N/A: Había descartado este fic desde hacía tiempo. Por algún motivo me acordé de él, lo leí y extrañamente me apeteció muchísimo publicarlo esta vez. Estaba casi terminado, sólo le faltaban unas correcciones. No tenía nada que perder.
Está dividido en dos capítulos. Eso creo.
En fin, uno más. Esto es un hilson.
Siempre Wilson
Parte 1
…
House oyó en el sigilo de los pasos ajenos la prudencia aunada y el cariño. Aunque la cabeza aún le reventaba el resto del cuerpo y se sentía tan débil como un muerto, pudo conseguir en la frustración que sintió unas tremendas nauseas que lo llevaron por poco a las arcadas.
Sin volverse ni un poco, simplemente dijo:
-Eres patéticamente, compulsivamente, odiosa, fastidiosamente…
-¿Bueno?- intervino Wilson aún sin poder dejar de sorprenderse ante la habilidad innata de su House para intuirlo: Sabía bien que había andado y abierto la puerta con la mayor precaución del mundo.
La cerró de igual modo y se dirigió hacia el sillón, brincó con atención dulce el obstáculo que eran las piernas de su amigo para sentarse junto a él.
-No estaba a punto de decir tal cosa, pero si con eso me prevengo de que te pongas a llorar…-soltó el nefrólogo sin despegar los ojos de la televisión; la cabeza adolorida y febril acurrucada en el respaldo del asiento.
-Uhm...-El castaño se inclinó y comenzó a revolver dentro de las bolsas que hacía un momento había depositado en el suelo. Vestía, extrañamente, mucho muy por debajo de lo que él llamaría informal. Traía una playera negra, grande, con mangas anchas que le llegaban hasta los codos, y desgastados pantalones de mezclilla. El hecho le confirmó a House que su amigo estaba consumido; sus planes se resumían en darle el medicamento para el resfriado, comer, ver tele y dormir, por lo que, consecuentemente, tenía toda la intención de desechar sus vocablos agraviantes en el instante en el que intentaran entrar por sus oídos.
Esto molestó al nefrólogo, el cual hizo una audaz rabieta que retaba sin remedio su dolor. Y trasformó en tres segundos todo el asunto en un caso médico irresuelto.
-Es sólo algo que estuve pensando.-exclamó mientras contenía un poquito el aliento de impaciencia y se masajeaba la sien.-Y sí: mucho antes de que entraras de puntitas.
Apagó sin más la televisión y aventó el control hacia cualquier parte. Éste produjo un filoso sonido a la hora de impactarse contra el suelo.
-Eres algo así como primitivamente "dejado".-escupió.-Grotesco a mi punto de parecer. Y esto es poniéndolo en términos amables.
-Sólo por curiosidad ¿por qué haces de mi vida un infierno?-le interrogó Wilson desatento, mientras, después de poner los frasquitos con medicamento en la mesita, le pasaba amablemente un plato desechable envuelto con papel metálico. House lo recibió goloso, sonriendo de gusto. El delicado, pero identificable y espléndido olor a picante, mantequilla y carne le humedeció profundamente la boca.-Digo, ¿realmente lo disfrutas o el motivo oculto pero perseverante es que deseas que me aleje por completo de tu vida?
House hizo una mueca, parando agresivamente de encaramarse el plato en las narices; al momento siguiente cualquiera hubiera dicho que sopesaba descaradamente ambas opciones. Otro le hubiera arremetido un puñetazo inmediato en el centro de tan instigadores y sápidos ojos. Sin embargo, Wilson estaba acostumbrado a ser probado al límite, cosa que lo obligó a aguardar un segundo más; sumado el indesechable asunto de que su mejor amigo padecía fiebre. Aún así, sus mejillas estaban encendidas un poco más de lo habitual y sus labios, finos de por sí, formaban una perfecta línea transversal debajo de la nariz; probablemente era la indignación y, sí, la ira que le permitía su fase amodorrada.
House pareció exasperarse susceptiblemente y de forma inesperada ante su no reacción. Depositó el plato ileso en la mesita que tenía enfrente y se volvió hacia él fervientemente, sintiendo un vuelco en la cabeza, pero relegándolo.
Wilson, en silencio, se hallaba mirando directo la apática televisión, inclinado sobre sus piernas. Tenía los codos desnudos apoyados en las rodillas y las manos entrelazadas entre ellas. Yacía manifiestamente intacto, pero House, que habituaba examinarlo intensamente, tal vez tanto o un poco más que a sus pacientes, sabía que por debajo de lo que pareciese, el oncólogo estaba ensimismado, casi triste.
-¿Cuál demonios es tu problema?-le gritó muy a pesar, y para eso pudo pasar antes un minutos completo.-Joder. Compórtate como una persona normal: ¡Dímelo! Soy un hijo de puta, lo sé. No me dolería demasiado que lo dijeras. Tú que eres tan bueno, ya sabiendo que me daría lo mismo, debiste gritármelo hace treinta segundos, sólo por el placer de desahogarte. ¿De verdad no captas que te estoy insinuando que quiero que te vayas?
Wilson hizo un gesto de incomprensión, encaró una ceja y consumó todo con una media sonrisa melancólica.
-Estás enfermo.-repuso desviando le tema y le echó encima los tremendos ojos oscuros.
-¿Lo ves? Eres un "dejado", idiota.- jodió House y se frenó un momento.-Por supuesto que no quiero que te vayas...-continuó un poco más apaciguado, agitando la cabeza e inclinándose hacia él.
Wilson se puso completamente frente a él con lentitud, sorprendido. Se enderezó mucho en tanto el corazón le hacía una pausa impensable en el pecho, su rostro una mueca común. Juntó mucho el entrecejo, prorrogando lo inaparente, lo imposible..., pero como era de esperarse por muchos o por alguien que fuera un poco menos iluso, House volvió a superarse a sí mismo y volvió a herirlo:
-Quiero decir.-dijo con aquella picardía que le retribuía voluptuosos cuerpos.-...hace años que no como tan bien.
Wilson sintió que algo le erizaba los vellos de los brazos: una gota descendiéndole por la columna. Pura, fría y de hiel. Fue doloroso.
House tenía la sonrisa radiante; aunque la frente sudorosa, sus ojos chispeaban de emoción. Era evidente que hacerle cada uno de sus instantes de vida miserable, verdaderamente lo complacía como nada más en el mundo; lo aliviaba de no sabía exactamente qué.
El más joven suspiró. Advirtióque sus vértebras no lo soportarían. Era una sensación extraña, pues iba más allá del complejo agotamiento. Tal vez también se estaba enfermando. Pero no, eso no era. El sentimiento de decepción contra sí, por pasional y contra House por no valorarlo en lo mínimo, pareció elevarse a un nivel que se perdía, lejos, fuera de su control. Provocaba que la sensación amarga le brotara del alma, se fusionara con su carne lechosa y le sepultara el cuerpo en un terrible dolor físico enhiesto.
Siempre era lo mismo. Exactamente la misma pantomima cruel, pero no entendía porqué en aquellos momentos le resultaba tan difícil sobrellevarlo. Lo único que sabía era que por el momento no podría recuperarse instantáneamente como lo habría hecho en otras tantas ocasiones. Y lo peor de todo era que House apenas entraba en calor.
Cuando hablo, muy a pesar suyo, su voz estaba aún muy sana, descontagiada de la irritación incomprensible del corazón. Fue por esta única y disimulada razón que House paró en seco la risa. Sus ojos electrizantes dejaron de irradiar brutalmente su fuerza destructiva para captar con sucia pereza lo que su mejor amigo decía:
-Lo que me revienta definitivamente la vena de la cabeza es que como todo maniático, al final de todo, tienes razón: Todo es una porquería. La vida, el remanso de gente idiota.- House se sonrió suavemente.-esto…-continuó James y por fin se volvió a mirarlo con sus ojos desvelados, devastados y tristes. Lo apuntó a él, luego a sí mismo dos o tres veces y a toda velocidad, refiriéndose terminantemente a la relación entre ambos.-Nuestra amistad es terrible; una ironía aplastante.
House lo oía, pero no le estaba tomando la importancia debida; más atento a los espavientos físicos de Wilson que a sus palabras. Se advirtió que estaba sonriendo con placer, y precipitadamente se consoló con el hecho de que Wilson tuviera las cejas alzadas al fondo, casi al punto de arrancarse los ojos con la tensión afilada de la frente. Esa mueca le fascinaba y muy probablemente fuera la única razón por la que lo escudriñara de tal forma, inicua y golosa, con la lasciva mirada azul.
-Todo es un pedazo de mierda…-reiteró Wilson como para sí.
-Ya lo habías dicho.-jodió House.
James sepultó la cabeza entre las manos, repitiéndose insaciablemente que aquella vez no sería como las anteriores. De algún modo todas las palabras de su amigo parecían más pesadas y demoledoras de lo que siempre habían sido.
-Ahorita no puedo soportarte. Y no sé…
-Me pregunto porqué decidiste entonces pasar esta noche aquí.
Wilson se puso de pie suspirando, irritado por la indignación. Decidió que sus propios síntomas tendrían que disolverse tarde o temprano; tal vez por la mañana. Acaso si se alejaba un poco de él... sólo un poco. No tanto, por supuesto, para estar pendiente de su resfriado.
Patético.
Podía alegar dolor de cabeza para ir a dormirse y dejar de pensarlo, sentirlo, vivirlo. Impedir que lo siguiera manipulando y haciendo con él lo que quisiera.
¿Por qué decidiste entonces pasar la noche aquí?
-Cosas que, al parecer, jamás entenderás.-le recriminó intentando escucharse a sí mismo como siempre se había escuchado al confrontarse con House: un poco indiferente y casi afable ante la anarquía indomable, física, psicológica.-Pareces adorar estar solo...
Se inclinó para recoger las bolsas con la cena que había preparado en su apartamento para ambos y se dirigió a la cocina para tirar su porción. Se le había esfumado el apetito.
-Soy un idiota.-susurró yermo, al fin.
House lo escuchaba un poco, vale, muy divertido. Lo admitía. Sólo en el momento en el que Wilson se refirió a sí mismo como un idiota, la diversión se le esfumó inadvertidamente. Se dio cuenta que no admitía que él se nombrara como tal. Le quitaba todo el sabor ardiente, dulce y ácido a decírselo con su voz de vagabundo; insinuárselo, gritárselo, suspirárselo en las noches viéndolo dormir cuando la excusa de la pierna inclemente y las alucinaciones de la calentura lo impelían hacia él; y aún sin hacerlo: Wilson, eres un idiota.
Se levantó lo más pronto que pudo y lo alcanzó en un santiamén, a pesar del brutal mareo que sintió, interponiéndose entre él y la cocina, elevándose como un muro en su metro y ochenta y tantos. Violentamente alzó el bastón sobre la cabeza, amenazándole con reventarle el cerebro de un golpe.
Al llevarse las manos a la cara para protegerse, Wilson dejó caer débilmente las bolsas al suelo.
-¿Eres más imbécil?-inquirió House con impaciencia después de aguardar una eternidad antes de que el otro bajara las manos comprendiendo a final de cuentas que en realidad no lo escarmentaría, aunque no era improbable y poquitas ganas le faltaban.
-Creo, sólo eso, que es lo que acabo de decir.-comentó Wilson embarazado un poco tras su excéntrica reacción.
-Basta.-House parecía tan frustrado como un niño de cinco años que no ha recibido el regalo que hubiese esperado para navidad. Por un momento sintió que se desmayaría, el entorno se sofocó en sí mismo y se volvió negro.-Le quitas valor a mis insultos. Y por cierto, yo no te hago la vida miserable porque me haga feliz verte miserable.
Wilson rodó los ojos.
-Bien, un poco, pero la razón principal es la que dicto a continuación:
Wilson se cruzó de brazos y aguardó.
-No es posible que seas tan bueno.-concluyó House.
-Basta. Ya.-clamó con debilidad el otro, intentando ahuyentarlo sin tocarlo, moviendo el aire con su zurda como si espantara a una mosca.
-No.-atronó House, severo. El dolor de su cráneo iba en ascenso.-Es a lo que iba desde una principio. Escúchame. NO digas que eres un idiota, por lo menos no en el sentido al que tú te refieres. No lo hagas. Me desquicia…-House supo que si elevó los ojos al segundo siguiente fue para no enfrentarlo del todo al finalizar.-... y es que no es cierto.-musitó.
Wilson estaba indisimuladamente expectante, sus ojos ansiosos, obvios por inmensos; pero los brazos aún cruzados sobre el pecho, aprehensivos.
¿Qué haces, James?
Sabía que House volvería atormentarlo. Era una montaña rusa. Lo tanteaba con palabras humanas y de pronto lo apuñalaba por espalda, pero no podía evitar pensar que no siempre sería así, que por algún motivo existía la posibilidad de que House pudiera tener algún verdadero gesto decente para con él.
¿Qué haces? ¿Por qué hecho inconcebible aguardas?
-No te estoy haciendo un cumplido.-saltó House espantado al contemplarlo nuevamente: desvanecido fuera del recelo y entregado sinceramente a sus palabras.-No entiendo que soportes tanto pisoteo, menos el hecho de que hayas sobrevivido toda tu vida andando a ciegas entre tanto hijo de puta.
Wilson soltó a través de una bocanada de aire todo el ensueño quimérico y ardiente de sus pulmones y demás órganos internos.
Una sanguinaria montaña rusa.
-¿Me quieres decir que me has torturado todo este tiempo para probar que incluso yo puedo corromperme a mi mismo, cambiar mi forma de ser?
-Algo así.-concedió el desvalido.-¿No te han lastimado lo suficiente por ser tan descomunalmente noble (idiota)?
Wilson negó con la cabeza, pero de ningún modo respondiendo la pregunta. Lo que sucedía era que no lograba concebir el que House fuera tan imbécil. El hálito de su amigo lo hacía temblar de miedo por la decepción inminente que a cada segundo le aguardaba. Y desgraciadamente sus esperanzas siempre se regeneraban tras cada arremetida, insulto e hipocresía.
Se descruzó de brazos, más decepcionado que nunca, y se miró las manos pálidas y rosas, luego su vista se fue hasta el suelo entablado, a las sandalias deportivas de House, a la playera deshecha, a las manos venosas y largas, a la barba constante e incipiente. Se contuvo, aunque le fue difícil, en las pupilas monstruosas, enfermas y sensuales.
-Tú me lastimas.-concluyó Wilson, y lo dijo como si fuese la cosa más simple de decir, aunque por dentro la estuviera haciendo ostensible con la mayor seriedad del mundo.
-¡Porque necesito probar lo contrario! Sacarte de esa necesidad que tienes de ser manipulado; ser tan insoportablemente bueno con todo aquel se cruza por tu camino.-y aunque ni siquiera su amigo, que lo conocía casi a la perfección, pudo notarlo, House deseó en aquel momento una pastilla mínima de vicodin para apaciguarse la pequeña, extraña e imprevista punción que sintió en el pecho al oírle expresar su consumación indolora.
Por un momento se miraron. Pasó el silencio lento, acurrucándolos, y entonces ambos lo notaron:
Wilson estaba visible y enloquecidamente harto de su interlocutor, House comenzaba a impacientarse; la cabeza le dolía y estaba mareado. Pero era como si un lazo invisible los retuviera el uno contra el otro, frenándoles los deseos naturales, sólo por complacerles aquel único, enfermizo e inmanejable de estar uno necesariamente siempre cerca del otro.
Wilson fue incapaz de esquivarlo para entrar a la cocina y ni siquiera tuvo el impulso de alzar las bolsas. Por su parte, House, aunque anhelaba que todo volviera lo antes posible a su estado habitual, -aquel en el que Wilson era dulcemente paciente con él a pesar de sus sinuosos encuentros- no pudo determinar y gritarle que todo el asunto no le importaba, y aclararse a sí mismo que no requería estar exhibiendo sus necesidades y sentimientos frente a él; explicarle sus razones. Dejarlo ir simplemente, molestarlo el resto de la velada sin digerir el asunto, como lo habría hecho siempre, cualquier noche anterior.
Desafortunadamente se dio cuenta de que Wilson lo había enfrentado, develándole las huellas frías e imborrables que había trazado en su corazón. Ya no podía actuar como si aquello hubiera sido un pequeño detalle que hubiese pasado por alto sin intención. Ahí seguía el detalle, aferrado con adhesivo de Dios a su lazo invisible, a los ojos inocentes de James; sobre sus cabezas atormentadas y tristes... como una nube de lluvia ácida:
Tú me lastimas.
La angustia lo desquició momentáneamente y le elevó la fiebre al clímax.
No quiso, pero imaginó lo que antes se había ahorrado imaginar por ególatra e imbécil: Wilson agitando a lo lejos su mano zurda, concediéndole, como hubo de esperarse desde un principio, por todos y menos él, un adiós eterno.
No.
Castró el pensamiento, reprimiéndolo al punto de hacerse daño internamente, y sintiendo que el mundo completo le destrozaba el cráneo tatuado con la idea de un James abandonándolo.
Más que horror sintió incertidumbre, preguntas al aire, dudas infinitas, conclusiones desviadas, teorías inconclusas. Se dio cuenta que no había respuesta a cualquier planteamiento en su vida que comenzara con la oración: Si Wilson no estuviera...
James lo evaluaba, anonado. Un sentimiento poderoso mantenía petrificado al otro doctor, y estuvo seguro que ese sentimiento no tenía nada que ver con la enfermedad que lo había postrado tres días antes en la cama.
House estaba quieto, casi inerte, pero la lucha íntima que conducía parecía querer sangrarle por los oídos.
Después de lo que parecieron horas, Wilson supo que su amigo había perdido contra sí mismo, pues entonces levantaba la mirada exhausto, resignado, muy resignado, sudoroso, fastidiado, y SIN aparente motivo alguno le susurraba:
-Te quiero.
…
Continuará.
N/A: Para que todo vaya como miel sobre hojuelas en la redacción (o corrección) del próximo capítulo, permítanme conocer su opinión acerca de éste primero a través de un review, ) ¡Me harían la persona más feliz sobre la faz de la tierra!