No sé si me gusta, pero definitivamete puede causar diabetes.

Summary: Esa noche Jacob se regocija sometiendo a Edward a una larga y detallada sesión de tortura psicológica. Otro pensamiento indecente y él ya no se responsabiliza de sus actos. Situado en eclipse en vísperas de la pelea.

Autocontrol

Con su mano gélida se masajeó las sienes, respirando pausadamente e intentando pensar en alguna cosa, cualquiera, que lo tranquilizara. Podía sentir el veneno en su boca.

Cerró los ojos, las imágenes que se proyectaban en la mente de Jacob se reflejaban en su cabeza y nada de lo que hiciese podría siquiera opacarlas. La voz jadeante del licántropo era demasiado nítida, al igual que ambos cuerpos desnudos y las caricias furtivas. Recostó la cabeza contra la lona de la carpa que se agitaba violentamente a causa del viento y rechinó los dientes. Observó a la verdadera Bella acurrucada -y completamente vestida- en los brazos de Jacob: su expresión tranquila y relajada; también la sonrisa burlona en el rostro de él y su mano grande que se encontraba lo suficientemente cerca de sus pechos como para lograr enloquecerlo. Maldito perro y sus estúpidas fantasías.

Pero no tenía alternativa, era eso o verla morir de una hipotermia, ¿qué carajo importaban sus estúpidos celos entonces? Rió ante semejante ocurrencia, ojalá se tratase únicamente de ello. Verla allí, rodeada por unos brazos que no eran suyos, era tan solo una pequeña porción de esa agonía. El saberse incapacitado para confortarla no lo dejaba tranquilo, mucho menos el hecho de finalmente comprender que no podía darle todo lo que necesitaba, que amarla de esa forma tan insana no era suficiente, y que en cambio Jacob no solo era capaz, sino que estaba más que predispuesto.

Pensó en Bella y en esa ridícula promesa que le había hecho, odiándose por darle esperanzas cuando sabía con certeza que no podía, que no debía. No importaba que él mismo temblase con cada roce, ni que con solo besarla su cuerpo se elevara a temperaturas con las que jamás había soñado, nada de eso tenía relevancia alguna cuando significaba mantenerla a salvo. Y el rostro de Bella, contraído en una mueca de placer, se hizo nuevamente un espacio por entre esas reflexiones, haciéndolo estremecer. Entrecerró los ojos.

-¡Por favor! -masculló, intentando controlar el impulso de saltar hacia su yugular-. ¡Si no te importa...!

Otro pensamiento indecente y él ya no se responsabilizaba de sus actos.