Bajo El Mismo Techo.

By LadyCornamenta.

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Capítulo 27: Planes a Futuro.

(Edward's POV)

—Alice, realmente, deja eso —pedí.

—Vamos, Edward, ese moño te quedará genial —apuntó mi pequeña hermana, mientras se ponía de puntillas para poder alcanzar mi cuello.

Suspiré mientras ella seguía con su trabajo. Discutir con Alice era siempre una batalla perdida.

Estuvo un largo rato quitando las arrugas de mi camisa; intentando, vanamente, acomodar mi cabello; insistiendo en que me dejara quieto el moño que había puesto en mi cuello; entre algunas otras cosas, muy típicas de ella antes de una celebración de tal magnitud. Después de todo, finalmente era el día: Rosalie y Emmett se transformarían en marido y mujer.

La verdad es que aquéllo siempre me había parecido algo anticuado, más allá de los motivos que teníamos para hacerlo, pero ahora había un sentimiento diferente dentro de mi pecho. Cada vez que pensaba en Bella y en todo lo que sentía por ella, la idea del matrimonio no me parecía algo tan disparatado y absurdo. De hecho, era una idea bastante tentadora. Tanya había sido alguien muy importante para mí, pero mi desmesurado cariño por ella podía compararse más con el de la hermana más cercana que con el de la persona con la que quería compartir el resto de mi vida como pareja. Con Bella, las cosas eran completamente diferentes.

Abandoné mis pensamientos cuando uno de los pesados brazos de Emmett se apoyó sobre mis hombros. La verdad es que no pude reprimir una sonrisa, al verlo enfundado en aquel costoso traje de etiqueta que la misma Alice había encargado. Su cabello, por extraño que pareciera, estaba prolijamente peinado y su ropa se encontraba en su lugar, carente de arrugas.

—¿Qué pasa, Eddie, estás enamorado de mí? —preguntó Emmett melodramáticamente, al ver que lo observaba—. Mira que todavía estás a tiempo —agregó, frunciendo los labios y tirándome un beso.

Lo miré con asco, haciéndolo reír.

La verdad es que no entendía como podía estar tan tranquilo en un día como aquél.

¡Isabella Marie Swan, quédate quieta! —el chillido de Alice se escuchó desde la habitación que ocupaba Bella.

¡Alice, me vas a dejar calva! —exclamó mi novia, con aquella voz al borde del colapso.

¡No seas exagerada!

Basta, yo no…

La puerta de la habitación se abrió y una sorprendida Bella nos observó. Su mirada se quedó en mí, pero yo estaba demasiado distraído observándola; estaba sencillamente hermosa: un simple vestido azul enmarcaba su pálida piel y su cabello castaño, ahora lacio, estaba decorado de forma simple por una pequeña flor. Su rostro, levemente maquillado, se sonrojó mientras la observaba.

Emmett silbó sonoramente.

—Vaya, damisela, si no estuviera a punto de casarme te pediría matrimonio —comentó.

—Que no te escuche Rose —pedí yo, mientras tomaba a Bella por la cintura—. Además, él único que está en condiciones de hacerle algún tipo de propuesta soy yo.

—Podrías hacerle alguna propuesta indecente —comentó Emmett, guiñándonos un ojo, mientras se perdía por el pasillo—. Creo que la pobre chica se la merece.

Rodé los ojos.

Nunca cambiaría.

Ignorando a mi hermano, tomé la mano de Bella y le dediqué una sonrisa.

—Estás hermosa.

Un fuerte sonrojo apareció en sus mejillas, mientras me dedicaba una sonrisa.

—No lo niegues, hermanito, me he lucido —comentó Alice con aires de grandeza, mientras salía de la habitación.

Bella le gruñó y sólo pude reírme de su expresión furibunda. Evidentemente la sesión de belleza con Alice le había costado más de lo que pensaba. Tomé su mano y ambos bajamos por las enormes escaleras de la casa. En la planta inferior ya se encontraban mis padres, sentados en el sofá, hablando amenamente con Charlie y Renée, los progenitores de Bella. Ya habían pasado algunos meses desde que habían despertado y Bella había retomado su vida junto a ellos. Si bien ahora extrañaba la posibilidad de convivir todos los días con ella, me alegraba de que sus padres estuvieran tan bien y de que pudieran vivir, finalmente, como una familia.

Cuando nuestros padres nos vieron bajar, todos se quedaron observándonos. Claro que, afortunadamente, aquéllo no duró mucho: Emmett llegó a la sala y se convirtió en el centro de atención.

—Te ves muy bien, Emmett —comentó el padre de Bella, que parecía sentirse un poco atemorizado ante la presencia de mi hermano—. Que tengas mucha suerte para hoy.

—Oh, sí, usted también —respondió Emmett jocosamente—. Debería servirle de práctica para el futuro.

Afortunadamente el padre de Bella no captó el sentido de sus palabras. Su hija, por el contrario, parecía haberlo notado, porque carraspeó suavemente, con sus mejillas arreboladas.

—¿Cuándo nos vamos? —preguntó impacientemente.

—Tranquila, damisela, tenemos tiempo —apuntó Emmett, completamente divertido con la situación.

Antes de que pudiéramos decir algo más, Alice bajó las escaleras, captando las miradas de todos.

—No, tranquilo, Jazz —decía, sosteniendo el teléfono móvil contra su oído—. No te alteres, conserva la calma y aléjate de Rose; todo estará bien.

Reí entre dientes al imaginarme la situación: una histérica Rosalie, dando vueltas por la habitación, murmurando cosas entre dientes; mientras su pobre hermano tenía que soportar sus quejas, su mal humor y sus nervios. Debía ser un caos, sobre todo considerando lo sensible que era Jasper a los sentimientos ajenos.

Alice cortó el teléfono, dando un suspiro de cansancio.

—Tu novia lo volverá loco —le reprochó a Emmett, que soltó una fuerte risotada.

—Rose tiene la habilidad de volver loco a cualquiera —apuntó, guiñándole un ojo. Luego nos miró a todos—. ¿Vamos, familia?

Un asentimiento general recorrió la sala, antes de que comenzáramos a movilizarnos hacia el exterior de la casa. El día, como usualmente sucedía en Forks, no estaba soleado; sin embargo, podían verse pequeños retazos de cielo azul entre las espesas nubes que se arremolinaban sobre nosotros. Dentro de todo, considerando dónde nos encontrábamos, era un día bastante bonito.

Carlisle decidió llevar su Mercedes, trasladando a mi madre y a los padres de Bella. Yo, por mi parte, me subí al asiento del conductor de mi Volvo, con Bella sentada a mi lado y mis hermanos en el asiento trasero. Nosotros llevaríamos al «novio».Hasta en mi cabeza la palabra sonaba ridícula, teniendo en cuenta que era Emmett de quien estábamos hablando.

Mi padre estaba al tanto de a donde nos dirigíamos, por lo que tomó la delantera rápidamente. Por supuesto, aquello de conducir a una velocidad descomunal no era algo que había aprendido por mí mismo; de cualquier forma, mi progenitor parecía estar controlándose sólo por el hecho de que había otras personas en el automóvil. Me puse a la delantera cuando salimos de Forks y aceleré un poco más, sabiendo que Bella estaba lo suficientemente entretenida con las bromas de Emmett como para notarlo. Sin embargo, pronto las voces desaparecieron.

—Querido Eddie, yo sé que eres muy buen conductor, que tienes muy buen sentido de la orientación y todo eso, pero el salón es para el otro lado —comentó Emmett, señalando hacia atrás con su pulgar.

Sonreí de lado.

—Cierra la boca, Em.

Mi hermano quiso decir algo más, pero Alice se puso a molestarlo para captar su atención. Por supuesto, él no sabía que nos dirigíamos a la casa de Hoquiam; pero queríamos mantenerlo así, queríamos que fuera una sorpresa, tanto para él como para Rosalie.

Seguimos viajando, mientras Alice retomaba su conversación con Emmett. Bella parecía muy entretenida cambiando las estaciones de radio, de acuerdo a si le gustaba o no la canción que pasaban. Agradecí que le gustara música parecida a la que yo escuchaba, porque aquéllo hizo el viaje mucho más ameno.

Estábamos ya ingresando a la zona urbana, cuando Emmett pareció darse cuenta de a donde nos dirigíamos. De hecho, comenzó a reconocer el lugar cuando los edificios empezaron a desaparecer a nuestras espaldas.

—¿Qué hacemos en Hoquiam? —preguntó, confundido.

Vi por el espejo retrovisor como Alice le regalaba una enorme sonrisa. Por supuesto, nadie respondió.

Avanzamos un largo trecho y Emmett se pegó a la ventana de mi automóvil, cuando empezó a ver aquel inusual movimiento en una zona tan tranquila como las afueras de Hoquiam. Claro, la cantidad de vehículos, gente y decoración en blanco y plata debió haberlo ayudado, porque pronto se volvió hacia nosotros con una enorme sonrisa sorprendida.

—¿La boda será aquí? —inquirió, con aquella infantil alegría tan característica de él.

Todos asentimos.

Emmett comenzó a removerse inquietamente en su asiento, con una alegría y jovialidad muy poco propia de un hombre que iba a casarse. Cuando logré aparcar entre la cantidad de automóviles que ocupaban los alrededores, mi hermano fue el primero en bajar, saliendo disparado de su asiento. Alice lo siguió alegremente, dando pequeños saltitos. Bella, en cambio, se tomó las cosas con calma. Ambos bajamos con cuidado, mientras mi padre aparcaba su vehículo, no muy lejos de nosotros. Caminaron hacia donde nos encontrábamos y Bella fue a reunirse con sus padres. Eran una encantadora familia.

—¿Y Emmett? —preguntó mi madre.

—Se fue a corretear por ahí —comenté, rodando los ojos—. Sabes como es él con eso de quedarse mucho tiempo quieto, sin nada que hacer…

Mis padres rieron al unísono.

—Vamos a buscarlo —dijo Carlisle—. ¿Te quedas con los Swan?

Asentí.

Me acerqué a la familia. Bella y su madre me regalaron sus enormes sonrisas, mientras la primera me tomaba la mano. Su padre simplemente cabeceó; después de todo, parecía que todavía le costaba hacerse a la idea de que su hija tenía novio.

Novio. Eso sonaba demasiado bien para mí.

Los cuatro comenzamos a mezclarnos entre la gente, deteniéndonos sólo lo suficiente como para saludar a algunas personas o hacer ocasionales presentaciones. Entre todos, pudimos divisar a Jasper. Tenía un vaso en su mano y hablaba amenamente con Alice, quien lo tenía agarrado por la cintura, mientras acomodaba su corbata color oro. Lucía mucho más tranquilo que antes; lo irónico del asunto es que Alice, justamente Alice —una de las personas más enérgicas y alocadas que conocía—, tenía ese efecto sobre él.

Pasé un brazo por la cintura de Bella, mientras sus padres conversaban con un matrimonio de viejos amigos de Carlisle y Esme, los Weber. Al parecer, según mi padre me había contado, Charlie había ido con él a la escuela cuando eran pequeños, por lo que se conocían desde hacía años y habían compartido una gran amistad, hasta que Charlie se había ido a vivir a Phoenix con su esposa. Cuando me lo explicó, comprendí todo bastante bien: sus cuidados, al escuchar que Bella era una Swan, no habían sido casuales.

—¿Está todo bien? —pregunté, con una enorme sonrisa.

—Rose está bastante mejor —comentó Jasper, suspirando—, aunque no fue tarea fácil. Mamá se está encargando de ella.

—Cosas de chicas, ¿no? —apuntó Bella.

Jasper sonrió.

—Eso creo.

Entonces, mientras su conversación continuaba, me encontré con dos muchachos. Sonreí de lado, mientras veía a uno de ellos agitar la mano. El otro, mirándolo algo avergonzado, le golpeó el brazo. Palmeé suavemente la cintura de Bella y, cuando se volvió para mirarme confundida, cabeceé en dirección a los dos recién llegados. Su rostro se llenó de sorpresa cuando vio a Seth Clearwater y a Jacob Black caminando hacia nosotros.

—¿Ellos…cómo…qué…? —balbuceó Bella.

—Pensamos que sería una descortesía no invitarlos —comentó Alice suavemente, sabiendo de que hablábamos—. Se han portado muy bien en este último tiempo.

—La verdad es que me sentía en… deuda con ellos —agregué, con total honestidad.

Bella me regaló una enorme sonrisa, antes de apretarse más contra mí.

Jacob y Seth se encontraron bastante más cómodos cuando encontraron con quienes hablar. Bella y Alice se ocuparon de que la conversación fuera amena y el pequeño Clearwater parecía encantado. Jacob, si bien no estaba en su mejor momento, se mostraba respetuoso y tranquilo, manteniendo una charla con Jasper. Después de conversar con él, cuando me había encargado de llevarle la invitación en persona, había descubierto que él había sufrido con la muerte de Tanya tanto como yo. Él, quien realmente la quería más allá de la profunda amistad, había hecho todo lo posible por protegerla, por quitarla del inminente peligro que corría al ser casi parte de mi familia. Cuando habíamos hablado, había puesto como ejemplo a Bella, preguntándome que daría yo por ella. Él lo sabía, pero yo había querido dejárselo en claro.

«Por ella daría hasta mi vida y más».

Entonces, frente a aquella revelación, lo había comprendido. Sabía como se había sentido en aquél momento e, inevitablemente, me había sentido en deuda con él.

Pronto la madre de los gemelos vino a buscar a su hijo, que se encargaría de acompañar a Rosalie, en lugar de su padre. Todos habíamos sentido mucho la muerte de Mark, un amable hombre que siempre había apostado a la protección de sus queridos hijos. Aquellos pensamientos se desviaron hacia Tanya y hacia la pobre Hannah, que había sufrido de dos grandes y desgarradoras pérdidas, y aún así había sabido salir adelante por sus hijos. Ese día ella lucía radiante: hablaba con los invitados, sonreía permanentemente y se movía de un lado para el otro, asegurándose que todo estuviera bien. Después de todo, el hecho de estar cumpliendo el último deseo de su difunto esposo debía ser algo tan importante para ella como para todos nosotros.

Cuando se nos permitió, dejamos la recepción para dirigirnos al interior de la casa, donde se desarrollaría la ceremonia. Todos comenzaron a acomodarse en la amplia sala contigua al recibidor, donde habíamos estado limpiando. Bella corrió con Alice, intentando conseguir buenos lugares. Estaban de pie al lado de unas sillas, cuando mi novia hizo un gesto con la cabeza, invitándome a unirme a ellos. Caminé en su dirección, estudiando la sala. Habíamos hecho un buen trabajo…

Inevitablemente, otro tipo de recuerdos inundaron mi mente, dirigiéndose instantáneamente al piso superior.

Cuando llegué hasta Bella, enredé mis manos en su cintura y apoyé mi barbilla en su hombro.

—Si no te molesta, después podríamos hacer una visita a la sala del piano —bromeé a su oído, para luego depositar un suave beso en él.

Bella rió suavemente y sentí que su rostro se calentaba contra mi piel.

—Me parece bien —coincidió, sonriente.

No fue demasiado el tiempo que tuvimos que esperar antes de que Rosalie bajara las escaleras, tomando el brazo de Jasper. Lucía hermosa, enfundada en un blanco y vaporoso vestido, tan ostentoso y deslumbrante como ella misma lo era. Parecía estar conteniendo las lágrimas mientras caminaba, por el improvisado corredor, hacia donde se encontraba Emmett. Cuando se reunieron, su futuro marido le sonrió, mientras tomaba su mano. Tomé la mano de Bella, quien me observo con sus llorosos ojos y me sonrió tenuemente.

Toda la ceremonia se desarrolló como habitualmente sucedía y, cuando el cura proclamó aquellas «palabras mágicas» y Emmett y Rosalie se fundieron en un ardiente beso, todos los presentes estallaron en aplausos y palabras de júbilo. La pareja salió de la casa, seguida de todos los demás, que iban otorgándoles sus felicitaciones a medida que el espacio se los permitía. Después de esperar por un tiempo considerable, Bella y yo pudimos acercarnos a la pareja. Alice estaba colgada de Emmett y Jasper tenía un brazo alrededor de los hombros de su hermana.

—Felicitaciones —comentamos Bella y yo, al unísono.

—Oh, no se hagan los educados conmigo —pidió Emmett, con tono burlón—. ¡Vamos, Eddie, damisela, denme un abrazo!

Después de sus palabras, nos envolvió a ambos con sus brazos, apretándonos con fuerza.

—Emmett, les romperás los huesos —apuntó Rosalie, y pude ver como rodaba los ojos.

Pronto la música empezó a sonar en el jardín trasero de la casa y una pista de baile se improvisó en el amplio espacio que quedaba comprendido entre las dos mesas repletas de comida, ubicadas a cada lado de la casa. La efectiva combinación de entusiasmo y alcohol permitió que hasta los invitados más tímidos se pusieran a bailar al ritmo de la música. Cuando prácticamente todos se encontraban disfrutando de las canciones que se pasaban por los enromes parlantes, tomé la pequeña mano de Bella, proponiéndole alejarnos un poco de allí. Ella me mostró una enorme sonrisa y asintió, al parecer agradecida con el hecho de que no la obligara a bailar.

Ambos caminamos un largo trecho tomados de la mano, evitando la piscina, que ahora se encontraba limpia y en perfectas condiciones de ser utilizada. Comenzamos a caminar por la zona donde los árboles creaban un apacible camino natural. La música se volvió un suave eco, mientras seguíamos avanzando; Bella enredó su brazo alrededor del mío y ambos comenzamos a disminuir el ritmo de nuestra caminata, andando muy lentamente.

En aquellos momentos, agradecía haber encontrado a Bella; agradecía haber recuperado mi alegría, mi gusto por las cosas, gracias a aquella muchachita que caminaba a mi lado. Había vivido en la oscuridad, bajo el recuerdo de un amor pasado, de una hermana perdida. Sin embargo, todos mis esquemas existentes sobre el amor se habían desvanecido cuando ella me había ofrecido su ayuda, habían desaparecido la primera vez que aquellas ganas locas de besarla se habían apoderado de mí; todo había cambiado cuando sus labios habían tocado los míos. Con cada una de sus palabras cargadas de afecto había sabido penetrar aquella coraza que yo mismo había construido, había logrado hacerme entender que nunca me había sentido tan dependiente de nadie, con aquella absurda necesidad de protegerla en todo momento.

Ella me había enseñado a enamorarme, a recuperar el gusto por mi propia vida. Me había permitido volver a reír, descongelando mi olvidado corazón.

—¿Por qué estás tan pensativo? —me preguntó suavemente.

Separé mi brazo del suyo, tan sólo para pasarlo por su cintura. La atraje hacia mí, apoyando mi frente contra la suya.

—Gracias, gracias por todo —murmuré, besando suavemente su nariz.

Me miró confundida.

—¿Gracias por qué?

—Por dejarme ser feliz contigo.

La vi sonreír, mientras mis labios atrapaban los suyos. Sus brazos descansaron en mis hombros, mientras sus manos jugaban con mi cabello. La atraje más hacia mí, si es que eso era posible, mientra profundizábamos el beso. Cada roce de nuestros labios era perfecto.

—¡Hey, ustedes dos! —gritó Alice, balanceándose peligrosamente. Jasper la tomó por la cintura—. ¡Vengan aquí! ¡Quiero una foto de todos!

Escuché a Bella reír y me uní a ella.

—Parece que todo está marchando bien, ¿no? —preguntó, mirándome con una sonrisa.

—Eso creo —apunté, mientras le tomaba la mano. Comenzamos a caminar hacia donde se encontraba mi hermana. Me acerqué a su oído—. Algún día quizás tengamos la misma suerte y la nuestra salga tan bien como esta.

Rió, mientras apoyaba la cabeza en mi hombro.

—Por lo menos, no tendremos problemas con la convivencia —apuntó.

Ahora fue mi turno de reír. Después de todo, ya habíamos convivido bajo el mismo techo por un largo tiempo.

Y no podía estar más agradecido por ello.

The End (snif, snif). Les juro que no puedo creer que ya haya acabado. La verdad es que es una historia que, si bien me trajo algún que otro dolor de cabeza, disfruté muchísimo escribiendo y, además, el hecho de que sea la primera que escribí sobre el universo de Meyer me hace tenerle un cariño especial.

A todos ustedes, no tengo más que darles las gracias, tanto a los que creyeron en la historia desde el principio, como a esos que se fueron sumando con el transcurso de los capítulos. Como siempre digo, los reviews son el alimento de los escritores y es gratificante leer las críticas sobre un trabajo que llevó horas, dedicación y esfuerzo. Se los repito, muchas gracias a todos. Sinceramente, puedo decir que, con más de mil trecientos reviews, unos trecientos y pico de favoritos y unas docientas y algo alertas, fue lo más comentado y «popular», por usar alguna palabra, que escribí hasta el momento, y me hace sentir muy, muy feliz. Si bien muchas veces cantidad no es calidad, los comentarios hacen sentir a los escritores muy, muy bien… o por lo menos a esta en particular jaja. Por eso, no me canso de decirlo: ¡Gracias a todos!

Publiqué, por cierto, un nuevo y pequeño mini-fic de cinco capítulos por el espíritu de San Valentín y toda esa mierda, ya saben jaja. Así que nos leemos por ahí también.

Ah, además publiqué un pequeño dibujo en mi blog sobre la última escena. Es sólo un detalle pero… si les interesa, ya saben que encuentran mi blog en mi perfil. En fin, me dejo de palabrerías.

¡Gracias a todos, otra vez!

Nos leemos en otra.

LadyC.