VIENTOS DE ETERNIDAD
-
Nota preliminar:
"Vientos de Eternidad" viene a completar la trilogía que comenzó con "Lamentación de Otoño" y "Horizontes de Luz", también publicadas en este sitio. Está situada en el universo de Macross/Robotech, aunque en la mayoría de los casos la cronología que se ha usado como base para escribir esta historia es la de Macross. Así mismo, la mayoría de los personajes que aparecen en esta historia son propiedad de: MACROSS (c) 1982 - Estudios Nue, Tatsunoko Production y Artland. Y ROBOTECH (c) 1985 - Harmony Gold.
-
PRÓLOGO
POLVO DE ESTRELLAS
-
Ciudad Macross
9 de Diciembre 2013.
Las últimas luces del atardecer otoñal se filtraban tímidamente por las ventanas de aquel local grande y espacioso, dándole un aspecto casi mágico. Las paredes del lugar, hechas de paneles de madera, resaltaban los tonos rojizos de la luz crepuscular. Una suave melodía se escuchaba como música de fondo en el lugar que en esos momentos se encontraba semivacío
Ese sitio era el "Stardust", una cafetería que había abierto sus puertas a principios de año justo frente a la Base Militar Macross y se había convertido rápidamente en punto de reunión de los jóvenes pilotos militares y demás personal de la base después de un arduo día de labores.
Faltaba poco para que aquel local, ambientado como una cafetería de los años 40's y decorado con objetos de la época de la Segunda Guerra Mundial que eran verdaderas piezas de museo, se llenara de gente.
Al caer de la tarde el Stardust comenzaba a bullir con la alegría de las canciones de Glenn Miller y las Andrew Sisters y los jóvenes y briosos militares que acudían a aquel sitio a olvidarse por unos momentos de sus responsabilidades y disfrutar de un rato de sana diversión con los amigos y de alguna bebida e incluso una buena cena.
Pero en esos momentos todo era paz y tranquilidad en el Stardust. Un joven se dedicaba afanosamente a limpiar la barra y a ordenar algunos tarros de café detrás del mostrador, mientras que una mujer de mediana edad se encontraba cerca de la caja, hablando con un proveedor, revisando algunas cuentas y firmando recibos.
Solamente media docena de parroquianos se encontraban en el local a esas horas. En la barra un joven sargento que seguramente iba a entrar al turno de la noche a la base, tomaba un café y se entretenía en mirar el canal deportivo en la televisión que se encontraba suspendida del techo.
Cerca de la puerta una pareja de jóvenes universitarios estaba en uno de los cajones, riendo y conversando animadamente mientras un montón de papeles, seguramente pertenecientes a alguna tarea escolar, se desparramaban sobre la mesa.
En una mesa del centro del Stardust tres muchachos estaban enfrascados en un acalorado debate deportivo, a juzgar por la manera como de pronto dejaban de hablar para mirar la televisión y volver a su discusión.
Y al fondo del lugar, en la mesa más alejada, junto a un ventanal desde el cual podía verse la base militar justo al otro lado de la calle, un joven militar se encontraban absorto en la lectura del periódico que tenía en sus manos, mientras frente a él reposaba una taza semivacía de café.
Aquel muchacho hubiera podido pasar por cualquiera de los jóvenes e impulsivos pilotos que acudían al Stardust cada noche, sin embargo había algo que lo diferenciaba de ellos y que era bastante obvio a primera vista. Ese joven de cabellos negros y profundos ojos azules portaba orgullosamente el uniforme azul marino y la estrella plateada de un general de la recientemente formada UNSAF, la Fuerza Aérea Espacial de las Naciones Unidas.
El General de Grupo Rick Hunter bajó su periódico y alcanzó su taza de café. Mientras se la llevaba a los labios, su mirada se dirigió a la base militar que podía ver por la ventana. Las primeras luces del alumbrado público y del complejo militar comenzaban a encenderse tímidamente. Rick volvió a colocar la taza sobre la mesa e iba a continuar con su lectura, pero en ese momento algo atrajo su atención.
La vieja rockola, que se encontraba muy cerca de donde Rick estaba sentado, había comenzado a tocar una canción de música suave y evocadora que hizo que el piloto pusiera atención a la letra. Era una canción de los años 40's, como todas las que se escuchaban en aquella peculiar cafetería temática en la que incluso su nombre era un tema musical de la época de la Segunda Guerra Mundial.
Well, Green Eyes with their soft lights,
Your eyes that promise sweet nights,
Bring to my soul a longing, a thirst for love divine.
In dreams I seem to hold you, to find you and enfold you,
Our lips meet and our hearts, too, with a thrill so sublime.
Those cool and limpid Green Eyes
A pool wherein my love lies.
So deep that in my searching for happiness
I fear that they will ever haunt me,
All through my life they'll taunt me.
But will they ever want me?
Green Eyes, make my dreams come true.
El general Hunter sonrió tristemente y un suspiro escapó de lo más profundo de su pecho, mientras que instintivamente se llevaba la mano debajo de su uniforme, quizás con la intención de sacar de ahí sus placas militares. Sin embargo aquella acción no llegó a realizarse, pues el sonido insistente y penetrante de su teléfono satelital rompió la magia del momento.
La mano de Rick se desvió hasta el bolsillo de la casaca de su uniforme militar y sacó su celular. Lo abrió y leyó el mensaje que acababa de llegar y de inmediato se puso de pie y se colocó encima su gabardina que hasta entonces había estado descansando en el respaldo de una silla vacía. El piloto hurgó en el bolsillo de su pantalón y sacó un billete, el cuál dejó encima de la mesa, junto con el periódico que había estado leyendo. Acto seguido se dirigió hacia la salida.
- ¡Que pase buenas noches, general Hunter! – La mujer, quien aún estaba arreglando sus negocios con su proveedor, se despidió de él.
- ¡Gracias Tessie! – El piloto le sonrió y le hizo un saludo de despedida con la mano. – Buenas noches a ustedes también.
Las últimas notas de la canción que había estado sonando en la rockola se dejaron escuchar y Rick suspiró profundamente, casi como si aquellas palabras le fueran dolorosas:
Green eyes, I love you!
El piloto bajó la mirada y se dirigió a la salida.
- Mis Ojos Verdes… ¡Si supieras cuanto te extraño! No sé… no entiendo porque las cosas tienen que ser así entre nosotros… ¡Si tan solo…!
Cuando Rick salió a la calle, el aire frío de los primeros días de diciembre le golpeó el rostro y le revolvió los cabellos provocando que involuntariamente él se estremeciera un poco. Casi como por reflejo el general Hunter levantó el cuello de su gabardina y enfundó sus manos en los bolsillos mientras cruzaba la calle a toda prisa y se dirigía de regreso a la base.
Un grupo de pilotos, que en esos momentos iban de salida, se detuvieron frente a él y lo saludaron con un formal saludo militar que él devolvió sin gran ceremonia. Sus pasos lo llevaron de regreso al edificio central del complejo militar, el Edificio Uno al que comúnmente conocían como El Almirantazgo.
El lugar se encontraba semivacío a esas horas. Las pocas personas que todavía estaban por ahí presentaron sus saludos al joven general que se dirigía al ascensor. Una vez dentro, Rick desabrochó su gabardina y dejó escapar un suspiro con el que parecía querer sacar de su cuerpo el agotamiento de aquel día que había sido demasiado largo.
Salió del ascensor y se detuvo abruptamente en aquel vestíbulo semioscuro y vacío del último piso del edificio del almirantazgo. Ahí, dándole la bienvenida como siempre, un enorme escudo de la antigua RDF, ahora la UN SPACY y un organigrama en el cual los ojos del piloto se posaron de inmediato, específicamente en esa línea que proclamaba:
"Almirante Elizabeth Hayes – UN SPACY – Piso 21 - Oficina 01".
Más abajo, dentro del mismo organigrama, se especificaba que en dicho piso también se encontraban las oficinas del General Richard Hunter de la UNSAF y las oficinas del Estado Mayor de la UN SPACY, dirigido por el Comodoro Carlos Alberto Azueta.
Rick se desvió unos pasos de su camino y entró a la sala de recepciones de la oficina de la Almirante Hayes. El silencio ahí era total y la oscuridad apenas se veía aliviada por las luces del pasillo que se filtraban en la sala. El piloto llegó hasta la puerta de la oficina y tuvo el impulso de abrirla, pero se contuvo.
- ¿De qué serviría? – Se preguntó en voz alta. – No cambiaría en nada las cosas… lo único que conseguiría sería sentirme más solo y triste… ya de por sí la casa se siente tan fría sin ella…
Sacudió la cabeza y dio media vuelta para salir de ahí lo más rápido que pudiera y dirigirse a la oficina del comodoro Azueta, que se encontraba al otro extremo de aquel pasillo. Una vez allí llamó a la puerta y la voz fuerte del comodoro le indicó que entrara.
La puerta se abrió y el joven general entró a aquella oficina grande, sobria y elegante en su sencillez y frugalidad. Las suaves notas de una melodía clásica llenaban el lugar de manera casi imperceptible. La oficina del jefe del Estado Mayor, como siempre, olía a una mezcla de madera y café. Las paredes estaban decoradas con algunos escudos de la UN SPACY, un par de cuadros que mostraban antiguos navíos históricos desafiando los mares y varios diplomas y condecoraciones.
Cuando Rick entró, el comodoro Azueta se puso de pie de inmediato y lo recibió con un formal y ceremonioso saludo militar que Rick correspondió.
- ¡General Hunter! Espero no haberlo importunado.
- No se preocupe, comodoro. Recibí su mensaje, estaba en el Stardust… solo fue cuestión de cruzar la calle. Además no tenía muchas ganas de ir a casa todavía.
Rick se dejó caer en una silla frente al escritorio del comodoro y éste tuvo la oportunidad de estudiar al general de la UNSAF mientras él mismo tomaba asiento. Azueta tuvo que esconder la pequeña y casi imperceptible sonrisa melancólica que apareció en sus labios cuando se dio cuenta de lo exhausto que Rick parecía… y lo triste que se notaba; era una tristeza que no podía ocultar ni siquiera detrás de aquellos protocolos militares que ambos hombres acababan de llevar a cabo.
- ¿Estás bien, Rick? – Azueta le preguntó en un tono familiar, casi paternal. – Te veo algo… decaído.
- El día estuvo pesado. – Fue la única explicación del general Hunter. – Entonces, ¿qué es lo que hay que firmar?
- Son los reportes finales sobre la Operación Clarión. – Azueta le extendió una carpeta al piloto para que revisara su contenido. – Son en los que estuvimos trabajando hace dos días. El Consejo de Asuntos Militares y de Seguridad va a presentar el reporte anual de actividades ante el Consejo Provisional de las Naciones Unidas antes de fin de año. Hablé con el General Martín esta tarde y me pidió que le hiciéramos llegar toda la documentación pertinente a la brevedad posible. Estos documentos deben salir a Ciudad Monumento mañana mismo.
- De acuerdo. – Rick respondió mientras firmaba al calce todas las hojas que Azueta le había presentado. - ¡No lo puedo creer! ¿Cuántos reportes sobre esta operación hemos enviado desde Junio?
- Ya perdí la cuenta. – Respondió Azueta con sinceridad.
El general Hunter gruñó y siguió firmando, mientras el comodoro se arrellanaba en su silla y tomaba una taza de café que hasta entonces había estado olvidada sobre su escritorio.
El comodoro Carlos Alberto Azueta era un hombre de 52 años, marino de profesión que había servido al lado del almirante Donald Hayes en el llamado Rim Pac, las Fuerzas Aliadas del Pacífico, antes de la Guerra Espacial.
Durante muchos años había estado asignado como oficial al mando de una base militar que el Gobierno de la Tierra Unida tenía en las Islas de Revillagigedo en el Pacífico. Milagrosamente aquella base había escapado casi intacta al ataque de los zentraedis y a la Lluvia de la Muerte del año 2010.
El entonces capitán Azueta había sido transferido a Ciudad Macross durante la época de la Reconstrucción. Ahí había sido asignado, por el Almirante Global en persona, a dirigir la recientemente fundada Academia Militar Macross, dada la experiencia que el capitán Azueta tenía en campo y su gran preparación académica. Siempre había sido de todos conocido en las Fuerzas Armadas que Azueta, además de ser un militar de cepa, era un hombre muy culto y estudiado.
Durante tres años el capitán Azueta había dirigido la Academia Militar con disciplina, orden y eficiencia, formando a la primera generación de jóvenes oficiales de las Fuerzas de Defensa del nuevo mundo. Era un trabajo que lo llenaba de satisfacción y lo hacía sentir orgulloso y satisfecho.
Pero sobre todo un trabajo que le exigía un compromiso de tiempo completo que para él era bienvenido, ya que el capitán había perdido a la mayoría de su familia durante la guerra. El único que le había sobrevivido era su hijo menor que había sido uno de los oficiales de la primera generación en graduarse de la Academia Naval en el Pacífico y que actualmente prestaba sus servicios como Ingeniero Naval a bordo del Portaviones Argos de la UN NAVY, la Marina Armada de las Naciones Unidas, en el Océano Pacífico.
Sin embargo, en meses pasados las recién reestructuradas Fuerzas de Defensa habían tenido que enfrentar a un remanente de las Fuerzas Zentraedi que se localizaban precisamente en el Pacífico. Aquella había sido la operación militar más importante desde el final de la Guerra Espacial, la Operación Clarión.
Todos los militares con experiencia habían sido requeridos para dicha operación, tomando en cuenta que la mayoría de las fuerzas de defensa con que contaba la Tierra en esos momentos estaban formadas por jóvenes entusiastas y apasionados, pero inexpertos.
El General Rick Hunter había sido uno de los líderes principales de la Operación Clarión, como oficial ejecutivo de la misma. Los servicios del capitán Azueta también habían sido solicitados, como oficial de apoyo en asuntos de inteligencia, dado el conocimiento que él tenía de la zona, su liderazgo y su experiencia naval en combate.
El general Hunter y el capitán Azueta habían entablado amistad durante las semanas que habían pasado en el Pacífico en junio de ese año. Ambos habían trabajado en conjunto durante varias semanas y habían hecho un buen equipo. Los resultados de la aquella operación militar hablaban por sí mismos.
Y al término de la misma, y después de que ambos habían vuelto a Ciudad Macross, Rick no dudó en recomendar a Azueta, quien había recibido un ascenso al rango de comodoro tras su brillante participación en la Operación Clarión, ante la almirante Hayes para que fungiera como jefe de su Estado Mayor, un puesto para el cuál la almirante había estado buscando candidatos por algún tiempo sin mucho éxito.
El flamante comodoro Carlos Alberto Azueta había aceptado el cargo, había sido transferido a la UN Spacy y desde hacía tres meses se desempeñaba en sus funciones con eficiencia, lealtad y un sentido de integridad, responsabilidad y compromiso que habían sorprendido incluso a los más reacios.
El General Rick Hunter en particular estaba muy satisfecho con el trabajo que el comodoro Azueta venía desempeñando, sobre todo tratándose de alguien que estaba tan cerca de la Almirante Hayes. El joven general se sentía tranquilo al saber que alguien de su más absoluta confianza ocupaba aquel puesto tan importante y de tanta responsabilidad.
Rick terminó de firmar los papeles y levantó la vista, solo para encontrarse con que el comodoro, con su taza de café en la mano, tenía la vista perdida en el ventanal que decoraba el muro detrás de su escritorio. Ya había caído la noche sobre Ciudad Macross y el espectáculo que se extendía frente a ellos era hermoso, con el Lago Global y las luces de la ciudad al fondo.
El general Hunter examinó por unos segundos el rostro de su interlocutor. No era extraño que Azueta de pronto se perdiera en sus meditaciones, como si siempre hubiera algo que lo preocupara o que lo atormentara.
El comodoro Azueta no era un hombre viejo; para su edad tenía una excelente condición física y era muy estricto, ordenado y disciplinado consigo mismo cuando se trataba de su buena salud y su trabajo físico. Sin embargo su cabello, que alguna vez había sido castaño claro, estaba prematuramente encanecido y sus profundos ojos azules, intensos, brillantes e inteligentes, revelaban una tristeza que parecía no poderse poner en palabras.
- ¡Listo! – La voz de Rick lo sacó de sus meditaciones. - ¿Algo más que esté pendiente?
- No… - Azueta colocó su taza sobre el escritorio y tomó la carpeta que Rick le entregaba. – Eso sería todo.
- ¿Vamos a tener que asistir a ese informe que la CONAMSE va a presentar ante el Consejo Provisional de Gobierno? – Rick hizo una mueca de fastidio.
- No lo creo. – Azueta sonrió comprensivo. – El general Martín no me dijo nada al respecto; si nuestra presencia fuera requerida seguramente me lo habría comunicado.
- Espero que así sea, no tengo ninguna gana de salir de Ciudad Macross… y mucho menos a Ciudad Monumento.
- Te entiendo. La situación política es demasiado tensa en aquellos lugares en estos días. Y no es para menos, en enero se anunciarán oficialmente los candidatos para ocupar el puesto de Canciller y solo tendrán seis meses para hacer campaña antes de las elecciones.
- Estaba leyendo en el periódico que ese tipo… Nathan algo va fuerte con su precandidatura. – Rick hizo un gesto y sacudió la mano frente a su rostro.
- Nathan Weidenseld. – Azueta proporcionó el nombre correcto.- Y sí, parece ser que está consiguiendo el apoyo de muchos grupos de la sociedad civil. Si logra ganar el apoyo popular ganará los votos de los consejeros… y el apoyo en esos grupos activistas parece que es fuerte.
- Grupos pacifistas. – Rick especifico con un suspiro resignado. – No me gusta ese tipo. ¿Recuerdas cuando tuvimos esa comisión de evaluación de la Operación Clarión? ¡Él fue el que más cuestionamientos infundados lanzó en contra de nosotros!
Azueta asintió con la cabeza y siguió tomando su café.
- Él también fue el más acérrimo opositor a la reestructuración de las Fuerzas de Defensa, de la creación de la UN SPACY y más aún de la UNSAF. – Azueta completó. – Con él al frente del gobierno yo creo que lo que hemos ganado en el terreno militar se perdería irremediablemente.
- ¡No puedo creer que alguien así pueda postularse para una candidatura! Y menos aún puedo creer que haya gente que lo apoye. ¡Es detestable!
- Esa clase de políticos jamás muere, Rick. – El comodoro comentó. – Bien decían que las cucarachas sobrevivirían a un ataque nuclear, creo que ya lo tenemos comprobado. Antes de la Guerra Espacial ya Weidenseld estaba dirigiendo grupos radicales en la Unión Europea. Ya es un viejo lobo de mar en esos asuntos.
- ¿Sería posible que la gente pudiera elegir a alguien así como su candidato?
- O aún peor, como canciller. – Azueta puntualizó. – Sus ambiciones son claras: ocupa la cancillería, tendría el poder suficiente como para manipular a su gente dentro de la Asamblea Constituyente que se tendría que convocar… se haría una constitución a su gusto y a su medida… se reelegiría, ahora como Primer Ministro y seguramente ocuparía vitaliciamente ese puesto. No lo sé, Rick… piensa mal y acertarás.
Rick gruñó una vez más, se cruzó de brazos y se hundió en su asiento. El comodoro Azueta lo miró por unos momentos y decidió que el mal humor del joven general realmente no tenía mucho que ver con la política… había algo más.
- Entonces… ¿Cuándo vuelve la almirante Hayes? – Lanzó el comodoro sin anestesia aunque él, siendo el Jefe de Estado Mayor de la almirante, supiera de antemano la respuesta.
Ante la sola mención de Lisa Hayes, los ojos del piloto de combate parecieron encenderse y una sonrisa leve pero reveladora apareció en sus labios.
- Mañana… - Rick suspiró y miró al calendario que había en la pared. - ¡Jamás pensé que el 10 de diciembre tardaría tanto tiempo en llegar!
- Tres semanas en el espacio es mucho tiempo. – Azueta asintió. – Me pregunto cómo la estará pasando la teniente Hickson.
- Seguro que bien… Kelly es una chica ruda, no creo que un mareo la mate… en todo caso de lo único que debería de preocuparse es de no vomitar encima de Lisa; eso sí que la podría llevar a una muerte rápida e inesperada.
Los dos hombres se rieron divertidos. La almirante Hayes había tenido que salir a una inspección de rutina a los trabajos efectuados tanto en el Satélite Fábrica como en la Base Lunar Apolo. Y con ella había ido su fiel asistente, la teniente Kelly Hickson quien estaba estrenando su nuevo puesto como Jefa de la Secretaría Particular de la Almirante Hayes, y para quien aquel viaje sería su primera experiencia espacial.
Como escolta de la almirante Hayes había sido asignado el 5° Escuadrón Aeroespacial VF4 "Apolo" a cargo de su líder, el comandante Chris Hansen. Para el Apolo aquel viaje espacial también había sido su primera experiencia con sus cazas VF4 en ambientes espaciales; un entrenamiento que por otro lado les haría mucho bien.
Rick había estado algo nervioso al principio. Cuando aquella misión le había sido encomendada a Lisa Hayes por el Consejo Provisional de Gobierno, como parte de los protocolos necesarios para asignar los recursos del siguiente año al Proyecto de Migración Espacial, Rick había hecho hasta lo imposible por ser él, al mando del Skull, quien escoltara a la almirante.
Sin embargo diversas circunstancias de orden oficial habían hecho que fuera algo imposible para el general Hunter acompañar a la almirante Hayes en su viaje. Habían pasado ya tres semanas desde que Lisa había partido de la Base Espacial de Macross con rumbo al Satélite Fábrica… tres semanas que para Rick Hunter habían sido como tres siglos.
- El trabajo ha sido demasiado este año. – Azueta finalmente se echó hacia atrás en su silla y miró a Rick de soslayo. – Pero creo que las cosas van marchando bien. El informe que la almirante Hayes presente ante el Consejo Provisional, relativo a los avances en el proyecto de—
La frase del comodoro no fue completada, pues el sonido irritante del teléfono que estaba sobre el escritorio lo interrumpió. Azueta miró el identificador de llamadas y se apresuró a levantar la bocina.
- Es mi hijo. – Le explicó a Rick. - ¿Sí? Nicolás… ¡Hola hijo! ¿Cómo estás?
El general Hunter sonrió y se puso de pie, informándole por señas al comodoro que él se retiraba y que lo vería al día siguiente. Azueta asintió y le sonrió agradecido por la privacidad que le concedía en esos momentos. Rick llegó a la puerta y antes de que saliera, el comodoro le lanzó en silencio una venia que el piloto correspondió.
El piloto salio de la oficina del jefe del Estado Mayor y lentamente caminó por el pasillo con rumbo al ascensor. Una vez que estuvo en el vestíbulo, sin poder evitarlo, se acercó a la oficina de Lisa y colocó su mano sobre la puerta, justo encima del nombre de la almirante grabado en una placa de metal. Rick suspiró profundamente y pegó su frente a la madera.
- ¡No tienes idea de cómo te extraño, Lisa Hayes! Te extraño tanto que… duele.
Lentamente dio un paso atrás, sin apartar su mano de la puerta. Luego se llevó un par de dedos de su otra mano a los labios y suavemente los colocó encima del nombre de la mujer a la que amaba.
- Ya falta poco. – Pensó mientras se alejaba de ahí. – Ya es solo cuestión de horas para que pueda volver a tenerte entre mis brazos y cuando lo haga… voy a besarte, a abrazarte, a acariciarte… ¡No te dejaré ir, Lisa!
-
-
Unos minutos más tarde el general Hunter se detuvo en seco justo frente a la enorme puerta metálica del hangar del Escuadrón Skull. Sin que él fuera conciente de ello, al salir del edificio del Almirantazgo sus pasos lo habían llevado a aquel sitio. En realidad Rick no estaba de ánimos para volver a casa y tenía la secreta esperanza de que Max Sterling aún anduviera por ahí.
Y cuando entró al hangar no se decepcionó. Lo primero que vio fue a Max, enfundado en un mameluco de faena, limpiándose las manos con un trapo después de haber realizado una inspección de rutina a su VF4 Skull 02. El capitán Sterling tenía los ojos clavados en su magnífica aeronave y la sonrisa que lucía en su rostro hacía obvio el hecho de que estaba muy satisfecho con aquella inspección.
- ¡Hola Max! ¿Trabajando hasta tan tarde?
- ¡Rick! – El aludido lo saludó con un movimiento de mano y su sonrisa se hizo aún más grande y sincera al ver a su amigo. - ¡Hola viejo! Pensé que ya habrías ido a casa… ¿Qué haces por acá a estas horas?
- Ya había salido de la base pero tuve que volver a ocuparme de unos papeles, ya sabes… el trabajo burocrático nunca termina.
- ¡Te compadezco! – Max hizo un gesto de dolor. - ¿Y ya estás libre?
- Al menos por el resto de la noche. – Rick tocó el fuselaje del Skull 02 y sonrió levemente. - ¡Son magníficos estos pajarracos! Hace tanto que no he volado que…
- ¡Vamos jefe! Apenas ha pasado una semana. – Max se rió, mientras se quitaba su ropa de trabajo para quedar en su uniforme de diario. – Aunque admito que se te extraña allá arriba.
- Es solo que las cosas se han complicado… es decir, hay demasiadas cosas que atender en la oficina y yo—yo no sé si estoy para eso.
- Siempre hace falta Kelly para que se encargue de esas cosas.
- Sí… - Rick contestó con desgano. – Aunque confío que una vez que el coronel Sidar se haya familiarizado con todo dentro de la UNSAF yo pueda delegarle funciones y responsabilidades.
- Bueno, Joe apenas tiene un par de semanas de haber sido transferido, supongo que tiene mucho que aprender. Hasta ahora ha estado a la altura de las circunstancias. Se ha ganado el respeto y la simpatía de los pilotos y eso es bueno, sobre todo para alguien que es el Jefe de Estado Mayor del General Hunter.
- Sí… - Rick sonrió y se frotó la nuca, como si todavía no pudiera creer todo aquello. – Sidar aprende rápido y es un buen elemento… aunque sé que ni siquiera él podrá sustituir a Kelly… creo que a todos nos hace falta esa chiquilla.
- Y mucha más falta te hace Lisa, hermano. Supongo que no es muy alentador el venir a buscar a un piloto mugroso y apestoso a aceite después de una jornada de trabajo… no cuando alguien como tú está acostumbrado a correr a los brazos de una hermosa mujer como Lisa al final del día.
- Eso es cierto.
- ¡Ouch! Gracias Rick… yo esperaba que dijeras algo como: "No amigo, tu no estás mugroso ni apestoso…"
- ¡Pero mírate nada más, Sterling! Tampoco voy a ir por la vida diciendo mentiras solo para levantarte la moral.
Los dos amigos rompieron a reír y Max le palmeó la espalda a Rick.
- Entonces, ¿quieres venir a cenar con nosotros… otra vez?
- Max, yo…
- No es ninguna molestia y lo sabes… te lo he repetido cada noche durante las últimas tres semanas.
Rick bajó la mirada y se sonrojó levemente. Max se rió de buena gana y le dio un empujoncito amistoso con el hombro a su amigo.
- ¡Vamos Rick! Tienes que levantar el ánimo. Lisa regresa mañana, ya falta poco para que la tengas contigo otra vez… solo necesitas un poco más de paciencia.
- No sé cuanto más me pueda durar la paciencia, Max. – Rick comentó mientras los dos caminaban hacia la puerta del hangar, en su camino hacia el estacionamiento de la base.
- Ha sido un año difícil. – Max aceptó. – El año comenzó con todo el caos de la reestructuración de las Fuerzas de Defensa. Fueron meses bastante complicados… demasiado papeleo. Recuerdo que andabas como leoncito enjaulado en esos días.
- Pero al menos estaba con Lisa. – Rick suspiró. – Encerrados en una oficina, con montañas de papeles y teniendo juntas cada cinco minutos con políticos y miembros de las diferentes comisiones de gobierno que no tenían ni idea de lo que estábamos tratando de lograr… y los conflictos internos que surgieron entre los jefes militares de las diferentes ramas de servicio. No voy a negar que fue complicado y que vivimos con una jaqueca constante pero… pero lo hicimos juntos.
- Y después vino la Operación Clarión en el verano. – Max puntualizó. – Al menos pudiste estirar un poco las piernas y alejarte de esa asfixiante oficina y las montañas de documentos.
- Sí… ¿Sabes que todavía hoy tuve que firmar unos reportes de esa operación? – Rick le informó a su amigo. - ¡Seis meses después y todavía el gobierno nos está pidiendo informes! No puedo creerlo… no creo que esos políticos civiles que viven detrás de su escritorio en sus oficinas de Ciudad Monumento comprendan la magnitud y la importancia de esa operación militar. No entienden que de no haber enfrentado el problema de frente y cortado de tajo esos brotes de insurgencia zentraedi, para el día de hoy el peligro sería mucho mayor.
- Solo quienes estuvimos ahí, en el campo de batalla, comprendemos cabalmente la importancia de esa misión, Rick. Ellos jamás estuvieron aquí en Ciudad Macross durante los ataques de navidad hace dos años… ni aquel último día, en el ataque final de Khyron. Ellos solo leyeron la noticia en el diario matutino mientras tomaban café y quizás vieron algunas imágenes en el noticiero de la noche. Pero hace falta estar en campo para comprender la verdadera magnitud de las cosas.
- Absolutamente de acuerdo, Max. – Rick asintió, mientras le quitaba el seguro a las portezuelas de su Freelander negra e invitaba a su amigo a entrar. – No solamente había que controlar a esos remanentes de la flota de Dolza reagrupados en el Pacífico, sino que además teníamos que demostrar que la reestructuración de las Fuerzas de Defensa había sido una resolución correcta y creo que quedó bien demostrado. La Operación Clarión fue un verdadero trabajo quirúrgico.
- ¡Claro que lo fue! – Max respondió con orgullo. – Fue un trabajo de relojero llevado a cabo por las Fuerzas de Defensa en pleno… la primera operación conjunta de las fuerzas navales, aéreas y terrestres. Y bueno, claro, nosotros participando como asesores.
Y así había sido. La UN SPACY y su fuerza aérea espacial, la UNSAF no habían participado directamente en la Operación Clarión, pero habían sido el cerebro detrás de la misma. Contando con los oficiales más experimentados en la guerra contra los Zentraedis, los miembros de la UN SPACY y la UNSAF que habían participado en la llamada OC lo habían hecho como coordinadores, instructores, asesores y personal de inteligencia.
Y para orgullo de la almirante Hayes, el General de Grupo Richard Hunter había sido designado directamente por el Consejo Provisional de Gobierno como Oficial Ejecutivo de la Operación Clarión. Por lo tanto el triunfo tan definitivo y contundente que esa operación militar había obtenido era un triunfo personal del general Hunter. Uno del que se sentía particularmente orgulloso.
Rick quedó en silencio unos minutos mientras conducía rumbo a la casa de los Sterling. De pronto recordó lo asustado que se había sentido cuando había recibido las órdenes directas del Consejo para ponerse al frente de esa operación. Había estado nervioso, aterrado… él no se sentía capaz de llevar a cabo una misión de ese tipo y había incluso considerado la idea de declinar sus órdenes.
Pero había sido Lisa Hayes la que, inevitablemente, lo había convencido de que aceptara aquella misión y la oportunidad que con ella se le presentaba. Ella había hablado con él, llenándolo de seguridad y de confianza.
Y por ella él había decidido aceptar el mando de esa misión y dar lo mejor de sí. Y lo había hecho. La Operación Clarión había consagrado a Rick Hunter como un militar respetado y reconocido en todas las esferas militares y políticas del gobierno de la Tierra. Lisa había creído en él y eso le había dado toda la confianza y seguridad que él había necesitado.
Había veces en las que él todavía no alcanzaba a comprender la magnitud del amor que esa mujer le profesaba y la confianza tan absoluta e incondicional que ella tenía depositada en él. Eso lo motivaba a ser una mejor persona cada día. Y era la fe y la confianza que ella tenía en él lo que lo impulsaba a dar un paso más cada mañana… él era el hombre que era gracias a Lisa Hayes, de eso no había duda.
- Y después de la Operación Clarión vinieron esos viajes de supervisión a diferentes instalaciones militares en todo el mundo. – Max finalmente sacó a Rick de sus cavilaciones. – No te puedes quejar, fueron vacaciones con todos los gastos pagados.
- ¡Pues vaya vacaciones! – Rick sacudió la cabeza. – Estuvimos viajando durante dos meses de un lado a otro y lo único que conocimos fueron instalaciones militares. No me quejo, Max… en realidad son cosas que se tenían que hacer y las hicimos. Me alegra pensar que todas esas instalaciones ya están operativas y funcionales en todo el mundo. Hace que me sienta más tranquilo. Pero fue mucho trabajo y bueno… no siempre Lisa y yo pudimos viajar juntos. Había veces que yo me encontraba en alguna instalación militar en Europa del Este y Lisa estaba en Australia.
- Te entiendo, hermano… pero al menos tuvieron sus vacaciones en octubre… - Max le dio un codazo en las costillas a su amigo. - ¡Vaya manera de celebrar su primer aniversario!
- Bueno… - Rick se sonrojó. – La pasamos muy bien… con Lisa siempre la paso de maravilla y ese viaje fue bastante tranquilo… ambos lo necesitábamos urgentemente. Fue una semana muy especial… ella y yo en el bosque… - El piloto suspiró soñadoramente. – Aunque al poco tiempo ella haya tenido que salir al espacio… ¡La he extrañado como no tienes una idea, Max!
- Me imagino, jefe… pero solo piensa que lo peor ya quedó atrás. Fue un año difícil pero sobrevivimos y te aseguro que el que viene será más tranquilo. Ya no hay reestructuraciones que hacer, ya no hay bases que supervisar, ya no hay operaciones militares que dirigir.
- ¡Dios te oiga, hermano! ¡Dios te oiga!
- ¡Alégrate, viejo! – Max le soltó un golpe juguetón a Rick en el brazo. – Mañana Lisa estará de regreso y podrán recuperar todo el tiempo perdido… ya viene la navidad y tendrán tiempo de sobra para descansar y pasarla bien, los dos juntos.
- ¡Y así será! Te aseguro que no voy a separarme de ella ni un segundo… ¡Demonios! Voy a hacer que pasen mi escritorio a su oficina y voy a trabajar ahí con ella… y si Lisa tiene algún problema con eso—
- ¡Como si Lisa fuera a tener algún problema con eso! – Max se rió. – Rick, por si no te has dado cuenta esa mujer está locamente enamorada de ti. No sé que le hiciste, hermano pero Lisa… ella te ama, te adora.
Rick sonrió levemente y se sonrojó. Las palabras de Max parecieron llegarle al alma, pues sin que pudiera evitarlo un suspiro salió de lo más hondo de su pecho. El capitán Sterling sonrió complacido cuando vio aparecer esa pequeña sonrisa en los labios de su amigo.
Él comprendía muy bien lo que Rick sentía. Había sido un año lleno de actividades, de separaciones, de trabajo… era admirable la manera en como Lisa y Rick habían tratado de encontrar un balance entre su vida profesional y personal. Pero ¡Dios sabía que los dos se merecían un descanso, un tiempo de calidad juntos!
- Bien, llegamos. – Anunció Max cuando la Freelander se estacionó frente a su casa. – Miriya iba a salir con Tanya al centro comercial a comprar ropa para los niños. Dana necesita su ropita de invierno y el bebé de Tanya y Saleh está creciendo rápidamente.
- Sí, lo está haciendo. – Rick sonrió mientras salía de la camioneta. - ¿No crees que debimos pasar a comprar algo para cenar antes de venir acá? No quisiera importunar, Max.
- ¡Rick, ya te dije que tú jamás importunas! Mir dijo que iba a comprar pizza en su camino de vuelta. Además hay alguien que siempre se alegra de verte…
Diciendo eso Max abrió la puerta de la casa y de inmediato los ladridos alegres y festivos de un perro llegaron hasta ellos. Rick tuvo que hacer fuerza cuando sintió a Enkei, que ahora era un perro adulto y bastante pesado, pararse de manos y apoyarse en su pecho para saludarlo.
- ¡Hey, tranquilo Pulgas! – Rick se rió. - ¡A mi también me da gusto verte! No te veía desde… ayer.
- Mientras Kelly esté ausente tú eres el miembro más cercano de su familia. – Max comentó, entrando a la casa.
- ¡Ja, ja! ¡Que gracioso, Max! – Rick comentó irónicamente mientras entraba detrás de él, llevando a Enkei por el collar.
- ¡No lo niegues, jefe! Cuando Lisa no está cerca tú siempre te comportas como un perrito sin dueño.
Max fue directamente a la cocina, riendo divertido de su propio comentario. Rick se sentó en un sofá de la sala, acariciando la cabeza del Golden Retriever que se acostó a su lado, apoyando su cabeza en el regazo del piloto.
- Creo que Sterling tiene razón; en estos momentos tú y yo somos perros sin dueñas, ¿No te parece así, Pulgas?
Enkei ladró, como apoyando la afirmación del piloto. Él soltó una risa divertida y miró a Max, quien entró a la sala llevando un par de latas de Petite Cola en las manos. Rick tomó la que su amigo le ofreció y los dos brindaron con ellas antes de comenzar a beberlas.
- ¡Por nuestras mujeres! – Max sentenció. – Porque no seríamos nada sin ellas…
- ¡Salud!
- ¿Y ya tienes pensado qué es lo que vas a hacer para recibir a Lisa, hermano?
- ¿Tú qué crees? He estado preparando ese momento desde que ella se fue hace tres semanas…pero son cosas que no voy a andar divulgando por ahí, Sterling.
- ¡Por supuesto! – Max se rió. - ¿Sabes algo, Rick? Yo creo que deberíamos—
Max dejó a medias la frase, pues el sonido de un auto deteniéndose fuera de la casa hizo que una sonrisa apareciera en sus labios. El piloto as de la UNSAF se puso de pie como movido por un resorte y comenzó a caminar hacia la puerta de la casa.
Rick sonrió suavemente y se llevó su lata de refresco a los labios. No importaba cuantas veces fuera testigo de aquella escena, siempre se sentía enternecido por el amor que Max le profesaba a su familia… amor que, por otro lado, era retribuido con creces por las dos mujeres del capitán Sterling.
La puerta de la casa se abrió y Enkei corrió a recibir a las recién llegadas. Rick escuchó la voz aguda de la pequeña Dana que gritaba emocionada saludando a su padre. Vio como Max la tomó en brazos y la levantó para besarla y abrazarla y acto seguido se acercó a besar a su esposa quien había aparecido en escena llevando unas bolsas de plástico con el logotipo de una conocida tienda de ropa para niños en una mano y un par de cajas de pizza en la otra.
- ¡Déjame ayudar con eso, Mir! – Rick se acomidió, levantándose en el acto del sillón en donde estaba sentado.
- ¡Gracias Rick! Llévalas a la cocina, por favor.
- ¡Tío Rick! – Dana, que ya estaba en el suelo, corrió hacia él, aferrándose a su pierna. – Hicimos un dibujo en la escuela hoy… ¿Quieres verlo? Yo dibujé los aviones de mis papás y el tuyo también. Mi mamá lo puso en la puerta del refrigerador.
- ¡Pues me encantaría verlo, Dana! – Rick le sonrió. – Ven conmigo… enséñamelo.
Mientras él, la pequeña y Enkei se dirigían a la cocina, Max y Miriya aprovecharon aquel momento de paz para abrazarse y saludarse con un apasionado beso. Rick los miró sobre los hombros antes de entrar a la cocina y sonrió para sus adentros.
- ¡Mañana será tu turno, Hunter! – Se dijo a sí mismo. – Mañana Lisa volverá y entonces…
El piloto se estremeció de pies a cabeza y una enorme sonrisa apareció en sus labios. Colocó las cajas de pizza encima de la barra de la cocina y después tomó a Dana en brazos para levantarla al nivel del dibujo que decoraba la puerta del refrigerador y escuchar atentamente la explicación que la pequeña artista hacía de su obra de arte.
Pocos minutos más tarde la familia en pleno se había reunido en torno a la mesa del comedor a dar cuenta de la pizza que Miriya había llevado, mientras conversaban animadamente de los acontecimientos ocurridos durante el día.
Rick tenía mucho que agradecer a los Sterling. Al paso del tiempo aquel grupo de locos se había convertido en una verdadera familia para el piloto. Max era mucho más que su amigo, era su hermano… y Rick Hunter sabía, sin lugar a dudas, que si él había podido sobrevivir a la locura de los últimos años, tanto en su vida personal como en su vida profesional, y si no se había vuelto loco en el último año con todas esas separaciones forzadas que Lisa y él habían tenido que soportar, era gracias a la compañía, el apoyo y el cariño de los Sterling.
Eran casi las once de la noche cuando Rick se despidió de sus amigos y entró a su camioneta para emprender el camino de vuelta a casa… a esa casa que tan fría, triste y sola se sentía sin Lisa. Pero el piloto no dejaba de repetirse que ya era cuestión de horas para que ella volviera a él… faltaba poco, muy poco. Solo aquel mantra lo salvaba de caer en la locura y la desesperación. Mientras Rick conducía de vuelta a casa, se dio cuenta de que incluso estaba contando las horas, los minutos que faltaban para que Lisa volviera.
Cuando llegó a su casa, bajó de la camioneta y miró al cielo. La noche era muy fría y oscura. El viento proveniente de los bosques del norte revolvía sus cabellos y parecía cortar su cara con una cuchilla de hielo.
El piloto localizó en el cielo aquella figura que aparecía como un cuerpo estelar en órbita terrestre pero que él sabía que era el Satélite Fábrica. En algún lugar entre ese satélite y la tierra, era muy probable que en esos momentos ya el transporte Stonewell SC-27 Star Goose que transportaba a la almirante Hayes, escoltado por el Escuadrón Apolo, estuvieran volando de vuelta a la tierra.
- Tengo que hablar con Azueta. – Rick pensó. – Habrá que asignar a un SC-27 y a un VC-33 para que sean los transportes oficiales de Lisa en cualquier salida que ella tenga. Me sentiría más seguro si tuviera naves especialmente asignadas para ella en lugar de que viajara en la primera que estuviera disponible. ¡Dios, hay tanto que hacer!
El joven general de la UNSAF se llevó las manos a la boca para calentárselas con su aliento. Las frotó vigorosamente y sin más preámbulos entró a su casa… a aquel rincón de paz y tranquilidad; su oasis en medio del desierto; su refugio del mundo.
Aquel sitio que, sin embargo esa noche, como todas las anteriores en el transcurso de esas últimas tres semanas, parecía tan oscuro, triste y vacío sin la presencia de Lisa Hayes.
-
NOTAS DE AUTOR:
- Antes que nada quiero decirles que para mí es un gusto y un honor estar de vuelta con esta nueva historia que va lenta, pero segura. Por lo mismo les informo que las actualizaciones serán, según la tradición, los jueves de cada dos semanas.
- Algunas notas que creo que serán de utilidad son las siguientes:
- -Las canciones que aparecen en este prólogo son:
"Green Eyes" Jimmy Dorsey (Letra de E. Rivera & Eddie Woods / Música de Nilo Menendez) 1941.
"Stardust" (Hoagy Carmichael & Mitchell Parish) Interpretada por Glenn Miller en los años 40's.
- Rim Pac – En el universo de Macross, las Fuerzas Aliadas del Pacífico en las que sirvió durante mucho tiempo el almirante Donald Hayes antes de ser asignado a la Base Alaska. Es la versión de Macross del Pacific Rim o Pac Rim que es un grupo formado por países y ciudades que se encuentran en el Pacífico y que cada año llevan a cabo un ejercicio marítimo internacional.
- UN SPACY – Rama Espacial de las Fuerzas de Defensa del las Naciones Unidas.
- UNSAF – UN Spacy Air Force – Fuerza Aérea Espacial, dependiente directamente de la UN SPACY dentro de las Fuerzas de Defensa de las Naciones Unidas.
- Y por último, aunque no menos importante, quiero agradecer a todas las personas que a lo largo de estos meses de ausencia se han mantenido en contacto conmigo y han manifestado su interés en esta continuación. Espero que esta historia este a la altura de sus expectativas. ¡Gracias por su constante apoyo y aliento! Significa mucho para mí. No quiero nombrar a nadie porque no quiero dejar a nadie fuera… ¡Pero ustedes saben quienes son!
- Y un agradecimiento muy especial a quien ha sido el Beta Alfa de esta historia, mi amigo y colega Mal Theisman. Gracias por toda la ayuda, apoyo y orientación que me has proporcionado, por el cariño que les tienes no solo a los H2, sino a los Agregados Culturales y por toda la publicidad gratuita que has hecho de esta historia en "Renacimiento". ¡Muchas gracias por todo, colega!
- Y gracias a todos ustedes, quienes están hoy aquí leyendo estos desvaríos de una mente con insomnio. ¡Que la leyenda de Macross/Robotech siga viva en nosotros para siempre!
-
.: GTO – MX :.