PERSONALIDADES

gPERSONALIDADES

Capitulo 1: Separación involuntaria

Por: Okashira Janet

Vacaciones parece ser sinónimo de nueva historia, espero que les guste. Como siempre solo me queda reiterar, los personajes no me pertenecen son propiedad de Nobuhiro Watsuki ¡Maestro de maestros! (y amante de videojuegos y figuritas de acción), sin mas que agregar, empecemos.

0o0o0o0o0o0o0o

Kaoru hizo una mueca observó el cielo y volvió a poner mala cara, estaba lloviendo, bueno decir que estaba cayendo un verdadero vendaval era mas correcto ¿Por qué tenía que estar lloviendo de esa forma el día que había planeado salir a pasear?, completamente descorazonada (según ella) la chica se sentó de manera fatalista en la entrada del dojo.

-Busu, busu, ¿Qué paso?, ¿Qué paso?, ¡Se arruinaron tus planes!- y para acabarla llegaba el niño mas desagradable de todo Tokio.

-¡Busu, busu! ¿Ya no podrás estrenar tu kimono nuevo verdad?-

-Yahiko, quizás tu intelecto no te de para tanto pero creo que eso es obvio- estaba portándose madura, muy madura.

-¡¿Qué quisiste decir busu?!-

-¡Lo que oíste mocoso!- y la madurez se fue al caño.

-¡Mira lo que le hago a tu tonto kimono!- y el niño era de armas tomar, levantó el pie, como en cámara lenta la joven kendoka pudo observar con horror como el chiquillo daba un grito de guerra mientras de manera brutal metía su pie en un charco de lodo y lo levantaba (nuevamente repito todo en cámara lenta) para mancharla. Pero la cuestión no era solo que la iba a manchar, claro que no, lo que de verdad importaba era ¡Que ese kimono le había costado una auténtica fortuna!.

Sus ojos azules como el mar se abrieron en horror, era una damisela indefensa contra la brutalidad de un niño, era una mujercita a punto de perder todo por lo que se había sacrificado día tras día, semana tras semana, la sandalia del niño cada vez se elevaba mas su grito de "Uooououoo" como el rugido de un dinosaurio reumático acercándose, elevándose y…

-¡¿Qué pensabas hacer mocoso malagradecido?!- lastima que Kaoru Kamiya tenía de mujer indefensa lo que una leona de gatita adorable, sus manos se apoyaron en el piso, su cuerpo se giro en un ángulo de 180 grados perfecto y sus piernas salieron disparadas para como consecuencia arrojar al niño a unos veinte metros de distancia.

-¡Jou-chan!- justo a tiempo para atraparla en el aire Sanosuke hizo su entrada triunfal con unas cuantas gotitas de sudor surcando su frente, él era un chico bueno que se detenía en el dojo momentáneamente para saludar a sus amigos (quería comida gratis), pero en el camino lo había pescado la lluvia… bueno era mejor decir que lo había pescado una verdadera tormenta torrencial y como consecuencia…

-¡Mi kimono!- describir la consternación de la chica en esos momentos era imposible.

-¿Tu que?- Sanosuke que aún la sostenía en brazos alzó una ceja sin saber que demonios estaba pasando, digo, después de todo no todos los días pescas en el aire a una de tus mejores amigas y en vez de agradecerte ella suelta un chillido.

-¡Mi kimono me lo estas mojando animal!-

-¡Jou-chan yo solo quería ayudarte!-

-¡Suéltame!-

-¡Malagradecida!-

-¡Descarado!- sí, el pan de todos los días en el dojo Kamiya, pero que mas se podía esperar de un lugar en donde vivían en "completa armonía" un antiguo ladronzuelo, una chica kendoka, un luchador callejero y el anteriormente llamado "Hittokiri Battousai" y por cierto, hablando de él…

Kenshin observó a sus amigos con una sonrisita dulce en los labios, aunque siempre estaba intentando calmarlos la verdad era que disfrutaba mucho viéndolos pelear, disfrutaba de sus continuas rencillas, de sus golpes sin verdadera intención de dañar, de sus arrebatos y sus chillidos.

-¡Jou-chan si sigues así de agresiva te vas a quedar sin marido!-

-¡Acabas de firmar tu sentencia de muerte Tori-Atama!- pero mas que nada, disfrutaba de verla pelear a ella… por un momento el joven espadachín se sintió abochornado, aunque nadie podía entrar a su mente y descubrir sus pensamientos él mismo se sentía como el peor de los hombres sobre la faz de la tierra y es que sí, a pesar de haber sido Battousai el destajador, a pesar de ya en una ocasión haber matado a la mujer que amaba y a pesar de que siempre la ponía en peligro, se había enamorado irremediablemente de Kamiya Kaoru.

-¡Jou-chan con la shinai no!!- el grito desgarrador de Sanosuke se hubiera podido escuchar a kilómetros a la redonda pero en esos instantes los oídos del pelirrojo no captaron la indirecta de auxilio.

Su sonrisa dulce empezó a desaparecer lentamente de su cara dando paso a la incertidumbre, le había costado bastante tiempo poder por fin aceptarlo, aceptar que amaba con todo su corazón a la joven de cabellos azabaches, pero una cosa era aceptarlo y otra muy diferente confesarlo.

No sabía que era lo que lo hacía sentirse peor, el quererla y no decirlo o el quererla y saber que nunca iba a ser suya, porque independientemente de lo que la joven sintiera él no era digno de sus atenciones ¿Cómo podía merecerla quien hace algunos años había llevado el nombre de "Battousai" sobre sus hombros?. Había que aceptarlo, su amor nunca iba a ser correspondido.

-¡Defiéndete Tori-Atama, enséñale a la busu lo que es un hombre!- Yahiko por fin había logrado pararse y escurriendo agua como un fideo lanzaba puñetazos bajo la lluvia para "alentar" a su amigo.

-¡Yahiko mocoso del…!- en cuanto la joven kendoka se descuido para retar a su alumno con el puño ni tardo ni perezoso el joven luchador escapó a toda prisa de futuros ataques perdiéndose por el pasillo del dojo.

-¡Sanosuke vas a mojar todo, regresa!- la joven apoyó las manos en el piso para pararse de un rápido salto y corrió a toda prisa tras su atolondrado amigo pasando a un lado del pelirrojo quien simplemente murmuró un "Kaoru-dono no se vaya a caer" antes de que ella gritara.

-¡No te preocupes Kenshin!- y se perdiera igualmente por el pasillo.

-Ese Sanosuke a huido, que decepción- un completamente desaliñado Yahiko se sentó al lado del espadachín sacudiendo su cabeza (y mojándolo de paso).

-Bueno, esa es la personalidad de Sano después de todo- el joven pelirrojo sonrió al tiempo que cerraba los ojos.

-Sí… eso creo…- el niño se acostó en el frío suelo de madera usando sus manos como almohada, estaba demasiado mojado como para fantasear con el hecho de que no iba a enfermarse, ya ni caso tenía correr a bañarse y ponerse ropa seca.

-Yahiko tal vez deberías…- el chico negó con la mano y Kenshin entonces ladeo graciosamente la cabeza, al parecer los dos habían tenido el mismo pensamiento y lo habían desechado, ya no tenía caso, de cualquier manera se iba a enfermar.

-Sabes Ken…- el jovencito volteó a ver las negras nubes que cubrían el cielo –Me siento un poco mal por Kaoru-

-¿Por Kaoru-dono?- el niño asintió con la cabeza antes de continuar.

-De verdad ella quería salir a pasear el día de hoy, ahorro mucho para comprar ese kimono- el chico cerró los ojos, parecía estar sumido en sus propios pensamientos y de pronto, sin saber muy bien como Kenshin fue consciente de algo, Yahiko estaba creciendo, fue como si el día anterior fuera aún un niño pequeño y delgaducho y ahora lo veía como un fuerte jovencito, como si lo viera desde otra luz.

Su mano se acercó lentamente hasta su mejilla, sus dedos se detuvieron a escasos milímetros de rozar su piel, por unos instantes quiso decirle que había crecido, que cada día maduraba mas y que estaba orgulloso de él pero… no lo dijo. Retiro con cuidado su mano y cuando volvió a estar en la posición que tenía originalmente el chico abrió los ojos de golpe al tiempo que se ponía lentamente de pie.

-Ahh, creo que iré a bañarme, si no la busu me reñirá todo el día por mojar los pasillos como Sanosuke-

-Esta bien- y sin mas se alejo.

Nuevamente solo, mirando las gotas de lluvia caer cada vez con mas violencia Kenshin dio un largo y sonoro suspiro, no le importaba sonar nostálgico siempre y cuando no hubiera nadie alrededor, porque si se le ocurría dar un suspiro como ese cuando estuvieran Megumi, Kaoru o incluso Sanosuke y Yahiko se armaba una verdadera revolución y él no quería preocupar a sus amigos.

Pero justo en esos instantes no había nadie a quien preocupar, Yahiko probablemente estaría camino al cuarto de baño, Megumi no tenía a que ir al dojo con un clima tan inclemente y en cuanto a Sanosuke y Kaoru seguramente seguían peleándose en algún lugar del dojo.

Un brillo especial pareció aparecer en sus ojos cuando recordó a la joven kendoka, Yahiko había confesado estar algo apenado porque el día de la chica se hubiera arruinado de esa forma pero siendo completa y totalmente sincero él había sentido todo lo contrario.

Aún recordaba el día que Kaoru había llegado con el kimono en una caja, su aroma a jazmines había inundado la casa en cuanto ella puso el primer pie dentro.

-Bienvenida a casa Kaoru-dono- recordaba haberla saludado como lo hacía siempre, con una sonrisa, ella por lo general le contestaba un "gracias Kenshin" o algo por el estilo pero ese día había pasado olímpicamente de las formalidades arrastrándolo prácticamente hasta donde la caja reposaba en el piso.

-¿Y bien?- ella levantó el precioso kimono poniéndoselo por encima del cuerpo, sus ojos de expectación parecían esperar una respuesta pero el pelirrojo no sabía que decir.

-¿Y bien que?- no intento sonar sarcástico, claro que no, de hecho Himura Kenshin no conocía el sarcasmo, simplemente que el hombre era un ingenuo.

-¡¿Cómo se ve tonto?!- y Kamiya Kaoru tampoco era un ejemplo de paciencia.

-Como todos los kimonos ¿No?- esa fue su sentencia de muerte, no supo ni como, ni cuando, ni porque pero se vio volando por los aires para ir a estamparse cual trapo viejo en la pared que daba a la cocina con gran alboroto de la vajilla.

-¡Kenshin que desconsiderado!- y eso era lo ultimo que ella le había dicho en ese fatídico día.

Pero una cosa era ver un lindo kimono en una caja y otra muy diferente el ver ese mismo kimono puesto ¡Por kami que el pobre hombre estaba a punto de morir de una hemorragia nasal!, por lo general los kimonos de Kaoru le hacían tener una apariencia de niña, con grandes moños y grandes obis de colores que combinaban con sus ojos. Eran prendas pesadas que se ponían unas sobre otras y que casi siempre escondían a la perfección las formas de su cuerpo, incluso en una ocasión Megumi había comentado que con esas ropas la chica parecía una papa y muy a su pesar el pelirrojo tuvo que estar de acuerdo con la doctora.

Sí, así se vestía la chica, siempre como una niña, pero ese kimono ¡Definitivamente no la hacía ver como una niña!, para empezar era rojo con negro, Kaoru siempre usaba colores pastel, tonos bajitos y adorables, en cambio el nuevo kimono llamaba la atención a metros de distancia, es mas, quien no volteara a ver la escandalosa prenda sería porque estaba ciego.

Pero ahí no acababan los problemas del pobre pelirrojo, la tela del nuevo kimono no era como la de los demás, era de una seda ligera, una seda que se pegaba perfectamente a su piel, a sus piernas, a sus senos, a sus… en fin que dejaba a la vista todo lo que seguramente nadie había visto, ni notado en mucho tiempo.

De haber sido un hombre mas débil el pobre espadachín se hubiera echado a llorar como un crío, en otro tiempo había pensado que él no era para nada un hombre celoso, no, ¿Cómo celar a una personita tan dulce e ingenua como Kaoru?, la muchachita era una blanca palomita que antes de pensar en una relación con un hombre pensaba en entrenar para ser mas fuerte que él, así era y así había sido desde que la había conocido, era alegre cierto, y siempre le prestaba su ayuda al desprotegido pero eso solo la enaltecía ante sus ojos.

No, en otros tiempos no había tenido ninguna razón para celarla, en especial porque sin que ella se diera cuenta todos sus pretendientes se alejaban desanimados de su lado al enterarse de quien vivía con ella. Y ese "quien" pensó el pelirrojo con orgullo era él mismo.

La única ocasión en la que se había preocupado un poco había sido cuando ella y Enishi habían pasado un buen tiempo solos en la isla, aunque siempre portara una expresión ingenua en su rostro y hablara como si no se diera cuenta de lo que pasaba a su alrededor (en cuanto a relaciones amorosas se refería) en esa ocasión sí que había temblado, y es que no era tan tonto como para no notar que el chico de cabello blanco era altamente atractivo. Más que él, había tenido que admitir con pesar.

Y aunque estaba muriéndose de celos intentó no demostrarlos cuando él interpuso su propio cuerpo para salvar el de ella, ese día cuando Kaoru había estado a punto de morir a causa de una arma de fuego Enishi la había salvado golpeando inclementemente a su antiguo socio con sus puños arriesgando su propia vida.

Era algo que nadie se atrevía a comentar, ya habían pasado cerca de dos meses después de lo de "la justicia humana" pero en el dojo parecía que las palabras "Enishi", "isla" o "secuestro" estaban prohibidas, nadie hablaba nada de eso, todos parecían haber sufrido una amnesia masiva y seguían con sus vidas como si nada hubiera pasado.

Por ese motivo Kenshin nunca pudo preguntarle a Kaoru que era lo que había pasado con ella cuando estuvo en la isla, no había podido preguntarle como se había llevado con Enishi o incluso (y lo que mas lo asustaba) si había pasado algo entre ellos.

Aunque tampoco era que la chica pareciera muy afectada, Megumi había insinuado que quizás Kaoru tendría problemas para rehacer su vida, que quizás estaría algo paranoica con la idea de que alguien la iba a secuestrar, que podía levantarse llorando por las noches y bla, bla, bla…

Al principio todos habían estado muy pendientes de la joven kendoka, no la dejaban sola, cuando suspiraba todos se ponían en alerta y buscaban el menor indicio de lagrimas apenas y se despertaba en la mañana, pero nada. De hecho parecía que Kamiya Kaoru era mas feliz que antes, se reía mas, peleaba mas y definitivamente empezaba a portarse un poco mas atrevida, muestra de eso el kimono… maldito kimono.

El joven pelirrojo exhaló un suspiro dejando caer la cabeza hacía delante con pesar, la lluvia seguía y seguía formando charcos, las nubes parecían avanzar pesadamente, como si les costara una barbaridad desplazarse por el cielo.

Su naturaleza no era la de un hombre celoso pero claro que todas las naturalezas tenían un limite y la de él parecía a punto de pasarlo. Si Kaoru usara ese kimono solo en casa estaría bien, no es mas, estaría perfecto, pero no, la joven se había empeñado en salir a pasear, ¡Salir a pasear!, mas bien debía decir "salir a alborotar hormonas".

Un gruñido escapo de su garganta desconcertándolo hasta a él mismo ¿Tan molesto estaba?, no había venido venir esa manera de desahogar su coraje, de hecho no debía sentirse molesto con algo que no podía controlar, él no era una persona digna, lo mejor sería dejar a Kaoru, esperar a que se encontrara una pareja adecuada y luego salir de su vida. Claro que su parte lógica le decía que para que la chica encontrara una pareja lo mejor sería dejarla desde antes, entre mas rápido se fuera él mas rápido los muchachos se acercarían a ella. Por supuesto esa solo era su parte lógica, una parte a la que no le ponía la mas mínima atención.

Tac-tac-tac el agua caía con un golpeteo constante en el techo de madera y Kenshin volteó el rostro hacía arriba con sus grandes orbes violetas que no parecían demostrar otra cosa mas que inseguridad. Quizás su vida en el dojo no iba a ser tan apacible como lo había pensado en un principio.

0o0o0o0o0o0o0o

Kaoru esperó pacientemente junto a la puerta, cabe mencionar que la paciencia no era una de sus mas grandes virtudes, eso claro hasta que no se veía envuelta en un combate y según sus estándares, lo que estaba viviendo justo en esos instantes ya se había convertido en un combate.

Su presa esperaba con ojos desconfiados dentro del salón, se sentía observado, cercado, rodeado, pero no sabía de donde llegaría el ataque, su ropa empapada seguía dejando un caminito de agua por donde pasaba (cosa que con su escaso intelecto no había notado hasta el momento).

-¡Bueno, ya!, ¡Sal y pelea!- el joven se puso en posición de defensa, una pose por cierto muy patosa, Saito había tenido toda la razón del mundo cuando le había comentado que no sabía defenderse.

-¡Aquí!- bueno un ataque a traición por la espalda no era algo que se esperara, cayó como costal de papas al suelo y sus ojos se volvieron dos locas espirales al tiempo que su cabeza recibía uno tras otro los golpes de la shinai.

-¡Mojaste toda la casa, te dije que no lo hicieras, Tori-atama estupido!-

-¡Jou-chan, déjame ya!-

-Ahora si suplicas ¿Verdad?, pues vas a tener que pulir los pisos de derecha a izquierda grandísimo torpe-

-Lo hago si te me bajas de encima- el muchacho bufó sintiendo que prácticamente sus pulmones se presionaban contra el piso.

-Bueno pero promételo-

-¡Lo que sea, bájate!-

-Ya, ya, ni que pesara tanto- un poco molesta por la alusión a su peso la joven se bajo de su amigo sentándose a su lado.

-Pues así que tu digas "mucho, mucho" pues no, pero tampoco quiero arriesgarme a sufrir una fractura-

-¡Tú, grandísimo…!- la chica por mero impulso lanzó un certero puñetazo a la quijada del luchador pero el joven atrapó su puño en pleno vuelo conteniendo su mano.

-Jou-chan, pensé que con ese bonito atuendo ibas a cambiar un poco tu personalidad pero al parecer me equivoque-

-¿Piensas que es bonito?- el elogio provoco que los ojos de la muchacha se cristalizaran y se agrandaran con emoción, había esperado que la prenda provocara por lo menos alguna reacción en su amado pelirrojo pero eso por desgracia (y gran desilusión de su parte) no había pasado.

-Claro que es bonito- Sanosuke frunció el ceño, que la joven kendoka hiciera una pregunta tan obvia no resultaba muy normal que digamos.

-Y…y…- los dedos de la chica se unieron unos con otros con visible nerviosismo.

-¿Y…?-

-¿Y se me ve bonito?-

-¿A que te refieres?-

-¡Que si luzco bien!, ¿Me veo bien?-

-Estas mojada-

-¡Eso no importa!- los brazos de la chica se movieron frenéticamente de arriba abajo mientras sollozaba.

-Bueno, sí, luces bien, te queda mejor que los que usas normalmente-

-¿Mejor?- el joven se echo una mano sobre la frente y dejo escapar un sonoro suspiro, ya conocía ese tonito que ponían las mujeres cuando creían que se habían arreglado muy bien y recibían como recompensa un mermado elogio.

-Bueno, te diré la verdad pero no le digas nada de esto a Kenshin ¿Estamos?-

-¿Por qué no habría de decirle a Kenshin?-

-¿Estamos o no estamos?-

-¡Estamos!- por nada del mundo quería perder la oportunidad de saber lo que su amigo pensaba de ella, así fuera bueno o malo.

-Bueno Jou-chan, la verdad es que luces mas que bien, con ese kimono, podrías conquistar a quien sea que se cruce en tu camino si quisieras, te lo digo en serio-

-¿De verdad?-

-Yo nunca miento- el joven se puso una mano sobre el corazón al tiempo que afirmaba vehementemente con la cabeza.

-Pero entonces…- la joven de cabello azabache mordió ligeramente su labio, si Sanosuke decía la verdad ¿Por qué Kenshin no había demostrado ninguna emoción al verla?, ella había ahorrado muy duro para comprar ese kimono, estaba segura de que si le hacía ver a Kenshin de manera completamente literal que ya había dejado de ser una niña el se fijaría en ella, o al menos daría muestras de notarlo pero nada, parecía que se había puesto la misma ropa que siempre.

-¿Te preocupa Kenshin?-

-¿He?-

-Bueno ya sabes, Kenshin siempre es muy distraído cuando se trata de mujeres, tienes que darle tiempo- la joven tragó saliva, para todos los miembros del dojo era mas que obvio el fuerte sentimiento que la unía al pelirrojo, para todos menos para él mismo al parecer.

-Gracias Sano…-

-No hay de que- el muchacho hizo un gesto de vaguedad con la mano como restándole importancia al asunto.

-Pero no por eso dejaras de limpiar los pisos-

-¡Oye!-

-No te quejes, por tu culpa mi kimono esta arruinado-

-¡Yo impedí que te cayeras!-

-¡Y yo no te pedí ayuda!- y nuevamente volvía la riña.

Mientras tanto

EN ALGUN PUNTO CAMINO A TOKIO….

-¡Que bien!- Misao dio un salto mortal con voltereta incluida para acabar cayendo con los brazos abiertos en cruz y una sonrisa picara en la cara. Después de tantos conflictos y problemas se había logrado dar una escapada del Aoiya para ir a visitar a sus amigos del dojo Kamiya.

Cierto que hacía muy poco tiempo se habían visto cuando había ocurrido lo de la justicia humana y todo eso, pero en esa ocasión todos habían estado demasiado agobiados, unos llorando, otros lamentándose, total que no fue una visita nada feliz y al final cuando todo se había arreglado su Aoshi-sama había decidido que debían partir inmediatamente.

Ese hombre era su sueño dorado, su príncipe azul, pero la verdad es que a veces sus decisiones no se parecían en nada.

-Y ni siquiera le he podido sacar una sonrisa, Himura me regañara- la chica frunció el ceño y se cruzo de brazos unos segundos, en una visita anterior ella le había prometido al pelirrojo que haría sonreír a su Aoshi-sama pero hasta la fecha no lo había logrado.

-¡Ni modo!, volveré con mas bríos de esta visita y voy a hacer algo que lo haga realmente feliz, me sonreirá desde el fondo de su frío corazón, si señor- y para ponerle mayor énfasis a su discurso se puso en pose de "chica de acción" apoyando una mano en su cintura y extendiendo su otro brazo como si estuviera dando un puñetazo al tiempo que sonreía como estrella de cine.

En el Aoiya a nadie le había agradado mucho la idea de que ella tomara su morral de viaje, su capa, unas kunais y partiera sin mas, el viejo Okina había derramado sus ya característicos ríos de lagrimas, Okon y Omasu habían intentado persuadirla y Shiro y Kuro se habían puesto muy pesados, incluso se habían ofrecido a acompañarla, pero siendo completamente sincera, ese era un viaje que quería hacer sola, para recordar los viejos tiempos.

Una sonrisa escapo fugaz de sus labios al tiempo que continuaba su marcha, el viaje de Kyoto a Tokio era largo, varios días con sus noches la separaban de sus amigos, pero era un viaje que había hecho infinidad de veces en el pasado en busca de su querido Aoshi-sama y ahora que ya casi estaba por cumplir sus diecisiete años creía mas que justificado volver a revivir esas vivencias.

Claro que también tenía otros motivos, quería enterarse de primera mano si sus amigos ya habían dado el "paso definitivo" y es que después de lo que había pasado con Enishi todos habían pensado que el pelirrojo por fin aceptaría sus sentimientos (y los declararía claro esta) pero en el tiempo que había estado con ellos nada de eso había ocurrido.

-Será que es tan lento…- murmuró la chica con pesadez volviendo a suspirar. Ella y su amiga estaban perdidamente enamoradas de dos hombres que probablemente no las tomaban en cuenta.

-¡Pero no nos daremos por vencidas!, ¡Prometo que en esta ocasión ayudare a Kaoru-chan para que Himura se le declare, sí señor!- una de las cosas que hacía cuando viajaba sola era hablar en voz alta, quien la viera podría fácilmente deducir que estaba loca, por eso evitaba viajar acompañada.

-Bueno Tokio ¡Allá voy!- y sí, solo le faltaban unos… tres, cuatro o quizás cinco días para llegar, casi nada…

REGRESANDO AL DOJO…

Sanosuke se rascó una oreja al tiempo que esperaba pacientemente la comida que su anfitrión pelirrojo preparaba a toda prisa, tanto él como Kaoru y Yahiko se habían tenido que bañar y cambiar de ropa y como en el dojo no tenía ningún cambio de ropa había tenido que usar una de las yukatas que antes habían pertenecido al padre de Kaoru (eso después de comprobar que las de Kenshin le sentaban tan ridículas que no era capaz de salir del cuarto de la humillación).

-¡La comida esta servida!- un sonriente pelirrojo hizo su entrada triunfal cargado con una gran olla de cocido y varios tazones.

-¡Oh Kenshin que bien, nos moríamos de hambre!- la joven de cabello azabache juntó ambas manos abriendo los ojos que brillaban de una forma extraordinaria, no se sabía si por amor al pelirrojo o a la comida, aunque en su caso sus amigos se inclinaban mas por la segunda opción.

-Aunque para ser la hora de la comida ya es un poco tarde- comentó con desgano Yahiko apoyando una mano en el piso y sintiendo como literalmente sus tripas gruñían.

-¿Un poco?, ¡Ya pasan de las cinco de la tarde!- el joven luchador negó violentamente con la cabeza y después señalando acusadoramente a Kenshin con unos palillos de madera exclamó -¿De quien será la culpa?-

-¡Oro!- unas rayas moradas aparecieron bajo los ojos del pelirrojo al tiempo que su frente se llenaba de gotitas de sudor.

-¡Sobre que vienes a comer de a gratis molestas a Kenshin!, ¡Sanosuke debería darte vergüenza!- el joven espadachín sonrió, de verdad le agradaba que su amada saliera en su defensa aunque no la necesitara.

-Bueno ya, ya, este día hemos peleado demasiado, hagamos una tregua- el joven luchador le tendió el meñique a la chica al tiempo que prácticamente devoraba con la otra mano un tazón de cocido.

-Ya que- la chica cerró los ojos haciendo una mueca al tiempo que unía su dedo meñique con el de su amigo, según Sanosuke esa era la forma en la que se sellaban las promesas en el extranjero aunque algo le decía a la joven kendoka que su amigo le estaba tomando el pelo.

-¡A comer!- el grito de guerra lanzado por Yahiko pareció abrir el apetito de todos y como siempre en el dojo Kamiya los "Es mío", "Deja eso" y "Comes demasiado" no se hicieron esperar, Kenshin volvió a sonreír, era un buen día.

0o0o0o0o0o0o

No pasaba muy a menudo pero a veces cuando no había nada que hacer, cuando no había gente a la que salvar, políticos corruptos con los cuales pelear, gente del pasado que se quería vengar y extraños a los cuales ayudar Himura Kenshin solía ponerse nostálgico.

Claro eso no solo le ocurría a él, a veces Kaoru se quedaba con la mirada perdida en algún rincón del dojo, recordando a su padre e imaginando a la madre que nunca conoció, Yahiko rememoraba sus tiempos de ladronzuelo y en algunas contadas ocasiones lloraba por la madre que vio sucumbir a su enfermedad, Sanosuke en cambio se sentaba en algún lugar con la mirada literalmente turbia, eso quería decir que estaba rememorando la muerte de su capitán, la destrucción de la tropa Sekiho.

Pero como lo hemos dicho antes, eso no sucedía muy a menudo, por lo general en el dojo Kamiya los chicos tenían muchas cosas que hacer desde que salía el sol hasta que llegaba la luna, pero ese día la lluvia era demasiado fuerte como para pensar en salir, atrapados entre cuatro paredes los muchachos suspiraban y veían las gotas de agua caer.

Yahiko había cumplido al pie de la letra su propio pronostico y se había enfermado, estornudando y maldiciendo por lo bajo el niño se fue a dormir mucho antes de su hora acostumbrada. Kaoru y Sanosuke habían intentado platicar con Kenshin pero notándolo tan esquivo habían optado por darle algún tiempo a solas y se habían ido a jugar dados al cuarto de la chica.

-Te voy a enseñar dos que tres trucos Jou-chan-

-Mas bien yo te voy a dejar limpio Sanosuke- esa era la última conversación que había oído de esos dos antes de que ambos desaparecieran tras el shoji que llevaba al cuarto de la joven.

Quizás había sido ese hecho el que lo había puesto de mal humor, antes de eso había estado recordando muchas cosas, días anteriores en los que ver sangre era tan común. Pero después, cuando Kaoru y Sanosuke se habían ido juntos a jugar a los dados en el cuarto de ella, bueno… Kaoru en muchos sentidos seguía siendo una niña, de hecho eso era lo que mas le llamaba la atención de ella, su inocencia, y seguramente esa misma inocencia era lo que la hacía actuar de esa forma.

El hecho de que una joven dejara entrar un hombre a su habitación no era bien visto, de hecho era algo que no debía pasar, era como darle la entrada pues… Kenshin sacudió la cabeza desechando algunos pensamientos que solo conseguían empeorar la situación.

Era obvio que la chica no sabía nada de esas normas sociales pero Sanosuke sí que debía conocerlas, él sabía como todos los hombres que hacer eso no era bien visto y desacreditaba a una muchacha frente a los demás, pero al parecer había optado por no darle importancia. Al parecer Sanosuke pensaba que no era necesario seguir esas normas en el dojo, bueno, era lógico, ni Kenshin ni Yahiko dirían nada acerca de eso, el niño porque era demasiado joven para notar cuando algo así era incorrecto y Kenshin porque sabía que ambos muchachos eran buenos y cuando decían que iban a jugar a los dados era porque iban a hacer eso.

Pero de cualquier manera se sentía molesto.

Molesto porque cuando para Sanosuke jugar dados con una amiga en su cuarto era algo mas que normal, él tenía que poner antes de eso mil y un pretextos, mil y un razones para no hacer algo "descabellado".

La amaba, sí, pero no podía demostrárselo, a veces porque tenía miedo de que el Battousai en su interior le trajera nuevos problemas y a veces porque se sentía completamente indigno.

Que basura.

Megumi le había dicho que no debía auto castigarse, Aoshi en una platica (de las pocas que daba el hombre) le había hablado acerca de la importancia de seguir adelante con su vida, consejo que no tomaba mucho en cuenta debido a que según su particular punto de vista el joven ninja tampoco lo ponía en practica con su propia vida.

Pero una cosa era que le dieran "platicas de superación" y otra muy diferente poder ponerlas en práctica. Su mente continuamente era un atolladero de pensamientos, como si no fuera una sola mente la que albergaba su cuerpo sino varias, una parte de él siempre le decía que era un asesino nato, una persona fría que no se quería relacionar con las demás, otra parte le decía que era un indigno, un ser que merecía un castigo peor que la muerte y otra parte le decía que debía hacerle caso a sus amigos y vivir, aceptar sus sentimientos y confesárselos a Kaoru.

Lastima que esos tres puntos de vista nunca se ponían de acuerdo.

-Demonios…- Kenshin nunca maldecía, pero esta vez la palabra escapo lenta y dolorosa de sus labios como una forma de desahogarse.

Seguía lloviendo, el agua caía de medio lado y el mundo parecía una masa gris de sueños aplastados y de tristeza encubierta. A Kenshin nunca le habían gustado mucho los días lluviosos, le traían a la mente recuerdos dolorosos, sus peores batallas habían transcurrido con la lluvia golpeando insistentemente sus hombros, en un día de lluvia había conocido a Tomoe desencadenando la desgracia que marcaría sus vidas para siempre ¡Maldita fuera la lluvia!.

Y sin embargo en esos instantes viendo llover el joven pelirrojo ya no sentía el dolor de su pasado sino la agonía de su presente, la desdicha de su futuro. ¿Por qué no podía ser una persona normal?, es decir, incluso Shishio que había sido en otros tiempos un magnifico destajador no parecía sufrir ataques de personalidad, Saito nunca se había quebrado la cabeza con dudas existenciales y al final de cuentas los dos habían alcanzado el ansiado amor, ¿Por qué él no podía?, ¿Por qué él se sentía demasiado indigno o demasiado peligroso?.

Si por lo menos pudiera seguir al pie de la letra alguno de sus pensamientos sería libre, porque aunque se sintiera demasiado peligroso eso no le impediría ser feliz, si era lo suficientemente peligroso y fuerte podría vencer a los enemigos que llegaran, siempre al lado de su amor y en caso de sentirse demasiado indigno se iría del dojo, dejaría a Kaoru para que encontrara la verdadera felicidad ¿Pero lo hacía?, No, ni siquiera eso era capaz de realizar.

Su cabeza se dividía en dos bandos que tiraban cada uno para un lado dejándolo a él en medio ¿Era posible que en la mente de una persona existieran varios bandos?, Kenshin no era reconocido por ser un hombre culto, sabía leer a duras penas y su caligrafía era tan mala que seguramente Yahiko lo aventajaba en esa área, en esas circunstancias poder cultivarse y comprender la complejidad de su mente era una tarea casi imposible.

La lluvia siguió cayendo, el dojo se fue quedando cada vez en una mas completa oscuridad, en el cielo brillaba una luna llena pero… Kenshin alzó una ceja y sin ser muy consciente de lo que hacía caminó por entre la lluvia hasta estar a medio patio, en el cielo una enorme luna roja destellaba en todo su esplendor. Antiguamente esa era una señal de matanza, era un augurio de que la sangre correría libre por las calles ¿Acaso esa era una señal de que nunca sería libre?, ¿Quería eso decir que su pasado lo atormentaría por siempre?.

-Necesito… necesito escapar- se estaba perdiendo a si mismo, lo sentía en el latido de su corazón, en la forma como se erizaba su piel.

La lluvia lo envolvía, lo empapaba, lo hacía tiritar y sin embargo sentía que necesitaba mas, necesitaba meter la cabeza pelirroja en el agua para alejar unos pensamientos que empezaban a devorarlo.

Se tambaleó como si estuviera borracho hacía el pozo de agua, el piso a sus pies estaba convertido en lodo, en un cierto punto resbaló pero sus manos se aferraron al borde de la poza como si fuera su salvación, lentamente se fue parando, se sentía como si hubiese peleado recientemente, como si el Battousai en su interior quisiera salir a flote y esta vez había sido él mismo quien lo había hecho emerger.

-Yo, necesito… Sessha necesita…- un tremendo escalofrío recorrió al joven al tiempo que sus pupilas violetas titilaban en pánico, hacía mucho tiempo que no usaba esa palabra para referirse a si mismo, las cosas se estaban saliendo de control.

Giró la vista al pozo, la lluvia que caía hacía temblar la imagen pero podía verse a si mismo, un hombre de largo cabello rojo escurrido por la lluvia que parecía aterrorizado por su propio reflejo, de verdad daba pena…

En su mente intento burlarse de si mismo, de sus tontos temores, Yahiko estaba dormido, Kaoru y Sanosuke jugaba dados ¿Y él?, él estaba como un loco bajo la lluvia asustado de sus propios pensamientos, de su mente que le jugaba malas pasadas.

-Pero…- la lluvia arreció como si la hubiera invocado, nadie se daba cuenta de lo que pasaba, nadie se daba cuenta de que Kenshin Himura sufría solo en medio del patio, frente a un pozo de agua… y todo por culpa de sus ataques mentales, de ese cerebro que parecía estar dividido en dos grupos que lo jalaban de un lado a otro.

Agua, agua, agua, caía como si nunca fuera a terminar, y la luna brillando cada vez con mayor fuerza en lo alto, roja como la sangre, reflejándose en los charcos, pintada en sus propias pupilas.

Y entonces juntó las manos, lo hizo con toda la fuerza que tenía, como si de esa forma pudiera alejar a sus demonios internos y gritó, no le importo si los del dojo lo oían, sí Yahiko se despertaba, si Kaoru se asustaba, lo único que quería era de alguna manera liberarse… pero nunca espero lo que iba a suceder.

Por un momento su cuerpo le dolió mucho, cada uno de sus huesos pareció resquebrajarse, sus músculos sintieron el mismo dolor que si una espada los hubiera rajado en dos, de tanto dolor ya no pudo respirar, por un instante sintió que caería desmayado, sus ojos se cerraron al tiempo que sus manos se aferraban con mayor fuerza al pozo para no caer.

Cuando abrió los ojos seguía lloviendo, la luna seguía ahí, con su desconcertante color escarlata, su imagen seguía temblando reflejada en el pozo, pero no era una…

Tres pares de pupilas se abrieron al tiempo con un terror descomunal, dorado, violeta y violeta apagado casi gris parpadearon al mismo tiempo, tres pares de manos se aferraron con mayor fuerza al borde del pozo y en el silencio que procedió al grito se pudieron escuchar tres murmullos.

-Mierda-

-¡Oro!-

-Sessha…-

Notas de Okashira Janet: Bueno eh aquí mi primer capitulo de esta historia, la idea se me ocurrió pues… de pronto al intentar comprender la personalidad retorcida del pelirrojo, es que sufre unos cambios que en serio, de ser amable a ser violento y de ser un sanguinario a un vagabundo sin futuro tirado en una esquina. Tal vez alguno de ustedes se lo imagina así que les daré la razón, sí, no ha parado de llover por mi casa, llevamos casi una semana de intensa lluvia a toda hora y aunque la mayoría de nosotros estamos felices porque es mas bien raro ver llover en esta parte del mundo la verdad es que si te entra la nostalgia (al menos a mi)

Bueno no tengo mucho que decir, ojala y les guste cualquier pregunta, duda o comentario será bien recibida, sin mas me despido Ciao

5 de Julio del 2008 Sábado