el interior de un joyero esa noche.
Pasaban de las ocho.
Sus ojos se posaron de nuevo en Deidara. Estaba durmiendo demasiado.
—¿Cuánto tiempo más, eh?
Quizás sólo era un efecto secundario del viaje ínter dimensional, aunque no hubiese tenido ese efecto en él ni antes ni ahora. Madara pensó luego de eso, que quizás el muchacho podría haber atrapado alguna enfermedad antes. Lo negó instantes después. Poco probable pero…
—Menudo problema…—su voz salió casi en un murmullo.
Y lo era, porque a penas unos momentos antes le constaba que deseaba que el chico continuara durmiendo, como un desesperado deseo formulado por temor a no armar un teatro convincente. Ahora eso se veía eclipsado por la creciente (e inoportuna) preocupación que en segundos lo había abordado exitosamente.
Mordió su labio. Deidara estaba bien. Estaba bien.
"¿Un momento? ¿Qué demo…?"
Se llevó la mano derecha a la frente. Aun con la máscara encima creyó sentir sus dedos tocando la piel arrugada debido al ceño fruncido. Esto le enfurecía de sobremanera. Era increíble como el muchacho fácilmente subía en el escalafón de prioridades en aquel momento desplazando a la conquista mundial a un segundo plano, menos importante y con chances, tal vez, de seguir siéndolo.
Se reprochó mentalmente tal estupidez. Ese estúpido y jodido sentimiento rosa vaporoso lo iba a fastidiar en grande. Madara maldijo intensamente su descuido. Esos días en la banca (casi como forzadas vacaciones accidentales), el tan sólo pensar en ellos lo irritaban severamente. Tenía una meta que por sobre cualquier cosa era sin lugar a dudas la única prioridad en toda su maldita vida por la que sacrificaría todo y ahora, en ese instante Uchiha Madara le estaba otorgando muy a su pesar esa posición al temperamental mocoso que se encontraba durmiendo a unos metros de él. Las manos se volvieron puños amenazando con estrellarse contra las paredes color crema, dejando considerables grietas en el acabado liso.
Lucía como si su cabeza destapara ideas revueltas, llevándolo de un lado a otro, haciendo una ensalada de sentimientos que terminaban abrumándolo e incluso asfixiándolo. El hombre creyó sentir que en cosa de segundos, como si hubiese ingerido arcilla, estallaría cual C4 o en última instancia: su cabeza y pecho. Y pronto, nuevamente apareció la horrible pregunta en su cabeza (que parecer un cuestionamiento suyo se inclinaba a cobrar vida propia) y lo martillaba con desmesurada fuerza.
¿Por qué tenías que leerlo, estúpido?
¿Por qué? ¿La pregunta era por qué? ¡Joder! Realmente no sabía la respuesta y de saber se la guardaría bajo llave en lo más recóndito de su mente hasta hacerla desaparecer. Alguien tocó un botón dentro de él y cual flash back de película todo se centró en aquel intento de conversación seria que tuvo con la mocosa.
"—… quizás… cuando consigas su amor cambies de parecer y decidas olvidarte de todo el resentimiento que llevas dentro—sus ojos se iluminaron—. ¡Sí! Y las noches estarán repletas de diversión y mucho "No~, Madara si haces eso yo…" "Oh, sólo relájate" ¡ya puedo imaginarlo! ¡Kya~! Y luego querrán ser una verdadera familia ¡Y entonces lo obligarás a que haga 'ese' jutsu y luego…! Ku, ku, ku, ku… ¡Maeko Uchiha Iwa llegará y todo será miel sobre hojuelas! ¡Hajajajajaja!"
¿Eh?
Madara parpadeó extrañado. ¿Por qué rayos había recordado precisamente esa parte? Apretó los dientes intentando olvidar el extraño comentario de la chica. El tan sólo rememorar esa vez y la sentencia de una derrota…
La campanita tintineó. Los ojos empezaron a arderle. Sintió deseos de retirar la máscara y masajearlos. Desistió.
Mierda. Priorizar en aquel momento no le funcionaba si su lógica se negaba a hacer alianza con la razón.
Otro tintineo.
Inhaló lo más profundo que pudo. Sólo tranquilizarse, sólo eso. De continuar así terminaría haciendo algo de lo que se arrepentiría. No necesitaba más problemas ni mal entendidos.
No, no más.
Su único ojo visible enfocó al rubio. Uhg. Ahí, otra vez la burra al monte.
Vaciló unos segundos antes de ponerse de pie. Hizo crujir sus dedos, liberando algo de tensión. Miró al artista que dormía aún. Sólo por si acaso, consultaría a la anciana. Tal vez ella tuviera algún remedio. Pasó una mano por su nuca. El sonido de la campana y el fresco de la noche se colaron dentro de él, llenándolo de una calma momentánea. Sintió los hombros más livianos. La situación no lucía tan mal como aquella vez con Hashirama. Aflojó los puños. De hecho, había algo positivo en todo eso. Una sola cosa:
Estaban de vuelta, juntos.
Contaba como algo bueno. El ardor en sus ojos se esfumó. Sí, eso era bueno.
La puerta chirrió al ser abierta y después, al cerrarla. Sus pisadas que poco a poco dejaron de escucharse, hicieron un eco que nadie logró percibir, excepto por una sola persona. Resonaron con suavidad, alejándose y perdiéndose en medio de un inmenso bosque y en medio del silencio, Deidara abrió lentamente los ojos.
¿Uh?
Los orbes azules brillaron opacos. Un atisbo de cansancio asomó en ellos. No recordaba cuando había sido la última vez que se sintió igual de mal, casi como si una mula lo hubiese pateado o un grupo de bailarines de tap hubiesen hecho una presentación sobre su cuerpo. Se sentía fatal. Bastaron a lo mucho, seis segundos y la realidad se asentó sobre sus adoloridos hombros, de una forma muy figurada. Parpadeó desconcertado sin lograr despojarse de aquella pesadez. Ese techo… no lo reconocía, ¿dónde estaba? Sus oídos zumbaron, Deidara apretó los ojos ante tal molestia. Llevó una mano al oído derecho, el sonido continuaba. Farfulló unas cuantas malas palabras antes de que regresara a la normalidad y poco después, lento, se incorporó mirando los alrededores. Tan pesado. Intentó inspeccionar el lugar, sin embargo de nuevo aquel molesto zumbido dentro de su cabeza se lo impidió. Esta vez se tomó más tiempo en pasar. Apretó su cabeza. Dolía, esa frecuencia dolía.
Finalmente se detuvo. Sus ojos celestes se abrieron despacio. ¿Qué fue…? Pareció un fonógrafo viejo o un tocadiscos. Sí, como uno de esos reproduciendo una canción en pésimo estado. Movió levemente la cabeza en busca de señales de dolor. Suspiró quedo. Gracias al cielo, se encontraba bien. Quizás, alrededor de un par de minutos después, llevó una mano hasta su frente aun desconfiado. No parecía tener fiebre y su garganta estaba bastante bien. Los síntomas le recordaban a…
Un momento. Parpadeó. El techo, el suelo, la habitación, la forma en la que estaba construida. ¡Cierto! Estaba de vuelta. Sonrió de oreja a oreja haciendo un esfuerzo y se puso de pie tambaleándose. Claro, ¿cómo pudo olvidársele? Torpemente llegó hasta la ventana y se asomó tomando una enorme bocanada de aire fresco. ¡Cuanta alegría! La campana de viento tintineaba una y otra vez. La brisa se sentía tan bien en sus mejillas, en su cabello. De un solo movimiento desató la coleta para reforzar esa sensación tan agradable.
De nuevo en casa…
El mareo lo abandonaba a pasos agigantados. La frescura de la noche, podía sentir como se colaba por debajo de su camisa. Reparó en eso casi de inmediato. Oh~, aun llevaba consigo la blusa verde de esa molesta chica. Hmm, ya conseguiría ropa decente a penas volviera con el resto.
De nuevo en casa. De nuevo en el mundo en donde las cosas funcionan correctamente. En donde su arcilla detona, los kunais aciertan… bueno, ese último punto no podía ser del todo cierto. Los estúpidos artefactos jamás daban al blanco. Al menos nunca a un objetivo en movimiento. Es decir, nunca al ninja oponente. Hey, ¿arcilla? Oh, no. Su maldita arcilla se había quedado en aquella dimensión. Daba por hecho que Viko la estaría usando para hacer tonterías.
—¿Uh?
Eso le recordaba, ¿cómo rayos había llegado hasta ahí? Lo último que venía a su cabeza era la frontera y Tobi…
Su boca se entreabrió.
Tobi.
El estómago se le revolvió. No, se sentía diferente y por diferente se sentía como a los endemoniados aleteos de esos estúpidos insectos de colores. Se encogió un poco ante la molesta sensación. Esto no le sucedía, no a él. Apretó los labios y los recuerdos comenzaron a fluir sin detenerse, cual cinta en una sala de cine. Deidara jadeó alterado. Volvió a sentir el mareo haciéndose de cada parte de su adolorida anotomía. La habitación comenzó a moverse como una onda de agua. Sujetó su frente. No se sentía bien, de nuevo él iba a…
"—Yo soy tu compañero ahora, no él."
¿ Q u é ?
Antes, justo antes de despertarse en la frontera del país del fuego, Tobi, ese sujeto con máscara naranja y actitud infantil. Tobi, el tipo que entró en Akatsuki como suplente de Sasori… ¿qué no ese tipo lo había…?
Be… be… besa… a… ¿besado?
Las diferentes tonalidades de rojo abordaron su rostro sin mostrar compasión. Un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza erizándolo por completo. Trató de erguirse por completo para acabar sentado en el suelo sin su consentimiento. Sus piernas parecían estar hechas de gelatina y su cara de jugo de tomate. El rubio giró lentamente su cabeza en dirección a la puerta. Estaba solo. No había nadie pero resultaba estúpido suponer que su estancia en aquel sitio se debía a cosa de magia. Alguien lo había llevado hasta allí y ese alguien no podía ser otro que el mismo sujeto que ahora se encontraba ausente.
Esto era una jodida mierda. Apretó la quijada. Tenía que ser una broma, ¡una broma! La cara le ardía. Estaba molesto, se sentía confundido y la cabeza le daba vueltas. Era un combo que nadie jamás gustaría probar.
Una vez más trató de ponerse en pie, teniendo éxito esta ocasión. Las piernas aun flaqueaban amenazando con fallar en cualquier momento. Deidara ignoró la advertencia, abochornado por el mar de sensaciones que ganaban terreno violetamente dentro de él. De inmediato se recargó contra la pared. Poco a poco el cuarto de aquella posada paró de moverse. El escandaloso rojo aun continuaba presente. Al cabo de un rato advirtió la presencia de un solo futón hecho en la habitación. El segundo continuaba doblado cerca del armario.
Tap, tap. Deidara miró alarmado hacia la puerta. Esos eran pasos. Pasos que pertenecían a…
Su estómago se acalambró. La frase, la sensación, el contacto. Beso. No era cierto. No era cierto.
Tap, tap.
"—Yo soy tu compañero ahora, no él."
Afuera, 'Tobi' regresaba con una taza de té en manos. Té de manzanilla con miel. El corto pasillo de las escaleras hasta la habitación que ahora compartía con el rubio le pareció ridículamente largo.
Tap, tap. La puerta se veía más cercana.
Tap, tap.
Tap…
— ¿Deidara-senpai?
—Ah…
(…)
Itachi alejó el kunai mirándola fríamente y el sharingan siempre presente en sus ojos pareció atravesarla. La chica apretó las sábanas.
—Antes hiciste mención de un nombre que me es familiar.
La piel se le erizó. Viko sintió enfriarse hasta el punto de ponerse blanca como papel. Vaya, qué descuido. Quiso hablar pero en su lugar sólo logro abrir la boca. Genial, esto era perfecto. Su no personaje favorito podría matarla allí mismo y a nadie le importaría. ¿Qué iba a hacer? Si mentía él se daría cuenta, si decía la verdad la tomaría a loca y la mataría o algo así. Ambas opciones eran igual de malas.
Lo miró directo a los ojos y si acaso terminaba pereciendo en el tsukuyomi al menos no habría más escuela. Se abofeteó mentalmente. ¿Qué carajo? Con o sin escuela morir era lo peor, ¡lo peor! Toda una vida por delante, tanto shota que ver, tantas frikadas por hacer, ni hablar sobre el futuro imperio que construiría con Xu. Sintió nuevamente ganas de llorar. Ah~, su lado llorica jamás había estado es su máximo apogeo desde sus primeros meses de vida.
La roja mirada del azabache se posó en su pierna herida. Viko lo notó y dos cosas pasaron de inmediato por su mente. O le daba algo de lástima o planeaba usar la herida a su favor, causándole dolor como parte del interrogatorio. Tragó en seco. La película de 'Bastardo sin gloria' ya no le pareció tan agradable*.
—No soy peligrosa—habló en un hilo de voz—, no soy ninja ni nada…
Itachi elevó una ceja. Ella comprendió aquel gesto. Aquí era donde se resumiría todo. Hablaba, mentía o fingía demencia. No había más. Pensó en ello pero nada la convencía y estaba segura que Itachi tampoco lo estaría. Sería como escuchar desvaríos de una mente enferma, más bien, para él todo sería una gran mentira, alocada y estúpida. El estómago se le revolvió. Estaba asustada en el mundo ficticio que tanto llegó a amar. Pero una cosa era segura, era mil veces mejor que la segunda temporada del mayordomo negro. Oh~, ese sexy shota rubio. Carraspeó apartando aquellos pensamientos, no era el momento propicio para divagar en depravadas fantasías, esto era serio. Limpió su frente del sudor, producto del latente dolor, ganando tiempo para ordenar las frases que aparecían como posibles respuestas. Itachi esperaba, sin intenciones de decir algo más.
—¿Te gusta leer mangas?
La expresión de Itachi no varió mucho, a penas y fue capaz de notar un muy leve entrecejo fruncido. Viko sintió que el corazón se le iba a salir, incluso respirar le costaba. Ah, mierda, ¿por qué simplemente no dijo algo cool? O, simplemente con un "soy un informante encubierto de Madara", cualquier cosa menos eso.
—Ha-hay un manga, es muy bueno—el ataúd ya se miraba lejos, una fosa común sería lo más cercano—, de verdad. Se llama 'Naruto', Na-naruto Shippuden, como el chico de Konoha—iba a morir—. El chico popular del que todo mundo habla, ¡es que es tan famoso! Que hicieron un manga en su nombre. Seguro que lo conoces, to-todo el mundo habla de él, ¡en verdad!—las manos le temblaban, no parecía estar convenciendo en lo más mínimo al Uchiha, pero ya comenzada la explicación, no había vuelta de hoja—He estado leyéndolo y hay muchas cosas… sobre esto y lo otro… sino fuera así, ¿de-de qué modo sabría yo sobre el puente con su nombre? O la batalla entre tú y Sasuke—calló de inmediato al notar el entrecejo fruncido del azabache. Tragó saliva, quizás no había sido buena idea mencionar aquello. Apretó las sabanas más y continuó en voz baja—… cuando tenía 14 años… la máscara de calabaza… De-Deidara es rubio y… Hidan y Kakuzu mantienen un… ehh…
—¿Un manga?—la voz de Itachi resonó profunda.
Ella asintió de inmediato, más como un reflejo que como una respuesta. Luego de eso hubo un largo silencio tan tenso que sólo un hacha hubiese sido capaz de romperlo.
—… Ma-Ma-Ma-Ma-Mapache.
Itachi la miró detalladamente e instantes después salió de la habitación.
Había un par de cosas que como viajera de tiempo-espacio-dimensión jamás se debían hacer. Como un ejemplo claro lo que Viko en su inmensa estupidez había hecho. Exacto. Se lo reprochó infinidad de veces en a penas unos cuantos segundos. ¿Qué mierda es lo que había hecho?
De pronto el cuarto le pareció inmenso y el dolor subió por su pierna con gran rapidez. Apretó los labios. No le extrañaría que de un momento a otro le diera temperatura. Levantó la manta que le cubría, descubriendo su pantalón roto y aun manchado. Tenía la pierna parcialmente envuelta en vendas, que igual estaban cubiertas de grandes manchas rojas. Sintió el olor a antiséptico y sangre golpear su nariz y de inmediato se descubrió. El aire ayudaría a ventilar. Sintió nauseas e inspiró profundo al ser sacudida por una ola de dolor. Oh, esto estaba mal. Estaba realmente mal. Pensó con desesperación en huir lejos pero la realidad era que apenas y podía moverse, que estaba en una de las tantas guaridas de Akatsuki y quien sabe cuantos miembros podría haber allí. Además, el factor Itacho era uno de los principales obstáculos y… rechinó los dientes, Hoshigaki Kisame. Oh, jodido cabrón, cuando Madara llegara (y si es que estaba viva para cuando eso sucediera), se las vería con él, ¡claro que sí! Finalmente ella era la Doctora Corazón del líder.
Se quejó adolorida y volvió a recostarse. Sí, muy probable que ya tuviera temperatura. Pensó de nuevo en Madara como su única carta de salvación que no dudaba debía jugarla con cuidado. Pensó en Deidara y en si éste le tendría algún rencor. No le convenía que recordara sus discusiones ahora que tenía todas sus habilidades y la arcilla. Mientras pensaba y en medio del latente dolor y el nada agradable aroma que despedía su pierna fue cerrando los ojos, cansada de estar asustada y 'agonizante'. Echó un último vistazo a su extremidad. Era una suerte que hubiesen tenido la consideración de darle primeros auxilios.
Pronto una duda asaltó su mente haciéndole abrir los ojos cual búho, espantando el sueño. Era algo que no había notado antes debido al terror, pero ya disipado, la pregunta la atacó. O el estaba hablando español o ella acaba de aprender (mágicamente) japonés, porque de lo contrario no entendía cómo podía entenderse con el Uchiha. Es decir, ¿no se supone que estaba dentro del universo de Naruto? Si era así entonces lo más lógico sería que todos hablaran japonés. Un segundo, ¿acaso…? Pero cuando ellos estuvieron con ella en México hablaron español… Español latino de doblaje y era genial, ¿por qué demonios jamás se lo preguntó? Joder, su lógica había aparecido sólo después de agonizar.
(…)
—¿Exactamente que piensas hacer? ¿Será tu mascota?
La sonrisa brillante y filosa de Kisame le saludó. Itachi no respondió.
—Sabes que no puede estar aquí. No tomamos rehenes.
—No es un rehén.—dijo pasando de largo. Kisame miró hacia la habitación al final del pasillo.
—¿Un juguete?—pero el azabache no dijo nada. Bien, de hecho tampoco creía que el chico le diera por secuestrar jovencitas. Además, no era en absoluto de su gusto. Bien, de hecho ni era bonita. La curiosidad lo picaba con fuerza—Estaría bien si de vez en cuando hablaras de tus siniestros planes con tu compañero, ¿sabes? Podría salvar tu pellejo si te metieras en problemas… quizás.
Nada. El chico Uchiha no dijo nada y ciertamente al espadachín no le sorprendió. Tal vez sería bueno darle una pronta visita a esa chica y averiguar que se traía el muchacho.
Caminó un momento tras él para luego desviar su camino y dirigirse hacia uno de los tantos túneles de la guarida. Generalmente así es como era. Lo seguía unos momentos, tan sólo como mera rutina. Sin misiones que lo ataran a Itachi no había mucho que hacer en el tiempo libre. Alrededor de una hora después mientras cambiaba los vendajes de samehada advirtió la presencia de Zetsu. Este emergió de entre uno de los muros de roca solida y la parte negra le habló.
—Deidara y Tobi aun no han vuelto.
—¿Soy su especie de niñera o algo así?
—Jutsus prohibidos fueron la misión de ambos y no han regresado—la parte blanca intervino—. Pudo haber sucedido algo.
—Nuevamente eso no es algo que me importe. Todo es más tranquilo sin ellos dos. Es suficiente con tener a Hidan por los alrededores.
—Irás por ellos.
El Zetsu negro pareció reír. Kisame ajustó los vendajes.
—Ja… ya veo—se colocó a Samehada y miró al otro hombre—. Así que se trata de una misión. Vaya estupidez.
—Con respecto a nuestro invitado- el invitado de Itachi—ambas partes hablaron y Hoshigaki sonrió ampliamente.
—Ah, eso—expresó—... También me lo he estado preguntando. Parece ser que el chico tiene ideas extrañas.
Pasó la lengua por encima de sus puntiagudos dientes. Iba siendo hora de pasarse por esa habitación y aclarar algunas dudas antes de que la curiosidad se volviese un pie con comezón. Zetsu hizo un silbido y desapareció.
Entonces, ¿así es como era la cosa? Dos sucesos interesantes que acababan con la espantosa monotonía que se había apoderado de aquella semana. El espadachín sonrió extrañamente sintiéndose de buen humor. Si pudiera habría cantando una canción con su grave voz pero debía mantener un perfil más o menos bajo. Tomó un atajo, si quiera una visita exprés antes de encaminarse a su nuevo destino, debía hacer. Sus dientes resplandecieron. Jo, que interesante que sería esto.
—… ¿y si hubiese estado en otro manga? —se preguntó en medio de la fiebre— Tal vez en uno en donde tuviera algo como vectores, control de la sangre, conocimientos de esgrima, un mayordomo, ser mitad delfín… ¡Argh! ¡Esto es una mierda!
Viko volvió, por octava vez a repasar la habitación con la vista. Era tan espantoso. No había ninguna computadora a la vista, estéreo, MP3, microondas o un televisor con al menos antena de conejo. Sólo ella y su soledad, en una dimensión ficticia… encerrada, herida. Sintió la garganta anudársele. No era justo, no era divertido, no iba a llorar. Apretó los dientes con fuerza y de un puñetazo, golpeó su extremidad. ¡Estúpida pierna! ¡Estúpida! ¡Estúpida! El dolor recorrió toda su columna y ella volvió a repetir, en medio de los espasmos, el golpe. Soltó un grito sórdido.
Fue como un rayo cayendo sobre ella o algo similar a una potente descarga. La sensación electrificante, chispeante, se expandió hasta el último rincón de su cuerpo. En palabras que luego llegarían a la cabeza de la chica, había sido como un enorme calambre amplificado unas mil veces.
La habitación se volvió blanca y entonces ella salió de su cuerpo, un fantasma que flota y atraviesa muros, Viko se vio a si misma como un narrador fuera de escena. Sus ojos se ensancharon cuando se dio cuenta de lo que sucedía. Todo se había vuelto un manga. Miró hacia el siguiente cuadro y vio un acercamiento de su rostro. Entonces, regresó. De nuevo estaba en la cama. Sacudió la cabeza y al mirar hacia el frente notó como una enorme mancha negra surgía de entre las sabanas.
—¿Q-Qué…?
Imposible. Su pierna… ¿estaba sangrando en color negro? Arrojó la frazada al suelo y ante su asombro vio la mitad de su cuerpo en viles trazos que poco a poco comenzaron a tomar color. Parpadeó perpleja. ¿Qué mierda estaba pasando? No sentía más dolor. De hecho, no sentía ni el más leve hormigueo. Acercó, temblorosa, su mano hasta los vendajes ahora rojos. Los apartó con cuidado y vio con horror la herida expuesta. Se veía asqueroso… pero seguía sin dolerle. Cuando hundió los dedos en la abertura, la sorpresa que se llevó no podría jamás ser igualada.
No había ninguna abertura. La superficie era completamente lisa.
—Es-es… esto es…
Era un dibujo. La herida era un dibujo. Dejó caer la mano entera y talló la parte. No era posible. Desapareció.
Viko pronto creyó que por rostro tendría a penas una línea y dos puntos. No daba crédito a lo que sus ojos veían. Todo se había vuelto más ilógico y eso ya no podía ser. De su boca salieron palabras sin coherencia acompañadas de una nueva expresión de incredulidad. Su mano estaba llena de tinta china. ¿Qué rayos es lo que había sucedido?
No entendía nada. ¿Por qué ahora no sentía dolor? ¿Por qué antes sí? ¿Por qué ahora ese mundo estaba dejando de afectarle?
Un estrepitoso ruido y la puerta estaba en el suelo. Kisame le sonrió desde el otro lado ingresando a la habitación.
—Nos volvemos a ver.
Viko se petrificó. Oh mierda. Las cosas no estaban viéndose en absoluto bien. No, no, no.
—¿Cómo está tu…?
¡Mierda! ¡Lo olvidó por completo! Tan rápido como le fue posible volvió a cubrirse con la frazada. ¿Lo habría visto? ¿Habría visto…?
—Ah~—esto en verdad mejoraba cada vez más—, interesante. Así que después de todo eres un ninja.
—¿Qué? ¡No lo soy! ¡Esto no es-!
Lo próximo que sintió fueron las afiladas escamas de samehada acariciando peligrosamente su cuello. Oh, vamos…
—¿De misión?
—… da igual si la respuesta que te de, ¿n-no?
Kisame soltó una risita.
—Muéstramela y veremos.
—¿Eh?
Samehada emitió un sonido similar a un gruñido y sus escamas pasaron de rozar la piel de su cuello a presionar al punto de casi romperla.
—¡De-de acuerdo! De-de acuerdo… aquí voy, aquí voy, ¿l-lo ves? Estoy quitando la manta.
Joder, estaba muerta, ¡¿en donde mierda estaban Deidara y Madara para socorrerla? ¡Iba morir a morir! A morir manos de Kisame el personaje que solía emparejar con Itacho Kisame, el espadachín que… ¡No quería morir! Dudaba mucho que si le cercenaba el cuello pudiera hacer lo mismo que hizo con su pierna.
Finalmente la herida o lo que había sido la herida quedó expuesta. Kisame disminuyó un poco la filosa sonrisa. Viko sintió como Samehada volvía a esconderse dentro de los vendajes, ¿eso significaría algo bueno?
—Bueno, bueno, ¿qué tenemos aquí?
—A una chica inocente y un criminal que supone cosas que evidentemente no son—Kisame la miró con sus pequeños y potentes ojos—… tal vez.
—Itachi—habló llevándose a su fiel acompañante a la espalda.
Viko, pese a las circunstancias se guardó una risa. Bueno, la que creía una fiel compañero. Ya luego vería como lo traicionaba por el Hachibi.
—¿Di-disculpa? —interrumpió cayendo en cuenta que le hablaba a ella.
—¿por qué estás aquí?
—¿Por qué? ¿Por qué crees? Me arrastraron a esta guarida, ¡cueva!… casa, lo que sea—corrigió pretendiendo no verse sospechosa. Bien, no mucho. Kisame no pareció convencido, ni un poquito. La chica maldijo entre dientes, debía comenzar a ser más convincente o terminaría (como antes lo había pensado) en una fosa común.
Pero… ¿cómo sonar convincente? Pronto una brillante idea iluminó su cabeza. ¿Estaba en un manga no?, sólo debía utilizar la lógica de los mangas y con eso lograría apañárselas.
Kisame la miró.
—¿Le conoces?
—¿Uh?
—Itachi.
—Oh... ah.. ¡Ah! Ya veo—esbozó una sonrisa. Bien, manos a la obra. Sólo debía mantenerse a la margen de las expresiones adecuadas y mantendría la cabeza o cualquier otra extremidad en su lugar—. Entonces, ¿también lo sabes?
El espadachín sonrió. Después de todo había algo entre ellos. Bien, bien.
—No realmente.
—¿No? —ella le guiñó un ojo. Vamos, podía hacerlo. No debía entrar en pánico, tenía que hacer la actuación lo suficientemente convincente—Bueno, dado que mi actuación ante ti no fue lo suficientemente buena, debería parar de hacerlo, ¿te parece?
—Absolutamente.
—Soy miembro de Akatsuki.
—Eso es difícil de creer.
—¿Ves alguna herida por aquí?
Kisame se cruzó de brazos. Buen punto. La regeneración era asombrosa. Ella mordió su lengua.
—Así que un miembro… entonces, ¿qué se supone que haces?
—Ja, ¿tú que crees? Recolecto información de aquí y de allá. ¿De dónde crees que obtienen las datos sobre las bestias?
—Eso no es posible, ¿tú?
—¿No te parece lo mejor? Vamos, ¿quién va a sospechar de una chica con este aspecto?
—¿Estas usando un henge? Parece convincente.
—¡No es un henge, así es como soy!
—¿Bromeas? —rió—Bueno, ciertamente esa figura no despierta muchas sospechas… pero, ¿por qué dejaste ser herida?
—Oye, tenía que mantenerme en secreto del resto. Itachi era una excepción junto con Pain. Además~, seguro que Itachi no ha dicho ni una sola palabra, ¿cierto? —curvó sus labios y cruzando las piernas, adquirió una pose confiada. Esto debía ser el golpe que definiría todo.
Kisame ladeó la cabeza entrecerrando los ojos. Hubo un pequeño silencio y entonces, la brillante hilera de dientes le saludaron.
—Si antes tenía una duda, se ha disipado del todo.
Viko sonrió internamente, glorioso, mostrando una sonrisa de complicidad al enorme hombre. Qué alivio, toda esa seguridad mostrada por los personajes de anime y manga que tanto amaba, ahora le ayudaban a salvarle en pellejo.
Continuará.
Notas de la autora: 15 pags, 15 y nadie me dirá lo contrario. Siendo las once 48 de la noche del 16 de enero aquí en México, doy por finalizado el capitulo de este fic.
Besitos.
1* En la película 'Bastardo sin gloria', hay una escena en la que una espía encubierta es herida en la pierna y uno de los 'bastardos' hunde su dedo en la herida de bala para hacerla hablar.