Hola mis queridos lectores. Estoy aquí para traerles un fic nuevo y recien sacado del horno. Es mi regalo de cumpleaños para Harry. Este será un HHr un tanto extraño y algo descontrolado, pero espero que sea de su agrado. Aquí les dejo el primer capitulo de la historia, que aún al inicio no tenga ni pies ni cabeza, espero que sepan ser pacientes, ya que prometo mañana subir el capitulo dos. No puedo ahora ya que estoy preparando el caso clinico que he de presentar el lunes, y mañana tengo asesoría con un profesor (algo inutil por cierto). Bueno, como sabemos todas, para nuestra desgracia HP y co pertenecen a J.K. Rowling, pero Draco, Sirius, Regulus, James y Harry son todos míos para que haga con ellos lo que quiera.
Cuidense mucho y saludos... nos vemos mañana mañanita...
Bye
Andreaeb182
Capitulo 1
Amaneciendo
Amaneció como un día cualquiera de verano. Amaneció con el sol a todo esplendor y ese calor casi asfixiante. Amaneció con los odiosos y fastidiosos rayos golpeando su rostro adormilado, impidiéndole continuar con su descanso. Amaneció con el sonido de la ciudad en movimiento y el sonido del claxon de los automóviles. Amaneció con el bullicio de la gente al andar.
Amaneció casi a mediodía, para él. Porque para el resto de personas en esa parte del mundo, había amanecido hacía mucho tiempo. Varios pares de horas antes. Pero no interesaba mucho, ¿o si?
No, claro que no. No importaba en lo más mínimo.
Se levantó desganado y gruñendo por lo bajo. Se llevó una mano al cabello y se lo revolvió un poco más, si era posible. Se quitó lo que quedaba de la sabana que cubría su cuerpo y la tiró al suelo con fastidio, mientras a tientas buscaba sus anteojos.
Los encontró pronto, en la mesita de noche junto a su cama luego de haberse golpeado los nudillos hasta el cansancio con la lámpara, el portarretratos, el vaso de agua que tenía, el celular y el último libro que Hermione le había regalado. ¿Había dicho que los encontró pronto? Nótese claramente la ironía.
Un poco más amargado de cómo se había levantado y también un poco más lucido de si mismo y de lo que lo rodeaba, todo gracias a las benditas gafas y al gran Roger Bacon por haberlos inventado, pudo llegar al baño. Se despojó del pijama que llevaba puesto, si se le puede llamar así al pantalón de seda negro (regalo de Ginny en la navidad pasada) que yacía justo al lado del retrete y a los boxers del mismo color que quedaron un poco más adelante.
Abrió de una el grifo de la regadera y sin pensarlo mucho se metió bajo el chorro de agua. Helada. El agua se encontraba helada, en contraposición del extenuante calor que había afuera. Sus antojos se empañaron enseguida y maldijo mentalmente por haberse olvidado de quitárselos. Los depositó sobre el mesón y nuevamente entró a la ducha. Se relajó todo el tiempo que estuvo bajo el agua y sintió que la amargura con la que había amanecido se esfumaba rápidamente, gota a gota, por el caño. Cerró el grifo y se reprendió a si mismo por haber olvidado tomar la toalla del armario que estaba tras la puerta y debajo del lavabo. Sin más que lamentarse y reprenderse, descorrió la cortina de la ducha y se dispuso a buscar la toalla.
-¡Ahhhh!- se escuchó gritar a si mismo mientras corría nuevamente la cortina de la ducha y se escondía detrás de ella. Si no fuese porque sabía a la perfección que su voz era bastante ronca y grave, hubiera jurado que había gritado como niña.
-Harry, ¿qué pasó? ¿Por qué gritaste como niña?- escuchó que preguntaba el intruso que había violado la privacidad de su baño. Esperen un segundo, ¿había dicho que ÉL había gritado como niña?
-¿Qué rayos haces aquí, Hermione?- preguntó algo cabreado por encontrarse en plena desventaja con respecto de su mejor amiga. Y también dolido por haberle confirmado su temor. ¿Cómo rayos pudo haber gritado como niña, si ni siquiera cuando era niño lo había hecho?
Harry sacó su cabeza de detrás de la cortina y la miraba fijamente, intentando fulminarla con la mirada, pero con un muy notorio sonrojo en sus mejillas. Hermione al verlo simplemente sonrió, para luego morderse el labio, intentando detener la carcajada que prometía escapar de entre sus labios. Harry enarcó una ceja y la miró aún más fijamente, logrando arrancarle la carcajada a la castaña.
-¿Se puede saber de que diablos te ríes, Hermione?- preguntó el joven tratando de controlar su tono de voz.
-Lo siento Harry, no fue mi intención reírme de ti.- comenzó disculpándose la castaña, mientras intentaba parar de reír, lo que no le daba mucha credibilidad a sus palabras, para luego ver nuevamente a los ojos de su amigo y callar inmediatamente su risa. -Sólo venía a buscar un par de toallas. No estaba prestando atención a lo que hacía, por lo que no escuché la regadera.- explicó la castaña.
-Entiendo eso, pero no es lo que yo quiero saber.- dijo Harry aún mirándola fijamente. -Hermione, ¿se puede saber que haces tú en mi casa al amanecer?- preguntó el joven algo contrariado y aún bastante sonrojado.
-¿Amanecer?- repitió algo confusa. -Por merlín Harry, son casi las 12.- añadió la joven mientras se cruzaba de brazos, sosteniendo una toalla entre ellos. -Además, deberías agradecer que no subí antes a tu habitación señor Potter a arrancarte de tu profundo e inocente sueño.- completó la joven con una sonrisa dulce, que contrastaba bastante con sus palabras, dejando boquiabierto al desnudo y algo desorientado muchacho.
-Ahora, si me disculpas he de seguir limpiando el chiquero que llamas hogar.- dijo Hermione antes de despedirse con la mano y salir del baño con una sonrisa leve en su semblante, dejando anonadado al ojiverde. A los pocos segundos el muchacho reaccionó y salió corriendo a tomar una toalla y amarrársela a la cintura. Cuando se disponía a limpiar sus anteojos escuchó un sonido de pasos saliendo de su habitación. -Por cierto Harry, no deberías dejar las toallas olvidadas, si no quieres que alguien te vea.- escuchó Harry desde afuera de la habitación, sonrojándose al percatarse que muy seguramente, Hermione debía estar sonriendo a costa de él. Negó silenciosamente y salió del baño, aún goteando y con el sonrojo que se negaba a desaparecer.
-¡¿Qué hiciste qué?!- preguntó alguien a voz de grito. Hermione alejó el auricular de su celular. No había sido buena idea enseñar a sus amigos a manejar ese aparato muggle en particular, a veces se olvidaban de modular el tono de voz, como en este instante en particular. Suspiró resignada a ser acribillada a preguntas por andar de bocona, pero tal vez aún tenía posibilidad de un escape si se hacia la loca. -Y no intentes salirte por la tangente, Hermione Jane Granger si no quieres que me aparezca en este mismo instante en el pasillo del apartamento de harry y tumbe la puerta a punta de golpes.- dijo la voz un poco más calmada. No, no había escape alguno.
-Ginny.- murmuró suavemente, casi pidiéndole misericordia.
-Ginny nada, Herms.- cortó la joven de una vez, destrozando la última chispa de esperanza que residía en la joven castaña. -Habla si no quieres consecuencias. Sabes muy bien de lo que soy capaz.- añadió la pelirroja por el teléfono.
-Ya Ginny, ya lo sé.- gruñó enojada consigo misma por haber salido corriendo a llamar a la pelirroja cotilla que tenía por amiga. Sintió que la joven iba a hablar por lo que se obligó a si misma a abrir la boca y tratar de que la tortura pasara rápido. -Vi a Harry Potter desnudo. Completa y enteramente desnudo. ¿Ahora estas contenta, Ginevra?- dijo de sopetón la joven, para terminar la frase con un marcadísimo sarcasmo.
-¿Yo?- preguntó con picardía. -Tal vez en un pasado estaría celosa, aunque hay que admitir que los años le han sentado muy bien a Harry. Pero la que debe estar contenta eres tú. Vaya suerte que tienes, Herms.- dijo Ginny con picardía, para luego soltar una risa divertida. Hermione bufó contrariada y avergonzada por las palabras de su amiga.
-Ginny, no lo entiendes.- comenzó a murmurar. -Yo no debí verlo. No debí haber entrado a ese cuarto de baño y no debí haberme quedado más tiempo del necesario. Y por sobretodos las cosas, no debí haber mentido.- comenzó a mencionar la joven rápidamente como si se tratara de un rezo.
-Pero no te arrepientes, ¿verdad?- comentó la pelirroja con malicia.
-Pero aún así no me arrepiento.- contestó la castaña, para luego callar abruptamente ante sus propias palabras y escuchar la carcajada de Ginny al otro lado de la línea. -¡Ginny!- chilló la joven, haciendo reír aún más a su amiga. -Cuando te pones así no hay quien te aguante.- le reprochó la joven. -Hablamos más luego, ya que Harry pronto saldrá del baño y no quiero que escuche nada.- se despidió la castaña.
-Esta bien, sé que te mueres por entrar nuevamente a su habitación para ver si aún no se ha puesto los boxers.- replicó la pelirroja con malicia, para luego soltar un apresurado adiós antes de colgar el teléfono y dejar a Hermione con la boca entreabierta a punto de un regaño.
-Esa Ginny.- murmuró Hermione mientras guardaba su celular en el bolsillo de su jean.
-¿Se puede saber que es lo que no quieres que escuche?- dijo Harry al oído de la castaña. Hermione se tensó inmediatamente, para luego girarse y sonreír nerviosamente a su amigo. No lo había sentido llegar. Maldita sea Harry Potter y su horrorosa manía de escabullirse como si se tratase de un animal rastrero. En momentos como este, estaba enteramente de acuerdo con el sombrero seleccionador. "El joven que vivió" debía haber quedado en la casa de las serpientes.
-Nada.- dijo con aparente inocencia mientras comenzaba a caminar hacia la cocina. Estaba aterrada de lo que Harry podría haber escuchado, pero tenía que controlarse. Tenía que hacerlo.
El pelinegro la seguía en silencio, mirándola fijamente. Midiendo cada una de las silabas pronunciadas, mientras su entrecejo se fruncía. Sabía perfectamente que ella le mentía, su voz se lo decía, sus ojos se lo gritaban y ese tic de tronarse el dedo gordo de la mano derecha hablaba por si solo. Ella le estaba ocultando algo. A él. Y no sabía a ciencia cierta, que podría ser.
Maldita sea. Maldita sea una y mil veces. ¿Por qué rayos tubo que haber llamado a Ginny? ¿Por qué Dios?, ¿Por qué? Ahora tenía a un molesto Potter merodeando detrás de ella con el entrecejo fruncido y la mirada fija en cada uno de sus movimientos. Sumándole el hecho de que no dejaba de hacer preguntas y el que prácticamente se encontraba rebanándose los sesos al tratar de comprender que era aquello que su mejor amiga le ocultaba tan celosamente a él, luego de más de una década de conocerse.
-Hermione, dime.- escuchó la castaña, mientras continuaba preparando el "desalmuerzo", lo que era una combinación de desayuno y almuerzo para que el último miembro del clan Potter no muriera de inanición o malnutrición dado el caso que llevaba casi una semana sin comer adecuadamente. O, ¿es que acaso se puede sobrevivir a punta de Big Mac? No podía entender como ese hombre, porque ya hace mucho tiempo dejo de ser un niño, que sabía cocinar perfectamente y tenía todo para hacerlo, se negaba a preparar un simple almuerzo como Dios y Merlín mandan.
-Inaudito.- murmuró la joven mientras continuaba picando los vegetales.
-Claro que lo es.- murmuró Harry desde una de las sillas que habían en la mesa de la cocina. -¿Cómo es posible que me hayas perdido la confianza?- preguntó indignado el ojiverde, mientras hacia un puchero involuntario y se cruzaba de brazos. Hermione negó en silencio y rogó a Dios, a Budha, a Merlín y a Santa que le dieran toda la paciencia habida y por haber, dado a que necesitaba toda la que pudiera conseguir para mantenerse callada ante un insistente ojiverde.
De pronto la cocina se quedó en silencio y el único sonido que se escuchaba era el del cuchillo al cortar las verduras. Hermione agradeció a aquel ser celestial que al parecer la había escuchado y respondía a sus suplicas. Tal vez y con un poco de suerte, ese magnifico y magnánimo ser podría hacer que Harry se olvidara de sus preguntas y dejara todo por la paz mental de ella.
-Hermione.- llamó Harry con tono suave y bastante dulce. Hermione suspiró un poco más tranquila y profundamente agradecida.
-¿Si?- preguntó la joven con suavidad.
-Aún no me has contestado mis preguntas. Sobretodo, ¿Por qué estas aquí y que es aquello que no me quieres contar?- preguntó impetuosamente el joven, dejando de lado el tono dulce para dar paso a uno seco y algo demandante. La joven comenzó a maldecir mentalmente en todos los idiomas y dialectos que conocía a todos y cada uno de los seres superiores que se negaban a ayudarla. Malditos miserables, lo más seguro es que se encontraran discutiendo algo lo suficientemente importante como para olvidarse de ella y dejarla a su suerte.
Suspiró desganada, al notar como Harry golpeaba la madera de la mesa con sus dedos en un claro gesto de impaciencia. Esa sería una larga tarde.