Gonzalo me dijo una vez que me acercaba a la gente como a las pruebas, con guantes de látex y mascarilla

Todos los personajes de esta historia pertenecen a Antena3 y Globomedia

FACTORES EXTERNOS

Gonzalo me dijo una vez que me acercaba a la gente como a las pruebas, con guantes de látex y mascarilla. Que no me acercaba mucho a la gente por temor a que me hicieran daño. Y es cierto, yo era así. No dejé que Lucas me quisiese y Gonzalo se cansó de intentarlo.

Me pregunto en que momento de mi vida cambié. Cuándo me quité los guantes y palpé realmente el mundo que me rodeaba, cuando inhalé por primera vez aire puro. Y lo más importante; qué fue lo que me hizo cambiar, cuál fue el detonante del cambio.

Como científica que soy se que son los factores externos los que producen los cambios en la materia.

El agua hierve porque hay calor, se congela porque hay frío...y yo... yo cambié... yo cambié por ella.

Durante toda mi vida supe lo que quería y lo que no. Tuve claras mis aspiraciones en la vida. Pero me equivocaba, no el fin, sino en el medio para conseguirlo.

Siempre fui cautelosa, siempre analicé cada uno de los pasos que daba, antes y después de darlos. Sí, es cierto que cometí muchas estupideces en el pasado, pero las hice siendo consciente de ellas, analizando sus pros y sus contras. Y nunca me di cuenta de que si esas estupideces no tuvieron las consecuencias que yo quise no fue porque yo no lo hubiese pensado bien, sino porque no sólo dependía de mí. Ahí están otra vez, los factores externos.

El mundo, la vida de cada persona no esta únicamente delimitada y escrita por uno mismo; todas las personas que nos rodean hacen que seamos como somos. Y fue ella quien me abrió los ojos.

Ella desestabilizó mi mundo con una simple mirada sin que yo me diera cuenta. Ella fue el factor externo que nunca tuve en cuenta en mi perfecta ecuación, y sin embargo el más importante.

Por primera vez en la no tan corta historia de mi vida, hice todo lo contrario a lo que mi pensamiento racional me dictaba. Estaba cansada, la verbena del barrio es matadora y para colmo al día siguiente tenía turno de mañana. Todo, todo apuntaba a que debía meterme en la cama y ocultar todo lo que sentía en lo más profundo de mi ser, al igual que había hecho hacía tantos años.

La ví alejarse por el pasillo, y al momento recuperé aquellos recuerdos y sentimientos que tan bien escondí cuando era una niña. Recordé el roce de sus labios con los míos, suave, tierno, dulce. Recordé el dolor que sentí cuando nos separaron y lo mucho que la añoré cuando se marchó.

Fue entonces, en ese momento dejé de ser la Silvia policía, la Silvia médico, la Silvia racional y fui tan sólo Silvia. Sin pensar en que pasaría después, en mi padre que estaba durmiendo en el sofá. en Paco o en Lola, me fui al baño a buscarla.

Me temblaban las piernas. Nunca me había pasado, siempre había tenido todas las opciones presentes y calculadas. En ese momento me sentía insegura, pero no quería echarme atrás.

Entré al baño dejándome fuera los guantes, la mascarilla y simbólicamente toda mi ropa. Entré dispuesta a acercarme a ella, a dejar que me quisiera y a quererla.

No fue tan difícil, solo tenía que hacer lo que en ese momento sentía, sin pensar, sin racionalizar, sólo sentir.

Me acerqué a ella lentamente. Entrelacé mis dedos en su pelo, deslicé mi mano por su espalda, por su brazo… necesitaba que se diera la vuelta; no quería espejos entre su mirada y la mía.

Se giró, y entonces fue ella la que rozo con su mano mi brazo. Nunca antes había estado tan predispuesta al tacto de nadie. Nunca se me había erizado la piel simplemente por el suave roce de una mano en mi piel.

Nunca había sentido una descarga eléctrica recorrer mi espalda por una mirada.

La besé suavemente, como las caricias que habíamos intercambiado.

Aquel beso fue la mejor decisión de mi vida y la que me enseñó que la felicidad no se calcula.