RE-EDITADA.
Ha pasado mucho tiempo desde que deje botada esta historia, bien, traje nuevas pasiones conmigo, por lo cual decido continuarla, pero editándola desde el primer capitulo, espero recordar de que iba esto.
Pensé seriamente en borrarla pero al ver sus comentarios me anime a darle una segunda oportunidad. Bien, esto fue lo que salió.
Nota: Leer notas finales.
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Nunca se imaginaron que este nuevo año seria divertido para bien o para mal… "Por que algunos necesitan un pequeño empujoncito para aprender a madurar"
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Our Beloved Enemies
Capitulo 1
"Conociéndonos, Amigos"
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Todo a su alrededor tenia un pintoresco aspecto de cuento de hadas.
El camino por el cual caminaba esta construido por galletas con chispas de chocolate, podía percibir el agradable aroma que le llegaba desde la nariz, ¡Galletas recién horneadas! Se ruborizo por la agradable sensación en su estomago. ¿Los arboles en vez de ojas tenían algodón de azúcar? ¡Y sus frutos eran malvaviscos rosados y blancos, pomposos y apetecibles! Corría frente a caminos de galletas, abrazando enormes paletas, tubitos de menta, hasta se inclino para lamer algunos, de la nada comenzaron a llover del cielo pequeños panquecitos, ella levanto la punta de su vestido y comenzó a correr debajo de la lluvia para atrapar todos los que pudiera. ¡Eso era mágico! ¡El mundo perfecto! ¡No podía desear nada más para este momento!
Alguien toco su hombro y ella se dio la vuelta con un pastelito metido en la boca. Un apuesto y joven príncipe de ojos azules y sonrisa encantadora estaba mirándola fijamente en ese momento, el pastelito resbalo de sus labios.
¡Era guapísimo! ¡Todo un dios hecho hombre! Se sonrojo cuando este, sin dejar de sonreírle le extendió la mano para que se levantara, ella sin dudar fue a su lado, mostrando sus modales, este la abrazo, Momoko no podía dejar de mirarlo embelesada, pensando en lo guapo que era, su príncipe ideal, caballeroso, atento, amable, guapo…
Este se inclino suave mente contra su rostro, mientras susurraba algo como "Mi princesa, Momoko… soy…"
— …. ¡Tú madre! ¡Y te estoy hablando, niña! ¡Levántate, son las 7! ¡Y hoy es lunes, Momoko, no olvides que me pediste despertar a esta hora! —decía una firme voz desde abajo, en este instante la chica en la cama abrió los ojos de par en par.
Su delgado cuerpo hizo un lento enderezamiento, giro en sus cobijas para mirar el reloj, pegado un grito fuerte y aterrador, que solo provoco que la mujer suspirara, sirviéndole el desayuno en la parte baja.
— ¡VOY A LLEGAR TARDE! —dijo entre entusiasmada y lamentándose.
Salió de la cama, busco rápidamente una toalla y voló prácticamente por el pasillo hasta llegar al baño principal, donde se encerró para darse una ducha que termino de despertarla, todavía se tomo su tiempo, por que… esta chica tenia el cabello bastante largo, hasta los tobillos, se negaba a cortarse su mayor orgullo, a pesar de que le molestaban con el apodo de "Rapunzel" en su antigua escuela, ella se negaba a cortárselo. Salió para ir hasta su cuarto, cuando se quito la toalla los cabellos pelirrojos cayeron como una cascada húmeda por su espalda, tomo la secadora y se dispuso a comenzar a secarlo sección por sección, después de un rato de arreglos femeninos, se hecho una vista en el enrome tocado con forma de corazón, para sonreírle a su reflejo.
'Estas perfecta' 'Que vanidosa sonaste' 'Solo te digo la verdad' '¡Muchas gracias!' Las típicas conversaciones consigo misma.
Ella tardaba mucho más tratando su cabello que en cambiarse o vestirse, pero de verdad tenia una obsesión con el mismo, amaba su color, su aroma, le gustaba por ser largo y sedoso, algo que sin duda le envidiaban los demás, aunque a ella eso poco le importaba, solamente… Amaba su cabello. Después de estar vestida y arreglada, saco un llamativo listón rojo que ato desde la parte baja de su nuca hacia arriba, haciendo un llamativo moño con este, no usaba pendientes, no le gustaban.
Miro la hora, estaba a tiempo. Tomo su mochila y bajo las escaleras.
— ¡Buenos días, madre! —dijo eufórica y feliz, apareciendo por la puerta.
— Buenos días, mi cielo… —sonrió la mujer para después darle un beso en las mejillas. Se sorprendió al ver que después de eso se pasaba de largo hasta la puerta.
— ¿No desayunas?
— No gracias, quiero llegar temprano —respondió abriendo la puerta. Pero antes de salir su madre la alcanzo con una bolsa de papel, al abrir vio un sándwich para llevar— Gracias, aunque te preocupas demasiado, je… —se puso un tanto roja, sacando la lengua y rascando su mejilla.
La despidieron con otro beso.
— ¡Mucha suerte!
— ¡Dale mis saludos a Kuriko!
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Una llamativa casa blanca con detalles azules sobre salía de entre todas las demás, era elegante, grande, alegre, destacando en un vecindario tranquilo, la casa estaba rodeada por una elegante reja pintada de negro, con torres en detalle de marfil, su jardi también era precioso, quien la viera llegaría a la conclusión que era una casa de personas con buena posición social.
En la ventana de la casa se notaba una silueta, era la ventana principal, del lado oeste, por ella se podía vislumbrar a una chica rubia y pequeña, que en ese momento sostenía un vestido frente a su cuerpo. Estaba vestida en ropa interior, pero eso no le importaba por que estaba sola en la comodidad de su cuarto, aunque eso no dudaría por mucho tiempo, solo el que le tomara decidirse por un atuendo.
— Este se ve lindo… —murmuraba mientras se miraba así misma desde diferentes ángulos en el espejo, finalmente suspiro— Pero no es adecuado usar manga larga, ¡Moriré de calor! —se llevo un dedo a los labios mientras miraba pensativa el techo de su habitación, con su gesto angelical interrumpido con una mirada preocupada. Tomo la ropa y la arrojo ante una montaña de prendas que también había descartado para ese día.
Un pequeño gatito blanco con motitas de color marrón sobre salió de la cama, ondeando la colia de un lado a otro, maullaba despacio al andar y tropezar con cualquier cosita que se le pudiera en frente.
La chica soltó una risa.
— Estas muy inquieto, Poochie, ¿Quieres ayudarme a escoger rop—
Sus ojos se abrieron enormemente mientras pegaba un grito audible.
A pasitos lentos pero preocupados, una ancianita graciosa abrió la puerta y miro dentro de la habitación con gesto preocupado y nervioso.
— Miyako… Hijita… ¿Estas bien? —la vio sosteniendo un trozo de tela en sus manos— ¿Qué te paso, hija? —pregunto, buscando algún intruso en la habitación.
La chica le miro y sin poder evitarlo cubrió su rostro con la falda en sus manos y comenzó a reir.
— Lo lamento mucho, abuela… —se disculpo con una reverencia— Estaba buscando que usar hoy en la escuela y Poochie estaba sentado justo en la respuesta… —señalo una falda de tablones en color azul y blando.
La mujer suspiro aliviada, luego la miro cruzando de brazos.
— ¡Niña, me has asustado, debería darte de cocos! —su niega seguía riendo, ni la señora se creía de sus propias palabras, por eso no le duro mucho la reprimenda antes de comenzar a reír también.
La anciana espero a que su nieta terminara de vestirse y luego se ofreció a peinar su sedoso cabello rubio, termino por hacerle dos colitas que solo la hacían lucir más niña y angelical, sus dos grandes ojos azules eran llamativos y llenos de vida. Acompaño la falda con una blusa a juego.
Ella confeccionaba toda su ropa, si había algo que le heredo a su madre, fue el gusto por hacer prendas, en su habitación tenia una maquina de coser, telas, agujas e hilos y listones de diferentes colores y formas, su cuarto estaba ordenado solo a la mitad y en la otra estaba lleno de vestidos a medio terminar y bocetos de próximas creaciones que quería realizar.
Le dio un cálido abrazo y beso a su abuela, despidiéndose de ella antes de ir directo a la escuela. Su abuela le deseo suerte y esta ansintio, recordándole como por novena vez que si, había desayunado, no le faltaba nada, y no iba tarde a la escuela, acaricio a su pequeño gatito y se despidió alegre de ambos, saliendo a la calle con una sonrisa de oreja a oreja.
Al caminar fue ignorante de los muchos chicos que salieron al mismo tiempo de su casa, ya fuera caminando o andando en bicicleta, cualquiera diría que iban de la misma forma que ella a su escuela, pero lo cierto era que Miyako tenia una asistencia impecable, salía una hora antes de su casa, jamás llegaba tarde, asi que era poco probable que los chicos, con cara de desvelado tuvieran el mismo optimismo al intentar llegar a su lado y hablarle.
Algunos tímidos, dándole los buenos días, saludándola, preguntándole si podían caminar a su lado, pero al mismo tiempo temiendo molestarla, otros que iban en su patineta, bicicleta o moto, ofreciéndole transporte, ella negaba y desechaba todos sus gestos más que acostumbrada, demasiado contenta y feliz como para prestarles atención a esos niños. "Llegaremos tarde a la escuela" era lo que les decía antes de continuar caminando.
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Una habitación desordenada de pies a cabeza fue el siguiente escenario.
La puerta se abrió con suavidad dejando entrar el primer rayo de luz que rompió la oscuridad bien centrada de toda una noche sin actividad, la madera crujió, al mismo tiempo que alguien se acercaba, pero ni siquiera eso pudo despertar a la fiera dormida sobre el colchón.
— ¿Estas listo? —murmuro una voz, en tono bajo.
— ¡Por supuesto, pero guarda silencio! —le coreo otra, con reproche.
Algo se movió entre las sabanas, dándose la vuelta y soltando un suspiro.
— Prepárate… —dijo otra vez, la primera voz, en tono cómplice— Uno…
— Dos… —emocionado.
— ¡TRES! —soltaron al mismo tiempo— ¡DESPIERTA!
El silencio de la habitación fue destruido por un potente grito femenino.
La figura se levanto de la cama, apenas los miro, retrocedió rápidamente, como auto reflejo, hasta llegar al otro lado de la cama, desorientada, asustada y angustiada, miro a todas partes sin reconocer donde estaba, soltó un puñetazo al aire como modo de autodefensa que por suerte no le dio a nada, y poco después de que el colchón se le terminara, cayo de espaldas al piso con todo y las cobijas de la cama.
Ambos chicos se sorprendieron de la reacción de su hermano, se quedaron en silencio, se miraron entre ellos y pronto el silencio volvió a ser roto por segunda vez por las fuertes carcajadas de ambos.
Roja, Kaoru Matsubara, pensó más de cincuenta mil formas de torturar a sus hermanos. En tan solo un segundo.
— ¡Idiotas! —comenzó a removerse de un lado a otro, logro incorporarse y parecía un fantasma patético, aunque sus hermanos bien sabían que si debían asustarse— ¡VAN A MORIR, INFELICES! —su puño levantado en alto, fue el primero en salir de entre toda la confusión.
— Deja los saludos de buenos días para después —dijo burlón, en hermano mayor.— Vasa llegar tarde para la escuela.
— Si, —le secuencio el hermano menor— Por que te quedan eh… —comenzó a buscar por el suelo desordenado, el despertador de la chica— ¡aquí esta! Quince minutos, hermana… —le sonrió alegre.
El modo furia de la chica se fue apagando, más que nada por el sueño, se tallo varias veces los ojos mientras los escuchaba con desinterés— Ah… —murmuro al final cuando ambos terminaron.— ¿¡QUÉ DIJISTE! —sus ojos se abrieron desmesuradamente, revolviendo su cabeza con desesperación, busco entre su desorden todas las cosas que no había empacado el día siguiente, y con frustración, enojo e irritación, no las encontraba— ¡Par de idiotas! ¿Por qué no me despertaron antes? ¿Y-ya esta mi desayuno? Y… y ¿Dónde esta mi patineta? ¿Mi gorra? ¡¿Dónde la deje? —se arrojo al piso, en un par de segundos varias cosas comenzaron a volar en la habitación.
No hizo caso a los comentarios burlones de sus hermanos mayores, los maldecía de una y mil formas, al final encontró su gorra, se la mal puso. Tomo la patineta y comenzó a andar por la casa con ella, para ahorrar más tiempo, paso por el baño rápidamente y con la misma salió, para llegar a la cocina y meterse dentro de la boca una rebanada de pan que se encontró por ahí.
Sus hermanos la siguieron en silencio, al parecer nada temerosos de que en cualquier momento los golpeara con la patineta.
— Kaoru linda, dime una cosa…
— "cosa" imbécil, ¡Quítate de mi camino! —gruño, empujándolo para ir directo a la puerta. Su hermano prosiguió.
— ¿Te vas a ir en pijama a la escuela?
En ese momento la chica reacciono, mirándose de pies a cabeza, todavía tenia el pijama verde puesto, esa que tenía ositos panda estampados por todas partes. Maldijo en voz alta, mientras chocaba un pie molesto contra el piso.
Sus hermanos rieron en coro por segunda vez y luego le informaron que no tenia por que preocuparse, que faltaba una hora para ir a la escuela.
— ¿Q-que dijiste…? —lo que al inicio fue estupefacción comenzó a transformarse en una furia tan pesada que hasta se sentía en la atmosfera.
Entonces los ingenuos hermanos comprendieron que habían ido demasiado lejos.
— ¡LOS VOY A ACESINAR!
Toda la casa de la familia Matsubara comenzó a temblar de pies a cabeza.
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Sus ojos recorrieron asombrados los alrededores de las instalaciones que pronto serian su nueva escuela, estaba asombrada por la cantidad de gente que se encontraba ahí, preguntándose cual de todos esos rostro serian los que vería por tres largos años, su vista astuta localizo pronto a los chicos más guapos, y se mantuvo cerca de los mismos mientras no podía evitar poner una cara de inocencia enamorada. ¡Este era un paraíso de gente hermosa y atractiva!
El viento movía su lago cabello, a veces se sentía un poco tímida, pero bastante contenta de que la gente al pasar, notara lo largo y bello que se veía su cabello, haciendo comentarios al respecto, no le gustaba llamar mucho la atención, su timidez la delataba, pero no iba a negar que un par de halagos estaban bien para empezar, además era su mayor orgullo, su cabello, largo y frondoso, se movía a todas partes y tenia un aroma a fresas.
Llego hasta las listas y comenzó a buscar su nombre por todas estas, después de un largo par de minutos de búsqueda se encontró.
— Estoy en… A-1 ¡Genial! ¡A de aplicados y uno de primeros!
Dijo en voz alta y más de uno le miro para cuchichear despacio sobre la chica, ella no noto aquel gesto y se dio la vuelta, con ojos brillantes mientras exclamaba en voz alta— ¡A-1 prepárate! ¡Momoko Akatsumi va en camino! —corrió decidida saliendo de entre el montón de gente más no llego a más de siete metros y se detuvo, mirando a todas partes.
— Oh… ¿Y donde se supone que esta el A-1? —murmuro, tocándose la frente.
— ¿Puedo ayudarte? —dijo una voz amable a sus espaldas.
Al girar fue recibida por unos alegres ojos celestes, provenientes de una simpática chica rubia que le sonreía con su rostro angelical. Sintió un poco de timidez pero al final sonrió correspondiendo el gesto y asintiendo despacio.
Esa chica amable pensaba ayudarle, en su primer día. ¡Una amiga!
— ¿En serio me ayudaras? —sus ojos brillaron mientras rápidamente tomaba las manos de la rubia y las elevaba a su rostro resplandeciente.
La chica rio, divertida de ese gesto y asintió antes de agregar.
— Por supuesto, además yo también voy en esa clase, no pude evitar escucharte mientras decías en que salón ibas. —dijo con diversión.
— ¿Qué? ¿Es que acaso lo dije en voz alta? —se llevo una mano a la boca, sorprendía, se sonrojo, pero segundos después ambas chicas comenzaron a reír.
— ¿Entonces vamos?
— ¡Si por supuesto! Ah, por cierto… Mi nombre es…
— ¿Momoko Akatsumi, no? —le interrumpió la rubia, dejando sorprendía a la pelirroja. Volvió a reír— Eso también lo dijiste en voz alta, mi nombre es Miyako Gotokuji, un placer Akatsumi-san.
— Por favor, llámame Momoko, no estoy acostumbrada a ser tratada con tanto respeto… —pidió, rastrando su mejilla.
— Esta bien Momoko, yo ya conozco la escuela, aunque soy nueva, vine desde temprano y se más o menos donde esta cada cosa, es linda te gustara, tienen un…
— Oye… —la interrumpió, acercándose a ella para murmurarle despacio—¿No vas a traer a tus… amigos? —miro de reojo a espaldas de la chica.
— ¿Eh? ¿Cuáles amigos? —murmuro extrañada, girando detrás de ella para ver a que se refería.
Cuando las chicas voltearon, notaron un sin numero de chicos que las saludaron con las manos alzadas y sonrisas tontas, Momoko se sintió totalmente fuera de lugar al verse rodeada entre tanto chico, Miyako por otra parte, estaba respondiéndoles el saludo, aunque de manera educada y parecía un tanto indiferente, sin sorprenderse del gran numero de chicos.
— No tengo idea de quienes son, pero que amables, ¿No? Todos aquí son tan educados… —sonrió más antes de tomar a la chica del brazo y comenzar a correr dentro de la escuela.— Además en un rato se aburren y se van.
— ¿D-de verdad? Este… bien entonces… —una gota resbalo por su frente, viendo comida la inocencia de su nueva amiga.
— Como somos de primero nos tocan los edificios más bajos, pero mientras subimos de grados nos trasladamos cada semestre, se me hace un poco tonto pero así son las costumbres aquí…
Después de un rato ambas se encontraban charlando de lo más alegre, y caminando por los pasillos de la escuela.
— Pues a mi no me parece tan mala idea… Detesto subir escaleras todos los días, soy muy floja para eso, además tendría mis cosas y luego las escaleras se llenan y…
— Aquí tenemos elevadores, no es tan malo Momoko-chan —se rio animada.
Todos se quedaron en silencio cuando de la nada sonó el timbre de la campana, anunciando que las clases estaban a punto de comenzar, y tal cual todos estaban emocionados por conocer a sus nuevos compañeros y profesores, corrieron a cada aula correspondiente.
— ¡Oh, están a punto de comenzar las clases, vamos, vamos Miyako, corramos! —la tomo de la mano y tiro de ella hasta su aula, al inicio la rubia miro este gesto con sorpresa, normalmente las amigas que tenia por su casa no eran tan afectivas como Momoko, solamente su abuela le daba abrazos, no pudo evitar sonreír y dejarse llevar por el gesto de la pelirroja, era divertida.
El salón era enorme y espacioso, a pesar de que las clases ya habían comenzaron, en el salón de nuestras chicas protagónicas, no había llegado todavía el profesor, por lo cual todo estaban charlando en sus lugares, algunos levantándose para mirar por las ventanas, otros sentados en el escritorio del profesor, dándose a destacar.
La rubia y la pelirroja se encontraban casi en el centro, ambas estaban sumidas en una entretenida conversación referente a gustos personales, como música, ropa, programas de televisión, lugares favoritos, colores favoritos, que materias les gustaban y cuales, no. Por un lado Miyako hablo sobre su gran amor a los animales, sobre su gato y sobre moda más que nada, que su abuela tenia una florería frente a la casa, diversas cosas. Momoko hablo de lo molesta que era su hermanita, su gusto y afición por los comics (esto lo dijo después de muchas vueltas), sus gustos por cada chico y como y por que era que les gustaba tanto. Más cuando comenzó a hablar de comida…
La conversación fue interrumpida por un curioso ruido proveniente del estomago de la chica del moño, lo que provoco que se ruborizara notoriamente.
— ¿Desayunaste?
— N-no, je… —dejo caer su cabeza en la silla, abrazando su estomago— Que vergüenza, ojala no hubieras escuchado eso… je…
— No, no te disculpes, es algo natural… —la chica se rio, para luego sonreír amable, tomando su bolso para comenzar a buscar en el algo que remediaría la situación— Toma, prueba esto… —saco una pequeña caja amarilla y al destaparla un agradable y delicioso aroma dulce, de dulces recién orneados inundo la habitación.
Los ojos de la pelirroja brillaron emocionados.
— Dulces de manzanas.
— Son dulc-… ¿Cómo lo sabes? —levanto ambas cejas sorprendida, no era un aperitivo que se vendiera mucho, en realidad esos los hacia su abuela.
La chica inflo el pecho orgullosa y soltó mirándola con orgullo.
— ¡Soy una gran conocedora de dulces en el mundo, una vez que huelo o pruebo algún dulce es muy difícil que lo olvide! —tomo uno sin replicar y se lo llevo a la boca— ¡Delicioso, delicioso! —se sonrojo, pero esta vez de felicidad— ¡Es como ir al cielo y regresar! ¡Debes decirme donde los compraste!
Provo otro, la rubia estuvo a punto de responderle, pero en ese momento un fuerte golpe se escucho contra la puerta del salón.
— ¡Jovencito! ¡No se puede andar con patines dentro del instituto!
— No son patines… —se alcanzaba a entender— Es una patineta, profesor.
— ¡Nada, nada de eso se permite en la escuela!
— Ok, lo siento…
La puerta por fin se abrió, por esta primero entro el profesor, un hombre alto y maduro, de lentes y cabello un tanto canoso, detrás de este entro, lo que parecía ser un chico, de pantalones holgados al final, botines, camisa verde y chamarra oscura, con un reloj en la muñeca izquierda y una gorra que no dejaba ver sus ojos, en el otro brazo abrazaba la patineta, artefacto que el profesor miraba a cada rato, no con muy buena cara que digamos.
— Nombre. —ordeno.
— Matsubara Kaoru… —dijo de mala gana, como si no quisiera decirlo.
— Esta bien Matsubara-kun, solo por ser el primer día te dejare pasar este percance por alto, pero no se volverá a repetir. —elevo la voz para meterle seriedad y que todo el salón fuera testigo de su autoridad— Si vuelvo a ver esos patines…
— Patineta… —soltó con leve fastidio.
—… Me veré obligado a confiscarlo. Ahora váyase a sentar jovencito.
El chico suspiro finalmente, levantando la vista, su salón pudo ver los bonitos ojos verdes y grandes que tenia esa persona. Sintió bastante incomodidad por las miradas que le dirigían, esto llamo la atención de más de un par de chicas, contando a la pelirroja y la rubia.
— Tiene bonitos ojos, ¿Verdad? —murmuro Miyako a Momoko sin estar verdaderamente interesada, solamente era para iniciar otro tema de conversación, ya que sabia que a su amiga le encantaba hablar de chicos.
Esta por otra parte, solamente miraba fijamente al chico que iba caminando hasta donde ellas, se sentó en la otra silla, la única vacía del salón a un lado de Momoko, no puso verdadera atención en nadie y dejo caer sus cosas, acomodando su patineta, subió los codos a la mesa y miro fijamente el pizarrón con gesto aburrido.
— Si que los tiene, pero hay algo extraño en ese chico… ciento que… no puede ser un chico… —dijo, girándose despacio para no ser escuchada por su vecino.
— ¿Eh? ¿Cómo es eso? —dijo en el mismo tono bajo.
La morena, por otra parte, sabía perfectamente que aquellas chicas estaban hablando de ella, obviamente. Si desde afuera del salón podía escucharse sus risas y casi gritos, ahora que estaba al lado hablaban en susurros, eran lo más obvias… Bufo por eso y les miro de reojo, era el estereotipo de chicas que no le agradaban, no era que no le gustaran las chicas, pues ella era una chica, pero las niñas eran demasiado femeninas, por lo menos las que siempre se cruzaba, eso no le gustaba, sentía que eran delicadas y sensibles, que no podías empujarlas ni un poco, o tan siquiera tropezarte con una sin que te acusara de que la habías golpeado. ¡Por favor!
Eran materialistas, siempre preocupándose por su apariencia, siempre comprando lo caro, aunque no fuera indispensable, siempre preocupadas por conquistar chicos o centradas en la vida de los demás que en si mismas. Las detestaba, quizás por eso ellas también le detestaban a ella, claro, después de sentirse engañadas cuando se enteraban que ella no era ningún chico.
Toda su infancia se la vivió al lado de chicos, incluso en su familia no había muchas niñas, tenía tíos, hermanos, primos, casi ninguna niña, y de las pocas parientes que tenía, todas eran de carácter fuerte, similar al suyo.
— ¡Hola!
Sus ojos verdes se encontraron con unos ojos de singular color rosado.
— Soy Momoko, —dijo la alegre chica de cabello kilométrico— y ella es Miyako, —señalo a una chica rubia, un poco escondida que le sonrió y dio un gesto de saludo con la mano— Seremos tus compañeras de curso, ojala nos llevemos bien. —le regalo una gran sonrisa y su flequillo se movió al reír.
Las observo detenidamente por un par más de segundos.
— Hola. —respondió el gesto, casi de manera mecánica, para agregar rápidamente— No pienso salir con ustedes en alguna cita, si eso es lo que buscan.
Momoko negó nerviosamente con la cabeza, y una sonrisa tímida, realmente esas no eran sus intenciones ni las de su amiga y además…
Que mal educado. Pensó por su parte Miyako un poco resentida.
— Kaoru… Tú… No eres un chico, ¿Verdad? —dijo, examinándole cuidadosamente. La rubia y la morena le miraron sorprendidas, ante aquella observación tan directa e increíble.
Por primera vez, la chica sonrió un poco.
— No, en realidad soy una chica… O algo así. —le dio la razón, todavía sin terminar de creer que alguien se hubiera dado cuenta por su propio medio.
— ¿De verdad no eres un chico? P-pero yo pensé… —la chica de ojos azules se cubrió la boca en gesto de sorpresa, volteo a ver a su amiga sin creerlo todavía— ¿Cómo te diste cuenta?
— Me la paso todo el tiempo observando chicos, hubiera sido raro que no me diera cuenta… —le guiño, divertida, para después reír con la rubia. La chica de la gorra entrecerró la mirada, no se había equivocado con aquellas personas— Además su voz es muy suave como para ser la de un chico.
Miro hacia otra parte y expreso con cierto desdén.
— Bleh… —se cruzo de brazos y meció su silla de atrás hacia delante— Que observadora eres, bien por ti, más eso no quiere decir que puedan comenzar a hablarme así como así… —advirtió, cerrando los ojos.
— ¿A que te refieres, te hemos hecho algo malo? —Miyako hablo ofendida y firme, si antes le había parecido mal educada, cayo en cuenta que era una completa grosera— Solo te estaba ofreciendo amistad.
— ¿Amistad de ustedes? —soltó una carcajada descarada— Muy amable, pero no gracias, créanme, es mejor así… No creo que ni siquiera compartamos el mismo concepto de diversión… —regreso su atención al frente del pizarrón con gesto aburrido una vez más.
— ¡Como quieras entonces! —Momoko estaba más que ofendida, tenia ganas de levantarse y… ¿Y que? ¿Tirarle el pelo? ¡Si, eso, tirarle el pelo!
Pero antes de que pudiera levantarse, llego una nueva profesora que se dispuso a hablarles alegremente, la clase fue entretenida por que esta profesora se la paso haciendo dinámicas para el primer día. Las chicas que eran bastante sociales, hicieron varias amigas y se relacionaron con todos. Por otro lado, la chica de la gorra simpatizo más con los chicos, y en las dinámicas grupales, contentaba todo lo que se le pedía, bromeaba un poco y evadía otro tipo de preguntas incomodas, avergonzándose o amenazando si querían saber la respuesta.
Todo mudo fue cayendo en cuenta poco a poco que era una chica, hasta el profesor que le había interceptado en los pasillos le pidió disculpas por su comportamiento tan inapropiado para con una mujer. Las horas pasaron rápidamente entre unas y otras cosas para ser el primer día hasta que llegaron a la penúltima hora antes del descanso.
Esta iba a ser la hora de ciencias, tomaron sus cosas y todos se dispusieron a trasladarse de salón, para ir al laboratorio. Era una actividad que los mantenía a todos interesados más por el hecho de que esta clase en particular, seria compartida por otro grupo, el B-1. Apenas se conocían todos, pero la expectativa de conocer más gente nueva todavía les emocionaba, su salón llego primero y poco después fue llegando el otro grupo, dividiendo la mitad y la mitad.
Momoko se encontraba en el centro del salón contando chistes con el que todo el mundo se reía, Miyako estaba a su lado, sonriendo, y a veces siendo el centro de atención por lo bonita y tranquila que era, sus compañeros captaron la atención claramente en ella. Kaoru por otra parte, estaba en su lugar, escuchando música con un reproductor.
A la hora de que el profesor, que por cierto era un sujeto que se peinaba tipo candidato a la presidencia. Les asigno en grupos de tres, emocionadas Momoko y Miyako quedaron juntas, como Kaoru estaba a su lado, sin pretenderlo, se le asigno como compañeras. Tuvo que levantarse de mala gana y sentarse a su lado. No dijo nada más, Miyako apenas le sonrió y Momoko se quedo callada con la frente bien en alto.
— Hola de nuevo… —dijo la chica con aburrimiento, volviendo a ponerse los audífonos para desconectarse del mundo. Momoko asintió a su gesto, sin hacer más.
El profesor estaba a punto de hablar, escribiendo el titulo del tema que verían hoy. Hasta que fue interrumpido por un escándalo proveniente del pasillo, el profesor Utonio frunció el seño y abrió la puerta preguntando a que se debía semejante escándalo. Muchos curiosos aprovecharon para chismear al respecto, hablar entre ellos, sobre el nuevo grupo, u otras cosas. Los del B-1 por cierto, miraban la puerta con cierta preocupación. No todos se dieron cuenta de esto.
— Señorita Bello, ¿Me puede decir que esta pasando que el escándalo no me deja comenzar con mi clase? —se le escucho decir de mala gana al profesor.
— Disculpe profesor Utonio, le he traído a estos alumnos… Los encontré caminando en la dirección contraria a su salón, y tal parece que van en esta clase.
¿Unos alumnos perdidos? Momoko agudizo el oído, intentando escuchar.
Reconoció una voz diferente, más joven, y más divertida.
— Todo es culpa de la profesora que teníamos antes, no nos indico bien a que salón debíamos ir mis hermanos y yo… Es nuestro primer día, ¡No pueden culparnos por no conocer la escuela!
Hubo un silencio, tal parecía que el chico tenia razón.
— Si, nos perdimos y nadie se preocupo por nosotros, llevábamos como diez minutos dando vueltas, ni siquiera estaban los asesores para ayudarnos…
— Tienen suerte… —dijo una tercera voz, diferente a las otras dos— No se imaginan que tipos de cosas pudieron haber pasado en ese tiempo, es decir… claro que me refiero a las clases que estamos perdiendo…
La puerta se abrió para escucharse el grito histérico de la mujer.
— ¡La dirección todo el mundo la conoce! Esperen que los atrape una vez más y no se van a librar tan fácil, los tengo en la mira niños, ahora vayan a sus clases.
Era tal la severidad de su voz que el profesor no agrego nada más, tal parecía que la señorita sabía algo que el no, y convenientemente no estaba para averiguar que era. Solamente le agradeció traer de vuelta a sus alumnos y los condujo dentro del aula.
Los tres individuos entraron, llamando la atención de todos, por la forma tan peculiar en la que iban vestidos, todos de chamarras, como si pertenecieran a algún tipo deportivo con los mismos uniformes, pero cada uno de diferente color.
El primero le lanzo una vana mirada a todos los presentes, mientras les sonreía a cada uno de forma extraña, se acomodo la gorra y cruzo de brazos, divertido, tenia unos llamativos color rojo rubí, singulares y peligrosos. Era pelirrojo, con el cabello bastante largo para ser el corte de un chico, punteado y desordenado, contenido por la misma gorra, tenía un pequeño curita en la mejilla derecha, metió las manos enguantadas en su chamarra color fuego.
El segundo traía una pinta más alegre, se podría decir que portaba una apariencia casi angelical. Era pecoso y tenia unos bonitos ojos color azules, de mirada despreocupada, tal vez demasiado, se notaba distraído y siempre sonriente, aunque nadie sabia lo falsa que podía ser esa sonrisa, su cabello rubio brillaba igual de desordenado que el de su compañero, su sonrisa animo a más de uno, llevo las manos hasta detrás de su cabeza y espero.
El tercero, era el más serio de los tres, tenia el cabello de un azabache intenso, amarrado por una pequeña cola, tal parecía que era el único que se peinaba, un mechón le tapaba un poco la cara pero solía apartarlo para descubrir unos intensos ojos verdes y profundos, miro a todos con desdén, haciendo una mueca, sus acciones eran algo intimidantes, también todo lo que pertenecía de él, las únicas acciones que hizo fueron un movimiento para acomodar el mechón de pelo, cosa que arranco más de un suspiro, cruzarse de brazos y cerrar los ojos.
Impresionante, esa era la única palabra para describir lo que estaba pasando.
Momoko los observo curiosa, para preguntarle a Miyako si permitían tener gorras en la escuela, esta por otra parte, señalo el buen gusto de las chamarras que tenían, Kaoru solamente soltó un 'presumidos'.
— Siéntense. —indico el profesor, mirando la hora, preocupándose por lo tarde que estaba iniciando la clase.
Se apuro a escribir el tema y rápidamente dio indicaciones que no todos parecían estar escuchando, sin lugar a dudas estaban más concentrados en los peculiares chicos que habían llegado al final.
Estos estaban caminando a mitad de la bancas, en la parte divisora de los del A-1 a los del B-1 les sonrieron a sus compañeros que parecieron estremecerse por su acción, ellos sabían algo que los otros no. Por supuesto.
Los chicos tenían la mirada fija en la mesa vacía al fondo del salón, e iban sin interrupciones hasta esta. Aunque tal parece que de un momento a otro cambiaron de opinión.
— Queremos esta mesa. —dijo el chico de la gorra sin ninguna sonrisa en la cara.
Habían pasado al lado de la mesa de las chicas, al igual que todos, ellas las miraban, menos Kaoru, que seguía concentrada en su música, la mirada de Momoko se poso en la del pelirrojo, sin percatarse realmente de que le estaba mirando fijo. Se sostuvieron la vista durante largo rato, el chico preguntándose por que demonios le miraba tanto aquella rara, y la chica solamente le observaba y se preguntaba por que eran de ese color sus ojos, aunque era tan despistada que no se había dado cuenta de la molesta e incomodidad que causo en el líder.
Solo pareció reaccionar después cuando el otro hablo y dijo eso. Ese chico parecía ser el principal, ya que iba delante de los otros, Kaoru puso mala cara, abusivos, lo que faltaba, aunque ya se lo esperaba, las chicas se veían bastante manipulables, pero ella no era así, miro feo a otro tipo.
Miyako solamente se sorprendió y no supo que decir, en toda su vida escolar no había tenido problemas con nadie, solamente le llego a la mente la idea de que eso no era correcto. Pero después de un rato puso una mala cara igual que Kaoru.
Le chico de la gorra le sonrió a Momoko, cuando esa le puso mala cara después de sus palabras, ella no supo como interpretar esa sonrisa, pero le puso nerviosa, aun así no cedió.
— Queremos esta mesa… —repitió, los otros dos se miraron entre ellos y luego les sonrieron divertidos a la chicas que parecían no terminar de creerlo.
Kaoru le gano la palabra antes de que Momoko hablara.
— Pues que mal… —sonrió la morena, acomodándose la gorra— Por que esta mesa es nuestra.
Antes de que el pelirrojo pudiera hablar, se le adelanto el de ojos verde oscuro.
— No veo tu nombre escrito por ningún lado. —dijo de manera burlona, haciendo rabiar a la morena.
— Ni yo el tuyo… —esta vez si hablo Momoko, defendiendo su mesa y poniéndose de parte de la chica, no iba a ser la única que las defendiera— No nos vamos a mover de aquí —le amenazo, cruzando miradas con cada uno y dejando la vista sobre el líder.
— Llegamos primero… —dijo como ultimo Miyako antes de levantar la mano a la vista de todos.
Fue entonces que el profesor levanto la vista y capto el tumulto en medio del salón.
— ¿Pasa algo allá atrás? —pregunto, levantándose de su escritorio.
— ¡Nada, profesor~! —contesto alegre el rubio, que hasta ahora había permanecido en silencio— Estábamos saludando a nuestras compañeras~
Las chicas mostraron tal rostro de estupefacción que le fue imposible al pelirrojo no sonreír— Es cierto, solo conversábamos~ —resalto la ultima palabra, sonriéndole a cada una para ir nuevamente al final de salón— Vamos hermanos, no perdamos nuestro tiempo inútilmente.
— ¡Perdedores! —soltó eludible Matsubara, pero fue ignorada.
Se acomodaron en la última mesa, dos mesas más atrás que las chicas y hacia la derecha, estaban siendo fulminados por la mirada de tres inquietas chicas que no terminaban de tragarse la burla pasada. Regresó su vista al frente y decidieron ignorarlos durante el resto de la clase.
Ellas no sabían que los hermanos Rowdy, no podían ser sencillamente ignorados.
Ese fue el primer capitulo del fic re-editado, a quien se tomo la molesta de volver a leer, muchas gracias, y a quien lo lee por primera vez, antes esta historia era un asco X D
Desastre, devastación, amistad, y otras cosas… En el siguiente capitulo.
~ xRobin. ~
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