Esa Amistad

Esa Amistad

Solo le quedaba el recuerdo de los ojos rojos de su gente, siendo uno a uno, arrancados de las cuencas de unos cuerpos inertes.

Y los suyos…?

El estaba bien y se sentía culpable por eso, culpable y con una deuda para con los suyos, una deuda que solo se pagaría con sangre.

¿Pero ahora que le quedaba?

No se sentía mejor por haber limitado el uso del nen de Kuroro, eso no era suficiente para calmar a todas las almas de un pueblo, que noche a noche aparecían en sus sueños clamando justicia, venganza, retribución por lo perdido. El regreso del espejo de sus almas.

Esos sueños eran lo que día a día, a pesar de haber encontrado amigos y ya no sentirse tan solo, lo obligaban a continuar con su venganza. Y lo que, a pesar de las peticiones hechas por Gon, lo impulsaba secretamente a buscar otro fin para la araña, porque sabía que lo buscarían, y que no podría evitar tener que matarlos uno a uno.

Gon… de no ser por el pequeño, él se habría perdido, a pesar de ser tan joven, inocente e idealista le había dado más de alguna lección desde que se conocían. No, se sentía feliz de tener un amigo como aquel, con quien siempre contaría, sin importar lo que ocurriera. El niño no solo se preocupaba por su bienestar físico, sino también por su alma. Un alma atormentada, triste, solitaria. Un alma que anhelaba la paz.

¿Pero sería posible encontrar la paz de su alma a través de la venganza? El sabía que no, pero había hecho una promesa y su pueblo noche a noche se lo recordaba. Por eso había colapsado, por eso se había desmayado cuando todos creían que ya todo había terminado. El se desmayó porque sabía que no era así, que era solo el principio.

Y al despertar eran sus amigos quienes lo cuidaban, quienes estaban junto a él, los que siempre estarían junto a él, a pesar de la distancia, a pesar del dolor.

Leorio… sus locuras, estupideces y esa personalidad tan… no sabía como definirla sin dejar de ser amable, pero siempre estaba ahí, el era mayor que todos los demás y supuestamente más maduro, en realidad no lo era, pero para él eso era lo de menos, lo importante es que era capaz de sobreponerse al miedo para ir en ayuda de sus amigos, y eso lo agradecía.

En cambio él no era tan capaz de sobreponerse a la ira para ir en ayuda de sus amigos, lo había dudado en algún momento, y eso aun le pesaba. ¿Realmente habría sido capaz de perder a sus amigos por su venganza?

El no provenía de una familia de asesinos, pero en ocasiones sus impulsos eran tan fuertes que era difícil controlarse. Pero en esos momentos había descubierto que solo debía pensar en sus amigos, eso era suficiente para mantener la calma y pensar fríamente.

Killua… el era quizás el mas diferente de todos ellos, a su corta edad había vivido mas cosas que todos ellos juntos, pero aun así podía mantener algunas actitudes de niño, o quizás solo era la influencia de Gon quien lo había contagiado con su jovialidad, no se lo explicaba bien, pero eso era lo de menos.

Formaban un cuarteto bastante completo, las habilidades de cada uno eran puestas al servicio de los demás en caso de peligro, o las personalidades de cada uno eran las adecuadas para formar un equipo que podría llamarse equilibrado. Unos a otros se controlaban y se apoyaban.

Bueno ¿acaso no son esas características de la amistad?

Si, amistad.

Una amistad que esperaba fuera para siempre, ya que de esta manera el dolor se iría poco a poco de su alma, solo eso era capaz de esperar…

No. Esperar era demasiado conformista. Pasaría, el dolor se iría, las pesadillas se irían.

Tenía amigos, lo que significaba .el principio de su sanación, de su redención.

Lo sabía, había empezado un nuevo día.