Vacíos

¿O sea que estoy flotando? No sé dónde está el suelo y el cielo. Entonces abro los ojos. Es el hospital de Marcel, la luz de una luna fantasmal que entra por la ventana y se vuelca sobre Kanda. Sigue él petrificado en una mueca ambigua.

Duerme con inquietud, como si cada uno de sus miembros estuviera pasando por un calambre.

Quisiera encontrar la forma de salvar ésta noche. A Lalá, la muñeca que acompaña a Gozuru, y que sigue cantando. Por lo tanto, ese hombre tan anciano, con su rostro lleno de llagas y su cuerpo casi deshecho, continúa vivo, a nuestro pesar.

Es como ver mi reflejo otra vez. Dos veces, en una misma semana. Kanda sigue mal herido e inconsciente. Tal vez muriendo, con menos dignidad que él.

Es un samurai, tozudo y bilioso. Se pelea con su propio cuerpo, en tanto yo espero, con los ojos vidriosos. Y espero. La sangre en sus vendas se esfuma con rapidez. Es algo fuera de lo natural. Extraño, mágico, espléndido, como un puerco espín teñido de morado.

Yo aquí le arreglo el cabello, una masa aceitada por el sudor. Las hebras tiemblan en mis manos.

Rapunzel no era asiática, pero si le trenzara el cabello a Kanda, ¿podría usarlo para subir a la cama? Estoy sentado en el piso y el lecho en el que duerme es como un alto e interminable pedestal hasta las nubes.

Sus cabellos negros se derraman desde allí, se vierten, como una cortina oscura que acaricia mantas descorridas, ¿debo dejar de hacer esas cosas? ¡Kanda me golpearía si me escuchara comparándolo con una princesa de un cuento de hadas! Tom dijo que estará bien pronto. Él ya puede ponerse en pie a pesar de las heridas. Intenta arreglarse la túnica con una aguja y unos cuantos centímetros de hilo blanco.

-Dicen que puede regenerarse.-Confirmó, por encima del vendaje sobre sus labios.

Me pregunto si éste muchacho llevará una agenda sentimental en la que marcará qué y quién debe interesarle a lo largo y ancho de su ruta,¿habrá incluído el amor en cualquiera de sus manifestaciones, en ella, si existe?

Me repito hasta el cansancio que todo es posible y sonrío vagamente por ello.

En la Biblia se habla también de Sodoma y Gomorra. Cuando Allen era un niño, algo más travieso, Cross le habló de ellas: ciudades devastadas por voluntad de Dios, en castigo a sus libidinosos habitantes. También le advertía que ahora era parte del Infierno y que terminaría justo ahí, con un esclavo negro dándole verga, si no aprendía a dejar de ser marica. Al menos un poco.

Kanda Yuu es cristiano. ¿Lo habrá sido siempre? Tal vez alguna vez fue budista. Entre las mantas, acostada sobre su pecho, está una cruz dorada, con un Cristo muy realista sobresaliendo la rodilla estigmatizada.

¿El orar haría al ángel Gabriel traer noticias de amor?

Kanda parece haber sido despojado de su infierno personal. Parpadea para mirarme, atontado. La muñeca sigue cantando. Las notas de su voz,agonizan en la ventana. Para mi angustia.

Lalá, la muñeca, sigue cantando aunque no recuerde a su amante. Lo hace porque frente a ella hay un hombre moribundo, al cual quiere ser útil. Salvar a su manera.

-¿Qué clase de basura es esa?-Pregunta mi bello, secándose las mejillas bañadas en sudor. Me recuerda a un perro enorme que descubre cachorros ajenos en su lecho.-¿Esa estúpida cosa sigue...?

Se lleva el dorso de la mano a la frente. Se cubre los ojos, empequeñecidos por la discordia.

Trato de apretar el paño húmedo contra su frente y apartar sus manos. Cuando las rozo, electricidad chispeante.

-Su nombre es Lalá.-Le corrijo con cuidado soberano.