Seasons of Beautiful Wolfram

Estaciones de Hermoso Wolfram

Autora: HARPGO

Traductora: Kotori_chan88 (Kotori)

Parejas: Yuuram/Wolfyuu (no hay escenas explícitas, así que no importa tanto), y otras que irán apareciendo.

Advertencias: BL, más adelante –ya no tanto- un poco de escenas fuertes.

Rating: R

Capítulo 19

Salieron del camino y se introdujeron en los matorrales y arbustos altos del bosque. Conrad ató las correas de su corcel cerca del lugar donde el caballo de Yozak pastaba con tranquilidad. Continuó con parsimonia el sendero, disfrutando de los últimos vestigios de culpa del pelinaranja sobre el asunto Connie. Cuando Yozak más intentaba quitarle importancia a su affaire, peor se sentía. Era tan obvio. Interiormente el castaño reía divertido. Al final, después de verlo retorcerse de nervios, decidió liberarlo de su sufrimiento.

—Creo que es suficiente, Yozak —dijo con una sonrisa en la cara.

—Oh, creo que tienes razón. Ya estamos lo bastante cerca de la casa.

—No, me refiero a… Connie. No tienes que probarme nada. Después de todo eres un espía, el mejor. No es como si estuvieras confraternizando con el enemigo. En realidad, obtuviste información que podría ayudarnos. Así que no hay nada desleal en eso.

—¿Desleal? —respondió en un tono monocorde aunque en realidad se suponía que sería una pregunta. —Supongo… —. Pero algo se sentía mal. Y, ¿por qué Conrad era tan comprensivo en primer lugar? Si el soldado no se enteraba de nada habría estado bien, pero…

Yozak miró al apacible perfil del castaño. "Nada, ¿ni siquiera un rastro de…preocupación?" No, no era ésa la palabra que buscaba. Suspiró suavemente y decidió enterrar sus sentimientos tras un escudo por el momento. Tenía trabajo que hacer.

—Allá hay un mejor lugar —dijo el espía señalando a la izquierda.

Una vez que llegaron al sitio y reconocieron la casa, Yozak se inclinó hacia Conrad y dijo silenciosamente: —Según mis conocimientos, todavía se encuentran en la casa. Están Merelda, los asesinos, algunos sirvientes que parecen entrar y salir de sus puestos de trabajo, un sirviente que trabaja en el taller de herrería y un ama de casa. Hasta el momento no logré ver al hermano del que tanto hablan. Pero, asumo que está por algún lugar cerca de aquí.

—Buen trabajo, amigo —agregó Conrad con una sonrisa al tiempo que colocaba gentilmente una mano sobre el hombro de Yozak— pero, en verdad pareces cansado ahora mismo. Creo que necesitas dormir por un rato. Me encargaré de la vigilancia por ahora —dijo con una mirada que parecía decir 'Soy tu superior, así que sólo haz lo que te digo'.

—Um está bien, aunque esto no entraba en mis planes —dijo Yozak con reticencia, tratando de evitar la mirada de Conrad por algún motivo que no alcanzaba a comprender. Tal vez era por la intensa mirada de los ojos marrones. —De acuerdo, de acuerdo…tomaré una sienta contra el árbol. Despiérname si me necesitas—. Dicho eso, se sentó y se recostó contra la áspera corteza. Cruzó los brazos y observó que Conrad tomaba asiento en un viejo tronco a lado suyo.

Se estiró un poco. Al parecer sí que tenía sueño después de todo.

—Sabes, sólo contigo hago esto —dijo Yozak casualmente, cubriéndose la boca mientras bostezaba ligeramente.

—¿Hacer qué? —interrogó Conrad mientras volteaba hacia él.

—Dormir—. Rió un poco ante lo que respondió. —Quiero decir, dormir de verdad…duerme con la persona equivocada y podrías despertar muerto. Supongo que eso arruinaría tu día.

—Y luego me dices que soy yo el de los chistes malos.

Yozak sonrió sinceramente por un momento. —Ya sabes lo que quiero decir—. Revolvió su pelo naranja con una mirada soñolienta en la cara. —Pero puedo dormir aquí… contigo.

—Si ese es el caso, me siento honrado. —Dijo con una voz aterciopelada.

—Y tendrías que estarlo… además, siempre te sales con la tuya —murmuró Yozak puerilmente con una sonrisa burlona que desaparecía mientras se quedaba dormido.

Conrad frunció un poco el ceño. —No siempre… no siempre…


Günter estaba sentado en la biblioteca con un enorme y polvoriento libro frente a él. Pasó a la siguiente página con suavidad. El libro no era muy viejo según los estándares mazokus, pero la hoja era de baja calidad y el lomo se veía muy dañado. Obviamente había sido roto y remendado. Había un daño considerable en la esquina izquierda, prueba de que el libro había sido tirado, —o, en su defecto, arrojado a la pared más cercana, algo que él solía hacer —el administrador pensó en voz alta. Sus ojos inspeccionaban los símbolos makozus rápidamente, casi hambrientamente. Ayudándose con su dedo índice al encontrar la fecha y la mención del nombre de Merelda Meiger escrito a mano con furia.

Este libro no fue redactado por Günter, pero sabía a quién le pertenecía aunque careciera de la firma del autor. Después de todo, esto era más que un polvoriento libro, era un diario de confesiones.

Günter tenía razón, y en este caso, odiaba estar en lo cierto.

—Pero necesito una descripción de esta persona. Recuerdo el nombre vagamente, pero en aquel entonces sólo tuve la oportunidad entrever su figura—. Suspiró, de repente se enderezó poniendo un codo en la mesa y apoyando la cabeza en sus palmas. —Ahora que lo pienso —dijo para él mismo— no tenemos pruebas de que sea la misma persona. Por lo que sabemos, podría ser alguien disfrazado de Merelda Meiger.

—¡NO ME SIGAS! —gritó Wolfram mientras pasaba rápidamente la puerta abierta de la biblioteca.

La borrosa figura azul definitivamente captó la atención de Günter. Ensanchó los ojos, como una mujer avergonzada de comerse con los ojos la portada principal de la revista PlayGirl* en la librería. Günter, nervioso, tiró el libro que estaba leyendo en el piso a lado de su silla. —¡Oh! ¡¿Qué estaba haciendo?! —se preguntó con un toque de reina del drama. Al instante, se sintió triste, no había nadie alrededor que presenciara su dramática actuación.

—¡Wolfram! —se quejó Yuuri mientras pasaba por la biblioteca. —No entiendo por qué estás tan molesto. Simplemente, no lo entiendo. —Se encogió de hombro mientras seguía caminando.

—¡CLARO QUE NO LO HACES! ¡ESTÁS MUY BIEN NO ENTEDIENDO! —Llegó el ensordecedor eco desde el lado contrario al pasillo.

—¡Heika! —dijo Günter en la entrada, ahora tenía las manos unidas como un ángel. —¿Estás listo para tu lección de hoy? —. Ignoraría al Pequeño Lord Mocoso y, de ser posible, distraería a su precioso heika de las pataletas y las quejas sobredramáticas del rubio.

El moreno se detuvo. A doce pasos, la cabeza de Yuuri se volteó en dirección a su consejero y tutor real. Tenía una mirada incrédula y con su boca abierta formando un pequeño círculo, cosa que a Günter le pareció encantador.

—Estoy un poco ocupado ahora mismo —murmuró en un tono de voz que no aceptaba réplica alguna.

—Pero…¡Heika! —gimoteó Günter con una mirada de cachorrito apaleado.

¡Encuentra…algo…qué…hacer! ¡Y es una orden! —dijo Yuuri con una mano firmemente agarrada a la muñeca de Wolfram. El rubio por su parte miraba fijamente su muñeca, como si no fuera parte de su cuerpo y nunca antes la hubiera visto. Su boca abierta de la impresión no era una buena señal para el moreno.

—¡Mierda, Wolfram! Sí que es difícil lidiar contigo —siseó Yuuri entre dientes antes de tirar del rubio, miró de izquierda a derecha y finalmente abrió de sopetón con la mano libre el almacén más cercano.

—Aquí… ¡ahora! —dijo Yuuri con autoridad.

Wolfram miró con los ojos abiertos a las sirvientas y, "¡mierda! ¡Madre también está aquí!", a todos los que casualmente pasaban por ahí, justo a tiempo para ver al rubio ser lanzado contra su voluntad y de cabeza dentro del pequeño y oscuro closet.

—Está oscuro —. Wolfram hizo un mohín.

Una vez que la puerta de madera se cerró bruscamente, todos pudieron oír: —Puedes encender una bola de fuego, pero no te atrevas a quemarme… ¡o nunca más te dejaré dormir conmigo!


La luz del sol se colaba por las ventanas. Tenía la vaga sensación de que las ventanas se habían abierto en algún punto durante la noche. Necesitaba hablar con los sirvientes para que eso no volviera a pasar.

Arrugó la nariz cuando un rayo de sol golpeó su cara. De repente, se sentó en la cama y miró alrededor cuando se dio cuenta de que el rayo que llegaba a ella no le transmitía ningún calor. Todo estaba oscuro, el color simplemente de desvaneció en las sombras. Sonrió. Esto no era nuevo para ella.

Merelda estaba nuevamente envuelta en la penumbra. Sólo un oráculo mazoku poderoso como ella podía sentirse satisfecha consigo mismo por llegar así de lejos.

El cabello castaño de Merelda, que guardaba mucha similitud con una hoja en otoño, se removió ligeramente en una brisa que no tenía origen. Cerró lo ojos conciente de que este mundo de sueños la obedecía y…esperó.

En el vacío, tres objetos perfectamente cuadrados se acercaron a ella brillando desde la derecha, izquierda y frente. Una vez que llegaron hasta la castaña, la apariencia de los objetos se asemejó al reflejo de distintos colores de una pompa de jabón. Había imágenes difusas mostrándose dentro de cada cuadrado.

—Los azulejos están de vuelta —dijo Merelda con una sonrisa. Podía sentir su camisón ondeando a su alrededor con la energía que los azulejos le otorgaban. Estos continuaron brillando.

—Lo que fue —dijo, apuntando a la izquierda.

—Lo qué es —continuó, tocando brevemente al reflejo frente a ella.

—Lo qué será si este camino continua —dijo y tocó otro azulejo. El objeto parpadeó ligeramente al contacto. —Decisiones, decisiones… —. La castaña sonrió burlonamente con su cabeza ladeada hacia un lado y un dedo en la mejilla. Gesto que era característico en Cecile cuando tenía que tomar una decisión. —Parece que estoy en una encrucijada, de otra manera no sería capaz de ver tantas cosas.

Entonces, algo brilló sobre la cabeza de la castaña. Miró arriba y vio otro azulejo. Reticente, Merelda lo tomó en su mano derecha. —¡No! No puede ser —gimió en un todo decepcionado. El azulejo continuaba brillando, pero era de un color cobrizo y las imágenes eran apenas visibles. Una vez más, Merelda se divisó en una fiesta (la misma del sueño anterior) presentándose al Rey Demonio y tratando de consolarlo por la muerte prematura de su prometido. Pero, entonces, la escena se congeló y se negó a moverse.

—¡No! —gritó molesta. —¡Él es mío! ¡El Rey Demonio tiene que ser mío! Somos perfectos el uno para el otro, los dos somos poderosos y líderes. ¡Podemos gobernar juntos! Le daré todo lo que quiera. Sólo necesito demostrarle que nos pertenecemos—. Rompió el azulejo y arrojó cada pieza en la oscuridad. —¡No puedo creer que estuve tan cerca sólo para fallar de nuevo! ¿Qué ha cambiado? —Merelda quería tirarse del pelo. —Todo iba a la perfección. —Sacudió la cabeza y miró a los azulejos restantes con furia.

Estaba tan enojada que no se dio cuenta de que, dentro del sueño, tenía las largas y negras uñas de las manos agrietadas y sucias.

—Tal vez lo sepa a partir de éstos —dijo, mientras observaba los azulejos que quedaban.

El azulejo de la izquierda, el pasado, mostraba a Yuuri y a Wolfram sentados en algunos camineros en el Castillo Promesa de Sangre. Merelda cogió el azulejo y lo colocó frente a su cara. Las imágenes llenaron su visión.

Los cuerpos de Wolfram y Yuuri se apoyaban uno sobre el otro ligeramente, sus labios casi tocándose. —Estás tardando mucho —ronroneó Wolfram. Una decidida mano frotó la nuca del moreno y se deslizó suavemente a su cabello, acariciándolo con los dedos. El gentil toque guió a Yuuri hacia él, rindiéndose.

—¿Por qué simplemente no te moriste como se supone que lo harías? —. Merelda echaba chispas. —¿Por qué la flecha no fue suficiente? Aún así, tuve noticias de que estabas todavía enfermo y a punto de morir—. Cogió el azulejo entre sus afiladas garras y lo lanzó mientras pensaba: "Debería haberte matado tiempo atrás, cuando vivía en el Castillo Promesa de Sangre."

—Pero —dijo, tratando de calmarse o perdería la concentración y los dos últimos azulejos— todavía tenemos al 'presente' y al 'futuro'.

El azulejo ante ella brilló intensamente y luego se apagó.

—Oh, no —dijo sin respiración. —¿Otra visión que no va a suceder…? —. Parpadeó ante el azulejo grisáceo. —Pero, generalmente, se vuelven de un color parecido a la canela cuando pasa esto… —. Se rascó la cabeza, confusa. —Y se supone que es el 'ahora', ¿cómo puede suceder esto?

El azulejo grisáceo no mostraba ninguna imagen, sólo se escuchaban débiles voces:

Oi, ¿Wolfram! ¿Contestarás a mi pregunta o no? —dijo Yuuri enfadado. Hubo un silencio. —Puedes encender una bola de fuego y mirarme cuando te estoy hablando.

Oblígame.

¡¿Qué?! —gritó Yuuri estupefacto—. Estás siendo poco razonable, Wolfram.

Y tú cambiaste de repente.

A esto le siguió más riñas, así que el espionaje no tenía realmente ningún sentido para ella. Sostuvo al azulejo con la misma dignidad que le daba a toda basura inútil y lo dejó caer lejos de ella.

—Ahora, el futuro—. Merelda cogió el azulejo de la derecha y lo acercó a su cara. Las imágenes la hicieron sonreír. Lo que mostraba el azulejo estaba tan bien que lo volvió a mirar de nuevo. Si no podía obtener el primer futuro, entonces tendría éste, seguro. Era una pequeña victoria, pero serviría igualmente, una victoria que podía mantener hasta encontrar el culpable que alteró su posible futuro como la Reina Demonio casada con Yuuri Heika. —Trabajaré duro para ver este futuro hecho realidad. Sé que puedo lograrlo. —La castaña sostuvo el azulejo contra su corazón, acariciándolo contra su camisón y sintiendo el frío contacto en conjunto con una suave vibración. Entonces, volvió a mirarlo.

El azulejo reproducía las imágenes una vez más. En la tienda de herrería de la familia Meiger, había un gancho en el techo. Una soga pasaba por él. El otro final de la soga estaba sosteniendo, fuertemente, los brazos de Wolfram sobre su cabeza. Las piernas del rubio estaban atadas juntas. Estaba sobre sus rodillas, vistiendo sólo su blanca camisa de mangas largas y sus pantalones azules. Wolfram tenía alrededor del cuello una cadena hecha de cientos de pequeñas piedras de houseki. También tenía en las muñecas un hilo de cuero con pequeñas piedras houseki colgando de ellas como un talismán de pulsera.

Los ojos verdes de Wolfram se abrieron con sorpresa al notar que su camisa blanca estaba siendo rasgada en la espalda. Trataba de prepararse para lo que venía aunque, en realidad, no había ninguna manera de prepararse para eso.

Su captor lo rodeó, mirándolo fijamente.

—¡Tú! —vociferó Wolfram.

—¿Me recuerdas? —dijo dulcemente.

—¿Cómo podría olvidar? —respondió Wolfram con un gruñido y arremetiendo contra ella débilmente a causa de las piedras que estaban mermando sus fuerzas. —La vieja concubina de mi padre. Me pregunté qué había sido de ti, Merelda. —Entrecerró los ojos. —Claro que estaba seguro de que mi madre te echó a patadas junto al resto de la basura.

—Sabes, te pareces mucho a tu madre, Wolfy.

El rubio mantuvo su cara impasible, decidido a no estremecerse al escuchar su apodo.

—Así que esto será muy fácil. Yo te torturo y… pienso en ella.

—Mi madre pateándote el culo fuera del castillo es lo que pensaré —se burló Wolfram.

Merelda se acercó a Wolfram blandiendo el látigo marrón oscuro en la mano. Alzó la barbilla del rubio con el mango. —Sabes, sólo uso esto para encaminar el ganado —dijo con una sonrisa— claro que nunca lo uso sobre uno de mis animales. Es sólo para asustarlos hacia la dirección que quiero que vayan. Si de verdad usaba esto… —dijo con un chasquido estruendoso contra la cintura de Wolfram. El soldado mordió sus labios para evitar gritar y la miró desafiante, con los ojos brillantes por las lágrimas contenidas. —Como iba diciendo, si utilizara esto en un animal de mi ganado arruinaría la piel—. Rodeó su cuerpo de nuevo, tirando para abrir más la blanca camisa de Wolfram y revelando una suave piel de porcelana. —Esto es lo que obtienes —dijo Merelda burlándose de él— por no ser razonable y no haber muerto cuando la flecha te dio.

Latigazo.

—Siempre fuiste un mocoso.

Wolfram respingó y trató de respirar a través del dolor. La quemazón inicial no fue nada comparada a lo que rápidamente le siguió.

Latigazo.

—Hey, ¿quieres saber cómo era tu padre? Lo conocí mucho mejor que tú —rió— y, créeme, él nunca amó a tu madre.

Wolfram bajó un poco la cabeza, respirando pesadamente. Estaba tragando aire e intentando bloquear las palabras de Merelda.

Latigazo.

—Te odié en ese entonces también.

Wolfram estaba adolorido, comenzó a llorar. La castaña había golpeado el lugar donde la flecha había penetrado su piel. Su cuerpo se derrumbó, utilizando ahora las sogas como soporte.

Latigazo.

—Estás solo. Siempre lo has estado. Nadie vendrá por ti, 'Wolfram el indeseable' —murmuró con saña en su oído, seguido por más golpes.

Latigazo.

Todo su cuerpo respingó bruscamente con éste último golpe. La cabeza rubia se echó para atrás lanzando un grito que hizo eco por todo el lugar. Su cuerpo quedó colgando de sus muñecas.

Latigazo.

—¿Me pregunto a cuántas personas les encantaría hacerte esto…?

Wolfram gritó con rabia en su dirección pero su mente se desvaneció en la oscuridad mientras que su sangre comenzaba a derramarse sobre el suelo.


*PlayGirl: Revista pornográfica estadounidense que muestra a hombres desnudos o semidesnudos en las portadas.

Espero que hayan disfrutado del capítulo. Ah y sí, Wolfram -nuestro Wolfram- ha vuelto *-*

Nos leemos en el siguiente y ¡muchas gracias por los comentarios! ^-^