Disclaimer: Ranma ½ pertenece a Rumiko Takahashi

"EL PRECIO"

Por C. Weller chan

Episodio 1 de 2

¿Tu Ilusión o Tu Deseo?

- ¡Deténgase ahí viejo libidinoso! ¡En esta ocasión no podrá escapar! – gritaba Ranma convertido en chica realmente enfurecido. Esta vez se sentía furibundo. La pelea que acababa de tener con Akane lo había dejado con un humor pésimo, realmente negro, e inmediatamente después, para su mala suerte justamente el maestro Happosai había arribado de una ausencia de varios días para que con engaños, golpes y por supuesto un buen chapuzón en el estanque del patio trasero de la casa Tendo hubiera conseguido transformarlo en mujer.

Ranma trataba de darle un golpe directo al viejo maestro, que con milenaria habilidad esquivaba todos y cada uno de los ataques del joven maldecido. El enojo no era precisamente el mejor aliado del chico en sus peleas y aunado que ahora tenía un cuerpo femenino, definitivamente no sería una pelea donde resultara triunfador.

- ¡Jejeje! ¡Una perfecta bienvenida es sin duda ver en todo su esplendor a una hermosa jovencita como tú Ranma! – murmuraba el viejo con concupiscencia en la mirada. De un movimiento rapidísimo y casi invisible, Happosai consiguió rasgar la camisa de Ranma a la altura del pecho para que su bien y gran definida anatomía femínea superior saltara a la vista. - ¡Mira nada más lo que tenemos aquí! – con un horrible estremecimiento, Ranma sintió el rostro de Happosai entre sus pechos, así que consternado, casi sin pensar, jaló al maestro de su camisa con ambas manos para tratar de despegarlo cuanto antes.

- ¡¡Apártese de mí anciano lujurioso!! ¡¡No me toqueeee!! – gritoneaba Ranma con repulsión mientras hacía denodados esfuerzos por arrancarse ese bulto indeseable, tironeando de donde podía. Sin embargo sus intentos parecían no rendir frutos hasta que a los oídos de ambos llegaron unas cristalinas y juveniles risas femeninas. Inmediatamente, el maestro despegó su detestable cara de la anatomía de Ranma, para con ojos brillosos e ilusionados exclamar:

- ¡Jovencitas! ¡Lindas jovencitas! ¡Voy a saludarlas! – antes que Ranma pudiera anticipar la acción del maestro, éste de un movimiento brusco tomó impulso sobre el estómago del chico que a causa del dolor cayó de espaldas en el estanque una vez más mientras el anciano se perdía de vista sobre la barda de la casa.

Con un bufido de cólera, el chico salpicó el agua con las manos frustrado. Fue en ese momento cuando se percató de que cuando Happosai brincó, se había quedado con una minúscula vasija antigua con caracteres chinos que cabía en la palma de su mano y con un pequeño tapón de corcho.


Horas después, cuando todo mundo estaba durmiendo y Ranma, que ya había tomado un baño caliente y se encontraba en su habitación, recordaba con un sentimiento de ira su pelea con Akane esa tarde. Y como siempre, había sido precisamente a causa de una malinterpretación que la jovencita había concluido cuando el joven Saotome se vio acosado por sus múltiples prometidas.

De nada habían servido los intentos por explicarle la situación a su futura, Akane se negaba a escuchar. Inclusive llegó al punto de afirmar que si lo deseaba, la promesa de matrimonio se anulara en ese momento para que él pudiera elegir a quien le conviniera.

Y después había llegado el maestro Happosai a acosarlo y convertirlo en lo que él más odiaba. En mujer.

Para colmo, antes de subir a bañarse, Akane había reaparecido, y al ver las condiciones del chico, había tratado de consolarlo diciendo que no lo tomara tan a pecho. ¡Como si fuera algo tan sencillo y fácil!

En la oscuridad del cuarto que compartía con su padre del cual escuchaba sus ronquidos, Ranma observaba con curiosidad el pequeño recipiente al cual le había quitado el tapón para encontrarlo completamente vacío, y que obviamente Happosai había olvidado por completo a causa de las chicas, mientras Ranma maldecía su destino.

Su destino de convertirse en mujer.

Su destino de estar atado a una chica que no era lo que él deseaba.

Su destino por el cual daría lo que fuera por cambiar.

Dejando la vasija destapada a un lado de su cabeza, Ranma se recostó en su futón imitando a su padre, y se durmió aún con la ira recorriéndole el cuerpo.


El sueño de Ranma no era nada fuera de lo común. Akane y él discutiendo como siempre lo hacían. Era como una recapitulación de la pelea de esa tarde. Sintiendo el enojo carcomiéndole por dentro, además de un piquetito de dolor, Ranma visualizaba su propia actitud y palabras al asegurarle a Akane que terminar el compromiso precisamente sería lo mejor, puesto que era una marimacho fea y gorda y por nada del mundo deseaba pasar el resto de su vida con alguien como ella. Akane, con un rostro descompuesto y sonrojado, gritó irónicamente en respuesta que ojalá su deseo se viera cumplido, así le ahorraría la pesadilla de verlo todos los días hasta el día de su muerte.

La contestación de Ranma no pudo ser más aplastante. No deseaba ahorrarlo. Al contrario. Pagaría por ello.

En un instante, el entorno comenzó a difuminarse, como una nube de humo. Enseguida, una luz intensa lo encegueció obligándolo a cerrar los ojos. Cuando pudo volver a abrirlos, se vio rodeado de una extraña neblina en una habitación desconocida que se hallaba en penumbras y con características chinas. Los muebles, los adornos, las cortinas, todo era indicación que se encontraba en una construcción oriental.

- Dime si deseas que cumpla tu ilusión – una voz delgada y masculina se escuchó a sus espaldas. Con el corazón en un puño, Ranma volteó para ver con sorpresa a un anciano delgado, rugoso, con una pipa en sus manos de uñas larguísimas y ojos casi cerrados, vestido con ropajes pesados y oscuros. El viejo estaba sentado en posición de flor de loto en un pequeño taburete que lo elevaba del nivel del piso unos cuantos palmos, de modo que Ranma y él tenían la cabeza casi a la misma altura.

- ¿Qué ha dicho? – preguntó el joven Saotome extrañado y confundido.

- Dije que si deseabas que te concediera tu ilusión – repitió el hombre casi sin mover los labios. Ranma lo miraba atónito. ¿Dónde estaba? ¿Quién era ese viejo decrépito? ¿Qué hacía ahí?

- No entiendo de qué me habla… -contestó Ranma desconfiado. El viejo lo interrumpió.

- Abriste la vasija. Tienes una ilusión. Tienes un sueño con qué pagar. Pero necesito digas que te conceda tu ilusión para poder cumplirla. – Ranma trataba de registrar y analizar lo que estaba sucediendo. Lo último que recordaba era que se había quedado dormido en su cuarto. Bien. Seguramente esta era una pesadilla de ésas locas que aparecían en la mente luego de una cena indigesta.

- ¡Vaya! Esto es un mal sueño, debo decirle a Kasumi que ya no sirva ese atún. Me hace tener estas alucinaciones sin sentido – dándose la vuelta para retirarse, Ranma sintió que su cuerpo se paralizaba.

- He dicho que necesito que digas las palabras para poder cumplir tu ilusión. No puedo hacerlo si no lo dices – murmuró el anciano a sus espaldas. Ranma percibió un escalofrío recorrerle la espalda. Sentía como si ese hombre estuviera a su lado, mirándolo. Con un poco de miedo, el joven volteó hasta donde pudo, para mirar al anciano que continuaba en la misma postura y chupando su pipa.

- Esto es una simple alucinación ¿no es así? – el anciano sin cambiar su expresión indiferente e impenetrable, respondió.

- No es una alucinación. Abriste la vasija. La vasija que cumple las ilusiones más recónditas de las personas. La vasija milenaria creada con el único propósito de conceder aquello que el hombre más desea. – Ranma abrió los ojos como platos. No podía creerlo. Esto seguramente era una broma del maestro Happosai.

- ¡Sí, como no! ¡Ya parece que voy a creer en algo como esto! ¡Váyase al diablo! – Tratando de moverse, el chico sintió con un escalofrío como unas garras invisibles lo obligaban a voltearse y caminar, quedando otra vez frente a frente a ese anciano misterioso.

- Esta vasija fue creada hace miles de años por brujos ambiciosos y perversos, cuyo propósito era cumplir sus más caras y profundas ilusiones. Al darse a conocer su existencia, hombres sabios decidieron esconderla para que no cayera en malas manos. Sin embargo, con el paso del tiempo, siempre existe alguien que la encuentra en su camino y la destapa. Entonces puede ver sus deseos, o mejor dicho, sus ilusiones realizadas – explicó escuetamente el hombre. Ranma comenzaba a tener dudas.

- No puedo creerle – contestó sin convicción en la voz. Por primera vez, el anciano sonrió, dejando ver una hilera de amarillentos y largos dientes.

- Dices lo contrario a lo que piensas joven Saotome –el chico de la trenza volvió a sorprenderse. - ¿Quieres que te muestre tu ilusión? – con un movimiento imperceptible de la mano, la pipa describió un círculo despidiendo una densa nube de humo envolviendo a Ranma.

En un momento, Ranma se vio a si mismo en su forma masculina corriendo en el jardín trasero de la casa de los Tendo. De repente, una figura borrosa e indefinida, lo golpeó enviándolo directo al estanque. Ese estanque que tantos dolores de cabeza le había traído.

Para su infinito asombro, Ranma se vio emergiendo del agua como un hombre.

El agua fría no lo había afectado.

- ¿Te das cuenta? Esa es tu ilusión – Ranma miraba atontado la escena. No podía despegar los ojos de sí mismo, mojado hasta los huesos con agua fría.

Y aún seguía siendo un hombre.

Con el corazón palpitándole fuertemente, el chico murmuró:

- ¿Puede cumplirla? – al ver que el anciano no respondía, Ranma volteó de su visión para ver a su interlocutor sentado en un taburete invisible, mirándolo. - ¿Puede cumplir mi ilusión? – repitió con urgencia en la voz. El anciano sonrió.

- Por supuesto. Ése es mi propósito – Ranma viró su cabeza una vez más hacia su imagen, que en ese momento trataba de quitarse el exceso de agua fría de su ropa, como un hombre. – Pero hay un precio… - el muchacho casi no escuchaba las palabras, embelesado con la escena frente a él.

- ¿Ah sí? ¿Qué precio es ése? – preguntó ausente.

- Tienes que entregarme tu sueño – sentenció el hombre. Ranma, cuyo engolosinado cerebro alcanzó a notar el tono serio y circunspecto en la voz del anciano, logró salir de su estado para responder confundido:

- ¿Tengo que pagar mi ilusión… con mi sueño? – el hombre asintió. – No entiendo lo que está tratando de decirme – respondió el muchacho vacilante.

- La ilusión es lo que más deseas. El sueño es lo que más quieres. Puedo cumplir tu ilusión, pero tienes que pagarme con tu sueño – repitió el hombre serio, cuyo tono no dejaba lugar a negociaciones.

Pero Ranma no se preocupó. Definitivamente ese hombre estaba equivocado en sus percepciones en cuanto al muchacho. Si decía que el precio a pagar era su sueño, lo que más quería, entonces lo que el anciano creía que era su ilusión para el chico era precisamente su sueño. Ranma quería más que nada en el mundo dejar de convertirse en mujer, de modo que el precio seguramente sería una cuestión sin importancia para él.

- Concédame mi ilusión –ordenó Ranma tajante y con una firmeza inusual en él. El hombre sonrió.

- ¿Estás seguro? ¿Estás dispuesto a pagar el precio de tu ilusión? – preguntó el anciano con una sonrisa que podía calificarse de maligna. Ranma, enceguecido por su ansiedad, no se inmutó.

- Concédame mi ilusión – repitió seguro. El anciano comenzó a carcajearse. Una carcajada tétrica que puso los cabellos de Ranma de punta.

- Muy bien joven Saotome. Te concederé tu ilusión… ¡Y EL PRECIO ES TU SUEÑO! – gritó el anciano con voz atronadora, a la vez que el entorno de Ranma se desvanecía, como si todo el cuarto comenzaba a derrumbarse. Por un instante, el muchacho pensó que moriría aplastado, hasta que los restos se desaparecieron por completo y se vio rodeado de otra nube de humo espeso. En medio de la humareda, una luz comenzó a brillar. Con cierto titubeo, Ranma se dirigió hacia allí.

Con sorpresa, se vio a si mismo en casa de los Tendo, mojándose en el estanque sin convertirse en chica. Riendo, jugando, chapoteando en el agua. Luego, la escena cambió. Se encontraba en medio de una competición de artes marciales. En el tablero podía leer que esa pelea era la decisiva. Ranma estaba luchando en ese momento en medio de un dojo rodeado por una multitud que lo vitoreaba y gritaba su nombre. De un solo golpe derribó a su oponente, para enseguida hacerse con un gran y dorado trofeo. El público gritaba, mientras el narrador vociferaba por el micrófono que Ranma Saotome había ganado la competición más importante que lo convertía en el mejor artemarcialista del mundo. En un suspiro, la escena volvió a cambiar, para verse, con unos años más, rodeado de dos niños que eran su vivo retrato que entrenaban junto a él, llamándolo "papá". Por atrás, unos delicados brazos lo rodearon y un pequeño cuerpo femenino se recargaba en su espalda, mientras la mujer murmuraba "mi amor"…

Ranma sonrió. ¡Por fin! ¡Por fin lo había conseguido! ¡Se había deshecho de su maldición! Y como una bola de nieve, los hechos se darían uno tras otro. Y las circunstancias mejorarían a cada paso.

Con un suspiro de contento, el chico de la trenza miró a su alrededor. No podía ser más feliz. Un futuro prometedor, un destino increíble se veía ante sus ojos.

- Recuerda joven Saotome. El precio de tu ilusión ha sido tu sueño… - oyó murmurar al anciano una vez más, como una amenaza.

- ¡Ranma, Ranma! ¡Despierta Ranma! – el chico escuchaba entre las brumas de la felicidad la voz de su padre.

- Mmm. ¿Qué pasa? – preguntó adormilado, abriendo los ojos con mucho esfuerzo. Genma lo miraba desde arriba, hincado a su lado.

- ¡Ya es muy tarde Ranma! ¡Llegarás tarde a la escuela! – lo apuraba su padre, sacudiéndolo con fuerza. Ranma, molesto, se sentó haciendo a un lado las manos de Genma.

- ¡Ya voy! ¡Ya estoy despierto! – gritó enfurruñado mientras bostezaba y se incorporaba. Genma salió de la habitación y el joven se dirigió al baño, abriendo la llave del lavabo para lavarse la cara. Al estarse secando, Ranma cayó en la cuenta de algo.

El agua empleada para su aseo era agua fría.

Con titubeo, el joven volvió a abrir el grifo para con cautela, meter la mano en el chorro y dejarla ahí, en lo que se miraba en el espejo. No se había transformado en chica.

Sin creerlo aún, Ranma volvió a echarse agua a la cara, la misma agua fría.

¡Seguía siendo el mismo! ¡Conservaba su cuerpo de varón!

Con un grito de júbilo, Ranma salió corriendo del baño como un poseso para bajar al comedor, donde la familia estaba reunida, sentada a la mesa. Gritando todavía, se plantó frente a ellos para señalarse a sí mismo y exclamar:

- ¡Miren! ¡Soy un hombre, soy un hombre! – los demás lo miraron como si acabara de escapar del manicomio.

- ¡Por supuesto que eres un hombre Ranma! ¿Es que acaso lo dudabas? – preguntó Soun extrañado y divertido.

- ¡Toqué el agua fría tío Soun! ¡Y no me transformé! – decía mientras bailoteaba en medio de la habitación. Los demás se miraron entre sí y sin añadir más, como si fuera algo de todos los días, comenzaron a desayunar.

- Termina de arreglarte Ranma, o te quedarás sin desayuno – dijo Kasumi con su dulce voz. Ranma, feliz como nunca en su vida, no le preocupó el hecho de quedarse sin comer.

- ¡No me convierto en chica! ¡No me convierto en chica! – canturreaba en voz baja, subiendo los escalones de dos en dos. Todavía cantando, el muchacho terminó de vestirse y recogiendo la vasija que aún permanecía destapada y al lado de la cama, la tomó con cuidado colocándole el corcho como si fuera un objeto de invaluable valor. Guardándola en su mochila y colgándosela al hombro, bajó, se sentó a la mesa y desayunó con una sonrisa tatuada en la cara. Su felicidad era inmensa.

- Ranma, ya es muy tarde. Apresúrate o llegarás tarde al colegio – recomendó Kasumi con cierta urgencia en la voz.

- Ya me voy. – Mirando a todos lados, se percató de algo y preguntó extrañado - ¿Dónde está Akane? – Kasumi lo miró interrogante.

- ¿Akane? –Ranma la miró un poco exasperado.

- Si, Akane. No me fue a despertar y ahora no aparece por ningún lado. ¿Sabes dónde está? – Kasumi lo miró anonadada.

- Ranma, ¿quién es Akane? –


Final del episodio 1

Continuará…