Disclaimer: Nada relacionado a Narnia y/o sus personajes me pertenece, si no a C.S Lewis, cabe recordar que va todo sin fines de lucro ((aunque ande necesitada xD))
Importante:
/Edades/
Pedro: 18
Susana: 16
Edmundo: 14
Lucía: 12
Capítulo 5: Pluvioso
Suspiró larga y sonoramente logrando que Lucía, visiblemente enojada, gruñera y fijara con furibunda actitud sus grandes y ahora oscurecidos ojos verdes en ella. Sonrió en forma de disculpa y la niña sólo regreso con expresión aburrida su vista a la aglomeración de enredos algorítmicos que leía. Susana rodó los ojos y cansinamente volvió a concentrarse en el libro de cocina que apenas seis segundos atrás revisaba.
Frotó uno de sus ojos con una mano y con la otra pasó de página. Levantó la vista y observó a sus hermanos, metros más allá, en la sala. El desgano grabado en sus rostros logró hartarla aún más, lanzó un gritito frustrado al techo, cerró el libro y abandonó la estancia. La monotonía e inactividad de los últimos dos días amenazaba con enfermarla gravemente.
Pedro arrojó los naipes al mueble y con el aire de magnífica autoridad que lo caracterizaba subió las escaleras de tres en tres llamando a Susana y olvidando el juego que Edmundo iba ganando.
El menor abandonó las cartas y luego de suspirar terriblemente afectado por el aburrido ambiente que el repicar constante de la lluvia otorgaba al lugar, desvió sus inexorables y profundos ojos oscuros a la castaña y recientemente revuelta cabeza de la valiente reina que la familia poseía. Disimuló una sonrisa y con extremado cuidado se puso de pie y caminó hasta la mesa del comedor.
-¡Debes estar bromeando!-una socarrona sonrisa se expandió en su albino rostro.
Lucía dio un bote. Giró el rostro y la abatida expresión de su rostro mutó a una de obstinado enojo. Gruñó y con la mirada trató de persuadirlo. Edmundo arqueó una ceja y la inocente burla brilló en sus gestos. Lucía se mordió la lengua y pidió en mentales ruegos a Aslan un poco de la paciencia que había de caracterizarla en Narnia.
Puso los ojos en blanco y pensó en lo mucho que odiaba en álgebra y el eco de la lluvia en sus oídos. Cerró los mismos tratando de concentrarse y fue entonces que un susurro la despertó de su abstracción, mas fue cuando estuvo en sus cinco sentidos que supo que Edmundo se encontraba rodeando con uno de sus brazos su cuerpo, mientras que con la mano derecha resolvía las ecuaciones que habían atormentado las últimas dos horas de la pequeña Pevensie.
Sintió su cara arder, sus palmas cosquillear, su estómago vibrar y pecho retumbar.
-¿Entiendes?
Pestañeó ocho veces por segundo y con falsa seguridad murmuró un "si", Edmundo sonrió satisfecho y prosiguió con la explicación del siguiente polinomio. Lucía se mantuvo muy quieta y apeló a todo su autocontrol rogando en un apartado rincón de su corazón no temblar, ni vomitar, ni caer de bruces contra el suelo como los últimos días.
"Protégeme Aslan"
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Susana cerró la puerta de la habitación que compartía con su hermana de un golpe y con aire enajenado se sentó en la cama y estrujó las sabanas que cubrían la misma. Escuchó la voz de Pedro y esperó que él llamara a su puerta, tratando de liberarse del soporífero oxígeno que invadía la casa.
-Adelante-respondió mirando al recién llegado
-¿Qué sucedió, Su?
Susana lo observó situarse a su lado en la cama. Sintió el cálido tacto de su piel sobre su mano y sonrió aliviada. El enojo abandonó su cuerpo mientras, a través de los azulinos ojos del Magnífico, contemplaba la preocupación tatuada en su esencia.
-Nada, realmente no sucedió nada es sólo que…-se encogió de hombros-me enoja la actitud de Lucía últimamente, su humor inconstante…la facilidad que tiene para sonreír e irritarse al mismo tiempo me desconcierta-aseguró sin mentir en lo absoluto, aquél dilema ensombrecía los días como la lluvia.
-Tal vez sólo sea asunto de la edad o tal vez extraña demasiado Narnia…
La morocha notó la minúscula variación en el tono de voz del muchacho, después de todo era hermanos y resultaba común reconocer los cambios en la conducta y proceder de cada uno, pero le resultaba más sencillo descifrar las diversas actitudes de Pedro. Sonrió. No había motivo para lo cual extrañarse, era, al fin y al cabo, el más cercano a ella de los tres.
-Puede que tengas razón, pero aún así no entiendo porque simplemente no nos lo dice, sería más sencillo y podríamos ayudarla-suspiró exasperada.
El tema del mundo mágico y repleto de fantásticas criaturas nunca estaba de más entre sus hermanos, siempre comentaban algo al respecto y ella siempre terminaba corrigiendo algún mínimo detalle inmiscuyéndose en aquello que no deseaba oír más. No deseaba recuerdos de un lugar que no volvería a visitar, no quería recordar momentos junto a seres que no volvería a ver y prefería olvidar creencias, títulos y cuentos de un mundo que le había cerrado sus puertas siendo ella inocente de toda culpa. Quería a Aslan, pero tenía miedo. Amaba los calurosos veranos de la hermosa tierra, pero le lastimaban. Adoraba al dorado y bello león que adornaba cada corazón narniano, pero prefería esconderse de él por miedo ser apartada, repelida, olvidada una vez más, tenía miedo y odiaba no poder volver a sentir su dulce y cálido aliento nunca más.
Observó una vez más a Pedro e inconcientemente se preguntó cómo el podía seguir pensando y creyendo firmemente en Narnia habiendo sido rechazado por ésta misma, cómo podía seguir siendo fiel a las ataduras de su niñez.
¿Cuándo maduraría y daría todo por dado?
-Comprender a Lucía "La Valiente" no es así de sencillo, mi reina-bromeó mientras Susana empalidecía recordando momentos en los que él había empleado esa forma de llamarla-Estoy seguro de que sólo se trata de algo temporal, de cualquier forma hay que estar pendientes ¡Edmundo no podrá con ella solo!
Susana asintió mientras él le sonreía.
-Te quiero, Pedro-un cristalino cristal rodó hasta estrellarse contra la falda azul de la joven, sonrió y abrazó fuertemente a su hermano, escondiendo el rostro en su pecho.
-Y yo a ti, Susana-cambió la expresión de sorpresa a una más sosegada y sonriendo estrechó a su benévola reina y hermana.
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Lucía sonrió maravillada
La molesta y agradable sensación seguía patente en cada uno de sus músculos, pero-por sobre eso- comprendía a Edmundo mejor de lo que entendía al profesor en la escuela. La solución de cada uno de los ejercicios había resultado sencillísima y la fórmula que gracias a él había logrado grabarse trabajaba de mil maravillas.
-¿Entonces es de ésta forma cómo debo aplicarla y no de aquella?
-Así de sencillo-respondió el joven encogiéndose de hombros
Había optado por sentarse en una silla al lado de la niña hace unos cuantos minutos, pero había resultado horriblemente desagradable tener que desprenderse del dulce aroma a manzanas frescas que su cercanía suponía. Se pateó mentalmente más de una vez al concebir ideas semejantes y sólo cuando dejo de acribillarse psicológicamente reparó en que Lucía terminaba su tarea de álgebra.
Escondió una vibrante sensación en su pechó y jaló hacia él el libro que Susana había estado ojeando, arqueó una ceja al ver que se trataba de cocina. Lo abrió y comenzó a buscar algún plato de su interés, de reojo desvió la vista hasta Lucía y la encontró bastante sonriente ordenando sus materiales para la escuela. Sonrió de lado.
-Ed… ¿Cuándo crees que regresaremos?-preguntó de pronto, desdeñando la labor de organizar sus cosas.
Edmundo la miro luego de encontrar el plato que buscaba en el libro. Sonrió. Sabía a qué se refería y si era sincero consigo mismo, esa pregunta había estado rondando por su cabeza desde el instante en el que regresaron a la estación casi un año atrás. Levantó la vista buscando en el techo los recuerdos de la tierra que añoraba.
-No lo sé, Lu, pero espero que pronto…
-Yo también-agregó Lucía levantando la vista de igual forma que Edmundo, sonrió y por un momento olvidó el cosquilleo que sentía en las palmas de las manos. Ambos imaginaban el mar de cristal frente a las ruinas de Cair Paravel en ese instante, ambos sentían entre sus dedos la blanquecina arena escurrirse, ambos percibían el salobre olor entrando por sus fosas nasales-¿Cómo crees que estarán Caspian, Reepecheep, el Q.A y los demás?
-No te preocupes por eso, sabes que él cuida bien de ellos-agregó mientras con solemne expresión en el rostro la miraba.
Lucía asintió.
-¿Puedo preguntarte algo más, Ed?
-Claro que sí-respondió sintiéndose extrañamente alegre. Desde el incidente de unas semanas atrás e incluso antes, no habían cruzado tantas palabras e ideas.
-¿Cómo crees que será el día en el que Aslan nos diga lo mismo que les dijo a Pedro y Susana? ¿Cómo piensas que será el día en el que no podamos regresar?
El aludido elevó los ojos al techo y una escalofriante sensación recorrió su columna vertebral.
La terrible visión opacó cualquier otro sentimiento e imaginó una vida alejado de los cálidos y relajantes rayos del sol narniano, endureció el rostro y recordó cada rincón de los boques que él mismo había recorrido en incontables expediciones junto a sus hermanos, rememoró sucesos y en su mente se dibujaron batallas, fiestas y personas a una velocidad sorprendente que desembocaron en un solo pensamiento, pestañeó y comenzó a balancearse en las patas traseras de la silla, ignorando las anteriores advertencias de su madre.
-No deberías pensar en eso Lucía-se volvió a ella aún balanceándose- El día llegará cuando deba hacerlo y estoy seguro de que por el momento no está demasiado cerca.
Lucía asintió y enfocó su atención en la mesa. Sonrió mientras en su pecho vibraba el rugido de un maravilloso león de melena dorada. Susurró sus palabras en un murmullo y creyó sentir el delicioso aroma de su aliente golpeando sus mejillas, imaginó sus enormes ojos pardos fijos en ella y una creciente sensación de regocijo invadió su corazón.
"¿Saber lo que habría sucedido, querida? - dijo Aslan -No. Jamás se le dice a nadie"
Cerró los ojos y aún con mayor fuerza deseó volver a Narnia. Extrañaba cada porción de tierra, cada abeto, cada haya, cada castor, centauro, fauno y minotauro. Extrañaba la fina verborrea de Ripíchip, extrañaba la nobleza de Caspian, extrañaba las curiosas expresiones de su pelirrojo y pequeño querido amiguito. Extrañaba el clima perfecto y el ambiente etéreo que la envolvía al estar en la maravillosa tierra bañada en sus costas por el más inmenso y bello de los mares, adornada en tierra por los más robustos y hermosos árboles y poblada por las más valientes, orgullosas y dulces criatura, dueña además de la mayestática estructura elaborada quizá por sus primeros soberanos.
Formó una triste sonrisa y no pudo darse mucho tiempo para asombrarse al notar su rostro bañado en finos y acuosos cristales, el golpe seco de algo estampándose contra el suelo la sobresaltó tanto que dio un salto. Miró a todos lados y solo después de corroborar que todo estaba en orden reparó en la ausencia de su hermano, buscó por todos lados con la mirada y luego de oír un sin fin de quejidos encontró a Edmundo cómodamente tendido en el suelo.
Estalló en risas y sólo cuando dejo de convulsionar a causa de la hilarante situación, abandonó la silla y corrió a situarse junto a Ed y a prestar ayuda que el joven rechazó con elegancia visiblemente herido en lo más profundo de su orgullo, sólo cuando él estuvo sentado en el suelo y alejado de la silla que casi había destruido dejo de mirar a Lucía con rencor.
-Lo lamento tanto, Ed- se disculpó la niña-Pero es que te veías tan gracioso que no pude evitarlo-sonrió.
Edmundo suprimió las ganas de desquitarse e ignoró el dolor de espalda que lo obligaba a pensar en miles de insultos. Sus ojos oscuros portadores de un brillo misterioso se posaron en el único cristal que brillaba incesantemente en la barbilla de la pequeña castaña. Sintió una aplastante y odiosa sensación asfixiarlo.
-¿Lucía, estás bien?
La niña no pudo evitar mostrar asombro ante la singular situación, escasos eran los momentos en los que él preguntaba algo semejante y normalmente esto no sucedía a menos que ella estuviera enferma o en peligro de muerte. Se sintió maravillosamente feliz y evitó pensar que resultaba irónico a esas alturas del día.
-Por supuesto que estoy bien, Ed-respondió con una sonrisa dulce y sincera en un afán de convencerlo - él que me preocupa en realidad eres tú-agregó estrujando el vestido verde que llevaba puesto.
-Estoy bien, nada que un buen descanso no pueda arreglar-respondió ignorando el agudo dolor de espalda y el malestar profundo en su cabeza. Despejó su mente de ideas negativas y concentró toda su atención en observar a su hermana.
Lucía se sintió afortunada al caer hipnotizada frente a su hermano y sonrió reconfortada al sentir las manos de Edmundo sujetar su mentón y acariciar su nuca con una completamente nueva expresión en su rostro. Sonrió al pensar que se asemejaba mucho más al Edmundo con el que hablaba día y noche siendo reyes y reinas de su amada Narnia.
-¿Qué pasó aquí?
Edmundo luchó contra la sensación de lanzar una furiosa mirada a Susana. Habría luchado frente a mil ejércitos compuestos por los más fuertes minotauros, los más ágiles lobos y los más temibles quimeras por permanecer un segundo más observando el sonriente rostro de su hermana mientras él corría sus dedos por entre los finos y casi rubios cabellos de la antigua reina.
Edmundo la soltó en un rápido movimiento y ella despertó sobresaltada no sin dejar de sentir una profunda y peligrosamente creciente sensación de molestia. Habría dado todo por mantener aquella situación unas milésimas de segundo más. Tembló.
-Oímos un ruido, pensamos que pudo haber sucedido algo-agregó con visible preocupación Pedro apareciendo detrás de su hermana.
-Edmundo se cayó de la silla-respondió Lucía sonriendo a su hermano mayor, quien le correspondió divertido.
-A mí no me parece gracioso-las palabras arrastradas con claro enojo resaltaron de forma extraña la voz de Edmundo.
-Pues a nosotros sí-Susana levantó la silla y notó que ésta se notaba bastante más destartalada desde la última vez que la había visto, considerando que eso había sido hace apenas unas horas-Espera a que papá note esto…-suspiró.
Lucía se puso de pie mientras Pedro ayudaba a Edmundo. Caminó hasta la mesa, cogió sus cosas y sonriendo abandonó el comedor. Subió las escaleras. Abrió la puerta y las cerró tras de sí y sólo cuando estuvo sobre su cama exhaló un suspiro, pensando no sólo en la melancolía que la había colmado minutos antes, si no en la sensación que aún no la abandonaba y las nuevas ideas que la época lluviosa había traído consigo.
…
Lucía se durmió soñando que Cair Paravel se alzaba ante ella con su perpetua majestuosidad. Sonrió mientras que en sueños, Aslan disipaba el temor que latía incesantemente en su valiente corazón y con suaves ronroneos el animal no domesticado traía renovadas fuerzas y energías a la valiente y noble Hija de Eva.
Hola
Inmensas gracias a lucy2350, muchas gracias por tu apreciación y por tu comentario, Espe Kuroba, no hay dudas y créeme que a mí también me duele hacer sufrir a Lucía, pero es la que siente las cosas de una forma más profunda y bueno, Nany104, linda, gracias por tu enorme comentario, gracias por tu ánimo, gracias la descripción de las escenas, muchas gracias!!
Y lo sé u.u, merezco el más cruel de los castigos, atenme a la mesa de piedra, láncenme hortalizas y legumbres, incluso brócolis son bienvenidos, lo siento.
Me limitó a decir que nada salía nada de mí y que la lluvia incesante en este hemisferio del planeta trajo consigo no sólo un sopor increíble si no que destruyó mi creatividad.
En fin, cuídense muchísimo!
PD: Prometo volver con un próximo capítulo mucho más interesante.