Capítulo 30: "Una Nueva Vida"
Embarazada. Cuando escuchó esa palabra algo extraño pasó. Sintió como de pronto una corriente cálida inundaba todo su cuerpo, de inmediato sus mejillas se ruborizaron, sus pupilas se agrandaron, un calor intenso se apoderó de su pecho y también de su vientre. También tuvo escalofríos. Calor y frío. Todo en un sólo segundo.
- Por todos los cielos, señora, siéntese... creo que se va a desmayar...- Gimió la anciana, algo asustada y preocupada, obligando a la joven a sentarse.
Esta obedeció sin oponer siquiera resistencia, tenía la mirada aun absorta pero estaba ensimismada en sus pensamientos. Era increíble lo que estaba pasando ¿o era cierto? Entonces al fin pareció reaccionar, miró a la anciana con incredulidad mientras ésta le acercaba una jarra con agua fresca, Kagome la tomó entre sus manos, pero no la bebió.
- No... no... imposible... esta bromeando ¿verdad?
Su voz sólo era un susurro tembloroso e incrédulo.
- ¿Por qué habría de bromear con esto?- Contrarrestó la anciana, sentándose en frente suyo- Tiene todos los síntomas y además se le nota en la cara, créame niña, sé perfectamente cuando una mujer esta encinta.
Kagome la miraba absorta, ahora, casi podía creer lo que estaba diciendo, la anciana la instó a beber el agua y la muchacha lo hizo a pausas. Tenía una mezcla de sentimientos que la abrumaban y no la dejaban ni siquiera pensar con lucidez y coherencia.
Por una parte, estaba aquella inesperada sorpresa de la cual Tsubaki le había revelado. Estaba embarazada ¿lo estaba realmente? Aquello la alegraba enormemente puesto que por semanas había imaginado que moriría a causa de los malestares que eran tan similares a los que había tenido su madre. Quería creer que era cierto, que tenía un ser dentro de su cuerpo y que éste crecía y crecía ¿sería como Inuyasha? ¿o como ella? Pero debía confirmarlo... no podía ilusionarse tan rápido sólo por las palabras de una anciana ermitaña... ella no era un médico ¿cómo podía saber lo que tenía con apenas mirarla?, estaba la duda latente... quizás no debería creer las palabras de una mujer a la cual consideraban una bruja... pero algo en su interior... algo le decía que...
Y estaba lo otro... la revelación... la verdad de la maldad de Kikyo.
¡Ella había envenado a su padre también! Pero, al no obtener resultados... entonces... la causa de su horrible muerte, aquella caída de las escaleras... ¿había sido provocada? Su corazón dio un brinco asustado. Se llevó una mano al pecho, casi le dolía de la conmoción. La imagen tétrica del hombre desnucado y la boca sangrante le provocó deseos de vomitar. Comenzó a respirar fuertemente, atrapando el aire a bocanadas creyendo que así sería capaz de mitigar las náuseas y tranquilizarse. La anciana le brindó otro poco de agua y la miró ahora muy preocupada. La muchacha tenía el rostro ceniciento y de pronto dejó caer la cabeza entre sus brazos que se cruzaban sobre la mesa, parecía que de pronto había perdido las fuerzas.
- ¿Señora? ¿señora?- Dijo la anciana, poniéndose a su lado y tocándole el hombro- ¿Me escucha?
- Sí... sí...- Musitó, intentando levantar el rostro pero no pudo, la debilidad seguía ahí, la sien le dolió como si le hubieran clavado mil agujas, las náuseas no se apaciguaron.
La anciana se sobresaltó, ahora la joven estaba casi verde, tenía la frente sudada, cuando le tomaba la mano la sentía helada y temblorosa. Se arrepintió de haber sido poco considerada con ella... si hubiera sido más sutil al revelarle la verdad de las cosas que la rodeaba... pero esta niña tan perspicaz estaba ciega ante cuestiones que realmente eran importantes y que directamente le concernía... era extraña en ese aspecto. Aun así debió ser más cautelosa al contarle todo... si no hubiera sido una ermitaña seguro hubiera actuado con más tacto... ahora que veía aquella muchacha casi al borde del colapso se asustó en extremo, como hacía mucho no sucedía.
En ese instante, una figura alta y omnipotente se apareció en el umbral de la puerta, que se encontraba abierta.
- ¡¿Kagome?!
La anciana posó la mano sobre su vista pues al dirigirla hacia el lugar en donde se encontraba el recién llegado, los rayos del sol le daban de lleno en la cara. Fue por eso que no lo reconoció, pues sólo veía destellos a su alrededor. Cuando el hombre avanzó a zancadas hasta ellas entonces lo reconoció. Él se inclinó ante la joven que aun ocultaba el rostro en sus manos, le habló con suavidad pero a la vez asustado.
- ¿Kagome? ¡Kagome!
- Esta sofocada y debilitada, señor.- Dijo Tsubaki.
Inuyasha la tomó en brazos y la cargó, sacándola rápidamente de ahí. La muchacha aun parecía aturdida y debilitada, cuando entreabría los ojos le parecía que todo daba vueltas a su alrededor. Se acurrucó más en el pecho de Inuyasha y su nariz aspiró el aroma varonil de él. De alguna forma eso logró contentarla y a la vez tranquilizarla. El perfume natural de su esposo calmó todos los malestares que había tenido... eso incluido con el aire fresco de la tarde. Cuando inspiró fuertemente sus pulmones se llenaron del aroma a hierba, los abedules e incluso del río suave del bosque cercano. Entonces Kagome sonrió y se abrazó al cuello de Inuyasha.
- ¿Kagome?
- Estoy bien... tranquilo...- Musitó y abrió los ojos para mirarlo.
Entonces el paso veloz que él había empleado se apaciguó. Inuyasha se detuvo finalmente y la observó con minuciosidad.
- ¿Te sientes mejor?
Ella volvió a sonreír.
- Mucho mejor.
El hombre suspiró aliviado, aun así no soltó a su esposa. Kagome podía sentir los rápidos latidos de su corazón, no tuvo que esforzarse en adivinar en lo preocupado que estaba, sólo era cosa de descubrir el mensaje en sus ojos dorados que se fijaban en los suyos. Le acarició la mejilla con el dorso de su mano.
- No tienes de qué preocuparte...
- Claro que sí...- Masculló él, volviendo a retomar su marcha con rumbo al castillo. La tensión de sus brazos alrededor del cuerpo de la joven se volvió más posesiva. Kagome bajó la mirada, sabía que estaba disgustado-... cuando no te vi en el castillo creí que moriría... me preocupé... – La muchacha apenas alzó la vista a él y aunque Inuyasha lucía serio, más que eso estaba preocupado, no enojado-... no debiste salir así cuando yo no estaba... menos en las condiciones en que te encuentras... y menos sabiendo que... que ella... – Su voz de pronto bajó de tono-... que ella esta tras de ti... aunque te niegues a creerlo.
La joven tragó con fuerza, la sonrisa desapareció de sus labios.
- Lo... lo siento... sé que te preocupas por mi...
- Lo siento... soy demasiado... posesivo... pero realmente me asusté al no verte...
Kagome se sintió mal por él. Debería haber sido más considerada, era obvio que Inuyasha se había preocupado demasiado.
- A mi me gusta que seas posesivo...- Sonrió, intentando disipar la tensión de la situación.
El hombre se detuvo otra vez, la miró fijo y tragó fuertemente.
- En verdad me asusté... parecía loco buscándote, nadie sabía dónde estabas, hasta que vi la cajita de música en el jardín y al tomarla, vi lo que había dentro...
Kagome frunció el ceño.
- El amuleto de la anciana...
Inuyasha sonrió.
- El amuleto de la anciana...- Repitió, ya más aliviado.-... eso me guió hasta ti... – Arrugó la frente-... ¿qué estabas haciendo ahí nuevamente?
Entonces, el corazón de la muchacha se aceleró cuando recordó las palabras de la ermitaña Tsubaki. Miró a Inuyasha y en ese momento sintió que se estremecía, que aquel calor reconfortante volvía a recorrer su cuerpo entero hasta finalizar en los dos rosetones de sus mejillas. ¿Podía ser cierto que llevaba en su vientre un bebé? La anciana podía equivocarse... nadie sabe eso con sólo mirar a alguien... no podía decirle a Inuyasha que... algo de lo cual no era seguro. Y sin embargo le decía que tal vez... tal vez sí lo era...
- ¿Kagome?
Ella se sobresaltó y luego volvió a sonreír con suavidad.
- Ya me siento bien ¿puedes bajarme?
Él la miró con reticencia, alzó una ceja muy serio.
- Sabes que no estas bien.
- Estoy bien, créeme- Respondió. Pero su esposo no la soltó, Kagome suspiró cansada.- me sentía mal por... por que al fin me he convencido de la verdadera naturaleza de Kikyo...
Inuyasha la observó impresionado, pareció de pronto preocupado y asustado. Por un par de segundos no reaccionó, luego se recobró y soltó con suavidad a la joven, dejándola de pie, a su lado. Aun así sus manos se aferraron a los codos de ella, reteniéndola, sólo para asegurarse de tenerla en pie, que no iba a volver a flaquear.
- ¿Qué te dijo la anciana?
Y entonces ella le contó todo a cerca de esa mujer, de cómo había intentado envenenar primero a su padre y que no habiendo el veneno resultado, había utilizado otro método más drástico. La caída en la escalera, era obvio que eso era lo que había hecho su media hermana, ya no tenía dudas. Lo de su madre ya estaba confirmado, la había envenenado día a día... hasta la muerte.
- Fui a la consulta de Myoga...- Murmuró Inuyasha sintiendo un nudo en la garganta. El agarre de sus manos en su piel se volvió nuevamente posesivo-... no estaba, debemos volver esta tarde, debemos saber si encontró una cura para...
Kagome posó sus manos en su pecho, la mirada que ella le brindó lo turbó a él pues se suponía que tenía miedo... y su joven esposa... no lo demostraba.
- Quizás... no lo que tengo... no es tan grave...
Arrugó aun más la frente, observándola atentamente. Pero Inuyasha estaba demasiado preocupado por ella, así que pensó que Kagome sólo intentaba aligerar las cosas. Ya conocía su carácter suave y optimista. No pudo evitar sonreír con amargura.
- Pero de todas formas iremos esta tarde...- Musitó muy ronco y entonces no pudo controlarse y la besó en los labios.
La muchacha sonrió y se dejó besar, de pronto parecía que perdía todas las fuerzas que antes había recuperado, las piernas le flaquearon pero su corazón latió tan fuerte como un tambor, Inuyasha la retuvo contra su pecho, nuevamente preocupado, pero Kagome sólo sonrió y se disculpó.
- Lo... lo siento...- Lo miró de reojo y volvió a sonreír, avergonzada-... aun ahora me... dejas sin aliento.
Pero Inuyasha no pensaba eso, casi sentía que moría cada vez que la veía débil. Y su ira y rabia iba creciendo cada vez más contra la infeliz de Kikyo.
Su preocupación iba en ascenso, así que la obligó a ir a la cama. Kaede trajo una sopa ligera pero fue él quien la mimó, alimentándola. Para su sorpresa Kagome esta vez no tuvo malestar alguno, pero se sentía muy cansada y debilitada otra vez. Inuyasha permaneció acostado a su lado, en silencio, mientras ella dormitaba. De pronto el sueño se había vuelto irresistible para la joven.
- Iré yo sólo... tú sólo descansa...- Murmuró él, tragando con fuerza y sintiéndose demasiado preocupado nuevamente, tenso, casi agónico de angustia.
- Estoy bien... ya lo sé, no te preocupes por favor...
El hombre le sonrió y se acercó a ella, le besó la frente para luego ponerse de pie. Se bajó las mangas de su camisa y comenzó a hablar con seriedad.
- No estaré tranquilo hasta que confirmemos que es lo que tienes... – Volvió a mirar a la muchacha y le sonrió-... sólo así dejaré de preocuparme.
- Vuelve pronto- Respondió Kagome, reteniendo su mano y esta vez mirándolo con súplica. De pronto parecía que le era insoportable que se alejara de ella.
Y aunque Inuyasha gustoso se hubiera quedado a su lado, la preocupación por averiguar de una vez por todas la verdadera condición de Kagome era mucho más fuerte. Cada segundo que pasaba, sentía que caía más en un pozo sin fondo. No podía estar tranquilo, necesitaba saber pronto y ojalá ese maldito de Myoga ya tuviera una cura o lo mataba.
- ¿Estas enfadado?
La miró sorprendido y luego se dio cuenta que su mano apretaba demasiado la de ella. La soltó de inmediato y sonrió.
- No, mi amor, sólo estoy preocupado.
- No debes estar así, ya te dije que estoy bien.
Inuyasha sonrió solamente y esta vez la besó con suavidad en los labios. La dejó antes que pudiera tentarse demasiado. En el momento que subió al caballo, una brisa helada le golpeó el cuerpo. Inuyasha arrugó el ceño y volteó hacia atrás con un nudo en la garganta. Tuvo un sentimiento algo extraño, algo... algo doloroso y turbador. Movió la cabeza y pensó que se debía a su extrema y demente preocupación por su esposa. Pateó el anca del caballo y lo instó a correr veloz hacia la ciudad, deseaba hacer todo muy rápido, porque mientras más pronto iba, más pronto volvería a ella.
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Pasar desapercibida, confundirse entre las sombras, simular ser un alma en pena, era cosa fácil para ella. Lo había hecho ya muchas veces en el internado, cuando quería estar sola y no compartir la cena con las demás niñas ordinarias que no se comparaban a ella, lo había logrado también en casa de los Higurashi, asustando a la tonta de Kagome, haciéndola creer que "penaban" en la casa, aterrándola, acosándola de miedo. La mujer sonrió con ironía.
- Tonta...- Musitó. Y mientras recorría el castillo pensaba en la razón por la cual su querido y estúpido Inuyasha se había fijado en ella. Era inverosímil... pero cierto... la había cambiado por su media hermana... la que siempre lo había tenido todo, la que siempre había sido mimada, feliz, protegida... querida...
Alzó la mirada, vio la cima de las largas escaleras que conducían a las habitaciones principales. Sabía cual era su habitación... ya conocía ese castillo de memoria, lo conocía como la palma de su mano, alguna vez pensó que sería suyo... no... aún pensaba que podría ser suyo, pero primero debía deshacerse del estorbo... del estorbo que siempre, toda la vida, le había arrebatado todo. Un padre, una madre, un hogar, una herencia, el amor de un hombre... todo.
Cuando subió el primer peldaño, su mano se encrispó con fuerza desmedida en el pasamanos de madera. Si el lugar no hubiera estado casi en penumbras, se hubiera visto la expresión de su rostro y también la mirada de ella. Subió dos peldaños más, con lentitud, pero pensando sólo una cosa. Cuando pasó bajo la débil luz de un pequeño candelabro adosado a la pared, pudo notarse el rostro sombrío de la mujer... además de la mirada diabólica, oscura y siniestra de ella.
Cuando terminó de subir las escaleras, sus ojos se dirigieron al final del pasillo, allí, donde había una puerta semi abierta, había luz aun.
Debía estar dormida, si era así, las cosas iban a estar mucho mejor. Al fin y al cabo, debía hacerse por sus propias manos si quería que resultara. Kagura había resultado una incompetente y más encima había acudido en su ayuda cuando Kagome volvió con Inuyasha y éste había despedido a toda la servidumbre de ella pues desconfiaba de su fidelidad con la familia.
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- ¡No puede dejarme así! ¡Ahora no tengo trabajo y es su culpa! ¡Él sospecha de uno de nosotros! ¡Debe darme siquiera la mitad del dinero que me prometió!
Le sonrió con burla.
- Qué sinvergüenza eres, Kagura. Ni siquiera eres capaz de hacer algo tan pequeño como lo que te encomendé y más encima quieres que te pague...
- ¡Arriesgué mi trabajo por usted! ¡Debe ayudarme ahora! ¡Me despidieron por su culpa!
- No tengo obligaciones contigo, si no pudiste hacer bien tu trabajo, no es culpa mía...- La miró con frialdad-... debiste haberla envenenado como te había ordenado y así hubieras tenido lo que quisieras, ahora no te quejes.
- Pero...
- No tengo nada más qué hablar contigo.- La interrumpió, dándole una mirada fatal.- No es mi culpa que seas una incompetente.
Kagura la observó y deseó con toda su alma acabar con su vida. Pero la verdad... esa mujer le daba escalofríos y ni siquiera se atrevía a desafiarla... su instinto de supervivencia le decía que lo mejor era alejarse de ella... aun así deseó con toda su alma vengarse... pero ¿¿cómo podía vengarse sin que ella misma saliera perjudicada??
- Y ni se te ocurra acusarme, porque al fin y al cabo tú también tienes tus manos manchadas al ayudarme, eres tú quien le daba el veneno todos los días.
Como si hubiera adivinado su pensamiento... maldita... maldita Kikyo... y miserable mujer, jamás de los jamases debió haberse aliado con ella, nunca debió haber confiado en ella, argg, maldita Kikyo... miserable... la maldijo mil veces y deseó con toda su alma la muerte de esa indeseable mujer.
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Kikyo caminó lentamente, imaginando su futuro junto a Inuyasha. A pesar de lo que le había hecho, de la traición por haber roto el plan que habían ideado, de haberla dejado por su media hermana, de dejar de amarla, a pesar de todo eso lo perdonaba. Pero sólo por ahora. Cuando se deshiciera de Kagome y ella volviera a su vida, lo haría sufrir y mucho... esa sería su venganza... por atreverse a despreciarla... y entonces sería dueña de la fortuna de él y también de Kagome ¡la que era suya por derecho! sí, la verdad de todo era que Kagome Higurashi era un estorbo que debía desaparecer, sólo así tendría todo lo que quería, todo lo que consideraba le pertenecía.
Con cada paso que daba, la odiaba más y más.
Se detuvo junto a la puerta, entre la abertura de ésta, observando bajo la tenue luz de una vela parte de la habitación. Desde ahí sólo veía el tocador de Kagome. Escuchó su suave respiración. ¿Estaría dormida? Rogó por eso, así sería más fácil.
Posó los dedos en la fría puerta y la empujó, avanzando con cautela. Entró en la habitación y vio parte de la cama, se acercó más, en absoluto silencio.
Kagome entrecerraba los ojos renuente a dormirse aun, se sentía muy cansada y pensó, que ahora se debía a la larga caminata y a las emociones que había tenido ese día, en vez de echarle la culpa a algún tipo de enfermedad de la cual, cada vez, sabía era inexistente. Los minutos se le hacían eternos, lo único que deseaba era volver a ver pronto a Inuyasha y ver la expresión de su rostro cuando supiera lo que ella en verdad tenía. Se sonrojó y sonrió imaginando el momento. Seguro se contentaría, él quería tener una familia ¿no? Sí, Inuyasha se pondría muy contento... y... ¿sería un niño o una niña? Si era un niño, deseaba que fuera el reflejo idéntico de él... y si era niña... al menos que tuviera los ojos de Inuyasha... sus padres estarían también muy felices de la noticia... ¡Oh! Sus padres, el recuerdo la conmocionó y sus ojos se llenaron de lágrimas...
En ese instante, sintió un horrible escalofrío. De pronto, la bruma en la que estaba sumergida de sueños y recuerdos desapareció, Kagome de inmediato volteó el rostro y entonces la vio. Se quedó estática, casi sin reaccionar por algunos segundos, el corazón le dio un vuelco cuando la vio allí de pie, no muy lejos de la cama, observando entre las sombras, como una aparición, un fantasma o un alma en pena. Lo único que se veía era el rostro mortalmente pálido, los ojos oscuros posados en ella, sin expresión, como siempre, los labios rojos resaltaban y la hacían ver más hermosa... pero de aquella hermosura que resultaba escalofriante, irreal. Lo demás, su cabello y sus ropajes oscuros, se fundían entre las sombras.
Casi dejó de respirar.
La mujer se acercó un paso más y entonces Kagome reaccionó, tragando fuertemente y sentándose en la cama.
- Kikyo...
La mujer se detuvo junto a ella y sonrió.
- Hola.
Era la primera vez que la saludaba de manera tan informal. Kagome, instintivamente, pasó un brazo por sobre su estómago, era como si quisiera proteger al pequeño de ella.
- Hola- Respondió con suavidad.
El silencio era absoluto, nadie circulaba por el castillo, ni siquiera la madera seca crujía, o una ventana mal cerrada se azotaba por el viento, nada, el silencio era tan abrumador que Kagome casi juraba que sus estrepitosos latidos del corazón eran escuchados por ella... su media hermana...
Kikyo se sentó muy lentamente a orillas de la cama, vio a la joven Higurashi agitada, respiraba fuertemente, la miraba con sus ojos muy abiertos, estaba asustada, eso era indudable, tenía el rostro algo delgado ahora y unas pequeñas ojeras bajo sus ojos, algo le pasaba, quizás el veneno de alguna forma le estaba haciendo efecto, pensó, pero aun así, sintió rabia por ella, porque a pesar de lucir desmejorada, era bonita... tenía ese rostro de niña buena e inocente, bondadosa y compasiva... y feliz... maldita...
- Lamento venir a esta hora... pero debíamos hablar...
El que ahora la tratara con más cercanía, no sorprendió a Kagome. Ella comprendió que así debía ser, puesto que al fin y al cabo, eran hermanas... ¿qué querría? ¿pedir perdón? ¿estaba arrepentida de lo que había hecho? Quizás se excusaría, diría que no era la culpable de lo que le había sucedido a sus padres... que quizás, de alguna forma, de alguna manera, era inocente... la muchacha quiso creer en eso, se aferró a esa última esperanza con todas sus fuerzas, rogó al cielo porque así fuera, ella era su media hermana ¿no? Hija de su padre, llevaban la misma sangre... Kikyo no podía ser la mujer que todos decían... no... no era una asesina...
- Sí... hablar...- Musitó Kagome, intentando respirar más pausadamente, pero le costaba tranquilizarse. Tragó otra vez con fuerza y deseó que Inuyasha estuviera pronto de vuelta.
- Lamento todo lo que ha pasado...- Dijo al fin la mujer, provocando la incredulidad de su media hermana-... en serio, lo lamento... la verdad yo... – Sonrió otra vez y eso hizo que Kagome se estremeciera-... estas embarazada ¿verdad?
La joven retuvo el aliento, la sangre de pronto pareció congelarse dentro de su cuerpo. Y entonces tuvo miedo de ella... miedo como jamás lo había tenido... pasó el otro brazo por su estómago, fuerte, deseando proteger lo más querido.
- Sí... lo estas...- Murmuró la mujer, esta vez muy impresionada-... eso es... por eso estas así...
Kagome tragó con fuerza, reticente.
- Cómo...- Aclaró su garganta, nerviosa-... ¿cómo lo sabes?
- En el orfanato en donde estuve casi toda mi vida aprendí muchas cosas, querida...
Le restregaba el que hubiera estado ahí. La muchacha la miró con dolor.
- No debes sentir rencor por el pasado, lamento mucho lo que pasó contigo, pero... mi padre nunca supo de ti hasta hace poco ¿verdad?, no tuvo la culpa de que hubieras pasado toda tu vida en un lugar como ese... creo que... creo que si lo hubiera sabi...
- Qué ingenua eres... ¿qué? ¿Crees que me hubiera ido a buscar y entonces me llevaría a la casa a jugar contigo? Porque para ese entonces mi madre ya estaba muerta y todo fue culpa de él... no, querida... soy la hija de una mujer sin fortuna, la bastarda... como siempre...- Sonrió con ironía-... hubiera terminado siendo siempre tu dama de compañía...
- ¡Eso no lo sabes!- Protestó Kagome, herida y muy dolida, al punto de las lágrimas- Mi padre no te hubiera tratado con diferencia, eras su hija ¡igual que yo! Jamás te hubiera tratado como una criada...
Kikyo la miró con crueldad.
- ¿Qué no? – Kagome de inmediato supo que se había equivocado- ¿y que fue lo que hizo cuando me encontró? Llegué a tu casa, Kagome... y fui la criada...
Era cierto...
- ¡Oh! Pero... Kaede me dijo que era para acostumbrarnos a la idea... no podía llegar y decir que... mamá hubiera tenido una conmoción...
- Fui humillada para servirlos y así iba a ser siempre, Kagome...- Respondió la mujer-... pero nuestro padre pagó... fue un lamentable accidente el que tuvo...- Sonrió.
En ese instante, el horror y el miedo la abrumó por completo, el rostro de la joven Higurashi se desfiguró, de un salto salió de la cama pero al hacerlo tan rápido casi pierde la consciencia, se afirmó con fuerza a uno de los postes que sostenían el dosel, respiró fuertemente intentando recuperarse, si se desmayaba estaba perdida.
- Lo... lo sabía... tú...- Gimió, mirándola fijamente, con los ojos muy abiertos, temblando como una hoja al viento.
Cuando su media hermana se puso de pie deseó tener las fuerzas suficientes para escapar. Lo comprendía. Esa mujer venía a eliminarla también.
- ¿Qué? ¿qué sabías? Tú no sabes nada, querida. Nunca has sabido nada. No conoces la pobreza, no sabes lo que es crecer sin una madre o un padre que te quiera, que te proteja... no sabes lo que significa no tener dinero y poder tener ropa decente... yo, la hija de un noble... pero claro... siempre seré una bastarda... la que sobraba en una familia feliz y completa... aunque claro... tu también ahora te quedaste huérfana ¿verdad? Dime, querida Kagome... ¿qué se siente no tener un padre o una madre?...
Respiraba con fuerza, la miraba horrorizada, y pensó que si hubiera tenido fuerza la golpearía, sí, lo haría, porque ella no era una chica perfecta, no, ahora sentía odio por esa mujer que había arruinado su vida, que había destruido su familia, qué había tenido a Inuyasha también en sus brazos...
- Malvada... – Gimió con rencor-... malvada... mataste a nuestro padre... ¡y envenenaste a mi madre!
- Tu madre era un estorbo, tú eres un estorbo, y yo conseguiré la herencia de los Higurashi casándome con Inuyasha... es mi herencia, la que nuestro padre nunca me dio.
Kagome no supo qué decir, estaba estática ahí, mirándola horrorizada, respirando como si se fuera a asfixiar. Esa mujer estaba loca, pero... su rencor contra todos era algo que podía entender, si ella hubiera tenido ese destino... ¡no! Jamás se hubiera vengado de esa forma contra su propio padre o cualquier otra persona... no... si hubiera tenido un destino así, hubiera querido conocer y querer con todas fuerzas a esas personas con la cual compartía su sangre... pero ella era distinta, muy distinta en ese aspecto a Kikyo...
- Entonces... ¿soy un estorbo para ti?
La mujer sonrió.
- Qué crees, Kagome... no sé como el veneno no ha hecho efecto aun, pero el que tu desaparezcas tiene remedio...- Y entonces, de entre su capa, sacó una pequeña pistola que sin titubear apuntó a la joven.
Kagome no lo pensó dos veces, tomó una almohada y se la lanzó a la cara, el arma cayó de las manos de la mujer y la muchacha salió corriendo de la habitación. Gritó pidiendo ayuda y tropezó varias veces en el pasillo debido a lo torpe que aun sentía los miembros. Mientras corría, casi creía que su media hermana le apuntaba y le daba directamente en la nuca.
- No te muevas, Kagome...
Y eso lo escuchó justo al pie de la escalera, cuando estaba dispuesta a bajarla lo más rápido posible. No pudo hacerlo, tembló y sollozó porque sabía que estaba perdida, esa mujer, loca y malvada la quería eliminar y lo iba a hacer ¿Quién podría ayudarla ahora? Ni el viejo Toutossai que apareció abajo, en el vestíbulo, alertado ante los gritos de su joven ama, podía hacer algo.
Kagome volteó lentamente y se enfrentó a Kikyo. Las lagrimas caían de sus ojos porque la tristeza era tremenda también, saber que su propia hermana tuviera aquellos instintos asesinos contra ella, contra sus padres, contra todos, era de locos.
- Por favor... por favor Kikyo... no lo hagas... estoy embarazada ¿serías capaz de hacerlo? Matarás a un inocente, por favor, te daré todo lo que quieras, a mi no me importa la herencia, sé que te corresponde una parte pero te la daré toda si tú quieres, para recompensar los años que estuviste sola... Kikyo... por favor... – Suplicó con la voz casi quebrada en llanto-... por favor...
La expresión del rostro de la mujer no cambió. La apuntaba directamente al pecho y sin demostrar un ápice de misericordia.
- Ya te dije... me estorbas, además no sólo quiero el dinero que me pertenece... también quiero de vuelta a mi Inuyasha...
Inuyasha... obvio... era obvio que también lo quería a él... ¡Dios! Estaba acabada...
- ¡¡Kikyo!!
Kagome se quedó estática, pero de pura emoción no fue capaz de voltear, sin embargo sabía que ahí estaba él, Inuyasha...
Kikyo apartó la mirada de ella y observó al hombre, abajo, en los pies de la escalera, en el primer escalón, con la mano afirmada en la barandilla dispuesto a subir, pero no lo hacía por temor, ah sí, vio el temor en sus ojos, en el rostro contraído, en el tono de su voz.
- No lo hagas...
- ¿Por qué no? ¡Ese fue nuestro plan desde el principio, tenías que deshacerte de ella como fuera! El que hayas cambiado de opinión no sé porqué es otra cosa... bien... nunca has sido muy sensato que digamos...
- ¡Déjala! por favor, Kikyo ¿no lo entiendes? Es tu hermana ¡por todos los cielos!
- Y la defiendes...- Musitó, arrugando el entrecejo y sintiendo más rabia por él que por Kagome ahora. La había cambiado... se había atrevido a cambiarla por otra... miserable... débil... estúpido de Inuyasha. Y entonces lo apuntó a él directo a su pecho-... cómo te atreviste a dejarme por ella... yo... que te apoyaba en todo...
El hombre alzó la barbilla, no tenía miedo, ni una pizca de temor, al contrario, parecía desafiarla, Kagome se horrorizó ¿cómo podía enfrentarla así? ¿Acaso no valoraba su vida?
- Tú me llevaste a la más baja decadencia humana, pero la culpa fue mía, por no haber abierto los ojos antes, Kikyo.
- Cómo te atreves...- Masculló la mujer.
Sintió una ira tremenda por su desprecio. Ella movió el gatillo de su arma pero Kagome se abalanzó hacia ella, tomándole el brazo y haciéndolo que apuntara hacia cualquier lugar, menos hacia Inuyasha, pero Kikyou tenía mucha fuerza. El arma se disparó cerca de él, obligándolo a agacharse, la bala pasó tan cerca que pensó que le había disparado en la cabeza, al reaccionar tocó la sien por donde sentía algo caliente y vio sangre en sus dedos, volvió a tantear y supuso que sólo había sido el roce de la bala, afortunadamente, entonces alzó la vista hasta lo alto muerto de miedo pensando en la reacción de Kikyo.
Las dos mujeres luchaban, una alta y vestida de negro parecía tener más fuerza contra la pequeña de enagua blanca, ésta última estaba de espaldas a él, con los talones apenas en el inicio de la escalera, aún así no lograba caer y por algún milagro Inuyasha rogó para que Kagome se mantuviera en el mismo lugar. Corrió subiendo de a dos escalones con todas sus fuerzas, el momento pareció eterno, las mujeres luchaban, Kikyo aun sostenía el arma en su mano y estaba ansiosa por dispararle ahora a Kagome, su rostro estaba desfigurado por la ira y el odio, sus ojos oscuros parecían los de un ser del inframundo. Inuyasha llegó hasta ella y tomó a Kagome de la cintura, afirmándose contra la barandilla de la escalera, arrebatándola del lado de Kikyo que al verse sin protección, tambaleó y luego cayó escaleras abajo. Rodó gimiendo horrorizada y cuando su cuerpo llegó al suelo, su cabeza volteó hacia ellos con los ojos abiertos y sangre en su boca, se había roto el cuello.
Kagome gritó y ocultó su rostro en el pecho de Inuyasha, estallando en llanto y él apartó de inmediato la mirada de la que había sido su amante para sólo estrechar a su esposa y darle el consuelo que necesitaba. La sentía estremecerse, debilitarse, llorar con desconsuelo y tristeza. Inuyasha comprendió que la muerte de Kikyo había sido casi idéntica a la muerte del padre de ellas dos... con la diferencia que esto había sido un accidente y el otro no. Kagome también había sido testigo de aquella vez, había visto a su padre muerto a los pies de las escaleras de la misma forma que ahora veía a la única persona que quedaba de su familia.
- Tranquila, mi amor...- Besó sus cabellos y le habló al oído intentando calmarla-... shhhhh, no llores... ella se lo buscó...
Kagome se sumergió más entre sus brazos y él la condujo hacia el interior del pasillo, deseando alejarse del cadáver de su ex amante.
- Kagome, tranquilízate, te lo ruego... – Suplicó Inuyasha y entonces tomó entre sus manos el rostro de la joven, la miró con intensidad mientras veía como ella seguía llorando, desconsolada, las lagrimas caían y bañaban sus mejillas, Kagome no quería mirarlo pero al fin lo hizo, sólo en el momento que mantuvieron el contacto visual el llanto de ella comenzó a disminuir.-... no llores...- Musitó Inuyasha, una vez más-... no llores... que eso puede hacerle mal... al bebé...
Y entonces la joven dejó de hacerlo y lo miró fijamente. Tragó con fuerza, una oleada de calor placentero se apoderó de su cuerpo, era como si sólo hubiera estado esperando eso para sentir que en verdad su cuerpo estaba cambiando, que ambos compartían un secreto, un secreto maravillo.
- Lo... lo sabes...- Musitó al fin, mirándolo aborta.
Él sonrió y acarició su mejilla.
- Y tú también lo sabías ¿verdad?
Kagome volvió a buscar el refugio de sus brazos, agradeciendo a Dios por el regalo brindado, por no estar enferma, por no haber salido lastimada... y también rogó, con todas sus fuerzas, por el alma y el descanso eterno de su media hermana Kikyo...
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Otra persona, después de una caída que había resultado casi fatal, no lo hubiera intentado nunca más, pero una cosa era cabalgar sola y otra muy distinta era estar en el mismo caballo que él, que la tenía sentada enfrente suyo, sosteniéndola muy fuerte del vientre que aun era demasiado pequeño pero sí notorio de su condición.
A sus cuatro meses de embarazo ya no tenía náuseas, ni cansancio, ni ninguna clase de malestar y eso era para celebrar, pensó Inuyasha y conocía perfectamente el sitio para hacerlo.
Se adentraban cada vez más y más en el bosque, en donde el viento se vuelve inexistente y la luz del sol actuaba con debilidad. Era como un refugio, en donde las copas de los árboles se mecían y al hacerlo dejaban entrar en aquellos lugares pequeños y tibios rayos de sol. El arrullo del riachuelo se mezclaba con el trino de los pajaritos que descansaban por ahí, el canto de una cigarra, el sonido de algo pequeño cayendo al agua... era el escenario más mágico, el momento más inolvidable que jamás había pensado experimentar. Kagome miró a su alrededor sintiéndose emocionada, quizás en su nuevo estado las emociones estaban más a flor de piel, quizás por eso pensaba que en verdad ahí había magia, que las hadas existían y corrían ocultándose de ellos, como decía Inuyasha mil veces.
Él bajo del caballo y estiró sus brazos esperándola a ella. Kagome bajó y él la estrecho fuerte y luego la bajó con suavidad hasta el suelo.
- ¿Te gusta este lugar?- Preguntó, mirándola con absoluta devoción y amor.
La muchacha sonrió ampliamente.
- Es perfecto.
Satisfecho, le devolvió la sonrisa y bajó la canasta que colgaba de un lado del caballo la cual contenía lo necesario para sus propósitos de esa tarde.
La joven observó sus movimientos con una sonrisa, mientras Inuyasha sacaba de la canasta una manta y la extendía en el suelo, muy cerca del arrollo. Luego caminó hasta ella y la tomó del codo, obligándola a sentarse. Él hizo lo mismo sentándose a su lado y extrayendo luego toda la comida que la anciana Kaede les había preparado. Ver tantos pastelitos, sándwiches, refrescos y otras cosas hizo que Kagome alzara una ceja.
- ¿Nos tenemos que comer todo eso?
El hombre le dio un primer trozo de pastel y a su lado una vaso de té helado.
- Bueno... quizás no es bastante comida para tres personas ¿verdad? Mi pequeño pianista necesita comer bastante- Bromeó.
La joven movió la cabeza, debería haber imaginado esto de su parte.
- Vamos, mi amor, come, tu nana se esforzó todo el día en la comida.- Instó Inuyasha, sonriendo con travesura.
No opuso demasiada resistencia, menos ahora que sentía que al fin podía comer sin pasar por alguna clase de vergüenza.
- Te confabulas con ella para que parezca un balón ¿verdad?- Dijo, con la boca llena y luego bebiendo algo del delicioso y refrescante té.
- Eso es, buena chica.
La mirada furibunda que ella le dio lo hizo reír a carcajadas. Kagome se abalanzó a él queriendo golpearlo, pero Inuyasha la inmovilizó de inmediato sosteniéndola de las muñecas y dejándola recostada en el suelo. Las risas de ambos desaparecieron cuando sus miradas llena de deseo se encontraron nuevamente, como cada día, cada noche eterna.
- Inuyasha... no me mires de esa forma...- Murmuró la joven, respirando de forma casi descontrolada.
- Sabes que no puedo evitarlo, mi amor...- Respondió el hombre con la voz ronca y apasionada, sus ojos dorados escudriñaron la mirada de ella, como siempre, queriendo descubrir sus más ínfimos secretos, todo, aunque sabía que Kagome no los tenía con él.-... sabes que estoy... atrapado por tu amor... te amo.
Ella sonrió tranquilamente, su mirada se desvió hacia la copas de los árboles que se mecían debido a la suave brisa de la tarde, luego volvió a posar sus ojos en él.
- Nunca creí... que tú algún día... sentirías eso por mí...
Inuyasha rió y ella también lo hizo.
- Tampoco yo imaginé... que me volverías a dirigir la palabra luego de haberte sacado la lengua aquella vez...
- Siempre fuiste muy sutil...- Respondió en un suave murmullo juguetón, sólo para provocarlo.
- Sí, siempre he sido bien idiota en realidad- Le dijo, acercando esta vez su rostro al suyo- Espero que me enseñes a ser una mejor persona...
Kagome posó una mano en su endurecida mejilla, él entrecerró los ojos al tibio tacto de su piel.
- ERES una mejor persona... siempre lo has sido...
Inuyasha sonrió. ¿Podía haber sido más afortunado? No... pero era malditamente afortunado de tenerla a ella, de alguna forma, de alguna manera, sacaba lo mejor de él, por eso ahora las cosas iban viento en popa en todos los aspectos. Quizás Dios al fin lo había premiado... quizás de ahora en adelante debía agradecer día a día lo que tenía.
Acercó sus labios a ella y la besó con infinita suavidad, la joven se aferró a él abrazando su cuello, respondiéndole con el mismo amor que él le brindaba.
Cuando Inuyasha se apartó lentamente, Kagome suspiró y observó su mirada. Era extraño volver a sentirse tan inmensamente feliz después de todo lo malo que había pasado. Mil veces pensó, que si hubiera estado sola, no habría soportado con la pena de la pérdida de sus padres, pero gracias al apoyo de Inuyasha, de su infinito cariño, de su amor, de su protección, volvía a sentir que la vida era gloriosa. Y ahora llevaba un bebé en sus entrañas y ya ninguno de los dos se sentía solo... eran una familia... sus padres hubieran estado muy orgullosos de ella.
- Te amo, Inuyasha...- Musitó-... te amo porque eres todo lo que necesito...
El hombre sonrió y volvió a besarla, esta vez con incontrolable ímpetu. La verdad era que ella también era todo lo que necesitaba... sí, estaba completamente atrapado por su amor.
FIN
N/A: Ahhh después de varios días sin poder actualizar, al fin ahora logro hacerlo. La verdad es que siempre me tomo el tiempo para escribir los finales, pues estos son los más difíciles al menos para mi, además en verdad he estado más que nunca ocupada con mi trabajo, ha sido estresante pero ahora ya me siento bastante tranquila, contenta pero a la vez con tristeza por haber dado término a la historia. Me encariño mucho con ellas, pero sé que debo sentirme orgullosa por haberla finalizado y por haber tenido la atención y el apoyo de todos ustedes, los lectores, que siempre me acompañan, que me dan ánimos cuando más lo necesito, que me infunden fuerzas cuando no las tengo, que me brindan su amistad sin siquiera conocerme. Por todo eso y mucho más escribo estas historias... son un pequeño reflejo de lo que soy y lo que siento. Aunque a veces parezca increíble... estos fics siempre tienen algo pequeñito de mi vida y este no ha sido la escepción... es algo triste pero son cosas de la vida, nadie es perfecto, nadie lo es.
Quise incorporar además cosas, sentimientos, situaciones, que hemos visto en el animé para que resultara un poquito más creíble. Por ejemplo, la alianza de Kagura y Kikyo (película 2), el miedo de Kagura por ella (la misma película), el odio de Kikyo contra Kagome (aquel capítulo cuando ésta quiso matarla, pero sólo robó la perla de Shikon), la elección de Inuyasha por Kagome por sobre ella, provocando el desconsuelo de ésta, los celos y la imperfección de Kagome contra Kikoy (capítulo "El lugar donde nos conocimos" *o*), etc.
Bueno... ya nada más me queda agregar... esta semana la tengo muy estresante en mi trabajo, mucho... la otra lo será un poco menos... pero aun así tengo pensado un nuevo fic, una historia algo cortita, de temática veraniega, sol, playa y ese tipo de cosas, la verdad es que sueño, deliro por las vacaciones y por viajar y aunque es probable que no pueda hacer eso último, al menos quiero ser como Julio Verne y escribir de lugares que tal vez nunca conoceré... quien sabe. Espero seguir teniendo su cariño y apoyo, agradezco con todo mi corazón a cada uno de ustedes quienes me dejaron un review y también a los que se pasaron a leer, ya saben, no soy escritora, nunca he estudiado para eso, sólo quiero entretenerme, entretenerlas y soñar con el amor verdadero.
Por favor, no copien mis fics, den el link solamente, no quiero tener problemas por favor ¿ya?
Cuídense mucho, éxitos a aquellos que estan terminando las clases, que esperan los resultados de la Universidad, que estan en pleno estudio, que trabajan y viven día a día, nos vemos pronto.
Lady Sakura Lee
15 de diciembre de 2008.-