NA/:Reescrito
Aviso que ira lento más que nada porque pronto empezare las clases y tengo más de un fanfic en cola.
Espero que os guste aunque a mi me resulta muy raro pero me dio por escribirlo ya que el juego del Assassins creed me ha inspirado. Algo que no me había pasado nunca con un juego…
Disclaimer: Todo pertenece a los creadores del juego y a ubisoft
Por encima del deber.
Capítulo 1
La fina hoja se hundió sin piedad en la carne del robusto cuello, formando una pequeña herida con la que bastaba para acabar con la vida de aquel que osaba perturbar la paz de tierra santa.
Aquel hombre intentó en vano maldecir a su asesino pero no tenía apenas vida para ello. Solo logró emitir un gemido ahogado en su propia sangre y saliva.
Sin embargo, su asesino, le sostuvo cordialmente hasta ver como la muerte se lo llevaba sin remedio.
Tras ello, lo tumbó en el suelo a la vez que sacaba su hoja ensangrentada con facilidad, la cual dejaba caer unas sonoras gotas del líquido rojo a la tierra empedregada de la concurrida ciudad.
-Ahora podrás descansar en paz.-susurró al ver cumplido su objetivo. Liberar a aquel hombre de los pecados que le acompañaban y arrastraban a todo aquel que se cruzaba en su camino.
Llevó sus yemas a la cara del inerte cuerpo y le bajó los parpados con lentitud, con un respeto no merecido por sus actos.
Ocultó su hoja bajo los restos de su dedo índice enguantado y se irguió para alejarse de allí con tranquilidad, mezclándose entre la gente de Damasco y evitar la atención de todos aquellos guardias y templarios que buscaban al responsable de aquel sangriento acto.
Caminó por las calles en dirección a la salida de la ciudad como si fuera cualquier ciudadano, guardando la compostura como si nada hubiera sucedido y como tantas veces había hecho hasta que algo, sin previo aviso y desconocido, le impidió continuar su camino.
Unas delicadas manos se aferraron a su brazo derecho, obligándole a girar su rostro encapuchado hacia el responsable y propietario de aquella intromisión en su cuerpo.
Al girarse, unos ojos azules se cruzaron con sus avellana, una tez pálida y agitada se apoyó en la morena y tranquila mientras que los cabellos negros que destelleaban con la luz descansaron sobre su vestimenta blanca e impoluta.
Una mujer a punto de caerse le había usado de apoyo y él, acompañado por una sensación que se removió en su interior, permaneció anclado en el suelo enfrente de aquella joven extranjera que le miraba de forma agotada.
-Ayudame.-suplicó la mujer con una dulce y poderosa voz que le erizó el vello de la nuca.
La ayudó a incorporarse para después mirarla con recelo, pero al escuchar unos pasos apresurados y los gritos cercanos de una multitud de ciudadanos enfurecidos, desvió la vista a las posibles calles de escape.
Pero en vez de ver una salida, solo percibió el reflejo de las armaduras de los guardias.
-Por favor, me alcanzaran.-dijo ella con voz alarmada pero a la vez suave para sus oídos.
El volvió a posar su mirada, ahora fría, sobre ella y en un rápido movimiento, la subió a su espalda para hundir sus dedos ente los duros ladrillos de tierra y piedra de la pared del edificio, trepando ágilmente hasta llegar al tejado, el cual crujió al hacer contacto con sus botas.
Cuando se aseguró de que nadie les seguía de su huida se detuvo y la dejó caer de su cuerpo con cuidado.
-Eres un asesinó.-aventuró ella a decir mientras daba un paso atrás.
-No te haré daño.-respondió él sabiendo que era inútil desmentir algo evidente.
-De eso no puedo estar segura.
-Eso es cosa tuya pero no tengo nada contra ti.-explico con serenidad.
-¿Porque no soy tu objetivo?.-preguntó con un tono frío a lo que él respondió con una mirada sigilosa para después ladear la cabeza.
-Pronto se percataran de que estamos por aquí. Yo saldré de la ciudad y te aconsejo que hagas lo mismo antes de que te alcancen.-dijo mientras sus oídos estaban atentos a cualquier ruido extraño.
Poco después, él se encaminó hacia unas escaleras cercanas y ella le siguió sin demora.
-¿Qué haces?.-preguntó el al notar su cuerpo detrás de él.
-Ir contigo.-dijo sin dudarlo provocando que él la mirase sorprendido.
-Creía que tenías prisa por alejarte de mi.
-Tengo más posibilidades de salir con un asesino a mi lado que sola.-se defendió ella con tono seguro. sin notar como él dejaba escapar un leve suspiro.
-Harás todo lo que yo diga y si te cogen, no esperes un rescate.-respondió rápidamente y sin emoción en su voz.
-Si esas son tus intenciones, ¿para que me has ayudado antes?.-pregunto ella con voz dulce dejándole sorprendido por su propia e inimaginable contradicción.
-Vámonos de aquí antes de que nos encuentren.-finalizó él desviando la conversación y su mirada de la de ella, para ponerse en camino mientras seguía teniendo aquella extraña intuición que le impulsaba a no dejarla marchar a su suerte.
Caminaron sigilosamente por los tejados, esquivando los guardias y ciudadanos curiosos mientras él no apartaba su camuflada mirada sobre ella. Sorprendentemente él descubrió que aquella joven, a pesar del aspecto frágil que parecía mostrar, se movía con facilidad por los inestables tablones de madera que comunicaban los tejados.
Minutos después, lograron atravesar los muros de la ciudad sin dificultad hasta donde descansaban los caballos alrededor de montones de heno y paja. Él se dirigió hasta un elegante caballo de pelaje negro y menudillos blancos para luego extender su mano hacia la mujer. Ella la tomó algo sorprendida pero confiada, y subió al dócil corcel.
Él montó delante de ella y alargó sus brazos para agarrar las riendas mientras emitía un chasquido con su lengua para que aquel caballo comenzara a moverse, alejándose lentamente de la ciudad y del peligro de su terreno.
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Un rato largo más tarde la noche comenzó a hacerse presente, obligándoles a refugiarse bajo una pequeña hoguera no muy alejados del camino.
-Gracias.-dijo ella al tomar la manta que él le cedía.
-No hay por que darlas.-respondió él sin emoción alguna en su voz, mientras se dejaba caer en la tierra para sentarse y levantando un poco de polvo en el proceso.
-¿Por qué me salvaste?.-preguntó ella intando resolver la duda que carcomía su mente.- Eres un asesino, los asesinos matan a personas, no las salvan.
-No, nosotros no matamos a inocentes.-dijo contradiciéndola.- Nosotros protegemos a nuestro pueblo y su libertad. Eso es lo que nos diferencia de cualquier maleante.
-Yo no pertenezco a tu pueblo. Y lo sabes.-susurró ella haciendo que por fin él girase su rostro para mirar sus brillantes ojos azules.
-No creo que hayas hecho nada que merezca quitare la vida.-contesto él suavizando el tono y sin vacilar mientras ella esbozaba una sonrisa
-Eso no lo sabes.-respondió ella cerrando suavemente sus ojos.
-No, no lo se. Pero aun así, no probarás el filo de mi espada.-dijo en un susurro para después fijar su vista en el fuego.- Y dime…¿Como debo llamarte?...-preguntó el mientras observaba como ella dejaba ver sus ojos sorprendidos anet aquella pregunta.
-...E..E..Elisabeth puedes llamarme Elisabeth.-contestó ella con voz entrecortada, provocando que él asintiera cortésmente pero no sin antes dejar que una leve sospecha cruzara su mente.
-¿Por qué te perseguían?.-preguntó él con voz grave.
-En realidad no lo tengo claro.-confesó ella mientras él le devolvía una mirada seria.-Supongo que me metí por una calle en la que las extranjeras no somos bien recibidas.-continuó ella sin darle demasiada importancia.
-Entiendo…-respondió él conforme.-¿Tienes a donde ir? Puedes venir a Masyaf conmigo si lo deseas.-ofreció sin saber muy bien porque le inspiraba tanta confianza cuando ni si quiera apenas la conocía
-No.-respondió rápidamente.- Es decir… No puedo ir allí, me esperan en Acre.- continuó mientras él la miraba con un rostro interrogante.- Tengo que llevar las medicinas que compre en Damasco para un amigo mío que esta enfermo. No tuve otra opción porque el médico que había allí fue asesinado.-explicó ella provocando que el tomase aire profundamente.
-¿Un médico templario?.-preguntó el con voz amarga
-Si.-respondió ella suponiendo que las noticias de su muerte se habían extendido por todas las zonas.- Parece ser que uno de los de tu orden que están por allí lo mató.-le respondió ella con un tono de reproche.
-Ese hombre era un carnicero, no un sanador.-susurró con gravedad y con un hilo de resentimiento en su voz.
-Pues…no lo aparentaba cuando nos visitaba. Siempre nos trataba bien.-contestó ella con voz leve.
-Supongo que era porque eres extranjera como él. Además, seguro que no viste aquel infierno que llamaba hospital.
-¿Y tu?.-preguntó provocando que él se sumiera en un profundo silencio mientras su mano, inconscientemente, buscó la otra para sentir la hoja de acero escondida.
Aquel gesto, no paso desapercibido para ella.
-Por cierto, ¿a que vienen tantas preguntas asesino?¿Estas tanteando el terreno?.-preguntó ella con un tono de burla fingida.
-Cuando amanezca nos pondremos de camino a Acre.-dijo con suavidad mientras se tumbaba en la mullida tierra.
-Gracias…-dijo ella en un susurro pero con voz sincera.
-Puedes llamarme Altair.-contestó él finalmente tras notar la duda de ella.
Ella solo pudo sonreír en la oscuridad al notar como había sabido leer sus intenciones sin necesidad de una palabra. Pero al mismo tiempo, aquellos instintos de asesino eran un peligro.
Segundos después, él notó como un cuerpo se recostaba a su lado y dejó de perder su vista en las estrellas para mirar a la responsable de aquel insólito gesto.
-¿Qué?.-se defendió al notar su mirada en ella.-Es tu manta, tu tienes más derecho que yo a tenerla.-continuó con voz segura y dulce a la vez.
Él estaba atónito ante aquello aunque su rostro no lo demostrara.
Ella cerró los ojos cómodamente mientras él resoplaba en silencio al notar como ella se quedaba rápidamente dormida, con su mano y rostro sobre sus ropajes y el metal de sus armas.
Poco a poco él relajo su cuerpo y mente ante aquel peso ya confortable que le acompañaba. Un peso de una extraña que le asombraba por la confianza que irradiaba pero que le irritaba por ello.
Era algo que le provocaba sentir lo desconocido que nunca esperó conocer de nuevo.
Cerró los parpados y agudizó el oído por si escuchaba algo que no pertenecía a las noches del desierto, atento a cualquier movimiento o temblor que agitara el suelo.
Nunca sin quedarse dormido
Continuará