CAPÍTULO 3:

"Tú también tienes derecho a formar tu propia manada". Aquellas palabras de James todavía a veces retumbaban en su oído. Siempre lo quiso, pero también siempre lo temió.

Remus, sentado en ese sillón azul en medio de aquella pequeña habitación decorada con más artículos de bebé de lo que podía nunca haber pensado que existían, suspiró resignado al saber que, estuviese preparado o no para formar aquella "manada", era inevitable. Tonks estaba embarazada.

Era un cobarde, lo sabía. Harry no había tenido ningún reparo en decírselo aquel día cuando fue a buscarlos a Grimmauld Place. Sí, quería irse. Quería alejarse de lo que sabía iba a ser un desastre. Nunca debió pensar que podía llegar a ser padre. No tenía derecho a hacerle eso a su hijo.

Cobarde. Así le había llamado Harry, y eso era.

Se levantó despacio y se acercó a la pequeña cuna de madera que había cerca de él. Tocó suavemente los barrotes con sus ásperas yemas de los dedos y volvió a suspirar.

- Estabas aquí.- Tonks apareció por la puerta y le sacó de sus pensamientos. Se acercó a él y le abrazó por la espalda.- Te estábamos buscando, la cena está casi lista.

- Muy bien.

- ¿Te encuentras bien?

Remus se giró y miró a su esposa a los ojos. Ella lo conocía, sabía que le pasaba algo, que había algo que no funcionaba bien. Pero, derrotada por las evasivas de su esposo, había optado por dejar de preguntarle nada.

- Si, muy bien.- Mintió fingiendo una sonrisa.

- ¿Estás seguro?

- Sólo es esta guerra, me tiene algo inquieto…

- Pronto pasará todo.

Tonks le abrazó y le dio un corto beso en los labios. Le apretó la mano que tenían entrelazada y se dirigió a la puerta.

- Ven pronto o me lo comeré todo.- Le dijo con una sonrisa desde la puerta.- Tu hijo tiene mucha hambre hoy.

Le guiñó un ojo mientras acariciaba su ya gran barrigita y salió de allí torpemente, luchando con su torpeza natural y con la incomodidad del embarazo.

Remus se apoyó en los barrotes de la cuna y miró por la ventana. Comenzaba a nevar. Era la primera navidad que pasaba en familia desde hacía tanto tiempo que casi no sabía ni como sentirse. Los merodeadores siempre habían sido sus amigos, su familia. Y después de que James y Lily se fueran, todo eso acabó. Volvieron las Navidades solitarias y las cenas escasas rezando por que no tocase luna llena.

Y allí de pie, en esa habitación que pronto sería de su hijo, aún podía escuchar las risas y las burlas de los merodeadores ante una asustada Lily que, si bien tenía la valentía de toda una buena Gryffindo, estaba más que asustada ante la idea de cenar en Navidad en casa de los Potter y conocer a los padres de su ahora novio.

- ¿Cuánto más va a durar esto?- Preguntó Lily ya molesta ante las más que abundantes bromas de los chicos.

- Durará hasta que reconozcas que estás asustada.- Dijo Sirius riendo.- Miento, incluso después, seguiremos tomándote el pelo.

- Estupendo…- Bufó la chica cruzándose de brazos y sentándose en el sofá de la sala común junto a James.

- Sólo tienes que reconocerlo. Dilo: "Estoy asustada"

- ¡Pero es que no lo estoy, Peter!

- Es normal que lo estés.- Remus intentaba razonar con ella.- Después de todo, vas a conocer a los padres de tu novio… Eso pondría nerviosa a cualquiera.

- ¡James! Diles algo…

Lily le miró poniendo ojitos tristes. Sin duda, Lily sabía cuando tenía que hacer pucheros y, conociendo a James y la debilidad que tenía por ella, sabía que cuando lo hacía, lograba lo que quería.

- Chicos, dejarla en paz de una vez.- James habló con un tono autoritario y sus tres amigos se callaron. Pero este, haciendo aparecer una sonrisa en sus labios siguió hablando.- La vais a poner más nerviosa de lo que está por conocer a la fabulosa familia Potter.

Lily emitió un gruñido al escuchar que James también la tomaba el pelo. Quizá, después de todo, la resistencia de su novio hacia sus caritas de pena estuviese aumentando. En esos momentos casi echaba de menos al James que la seguía a todos los lados y hacía lo que ella quería. Casi…

- ¿A tus padres les parece bien que pases la Nochebuena fuera de casa?- Intentó desviar el tema Remus.

- No les ha hecho mucha gracia… Pero han aceptado siempre y cuando pase Navidad y Año nuevo en familia.

- ¿Entonces vamos a tener el placer de verte sufrir una sola noche?

- Canuto, vale ya.- Parecía que James, ahora sí, ya se había cansado de las bromas.

- De todos modos.- Continuó este.- ¿Os dais cuenta de lo que significa esto, no?- James y Lily le miraron sin entender.- Vas a conocer a sus padres y a cenar con ellos en Navidad. Eso formaliza mucho… todo. Se acabaron las tonterías James, se acabó el ligar.

- No exageres. Nosotros sólo…

Lily no pudo terminar la frase. En ese momento empezó a ser consciente de las burlas de los merodeadores y de que, en parte, razón tenían. Eso era grande… ¡Muy grande! Por las barbas de Merlín… ¡Iba a conocer a los padres de James! Era la primera vez que hacía algo así. Sintió un retortijón en la tripa y empezó a pensar que probablemente sí estuviese nerviosa.

Los merodeadores se miraron entre sí de reojo y comenzaron a reírse al ver la cara de pánico que tenía James en la cara. Sin duda era mejor irse de allí…

- Bueno pelirroja, ya no ha y vuelta atrás.- Dijo Sirius mientras los tres se marchaban riendo.

James y Lily se quedaron en un silencio absoluto. De pronto se estaban dando cuenta de lo rápido que estaba yendo su relación. Lily miró a James, serio, inexpresivo y más pálido de lo normal.

- ¿Crees que es un error?

- ¿El qué?

- Que cene en tu casa.

- ¿Qué? ¿Por qué dices eso? Yo te invité.

- Lo sé pero… Sirius acaba de decir que esto es serio, que… ya no hay marcha atrás.- James le miraba aún sin entender a qué exactamente se refería.- ¿No… bueno… no te disgusta no volver a ligar con chicas nunca más?

La cara de James cambió de inmediato y soltó una carcajada tan sonora como las de su amigo Canuto. La sonrió y la abrazó apretándola más contra él.

- ¿Crees que quiero ligar con otras chicas?

- No, pero… Es cierto, si ceno con tus padres… bueno, todo será algo más formal.- Lily le miró a los ojos.- No habrá marcha atrás.

- Entonces que no la haya.- Le respondió devolviéndole la mirada.

- ¿Estás seguro?- Preguntó aún preocupada.- No mal interpretes, estamos genial juntos, pero… en ocasiones tengo la sensación de que todo esto está yendo muy rápido.

- Lo sé, las Navidades pasadas ni se me hubiese pasado por la cabeza pensar que tú y yo estaríamos juntos alguna vez.

- Creo que entonces ya sentía algo por ti.- Confesó Lily.- Pero este verano, al separarnos y luego al volver y verte tan… indiferente… No sé, algo se movió dentro de mí, no quería perderte.

James sonrió ante esas palabras le acarició la cara suavemente.

- Nunca me fuiste indiferente, sólo trataba de aparentar. Un día te escuché decir que jamás saldrías conmigo, que ni loca saldría con el idiota de James Potter.- Lily se sorprendió al saber que James sabía aquello.- Y aunque siempre me lo decías a mí, creo que escuchártelo decir tan convencida fue lo que necesité para poner los pies en la tierra.

- Sólo intentaba negarme a mí misma lo que empezaba a sentir por ti.

- Me alegra que lo hicieras. Si no, quizá no estaríamos aquí.

Lily lo rodeó con los brazos acomodándose en su regazo y, sonriendo, lo besó en los labios lenta y suavemente. Ya habría tiempo para la pasión, mucho tiempo… Algo en su interior comenzaba a decirle que no iba a estar con otro que no fuera James Potter.

- No hay vuelta atrás.- Volvió a señalar ella tras separarse.

- No, no la hay.

- Voy a conocer a tus padres…- Susurró Lily visiblemente nerviosa y James volvió a palidecer.

- Sí…

- ¿Por qué otra vez esa cara?

- Porque… Me he dado cuenta de que yo también tendré que conocer a los tuyos.

Lily se rió divertida. Era agradable ver que no era la única que estaba nerviosa.

Remus sonrió al recordar la cara blanca como la cera con la que esa noche James había entrado a la habitación. Al principio todo creyeron que era porque habían discutido, pero no pudieron dejar de reír cuando James les contó, aterrorizado, que él también acabaría conociendo a los padres de su novia. El pretexto perfecto para que Sirius se metiese con ellos dos hasta que llegó el día de Navidad. La última Navidad que James pasó con sus padres, la primera de las que pasó con Lily…

"Tranquila, respira… Sólo es una cena…"

Por más que Lily se lo repetía una y otra vez, no se calmaba. Estaba nerviosa. Para qué mentir, estaba histérica. A unos pocos pasos de ella estaba la casa de James, la casa de los Potter. Y ella estaba allí, venga a dar vueltas una y otra vez sobre sus pasos y sin dejar de poder frotarse las manos, nerviosa.

¡Era una tontería ponerse así! Tenía que demostrar por qué estaba en la casa de los leones… Comenzó a caminar y subió los escalones que faltaban hasta llegar a la puerta de la casa. Respiró hondo y se acomodó la ropa.

"Vamos, Lily, tu puedes…"

Pero sus acciones no acompañaban a sus palabras. Estaba ahí, helada frente a la casa y sin mover ni un músculo. Podía escuchar a gente dentro hablando y riendo. Si lo pensaba objetivamente, no parecía aburrido, pero…

¿Y si no les gustaba? Después de todo, ella era hija de muggles y ellos una familia de magos muy conocida… ¿Y si no aceptaban que su único hijo saliese con una sangre-sucia? Una vocecilla en su cabeza le repetía que no se llamara de ese modo a sí misma, pero… ¿Y si no les parecía lo suficientemente lista? O graciosa, o guapa, o simpática. ¿Y si la veían demasiado pelirroja?

Ya ni tenía sentido lo que decía… Pero estaba comenzando a entrar en pánico.

Suspiró y se dio media vuelta. Aquello era demasiado para ella. Comenzó a bajar los pequeños escalos y una voz la hizo pararse en seco.

- ¿Intentando huir?

Detrás de ella, apoyado en el marco de la puerta y con una sonrisa triunfante, estaba James Potter.

- No…- Dijo dándose la vuelta para mirarle.

James se acercó a ella y la rodeó con los brazos mientras le daba un beso corto en los labios.

- Feliz Navidad, Lily.

- Feliz Navidad.

Se fueron acercando lentamente el uno al otro sabiendo que lo que venía era un beso mucho más largo…

- ¡Pelirroja, ya has llegado!

Pero Sirius, como siempre, estaba cerca para arruinar aquel momento. Si no comenzara a sentir tanta simpatía por él le hundiría la cara en la nieve. James le agarró de la mano sonriendo y se dirigió con ella hacia la puerta de la casa, la misma por donde había desaparecido hacía un momento Sirius después de interrumpirlos.

- ¿Nerviosa?- Le susurró.

- Calla…

Entraron al amplió recibidor y Lily se maravilló con la visión de aquella casa. Ella podía percibir los detalles mágicos por todos los lados, pero para cualquier persona normal, pasaría perfectamente por una casa muggle cualquiera. Era amplia, aunque más pequeña y acogedora de lo que parecía por fuera, y las paredes estaban todas decoradas con fotografías familiares y cuadros pintados a mano.

- Es precioso…- Dijo Lily acercándose a un cuadro en particular.

- Lo hizo mi madre.- Dijo James orgulloso del talento de su madre.

- ¿En serio?- Se asombró.- Es maravilloso…

- Muchas gracias.

Lily se giró y vio a una mujer pelirroja vestida con un delantal saliendo de otra habitación que, supuso, era la cocina. La mujer se le acercó y le puso las manos en los hombros, mirando y observándola de arriba abajo. Comenzaba a sentirse incómoda.

- Así que esta es la famosa Lily Evans…

Lily tragó saliva.

- Estoy muy disgustado, jovencito.- La mujer la miró ahora con una sonrisa ancha en los labios.- Es mucho más guapa de lo que nos dijiste.

- Eso es verdad.

Lily se relajó al escuchar aquello, ya más tranquila al ver la sonrisa dulce que la Señora Potter le dedicaba. La misma sonrisa de James.

- Es un placer conocerte por fin, querida. James no deja de hablar de ti desde que entrasteis a Hogwarts.- Le dijo dándole un abrazo.

- Mamá, por favor, no exageres.

- ¿Que no exagere?- La Señora Potter se acercó a su oído como si quisiera decirle un gran secreto.- Cartas semanales hablando solo de ti, créeme.

- Bueno, bueno ¿Por qué no dejamos de hablar de eso y vamos con los demás?

James las agarró por los hombros y la condujo a la amplia sala de estar, donde se encontraban Sirius, Remus, una mujer que no conocía y un hombre tan parecido a James que ira imposible no darse cuenta que era su padre.

- Lily, este es mi padre.

Lily levantó la mano para estrechársela, pero este se acercó a ella y la abrazó entusiasta.

- ¡La famosa Lily Evans!

- Eso me han dicho… Por lo que veo saben mucho de mí.- Le miraba a James con una sonrisa burlona.

- ¡Por supuesto! Es la primera vez que nos presenta a una novia suya, debes de gustarle mucho a nuestro hijo.

- Eso espero.

Le agradaban, los dos. ¿Por qué había estado nerviosa? Los dos eran encantadores…

- Ahí están Remus y Sirius…- Continuó James con las presentaciones.- Y ella es…

- Es mi madre.- Dijo Remus levantándose y ayudándola a ella a hacer lo mismo.

Era una mujer joven, pero por alguna razón que ella desconocía, parecía mucho más mayor. Tenía las arrugas de la cara muy marcadas y el pelo más canoso de lo normal. Pero lo que más cansada le hacía parecer, eran las cicatrices que tenía en lacara. ¿Qué clase de animal podía haberle hecho eso? Desvió la mirada para no parecer maleducada.

La mujer se acercó a ella y le tendió una mano con los mismos modales que Remus.

- Encantada.

- Lo mismo digo.

- ¿Estamos todos?- Preguntó la Señora Potter.

- Sí. Petter al final no va a venir, dijo que tenía otros compromisos que atender, así que estamos todos.

- Estupendo, entonces terminaré de poner la mesa.

- ¿Quiere que le ayude?- Preguntó Lily.

- Claro, querida, ven conmigo.

Lily le lanzó una mirada cómplice a James y siguió a su madre hacia el comedor. Parecía mentira que unos minutos atrás hubiese estado tan nerviosa.

- Aquí están los cubiertos, yo mientras doblaré las servilletas.

- ¿No lo hace con magia?- Se extrañó al verla doblarlas manualmente.

- Me relaja.- Dijo ella encogiéndose de hombros.- Cuando era pequeña, siempre íbamos a visitar a una tía mía que era squib y ella me enseñó a hacer todo tipo de figuras con las servilletas.

- Vaya…

- Eres hija de muggles, ¿verdad?

- Sí.

Colocó con cuidados los cubiertos que tenía en la mano. ¿Y si aquello les parecía mal?

- ¿Y cómo lo llevan tus padres?- Lily le miró sin entender y un poco molesta. ¿Cómo llevaban el qué? ¿Qué ella fuera una bruja?- El estar tanto tiempo separados de ti, quiero decir.- Se explico.

- Oh… Pues…

- Debe ser duro saber que vas a ver tan poco a tu hija de la noche a la mañana. Para nosotros los fue con James, pero ya sabíamos que ocurriría.

- Lo llevan bien, supongo. Pero los hecho de menos.

- Es comprensible.

La Señora Potter se le acercó y le acarició la mano con esa sonrisa en cantadora que tenía James.

- ¿Quieres ver algo antes de que vengan los demás?- Los ojos le brillaron a la mujer.

- Claro, ¿qué es?

Se acercó a una de las estanterías de libros que rodeaba el comedor y Lily pudo distinguir cómo sacaba un pequeño álbum y le hacía señas para que se sentara en la mesa junto a ella. Cuando lo hizo, la mujer abrió el álbum y Lily pudo ver una foto del pequeño James recién nacido.

- ¿Ese es James?

- Mi pequeño Jamie… Ahora odia que lo llame así, dice que así sólo se le llama a los niños.

Lily se rió ante eso y se acercó más a las fotos para poder verlas.

- ¿Qué hacéis?

James y Sirius entraban por la puerta.

- ¡Mamá! ¡Te dije que no le enseñaras esas fotos!

James se acercó corriendo hasta el álbum y se los arrebató de las manos.

- Pero cariño, si estabas adorable…

Entonces Sirius le quitó a este las fotos y abriendo el libro por una página al azar, observó las fotos de la discordia. Una amplia sonrisa se le formó en la cara y salió corriendo de allí con el álbum en la mano y gritando:

- ¡Remus! ¡Mira lo gracioso que se ve nuestro amigo disfrazado de lechuza!

- ¡Mamá!

- ¿Qué? Yo no tengo la culpa de que Sirius sea así…

Lily comenzó a reírse al ver a James salir de allí indignado y con las mejillas coloradas. Entonces se dio cuenta que casi desde que había entrado, no había podido quitarse la sonrisa de la cara… ¿Por qué había estado tan nerviosa?

- No me extraña, ¿sabes?- Dijo la madre de James.

- ¿El qué?

- Tu pelo.

- ¿Que pasa con mí…?

Pero Lily no pudo terminar la frase, allí en la pared pudo ver una foto familiar donde la mayoría de las mujeres eran pelirrojas.

- La maldición de las pelirrojas… No hay ningún Potter que pueda resistirse a ellas.

Eso le hizo sonreír aún más fuerte. Y ella que estaba preocupada por ser "demasiado pelirroja"…

La cena pasó entre charlas y risas que casi siempre ponían en vergüenza al pobre James, pero este lejos de enfadarse, parecía que todo aquello le estaba divirtiendo muchísimo. Descubrió que aunque se pareciera muchísimo a su padre, James tenía rasgos inconfundibles de su madre, como su sonrisa o sus ojos traviesos, pero tenía el carácter aventurero y en ocasiones un tanto engreído, pero encantador, de su padre. Descubrió también muchas de las historias de la "famosa maldición pelirroja" que sufrían los Potter y anécdotas y travesuras que James había hecho de niño. Sin duda, una noche de Navidad pare recordar.

- Vuelve cuando quieras, querida. Ha sido un placer tenerte hoy aquí.- Dijo la madre de James al despedirse de ella en la puerta.- Y toma, esto es para ti.- Sacó un pequeño papel del bolsillo de su delantal y se lo dio a escondidas, pero Lily pudo distinguir al pequeño Jamie montado en su escoba de juguete.- Será nuestro secreto.

- Muchas gracias Señora Potter.

La abrazó y se dirigió a su padre.

- Ha sido todo un placer tenerte esta noche con nosotros, Lily. Vuelve cuando quieras.

- Lo haré Señor Potter, y gracias otra vez.

James le agarró de la mano y se alejaron de allí, lo suficiente para que nadie de la casa pudiera verlos.

- ¿Dónde vas a aparecerte?

- En un callejón que hay doblando la esquina.

- ¿Estás segura de que no quieres que te acompañe hasta tu casa?

- No pasa nada, de verdad.

- De acuerdo. Y oye… Muchas gracias por haber venido esta noche, mis padres se lo han pasado muy bien.

- Yo también, de verdad.

- ¿En serio?- Se sorprendió James.- ¿Y los nervios?

- No lo sé, pero en algún momento los he dejado atrás. Tus padres son maravillosos.

- Si te sirve de algo creo que el sentimiento es mutuo, creo que les has encantado.

James paró de caminar y se acercó a ella, abrazándola por la cintura y apretándola contra él. Parecía que no quería que el día se terminase.

- Ya no hay marcha atrás, lo sabes ¿no? Esto empieza a ser bastante formal…

- Lo sé.- Lily parecía segura y decidida y eso a James le encantaba.- Así que la maldición de las pelirrojas… Si lo llego a saber ante no te lo hubiese puesto tan difícil.

- Al contrario, te hubieses negado con más convicción todavía.

Lily sonrió. Probablemente hubiese pasado eso. Entonces sintió algo sobre su cabeza y, mirando al cielo los dos, vieron como una pequeña ramita de muérdago se formaba encima de sus cabezas. James la miró, pidiéndole permiso, y acercándose a ella, la besó con las ganas que había acumulado durante toda la noche.

- Feliz Navidad, Lily.

- Feliz Navidad, Jamie.

Lo último que vio antes de cerrar de nuevo sus ojos para volver a besar a James fueron sus mejillas coloradas.

Remus echaba de menos esas Navidades en familia, con los merodeadores, con Lily, con su madre… Miró al otro extremó de la mesa donde los padres de Tonks comían mientras su mujer se servía más puré de patata. Y no pudo evitar que una pequeña sonrisa se le formara la cara al ver aquello. Era inevitable, iba a tener un hijo… pero puede que su familia ya hubiese empezado a formarse.