Aclaración: Twilight no me pertenece. Así mismo este Fic es de la brillante escritora es Daddy's Little Cannibal, una chica cuya imaginación no conocía fronteras. Stephanie te prometo continuar con la traducción de esta historia, te lo mereces. Descansa en paz porque tus palabras serán recordadas.

A los lectores:

Gracias por seguir mi traducción, me quedé helada al leer las noticias, Stephanie (aka. Daddy's Little Cannibal) sufrió un accidente automovilístico el pasado viernes 8. En vista a que esta historia me hizo acordar a lo que le sucedió me tomé un poco de mi tiempo de estudio y he vuelto con la traducción, la cual dejé varada por ello y por mis otros dos Fics.

Espero hacer un buen trabajo, Daddy's se lo merece.

"Cierro mis ojos como orden para ver."
-Paul Gauguin

La Oficina de Carlisle.

Miraba las pinturas que colgaban en las paredes de la oficina de Carlisle. Cuando Edward regresó a por mi, me dijo que fuera derechito a la oficina de Carlisle y esperara allí a por él. Hice lo que me dijo, no queriendo molestarle a él o a alguien más. Era bastante incómodo estar sola en una oficina que no me pertenecía. Especialmente, cuando el propietario de dicha oficina podía escuchar hasta el más mínimo de mis movimientos.

-Debería haberles hecho sirenas.- murmuré para mis adentros, descartando así mi gusto por escribir novelas sobre vampiros- Sirenas con la habilidad de volar o algo estúpido como eso. A ver si esa novela se publicaría después de eso.

Estaba hablando mentalmente conmigo misma. Lo hago frecuentemente cuando estoy inquieta. De hecho fue así como surgió la idea de la historia en la que aparece Edward. Estaba furiosa con uno de mis ex por haberme cortado así que yo me burlé de él por el hecho de que ponía pegamento con brillantina en sus manos y en cuestión de minutos me encontraba escribiendo notas de una potencial historia donde los vampiros brillaban a la luz del sol.

-¿Sirenas?- preguntó una voz aterciopelada detrás de mí.

Pegué un salto por el shock y accidentalmente aterricé en un librero que estaba parado a varias pulgadas de mí. El estante empezó a agitarse e inclinarse peligrosamente. Mi garganta se cerró con mi aliento y mis manos temblorosas fueron a sostener el estante así este, y los muchos libros que contenía, no caerían.

Edward y Carlisle en cuestión de segundos se encontraron justo en frente del estante. Sus largas manos empujaron a los libros de regreso a su posición y forzaron al estante a retomar su lugar contra la pared. El estante era más alto que ellos, por lo que varios libros se cayeron antes de que pudiesen poner el librero en su lugar original.

Me alejé del librero sonrojada por la vergüenza. Estaba tratando evadir el toparme con las pinturas pero terminé tropezando sobre un podio que detenía un jarrón. No recordaba haber escrito acerca del podio con el jarrón encima (o recordar haberlo visto cuando caminaba por la habitación), pero restaba completamente segura de que estaba allí cuando se cayó en pedazos. Una de las piezas rotas me cortó el brazo.

-Auch.- siseé sosteniéndome el brazo.

Las cabezas de Edward y Carlisle se volvieron así mi. Sus ojos se agrandaron y sus fosas nasales olfatearon.

Mi boca se cayó abierta y mi respiración se volvió pesada. Era una humana atrapada en una casa llena de vampiros, y para colmo de males… estaba sangrando.

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La enfermera Jessica Stanley odiaba su trabajo. Odiaba su trabajo más de lo que odiaba a su ex novio, Mike Newton, por haberla dejado así él podría acostarse con esa aspirante a autora, Isabella Swan, quien se hallaba en coma y en necesidad de una enfermera. Así que la enfermera Stanley no desaprovechó la oportunidad de ofrecerse voluntaria para ser la enfermera de la Señorita Swan durante su estadía en el hospital.

La enfermera Stanley nunca había sido la más amable de las enfermeras. Siempre era dura con sus pacientes, sus manos eran extremadamente frías, y tenía la tendencia de ser melodramática, agarrándosela con los inesperados pacientes que tenía enfrente por cualquier cosa que le estuviese molestando en ese momento. Por suerte la señorita Swan estaba en coma, por lo que no podía escuchar a la enfermera Stanley citando pobremente a una gran pieza de Shakespeare.

-¿Si me haces cosquillas, no reiré?- gritó la enfermera Stanley a la paciente en estado de coma-¿Si me envenenas, no moriré?

La enfermera Stanley dejó de citar a Shakespeare y observó a la muerta cerebral Isabella Swan. La enfermera Stanley no llegaba a ningún lado con su discurso, no se sentía a bien consigo misma, como debería hacerlo. Algo faltaba. Suspiró y buscó en su bolsillo de la bata de laboratorio, lo había robado de uno de los doctores, sacando un bisturí.

-Si me pinchas...- tomó el brazo de Isabella y lo volteó así podía ver su pálida piel- ¿No sangraré?­

La enfermera Stanley corrió el bisturí por el brazo expuesto de Isabella Swan. La sangre empezó a salir a la superficie inmediatamente, corriendo por el brazo de Isabella. La enfermera Stanley regresó el bisturí al bolsillo de la bata de laboratorio, se sacó la bata rápidamente y la metió detrás del reclinador. Luego corrió a la puerta del cuarto de su paciente y la abrió por completo.

-¡Necesitamos un doctor!- gritó la enfermera Stanley por el pasillo- Creo que Isabella Swan tuvo un ataque y accidentalmente se cortó a sí misma.

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-¿Con qué tropezaste?- preguntó Edward mientras Carlisle me cocía mi brazo.

Estaba sentada en el escritorio de la oficina de Carlisle, mirando a todos lados menos la aguja que estaba usando para cocer mi brazo. Nadie me había atacado después de que hubiera caído y me hubiera abierto el brazo. En realidad, ellos hiceron lo contrario. Carlisle me ayudó a incorporarme y Edward continuó reacomodando los libros que había tirado. Me disculpé, muchísimas veces, por haber estado cerca de tirar abajo el librero y haber destruido el jarrón. Pero Carlisle sólo meneó la cabeza y me pidió revisar mi brazo.

-El podio que sostenía el jarrón- admití sonrojándome.

Edward le lanzó una mirada a Carlisle, frunciendo el ceño. Hice una mueca pero no era por el dolor, sólo estaba avergonzada. Siempre fui patosa, por ello es que me convertí en autora. Es difícil lastimarte a ti mismo cuando tu sólo estas sentado frente a una computadora. Obvio que accidentalmente me he cortado un par de veces con alguna hoja, pero nada malo me ha pasado, nada como esto.

-¿Qué jarrón?- preguntó Edward aún con el ceño fruncido.

-El que estaba...- miré hacia el cuadro donde los restos de un jarrón y podio roto deberían estar, pero ahí no había nada. El podio y el jarrón fracturado habían desaparecido. Golpeé mi frente con la palma de mi mano.- Claro que iban a desaparecer.- hice una mueca.

Edward tomó mi muñeca que estaba conectada a la mano con la que me estaba pegando en mi frente.

-¿Cómo pasó esto?- movió sus dedos bajo mi brazo así podía ver los moretones que cubrían mi muñeca.

-Ni siquiera sabía que los tenía.- solté bajo mi aliento y volteé a ver a Edward, quien seguía mirándome con el ceño fruncido.- Juro que no tenía ni la más mínima idea de que tenía esto así.- mis ojos estaban aún abiertos de par en par por la shock de ver la serie de moretones y cortes que empezaba a mostrar mi cuerpo. ¿Estaría siendo atacada por una manada de perros salvajes en casa?

-Creo que deberías recostarte- me dijo Carlisle mientras acariciaba mi brazo.

-¿Terminaste?- no pude ocultar mi sorpresa. Miré a mi brazo, estaba pulcramente cocido- Ni siquiera he sentido nada.- le sonreí.

-Bien- Carlisle me devolvió la sonrisa- Sigo pensando que deberías recostarte, hablaremos sobre esto cuando hallas descansado un poco, estoy seguro que debe ser estresante para ti.

-No tengo ningún lugar para dormir.- le recordé rápidamente. No quería que las cosas fueran incómodas con él por estar acampando en el bosque al lado de su casa.

-Eso no es ningún problema,- la sonrisa de Carlisle no vaciló- puedes pasar la noche en el cuarto de Edward. Estoy seguro que no será difícil encontrar una almohada, una sábana podría ser un poco más difícil. Pero estoy seguro que encontraremos algo para ti.

Él asintió a Edward, probablemente diciéndole algo que no se me estaba permitido oír, antes de que saliera de la habitación, dejándome sola con Edward, cosa que sorprendentemente no me importó.

-Piensa que estoy loca- hice una mueca.

-Sólo está confundido- Edward trató de tranquilizarme- ¿Quieres que te enseñe dónde estarás durmiendo?- cambió rápidamente de tema.

Suspiré, pero aún así me bajé del escritorio. No estaba cansada. Estaba todo lo opuesto a cansada. Estaba emocionada, ansiosa, nerviosa, confundida, enojada, y un montón de otras emociones por las que una persona puede pasar cuando se dan cuenta de que están atrapados en un esta realidad alterna llena de personajes ficticios que ellos han creado.

-¿Qué pensará el resto de tu familia?- pregunté cuando alcanzamos la puerta de la oficina de Carlisle.

-Lo mismo que piensan siempre que algo así me sucede.- me sonrió Edward mientras abría la puerta.

No supe si estaba tratando de hacer una broma o si esto realmente le había pasado antes. Decidí creer que estaba tratando de hacer un chiste. Esto haría las cosas un poco menos confusas para mí.

La casa estaba en silencio mientras Edward me dirigía escaleras arriba hacia el tercer piso donde se encontraba su habitación. Estaba ligeramente curiosa por saber si esta casa siempre estaba así de silenciosa o si era que su familia estaba tratando de comportarse lo mejor posible para mi beneficio. No podía imaginar lo incómodo que debía ser para ellos.

-Hemos llegado- Edward se detuvo enfrente de la puerta de su cuarto.

-¿No te importa compartir tu cuarto conmigo por la noche o si?- pregunté. Nadie le había preguntado cuál era su opinión acerca de los acuerdos sobre el lugar dónde dormiría, y no quería sacarlo de su habitación, o ser una gran molestia.

-Por supuesto que no me importa- Edward frunció el ceño mientras abría la puerta.

Mi boca se abrió al ver lo grande que era su habitación realmente.

-Demonios- solté murmurando- Y yo que pensé que la oficina de Carlisle era grande.

Estaba segura de que mi casa entera podía caber perfectamente en su habitación. La pared sur, justo como lo había predicho, había sido movida y reemplazada por una ventana. Otra pared estaba llena con un estéreo y una biblioteca de CD's, todos acomodados según su gusto personal y por el año en que habían salido. Edward tenía mucho tiempo en sus manos y pasaba la mayor parte de él estudiando, tocando música, u organizando su colección de CD. Había un sofá de cuero negro en el centro del cuarto, el cual asumí que sería mi cama improvisada, hasta que encontráramos la forma de enviarme de vuelta a casa.

-No tenemos camas.- dijo Edward señalando lo obvio- Espero que no te moleste pasar la noche en el sofá.

-Esta bien.- sacudí mi cabeza y fui a sentarme en el suelo frente al sofá.- Acamparé en el suelo.

-¿Estas segura?- Edward sonó confuso- No parece que sea muy cómodo.

-Estoy bien- le sonreí, jalando mis rodillas hacia mi pecho- De todos modos he sido una gran molestia.- miré hacia mi brazo cocido- No quiero serlo más por dormir en tu sofá.

-Realmente no es ningún problema…

Edward iba a decir algo más, pero yo meneé mi cabeza, dejándole en claro que no iba a ceder.

-No creo que a Esme le valla a gustar mucho- Edward hizo una mueca y se dirigió hacia la puerta.

Fruncí el ceño, no había escuchado a nadie tocar. Justo cuando pensé en ello, un fuerte golpeteo hizo eco a través de la habitación.

Mi primera reacción era la de esconderme detrás del sofá y esperar que no me viera como una gran perdedora. Mi segunda reacción era ir y recibir a la persona que estuviera detrás de la puerta con la frente en alto así podría salir del estado incómodo que se presentara. Pero desafortunadamente, yo sólo me quedé ahí sentada y miré silenciosamente a la puerta, esperando que Edward la abriera.

Era Esme. Ella era tal cual la describía en mi libro. Era de estatura promedio, con su pelo color caramelo cayendo graciosamente sobre su cara con forma de corazón. Ella le estaba mirando a Edward con el ceño fruncido… no a mí.

Me mordí mi labio inferior y me sonrojé. No quería que ella se enojara conmigo por que yo hubiese arruinado potencialmente todo por lo que ellos habían trabajado tan duro, confundida sobre el por qué yo estaba clamando haber escrito un libro sudándoles como mis personajes, o decepcionada de que aún siguiera allí. Me giré rápidamente, no queriendo parecer ruda por quedarme mirando por bastante tiempo.

-Edward- susurró Esme, tan fuerte que yo podía escucharle.

Arrugué mi nariz mientras esperaba los insultos que vendrían a continuación…

-¿Por qué ella está sentada en el suelo?- Esme sonó decepcionada- ¿No la ibas a dejar dormir en el sofá? No seas grosero con nuestra nueva huésped.

Me volteé hacia ella y abrí mi boca. Realmente no sabía que decir. ¿Qué debes decir cuando tu vampiro anfitrión acusa con el dedo a tu compañero de cuarto vampiro, cuando fuiste tú la que no aceptaste su oferta de dejarte dormir en su sofá? Esta era una de esas preguntas de las que estaba completamente segura que ni Jeeves podrían encontrarle respuesta.

-Lo siento, Bella- Esme entró en la habitación, sus brazos estaban cargados con sábanas y dos almohadas.- No estamos acostumbrados a tener huéspedes y esto es todo lo que he podido encontrar- ella me frunció el ceño en cuanto puso la sábana y la almohada en el sofá.

-No- sacudí la cabeza parándome- Esta bien así, gracias- le sonreí.

-Si necesitas algo no dudes en pedirlo- Esme me sonrió incómoda antes de salir de la habitación, lanzándole una mirada a Edward. Él le sonrió.

-Me metiste en problemas con mi mamá- me sonrió Edward. Supuse que Esme debía estar aún cerca para oírle, porque el único momento cuando los Cullen le llamaban "mamá" a Esme, era cuando intentaban sacarle de vuelta su lado bueno.

Le fruncí el ceño.

-Sé que es pedir demasiado. Puedo irme si quieres. No me importa dormir...

Edward sacudió su cabeza.

-Está bien, Bella- continuó sonriéndome.- Sólo estaba implicando que Esme está un poco decepcionada que tú prefieras dormir en el suelo en lugar de un sofá. ¿Eres una defensora de los animales que está tratando de que el mundo entre en razón evadiendo todo aquello que contenga cuero?

-No quiero ser grosera- le hice una mueca al sofá.

-No estas siendo grosera- Edward señaló al sofá.

Sacudí mi cabeza y tomé la sábana y las almohadas. Tiré las almohadas en el suelo y me envolví con la sábana así para cuando tocara el suelo me hubiera hecho mi propia bolsa de dormir improvisada.

-Si realmente quieres dormir afuera, estoy seguro de que en el garage tenemos una tienda de campaña y por lo menos doce bolsas de dormir. Emmett puede armar la tienda y yo me aseguraría de que los coyotes no te coman.

-No eres gracioso- le gruñí tapándome con la sábana hasta el mentón.

Edward rió suavemente.

Cerré los ojos y me acomodé en la almohada. Sentía como si hubiera bebido un galón de café. Parecía que tuviera cuerda y si no fuera porque soy tan patosa, estaba segura que podría correr una maratón.

-No puedo dormir- mis ojos se abrieron y levanté mi espalda en el suelo.

Edward, quien estaba sentado en el sofá, volteó a verme frunciendo el ceño.

-No siquiera lo has intentado. Sólo has cerrado tus ojos por dos segundos.

-Pero no estoy cansada- le informé mientras me ponía de pie para sentarme al lado suyo en el sofá, aún envuelta en la sábana de Esme. Subí mis piernas en el cuero y lo miré.

Edward unió sus cejas.

-¿Creí que dijiste que dormirías en el suelo?- alzó una ceja.

-Lo hice,- asentí- pero no voy a dormirme aún, así que asumí tener tu compañía hasta que me canse.

-Creo que deberías...

-¿Cuál es tu color favorito?- le interrumpí.

-¿Perdón?- Edward frunció el ceño.

-¿Cuál es tu color favorito?- le repetí la pregunta.

Edward pestañeo.

-Azul- dudó en contestar- No deberías estar ya…

-¿Por qué no quisiste salir con Rosalie?- le interrumpí de nuevo.

Esto sacó a Edward. Sus ojos se abrieron de par en par y se inclinó de nuevo en el sofá. Su boca se abría y cerraba, como si fuese un pez. Me miró con confusión y sorpresa. No es muy frecuente que los vampiros sean tomados con la guardia baja, especialmente los que pueden leer las mentes, así que supuse que él no supo cómo reaccionar.

-¿Qué?- soltó finalmente Edward.

-¿Por qué no quisiste salir con Rosalie?- pregunté de nuevo- Cuando te presente el personaje, tenía toda la intención de hacerla tu novia, pero tú seguiste ignorándola, no es de que ella te lo hubiese sugerido. Ella tampoco parecía interesada en ti- fruncí el ceño.

-Rosalie es como una hermana- Edward evadió mi pregunta.

-Estas evadiendo mi pregunta- alcé una ceja- ¿Estas avergonzado por ello?- me moví así podía verlo mejor.

-Tú eres la autora- me soltó Edward- Dime tú por qué no quise salir con ella.

-No lo sé- alcé mis manos en defensa- Siempre pensé que era porque tu encontrarías a alguien más, pero nadie apareció. Cada chica que tenía el corage suficiente de invitarte a salir, tú las alejabas. Era como si no tuviese el control sobre ti y tú estuvieses escribiendo tu propia historia, esto me exasperó realmente después de un tiempo- admití.

Edward frunció el ceño.

-¿Qué quieres decir?- podía percibir la decepción en su voz. Me golpeé mentalmente por haber sacado el tema.

-Tú sólo...- intenté ser más cuidadosa con mis palabras- Cuando empecé por primera vez con la historia, había tenido la intención de que fuera una historia de amor donde tu encontraras a tu amor verdadero y vivieras (existieras) feliz para siempre. Pero tú cambiaste eso. Cada persona que ponía en tu vida (existencia), las alejabas, incluso a Tanya.

-¿Cómo conoces a Tanya?- Edward había perdido el shock de su voz, ahora había sólo confusión y un poco de tristeza. Había tocado un tema bastante sensible para él.

-Lo siento,- me disculpé- te estoy poniendo de mal humor. Necesito dejar de hacerle eso a la gente. Mi novio, o ahora ex novio, solía decir que tenía la tendencia de sacar las peores emociones de la gente.- le sonreí a modo de disculpa antes de que me papara del sofá- Intentaré dormir.

Edward no me dijo nada. Él sólo se limitó a mirarme, sin rastro alguno de emoción. Me arrodillé en el suelo y me dejé caer sobre mis almohadas. Sabía que no estaba cansada, pero estaba segura que si me recostaba ahí en silencio por un largo rato, el aburrimiento me mandaría a dormir.

Cerré los ojos y empecé a contar mentalmente ovejas vampíricas.

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-Los pacientes en estado de coma no tienen ataques- le gritó el Doctor Moran a la enfermera Stanley.

-Eso no ha sido probado- le lanzó por respuesta la enfermera Stanley al doctor- Además, yo lo vi con mis propios ojos, ¿me está acusando de mentirosa, doctor?

-Eso es exactamente lo que estoy haciendo- le respondió el doctor Moran a la enfermera Stanley.

El doctor Moran estaba bien informado acerca de las tendencias de la enfermera Stanley de soltar cosas fuera de proporción, y de incrementar numerosos "accidentes" que pasan sólo cuando los pacientes están bajo su cuidado. Él había hablado con el jefe de medicina, muchas veces, acerca de sacar a la enfermera Stanley de práctica, pero el jefe no cedería.

-Manténgase alejada de Isabella Swan- le gritó el doctor Moran a la ahora llorosa enfermera, saliendo del cuarto de suministros.

Fin del Capítulo.

En recuerdo de Daddy's Little Cannibal. Descansa en paz.

"Porque las palabras escritas prevalecen en la memoria y a través del tiempo."- Ayelén.

PD: Gente no se olviden de mandar reviews. Me hice la promesa de buscar tiempo para subir esta historia. Stephanie se lo merece.