But if

"¿Qué debería hacer?"

Sentado frente a las ventanas cerradas de uno de los pisos más altos de la Orden, Allen reflexiona sobre los últimos acontecimientos. Afuera el sol ha trazado una parábola perfecta en el cielo y comienza a hundirse entre las nubes congeladas que han tomado una tonalidad dorada y roja. Sus ojos se deslizan a lo largo de las sombras que la luz proyecta por la habitación, y suspirando, siente cómo los dientecillos de su golem le acarician una oreja.

"¿Tú qué piensas, Tim?" inquiere, sonriendo, y Timcampy repta por la curvatura de su cuello frotando la mejilla regordeta contra su piel.

Por un breve periodo de tiempo, Allen cierra sus ojos y un pequeño suspiro abandona sus labios. El contacto frío del cuerpo de Tim sobre su cuello no parece del todo desagradable, y momentáneamente no puede evitar que su subconsciente relacione el suave toque del golem con los anhelados dedos del escritor.

Definitivamente no se encuentra bien, y negárselo a sí mismo no parece la idea más correcta. Allen siempre ha creído firmemente en decir la verdad, sin importar lo cruda que ésta pueda ser, y ésta vez no debería ser la excepción.

"Tienes razón." Concede, cuando el golem trepa de regreso hacia la parte superior de su cabeza. "Debería decírselo."

Aunque la pregunta correcta en estos momentos no es qué hacer, sino cómo debería hacerlo.

Ahora que lo piensa, hasta el día de hoy no ha sentido verdaderos intereses románticos por nadie. Por supuesto que le atrae Lenalee. ¿A quién no? Es decir: esas falditas tan cortas que no dejan nada a la imaginación. Y de joven por obra y gracia de su maestro fue que terminó dándose cuenta de cuánto le gustaban las mujeres de senos grandes y redondos (como trazados con un compás) que le apretaban contra su pecho diciendo lo lindo que era. Pero bueno, a final de cuentas todo aquello no fue más que las hormonas de un chiquillo en crecimiento, y en este caso todo va más allá que una simple fantasía nocturna con María.

¿Qué diría Lavi si lo primero que le dijera al intentar declararse fuera un 'me pones'?

La idea de saludar personalmente y cara a cara al Odzuchi Kodzuchi del pelirrojo no le atrae tanto en realidad.

¿Cómo debería hacerlo?

Reacomodándose en su posición sobre el balcón cerrado, las preguntas se disparan en su cabeza. Se siente mucho más confundido y frustrado que cuando se pregunta en el modo más correcto para derrotar a un akuma, y acaricia su brazo contaminado con su otra mano. En ocasiones como esta, ni siquiera su inocencia le puede ayudar mucho que digamos (a menos de que obligue a Lavi a corresponderle, pero eso tampoco parece buena idea).

¿Hablar directamente? Ni de broma. Está tan nervioso que lo más probable es que se ponga a gritar y salga corriendo antes de conseguir articular la más mínima palabra.

¿Una nota? Tal vez. Aunque nunca ha sido muy bueno con esto de escribir. Ése es más bien el trabajo de un Bookman, y pedirle un favor como aquél al Panda o al mismo Lavi sería bastante perturbador.

Tal vez si se lo dijera a través de alguien… ¿Pero quién podría ayudarle con semejante tarea? Lenalee es la primera que acude a sus pensamientos, mas no soportaría sentirla mirándole como si fuera un bicho raro, y además no es como si se hubiese enamorado de Miranda: está enamorado de otro hombre, por amor de Diós.

Claro, no es que aquello le importe mucho. ¿Por qué debería? Tanto Lenalee como él saben perfectamente lo que hace Komui con el líder del departamento de Química cuando cierran las puertas del despacho del supervisor, y si ella no tiene problema alguno con eso no debería tener problema tampoco con el hecho de que él…

Se ruboriza. Pensar con sobriedad en cuánto le atrae el pelirrojo es algo que aún le cuesta, y ahora que lo piensa ni siquiera había reparado en el pequeñísimo detalle de que en realidad Lavi es un chico. Y más encima es un Bookman. Todo aquello que tal vez podría resultar contraproducente.

¿Pero qué rayos? ¿Desde cuándo le ha importado tanto el protocolo a él?

Frunce el cejo, y mirando hacia el frente con determinación. No se ha dado cuenta de que no ha comido en todo el día. En realidad, ni siquiera ha sentido la más pequeña pizca de hambre (y tal vez el hecho de que su estómago siga lleno de mariposas podría ser el motivo), y conforme cavila -y puede ser que precisamente por lo mismo-, sus pensamientos hiperactivos viajan de un extremo de la galaxia al otro en cuestión de segundos, mientras sigue preguntándose cuál podría ser el modo más correcto para decirle a su mejor amigo que se ha enamorado de él.

Su maestro, el general Marian Cross, jamás ha tenido problema alguno para conquistar a alguien. Incluso Lenalee parece emocionarse ante la más mínima mención del hombre, y no podría negar que el sujeto, pese a ser un demonio hecho y derecho, es en realidad bastante atractivo. Incluso sus cabellos rojos y el ojo que oculta tras aquella máscara blanca le hacen recordar a su propio tortuoso motivo, y así, sin darse cuenta, inconscientemente rememora cada una de las mujeres que desfilaron por la cama de aquél hombre mientras ambos viajaban juntos por el mundo, en los traumáticos años de maestro y aprendiz.

No son los métodos de Cross los más ortodoxos, pero en realidad Allen no puede opinar mucho al respecto. Es realmente lo único que conoce, fuera del díscolo acoso de Baku o la manera en que Lou Fa se pegaba a él, y lo cierto es que ninguna de las últimas dos formas parecen haber rendido tan buenos resultados como la galantería del General.

Y vamos. No hay que ser muy listo para darnos cuenta de que Allen aún es un niño, y pese a lo mucho que detesta a su maestro, en el fondo (pero muy, muy en el fondo) le admira, y repentinamente, en su cabeza, todo parece haber cobrado sentido del mismo modo en que la luz se enciende en una habitación oscura.

Ahora ya sabe qué es lo que tiene que hacer, y sonriendo se pone de pie. A su espalda el sol ha terminado de ocultarse y por entre las nubes se asoma la pálida cara de una luna creciente que apenas si alcanza a iluminar débilmente el interior de la habitación. Fuera del hecho de que no ve más allá de su propia nariz se siente bien. De pronto incluso se da cuenta de que tiene hambre, de que no le ha visto en todo el día desde que salió huyendo de él por la mañana, y de que es probable que Lenalee o Krory le hayan estado buscando por ahí con deseos de jugar.

Y con todo aquello en mente unido a la planeación fugaz de qué es exactamente lo que debería hacer, Allen Walker abandona la habitación en la que ha pasado toda la tarde, desde que se dio cuenta de que estar en su propia habitación y durmiendo no eran lo más indicado para su problema, y se dirige a pasos largos hacia el comedor mientras canturrea una melodía sacada de sus recuerdos.

Si tiene suerte tal vez se tope con Lavi y pueda sentarse con él para cenar (y de paso arreglar lo que ha sucedido más temprano), y si no la tiene tal vez sea Kanda la persona con la que se tope. Pero qué más da. La sonrisa que le adorna el rostro nada ni nadie sería capaz de arrancársela hoy.

Nota: Definitivamente pensaba escribir mucho más, pero creo que las tácticas de Allen ameritan un capítulo propio. Espero subir la semana entrante. Muchas gracias a Yami RosenkreuZ, lavixallen, Rukis von Walde, DinastyF y MonElisa por los reviews.