Los personajes originales son propiedad de Masashi Kishimoto. Éste es un fanfiction escrito sin fines de lucro alguno.

El Kyuubi y el Ninken

Capítulo 1

Naruto

La luna había desaparecido del cielo estival al llegar aquella fresca mañana de julio. Únicamente podía apreciarse el murmullo matinal y alguno que otro trinar de las aves en los alrededores del bosque. Sin embargo, el solitario y pasivo ambiente se vio interrumpido por el crujido sordo y estremecedor de un trueno. Un estruendo que no pertenecía a fuerza natural alguna, sino a aquel despiadado fuego exhalado del cañón de un arma.

El sonido volvió a repetirse diez segundos después. Algunas aves salieron de entre las copas altas de los árboles asustadas por el estrépito, al abrigo de un lugar seguro, al igual que aquella sombra que se escabullía entre lo espesos matorrales.

Más disparos, lanzados al aire. Tres. Seguido del eco cercano de varios ladridos, que advertían que el objeto de aquella cacería era la escurridiza silueta que corría silenciosamente con el cuerpo casi pegado al suelo.

Sus cuatro patas se movían con la destreza de un corredor nato, aun sobre el inestable y disparejo suelo. El escudo ofrecido por los tupidos arbustos se había vuelto escaso desde hace quince metros atrás, y ante el borde amorfo de una colina, quedó expuesta por valiosos segundos, la silueta de un zorro de lustrosa pelambre rojizo-anaranjada. . .y nueve colas. Un zorro hembra de nueve colas.

Un kyuubi.

La escasa iluminación de la mañana le daba la ligera y temporal ventaja de escabullirse entre las inmensas sombras.

Otro disparo. El coro de ladridos y aullidos se estaba acercando.

El animal echó a correr inmediatamente tres metros más. Se detuvo de improviso, con el fugaz impulso de hacerle frente a sus perseguidores.

Sólo un impulso; una alternativa tal vez suicida, con el objetivo de simple supervivencia.

Giró y siguió corriendo en la misma dirección que había estado siguiendo desde el instante en el que aquellas bestias de dos piernas y mortales garras metálicas que escupían fuego y hierro, destruyeron su hogar. Aquellas mismas bestias que ahora le seguían implacablemente, acompañadas de sus feroces y sanguinarios canes.

Corría en dirección al noroeste y se acercaba a las peligrosas cercanías del territorio prohibido; una aldea poblada por centenares de aquellos verdugos, los cuales llamaban Konoha.

Corría, sosteniendo firmemente con los dientes un bulto pequeño y tembloroso.

Una ráfaga de calor mortal le rozó el lomo.

Cerca. Más cerca.

Su aguda visión se centró en el hueco de un tronco. El agujero era pequeño, pero serviría. Ya no había tiempo.

Se dirigió hacia el mellado árbol y dejó a aquel bulto en el interior. La indefensa criatura se quedó en silencio.

La hembra kyuubi se dio la vuelta en dirección contraria.

Los truenos de aquellos objetos que escupían fuego y el ladrido de varios perros de caza estaban a menos de diez metros.

Lanzando un gruñido salvaje, saltó hacia la manada de depredadores de dos piernas. Su hocico se contrajo y dejó al descubierto sus largos colmillos; se le erizaron los pelos del espinazo, uno de los cazadores profirió un grito de alarma, echando mano de aquellas inclementes armas.

Y el último y mortal disparo silenció el bosque.


El sonido inexorable de lo que él creyó una tormenta pasajera le despertó, haciendo que se sobresaltase levemente desde su madriguera.

Por reflejo instintivo, levantó el hocico, olisqueando la esencia del entorno. Un aroma ácido y pesado llegaba desde el bosque, acompañado de repeticiones de aquel estruendo. Entonces decidió salir y averiguar de qué se trataba.

A unos cuantos metros de una pequeña colina, se encontraba un hueco mediano en la ladera de un suave y pequeño altozano, cubierto de altas hierbas. Del interior emergió cautelosamente un lobo de pelaje gris plateado. Su andar era desenfadado y su apariencia austera; aun más de lo que representaba su especie. Su ojo derecho destelló con un brillo ambarino, mientras que el izquierdo estaba cerrado y enmarcado por una cicatriz vertical que le cruzaba el párpado de arriba abajo.

Una solitaria figura a quien simplemente se le conocía como Kakashi.

Se detuvo, escrutando los alrededores con el sigilo y discreción de un buen conocedor del "sentido de supervivencia". Aquel aroma se tornaba más intenso, sin embargo el sonido que había confundido con un trueno había cesado hace poco. Contempló silenciosamente hacia el este; unas difusas sombras –eran más de cinco, no alcanzaba a percibirlas con exactitud, pero no era un número mayor a una docena-, altas y que andaban erguidas sobre dos extremidades, se dirigían hacia el noroeste.

Entonces reconoció el significado de aquel olor metálico y humeante; pólvora y plomo exhalado de aquellos artefactos que no eran otra cosa mas que emisarios de muerte, cargados y portados por el único depredador al que él –y más del resto de habitantes del bosque- temía y respetaba: el hombre.

--humm. . .hubiera sido mejor que se tratase de una tormenta –murmuró para él mismo, recordando la idea inicial que le había despertado.

Se dio la vuelta, dispuesto a dirigirse a su cubil, echarse de nuevo sobre su jergón y dormir un poco más. Sabía que habiendo a una manada de cazadores rondando el bosque, lo mejor era no cruzarse en su camino. Dio un par de pasos y fue entonces cuando vio una curiosa cosa agazapada en el interior de un mellado tronco de sicomoro.

--¿Pero que. . .? –su atención quedó fija en una pequeña pelusa que temblaba y que confundió con una ardilla.

La altura del hueco hasta el suelo no iba más de sesenta centímetros, así que no le fue difícil percibir con detalle de lo que se trataba.

No. No era una ardilla. Era una pequeña bolita de pelo rubio, cuatro patas que aun intentaban sostenerle en pie –y haciéndole caer lógicamente debido a u cortísima edad- , unos adormilados ojos azules que le miraban confusamente y un par de. . .no, no era un par. Eran cinco. . .no. . .siete. . .¿nueve colas?

--¿Un kyuubi? –Kakashi ladeó una oreja, levemente confundido.

¿Un kyuubi? Prácticamente eso era ya casi imposible, por lo menos en los bosques sobrevivientes del País del Fuego. Sabía que desde hacía varios años, los hombres les habían dado caza, desde que sus susodichas aldeas comenzaron a crecer y poblar el territorio virgen de la zona, empujando a toda criatura viviente lejos de su hogar por las buenas o por las malas. Y el caso de aquellos zorros demoniacos –como les decían los hombres- no había sido la excepción, de hecho parecía que se había convertido en una moda el exterminarlos y desaparecerlos de la faz de la tierra. Sin embargo parecía que la astucia y deseos por sobrevivir de éstos era más fuerte que las agudas estrategias y armamentos empleados por los hombres.

Acercó el hocico hacia la temblorosa cría, tratando de captar algún tipo extra de información a través de su agudo y experimentado olfato. El suave y aun cálido aroma del pelaje y la textura de éste revelaban que no pasaba de las tres o cuatro semanas de edad.

--vaya crío –suspiró Kakashi. Miró en derredor, de derecha a izquierda— ¿Le habrán abandonado?

Su atención se centró de nuevo en aquellas sombras humanas que se desvanecían poco a poco en el horizonte.

Bueno, el término que debió usar no era exactamente abandonado.

Los disparos y el estruendo de esta mañana, además de una inerte sombra que percibió en la distancia; un bulto tieso y mediano, arrastrado por dos humanos.

Entonces Kakashi no ahondó más en sus propias indagaciones respecto a lo que había sido de la familia del pequeño kyuubi.

--. . .me lo suponía –suspiró y de nuevo dirigió su vista al cachorro, quien hacía torpes esfuerzos por levantarse, puede que por décima vez—¿Y ahora que haré contigo?

--Bueno, quedártelo es una opción …--graznó una voz proveniente de una de las copas de los árboles.

Kakashi levantó la cabeza hacia una de las altas ramas del sicomoro hueco, encontrándose con la austera silueta de una gorrión de plumaje castaño oscuro y una melladura horizontal en su pico.

--eh, Iruka –dijo Kakashi dirigiéndose al ave—¿acaso sabes algo más de lo ocurrido esta mañana?

--humm, más de lo que te acabas de enterar, no –Iruka negó con la cabeza.

El lobo gris lanzó un bufido de hastío. Vaya manera de despertar le había tocado esta mañana, y ahora esto. No. Definitivamente no podía hacerse cargo de un cachorro de kyuubi de cuatro semanas. No es que no pudiese ser capaz de cuidar a un ser vivo, sino que implicaba más que eso, el pequeño apenas podía moverse por sí mismo, aun no caminaba y por lo tanto era lógico que aún no comiese por sí solo, necesitaba quien le alimentase y cuidase.

De reojo siguió mirando hacia los límites de la barricada que separaba a la aldea del resto del bosque. Una idea empezó a rondar su mente.

--¿Entonces? ¿No pensarás dejarle solo a merced de los peligros del bosque, o si? –Iruka rompió el pensativo silencio de Kakashi.

Éste echó a andar lentamente en dirección a la aldea.

--Tú espera aquí. –dijo.


Debes estar completamente loco, pensó mientras se escabullía entre los arbustos. Sin embargo, era lo más racional que se le había ocurrido.

E inclusive era un argumento bastante lógico. Y eso era una idea a la que más se había aferrado en el momento en el que captó el olor de ella.

Estaba a casi menos de cinco metros de la entrada de la aldea cuando vio a una mujer, de largos cabellos rojo carmín y la típica vestidura de las campesinas, cerca de un frondoso naranjo. Llevaba una de esas cosas raras, huecas y suaves que los humanos usan para transportar comida, (claro ya que los muy holgazanes no pueden cargar con todo con lo que se atragantan) con unas cuantas naranjas es su interior. La palabra-sonido de aquella cosa era canasta, según recordaba.

Ahí estaba parte de aquel disparate que había saltado a su mente. Kakashi sabía que el cachorro era demasiado pequeño como para quedar a cuidado de alguien como él, y ninguna manada o familia del bosque había tenido cachorros este verano, por lo que nadie podría hacerla de nodriza para el pequeño…y sabía, no por experiencia personal, pero si por parte de los tediosos relatos de Iruka que las hembras humanas gustaban del cuidado de pequeñas e indefensas criaturas.

Bueno, ahí estaba una. La observó detenidamente oculto tras un arbusto. La mujer parecía tener alrededor de casi treinta años, sus facciones eran suaves, y el ligero aroma que percibía reflejaba un carácter reposado y sereno.

Kakashi se acercó más, procurando no hacer ruido alguno.

Ella estaba tan abstraída en su tarea, arrancando cuidadosamente el fruto del naranjo, que no se dio cuenta de que su canasta había desaparecido, hasta que se dio la vuelta y encontró un peculiar camino de naranjas desperdigadas entre la hierba.


La mujer caminó trastabillando entre el alto pasto que crecía en la zona oeste del bosque, maldiciendo su distracción de hace unos minutos y buscando la desaparecida canasta.

Kushina Uzumaki, viuda de uno de los más temerarios elementos ninja de Konoha, no era adepta de romper las reglas, y una de éstas (establecidas por el actual Hokkage; la máxima autoridad en la aldea) la cual era que se consideraba imprudente y peligroso cruzar los últimos cinco metros de distancia entre el bosque y la aldea; puesto que desde hace algunos años, los dominios de la naturaleza se habían tornado peligrosos, debido a la ferocidad de los depredadores y a los que se les había mantenido bajo control mediante las brigadas de cazadores ninja, acompañados de una feroz jauría de ninken: perros ninja especializados en habilidades de búsqueda, rastreo y en terribles ocasiones, combate cuerpo a cuerpo contra el supuesto depredador, ahora convertido en presa.

Sin embargo, Kushina tendía a ser un tanto obstinada y algo aferrada a sus efectos personales. Había pasado buena parte de la mañana recogiendo raciones decentes de fruta y sin tener que pagar el elevado precio que muchos mercaderes daban a sus malpasados productos que según ellos era "de temporada". No, definitivamente no iba a desperdiciar parte de su tiempo en dejar desparramado la media docena de naranjas que venía levantando nuevamente desde hace quince minutos, aunque esto significase que se empezaba a alejar de los límites de la aldea.

Se hallaba sola, en medio de un claro en el que la barda de cuatro metros de la entrada a Konoha parecía apenas visible y eso si se enfocaba un poco más. Llevaba lo que había recuperado de fruta en el dobladillo del regazo de su mandil. Había caminado según ella bastante y ni rastro de la desaparecida cesta. Momentáneamente tuvo el impulso de olvidarla y marcharse de nuevo a la aldea, el viento estaba tranquilo y el ambiente demasiado silencioso, y no quería tentar a su suerte. Claro, la idea desapareció tan rápido como llegó, cuando se percató de que el buscado objeto estaba boca abajo, a los pies de un mellado árbol.

La mujer se inclinó para levantarla casi inmediatamente. Alargó una mano hasta uno de los bordes y. . . algo en el interior del cesto se movió. Kushina retiró la mano por reflejo. Dudosa, y con un atisbo de curiosidad, sujetó de nuevo el borde –esta vez sus dedos índice y pulgar rozaron algo con pelo en el interior- y lo levantó de una vez.

Estuvo a punto de proferir un grito, tal vez por reflejo o tal vez por la sensación de hace unos segundos, pero este se atoró y disolvió en su garganta. Entornó la vista hacia aquello que permanecía hecho un ovillo debajo de la canasta.

Unos diminutos y brillantes ojos azules se cruzaron con los de ella. La pequeña forma enroscada retrocedió arrastrándose y chocando torpemente contra el tronco. Se quedó muy quieto, olisqueando con su diminuta nariz la mano de la mujer.

--pero que. . .lindo—Kushina esbozó una sonrisa. Pasó suavemente la mano sobre la delicada cabeza del cachorro—. Pobrecillo, de seguro está perdido.

Ella inclinó la cabeza, mirando sobre su hombro. El silencio seguía reinando en el ambiente.

--¿Dónde podrá estar su madre? –se preguntó a sí misma mientras escudriñaba los alrededores con aire dubitativo.

Nada.

Parece que lleva algo de tiempo aquí, pensó usando la lógica.

Y parte de su ser se aferró al pensamiento de que no podía dejar solo a ese pequeño zorro huérfano.

Miró de nuevo al pequeño, éste le contemplaba con la cabeza también levemente inclinada, como si quisiera imitar sus movimientos. Se acercó un poco más al cachorro, intentando sujetarlo, la respuesta de él fue que volvió a hacerse un ovillo, un reflejo de defensa.

--Espera, no puedo dejarte aquí solo –le dijo apaciblemente ella.

Lo levantó cuidadosamente. Éste se finalmente se dejó sin oponer resistencia, no tenía el tamaño, ni las garras o colmillos que le defendiesen, y se sentía abatido de hambre. Kushina lo envolvió en el mandil, como si de un indefenso y frágil bebé se tratase. Y aunque en cierto modo era pequeño e indefenso, el término kyuubi no le pasó por la mente; lo conocía, claro, pero su atención estaba más enfocada en aquel instinto de protección maternal como para recordar exactamente la especie a la que pertenecía aquella bolita de pelo rubio que llevaba en sus brazos.


--¡¿Cómo demonios se te ocurrió hacer eso?! –una sombra café revoloteaba alrededor de Kakashi.

--humm. . .yo no le veo nada de malo. –musitó éste—. No podía quedarse conmigo, eso era algo más que obvio. Le cuidarán bien.

Kakashi estaba tumbado detrás de un matorral cuya sombra a esas horas del día y en ese caluroso verano era lo más fresco que se podía encontrar. Miraba a Iruka con una expresión de fastidio, aunque ya sabía que eso era lo que esperaba, después de lo que acababa de hacer.

--¿Cuidarlo? ¿Bien? ¡Pero si lo mandaste justo al matadero! –gritaba un furioso Iruka—¿Estás loco o que?

--bah, te preocupas demasiado. Esa mujer parecía confiable, y eso es difícil de encontrar en los humanos últimamente. –resolvió Kakashi.

--¡¿Y qué crees que le harán al pequeño en cuanto se enteren de lo que es, eh?

Kakashi se estiró despreocupadamente, mientras Iruka seguía con su retahíla de reprimendas. Le conocía desde hace bastante tiempo y reconocía que una de las razones por las que Iruka no se había convertido en su aperitivo era por su acertado sentido de la razón y la prudencia, las cuales le habían salvado el pellejo en más de alguna vez.

Y también sabía cómo callarle, usando sus mismos argumentos.

--De acuerdo, si crees que el cachorro está en peligro en donde está, deberías vigilarlo tú –Kakashi sonrió astutamente—, bueno, es una sugerencia, pero considero que es lo más apropiado, ¿no?

Iruka se calló repentinamente.

--¿Qué? ¿yo? ¿Ir hasta la aldea?

--nah. . .yo, ¿Quién más? –rió burlonamente Kakashi—Obviamente que irás tú, no creo que en esa aldea acostumbren recibir visitas de "crueles depredadores" como yo, además no tengo ganas de arreglármelas con esos perros sarnosos, la última vez la pelea estuvo demasiado aburrida.

--. . .de acuerdo. –gruñó Iruka, levantando el vuelo y dirigiéndose hacia el peligroso este. Murmurando en bajo—. Esto me pasa por tener el pico tan grande.


Konoha, ése era el nombre de la aldea oculta en medio de uno de los bosques más poblados del País del Fuego. Una tranquila civilización con sus casas de hechura simple pero confortable, sus festivales anuales, su reserva personal de agua potable, ah, y sobretodo su gente.

Casi la gran parte de la población se dedicaba al desempeño del legendario ninjutsu, cosa por la cual se destacaba Konoha desde tiempos inmemoriales. Y el resto de la gente que no compartía ese interés, se dedicaba a las faenas y comercios de cualquier otro pueblecito.

Originalmente éste no era el caso de Kushina. No, ella había sido una respetable kunoichi, e incluso había mantenido el rango de jounin hasta hace tres años, en los que la tragedia de una de las más grandes guerras entre cinco aldeas ninja, le arrebató a su esposo, con quien había estado casada un fugaz y entrañable año. Entonces, decaída por la desdicha sentimental y casi herida de muerte, se retiró obligatoriamente del oficio. Meses después, consiguió un empleo en un pequeño pero aclientado restaurante de comida, no muy lejos de su casa, la cual había quedado a su legítima propiedad. El sueldo no era exuberante, pero permitía vivir lo mejor que se podía siendo habitante de Konoha.

Era sábado y el ocaso casi rayaba en la tarde. Kushina había logrado pasar desapercibido al bultito que llevaba en sus brazos. Llegó a su casa desde el mediodía, y acomodó al bebé kyuubi sobre un curioso pero proporcionado montículo de mantas, en uno de los rincones más acogedores de la sala. Éste se quedó dormido durante casi toda la tarde. Alrededor de las seis, mientras ella miraba distraídamente el televisor, se percató de que el pequeño kyuubi ya no estaba.

Se sobresaltó y se dispuso a levantarse de la mesa cuando sintió un bulto cerca de sus rodillas. El cachorro husmeaba arrastrándose por el suelo, en busca de algo qué comer. Kushina le levantó, acunándolo en sus brazos, y se dirigió a la cocina. Abrió el refrigerador y sacó un envase individual de leche, vertió un poco en un vaso y de uno de los cajones de la repisa inferior sacó un gotero, de esos que usualmente se utilizan para pequeñas dosis de medicina. Sosteniendo a la cría con el brazo izquierdo firmemente, acercó el gotero lleno de leche, rozando con cuidado el hocico. Creyó inicialmente que batallaría un poco, pero el pequeño casi inmediatamente aceptó el objeto y empezó a succionar el contenido con avidez.

--Calma, no tan rápido, pequeño –murmuró dulcemente Kushina.

Volvió a llenar el gotero, sujetó el vaso con la misma mano y regresó a la sala. Se sentó y continuó alimentando al hambriento cachorro, mientras su mente daba vueltas al asunto. En efecto, esa indefensa criaturita era un kyuubi, un animal que por obligación debería pertenecer a los bosques, y no a una sociedad civilizada. No era una mascota, pero no podía abandonarle a su suerte allá, en los burdos dominios de la naturaleza. No tenía el corazón para hacerlo. Y no lo haría.

Si estaba equivocada, el tiempo le haría saber.

Después de tres dosis completas, el kyuubi volvió a acurrucarse de nuevo entre aquellos cálidos brazos. Aun confundido por todo lo sucedido desde aquella mañana, y sintiendo un confortable sopor, escuchó la suave voz de aquella mujer; los ritmos eran conocidos y las pautas le resultaban tranquilizadoras. Sintiendo el lento ritmo de un corazón cercano a su oreja, entrecerró los ojos y finalmente se durmió.

Kushina retiró el gotero. Su vista deparó en tibio cuerpo entre sus brazos.

--Creo que te llamaré. . .Naruto. –susurró, con un cálido tono maternal.—Mi pequeño, Naruto-chan.


Tres días más pasaron y formaron parte del calendario de aquel verano que según más de uno, sería uno de los más calurosos desde por lo menos hace casi diez años. Durante la temporada, ningún huerto había producido lo suficiente para hacer conservas, y las grandes estanterías de material para enlatados esperaban en vano acumulando polvo.

--Pero por lo menos ha resultado ser una temporada tranquila –mustió Genma, apoyando la espalda contra el marco de la puerta y los brazos cruzados en desinteresado ademán.

--hmp –asintió indiferente Fugaku Uchiha.

Genma era uno de tantos jounin que custodiaban la guardia de avistamiento y seguridad que se hallaba en la entrada de Konoha. Unas semanas antes de aquel verano, después de la última expedición de rastreo en las afueras del pueblo, las municiones de respaldo habían comenzado a escasear, y antes de que la reservas se terminasen, había decidió pasar momentáneamente a casa de Uchiha-san por un cargamento más.

Casi todo el cuerpo policial de Konoha y gran parte del resto de la comunidad ninja consideraba a Fugaku Uchiha como uno de los más diestros armeros de la aldea, pero tenía muy mal carácter y ahuyentaba a los clientes con su mal humor. Se pasaba casi toda la semana trabajando en los bosques, y bien se sabía que como cazador, nunca erraba un tiro. Vivía cerca de los límites de la aldea, en una descolorida casa y la única compañía que toleraba era la de su ninken; un ejemplar mezcla de perro pastor y retriever, de casi cuarenta kilos y setenta centímetros de alto, pelaje negro-grisáceo y hosco carácter al que Fugaku había nombrado Itachi.

--Necesito un nuevo embarque de municiones medianas –había dicho Genma a Fugaku, aquella soleada mañana. Se pasó una mano por detrás de la nuca—. Pero no podré pagártelo por ahora, ando demasiado corto de efectivo.

Se encontraban en el interior del pórtico de la entrada. Genma mascaba un tallo de hierba.

--Pues lo siento, Genma –dijo Fugaku—, pero yo no trabajo de balde. Esto no es una asociación de beneficencia.

--Mikoto-chan acaba de alumbrar una camada –dijo Genma. Mikoto-chan era una hembra de raza labrador, preciosa—. Raza pura. Si me das una caja de 100 unidades, yo te regalaré el mejor ejemplar de la camada. ¿Qué dices a eso? Saldrías ganando.

--Ya tengo un perro, no necesito otro –dijo Fugaku—Y tanto menos uno de ese tamaño. Los malditos labradores no causan más que problemas.

-- no necesitas otro perro –dijo Genma, mirando a Itachi, quien dormitaba tranquilamente bajo la escueta sombra de un roble—, pero algo de compañía no le vendría mal a éste chico. Y dos ninken siempre es ventaja, sobretodo en una cacería a campo abierto.

Fugaku abrió la boca y la volvió a cerrar. Últimamente, las largas expediciones de una semana en el bosque comenzaban a tornarse complicadas, y más cuando se dificultaba seguir el rastro en aquellos terrenos inestables y pantanosos, teniendo solo un perro como apoyo. Y en la última cacería de hace tres días, Itachi no había salido ileso; no habían sido nada más que un par de melladuras en el hocico y una fisura en el costado, pero tenía que dejarle descansar un par de semanas. Y el invierno estaba cerca; una de las mejores temporadas de caza.

Tal vez Genma tuviese razón. Apenas corría el mes de julio. Podría entrenar al cachorro y tenerlo en buena forma para noviembre entonces.

--Lo pensaré –dijo finalmente.

--Bueno, pero no lo pienses demasiado –dijo Genma, en tono comedido—. Puedo ir a ver a Nara-san. Es tan mañoso como tú, Uchiha. Más mañoso, quizás.

--Quizá—dijo Fugaku, sin inmutarse.

El carácter de Genma no le asustaba en lo más mínimo.

El resto de la tarde su mente aun se debatía en un insignificante dilema, mientras, sentado en el pórtico, Fugaku observaba con aire ausente el arrugado periódico que no pudo terminar de leer desde la mañana. Miró de reojo hacia el patio. Itachi se había levantado e ido hacia su recipiente de agua. Bebió un poco y volvió a tumbarse de nuevo a la sombra. Todavía caminaba arqueando el lomo, a causa del golpe.

Parte de aquel dilema era si realmente era necesario otro perro. Itachi aun estaba en buena condición física y, aunque no tenía un excelente olfato, era bastante rápido y un aguerrido elemento del equipo, claro, siempre y cuando el propio Fugaku estuviese al mando. Ése era otro asunto; Itachi sólo le obedecía a él, y en ocasiones eso había ocasionado problemas entre los otros jounin y sus ninken. Fugaku tenía muy buena mano con los perros: sabía criarlos y adiestrarlos, e Itachi no era la excepción -ni la razón- a la regla, a pesar de que el brusco carácter del animal fuese un problema, lograba siempre recordarle su lugar en la jerarquía, ya fuese por las buenas o por las malas.

El verano terminaría pronto, y el entrenamiento riguroso y extenuante del otoño se acercaba con la caída de las hojas y los húmedos vientos del norte.

Hmp. . .tal vez un poco de sangre nueva no iría mal al equipo, pensó distraídamente.

Aunque no lo admitiera del todo, Fugaku había tomado una decisión.


NOTAS DE LA AUTORA:

Si, lo adivinaron...este fic es una curiosa adaptación de la película "El Zorro y el Sabueso"!. Bien, algo bueno puede tener la gran depresión que me ha derribado en los meses pasados, y desde aquí hay algo .. .jeje.
Tal vez esto es una idea loca o extraña, pero la idea me pasó mientras mi sobrina y yo nosotros veìamos desinteresadamente la televisión y hablábamos de adaptaciones decentes y creíbles para fanfictions sobre Naruto; y así fue que surgió esta rara idea...ya se que tengo otros fics sin actualizar, pero sé que si no me doy a la tarea de sacar esta idea de mi mente, no pod´re escribir lo demás /En fin.

Anuncio tambien que no soy una simple escritora frustrada, sino que también dibujo YESTE FANFICTION NO ES LA EXCEPCIÓN...o sea, si quieren ver acerca de mis fan arts que he hecho sobre este fic, pues tengo el link de mi galería en mi PROFILE. (Si, hay dibujos de la version kyuubi de Naruto y demás!!).

Ok una vez hecha mi propaganda me despido, y espero que les comience a agradar esta trama, REVIEWS Y TODO TIPO DE COMENTARIOS APRECIADOS!!