Primero que nada recordando que Sailor Moon no me pertenece, mi gran admiración hacia este anime es lo que me motiva a escribir este historia que pretende ser una continuación, espero la disfrute.
CAPITULO I
LA PAZ A REGRESADO. UN DIA NORMAL EN LA VIDA DE LAS SAILORS SCOUT
Habían pasado algunos meses desde la última batalla de las Sailors Scout defendiendo el planeta y la paz del Universo; todo transcurría sin novedad y por fin las chicas podían disfrutar sus vidas como personas normales, en el mundo que tanto amaban.
Su preocupación principal, en estos momentos, era pasar el año escolar; con todas las faltas que tuvieron por las batallas, sus estudios habían quedado a un lado. Amy, fiel a su costumbre, había vuelto a formar el grupo de estudio para poder ayudarlas con todas las materias y así, todas salieran adelante en ese aspecto.
El inicio de un nuevo día, dejaba escuchar el sonido de un despertador, el cual simulaba el pío pío de un pollito.
-Déjenme dormir cinco minutos más. – se dejo oír una voz adormilada.
-Serena, – se escuchó la voz de la pequeña Luna que acaba de despertar – levántate que vas a llegar tarde a la Preparatoria. – al tiempo que saltó sobre la cama de la joven, la cual se volvió de lado y siguió durmiendo.
-¡Serena, levántate! Ya van a ser la ocho. – Se escuchó, a lo lejos, el llamado de mamá Ikuko, desde la planta baja de la casa.
-¡Qué sueño! – bostezó, restregándose los ojos y tratando de sentarse en su cama, mientras volteaba a ver el reloj – ¡Pero si es tardísimo…! Luna, ¿por qué no me despertaste más temprano? – a la par que saltaba de la cama con dirección al baño para asearse.
-Pero si eso estaba intentando, - un poco enojada - pero contigo no se puede. Si le pusieras el mismo empeño que le pones a dormir, a los estudios; hasta podrías competir con Amy. – le reprochó la gata negra.
La muchacha apresurada, se lavó el rostro para quitar los últimos rastros de su somnolencia, cepilló sus dientes, peinó su largo cabello en sus acostumbrados chonguitos, regresó a la habitación, se colocó el uniforme escolar, para finalmente tomar su maletín de sobre su mesita de té y bajar a la carrera a la cocina.
-¡Buenos días, papá! ¡Hola, mamá! – saludó, al tiempo que cogía una tostada y la lleva a la boca.
-¡Serena tonta, de nuevo te quedaste dormida! – se escuchó la voz de un adolescente, al tiempo que salía de la casa.
-¡Cállate, Sammy, no me molestes! – tomó desesperada un vaso de leche y cogió el almuerzo que su madre había alistado para, a continuación, salir disparada de la casa.
Agitada, corriendo; distinguió por la otra acera a una joven de su edad, de largos y rubios cabellos también, sujetos en un moño rojo, llevaba el uniforme inconfundible de la Preparatoria Juuban, quién más podía ser, su amiga y compañera de aventuras, la cual cruzó a la carrera la calle y le dio alcance.
-¡Hola, Mina! - saludó Serena, regalándole una sonrisa.
-¡Hola, Serena!, ¿nuevamente te quedaste dormida? - correspondió el saludo a su interlocutora.
-¿Cómo lo sabes? – preguntó ingenuamente la chica de coletas.
-¡Ay, Serena…! - haciendo un gesto con la mano.
-Y tú ¿por qué te hiciste tarde, Mina? – preguntó, mientras trata de no perder el equilibrio corriendo por la acera – Ya sé, seguro te quedaste entretenida viendo la televisión.
-Eso no importa, – mostrándole una sonrisa y cogiéndola del brazo, la jaló y corrió más rápido – mejor apresúrate que vamos muy retrasadas.
-¡Ay, Mina!, ten cuidado. Vas hacer que me caiga.
En el salón de clase, los grupos de estudiantes aún conversan distraídamente en sus pupitres, mientras esperan la campana de anuncio para el inicio de las clases. A un lado, un grupo de tres chicas miraban sus relojes preocupadas, conversaban:
-Esas dos volverán a llegar tarde. – decía la más alta de pelo castaño, recogido en una cola.
-No sé por qué te preocupas tanto, Lita, ya sabes cómo son Serena y Mina. – contestó la joven de cabello azul, muy corto, mientras leía un libro.
-Serena nunca cambiará, la conozco desde la primaria y es un milagro el día que llega temprano a clases. – apuntó suspirando la tercera chica, recostada sobre su carpeta.
-Tienes razón, Molly. – continuó la primera chica, con cara de resignada – Al parecer ellas nunca tendrán sentido de la puntualidad.
En esos momentos, sonó la campana y la profesora de turno se asomó por la puerta, mientras que en el pasillo se escuchaban pasos apresurados y de pronto la profesora fue arrastrada al interior del salón en medio de un torbellino.
Mina y Serena habían tropezado y resultaron en el suelo, enredadas con su profesora.
-Llegamos justo a tiempo, Serena. – pronunció una, sacando la cabeza entre las piernas de su compañera.
-¿Quién me atropello? – se escuchó la voz de la profesora.
-Creo que fue Mina, profesora. – contestó Serena, intentado pararse, pero pisó una tiza y volvió a caer encima de las otras dos.
-¡Ay por Dios, que espectáculo! – se lamentó Amy.
-Sin duda… ¡nunca cambiaran! – dijeron al tiempo, Molly y Lita, suspirando.
-Chicas, mejor levántense rápido antes que reaccione la profesora. Tal vez ni se percate que fueron ustedes. – les aconsejó Lita, tratando de ayudarlas.
-¿Lita, eres tú?- aun mareada, Mina - ¿Dónde estoy?
-Vamos, deprisa. – intervino Molly, ayudando a Serena.
En eso, la profesora reaccionó, parándose a duras penas.
-¡Ay…! - sobándose la espalda con una mano y la cabeza con la otra- ¿Qué me pasó?
-Se tropezó, profesora. – le contestó Lita, tratando de tapar a sus compañeras, dejando escapar una risita nerviosa.
-No sé porqué siento que me atropello un ómnibus.- con los ojos aún desorbitados, a causa del impacto – Creo que iré a la enfermería por una aspirina. ¡Jóvenes, alisten sus deberes y déjenlos sobre mi escritorio!
-¿Deberes? – gritaron, al tiempo, Serena y Mina.
-Amy, préstanos la tarea, por favor.- dijo Mina, con ojos suplicantes y las manos juntas – Por favor, por favor.
-Si, Amy, – la secundó Serena – por favor, por favor. – en el mismo plan que su amiga.
-Sin duda… ¡nunca cambiaran! – nuevamente, Lita y Molly.
Así comenzaba el día de clases para cuatro de las Sailors Scouts, quienes disfrutaban al máximo sus días fuera de las complicaciones de las batallas por defender la paz en la Galaxia. Al término de clase, en la salida de la preparatoria, se encontraban reunidas, las cuatro chicas.
-Chicas, hace mucho calor. Esto de las clases me dejó agotada. – se quejaba Serena.
-¡Ya sé!- dijo Mina, levantando la mano – Vamos a los videojuegos, así podremos ver a Andrew y tomar un poco de helado.- con los ojos de emoción.
-Sí, hace tiempo que no veo a Andrew. – apoyó Lita, con ojos de ilusión.
-Chicas, recuerden que Andrew tiene a Wanda. – les recriminó Serena.
-¡Ay, Serena!, tenías que recordárnoslo. – una apenada Lita, con la cabeza gacha, al igual que Mina.
-Pero no importa Lita, recuerda que ella está muy lejos y Andrew necesita quien lo consuele y para eso estamos nosotras. – animándose nuevamente y a su amiga.
-Tienes razón, recuerden que Andrew las quiere como sus hermanas menores. – puntualizó Amy, con entusiasmo.
-No era necesario eso, Amy. – dijo Mina, agachando la cabeza y avanzó con Lita unos pasos fuera del grupo.
-Pero ¿qué dije? – se preguntó Amy.
-¡Ay, Amy!, tú no cambias.- le respondió Serena, con un gesto de su mano – Mejor vamos con ellas, quiero una malteada. - y dirigiéndose a Mina y Lita – ¡Hey, chicas! Espérennos. – y jalando a Amy – Apresúrate, o nos dejarán. Además, tal vez me encuentre a Darien ahí.
Las chicas completaron el camino hacia el Crown Center entre anécdotas y bromas, y no más de diez minutos después, se hallaban entrando por la puerta principal de la Sala de Videojuegos.
-¡Hola, Andrew! – saludó Serena desde la entrada, casi gritando.
-¡Hola, Serena!- correspondió el saludo levantando su mano - ¡Hola, chicas! – dándose cuenta de las demás.
-¡Hola! – respondieron, al unísono, las demás.
Mina y Serena, como de costumbre, se pusieron a jugar en las máquinas de carreras; Lita se entretuvo en los videojuegos; mientras Amy sentada en la barra, tomaba un té helado.
-¡Volvimos a perder! – con cara de desilusión le dijo Serena, a Mina.
-¡Vamos, Serena! Juguemos otra vez. Tal vez ahora tengamos más suerte.
-Pero siempre quedo en último lugar- desanimada Serena.
-¡Vamos! Esa no es la Serena que conozco.- le dijo, animando a su amiga – Tú nunca te das por vencida.
-Si usaras esas mismas energías para hacer tus deberes y estudiar, Mina; no serías tan mala alumna.- desde la máquina de videojuegos; puntualizó, Lita.
-¡Lita!- con cara de pocos amigos y a punto de estallar; pero derepente, de la nada, cambió de expresión y con una gran sonrisa agregó- Paz y amor. – e hizo una "V" con su mano.
Habían pasado, alrededor de unos treinta minutos cuando hizo su aparición una hermosa chica de largos cabellos negros, con el uniforme gris de la escuela particular de mujeres T.A., Rei.
-Sabía que las encontraría aquí. – entró a la carrera.
-Pero Rei… - Amy casi cae de su asiento por la impresión – ¿Acaso ocurre algo?
-¿Qué? ¿Acaso no lo saben? – muy misteriosa.
-No sabemos ¿qué? – preguntó Serena y todas asoman sus caras alrededor de Rei.
-No lo puedo creer, en verdad no lo saben… - Rei, dubitativa.
-¿Qué cosa? – todas le gritaron, desesperadas.
-Pues no estoy segura. – Rei con su mano en la barbilla.
-¡Ay! – todas desilusionadas.
-Creo que me equivoque. Bueno chicas, nos vemos en el Templo, más tarde; ya estamos en época de exámenes y tenemos que estudiar mucho. – levantó la mano como señal de despedida, dejando el local en ese instante.
-¡Y tenías que recordárnoslo! – Mina y Serena.
-Vamos chicas, Rei tiene razón. – indicó Amy.
-No quiero, no quiero – se pusieron a renegar las dos rubias.
Amy y Lita las vieron con cara de reproche y se despidieron recordándoles la hora en que se reunirían.
Algunas horas más tarde, cinco chicas se encontraban reunidas en uno de los ambientes del Templo Hikawa, en torno a una mesa de estudios.
-Oye, Amy, no entiendo este ejercicio. – se le acercó, Serena.
-Serena, pero si es fácil, sólo tienes que…- no terminó la frase al ser interrumpida por Rei.
-No sé porque pierdes el tiempo con Serena, si nunca entiende nada. – dicho comentario provocó la furia de la rubia.
-¿Por qué dices eso, Rei? – chocando su frente con la de su amiga.
-Ya Amy nos explico eso tres veces a todas y otras tres a ti sola, y no entiendes. – empujando con su frente la de Serena.
-¿Qué dijiste? – furiosa, Serena, empujando esta vez ella, con su frente, la de Rei.
Por la entrada de la habitación, se dejaron ver, dos menudos cuerpos, mientras las dos muchachas seguían intrincadas en su discusión. Dos hermosos gatos, uno blanco y la otra negra se sentaron cerca a la esquina más próxima de la mesa.
-¿Chicas como van esos estudios? – preguntó Luna.
-Vamos avanzando.- respondió Amy – Al menos, hay que reconocer que Serena y Mina le están echando ganas.
-Pero eso no quita lo cabeza hueca que es Serena. – comentó Rei.
-De nuevo estas provocándome, Rei. – replicó Serena, nuevamente poniendo su cara frente a la de Rei.
-No es momento de eso chicas. – las interrumpió Artemis, algo preocupado.
-¿Acaso ocurre algo? - dijo Lita, al tiempo que, Rei y Serena se sentaron en sus lugares.
-Bueno chicas, estaba conversando con Luna y – comenzó Artemis – tenemos un mal presentimiento.
-No hay de qué preocuparse. – dijo Serena, restándole importancias a las palabras del felino.
-Tranquilos, chicos. – esta vez, Lita – No hay de que preocuparse. Vivimos un momento de paz y debemos disfrutarlo.
-Con suerte dura para siempre. – una pensativa Rei.
-Así podremos esforzarnos en estudiar más. – acotó Amy, mientras todas la regresaron a mirar con cara de pocos amigos.
-¡Ay, Artemis!- dijo Mina, dándole palmaditas en la cabeza – Acaso estas aburrido y buscas un poco de acción; si no sabes cómo pasar el tiempo, – guiñándole un ojo y con la mano en el aire - yo te podría dar algunas ideas, que podrías poner en práctica con nuestra amiga Luna.
¡Mina!- sonrojado el gato – qué tratas de insinuar.
-Déjalas, Artemis.- intervino Luna – Ellas tienen razón, nos estamos preocupando por nada; mejor disfrutemos estos momentos de paz y confiemos en que así será en adelante. – dicho esto, salió de la habitación y Artemis corrió tras ella.
-¡Luna, espera! – gritó el gato corriendo por alcanzar a la felina negra.
Luna se detuvo y le dio la cara al gato, se veía preocupada y agachó la cabeza.
-Ellas se merecen su momento de paz, no les podemos seguir arruinando la vida, no si no tenemos pruebas o la certeza de lo que sospechamos.
-Pero Luna, - trató de rebatir – es nuestra obligación decirles, es su obligación defender…
-Artemis, - lo interrumpió - tenemos que respetar sus vidas, no siempre van a estar al pendiente de todo, para eso estamos nosotros. Acompáñame, seguiremos investigando.
- Luna, creo que te equivocas.
- Entonces iré yo sola. – Luna le dio la espalda y bajó corriendo los escalones que separaban el Templo del resto de la ciudad.
Dentro de la habitación, las chicas se quedaron extrañadas con la actitud de Luna. Se miraron unas a otras hasta que una de ellas rompió el silencio.
-Creo que a Luna le ocurre algo. – dijo Serena, todas asintieron y se volvieron a sumergir en sus pensamientos.
En otro lugar, poco más tarde, los últimos rayos del sol vespertino dibujaban el perfil de un apuesto joven sentando en la banca de un parque, el cual constantemente revisaba la hora en su reloj, esperando a su novia.
-¡Hola, Darien! – llegó Serena, corriendo - No me demore mucho, ¿verdad? – abrazándose al chico que la esperaba.
-Pensé que no vendrías – respondió el chico, a secas.
-¿Estás molesto? ¿Te preocupa algo?- le preguntó la joven, mirándolo de forma extraña y alejándose de él – Ya lo sé, piensas que es una pérdida de tiempo esperarme. – haciendo de víctima y poniendo una cara a punto de llorar – Mejor será que me vaya y te deje solo para que puedas aprovechar mejor tu tiempo.
-No, Serena.- le contestó el joven con voz calma y mirándola tiernamente – No seas tonta, Serena; yo nunca pensaría eso de ti.- y después de una breve pausa- ¿Cuándo dejarás de cuestionar mi amor por ti? – retirando su mirada y dirigiéndola hacia el infinito firmamento, tan inmenso como el amor que sentía por esa chica.
-Discúlpame, Darien. – articuló ella, mirando, a su vez, las estrellas; cruzándose en sus pensamientos el recuerdo de un viejo amigo, al cual no veía hace más de seis meses.
El silencio reino entre los dos, ninguno se atrevía a interrumpir el pensamiento del otro, estaban tan cerca pero a la vez tan distantes. Derepente el chico abrazó a la chica rubia, ella regresó a mirarlo sorprendida; pero aún en ese instante no se atrevió a decir palabra, sólo miro la silueta del rostro dibujado por el brillo de las estrellas, del hombre con el que soñaba compartir su futuro.
-Sabes algo Serena… – le dijo él saliendo de lo profundo de sus pensamientos, pero sin quitar su vista del cielo – ¿Realmente estás segura que yo soy el hombre indicado para ti?
-Pero… Darien… - sin poder responder algo concreto – ¿Por qué me preguntas eso?
-¿Alguna vez lo has dudado? – preguntó él, volviendo a ver a la chica, quien con la cabeza gacha buscaba en su mente la manera de ser lo más sincera posible.
Pasaron los minutos y ella no supo responder enredada en sus pensamientos. Al no obtener respuesta, él optó por ponerse de pie, dirigiéndose a su novia le dijo:
-La noche está muy fría, será mejor que te lleve a tu casa.
-¡Ah! – dijo ella, saliendo de sus cavilaciones y mirando al hombre que le extendía la mano para ayudarle a ponerse de pie.
Caminaron lentamente hasta la casa de ella sin pronunciar palabra; era extraño, pero no era de ahora, sólo que las palabras de él la hicieron ver que habían cosas que estaban cambiando entre los dos; ni si quiera podía explicarse ella misma porqué no pudo responder la pregunta de él. Y por qué, después de tanto tiempo, no había hablado con él sobre aquello que pasó los meses que estuvo fuera o… muerto.
-Bueno, hemos llegado. – Darien rompió el silencio, sacándola de sus pensamientos.
-Sí.- dijo ella, sin atreverse a mirarlo – Gracias, Darien.- y se alejó corriendo para entrar a su casa. Mientras desde una ventana su fiel amiga Luna veía la escena.