Capítulo 32

Añorando tu luz

La semana pasó, pasó veloz, lo sé, no me puedo creer que ya haya llegado a mi destino, que mi viaje se haya realizado después de todo. Ni siquiera me ha afectado el cambio de horario, más bien me siento lleno de energía, sabiendo que pronto la tendré envuelta en mis brazos, contemplando su rostro, fijando mis ojos en los suyos, disfrutar de ese primer momento del encuentro, por eso he alucinado durante la semana con distintos comportamientos de ambos.

Eran las 5:30 de la mañana, y William estaba en la habitación, acompañándonos a Cedric y a mí. Yo alistándome para el viaje y Cedric avanzando trabajos para la media mañana. Buen par resultaron ser Cedric y William, me hicieron drama el lunes que se enteraron y puedo jurar que las de Serena son pequeñas al lado de ellos. Debí tomarles fotos cuando pasó. Lo que sucede es que mis buenos amigos hicieron planes, contando en todos ellos a mi persona, para que saliera más barato hacer un viaje por carretera por la ciudad de Massachusetts, sobre todo porque en su plan inicial era usar mi auto, que no es mío, sino de alquiler.

-¿Igual y no te gustaría dejarnos el auto? –Fue la pregunta de Will, quien mi miraba esperanzado mientras Ced lo único que hizo fue mover la cabeza en negativo.

-Ni que estuviera demente, me llevaré las llaves, los papeles, todo lo que les imposibilite llevárselo. –Serio, pero quería reír realmente con su ocurrencia.

-¡Hey Buddy! A mí no metas, yo sigo con la idea de hacer el viaje en bus.

William miró con gesto dramático y luego lo golpeó en la cabeza con el folder de sus clases. Cedric se quejó, llevándose la mano a la cabeza y William, con rostro que se supone, decía sentirse traicionado, le espetó:

-A ver quien velará tu sueño de ahora en adelante y quien te dará mimos en tus noches de soledad. –Juro que no pude aguantarme la risa, más que todo porque Cedric se corrió de Will como si fuera la peste y William terminó mandándole besos volados.

-En serio, muchachos. –Dije al detener, de manera difícil, la risa. –No es que no quiera dejarles el auto, no es eso, pero me preocupa que algo le suceda cuando no es mío, y tengo que devolverlo en cuanto se venza el leasing, ya saben cómo son los contratos aquí, prefiero evitar problemas.

-No te preocupes, hombre, ya nos las arreglaremos. –Cedric palmeó mi espalda y William roleaba los ojos. –La cosa es que vayas a ver a tu niña adorada y aprovechen juntos tus días libres, que no se va a repetir ni en vacaciones de navidad.

-Lo sé, por eso fue que cuando vi el pasaje, decidí comprarlo, estuvo a buen precio y vale la pena el esfuerzo. –Luego miré a Cedric y le alcancé unos cuadernos. –Aquí tengo tareas avanzadas, si po motivos no llegase a venir, Ced, te encargo que lo dejes en la librería para que lo redacten y lo presentas por mí.

-¿Ya dejaste la solicitud en dirección estudiantil? –Preguntó mi amigo, revisando las tareas.

-Sí, conversé con Cooper, le expliqué del viaje y me dará licencia desde hoy, en caso de emergencia y no pudiera regresar a tiempo, por eso te encargo los trabajos.

-Cuenta conmigo. –Conversando con Cedric, William tomaba mi álbum de fotos, era la primera vez que lo revisaba.

-¿Eres buen amigo de las amigas de Serena? –Preguntó de repente.

-Sí, claro. –Fue mi sola respuesta.

-Quiero que le mandes saludos a la de cabello negro y ojos a lo Liz Taylor, por favor. –Me reí, creyendo que era broma... y no lo fue. –Es en serio, Darien, le dices a esa monada que me venderé por internet solo para poder conocerla.

Cedric se volteó de su sillón de la computadora, con los ojos como platos.

-¿Sabes que espantarás a la nena?

-¿Nena… este mujeron? –En serio que ese día fue el día que más veces me he reído en mi vida. William suspiró. –Me equivoco, Darien ¿o esta mujer le roba el sueño a cualquiera?

Si pudiera describir el momento, fue como si un grillo hubiera estado en la habitación en completo silencio. Fue una pregunta incómoda, porque salí un tiempo con Rei, y aunque ella no me quitaba el sueño, no puedo dejar de aceptar algunas de las aseveraciones de ese demente.

-No lo haré, no puedo llegar a Japón y decirle a Rei que un tipo llamado William le manda saludos y que se piensa vender en internet para ir a visitarla.

-Vale, puedo hacer desnudos en la web, eso también paga. –creo que puse una cara que a Ced le pareció graciosa, porque no dejó de reírse él. -¿Qué? Muchos lo hacen y Youtube es una gran fuente de ingresos.

-¿Lo conoces? –Pregunté a Ced.

-No, para nada, te iba a preguntar de dónde salió este extraño.

-¡Hey! No soy de piedra, existo.

-Vale, existes, pero no creo que sea buena idea presentarte a Rei de ese modo, más porque ella sale con alguien más demente que tú, si es que sigue con él… -Me detuve, no sabía de la vida de Nicolás hacía buen tiempo y mejor no seguir. –Tengo una mejor opción y también está loca.

Cedric reía, William fruncía el ceño y yo no sabía si seguir o no.

-¿Por qué me estás tachando de loco, demente y todo eso que dices? No soy así, soy un tipo con buena onda, y hasta mejor que la de ustedes.

-Está bien, no eres demente, no eres loco. –Suspiré buscando mis pertenencias. –Diremos que he ido descubriendo tu faceta intensa. –Respondí ante sus palabras.

-¡Nunca nadie lo dijo mejor! –agregó Ced sin voltearse, tecleando en la maquina.

-Ahora resulta que soy un maldito desconocido. ¡Viva las amistades! –Con dejo de burla William. –A ver, Darien, según tú a cuál de ellas me presentarías.

-Ella, Mina, a ella te presentaría. –Dije señalando a la Mina en la foto en la que estamos con Andrew y Unazuki en la universidad.

-Mmmm… no, muy rubia para mi gusto, es bonita, sí, pero, no, a demás, si nos parecemos, faltaría equilibrio. –Comenta él sin dejar de ver la foto. Cedric de pronto se acercó.

-Pienso que se trata de un 50 y 50, tienen que ser distintos para poder compartir juntos y aprender uno del otro y descubrirse como personas, claro está, pero también pienso que se trata de que la persona comparta los mismos ideales que uno, para apoyarse siempre, como… Mmmm, no sé, por ejemplo, querer terminar una carrera y tener con qué mantenerte bien, que si se habla un futuro, juntos, quiera tener algunas cosas que yo como…

-Como los hijos que tendrán que educar juntos, que tenga la misma idea de cuándo y cómo tenerlos, como educarlos, el cómo vivir juntos, qué esperan uno del otro… sí, eso te escuché siempre que hablabas de Evangelina. –William lo dijo con ese tono serio y directo que aún recuerdo de nuestro primer encuentro. Cedric asintió con la cabeza.

-Sí, algo así, no podría estar en una relación con alguien que, por ejemplo, sólo quiera a alguien que la mantenga, recibiendo todo, o a alguien que no quiera seguir estudiando y trabajando, se trata de estar con alguien con los mismos objetivos, tanto de superación mental como personal y profesional, no sé, creo que eso es lo adecuado, no importa si a mí me gusta escalar montañas y a ella patinar sobre hielo, o a mí la música clásica y a ella el hard rock, porque en eso está lo divertido, pero en lo otro la cuestión es más clara para mí.

Me quedé en silencio, sonriendo como tonto mientras doblaba ropa que estaba encima de la cama, recordando que Serena tiene gustos diferentes a los míos en incluso ve la vida distinta a mí, pero… ambos compartimos un mismo deseo, un mismo objetivo, queremos lo mejor para el otro, queremos que el mundo al que defendemos esté siempre bien, damos la vida por los nuestros sin importar qué, queremos ser mejores personas para nosotros mismos y eso reflejarlo al mundo, pero sobre todo queremos tenernos el uno al otro, lo más importante de todo es eso, estar juntos.

Tras pasar armando una pequeña maleta, ayudado por mis amigos, que no dejaron de observar que llevara por lo menos Milkyway para regalar y demás golosinas baratas, a lo que me negué rotundamente, les dije que compraría antes de irme, algunos suvenirs que valieran la pena, no chocolates que se los pueden comprar en Tokio. Ambos rieron de buena gana.

-Vamos a acompañarte al aeropuerto y así recojo unas películas que hemos encargado. –agregó Ced.

-Sí, casa blanca edición de lujo de 4 discos. –Dijo con retintín William.

-Y tú las de Burton, no sé qué obsesión tienes con él.

-Soy fan de siempre, sobre todo las de Batman, me las he pedido, lo mismo que Beetlejuice, pesadilla antes de navidad, el joven manos de tijera…

-La gran aventura de Peewee. –Comente como si nada.

-¡Sí que sabes! Fue el primer largometraje que dirigió, pero esa ya la tengo. –Con orgullo mi amigo.

-Me gusta Ed Wood, debió ganar el oscar, tanto él como Deep.

-Darien ¡Eres de los míos! –Cedric reía, yo movía la cabeza negativamente, sonriendo y William parecía un niño con un postre.

-Adora a Burton ¿te diste cuenta? –comentó Cedric volviendo a la PC.

-Apenas. –Reímos los tres.

-Sí, bueno, son muchas las que debo pagar hoy, aunque todas me salen muy baratas, las he solicitado usadas. –apuntó Will.

-Entonces vamos, te dejamos en el aeropuerto, recogemos nuestros videos y de nuevo aquí. –reconfirmó Cedric.

-Como gusten, iba a llamar a un taxi, pero… ¡esperen! –Los miré con seriedad. -¿En qué pensaban llevarme?

-En tu auto, claro. –Fue la respuesta de William.

-Ni lo sueñen, al menos que me den su palabra que no lo usarán para su viaje por carretera. –Y en eso hablaba con verdadera seriedad.

-Te doy mi palabra, Darien, es más, yo guardo las llaves, no usaremos el auto.

-Muy bien, está en tus manos. –Dije a Cedric cuando me respondió.

-Voy por unas cosas y nos vemos para llevarte.

Cuando William salió, comencé a guardar la ropa seleccionada en la maleta, mi laptop en su maletín y sacar el pasaporte con el pasaje. Cedric, en silencio, habló desde su ordenador.

-Me alegra mucho de que vayas a ver a tu novia.

-Gracias. –Fue lo único que pude responder.

-Trata de pasar el tiempo con ella y recordar todas esas cartas que te escribió antes, William ni yo quisimos tocar el tema contigo luego de aquellas vez que lo hicimos, pero tanto él como yo te apreciamos, y sabemos lo que significa para ti Serena, piensa que antes de decirle algo, de preguntar algo de esas cartas, lo que sea, pienso que por más dudas que tengas, recuerda que en esas cartas hay una historia, la historia de Serena en ese tiempo sin ti y puede que aún sea difícil para ella tratar ese tema, así sea contigo.

-Lo sé y agradezco que me lo digas, a decir verdad, no pensaba preguntarle más nada sobre ese tiempo, porque dudas no tengo, no perderé el tiempo en eso, sólo en estar con ella y eso no es perder el tiempo, es ganárselo.

-¡Bien dicho, compañero! –sincero Cedric. –cuando llegues donde Serena, me avisas, así calculo en comunicarme contigo por correo por si hubiera algún problema con los trabajos.

-No hay problema, te aviso. –Cerré la maleta. –Cedric, si no llegaran a irse de viaje de carretera, usa el auto para cosas cercanas, ya sabes que no es egoísmo…

-Lo sé, lo sé, no te disculpes, sé cómo es esto aquí, los americanos no perdonan nada que se salga de los contratos.

-Así es, por eso me preocupa, pero me parece no verte muy convencido de viajar, por eso si no llegan a hacerlo, puedes usar el auto.

-Gracias Darien, sí, mucho ánimo no tengo, pensaba que era una buena forma de salir, de olvidar lo de los últimos días, pero no se puede, hasta ahora no he podido, así que al final no sé qué haré.

-Nada, por ahora no pienses en nada, te quedan dos días para decidir y si hasta ahora no lo has hecho, cuando te toque enfrentarte a la decisión final, darás tu respuesta.

-Que seguro será sí.

-Así es, supongo que tampoco es bueno quedarte aquí y dentro de todo, cuentas con tu amigo de la infancia para hacer más llevadero tú trance por lo de Evangelina. –Una asentada de cabeza por parte de Cedric. –Bien, ya estoy listo y en la hora perfecta, sólo me molesta tener que estar 3 horas antes en el aeropuerto.

-Pero un sacrificio que no te cuesta con el solo hecho de que llegarás a tu país y la verás.

-Toda la razón del mundo. –Me siento en la cama y el paquete de cartas de Serena lo meto en el maletín de la laptop, pensando que nunca más me separaré de esos escritos de Serena. Cedric se para, toma su billetera cuando vuelve a entrar, sin alejarse del marco de la puerta William.

-Sí, reconfirmé nuestros videos, y podemos pasar por ellos desde las 8:15 am ¿Listo, Darien? –pregunto William.

-vámonos.

Tras ir a mi auto y que Cedric manejara, porque sólo tenía cabeza para organizar en mi mente todas las responsabilidades de la universidad e imaginando luego mi encuentro con Serena, William se giró en su asiento de adelante y me dio una caja de dulces.

-Para la de ojos a lo Liz Taylor.

Me reí, increíblemente eso ayudó a que la tensión desapareciera.

-No si no me lo como yo durante el vuelo.

-Jajaja ¡No! En tal caso compártelo con la gente que creas, pero sigue siendo un regalo para ese monumento de mujer.

-Das miedo ¿sabes?

-Sí, lo sé, muchos me lo han dicho pero pocos lo sostienen. –Burlón. –buen viaje, Darien.

-Buena viaje. –agregué yo y Cedric por el espejo retrovisor lo confirmó con su dedo pulgar en alto.

Tras llegar al aeropuerto en silencio, bajar mi maleta y mi maletín de la laptop, los muchachos bajaron igualmente. Cedric me dio un fuerte abrazo.

-Cualquier cosa te aviso por correo.

-Sí, porque es mejor estar comunicados.

-Nos vemos, Darien, buen viaje. –William igualmente me abrazó y yo tomé mis cosas para poder subir al avión. Así que tras registrar la maleta, confirmar mi pasaje en ese momento, tomar el tren que me llevaría al gate correspondiente, llegué a donde me correspondía. Tomé asiento con cuidado, cuando estuve en ese estado entre dormido y despierto, recibí una llamada de Serena. Esa si no me la esperaba.

-¡Hola Darien! Apenas tengo un respiro.

-¿Qué hora es allá? –Me perdí un momento con su risa jovial y fresca.

-Son las 22:00 PM del viernes, lo que hace que estemos aún en el mismo día, pues allá son las 08:00 am del viernes.

-Sí, 14 horas de terrible diferencia. ¿Despierta? –Pregunté con la voz suave.

-Sí, estaba soñando contigo y me desperté, vi la hora, y que es viernes allá, así que aproveché en llamarte. ¿Interrumpo?

-Por supuesto que no, estaba preparándome para la ducha matinal, pero ya me estaba dando modorra, aún corre viento y no quería salir de la cama. ¿Todo bien?

-Sí, todo bien, avanzo en mis lecciones. ¿Sabes? Tengo ganas de regresar a la ciudad y de ver a las chicas. Las vacaciones ya terminan y me doy cuenta que no he pasado con ellas este tiempo. –Un silencio en el teléfono. -¿Crees que está bien que ya las quiera ver?

-Pienso que si eso estás sintiendo, es porque estás empezando a cerrar viejas heridas. ¿o me equivoco?

-No, no te equivocas, estuve… pensando mucho este tiempo y creo que fue más mi culpa por alejarme de ellas, sin hablar antes, aclarar las cosas… claro que todo eso lo aclaramos el día que te fuiste a USA.

-Te refieres a malos entendidos con ellas y toda esa situación extraña que se dio en el tiempo de los Kou.

-Claro, a eso… pero prefiero no tocar el tema de momento, pero no te negaré, que me hacen falta todas ellas; Rei con sus llamadas de atención, pero preocupándose siempre por mí, Ami que siempre está al tanto de mis notas, de mi evaluaciones, Lita y sus pasteles con los que nos engríe a todas y Mina con sus ocurrencias.

-Pienso que antes de dejar ese curso para verlas, te de un tiempo más, recuerda que ya está todo pagado, es mejor que termines y ya al volver hablas con ellas.

-Es que ya no hay nada de qué hablar…

-Claro que lo hay, lo mismo que me has dicho, debes decírselo a ellas, tanto tú como las muchachas cometieron errores, creo que es bueno que así como hablaron en el aeropuerto lo hagan de nuevo y reconozcas que también te equivocaste en tu proceder, que ellas sepan que también aceptas tu parte de culpa.

-Sí, sé que tienes razón, e igual no tiene porque ser una confrontación, ya hemos limado asperezas, sólo que…

-¿Te sientes mal por algo?

-Un poco… me persigue la culpa de haber sido injustas con mis amigas, las muchachas no merecían mi comportamiento de antes.

-Pero piensa que ya eso lo solucionaron, solo cuando llegue el momento correcto, diles lo que crees. –Traté de sonar comprensivo para ella y las muchachas. –Eso las ayudará a limar asperezas y te sentirás no sólo mejor contigo misma, sino con ellas.

-Lo sé. –Un suspiro de Serena. –Bien, voy a aprovechar lo que me queda de tiempo y ya regresaré a casa, es una pena que no puedas venir a verme estos días, mañana en la noche hay fogata en la playa.

-Pues diviértete, todas esas actividades sólo las vivirás ahora, nunca se repiten, nunca serán iguales a otras situaciones por muy parecidas que estas sean.

-¡Vaya contigo! Me instas a ser juerguista.

-No Serena, te estoy diciendo que te diviertas y aproveches. –Un suspiro de mi parte. -Acá ya será sábado dentro de poco.

-Aquí apenas empieza el viernes y será un viernes largo para mí.

-Entonces… piensa en mí para que el día se pase rápido. -Sonreí al escucharla decir eso.

-Cuando pienso en ti el día pasa lento, muy lento, Serena, porque cada minuto que te pienso lo disfruto, hasta sus segundos.

-Eso que has dicho, sonó muy lindo, Darien, trataré de hacer lo mismo cuando quiera que el tiempo fluya de un modo agradable. -Un bostezo al otro lado de la línea.

-Duerme ya, Serena, porque tienes que descansar mucho, mañana será un día para recordar. -Dije sin pensar.

-Estoy cansada y tienes razón, si quiero disfrutar lo de la noche y no dormirme en la arena, mejor me acuesto ya. -Un suspiro más. -Te amo Darien, cuídate.

-Yo también te amo Serena, mucho, estamos en contacto.

-Sí, pero llámame tú también, tú si puedes pagar una llamada internacional. -Me reí ante su reclamo. -¡Hey! No es broma.

-Lo sé, lo siento, tienes toda la razón, te llamaré.

-Que tengas buen Día, Darien.

-Tú también, Serena, adiós.

Colgué con un sentimiento difícil de explicar. La vería, la vería en unas horas. En mi vuelo, había pedido hacer la escala en Hokkaido, y 1 hora de espera en Narita, 1 hora de vuelo a la primera escala, 2 horas de espera, y dos horas de vuelo a Hokkaido. A las 10 estaría llegando a la playa donde estaba Serena si todo salía bien.

Las dos horas restantes antes de subir al avión fueron tranquilas, no compré ni bebí nada, únicamente esperaba la llamada para subir al avión y llegar a Narita. Cuando pude por fin entrar y seguir todas las indicaciones que piden en los aviones, me coloqué los audífonos del avión y me olvidé un poco de todo, vaciando mis pensamientos, tratando de conciliar el sueño de la mañana. Poco a poco me fui sumiendo en un sueño largo y pesado. No recuerdo nada hasta que se me vino a la mente, en forma de sueños, recuerdos del pasado, recuerdos de Endymion y Serenity, de una relación tan parecida y distinta a la vez. El romance de dos personas que distintas y separadas hasta por su origen, pero que no les importó nada con tal de estar juntos, morir juntos. Serena y yo nacimos en este mundo para volver a reencontrarnos y poder vivir ese amor que no se pudo antes. Hoy somos dos personas distintas, en un mismo mundo, sin que haya un obstáculo para separarnos, al menos que ese obstáculo seamos nosotros mismos y no será así, estamos en un punto en donde sabemos que queremos y lo que esperamos uno del otro. Las imágenes en mi mente seguían pasando, como en cámara lenta, los recuerdos compartidos desde que nos conocimos hace ya 3 años y cada una de las situaciones hasta ridículas que compartimos y otras de importancia, como aquel cuadro en el que fuimos modelos. Recuerdos tristes, como cuando olvidé quien era, pero que nos dio la oportunidad de volver a conocernos, a tratarnos como antes no pudimos, recuerdos felices como cuando empezamos nuestra relación, unas cuantas semanas que fueron para mí las más felices y llenas de luz, porque antes de eso yo no tenía a alguien por quien vivir, hasta que llegó a mi vida como mi novia. Duraron poco, porque por protegerla, no supe enfrentar la situación de manera distinta y acepto que le hice mal, a los catorce años todo se siente más profundamente, y ella, incluso con el dolor por mi manera de terminar con ella y decirle las cosas, no se hundió, pero sufrió mucho. Cada encuentro su rostro me indicaba la pena que llevaba consigo y yo no podía decirle lo mismo. Pero las cosas se arreglaron, aclaramos y le dije las cosas que ella tenía que saber. Para mí, luego de esa reconciliación y de retomar nuestra relación, fue la mejor época para ambos. Atesoro cada una de las cosas que compartimos y vivimos hasta el día de hoy, las cosas buenas y malas, porque es lo que justamente hace a nuestra relación ser lo que es hoy. Todas esas imágenes de situaciones vividas con ellas me acompañaron en un momento del viaje, en que nos despertaron para la cena, pero yo sonreía, lejos, contando las horas que faltaban para mi encuentro con Serena.

El resto de viaje resultó ligero, con una película ligera que apenas habían dado en el cine hacía poco, Practical Magic, con Sandra Bullock y Nicole Kidman. Una película del género romántico, más que de comedia, aunque habían situaciones que sí hacían reír. Luego pusieron The Wedding Singer con Adam Sandler y la pequeña de E.T. Drew Barrymore. Ya, dos películas románticas y seguía esperando la de X-File que la habían puesto y luego cambiado por una de las mencionadas. Tras ver las películas y por fin poner X-File, que para mi gusto no se parecía mucho a la serie de TV, volví a acomodarme para dormir. Básicamente, deberían ser las 12 de la noche cuando llegara a Japón, por mis 14 horas de vuelo, pero no, el uso horario allá eran de, igualmente, 14 horas, por lo tanto serían las 2 de la tarde en Japón del día sábado y debía descansar como le aconsejé a Serena al hablar con ella por teléfono.

Cuando llegué a Japón, me recibió el mismo sol que se despidió de mí cuando viajé por vez primera a USA. Lo primero que hice al llegar a Japón fue llamar a Haruka. Necesitaba saber donde estaba.

-¿Darien Chiba? -Fue la pregunta de Haruka en el teléfono. -¡Me estás llamando de Japón! -Increíble, Haruka se emocionaba como pocas veces.

-Eeeh… Antes de responderte, Haruka ¿Sigues en Hokkaido?

-No, más bien llevamos ya una semana en Tokio ¿Por qué? -Preguntó con rapidez.

-¿Qué tan lejos está su cabaña de donde está Serena? -respondí a su pregunta con una mía llena de ansiedad.

-Pues 20 minutos caminando, en la misma playa. ¿Vas a ir a verla?

-No digas nada ni pongas en alerta a ninguna de las chicas, si quieres a Michiru, pero que no se sepa mis intenciones.

-Pareciera que no me conoces.

-En realidad desde mi llegada a la universidad de Harvard es que he ido conociendo tus otras facetas, sobre todo las más femeninas… -comenté con burla.

-Que no te vea, Chiba, sino no la cuentas. -En el mismo tono.

-¡Jajaja! Bien, Haruka, pues tendrás que verme la cara porque necesitaré si no es mucha molestia, que me dejes tu cabaña unos días. -Silencio en la línea y luego un suspiro de Haruka.

-Muy bien Principito… ¿Estás en el aeropuerto?

-No tengo mucho de llegar y me quedan 45 minutos de espera. ¿Podrás llegar aquí en menos de ese tiempo?

-¡Oye! Estás hablando conmigo, dalo por hecho, voy en la moto. ¿Te encuentro en Nacionales?

-Sí, estaré por la cafetería del segundo piso antes de volver a mi gate, no demores, Haruka.

-No lo haré, ya nos vemos.

Tras colgar, sentí un alivio de poder contar con mis amigos. Andrew si supiera que estaba aquí, seguro venía a verme. Ya lo saludaría antes de mi regreso. Pero contar con Haruka era una ventaja que nadie tendría. Sí, ya sé, cuidaba a Serena más que a nada y a nadie y nos llevábamos bien, supongo que más allá de si era el futuro Rey en una situación que aún estaba lejos de suceder, me había ganado el cariño y respeto de todas, incluso contaba con la admiración de Amy. Siempre voy a agradecer el poder contar con todas ellas, son… una especie de familia para mí.

Mientras regresaba a salidas nacionales y preguntar si podía estar un momento fuera, me fui al café que estaba cerca, esperando a Haruka. No tardó ni 30 minutos y llegó con su acostumbrado traje. Las personas del aeropuerto la observaban, seguro incrédulas por no saber definir a Haruka como chica o chico, pero siempre las miradas se posaban en ella y en Michiru. Se acercó y me abrazó.

-Es bueno verte, Darien, me dejas tranquila de saber que estás aquí en Japón ¿cuánto tiempo te quedas?

-tengo permiso para 15 días, pero estaré 13, porque estoy en muchas entregas de trabajo. -Respondí con calma.

-Me alegra mucho, seguro cabeza de bombón va a llorar hasta las lágrimas de verte. -Luego buscó entre sus bolsillos. -Aquí tienes, cuenta con algunas cosas, pero deberás llenar la despensa.

-Sólo la quiero para hospedarme, pero gracias por decirlo. -Respondí al tomar las llaves.

-Seguro no encontraste habitación en el hotel de Serena. -Me dijo sin dejar de mirarme con burla ahora.

-No, no encontré. -Mentira, no había llamado, pero lo que menos quería era poner en una situación incómoda a Serena. -Gracias por esto, Haruka, te la debo.

-Una Yamaha sería una buena manera de pagar los favores. -Sonrió y golpeó mi brazo despacio. -Disfruta a cabeza de Bombón y pórtate bien con ella, si no te las verás conmigo.

-No te preocupes, Haruka, sabes que está en buenas manos conmigo. -Volví a abrazar a Haruka. -Salúdame a Michiru si es que le dices que estoy aquí.

-No, aún no lo sabe, se lo diré cuando vuelva de la piscina.

-Ni una palabra a las chicas hasta que yo regrese.

-¿Me crees chismosa o qué? -Luego sonrío de lado. -Sabes que yo no les digo nunca nada e intento no interferir en sus vidas.

-Lo sé, disculpa, pero es que no quiero que ninguna se le ocurra llamar a Serena o peor aún… ir para Hokkaido.

-Sobre mi cadáver, principito, sobre mi cadáver. -Luego se separó de mí unos pasos. -Nos vemos a tu regreso, a todos nos dará gusto verte unos días.

-Y a mí igual, nada como nuestro país.

-Tú lo has dicho. -Haruka se dio media vuelta y se fue corriendo, escaleras abajo, hacia la salida para llegar al aparcamiento. Yo me despedí de ella en cuanto se volteó y se despidió igualmente con la mano.

Con calma me fui a mi gate de nuevo, pensando en el viaje que estaba a punto de hacer y sintiendo algo que se movía de mi estómago porque no encontré vuelos directos, y eran 6 horas entre los vuelos y las esperas. Pero ya llegaría. Me senté y esperé ser llamado para volver a subir a un avión, que ya no faltaba nada, así que en cuanto se formaron las colas, me puse en la que me correspondía. Me sentía cada vez más lleno de ganas y energías, sabiendo que estaba cada vez más cerca de Serena.

Antes de que el avión despegara, le pedí a Haruka por medio de un mensaje de texto que me diera la dirección exacta de la cabaña, para cuando llegara a Hokkaido, tomar un taxi que me dejara ahí con mi maleta y arreglarme. Llegó a tiempo su respuesta, justo antes de que nos ordenaran apagar los móviles. Como el viaje fue corto, sólo nos ofrecieron maní y bebidas, las cuales rechacé con amabilidad, ya que estaba con un nudo en el estómago y creí que de verdad no iba a resistir nada hasta que no llegara a mi destino final, que era Hokkaido y la bendita cabaña. El vuelo no lo sentí, ya que fue vuelo de una hora. Pero en el segundo vuelo…

El avión era un Boeing 737, pequeño, con pocos pasajeros, militares en su mayoría, jóvenes. No el avión se sacudía por momentos y no precisamente por mal tiempo, un grupo de monjas rezaba para que el avión no se cayera y unas madres de familia les dijeron que estaban poniendo más nerviosa a la gente, cuando no era nada. Yo estuve tranquilo, bueno, relativamente, pero tampoco imaginando desastres ni nada, solo que era un avión pequeño y había cierta turbulencia.

Cuando por fin llegamos y las monjas dejaron de rezar y la gente de maldecir, tomé mi maletín de la laptop y bajé de las escalerillas, sintiendo el aire a mar, la humedad del lugar. Lo increíble fue que en cuanto llegué a la faja, estaba ahí mi maleta, dando vueltas. La agarré y salí de ahí, con suerte, recordando que debía cambiar dólares por yenes. Así lo hice, cambié el dinero y con calma, viendo la dirección de la casita de playa de Haruka y Michiru, fue que di la dirección en cuanto me conseguí un taxi. Era un hombre bajito, que abrió el capote de su auto, en un singular rictus de seriedad implacable. Yo subí tras dejar mi maleta y el camino hacia la playa estuvo plegado de silencio por parte de ambos, pero mi mente trabajaba y hacia planes de cómo sería todo cuando me encontrara con mi Serena, que seguro estaba alistándose para la fogata. La noche estaba en todo su apogeo ya, fresco, e hice un recuento de lo que llevaba en la maleta. Me sentía ansioso, mucho, algo extraño, aunque era interesante, si recordaba mis últimas veces a su lado, habían momentos de ansiedad, pero ahora… ahora era porque la volvería a ver y esperaba tantas cosas. Sonreí al darme cuenta lo tonto que debía verme. Serena, sea como fuese, estaría tan feliz como yo de verla y tenerla frente a mí. Cerré los ojos, tratando de controlar las ansias y hasta esa pequeña cuota de nervios, sintiendo el camino a la playa cada vez más cerca.

Cuando llegué a la dirección dada, me quedé prácticamente mudo de la sorpresa. El taxista, que veía la casa, creo que se le cruzó la idea de subir la tarifa. Era una casa blanca, de dos pisos, con balcones, blanca y con tablitas de madera, muy estilo europeo, con un jardín en la entrada, tujas de bienvenida en la puerta, palmeras, buganvilias y muchas margaritas. El hombre del taxi bajó para abrir el capote, saqué mi maleta, le pagué y, tras observar nuevamente la casa, el hombre movió la cabeza negativamente, con una sonrisa de pena y se volvió dentro del auto para irse. Lo primero que hice fue sacar las llaves de mi maletín de la laptop, que fue ahí donde las metí, y abrí la primera reja de madera. Por dentro era una belleza, con una piscina en una esquina, pero a su alrededor llena de plantas que colgaban y otras flores a su alrededor. Volví la vista a la casa blanca frente a mí, con tejados, que eran de color rojo ladrillo, ventanales por todos lados, con rejillas de madera. Sí, lo que menos tenía eso era una casa de playa sencilla con pinta de cabaña. Ya decidido a entrar, metí las llaves al primer cerrojo, para luego colocar la llave que correspondía a la tranca y que cada llave estaba enumerada. Al entrar, fue lo mismo, modernidad y comodidad por todos lados. No me quise entretener mucho quedándome ahí, así que llamé a Haruka para que me guiara un poquito.

-Llegaste… -Fue su peculiar saludo.

-Sí, ya estoy dentro y déjame decirte que tu cabaña de playa es realmente todo menos una cabaña. –Una risa al otro lado del teléfono.

-Lo sé, lo sé, pequeños caprichos que nos podemos dar, pero lo importante aquí es el tipo de uso le darás tú.

-No es una respuesta que deba darte, sólo dime que habitación debo usar porque estoy totalmente perdido.

-¡Vaya que sí te molestaste! -Una risa burlona al otro lado de la línea y puedo jurar que me sonrojé. –Bien, hay tres habitaciones en el segundo piso, si lo vas a usar tú solo, como espero así sea, puedes usar la habitación de invitados, que es la primera puerta subiendo las escaleras al lado izquierdo.

-Gracias.

-No hay de qué, principito, en esa habitación hay cuarto de baño incluido y es terma individual ¡Mejor que hotel!

-Muy bien, Haruka, publicita tu cómoda casa. –Una risa de ambos. –Gracias por permitir quedarme y ayudarme.

-Ni lo digas, soy la más emocionada que así suceda, sobre todo porque no me gusta que cabeza de bombón esté tanto tiempo sola.

-No estará sola, cuenta con su familia y con ustedes y sé que mientras te tenga a su lado, siempre vas a velar por ella.

-Cuenta con eso. –Hubo un silencio al otro lado de la línea.

-Debo alistarme, Haruka, nuevamente gracias.

-No te preocupes, Darien, nos estaremos viendo, saludos y pásenla bien.

Tras tomar mi maleta, hice lo dicho por Haruka hasta llegar a la habitación. Era una habitación agradable, espaciosa, aunque no enorme, con armario de madera de pino y cajonería a juego. Saqué de mi maleta la toalla y fui directo a la ducha, a darme una refrescante y energizante ducha de agua fría, tratando de que las ansias no volvieran a ganarme. Pero estaba realmente ansioso.

Salí de prisa a la habitación y tomé ropas limpias y más frescas para la ocasión, bermudas de color azul y una camiseta celeste con unas sandalias cómodas para caminar por la arena. Así, sin perder tiempo, me vestí y para salir a mí encuentro con Serena. La vería y ahora sí sentía que la ansiedad pisaba fuerte en mi pecho. Salí de la casa, cerrando todo con cuidado y con el móvil en la mano. Caminé en esa oscuridad, iluminando mi camino la luna y las estrellas y como un sonido que me calmaba, las olas del mar golpeando en la arena. En ese momento me di cuenta que no importaba la lejanía, no importaba lo diferentes que fuéramos entre nosotros, Serena y yo hablábamos el mismo lenguaje y nos entendíamos por ello.

Caminé en silencio, sólo con el agua mojando mis pies, un buen trecho de minutos, suspirando y alzando la cabeza de vez en cuando al cielo, viendo las estrellas. Conforme avanzaba conjuntamente con los minutos de mi reloj, que marcaba la hora, escuché bulla, voces, canciones. Vislumbré, para alegría de mi parte, a un grupo de personas, donde detrás de ellos habían cabañas y hotelitos de playa. Estaba en el lugar correcto. Caminé más de prisa, porque lo que quería era verla, poder reconocerla entre todo ese grupo de chicos. Vi la fogata perfectamente, pero en ella no estaba Serena. Los chicos cantaban melodías mientras un par de ellos tocaban la guitarra y algunos estiraban sus brazos para aprovechar el fuego y dorar algún que otro alimento. Me retiré un poco, siguiendo con mi vista donde podría estar ella. Entonces… fue la que la vi.

Estaba apartada, lejana de la fogata, sentada en la arena húmeda por las olas que desaparecían ahí. Se me ocurrió una cosa, así que caminé lejos de la fogata, pero lo suficiente para verla a ella y tomando mi móvil, marqué al suyo. Rogaba que lo llevara consigo, y así fue, para suerte mía, porque a la tercera timbrada ella contestó.

-¡Darien! –su voz, emocionada y vibrante, me habló.

-¿Cómo está la mujer que me quita el aliento? –Juro que si hubiera estado cerca, hubiera visto sus mejillas sonrojarse.

-Nada más que en estos momentos divirtiéndome mucho en la fogata. –Pequeña mentirosilla. -¿qué tal todo allá? Debe ser ya las 8 de la mañana.

-Sí, en realidad hay gente despierta ya para ir a las clases de los sábados y otros que aún descansan, pero todo bien, avanzando con mis trabajos.

-Me alegra por ti, Darien, sigue estudiando, yo igual me esfuerzo en lo que hago.

-¿Sabes? Te imagino en estos momentos. –Dije a propósito, sonriendo inconsciente, esperando que cayera en el juego.

-¡Ah sí! ¿y cómo me imaginas?

-Pues… con un vestido color blanco, seguro de algodón por el calor, con un moño, que seguro lo hiciste rápido, colocando unos palillos en la cabeza… -Silencio en la línea. –Seguro sentada en la arena, jugando con los pies, retirando la arena mientras intentas hundir los pies en el agua que llega el mar. Mmmm, moviendo tu cabeza de lado, como preguntándote cómo es que lo digo, y claro, moviendo el torso, observando la fogata, viendo a los chicos que seguramente están cantando y tocando la guitarra. ¡Ah sí! Te pones de pie, buscando con la mirada a alguien, porque seguramente te sigues sintiendo consternada por algo.

Serena, efectivamente, se movía y yo le describía punto por punto lo que hacía. Ella, con la mirada lejana, como preguntándose, se movía, me buscaba, claro que lo hacía. Caminó alejándose de la fogata, caminando a dirección mía, pero sin verme aún.

-Caminas, alejándote de la fogata, porque crees que ahí no está lo que buscas, pero tu mirada sigue sorprendida, esperando algo, con una luz que adivino, sale dentro de tu alma, de tus ansias de verme.

Ella entonces, en un movimiento, me observa. Fue una fracción de segundos, pero colgué el teléfono móvil y corrí hacia ella, que hizo lo propio, y nos estrechamos en un abrazo necesitado, fuerte, en un contacto de nuestros cuerpos. No la pude soltar, no pude despegarme de ese abrazo, sintiendo que si lo hacía, quizá el mundo se volvería oscuro, o quizá me despertara en la cama de mi habitación de la universidad. No quería que se acabara, pero tenía otra necesidad tan importante como ese abrazo, y era la necesidad de tener sus labios sobre los míos, besarla como estaba deseando hacerlo desde mi partida a USA. Me separé del abrazo, tomando su barbilla con suavidad, mirándola a los ojos primero, sonriendo. Ella respondió con una sonrisa mientras nuestros rostros se acercaban y nos fundimos en un beso. Un beso suave, primero, despacio, disfrutando del movimiento de nuestros labios sobre el otro, un beso largo, mientras respirábamos el aire tibio del lugar. Serena se separó del contacto, acariciando con sus dedos una de mis mejillas.

-¿No es una alucinación malsana de mi mente el que te esté viendo y hasta sintiendo, verdad? –Sonreía ella, con las mejillas sonrojadas.

-No, no lo es, pero también me gusta mucho creer que es una alucinación, porque por esas mismas, es que ahora estoy aquí, en realidad.

-Pues ahora no quiero la alucinación, ahora quiero mi realidad, mí ahora contigo, Darien. –Serena se acercó a mis labios y me beso con fuerza, con sus manos sobre mis mejillas, sujetando mi rostro. Cada movimiento era de necesidad, de llenar algo y yo respondí a su beso del mismo modo, con mis manos en su cintura la acerqué más a mi cuerpo y la besé como no queriendo que el tiempo parara, respirando ahora sí con dificultad, mientras aspiraba el aire del mar y el aroma de ella. Mis manos bajaron por sus lados, mientras la incliné despacio, bajando mi beso por su cuello, a lo que ella no impidió reclinando su cabeza. La besé despacio, con calma y ella sonreía, con los ojos cerrados.

Serena se separó de mí y me veía con una luz distinta en los ojos. Se incorporó de mis brazos y llevó sus manos a mis hombros, sin dejar de sonreír, se recostó en mi pecho, y tanto ella como yo tratábamos de recuperar un poco la respiración que se nos había ido con tanto beso.

-No quiero separarme de ti por nada del mundo, si lo haces, quizá crea que es un sueño. –Susurraba ella bajo mi pecho.

-No es un sueño, Serena, no lo es, y no, no nos separaremos por ahora… Me estoy quedando en la casa de Haruka y Michiru.

-¿Ahí? –Serena sonrió. –pero si te estás quedando ahí… yo podría ir. –Serena se sonrojó y yo, conmovido, besé su frente.

-No te preocupes, igual y nos vem… -Pero ella me cortó.

-Ni se te ocurra decir que nos vemos mañana, Darien Chiba. –Ella me sonrió de nuevo. –No Darien, quiero estar contigo esta noche, no quiero separarme de ti y hablo en serio.

-¿No tendrás problemas con ello?

-Eso a ti no te importa mucho, sé que debajo de esa pregunta hay un deseo mal contenido de que me quede contigo donde sea que estés ¿no? –Apreté su mano. –Eso me lo confirma. –Serena volvió a acercarse a mis labios y me besó. –Mañana tendremos tiempo de conversar, de decirnos muchas cosas y en mi caso saber qué deberé entregar porque estés aquí. –Yo atiné a sonreír. –pero hoy… hoy solo tengo ganas de ti, Darien ¿Puede ser?

-Claro que sí puede ser, Serena, porque no he pensando en todo el viaje de más de más de 20 horas… pues en esto...

Serena acarició mi mejilla con suavidad de nuevo y nos volvimos a besar en medio de la noche, de ese mar que nos arrullaba con su encanto y en esa luna que nos iluminaba con cierto brillo.

-Yo también he pensado mucho en esto, en eso y en aquello. –Ella río, sin dejar de sonrojarse. –Te he pensado tanto, Darien, y te he deseado tanto desde el día mismo que saliste de ese avión, que no puedo engañarte. –Serena me miraba y en sus ojos, un brillo chispeante que había en su mirada, me terminó envolviendo. –Quiero volver a estar contigo, sentir… sentir mi piel rozando la tuya y… -Yo era el ahora sonrojado, por el calor que sentí subía por mis mejillas y mis orejas, pero ella sonrió y beso muy por encima mis labios. –Sí, Darien, quiero volver a hacer el amor contigo… -Susurró sobre mis labios mientras sus manos acariciaban mi cabello. Yo tomé sus manos y besé cada dorso de sus manos con cariño, sin dejar de mirarla a los ojos.

-Yo también quiero hacer el amor contigo, Serena, lo vengo deseando mucho. –Me sinceré, besando suavemente sus dedos y con una de mis manos, acariciando uno de sus brazos desnudos y bronceados por el sol.

-Entonces… Llévame contigo. -En su mirada, esa luz chispeante se vio incluso más brillante y sus mejillas rojas.

-Sí, pero se me ocurre que… podríamos aprovechar un poco la playa, la fogata y esto.

-Eres un aburrido. -Pero besó mi frente, siempre sonriendo. -Igual y esto puede ser un bonito marco ¿no? A eso te refieres.

Abracé a Serena de nuevo, agradeciendo a los kamis por hacer posible este encuentro, porque mi sino estuvo a mi favor y luego tomé su mano para caminar por la playa. Ella enlazó sus dedos en los míos y seguimos caminando por la playa, con el agua que nos pasaba por los pies, entrando cada vez más al mar. El agua nos mojaba hasta la cintura y disfrutamos de estar ahí, con la brisa del mar, jugando con el agua, que Serena me salpicaba en el rostro. Comencé a hacerlo igual, y disfrutamos de ese pequeño juego, con las olas del mar que se nos vino encima de un momento para otro, arrojándonos a la arena. Reímos, nos revolcamos con las olas, que iban y venían algo más grandes, pero nosotros disfrutábamos por completo de ese momento, divertido, mágico quizá. Tras estar chapoteando en el mar cerca de media hora, Serena y yo nadamos más lejos, pasando las olas fuertes, quedando casi en un mar tranquilo que apenas nos movía.

-Creo que nunca antes hemos hecho algo parecido. -Me dijo Serena apoyando sus manos en mis hombros.

-Estuvimos en el mar hace algunos meses ¿recuerdas? Fue a los pocos meses de haber regresado.

-¡Oh sí, claro! Sí, ya recordé, también jugamos con el agua del mar. -Serena sonreía.

-Sólo que en ese momento tenías una mirada algo triste, estabas muy triste. -Dije zambulléndome en el agua. Serena hizo lo mismo y salimos juntos, agitados, Serena sin su moño, pues había perdido ya los palillos con los que sujetaba su cabello.

-He cambiado, me siento bien y mejor conmigo misma, Darien, siento que tengo ganas de sonreír siempre y te lo debo muchísimo.

-¿Por qué dices eso? -Pregunté acariciando su rostro.

-Porque no me dejaste caer desde tu regreso, fuiste mi apoyo, Darien, y gracias a ti pude perdonar, pero también darme cuenta de mis errores, darme cuenta que estaba cayendo en un drama, en mi propio drama. -Serena sonrío y tomó mi mano, llevándola a su corazón. -por eso mismo, Darien, quiero que sepas que aunque puedo estar lejos de ti, no puedo vivir sin ti.

Mi corazón palpitó fuertemente, sentía una gran felicidad a punto de estallar, eran la sintaxis de muchas de mis peroratas mentales en mi mente desde que me había ido a USA. El agua seguía pasando por nosotros, meciéndonos suavemente, sonriéndonos uno en el otro, mirándonos atentos. Era increíble darme cuenta que hasta ese pequeño gesto era de ambos, que reflejábamos lo que nuestras almas sentían. Serena volvió a acercar sus labios a los míos y nos volvimos a besar con fuerza, con necesidad infinita. Sus labios se movían sobre los míos con pasión y yo me estaba perdiendo en ese beso, en ese tacto, como antes ya me había pasado. Mis manos, que tocaban las suyas debajo del agua, se posaron en sus caderas, y la acerqué a mí, sin soltarnos del beso, ahogándonos completamente.

-¿Nos vamos ya? –Preguntó ella sobre mis labios.

-Creo que nos arrugaremos dentro del agua si no lo hacemos.

-Yo te diría que nos enfermaremos. –Sonriendo, besó mi nariz.

-Vámonos, entonces.

Serena nadó lejos de mí, hasta que dejó que una ola la llevara a la orilla. Cuando la vi, a la distancia en que estaban, sus cabellos desordenados tapaban su rostro. Vi como sus manos se peleaban por darle orden y nadé muy rápido hasta la orilla, que avancé caminando. Serena seguía haciendo un esfuerzo por mantener su cabello alejado de su rostro y su vestido blanco estaba totalmente desordenado, pegado en su piel. Que expresión tendría en mi rostro, que Serena me clavó sus ojos en los míos.

-No te atrevas a burlarte, señor perfecto.

-Jajaja, eso se llama envidia, Serena. –Me acerqué de nuevo a ella y rodeé mi brazo delante de su cintura.

-¡Claro! Ahora es envidia. –Serena cruzó su brazo en mi cuello. –Vamos, que nos toca un buen trecho que caminar. –Caminamos sin tomarnos de las manos, sólo disfrutando de la cercanía y en silencio, como temiendo romper el momento. Pasamos, casi sin mirar, a los pocos que quedaban en la fogata. -Por lo visto, mucho sake y poca resistencia.

-¿Crees? No deberían beber, son menores de edad. -respondí al mirar a algunos cuantos, que estaban dormidos sobre la arena.

-¡Ya, ya! Sé que no eras precisamente el muchacho que rompía las reglas, pero no me vas a negar que sea algo anormal.

-Bueno, pero tampoco es normal, digo, cada cosa a su edad. -Sostuve yo. Serena roleó los ojos, pero sonrió.

-Nunca cambias, Darien, nunca cambias.

-Creo que no, pero supongo que así me quieres ¿verdad? -le dije en tono juguetón.

-Así es, Darien, así te amo. -Ella se abrazó a mí y yo pasé mi mano por su espalda, caminando de nuevo en absoluto silencio, besando de vez en cuando su cabeza, sin pensar ya mucho en lo demás.

Cuando llegamos a casa de Haruka, Serena y yo seguíamos con la ropa húmeda, pero ya no tan mojada como antes. Hacía mucho calor en el ambiente y Serena observó con la misma sorpresa la casa de las chicas.

-¡Vaya con esto para que sea una casa de playa!

-¡Verdad! Yo también opiné lo mismo, es demasiado.

-Lo que hace ser reconocida violinista, reconocida corredora de autos y encima pintar más que bien y tocar el piano como los dioses.

-Jajajaja, yo creo que sí lo es, por eso es que tienen esta casa ¿no? Que dicho sea el paso se lo dije y se burló un poco de mi queja. -Me acerqué a abrir la puerta y Serena estaba a un lado mío. No dijo palabra alguna y entramos en silencio a la casa. Ya con calma la pude ver grosso modo como era la estancia: Paredes blancas y color mostaza, intercaladas en cada pared, estante de maderas de color natural, con sus repisas sobre las que había botellas de vino, licores… sake. Serena caminaba por el primer piso y observaba los ventanales con sus cortinas de tul blancas. Dio una vuelta alrededor de la mesilla de centro y se quedó observando las fotografías de las chicas. Yo seguía observando el pequeño bar, con sus copas y vasos para distintos licores.

-De verdad que tienen todo para poder hacer grandes reuniones aquí.

-Sí, ellas no se minimizan ni controlan en nada ¡Cómo ser un adulto así! -Serena estiró sus brazos y volvió a bajarlos, llevando sus manos hacia la cabeza. -Cuando recuerdo como fui hace un par de años, me sorprendo de cómo he ido evolucionando, antes solo soñaba con poder salir con Molly, ir a las tiendas, comer pasteles, dormir, ver la tele, leer mangas. -Serena suspiró y se acercó a un banco cerca de mí. -Ahora veo las cosas desde otro punto de vista, que me preocupo por cosas que tienen importancia…

-¿Y qué tiene importancia? –Me acerqué a Serena, cortando sus palabras. –Nadie dice que no pienses y tomes importancia a las cosas que son serias en la vida, pero eso no significa que debas dejar de vivir, Serena, de vivir esas cosas simples de la vida pero que al final le dan el brillo a nuestro día a día.

-Sí, pero igual, Darien, es solo una comparación de quien soy ahora luego de tantas cosas nuevas.

-Te diré por qué es que estoy aquí. –Me senté en el banco del bar cercano a ella, mirándola de frente. –Cuando en la universidad nos dieron libre por un evento que habrá, pude haberme quedado, pasar mis días con Cedric, avanzando tareas, viendo a William y quizá hacer un viaje en auto por carretera. –Serena entrecerró sus ojos haciendo un gesto de conejo muy gracioso. –esa opción no hubiera sido mala y seguro tendría buenos recuerdos que contar si así lo hubiera hecho, pero tuve la opción igual de loca de venirme, y digo loca, porque hacerse un viaje de más de 24 horas para estar aquí, es algo que muchos se lo pensarían, sin contar con el dinero. –Serena rió. –y bueno, mi pequeña aventura de estar aquí contigo, ahora, hubiera sido considerada para muchas personas algo innecesario, pero creo que es justamente por esto que valoro más el poder estar contigo y puedo decir que hasta atesoraré los minutos que usé al llamarte, al jugar en el mar, estar contigo aquí, hablando. –Serena se acercó y tomó mi mano, besándola. –Quiero que todo lo que suceda en estos días, así sean algo sencillo o que creas que no es de importancia, lo disfrutes mucho, tal como yo lo haré, Serena.

Ella colocó sus manos sobre mis piernas y se acercó a mi rostro, primero jugó con mi nariz y la suya, mientras pegaba su frente a la mía.

-Para mí todo momento que disfruto contigo me es importante, nunca deja de tener un valor para mí, porque eres una de las personas más importantes en mi vida. –Serena terminó acercándose de nuevo a mis labios, luego de tomar aire. Le respondí el beso, primero, con esa lentitud y suavidad con el que se empiezan algunos besos, para luego acercarla con mis manos, tomándola de sus lados, a mi cuerpo, para besarla más intensamente en el trayecto de nuestros movimientos. Serena apoyó las palmas de sus manos en mi pecho, de manera firme, sosteniéndose, respondiendo a mi necesidad de ese beso, levantándome del asiento, mientras mis manos recorrían con paciencia su espalda sobre su vestido. Ella fue más rápida, pues llevó sus manos debajo de la camiseta y acariciaba mi pecho con sus manos. Sonreí.

-Estás ejercitando ¿no? Porque no tenías el pecho así de firme antes. –Decía ella sobre mis labios, sin separar del todo el beso, respirando entrecortadamente.

-¿Se nota el esfuerzo diario?

-Claro que sí y le sacaré provecho. –me respondió levantándome la camiseta y yo subiendo mis manos para facilitarle el acto. Cuando tiró la camiseta por un lado del piso, acercó su cuerpo a mi pecho, sintiendo sobre mi piel su cuerpo tibio y húmedo todavía por el vestido. Ella llevó sus manos a su espalda y bajó el cierre del mismo, colgándolo en el respaldar de uno de los bancos. La miré de pies a cabeza, examinando su cuerpo. Su piel, antes pálida, había tomado un color muy bonito por sus horas en el sol y resaltaba bien en ese bikini color blanco con ligeras líneas azules.

-Creo que tienes que venir cada verano, te sienta bien. –dije al momento que la atraje hacia mí de nuevo, besando su hombro con delicadeza.

-Te diré que este es uno de los regalos que tenía preparado para ti… -Me respondió, ladeando la cabeza, invitándome a que besara su cuello, lo que hice sin dilación, aunque disfrutando del tacto de mis labios sobre su piel, perdiéndome en esa combinación de aromas cítrico con mar. Serena enlazó su brazo en mi cuello cuando la tomé de la cintura y dio un brinco, cruzando sus piernas en mi cintura. Nos miramos un momento a los ojos, perdiéndonos en nuestras miradas, para terminar besándola con desesperación, casi succionando sus labios en los míos, presa de un fuego que no quería apagar. Serena no dejó nunca de responder al mismo ritmo de ese beso, mientras sus manos se sostenían en mis hombros. Caminé con ella, subiendo las escaleras del segundo piso, con cuidado, apoyándome en la pared, de lado, hasta que llegué a la puerta de la habitación y la abrí como pude, sin dejar de besarnos, ya con nuestras respiraciones agitadas.

-Sabía que… debajo de toda esa… preocupación por mí, había un gran deseo… –Susurró ella como pudo, dentro de mi boca, mirándome con toda la intención del mundo.

-Nunca te lo negué, Serena… -Le respondí, cortando el beso. Ella puso sus pies al piso y luego rió.

-¿Sabes una cosa, Darien? –Palmeando mí pecho. -Hemos perdido nuestros móviles en algún punto del mar…

-Nada que el dinero no pueda comprar. –Respondí acercando mis labios a su mejilla, bajando mi beso por lo largo de su rostro, lentamente, recorriendo su barbilla, su cuello, sus hombros. Respiré del hueco de entre su cuello y su hombro, mientras ella pasaba sus manos por mi cabello, haciéndome sentir muchas cosas que antes no hubiera reconocido. Mis manos volvieron a cobrar vida propia, ahora por sobre su piel desnuda que no me permitiera sentirla antes por su vestido, y al llegar al listón de la parte superior del bikini, lo jalé, desprendiéndola de sobre sus pechos. Serena, al sentirse libre de la prenda, se acercó a mi pecho, juntando nuestros cuerpos y comenzando ella a besar mi cuello, pero tan distinto… me besaba despacio, sin prisa, bajando su rostro hacia mi cuello y uno de mis hombros. No puedo explicar la emoción exacta de sentirla, en ese momento, tan decidida, tan libre, más que aquella primera vez… como si ella hubiera estado esperando a que ese momento se diera y eso la tenía tan decidida en cada uno de sus actos y movimientos, que solamente me quedó pensar que cuando se ama verdaderamente, se debería ser libre de tabúes y dejarse atrapar por los sentimientos que nos embargan.

Serena caminó a tientas a la cama, llevándome con ella, y cuando se topó con mi maleta sobre la cama y los sobres con todas las cartas de hacía un año, que estaban encima de la cama, dentro de una bolsa, ella se separó de mí.

-¿Qué demonios? –pero no lo dijo molesta, más bien sorprendida.

-Mis cartas, todas, escritas por ti… -Respondí mirando su reacción.

Serena sacó los sobres de la bolsa, y riendo, los aventó, cayendo todos los sobres de las cartas sobre la cama, el piso, la maleta. Sacó la última y la puso en el suelo, para luego tomar mi mano y mientras ella se tumbó de espaldas a la cama, ella me llevó consigo, comenzando a besar profundamente, desordenas por toda la cama, las cartas de Serena, que al final eran mías, debajo de ella y a su alrededor. Y yo no me opuse, la besé, la besé realmente con intensidad. Volví a bajar mis labios a su cuello, dejando una estela de besos húmedos, que ella aceptó encantada cuando sentí un respiro contenido en lo profundo de su ser. No dejé de besarla, solo sentía su piel sobre mi pecho desnudo, cuando seguí bajando por la piel de su cuerpo, hasta dirigirme, sin pensar, a uno de sus pechos, besándolos, lamiendo y succionando a mis anchas, escuchando sus suspiros, su respiración entrecortada y sin compas. Mis manos no dejaban de moverse por su piel, que la sentí más irresistible que nunca antes, acariciando el contorno de su cuerpo, hasta pasar, como si fuera la ligereza de una pluma, por su otro pecho, acariciándolo y perdiéndome en las sensaciones que me despertaba toda ella. Si Serena no hubiera estado convencida de lo que quería, no me hubiera permitido dejar avanzar con tanta facilidad, aunque sentía el estremecimiento de su cuerpo sobre mis manos. Levanté mi rostro por un momento, y vi su sonrojo febril; sus ojos, entrecerrados; sus labios, mordiéndolos con suavidad, hinchados y rojos por la cantidad de besos que estábamos compartiendo en ese momento.

-¿Pasa algo? –Preguntó con ansiedad en la voz y por el deseo.

-Nada –respondí acariciando su mejilla. –Quiero aprender todas tus reacciones, cada una de ellas, memorizarlas en mi cabeza y recordar siempre este momento. –Ella se inclinó hacia mis labios, volviéndolos a besar con ímpetu, sin soltarme y sus manos ¡Algo que no me lo hubiera imaginado antes! Bajaron hacia mi pantalón, sintiendo sus manos nerviosas, no sé si de nervios o de ansiedad. La miré y me separé de ella, desabrochando la bermuda que llevaba, aunque ella tiró de la tela del pantalón hacia abajo, igual sonriendo, terminando de sacar mi prenda veraniega.

En ese momento, sentí que mi piel quemaba por completo, más cuando mi piel, sin la tela de por medio, sintió la suya propia, tibia, húmeda por el sudor de nuestros cuerpos, volviendo a acariciarnos mutuamente, ella explorando, yo sintiendo, ambos aprendiendo a reconocernos en esas lides que aún éramos nuevos uno con el otro. No dejé de besarla, comenzando con su otro pecho y un gemido salió de lo profundo de su garganta, apretando con cierta fuerza sus manos sobre mi cabeza, pasando sus manos por mi cabello. Me volví a perder en esa simple caricia venida de ella y en respuesta, las mías solo eran el resultado de lo que en ese momento estaba sintiendo. Mis labios, poco a poco comenzaron a bajar por lo largo de la piel del medio de su pecho, de su abdomen y mis manos pasaban con presión sobre la piel de su cintura y caderas, deteniéndome en la baja espalda, sujetándola. Serena se estremecía encima de mis manos, vibraba, y yo, seguía bajando y acariciando su piel con mis labios. Las manos de Serena se detuvieron en mis hombros y las detuvo con presión.

-Darien… -Dijo desde lo profundo de su garganta.

La observé con atención un momento. Su cabello desordenado, desparramado encima de las almohadas, la expresión de deseo, de necesidad, lo eran todo. Me volví a acercar a sus labios y los tomé con intensidad, pasando la punta de mi lengua por sobre sus labios, que ella entreabrió, permitiendo mi entrada, explorando con mi lengua el interior de su boca. Ella entrecruzaba su lengua con la mía y fue una sensación mucho más placentera, una nueva sensación que me gustaba. No nos dejamos de besar, nuestras manos no tenían tregua en nuestros cuerpos y cuando comencé a bajar la parte inferior de su bikini, el cuerpo de Serena vibró. Su respiración más agitada, sudorosa, los ojos brillantes, todo era un cuadro perfecto. Ella sonrió, con una sonrisa más de placer que de cualquier otro sentimiento, tomando la orilla de la tela de mi bóxer, para después, con sus pies, que subió recorriendo lo largo de mi pierna, comenzó a bajarlo, con lo que también dejé escapar un gemido desde lo profundo de mi garganta. Serena parecía encantada de ver mis reacciones, y siguió bajando, hasta llegar a mis pies, con lo que me moví un poco y retiré los mismos. Mi tarea no fue complicada, solo era desatar a los lados ¡Y ya estaba! Tiré la prenda a un lado de la cama y Serena giró, sonriendo, quedando a un lado de la cama, para acercarse a mi cuerpo, quedándose sobre mí. Sus ojos no dejaban de moverse y sus pupilas estaban dilatadas. De repente sus manos se pusieron sobre mi pecho, comenzando a recorrer toda mi piel lentamente, para acercar su rostro a mi pecho y besarlo con paciencia, haciendo lo que yo antes. Coloqué mis manos por encima de sus caderas, acariciando el contorno y cerré los ojos, sintiendo que me había perdido por completo, no… estaba perdido desde que la vi a mi llegada.

Explorando nuestros cuerpos, acariciando y besándonos, volví a girar con Serena, quedando encima de ella, mirándola con una pasión que desbordaba todo gesto, sentimiento o palabra… solo la volví a besar, jalando sus labios, mordiéndonos ligeramente. Ella reía. Con mis manos la acerqué a mí, acariciando su rostro, pasando la yema de mis dedos por su contorno, y por respuesta, Serena cerraba los ojos, dejando sus labios entreabiertos. Tras acariciar su centro con suavidad, verla estremecer, tomando la tela del cubrecama con sus manos, estrujándola, volví a hacerlo un par de veces, ella no dejaba de vibrar, de mover sus piernas, arquear su espalda, impulsada seguramente, por las sensaciones de placer, parecida al de una corriente eléctrica. Cuando supe, por su manera de respirar, sus susurros y gemidos, que ya estaba lista, recorrí con mi mano su muslo para apartar luego sus piernas. Serena se tensó ligeramente, pero no dejé de apartarlas, y tras acariciar su rostro, me introduje en ella, de a pocos, observando cada reacción de su cuerpo. Serena se aferró a mis hombros, presionándolos con fuerza, tomando aire y reteniéndolo, para luego exhalar despacio. Cuando por fin estuve totalmente dentro de ella, Serena me miró a los ojos.

-¿Te vas a quedar ahí o qué? –preguntó agitada, sin dejar de verme a los ojos.

No necesité una palabra más… comencé a moverme lentamente, tomando sus manos que mantenía estrujando el cubrecama, y enlacé mis dedos entre los suyos, sin detenerme, dejando que nuestros cuerpos siguieran unidos, conectados, gozando. Serena tras un momento, enlazó sus piernas en mis caderas, sosteniéndose, casi con firmeza, y comenzó a moverse con la misma fuerza que yo, dejándose llevar, sin ponerse a pensar en si lo que hacía estaba bien o mal. Mi respiración era cada vez más fuerte y sin control, la de ella iba por el mismo camino y mantenía sus manos firmes en mis hombros. La acerqué a mi pecho y Serena enlazó sus brazos, dejándolos colgados. Su frente la pegó a la mía, su mirada, con las pupilas dilatadas, se clavaron en mis ojos. Mis manos acariciaban su espalda y la retuve ahí un momento, reteniendo la respiración, sintiendo que la sensación de placer estaba a punto de estallar. Mis piernas las entrecrucé en la cintura de ella y vi fuego en su mirada. Nuevamente comenzamos un vaivén de nuestros cuerpos, Serena movía sus caderas de tal modo, que me ahogaba en mi propio placer. El rostro de ella me decía que estaba disfrutando de estas nuevas sensaciones, mucho más libre que aquella primera vez, seguramente porque en el tiempo que estuvimos lejos, tuvo el tiempo suficiente de pensar en esta nueva etapa de nuestra relación. Me acerqué a su cuello y lo besé, succionando su piel, jalando con mis dientes. Ella dejó escapar un respiro profundo y pasó sus uñas por mi espalda, pero no dejé de recorrer de nuevo su cuello. No dejábamos de movernos, cada vez más rápido, en movimientos y estocadas más fuertes y seguidas, sin dejar de besarnos o acariciarnos. Serena dejó escapar un respiro ahogado, un grito que salió de lo profundo de su garganta, entreabriendo los labios, cerrando sus parpados. Besé sus labios de nuevo, volviendo a acariciar mi lengua todo su contorno. Nuestras bocas se tomaron con desesperación, y cuando la pasión por fin estalló dentro de nuestros cuerpos, nos quedamos inmóviles, respirando entrecortadamente, tratando de volver a la calma. Pasé mis dedos por sus cabellos, dejándolos detrás de la oreja, mientras ella no soltaba del todo mis labios. Luego de vernos y sonreírnos uno al otro, nos dejamos caer sobre la cama, con nuestros cuerpos temblando del placer que nos había alcanzado. Cuando nuestro palpitar comenzó a regularizarse, Serena volvió a mis labios, abrazados como estábamos. Me besó con calma, pero jalando con sus labios los míos de tanto en tanto y yo acariciaba su cuello con mis dedos, por donde una mancha roja había aparecido.

-Me sentí… -comenzó a decir cuando se separó de mis labios. -No hubiera imaginado… no se me hubiera cruzado jamás por la cabeza todas… y cada una de… de estás sensaciones que he sentido.

-Y cada nueva vez será mejor y descubriremos cosas nuevas… -Besando su frente. -Para mí también fue algo sumamente… -Me separé de Serena y estiré mis piernas, pero sin dejar de abrazarla, dejando mis manos en la parte de delante de su cintura. -Sumamente excitante…

-Es genial, genial poder usar esa palabra, ¿verdad? Excitante... -Tamborileando con sus dedos mi mano.

-Pero es mucho más genial cuando también disfrutas todo esto con la persona que amas, Serena, porque cuando amas, cobra un significado diferente al solo el placer.

-Lo sé, claro que lo sé, más ahora contigo, que estoy conociendo y aprendiendo a reconocer las reacciones de mi cuerpo cuando me tocas… -Besé un lado de su cuello, al escucharla expresarse así. -Darien, te amo, te amo tanto, que ya no me imagino cómo sería una vida sin ti…

-No habrá una vida sin nosotros, Serena, no la hay ni la habrá. -Me acerqué más a su cuerpo.

-Puedo vivir mi vida lejos de ti pero…

-Pero no sin mí y yo tampoco puedo hacerlo, podemos estar lejos, pero no sin nosotros. -Serena se volteó y me miró a los ojos, dándome un beso por encima. -Sigo sin poder creer que estás aquí, a mi lado, que estoy en tus brazos y que nadie me va a separar de ti.

-Nadie nos va a separar, solo la universidad cuando tenga que regresar. -Dije un poco en burla.

-¡Wow! Voy a tenerle celos a Harvard.

-No es necesario, porque a Harvard no lo amo, amo a la chica más maravillosa que el destino me puso en el camino, a la única que me sacó de mi ostracismo hace unos años…

-¿Verdad? Nadie jamás te hizo sonreír como yo lo he hecho.

-Nunca. -Besé la punta de su nariz. -Nadie me ha hecho tan feliz como lo has hecho tú, con nuestras viejas discusiones de antaño, que suelo recordar, porque era la única manera que tenía de acercarme a ti.

-Lo sé, Darien, lo sé, quizá antes no, cuando te conocí, apenas entendía porque eras tan pesado y me molesté mucho. -Serena hizo un gesto de conejito en su rostro. -Incluso, como alguna vez te confesé, tuve celos de Rei, porque salía contigo. -Me reí. -¡Es la verdad! Yo no entendía por qué sentía tan feo cuando supe que salías con ella, nunca me lo supe explicar bien y lo mismo pasó cuando posamos para el retrato de Margaret Sullivan… me sentía nerviosa viéndote a mi lado.

-Es que ya me amabas con locura y pasión. -Dije besando sus labios por encima.

-Eres un maldito arrogante, amor ¿Lo sabías?

-La única cosa que puedo decirte porque la sé, es que toda mi vida he añorado tu luz… y ahora es parte de mi camino, Serena…

Tomé a Serena en mis brazos y la llené de muchos besos por todo el rostro. Luego de sostenerla un momento, abrí las sábanas de la cama, pero muchas de las cartas cayeron al suelo, deslizándose por el cubrecama. Cubrí a Serena con las sábanas y recogí mi tesoro, porque eso eran las cartas de Serena, sus sentimientos. Cuando tomé todas las que estaban alrededor, Serena había tomado otras tantas que habían quedado ahí. Me acerqué a la cama, y prendí la lamparilla que estaba sobre el velador, entrando en ella y Serena se acercó a mí, sacando una al azar. Sonreí y comenzó a leer:

Mí amado Darien:

¿Qué pensarías si llegara a nuestras vidas una niña que pudiera ser nuestra hija o nuestra nieta? Ya sé que suena descabellado, aunque no debiera luego de conocer a Rini, pero… ¡Ay Darien! Sea que sea nuestra hija o nuestra nieta, el ver a Chibi Chibi, si es que ese es su nombre, porque con las justas balbucea eso o repite la última palabra de una oración, es el resultado de lo mucho que nos amamos, porque la profecía y todo ese tema sobre Tokio de Cristal ya ni me interesa mucho, sólo me interesa saber que estaremos juntos, viviendo la vida que habíamos planeado, o al menos la vida que supimos que tendríamos.

Verla me trae en la cabeza recuerdos fantásticos sobre Rini, aunque claro, aquí entre nos, esta niña es incluso más amable y linda que el demonio de Rini, pero no importa, igual la recordé. La estoy extrañando mucho, Rini me hacía compañía y cuando estábamos los tres, pues… ya sabes, me sentía como si por fin hubiéramos formado nuestro hogar. Extraño esa sensación de calidez que me brindabas, cuando me protegías y me abrazabas. Supongo que tengo un trastorno de recuerdos y añoranzas. Cuando te fuiste de viaje, debo decir que me sentí sola, pensando que ya Rini había vuelto al futuro y que tú te irías a Harvard. Bueno, supongo que eso sienten las madres cuando sus hijos se alejan por equis causas ¿no?

Todo el día me he imagino lo que sería que conocieras a Chibi Chibi y me dijeras si crees que de verdad se parece a mí o no. Quizá hasta encuentres cosas tuyas, como su buen corazón y desinterés, que es ordena, más que yo -a estas alturas cualquier es más organizado que yo. -Creo que también tiene el mismo tono de ojos azules que tú. Me gustaría que en verdad fuera nuestra hija, así podré imaginar lo felices que seremos. ¡Noooo! ¿Ves como mi cabeza se dispara? Soy un desastre, lo sé, pero ya ni drama hacer, por el momento, creo que no puedo controlar mis sentimientos de amor por ti al punto que sueño despierta contigo. ¿Necesitaré tratamiento? Espero que no, porque no me sienta bien tener que confesarme con un doctor que ni conozco.

Y la pregunta de rigor ¿Te encuentras bien? Espero que no estés bebiendo mucho café, he leído que a veces puede enfermar si se abusa y no quiero que te pase nada estando tan lejos como para cuidarte. Tengo ganas de velar por ti como tantas veces antes he hecho, pero claro, ya me esperaré a tu regreso y que te de una gripe de esas que te tumban a la cama y no hay nada que hacer para controlarlo.

Hoy el sol brilla, el cielo es azul y mi corazón está en paz, porque tiene la certeza de que tú estás conmigo.

Darien, debo dejarte ya, te estoy escribiendo desde el salón de clases y debo responder unas horribles formulas de éste pésimo curso que es física. Todo sea por el saber -Y fundirme sola en el examen para la universidad. Próximamente…

Te amo mucho, amor…

Tuya,

Serena.

Mi amada jovencita terminó de leer y guardó la carta luego de colocarla en el sobre. Sonrió y se abrazó a mi pecho.

-¿Cómo las conseguiste?

-Resulta que tus cartas llegaron a la universidad y las guardaron todas en admisión académica o alguien de la facultad me reconoció como el dueño de las cartas, pero la cosa es que un día aparecieron, simplemente aparecieron a la puerta de mi habitación y no hubo un día desde que las recibí que no las leyera, tanto así que muchas, me las sé de memoria.

-Me preguntaba todo el tiempo dónde es que estarían, cuando volviste a la vida… Me dije que gasté muchas palabras en escribirte para nada, pero ahora esto tiene un significado tan distinto…

-Así es, porque al final sí me llegaron…

-Pero en un momento en que ya las aguas se calmaron, en el que ya no vivo con el drama a dentro del cuerpo. -Cuando dijo eso, la tomé del rostro con ambas manos.

-Pero todo lo que te pasó ese año, Serena, todo, se vio reflejado hasta hace poco y aunque sé que ahora reconoces tus errores en ese tiempo, por tampoco hablar claro con tus amigas como debiste hacer, igual fue un golpe que yo no supe entender… lo entendí todo cuando me abriste tus sentimientos por medio de esas cartas. -Besé su frente y luego ambas mejillas. -Por eso, Serena, no minimices esas cartas, no lo hagas nunca, son mis cartas, las cartas que durante cerca de un año me escribiste.

-¿Tienes algo que decirme sobre todo eso? -Me preguntó preocupada. -Sea lo que sea, así sea sobre Seiya…

-Solo una cosa y no tiene nada que ver Seiya. -Le dije sin soltar su rostro. -Nunca más vuelvas a callar cuando te encuentres en una situación de tristeza, angustia o ansiedad, compártelo con aquellas personas a las que confías por sobre todas las cosas, porque tarde o temprano explotarán en nuestras narices, a demás que nadie resiste tanto sin compartirlo.

-Lo haré.

-Y cuando haya alguna duda con tus amigas, cuando las chicas o tú tengan algo ahí que… bueno, que resolver, pues enfréntalas, es mejor aclarar todo para que no vuelvan a pasar lo mismo de este año.

-Siempre preocupándote por todos.

-Cosa que no me molesta, menos si tiene que ver contigo y las personas que aprecio. -Serena acarició mi cabello y luego me dio un beso despacio y lento.

-Vamos a dormir, porque ya es mañana y no habrá quien nos mueva de aquí.

-¿Realmente quieres salir de aquí? -Pregunté al momento que me acomodé en la almohada y abracé a Serena, pasando mis manos por delante de ella, acomodándose igual en una almohada.

-No, obvio que quiero estar contigo, no me apetece estar en otro lugar. -habló quedamente.

-¿Y si lo intentamos…? -Pregunté con inocencia, besando su cuello.

-Es algo que nunca me hubiera imaginado… -Me dijo con voz suave.

Ese día se quedó dormida en mis brazos y yo lo único que hice fue retener su imagen en mi cabeza, con su expresión tranquila, una media sonrisa pintando su rostro, su cabello rubio desparramado por la almohada, respirando acompasadamente.

Serena y yo decidimos volver a Tokio el día miércoles, porque decidió que ya tenía suficiente de sus clases de pintura y quiso compartir conmigo el tiempo que me quedaba, porque esos días se irían rápido, así que Serena le avisó a su mamá que había llegado a Hokkaido y que por eso quería regresar, porque no quería dejar de pasar un momento conmigo. Ikuko aceptó, así que el miércoles por la tarde comenzamos nuestro viaje a Tokio. Los días que pasamos juntos, fuimos a la playa, nos tumbamos en el sol, nadábamos un rato, paseábamos por Hokkaido, incluso hicimos el desayuno para nosotros, comíamos y cenábamos fuera, paseábamos en las noches y luego de finalizar nuestro día, terminábamos haciendo el amor, disfrutando mucho de nosotros y de nuestra cercanía. Descubrir en nosotros nuevas facetas, distintas reacciones de nuestros cuerpos, de nuestra piel con el tacto de la otra, el placer de estar juntos, pero sobre todo el amor más grande que nos demostramos y sentimos en esos cortos días juntos, fue algo que no tuvo ni tendrá precio. Serena y yo habíamos empezado una nueva etapa en nuestras vidas, una que sería el marco para todas aquellas cosas que esperábamos con ansias, que queríamos proteger y todo gracias a esa escapada junto a ella en ese momento de nuestra relación. Serena fue desde ese momento se convirtió en el objeto de mi afecto, en el regalo más grande que la vida me había regalado y no pensaba dejarla más.

-Darien, nunca voy a olvidar todo esto que he vivido a tu lado, han sido los momentos más maravillosos que he conocido y que he disfrutado. -Dijo sentada a mi lado en el último avión que nos llevaría a Tokio. Había sido una tarde tranquila entre ambos vuelos y ahora estar a un paso de volver a nuestro lugar era lo que nos mantenía con ánimo. Yo no la soltaba y disfrutaba del momento.

-No te preocupes por eso, Serena, y estos días en Tokio serán igual de especiales, ya verás, sobre todo porque vamos a poder estar en nuestro medio.

-Sí, en casa, con las chicas… Andrew estará feliz de verte.

-Sí, seguro que sí. -Dije besando su mejilla.

-Darien ¿vendrás en navidad? –Su tono era ansioso y esperanzador.

-No lo sé, Serena, es muy pronto para decirlo. –Dije dándole un toque en su nariz.

-Espero que sí, porque puede que te tenga una sorpresa para navidad.

-Nada me daría más gusto que así sea, Serena, a demás… -Tomé mi maleta de la laptop y de un lado, saqué una bolsita de terciopelo azul. –Toma, sé que es tarde, pero ¡Feliz cumpleaños!

Serena se abalanzó sobre mí y sacó de adentro una cadenilla de plata con un dije de plata con dorado con un pequeño conejo sentado sobre una luna menguante. Serena me miró y ayudé a colocarle la cadena. Luego la tomé sobre mi palma.

-Creo que es lo mejor fotografía para ti. –Le dije al besar su mejilla.

-¡Darien! –Me palmeó ella el brazo. –Está precioso, gracias, pensé…

-¿Qué no te traería nada por tu cumpleaños?

-Sí, es que fue hace más de un mes…

-Así fuera, no iba a dejar de traerte algo. –Acariciando su mano, donde llevaba el anillo que le regalara hace más de un año.

-Entonces yo te debo un regalo.

-Puede ser que me debas uno, pero yo creo que con estos días cubriste la cuota. –Reí bajito sobre su cabeza.

-¡Estás bien pesadito hoy! –Me dijo acariciando mi pierna.

El viaje transcurrió tranquilo. Cuando por fin llegamos a la puerta de salida, a lo lejos se veían un grupo grande de chicas, a quien reconocí enseguida. Las chicas llevaban consigo una banderola que decía en letras grandes ¡Bienvenida Serena! Conforme nos fuimos acercando, una de ellas, a la que reconocí la voz de Mina, dijo:

-Hubiéramos puesto mejor bienvenidos principitos… -Escuché la risa de todas y Serena me detuvo, me miró a los ojos y sonrió.

-Todo como antes…

-Es que estamos en casa, con los nuestros… -Murmuré yo besando la mejilla de Serena, mientras las chicas daban pequeños silbidos y luego vi como se acercaban corriendo a nosotros.

No puedo dejar de decir que me esos días con las chicas, con mi amigo Andrew, al cual vi y compartimos algunos de mis días –Y digo algunos, porque la mayoría se los dediqué a Serena, con quien ocupamos nuestra agenda diaria casi al completo. –fueron de los mejores que recuerdos que tuve, que me llevé a USA y que hasta el día de hoy sé que no se repetirán… aunque vengan algunos mejores, nunca dejaré de recordar lo que viví con ellos, pero especialmente con Serena, que pese a sus equivocaciones, ella aprendió que la vida no es tan fácil o color de rosa como uno se imagina, pero que la vida misma, con todas sus dificultades, es lo más maravilloso que existe, porque cada una de las personas que se nos cruza en la vida, nos dejará siempre algo, sea recuerdos, una enseñanza, una prenda de amor, cariño, amistad y respeto, sin contar con las personas que nos pueden dejar recuerdos amargos, dolorosos, tristes y hasta odiados, pero todos, cada uno de ellos llegaron a nuestras vidas para algo. Los sentimientos que las cartas de Serena revelaban, no sólo eran una muestra sobre la vida de ella en un determinado tiempo de su vida, era el ejemplo más grande sobre todo lo que digo aquí.

Cuando veo esta bolsa plastificada con todas las cartas de Serena, me pongo a pensar también en la evolución de una persona, en la transformación, no solo física, sino la de pensamientos, sentimientos y posiciones sobre la vida, es hablar también del crecimiento paulatino de una jovencita que aprendió a tomar las responsabilidades que el destino le trazó desde el mismo día de su nacimiento, como sucedió conmigo y con cada una de las chicas que son parte de nuestras vidas y con las que compartiremos un mismo camino en este destino, pero sobre todo es hablar de una persona tan humana como cualquiera, aunque vista un trajecito de marinera y se llame Sailor Moon.


Buenas noches con todos, quiero agradecerles por seguir esta historia desde sus inicios, allá por el 2008. Muchas cosas pasaron desde su inicio hasta el día de hoy, que llega a su fin una de mis primeras historias –la primera realmente para Sailor Moon, ya en foros sobre Potter había publicado un par de historias. –y a la que siempre le tuve cariño, aunque hubieron momentos de desesperación, momentos en que me cuestionaba qué era lo que estaba haciendo. La inseguridad es un tema que me viene por intervalos, pero creo que al final, como siempre lo dije, terminaría la historia. ¿Acá acaba? Bueno… es el fin, pero ¿Tendrá epílogo? Mmmm… jajaja, esperemos que si xD

Quiero darle las gracias a Ximena, especialmente, porque ella creyó en mí hasta el final, espero no defraudarte, amiga, sé que estás full, pero la historia no se va, está aquí y tienes todo el tiempo del mundo para leerlo y decirme la vida entera xD

Lo mismo a Clara, ella no lo sabe, es más, ella ni lee la historia, pero agradezco su presencia, sus ánimos en este último capítulo, sobre todo porque las pocas veces que pudimos conversar, no le podía hacer el caso que ella se merece…

Y un agradecimiento a todas ustedes, por sus ánimos en sus RWs, por esperar, tener la paciencia de escribirme, de pedirme publicar como de creer en mí y en el fin de este fic. A todas las chicas que no tienen cuenta, un beso enorme y espero me sigan en mis siguientes one shots y otros proyectos, sean con mis grandes amigas, las Four Ladies, o los personales. A las que tienen cuenta, les responderé por el mismo medio.

Un beso y por favor, no se preocupen, me encanta leer RWs, dejen muchos, largos, y digan todo y cada una de las cosas que quieran decirme.

Hasta la próxima? xD