Detalles.
Cuando Frank conoció a Alice no fue un día especial. Era un típico día gris brillante; las personas caminaban envueltas en gruesos abrigos y respiraban pausadamente porque el aire frío traía cuchillos afilados que se enterraban en los pulmones.
Quizás aquel lunes no fue el día que realmente la conoció, porque Frank a menudo se pregunta qué implica "conocer" a alguien, "¿Saber su comida favorita y su cumpleaños?, ¿Poder identificar sus facciones entre el resto de personas anónimas que deambulan por las calles? ¿Saber cuál es su número telefónico?" Frank menea la cabeza porque ese tema siempre logra marearlo.
Pero ambos están en El Ministerio, en un pequeña oficina que huele a tabaco y a café y de donde se oyen los pasos acelerados y el murmullo del pasillo principal del cuarto piso. Tienen los dedos fríos y aprietan tazas de diferentes colores y tamaños. Alice sonríe y a Frank le parece que la ha visto antes.
- Claro que sí. Yo soy amiga de Lily y creo que hasta bailamos juntos un sábado. -Dice ella mientras enfría el café soplando la superficie del brebaje. -¿Qué no te acuerdas?
- Sí, ahora lo recuerdo. -Y Frank miente porque cree que no está bien decir una verdad tan cruel, porque no recordaba a esa chica. Sólo sabía que esa noche había bailado mucho porque los pies hinchados a la mañana siguiente no eran producto del alcohol, también sabía que aquellas facciones circulares y dulces le parecían familiares. Pero de esa noche no recuerda mucho lo que sucedió, sólo sabe que estaba celebrando que Alastor Moody lo había considerado uno de los mejores de la academia de aurores y que por eso le asignaría una gran responsabilidad. Y la gran responsabilidad estaba frente a él, enfriando el café.
Si Frank hubiese sabido de qué se trataba aquello no hubiese celebrado tanto. No veía nada emocionante en hacerse cargo de una chica primeriza que no tiene idea de mucho. Mientras mira por el vidrio cincelado las figuras borrosas que cruzan la puerta como fantasmas apurados piensa que si hubiese querido ser profesor se hubiese preparado para ello. Hubiese hablado con Dumbledore.
- Frank, ¿Sabes qué es la Orden del Fénix?- Le oye susurrar con su voz de niña mimada y con los labios casi pegados a la taza. El estómago de Frank vibra, se aprieta, se encoje y queda del porte de un dedal. Claro que él sabe lo que es, el punto es que ella no debería saberlo.
- No. -Frank miente por segunda vez esa mañana. Definitivamente no es un día normal porque Frank Longbottom no miente casi nunca. -¿ Dónde escuchaste ese nombre?
- No lo sé. Me vino de pronto esas palabras a la cabeza. Tengo esa extraña mania. Leo o escucho algo y lo retengo en mi cabeza pero se queda estático, como si estuviera durmiendo, pero de pronto se despierta y me produce una gran inquietud. Le tendré que preguntar a Lily, quizás ella lo sepa. Sí. -dice como si estuviera hablando sola. -Lily sabrá, ella siempre lo sabe todo.
Y Frank se asusta porque él conoce a Lily Evans, pero no sabe que tan reservada podrá ser con ese tema. "¿Se quedará callada o le contará a su amiga? ¿Recordará que somos una organización secreta?"
Su cerebro comienza a burbujear ideas y dudas cada vez a mayor velocidad. Entre preguntas se da cuenta nuevamente que no conoce a Lily Evans. No sabe su cumpleaños, ni su comida favorita. Sólo sabe que tiene una mirada y sonrisa muy dulce y que siempre es muy amable. También sabe que es bonita, pero que estaba prohibido mirarla o hablarle mucho, porque así estaba dictaminado en el colegio. Manías de James Potter.
Frank piensa que quizás Lily si crea que el concepto de amistad implique revelar el trabajo secreto de un montón de gente que no le gusta Voldemort.
- Alice, ¿tú sabes dónde vive Lily? Pero Frank es nuevo leyendo las expresiones de este rostro y no se da cuenta que los ojos de Alice brillan con la luz pálida de la pena y los celos.
- Sí. -Dice Alice y abre su bolso, escribe con letra temblorosa una dirección en un trozo de papel que arranca con furia de su libreta y se levanta tan dignamente como le permiten sus piernas engarrotadas de rabia.
Frank la ve irse, no sabe por qué, faltan diez minutos para que se acabe el recreo y ella ni siquiera se ha terminado el café. Sólo tomó su bolso intempestivamente y avanza hacia la puerta con paso sosegado. Antes de que salga por la puerta Frank tiene un impulso extraño, que hace que ese día sea menos normal que uno cualquiera.
- ¿Alice? -Le llama mientras ella gira el pomo de la puerta.
- ¿Qué cosa? -contesta ella con la voz enronquecida.
- ¿Cuándo es tu cumpleaños?
Bebiendo las horas.
Esto parece una tentación traída directamente desde el infierno para él. Se supone que estar en El Caldero Chorreante esperando que Sirius se digne a aparecer después de todo lo que ha pasado no es tan difícil. Se supone que no debería implicar retos a su autodominio ni a su paciencia.
- No lo sé. -Le responde al chico alto que está sentado, inquieto, a su lado.
Sirius no ha aparecido hace dos días. No ha respondido a ninguna de las lechuzas, no abrió la puerta de su departamento en cuatro ocasiones. La última vez que James fue al edificio se aburrió y forzó la cerradura del grueso umbral de roble con su varita. Descubrió el papel tapiz de los muros violentamente rasgado, un montón de muebles destruidos y arrumados en un rincón, algunas prendas, al parecer incendiadas, cuya tela chamuscada estaba tendida en el rincón del closet. Loza hecha polvo, la cama destruida y casi rozando el suelo. Un poco de sangre manchaba los muros del baño. Pero de Sirius ni la menor pista.
James se asustó tanto que pensó que el corazón le había dejado de latir. Corrió donde Remus, que tampoco, al parecer, estaba en su casa y después fue donde Peter. Pero él tampoco sabía noticias de Sirius, sólo le dijo que se quedara tranquilo, que ya saben como es Sirius, que probablemente ha tenido una de esas crisis reformistas que le dan y hace arder todo lo que le conecte con la Familia Black, o con los magos de sangre pura y que se vanaglorian de ello.
James no está completamente convencido, por eso le ha gritado sucesivas veces al espejo mágico de dos caras y ahora sólo le queda sentarse a esperar.
- Quiero ir a su casa, quiero advertirle que esa chica le va a preguntar.
- ¡Qué bueno! -Responde sin prestar atención al chico. -¿Has visto a Sirius?
- No, James. Ya te dije que no.
Tiene miedo, ¿Qué pasa si Sirius se aburrió de todo y se marchó a Australia como siempre ha dicho que hará? ¿Qué pasa si se marchó y no quería largas y lacrimógenas despedidas?
"¿Qué pasa si me voy yo también y le pateo el trasero hasta que se me deshaga el zapato?"
- ¿Me acompañas? -Le preguntan de pronto, o a él le parece así.
- ¿Dónde? -Dice casi mecánicamente, pero esta vez desvia sus ojos hacia el rostro del chico. Debe forzar un poco la mirada para distinguir los rasgos de Frank Longbottom.
- ¡¿Qué pasa contigo, James?! ¿No me estás escuchando?
- Sí, claro que sí. -Lo piensa un momento. Si Sirius ha decidido marcharse, y dejar su departamento como un cochinero es problema suyo. James está enrabiado y cree que le servirá dar una vuelta con Frank, quizás haya algo de acción en ese paseo que no tiene idea cual es su destino. De pronto piensa en el rastro rojizo que había en el baño. Pero se bebe el resto de cerveza que hay en el vaso pensando que quizás Sirius al afeitarse se cortó, probablemente borracho, y que no encontró nada mejor ni más chistoso que dejar esas lineas burdeos para asustarlos a todos. Tal como cuando se hace el muerto o el gravemente herido en los enfrentamientos que han tenido contra aquellos intentos de mortifagos.
"Estúpido perro pulgoso".
Lily y Sirius, por supuesto.
- ¡Para! Me he perdido, repítelo desde el comienzo.
Sirius bufa, y se acomoda entre los grandes y espumosos cojines que casi son el único mobiliario de esa habitación. La luz pálida entra como si fuera una gran ola que se filtra por las ventanas y rebota contra los muros claros, haciendo que el piso, los cojines y el televisor se vean brillantes. De pronto ambos se quedan estáticos en su lugar cuando escuchan que alguien golpea la puerta. Ninguno de los dos parece que quiere abrir, pero Sirius se levanta y camina con pasos largos y silenciosos hasta aquella. Sabe que Lily no espera a nadie. Corre con cautela la tapa metálica y posiciona su ojo en la circunferencia del ojo mágico para descubrir quien llama con tanta premura.
- ¿Frank?
Abre la puerta, con la sonrisa torcida que le sale del fondo del alma, se imagina que ha ido a visitar a Lily o a la otra chica que vive con ella. Abre la puerta, le saluda alegremente y le invita a pasar. Detrás de Frank está James Potter que al verlo ha sonreído aliviado, pero su expresión muta en un segundo y ahora tiene el rostro desconcertado, como si fuera toda una sorpresa para él ir hasta aquella casa y que él atienda la puerta.
- ¿Canuto?
- Hola, James. Venga, pasa. -Le apura, tan desconcertado como él, porque no se imagina qué puede estar haciendo James en la casa de Lily.
Cuando Sirius cierra la puerta, James se ha lanzado contra él, lo ha arrinconado en una pared, le ha pegado un palmetazo en la cabeza y le ha dicho en un tono muy elevado que es un mal amigo y un desconsiderado. No dice que le ha buscado desesperadamente, ni que se lo imaginaba en Australia, pero le reprocha que no le haya contestado los múltiples llamados que hizo por el espejo.
- Sí, Jimmy, estoy bien. Gracias por preguntar. -Es ahora cuando James se ha fijado que tiene un ojo un tanto hinchado, casi morado. Tiene un par de cortes en los brazos, y rastro de alguna sustancia en los labios. Sirius ve como James saca su varita y observa la estancia, quiere reírse de su amigo porque ha abierto mucho los ojos cuando ha visto a Lily sentada sobre unos amplios cojines, que están posados en el suelo, y alrededor de ella numerosos potes con betunes de diversos colores.
- Hola, James. -Le saluda ella con una sonrisa radiante.
- ¿Lily, qué haces aquí? -Ella entorna los ojos y mira a Sirius, quien le sonríe casi maliciosamente.
- En realidad me gustaría saber que hacen ustedes dos aquí. Por cierto, Frank, puedes sentarte si quieres. -Le dice al chico que se ha quedado casi tieso en el pequeño pasillo.
- Frank, ¿Por qué no me has dicho que Sirius estaba aquí?
- Porque no sabía eso, Potter. Yo vengo a hablar con Lily.
- Que por cierto, vive aquí. -Acota Sirius, tendiéndose nuevamente en un cojín, dejando caer suavemente su cabeza entre las piernas de Lily y cerrando los ojos mientras ella sigue aplicando con un bastoncito de algodón una pasta de color verde en su labio superior.
- ¿Puedes hacerlo más delicadamente?
- ¡Qué quejón que eres! Si casi ni te he tocado, Sirius.
James y Frank se sientan alrededor de ellos, ambos miran como la chica pacientemente le cura las heridas a Sirius bajo los rayos del sol. James no entiende nada, "¿Por qué Sirius está así? ¿Por qué está ahí? ¿Por qué le está sanando ella las heridas?" Ella no debería hacer esas cosas porque Lily Evans es una chica muy dulce, simpática, inteligente y bella. Tanto que sólo logra causar gruesos rasguños que son difíciles de curar.
- Canuto, ¿Qué te paso?
- En eso mismo estábamos. -recuerda Lily. -Anda, Sirius. Empieza de nuevo y cuéntamelo más calmado está vez.
Sirius bufa por segunda vez esa tarde, siente el calor del sol acariciar cada capa de su piel y traga saliva para empezar a narrar, con el máximo de detalles, su historia. Abre sus ojos y ve los ojos verdes de Lily fijos en los suyos.
- No podrás negarte, Lily.
- No te puedo responder aún, Sirius. Pero cuéntame de una vez por todas qué pasó.
Sirius les dice que hace tres noches estaba en su casa, esperando a Remus. De pronto oyó llamar a la puerta y que abrió pensando que era su amigo quién golpeaba. Nunca se imaginó que quien estaba al otro lado del umbral era su prima Bellatrix acompañada de su marido, Rodolphus Lestrange, y cinco mortífagos más que ocultaban su rostro bajo las mascaras que normalmente usan.
No tuvo mucho tiempo para nada, sólo se lanzó detrás de un sofá y trató de alcanzar su varita. Se replegó, ocultándose tras los muebles tanto como pudo, pero al final Rodolphus lo arrinconó en el baño, mientras los otros mortífagos registraban sus cosas. A Sirius no le costó mucho dejarlo aturdido en el suelo, pero Bellatrix escuchó el ruido lento y sordo de un cuerpo desplomarse. Se enojó tanto cuando vio a su marido tendido en las frías baldosas que múltiples chispas de colores salieron de su varita, pero Sirius sólo se reía de ella y de lo inútil que podía ser el hombre que había escogido como alguien óptimo para una mejor raza.
- Supongo que estás orgullosa de tu amorcito.
- ¡Tú no eres mejor, maldito traidor! -Le gritó ella antes de lanzarle un maleficio asesino que erró en su dirección, rebotando en el espejo, y llegándole de lleno en el pecho a uno de los mortífagos que se aproximaba al escenario del desenlace. Sirius sólo se rió más fuerte de ella y Bellatrix al borde la histeria le ordenaba que se callara mientras le lanzaba más hechizos, uno que otro crucio, que más de una vez acertó.
- Tendrías que escoger mejor. Alguien que no desmaye cuando vea a un verdadero hombre.
- ¿Alguien como tú?
- Es que no eres mi tipo, Bellatrix. Eres muy agresiva y estás bastante loca. Y no me gustan las mujeres tan maniáticas. Apuesto que tienes millones de mañas y que ni siquiera sabes besar bien.
Pero Sirius no les cuenta que Bellatrix lo lanzó contra la pared y que hizo chocar su boca con la de él, no les dijo que le besó de lleno y que sintió su lengua caliente mezclar las salivas y recorrerle los contornos y la comisura de los labios. No les cuenta, y no por pudor, que ella enterró sus dientes en su labio superior y que le hizo sangrar. No menciona que se bebía del líquido rojo como un vampiro trastornando, ni que dejaba que sus manos comprobaran lo duros y firmes que eran sus brazos y su pecho. Tampoco que él respondió ese beso en parte y que después la empujó y que ella con la punta de los dedos le tocó los labios sangrantes y que se los limpió en los cerámicos de la pared para luego escupirle el rostro.
Sirius, que estaba sumergido en sus omisiones, le pareció escuchar una voz ronca desde lejos, meneó brevemente la cabeza para aclarar su mente y oyó a James que le preguntaba.
- ¿Y cómo conseguiste escapar?
- Nada que un buen mago no pueda hacer, Jimmy. Ya sabes, unos pocos rayos aturdidores, y unas cuerdas, velas, vino. Quizás una cena.
- ¿Y cómo es que tu casa terminó semi ordenada?
- Es que volví, pensando que podría arreglarla. Pero unos mortifagos estaban vigilando y al rato me terminaron pillando que estaba ahí. Como comprenderás, ya no puedo volver. Y eso nos trae al comienzo de esta conversación, Lily. Aquí hay cuatro habitaciones y ustedes son sólo dos.
- Pero hay una habitación que siempre estará ocupada, Sirius. -Ni a él ni a James le pasa desapercibido que la voz de Lily tembló un poco al hablar de esa sala, y que la mirada se le enturbia y que parece que algo se le pega en la garganta.
- Aún así queda un cuarto disponible, baby.
- ¿De qué están hablando? -Le interrumpió Frank
- Lo que pasa es que Sirius quiere vivir aquí. -Contesta Lily. -pero eso es algo que yo no puedo decidir sola.
- ¿Y por qué no vives en mi casa, Sirius? -James siente que la pregunta casi ofende, pero no tanto como el hecho de tener que formularla.
- No. -responde él posando sus ojos grises y profundos en los de James. -Ya estoy en deuda de por vida con tus papás, no puedo molestarlos más. Y tú, Lily -dice mirando hacia arriba y sonriendo. -Sabes que me necesitas, que a veces te sientes solas y que te gustaría un poco de se...
- ¡Sirius!
- Bah. Déjame terminar, Lily. Como iba diciendo, sé que a veces te gustaría tener un poco de seguridad, saber que tienes a un macho cerca, alguien que las proteja si les sucede algo parecido a lo que pasó en mi departamento. Y yo estoy dispuesto a hacer eso.
Lily parecía pensativa. Abría y cerraba la boca numerosas veces y otras lanzaba miradas de reojo a James quien tenía el ceño fruncido y la mirada fija en Sirius. -Tengo que hablarlo con Alice. -Respondió finalmente.
- ¿Con Alice? ¿Por qué tienes que hablarlo con ella?
- Porque viven juntas, Frank -Dice Sirius, sin desviar la mirada de los ojos de Lily, como si estuviera mandándole un mensaje telepático o tratando de hipnotizarla con aquellos grandes ojos grises intensos que relampaguean y se ven más cristalinos gracias a los rayos del sol.
- Lily, ella te va a preguntar por la Orden.
- ¿Qué? -Siente el estómago estrujarse y el corazón golpea el pecho con un ritmo más rápido. -¿Cómo sabes eso?
- Porque me lo preguntó a mi, le respondí que no tenía idea y ella me dijo que tú sabrías qué es.
- ¿Y qué le digo?
- ¿Qué tal la verdad, Lily?- Se escuchó la voz de Alice y después se oyó cerrar la puerta de un sólo golpe. Los cuatro se quedaron mirando con los ojos mudos y los labios apretados. Todos pálidos y algo asustados. De pronto Sirius se levanta de entre las piernas de Lily y se acerca hasta Alice con la mirada risueña y con su voz ronca, sacada del interior de una mina oscura, dice. -Vale, pero si me dejas vivir aquí, es decir, contigo y con Lily.
- Eso es un trato, Sirius Black. -Y Alice estrecha su mano con la de él, apretándose los dedos y ambos sonriendo y tratando de esconder intenciones.
Granito de Arena
Se suponía que quién explicaría qué era la Orden del Fénix sería Sirius Black, pero Lily no se lo permitió. No porque quisiera que su amiga permaneciera en la más tristes de las ignorancias, sino porque si alguien iba a hablar de eso con Alice, sería ella.
Se lo debía.
Y Alice sentada frente a Lily, perdiendo las caderas en medio de la espuma de los cojines, con las piernas cruzadas, al lado de James y Frank, escuchaba una explicación que estaba tardando mucho en llegar.
- Dilo ya, Lily
- Sí, es que no sé por donde empezar. Déjame aclarar mis ideas, por favor.
- ¿Y cómo supiste tú lo de la Orden? -Le pregunta James a Alice, y ella se muerde el labio, pensativa o dudosa, su rostro en aquel momento no es del todo descifrable. Y el reloj de pulsera de Lily marca cada segundo con un sonido agudo, los ojos se contemplan, los unos a los otros, a veces se sonríen con las pestañas alegres, otras se apuran.
- ¿Qué tal un poco de café? -Pregunta Lily, como si no fuese capaz de pensar otra cosa que en una bebida humeante o en el mejor método de zafarse del tema.
- ¿Qué tal si empiezas de una vez?
Alice nunca ha sido paciente, y no cree que es una buena oportunidad para cultivar aquella virtud, menos cuando está rodeada de personas que saben cosas que ella no y que parece que tal secreto los hace hermanos de sangre o que comulgan en algún credo.
Mira a su amiga lanzarle una última mirada fugaz a Sirius, quién asiente casi sonriente, Frank, SU Frank está mordiéndose las uñas como si estuviera muy nervioso, y tiene el ceño fruncido, como si quisiera que ella no supiera.
- ¿No deberíamos hablarlo con Dumbledore antes de decir algo? -Pregunta James, y a Alice eso ya le da susto. Que James Potter quiera tomar recaudos y actuar de modo prudente es extraño. Lo malo de esto es que sólo le da más curiosidad.
- No, no creo que se moleste. -Le contesta Lily, con la voz débil, casi hecha un hilo. Anuda sus manos sobre sus rodillas y comienza por fin lo que Alice ha estado esperando desde ya varias horas.
Alice la escucha y las palabras salen atropelladas, como si fuese algo que está muy caliente dentro de la garganta de Lily. Pareciera que no fuera ella, su amiga de siempre, su compañera de departamento. Parece otra, una más solemne, más formal. Como si hablara de sus convicciones.
- Yo no sé como han llegado ustedes a la Orden, pero me imaginaba que eran parte. No sé lo que hacen, pero lo puedo adivinar. -y sonríe a medias cuando mira a Frank. Yo llegué porque la profesora McGonagall me visitó a las semanas después que salimos del Hogwarts. Me explicó que la Orden era un grupo secreto organizado por Dumbledore y que necesitaban toda la ayuda posible. Por un momento pensé que me buscaba porque soy de origen muggle y porque sabían que iba estar de acuerdo con cualquier cosa que implique detener a Voldemort, pero después cuando hablé con el profesor Dumbledore me dijo que tenía una misión especial para mi. Ya no participo en ese trabajo, no sé quien lo estará haciendo, pero como yo tenía una beca en Salem trataba de buscar ayuda en el exterior. Bueno, después que Gustav terminó conmigo porque no me quise ir con él, tampoco quise seguir trabajando para la Orden. -A Alice, que es una chica muy observadora, no le pasó desapercibido el color rojo que tomaron las mejillas de Lily, lo brillante que se le pusieron los ojos y la mirada fugaz que le dedicó a James. -Y después cuando volví, Dumbledore me citó a esa reunión donde me encontré con ustedes y me dijo que necesitaba que me reincorporara, así que aquí estoy. Pero Alice, escuchame bien, esto es secreto, o sea no puedes decirle ni una palabra a nadie, ni a tus padres, ni a tus otras amigas. Ni tampoco puedes creer que es así de fácil como se oye. Es horrible, Voldemort y sus seguidores han matado gente, mucha, incluso amigos mios. Y esto no se acaba aquí, Alice. En Salem, Voldemort también tenía seguidores. Muchas veces estás durmiendo y escuchas un ruido, te despiertas sobresaltada y justo al lado de tu cama hay alguien listo para enterrarte la varita en el cuello. No es algo que quisiera para ti, así que por favor, olvídalo.
Y Alice ahora entiende un poco más a Lily, a esa que se encierra en aquel pequeño cuarto por horas desde hace unas semanas, esa que llora en las noches silenciosamente y que amanece con los ojos hinchados y algo rojos. La que a veces susurra nombres mientras duerme, la que extraña mucho a sus padres y la que se queda callada cuando se bebe más de dos copas de vino. No sabe por qué, quizás sea la intuición femenina, quizás sea que la conoce mucho, pero esta nueva información le revela que Lily tiene una gran responsabilidad.
Y piensa en la chica que la encontró en un café llorando a moco tendido, piensa en la que la sacaba a rastras a algún cine, la que pensaba que era mejor leer que llorar, la que le dijo que porque un imbécil la hubiera dejado no significaba el fin del mundo.
El leño en medio de un mar tormentoso.
Eso es Lily para Alice, y no es por Frank, no es porque se muera de ganas de estar en batallas sangrientas ni porque busque la gloria, o crea que es un juego, como otros. Es porque si Lily está luchando contra algo con todas sus fuerzas, Alice quiere ayudar, quiere estar ahí, pero no quiere ser un pasivo. Tiene una varita, sabe ocuparla, está en la Academia de Aurores y sobretodo tiene ganas de ayudar a su mejor amiga.
- Quiero entrar.
- Por mi, ya estás dentro hace horas. -Le dice Sirius y Lily, al escuchar esas palabras se levanta de los cojines blancos y se encierra en su cuarto sin decir una palabra más.
Nota de Autor: Siento la tardanza, pero más vale tarde que nunca. No sé si a ustedes le parece lo mismo, pero esto ya está tomando forma. Para el fin de semana algo más.
Necesito opiniones. Quiero saber si va bien o no, si les aburre, si está muy lento o no les gustan las historias contadas en drabbles. Así que, pipol. No sean tacaños, y piensen en la navidad y dejen por aquí sus comentarios.
Besos!