N/A: ¡Hola a todos! Por fin llegamos al final de esta historia. Espero que hayáis disfrutado leyéndola tanto como yo escribiéndola ^^. Sé que este capítulo es un poco arriesgado y es posible que no os guste a todos... pero si ese es el caso, si veis que no os convence, siempre podéis ignorarlo e inventar vuestro propio final. Os aseguro que es muy divertido imaginar historias alternativas. Ha sido un placer contar con vosotros durante tanto tiempo. Gracias por leer. Sé que lo repito mucho, pero de verdad, gracias.

Os dejo con el último capítulo. Pero de momento no pienso dejar de escribir, así que espero coincidir de nuevo con vosotros en alguna ocasión.

¡Hasta pronto!

DaiaBLACK


EVEN IN DEATH

14. Otra oportunidad

-¿Quieres parar ya, James?

El niño de enormes ojos azules sonrió.

-Sólo he dicho que podrían ponerlo en Slytherin –explicó haciendo un gesto de burla a su hermano pequeño-. ¿Qué tiene eso de malo? Es verdad que a lo mejor lo ponen…

Pero el niño advirtió la mirada seria de su madre y decidió cerrar la boca por el momento. Habían llegado a la estación y James estaba realmente nervioso y excitado. Llevaba días impaciente, esperando el momento de volver a escuchar el silbido del tren que le llevaría a Hogwarts. Después de guiñarle un ojo a su hermano salió corriendo hacia la barrera que conducía al andén 9 y ¾.

Se detuvo un momento cuando al fin apareció ante él la enorme locomotora roja. Llevaba todo el verano esperando ese momento. No es que no se divirtiera en casa, con sus padres y sus hermanos, todo lo contrario, lo pasaba genial en casa, pero durante ese verano había tenido una extraña sensación que no había podido ignorar, algo que le llevaba una y otra vez a ese lugar, como si fuera el principio de un momento mágico. Era curioso que se sintiera incluso más nervioso que su primer año.

Aspiró aire con fuerza y se dirigió al tren, mirando a su alrededor por si encontraba una pista de por qué se sentía tan excitado. Saludó a sus amigos con entusiasmo y dejó sus cosas en el penúltimo vagón, el mismo que había cogido el año anterior. Ya salía del tren cuando vio a Teddy besando a su prima Victoire.

-¡Teddy! –exclamó sorprendido, sin pensar en que podría haberlos interrumpido-. ¿Qué haces?

-¿Tú qué crees, enano? –preguntó el chico con un guiño-. He venido a despedirme de ella.

A James no le gustaba que le llamaran enano, según él ya era bastante mayor como para que lo trataran como a un niño.

-No dijiste que vendrías –protestó el muchacho.

-Hola, James –saludó Victoire con una sonrisita tímida.

-H-hola.

-¿Por qué no te vas con tus padres? –dijo Teddy con un gesto bastante significativo-. Victoire y yo tenemos… algo de que hablar.

James abrió la boca para contestar, pero se lo pensó mejor y salió corriendo de allí, no le apetecía volver a verlos besándose. ¿Qué veía la gente de maravilloso en eso de tocar la boca de otra persona con tus labios?

Ya en el andén tropezó con alguien y al hacerlo un par de libros cayeron al suelo.

-¡Lo siento! –exclamó. Al fijarse vio que la persona con la que había chocado era un chico más o menos de su edad, con el rostro muy pálido y unos ojos demasiado grandes y tristes para una persona tan joven. James se sintió un poco conmovido y se apresuró a ayudarle a recoger sus cosas-. ¿Estás bien? –preguntó.

Pero el chico no contestó. Cogió los libros que le ofrecía y dejó que la mano firme de su padre le guiara hasta el tren.

-¡Tampoco cuesta tanto dar las gracias! –exclamó un poco enfadado.

James no pudo apartar la vista de él hasta que entró en el tren. Notaba el golpeteo del corazón en el pecho, como si éste quisiera advertirle de algo importante. Pero entonces el chico desapareció de su vista y él se acordó de Ted y de Victoire y salió corriendo para contarle a sus padres lo que había visto.

*

El tren salió a la hora prevista y los niños se asomaron a las ventanas para saludar a sus padres y decirles adiós con la mano. James sonrió a su padre y dijo adiós a su madre, mientras recordaba sus últimas palabras: "cuida de tu hermano". James miró a Albus, que estaba de rodillas en el asiento con el rostro pegado al cristal con una expresión de pena que inspiraba algo de compasión. James tuvo el impulso de meterse con él, pero recordó las advertencias de su padre y suspiró.

-No pongas esa cara de cachorrito, Al. Te aseguro que cuando llegue el momento de volver estarás tan a gusto que querrás quedarte.

-¿Tú no los echas de menos?

-¡Claro! –contestó su hermano-. Pero harás muchos amigos en Hogwarts, y además, ellos escriben toooodos los días. Te lo aseguro, hermano, es un incordio.

Al sonrió un poco y James se levantó para sentarse a su lado.

-¿Todos los días?

-Hogwarts es increíble, ya verás. Es un castillo alucinante, ¿te he dicho que tiene fantasmas y todo?

-Sí –asintió su hermano.

-Además, yo te seguiré queriendo aunque acabes en Slytherin.

Sus ojos brillaron y no pudo evitar soltar una carcajada cuando su hermano lo miró con cara de pena.

-Vamos, Al, era broma. Tú no irás a Slytherin, y aunque fueras… mira, todo eso de las casas era antes, cuando papá y mamá iban al colegio. Ahora hay gente guay en todas partes.

En ese momento James vio al chico con el que había tropezado en el andén pasando justo delante de su puerta y se puso en pie de un salto.

-¿Qué pasa? –preguntó su hermano mirando en la misma dirección.

-N-nada. Espera un momento aquí, ¿vale? Ahora vuelvo.

-James…

-Vuelvo enseguida, Al. Espera aquí.

James salió al pasillo y vio al chico de espaldas avanzando hacia la cabecera del tren. Lo siguió mientras sentía el traquetear del tren bajo sus pies. No entendía por qué aquel chico le llamaba tanto la atención.

El niño se detuvo en uno de esos espacios que hay entre los vagones y se asomó a la ventana con expresión de tristeza. James lo observó un rato en silencio antes de reunir el valor suficiente para acercarse y dirigirle la palabra.

-¿Te has perdido?

Él lo miró y James se sintió un poco incómodo al sentirse observado.

-¿Cómo voy a perderme si estoy en un tren?

Era la primera vez que James lo oía hablar, pero estaba seguro de que recordaba aquella voz, aunque no sabía de qué.

-¿Estás solo?

-¿A ti qué te parece?

James apretó los labios.

-Tampoco tienes que contestarme así. Sólo trataba de ser amable y mantener una conversación.

-Pues lo siento, no tengo ganas de hablar.

El chico apartó la mirada para volver a fijarse en el paisaje y James se sintió de nuevo conmovido por su actitud. Toda aquella tristeza…

-Así que tú eres Scorpius.

El chico lo miró.

-¿Y qué? –preguntó a la defensiva.

-Conozco a tu padre –admitió James-. Mi padre y sus amigos hablan mucho de él.

Scorpius dio un paso al frente.

-No te metas con mi padre –advirtió.

-No iba a hacerlo –replicó James un poco enfadado por su actitud.

Scorpius desvió la mirada hacia el paisaje que avanzaba veloz tras la ventana y James decidió que era mejor marcharse, pero cambió de idea y se volvió.

-Eres un poco antipático, ¿sabes?

Pero él no contestó. Ni siquiera se volvió a mirarle. James se marchó resoplando, pero le sorprendió descubrir que por alguna extraña razón estaba sonriendo. Lo cierto era que aquel chaval le agradaba, y no sabía el motivo, ya que las pocas palabras que habían intercambiado no habían sido muy agradables. No había dado más de cinco pasos cuando unos compañeros suyos del curso anterior se tropezaron con él.

-¡Eh, Potter! No te vi en el andén.

-Hola, Huston –saludó con una sonrisa enorme-. ¿Qué tal las vacaciones?

-Aburridas –dijo un chico rubio de sonrisa rápida-. Y deseando volver a la escuela. Hola, James.

-Hola, Grant.

-Hemos traído unos cuantos "instrumentos de trabajo" –dijo el chico mientras le guiñaba un ojo-. Bombas fétidas, caramelos explosivos, fuegos artificiales… Será un año divertido.

-¿Querías algo? –preguntó Huston mirando a Scorpius, que los observaba discretamente desde su posición frente a la ventana. Potter se giró a mirarlo y le sorprendió sentirse nervioso al tropezar con sus ojos-. ¿Quién es? –preguntó ahora dirigiéndose a James.

-No lo sé –mintió.

-¿Nos estás espiando?

Scorpius agachó la mirada y se marchó, intentando desaparecer lo más rápido posible.

-¿Crees que nos ha oído? –preguntó Huston.

-No lo creo…

-Bueno, si alguien se chiva a los profesores ya sabemos quién ha sido.

-Deberías hablar con él.

James se sobresaltó.

-¿Por qué yo?

-Porque te estaba mirando a ti. Creo que eres el que más miedo le da.

-Yo no creo que me tenga miedo…

-Como sea. Habla con él y asegúrate de que guardará silencio.

*

El tren avanzaba rápido entre las montañas de Escocia. Afuera llovía con fuerza y el verde del paisaje se había vuelto líquido, como una acuarela descolorida. Es curioso el tiempo en Escocia: un momento puede estar lloviendo y al instante siguiente las nubes se abren y sale el sol. A los niños no les extrañó que las nubes hubieran desaparecido cuando por fin el tren se detuvo.

-Hogsmeade –señaló James a su hermano-. Y… Hogwarts.

Albus miró hacia el lugar que James señalaba y soltó una exclamación de asombro.

-Es enorme –murmuró.

-Sí. Y eso que desde aquí sólo se ve una parte.

Grant y Huston se acercaron empujando sus baúles.

-¿Ya has hablado con él?

James miró a Scorpius, que bajaba del tren en ese momento, tirando de una maleta demasiado grande para él. Si sus amigos no hubieran estado allí probablemente James se habría acercado para ayudarle.

-No, aún no.

-¿Y a qué esperas?

Huston le hizo un gesto con la cabeza señalando al muchacho.

-Nosotros te esperamos en el carruaje.

James hizo una mueca de disgusto, pero no protestó.

-Vamos, Albus, te acompaño al lago.

-¿Lago? ¿Entonces es verdad lo de las barcas?

-A ver –dijo James poniendo los brazos en jarras-, ¿alguna vez te he mentido?

-Muchas –contestó su hermano con seriedad.

James suspiró.

-Sí, tienes razón. Pero esto era verdad. Tendrás que aprender a diferenciar las bromas de lo real, hermano, o te irá muy mal en Hogwarts.

-Bueno, pues no gastes bromas y ya está.

-¡No puedo no gastar bromas! –protestó James haciéndose el ofendido-. Si no, no sería un Merodeador.

-¿Otra vez con eso?

-Claro. El abuelo y sus amigos eran Merodeadores. Yo quiero ser como ellos. Como James, Peter, Sirius y Remus. Sería divertido tener un amigo que fuera un hombre-lobo, ¿no?

-A mí me daría un poco de miedo…

-¡Ey! Remus era mi Merodeador preferido –aseguró James con firmeza.

-Ya lo sé. Lo has dicho mil veces.

-Me gustan los hombres-lobo –dijo James pensativo. Y lo decía de verdad.

No tardaron mucho en llegar a la orilla del lago y James sintió una extraña nostalgia al recordar su primer año. Ahora era el turno de su hermano de cruzar el lago por primera vez, de deleitarse con las maravillas de aquel colegio mágico.

-¿Son seguras esas barcas? –preguntó Albus un poco preocupado.

-¡Pues claro! Por ahora se han ahogado muy pocos niños.

Albus puso cara de miedo, pero James ya no le prestaba atención. Acababa de divisar a Malfoy muy cerca de ellos.

-Espera aquí.

-¡Pero, James…!

James avanzó hacia el muchacho que seguía solo y un poco apartado del resto. Como si le diera miedo acercarse a los demás.

-¿Nos oíste antes en el tren?

Scorpius se giró sobresaltado.

-¿Qué? –preguntó un poco asustado.

-En el tren. Nos oíste hablar, ¿no?

-Yo no oí nada –dijo Scorpius.

-Sí que nos oíste. Lo de las bombas fétidas y eso.

Scorpius bajó la mirada un poco intimidado por el tono de voz de James.

-No te preocupes, no diré nada.

-Más te vale, porque si se lo cuentas a alguien…

Fue incapaz de seguir con la amenaza. De nuevo la tristeza del otro chico consiguió desarmarle. ¿Qué secreto ocultaba?

-¡James!

El joven se sobresaltó y una sonrisa enorme se dibujó en su cara al reconocer a la persona que le había llamado.

-¡Hola, Hagrid!

El gigante sonrió un poco nervioso.

-Eh, sí, hola –pero se puso serio de golpe-. ¿Se puede saber qué estás haciendo? –su mirada se centró por un momento en Scorpius, quien ni siquiera se atrevía a alzar la vista del suelo.

-¡Nada! Sólo estábamos hablando de…

-¡Hablando! –resopló-. ¿Sabes que los Thestrals ya se han marchado?

James miró a su alrededor sobresaltado.

-¿Qué?

-Los carruajes se han ido. ¡Todos! ¿Cómo piensas ir al Colegio?

James agachó la cabeza abochornado. No se atrevía a mirar a Scorpius porque estaba seguro de que se estaría riendo de él.

-Lo siento, Hagrid.

El gigante chasqueó la lengua.

-Igual que tu padre. Creo que Harry sólo llegó a tiempo al colegio una vez. Su primer año. Al parecer tú vas por el mismo camino. Anda, sube –suspiró.

-¡¿Qué?! ¿A la barca?

-¿Prefieres ir andando?

-¡No voy a ir al Colegio con todos esos pipiolos! –exclamó señalando a los alumnos, que aguardaban formalmente sentados en sus respectivos botes.

Hagrid le dio un golpe en la cabeza, que pretendía ser un empujón cariñoso, pero que casi hizo que James fuera de boca al suelo.

-¡Ouch!

-Vamos, sube. Y deja de protestar o me aseguraré de que te dejen sin postre. Y tú también –dijo dirigiéndose a Malfoy.

Scorpius subió a la barca y James lo siguió. No había mucho sitio libre, así que tuvo que sentarse a su lado. Tenía la impresión de que Scorpius lo miraba de reojo, así que no se atrevió a girarse hacia él.

La voz firme de Hagrid dio la señal y los botes se pusieron en marcha, navegando despacio sobre las tranquilas aguas del lago.

Por un momento James se olvidó de su enfado y toda su atención se volcó en la silueta del castillo a lo lejos. A su alrededor los jóvenes alumnos daban suspiros de admiración al ver las luces de las torres y escuchar la música que llegaba de más allá de sus regios muros.

-¿Qué es eso?

Un niño que iba en su misma barca señalaba el agua negra del lago, un poco más lejos, donde parecía que algo había alterado la calma de la superficie.

-Sirenas –dijo James haciéndose el entendido.

En un minuto la atención de todos los pequeños estaba puesta en él.

-¿Sirenas?

-¿En serio? ¿Las has visto?

-¿Cómo son?

-No es verdad, las sirenas no existen…

Scorpius no dijo nada, sólo se limitaba a mirar y escuchar. James dio un coscorrón al niño que acababa de hablar.

-¡Claro que existen! No seas burro, hombre, que estás a punto de entrar en un colegio de magia.

Scorpius sonrió, pero enseguida disimuló y desvió la mirada hacia las torres del castillo, que cada vez estaba más cerca.

-¿Y qué? –contestó el niño un poco enfadado- Que estemos en un colegio de magia no quiere decir que existan todos esos seres mitológicos.

-Así que tú eres el listillo de este año, ¿eh? Bueno, puedes creer lo que quieras, pero yo que tú no me bañaría en el lago solo. A las criaturas del agua les gusta secuestrar a niños pequeños y llevarlos a vivir con ellos para siempre –y añadió en voz baja y misteriosa-. Bajo las aguas, por toooda la eternidad.

-¡No es cierto! –refunfuñó el niño cruzándose de brazos.

-Bueno –James se encogió de hombros-. Tú mismo, pero yo que tú tendría cuidado.

En ese momento una barca pasó junto a la suya y James vio a su hermano entre los alumnos que había en ella.

-¡Eh, Albi! –empezó a saludar con la mano y un niño a su lado asomó la cabeza para ver a quién llamaba-. Es mi hermano –le dijo James orgulloso-. Él también empieza este año. ¡¡Albuuus!!

Sin dejar de agitar la mano se puso en pie y los alumnos gritaron cuando la barca se tambaleó.

-¡¿Quieres hacer el favor de sentarte?!

James bajó la mano y miró a Scorpius, que estaba blanco como el papel.

-¿Qué te pasa?

-¡Si sigues haciendo el tonto conseguirás que caigamos todos al agua!

James soltó una sonrisa peligrosa.

-¿Te da miedo el agua?

-¡Siéntate!

Riendo, James se sentó y durante un rato no apartó la vista de Malfoy, que empezó a sentirse muy incómodo por la atención que le prestaba.

Finalmente las barcas alcanzaron la orilla y los chicos pisaron tierra firme. El castillo parecía aún más grande mirándolo desde aquella perspectiva y James volvió a sentir aquella emoción que le había embargado la primera vez que lo vio. Cuando se fijó, vio que todos los niños tenían la misma expresión extasiada. Incluso Malfoy, que por un momento parecía haberse olvidado de todo, y miraba las altas torres del castillo con las mejillas encendidas y una expresión de emocionado asombro que hizo que el corazón de James se alterara.

La verdad es que no entendía por qué aquel niño le hacía sentirse así, como si le faltara el aire, como si a su alrededor no hubiese nada más. Fue así desde que lo vio la primera vez, en la estación. De algún modo se había sentido atraído por él, pero no sabía la razón. Malfoy se dio cuenta de que lo observaban y cuando sus miradas se cruzaron, durante un breve segundo, James se apresuró a disimular y se volvió hacia su hermano pequeño, que estaba justo a su lado.

-¿Qué, Albus, qué te parece?

-Es más grande de lo que imaginaba –repuso el pequeño entusiasmado.

-Sí –afirmó James revolviéndole el pelo con cariño-, es muy bonito.

Scorpius se separó de ellos y siguió a los demás niños hacia el castillo. Estaba desconcertado. Aquel chico, James, despertaba en él una sensación que no sabía identificar. Era como si acabara de conocer al fin a la persona con la que había estado soñando durante toda su corta vida. Desde que podía recordar había soñado con unos cálidos ojos grises, como si fuera una llamada a un predeterminado destino. Y ahora aparecían esos ojos ante él.

-Pareces pensativo, Corpy.

-No me llames así –protestó.

-¿Por qué? ¿No te gusta?

-No.

-¿Prefieres Cisne?

Scorpius se detuvo, aterrorizado.

-¿Cómo lo sabes?

James sonreía divertido.

-Tengo mis contactos -Y añadió-. Leí la placa de tu baúl: Scorpius Cygnus Malfoy. Menudo nombre más absurdo –rió.

-Lo eligió mi madre –repuso avergonzado-. Ni se te ocurra llamarme así.

-¿Prefieres Scorpius antes que Cygnus? –preguntó asombrado.

Malfoy miró a su alrededor, preocupado por si alguien lo había escuchado.

-¡Por favor!

-Cisne –murmuró James haciéndose el interesante-. Creo que tú y yo lo pasaremos bien.

-¡Potter! Haz el favor de entrar en el comedor. ¡No puedes aparecer con los alumnos de primero!

-¡Sí, Hagrid! –James se dirigió a la enorme puerta de roble, pero antes de desaparecer tras ella se volvió y le guiñó un ojo. Tiene los ojos grises, pensó Scorpius sorprendido-. Nos vemos luego, Cisne.

Sólo cuando desapareció, Malfoy se atrevió a sonreír. Estaba seguro de que al fin comprendería por qué tenía aquellos extraños sueños. Tal vez, por alguna razón, James y él estaban destinados a conocerse. Estaba seguro de que algún día comprendería el motivo. Con la cabeza llena de extraños y agradables pensamientos, siguió a sus compañeros al interior del Gran Comedor.

Su nueva vida estaba a punto de empezar.

FIN