¡Hola! Muchas gracias por la espera. Siento haberme demorado tanto en publicar el último capítulo de este fic, pero la verdad, se me hizo muy difícil escribirlo. En cierta medida creo que no quería terminarlo, sin embargo todo tiene que llegar a su fin, ¿no? (además se me borró como mil veces... casi casi desisto de hacerlo)

Está dedicado a dos personas que se desenvuelven en el ámbito de la medicina, mi querida Jos Black (les recomiendo su nuevo fic, "hueco en el alma") y Chanita (que desde algún lugar muy lejano y despoblado me lee je je)

El final tiene banda sonora. Cuando aparezca el símbolo & deben poner play a la canción "Eres" de Café Tacuba. Es la primera vez que escribo un final con un tema en español.

Agradecimientos por sus hermosos comentarios a: RociRadcliff, Chanita, Marie Malfoy, Enichepi, Ly draco, Jos black, Meiny bruja, Fiona Garay, Laurus Cullen Weasley, Mahina D., Alexa Hiwatari, Araceli, Almanara, Susan Malfoy Black, Joyce Alexa Malfoy Black, Andrea, Eily Rojas Black, Iamalonefordanny 19, Mailen, Karix7, Marikilla Weasley, Cissy Blackfoy, Salesia, Tentoushi tomoe, Beautifly y Edna.

Al resto de los lectores que me siguen en silencio, gracias también, espero haberles llegado con esta historia.

Mad Aristocrat.

La abogada poco seria. (y alérgica)

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- ¿Mamá? dijo una vocecita desde la puerta, y no me atreví a alzar la mirada para comprobar de quien se trataba - ¿Mamá, que ocurre?

Lorcan se acercó con cautela hasta donde yo me encontraba, manteniendo una distancia prudente entre ambos. Yo no me sentía capaz de responderle, mi garganta estaba contraída y con mucha dificultad podía tragar saliva. Le había fallado al travieso Lorcan. Me había quebrado en su presencia. Había roto su inocencia.

Sentí como su cuerpo entraba en la tina conmigo, y se abrazaba a mi espalda protectoramente. Podía imaginar como su pijamita se estaba mojando con el agua, y se adhería a su blanca y tersa piel. Quise mandarlo de regreso a la cama, decirle que se saliera de inmediato, que se iba a resfriar, pero tampoco pude, porque su abrazo en esos momentos se había convertido en mi pilar. Mi tabla de salvación.

- Yo también lo extraño, mamá... me susurró con una madurez impresionante, impropia de él Yo también extraño a papá. No tienes que fingir que no importa. Llora todo lo que quieras. Llora.

Y yo como una pequeña, obedecí.

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4.- Oportunidad.

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Nunca creí que mis hijos estuvieran tan concientes del dolor que se incrustaba en mi pecho… pero me equivoqué estrepitosamente. Otra vez había fallado en mi labor de mantenerlos alejados de la cruda realidad.

Pensaba que había logrado apartarlos de mis propios problemas y demonios, sin embargo, tarde me percaté que heredaron la empatía Lovegood, que podía ver más allá de los rostros, leyendo corazones como libros, percibiendo las emociones en el aire con facilidad sin necesidad de palabras ni afirmaciones explícitas... Mala cosa. Mala madre me había convertido.

No podía arrastrarlos conmigo a la desolación, a la melancolía. Debía ser fuerte, o al menos, aparentar serlo. Así que los días que siguieron a mi repentina explosión en llanto traté de comportarme como siempre, tranquila, sonriente y soñadora, haciendo los mayores esfuerzos para no llamar la atención. No obstante, noté como Lorcan siempre tenía un ojo puesto en mí... mi pequeño no se tragaba para nada mi actuación, era demasiado astuto y observador, preocupado sin demostrarlo, y quizás más maduro emocionalmente que el propio Lysander, mi angelito sabelotodo.

A medida que los días iban pasando, y la fecha del aniversario de la muerte de Ralf se acercaba, en mi diario vivir existía un desfile de conocidos que trataban de brindarme su apoyo indirectamente ¿Y si salimos a comer? me proponían algunos, ¿Nos juntamos al té? decían otros, mientras yo divagaba al respecto. Los amigos estaban en las buenas y en las malas, pero ¿Qué pasaba en el tiempo intermedio? sólo pocas personas me habían acompañado en el proceso, y dos de ellas se encontraban al frente mio, engullendo un pastel de arándanos en una tarde de café, donde el sol se escondía lentamente tras las montañas, y el suave cantar de los pajaritos acompañaba su ocaso.

- Luna, cariño, estas fatal – lanzó Ginny con su honestidad habitual, atacando otro trozo de pastel. Hace dos semanas que le habían diagnosticado el cuarto embarazo, pero ella comía como si estuviera a punto de parir - ¿Qué te sucede?

- A veces no entiendo como puedes ser tan despistada – respondió por mi Hermione, negando con la cabeza - ¿No sabes que fecha se avecina? de hecho, ¿a cuanto estámos mañana?

Ginny me miró confundida, y luego se llevó la mano al mentón en una posición reflexiva. Sonreí con la cara de exasperación de mi otra amiga, mientras esperaba pacientemente, tamborileando los dedos contra la mesa, que ella pudiera dilucidar de qué estábamos hablando. Poco a poco una expresión de horror se fue apoderando de su pecoso rostro, que se volvió tan colorado que llegué a creer que se había atorado con la masa del pastel.

- ¡El aniversario! ¡Oh! Cuanto lo siento, Luna… los días pasan demasiado rápido con estos pequeños demonios que ni me di cuenta. ¡Soy lo peor! - exclamó dramáticamente con una mano al pecho, casi dándose cabezasos contra la mesa para castigar su torpeza.

- No te preocupes, Ginny, no es nada. De verdad - aseguré encogiéndome de hombros - Por otro lado, no es un tema del que me gustaría hablar. Preferiría distraerme con otro asunto.

- Claro, claro - dijo avergonzada - Mejor hablemos del bombonazo que vimos el otro día en tu casa, ese día que fuimos a visitarte para la cena, el misterioso Señor Nott, ¿que hacía ahí? con esto de las hormonas, me acaloró verlo en esa facha... ¡quien lo manda a usar esos pantalones tan ajustados! si no fuera porque estoy con Harry, no hubiera resistido la tentación de fingir un desmayo para que me recogiera con esos fuertes brazos, y luego...

- ¡Ginny! - chilló enojada Hermione, interrumpiendo sus alucinaciones - ¡Sí que te pasaste! Ahora no me cabe duda que el desatino es marca registrada Weasley, ¿cómo puedes lanzar esa clase de comentarios así como así? Realmente el embarazo te está afectando la sinapsis.

- No hay lío - aseguré con un movimiento de manos, notando la mirada asesina que Ginny le lanzaba a ella - Theodore va a mi casa porque los niños lo invitan, se ha convertido en estas últimas semanas en una especie de tío para ellos, y se llevan muy bien. Es una gran persona.

La imagen de Theo apareció súbitamente en mi mente, sonriéndome como siempre, con esa expresión tan amable en el rostro que me provocaba tiritones. Cuando iba a la casa, no pasaba más de veinte minutos a su lado, lo dejaba jugar con los niños y sólo intercambiabamos palabras justo cuando todos nos sentabamos a tomar la once... en ese momento me daba licencias para observarlo con libertad y recorrer sus facciones con los ojos hasta aprendérmelas de memoria, al igual que sus gestos y gustos. Su cabello era castaño claro, y el color de sus ojos podían aclararse u oscurecerse dependiendo de su estado ánimico. Tenía la manía de arrugar la nariz cuando algo le resultaba dificultoso, y ladeaba la cabeza cuando trataba de comprender algo. Prefería el té del café, y su pastel favorito era el de fresa. Una vez tuve la genial idea de preguntarle porqué siempre traía un pastel de ese sabor, y su respuesta me dejó toda la noche con insomnio. "Lo siento" dijo aquella vez "No puedo evitarlo. La fresa es mi fruta favorita desde que me dí cuenta que me recuerda a tí. La próxima ocasión variaré, lo prometo". Sin embargo, nunca cumplió su promesa, y seguimos comiendo fresas.

Era tan complicado...

No quería darme la oportunidad de fantasear con una vida a su lado, no cuando el sufrimiento de la pérdida de Ralf estaba aún tan reciente. Sin embargo, su presencia en mi vida me confundía de una manera tan intensa como dolorosa. Una parte de mí había sido enterrada junto a mi esposo en aquel lluvioso funeral, y la otra parte no podía estar más rabiosa de perder a una segunda persona importante en un estúpido accidente; primero mi madre cuando era pequeña, y ahora, él, cuando pensaba que había alcanzado la felicidad plena, juntos. Pero la parte enterrada se removía en su tumba, deseando renacer en el cobijo de un hombre que siempre estuvo ahí, desde lejos, protegiéndome, y que ahora se había instalado en mi vida con la firme intención de no irse jamás.

- Pues yo creo que te tiene echado el ojo - soltó Ginny sacándome de mis pensamientos.

Me sonrojé violentamente y la miré con nerviosismo.

- ¿Disculpa?

- Noté como te miraba. Era de esa clase de miradas que lo dicen todo, cargada de sentimientos, mezclada con nostalgia. No sé. Me pareció bastante tierno, se ve buena persona, y se lleva bien con los niños. Además es guapo e inteligente, ¿qué más puedes pedir? no tantas tienen esa suerte - tomó un fuerte respiro antes de continuar - No te digo que te lances a sus brazos de ojos cerrados. Lo que te digo es que no deberías descartar de buenas a primeras la oportunidad de reconstruir tu vida. No te digo que lo hagas ahora, sino eventualmente, cuando estés en paz contigo misma.

- Lo que quiere decir Ginny, amiga mía - agregó Hermione, tomándome la mano que tenía sobre la mesa entre las suyas - Es que te apoyaremos, sin importar las decisiones que tomes. Estamos contigo, y lo menos que podemos hacer es respetar tus deseos. Si algún día te das cuenta que quieres que Theodore Nott se convierta en el hombre que estará a tu lado de hoy en adelante, o cualquier otro, no dudes que será bienvenido entre nosotros, ¿de acuerdo?.

Los ojos se me llenaron de agua de la emoción. Traté de reprimir su caída frotándomelos con las manos empuñadas, sin embargo, de poco me sirvió. Con sus palabras sinceras habían llegado a tocar cada fibra de mi corazón. Cariño. Un cariño profundo sentía hacia ellas, las primeras y únicas amigas que tengo. Mi gran apoyo. En las buenas, en las malas y en las peores. Siempre juntas. Siempre.

- Una basurita me entró - expliqué sonsamente, mientras ambas me abrazaban con firmeza, una a cada lado - Debió ser uno de esos Mertiplops Alados que andan haciendo travesuras por ahí. Tengan cuidado con ellos, les pueden provocar una infección.

Las dos rieron y siguieron abrazándome, esperando que terminara con los temblores corporales involuntarios que estaba experimentando, todo a causa de la emoción. Cuando pasó el momento, las chicas comenzaron a cotillar acerca de las nuevas conquistas de Parvati en el jet set mágico, dejando olvidado el tema a propósito, por respeto a mi persona. Pedimos otro pastel, esta vez de manzana, y entre las tres lo atacamos sin piedad, engulléndo cada trozo entre risas, transformándo esa tarde en una tarde inolvidable.

Sobretodo para mí, pues más adelante, la recordaría como el primer paso al descenlace de mi historia.

Nuestra historia.

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Caminábamos tranquilamente al parque, dónde nos veríamos con los hijos de Hermione. Luna se sentía mal y me pidió que llevara a los niños a su cita de juegos por la tarde, a lo cual por supuesto que no me negué, después de todo, me encantaba la compañía de los pequeños. Eran como un par de amigos traviesos y no me costaba nada rebajarme a su nivel de madurez... de hecho, ahora que lo pienso, probablemente ellos eran más maduros que yo. Sus ojos color cielo, una copia a los de su madre, reflejaban una personalidad más adulta de lo que aparentaban.

Cuando llegamos a destino el lugar estaba casi vacío; el sol se encontraba en lo más alto del cielo e iluminaba todo con sus suaves rayos otoñales. No hacía ni calor ni frío. Todo era perfecto, y ni sospechaba lo que vendría. Los miré a ambos indicándoles que ya podían correr libremente por dónde quisieran, que no se preocuparan, que yo mantendría un ojo vigilante en ellos, sin embargo, no se dieron por aludidos. Se quedaron clavados en el piso observándome desde abajo... Lorcan enfrentándome... Lysander mirando a su hermano expectante.

- Te gusta, ¿verdad? - preguntó Lorcan de pronto, escudriñándome con los ojos - No me mires con esa cara, sé que te gusta mamá.

Creo que la mandíbula me chocó contra el piso en ese instante, ¿o lo que sonó fue la explosión de mi sentido común?

- ¡Lorcan! - reclamó su hermano horrorizado - No le digas esas cosas al señor Nott, ¿no ves que lo vas a ahuyentar?

- ¿Por qué no? - repuso mirándolo ceñudo - Tú también lo piensas, ahora sólo quiero que me lo confirme. Quiero que me diga directamente que le gusta mamá.

Me sentía entre la espada y la pared entre dos hombrecitos que con suerte me llegaban al estómago. ¿Tan obvio era? Ya podía imaginarme que todos mis intentos por acercarme a esa familia estaban destinados al fracaso. El silencio indicaba que era mi turno de hablar, de explicarme. Sin duda, ese par de gemelos podían ser atemorizantes si se lo proponían, especialmente Lorcan, que no tenía empacho en demostrarse hosco y capaz de golpearme, sin detenerse a pensar que yo lo triplicaba en altura y fuerza.

- Sí. Me gusta. - confesé resignado, ¿qué podía hacer si me tenían acorralado? había llegado la hora de la dura verdad.

Bajé la mirada esperando lo peor. Que los dos se pusieran histéricos, que me insultaran o que trataran de desquitarse lanzándome las piedras que adornaban el suelo. Pero nada de eso ocurrió.

- Bien - soltó Lorcan con un asentimiento corto pero enérgico - Tienes permiso para salir con ella.

Lo miré sorprendido, ¿había escuchado bien o mi imaginación me estaba jugando una mala pasada? ¿ese chiquillo me estaba otorgando su permiso para cortejar abiertamente a su madre? No. No podía ser. Era demasiado bueno para ser verdad. Me pellizqué el brazo tratándo de despertar, pero sólo logré dejarme una mancha roja en la piel.

- Señor Nott - me susurró Lysander, un poco incómodo por la súbita honestidad de Lorcan y mi shock nervioso - Lo que quiere decir mi hermano es que no nos molesta que lo haga. Sabemos que está con nosotros porque le caemos bien y no para ganarse nuestra simpatía para llegar a mamá, así que no se preocupe por eso, no lo hemos malinterpretado. Sin embargo, ella ha estado muy triste estos últimos meses y nos gustaría verla feliz como antes. La verdad, creemos que usted es el sujeto adecuado para hacerla sonreír otra vez.

- Eso - secundó su gemelo, cruzándose de brazos para ¿intimidarme? - Pero no crea que podrá reemplazar a papá. Usted nos agrada, es simpático, divertido e inteligente, lo pasamos bien en su compañía, pero jamás será él, ¿me entiende? Y otra cosa, si se atreve a hacer llorar a mi mamá, se las verá conmigo, se acaba de inmediato nuestra amistad. Correrá sangre. Su sangre.

- ¡Lorcan! - chilló Lysander, ahora realmente escandalizado - No puedo creer que seas tan imprudente - agregó, dándole un empujón - No tienes porqué ser tan grosero.

- ¡No soy grosero! - exclamó él, devolviéndole el empujón - ¿Acaso no quieres proteger a mamá? yo no me fío de nadie, y que el señor Nott sea una buena persona ahora no nos asegura que lo vaya a ser siempre. Tenemos que dejar claro ese punto.

Los dos comenzaron a discutir entre ellos, de una manera tan elevada y con argumentos tan contundentes, que me sentí mareado. Lo único que podía extraer de sus palabras era que me consideraban la mejor opción para Luna, y eso no dejaba de sorprenderme. Los empujones cada vez iban subiendo sus niveles de agresividad, y en cualquier momento, rodarían por la tierra tratándo de sacarse los ojos.

- Niños - esbocé conmovido, separándolos por el antebrazo - No peleen, por favor, ¿me dejan hablar a mí ahora? - ambos me miraron y asintieron a la vez - Primero, nunca pensaría en reemplazar a su padre, eso es imposible, me basta con ser su amigo y que puedan confiar en mí cuando lo necesiten, ¿está bien?. Me honra que me den su permiso para salir con su madre, la verdad es que desde el colegio que ella me gusta y mucho…- confesé sonrojándome - sin embargo, no es algo que puedan decidir ni ustedes, ni yo, sólo Luna. Lo segundo - agregué sin poder evitar sonreír - tranquilo, Lorcan, jamás me atrevería a hacerla sufrir. Preferiría dejarme atropellar por un hipógrifo antes que eso, y me han dicho que duele mucho... Créanme, no sería capaz. Se los juro.

Los niños abrieron la boca sorprendidos, y supe que probablemente estaban pensando en preguntarme cómo alguien había sido atropellado por un hipógrifo y sobrevivido para contarlo, sin embargo, optaron por callar, tratando de darle solemnidad a ese improvisado y ridículo juramento que les hice. Como si nada, sus expresiones volvieron a ser tranquilas y soñadoras, y corrieron hacia la caja de arena que había unos metros más allá, extendiéndo los brazos como lechuzas entre risas. Fue entonces que llegó Hermione y sus hijos, que también corrieron hacia la caja para jugar con ellos.

Aún desconcertado con lo ocurrido, me senté en una banquita para observarlos desde ahí, mientras Hermione se colocaba en el columpio que estaba al lado de la caja de arena, y los vigilaba a la vez que se balanceaba recatadamente en el con un libro en la mano. Aún no había la suficiente confianza entre ambos como para sentarnos juntos y charlar para pasar el rato, pero dentro de todo el grupo de amigos de Luna, ella era la que más abierta estuvo a recibirme, y se lo agradecía. Me saludó con un breve asentimiento de cabeza y una sonrisa, que le devolví gustoso.

- Vaya, hace tiempo que no te veía – murmuró una voz familiar arrastrando las palabras a mis espaldas – No sabía que te había dado por procrear, siempre creí que no tendrías hijos, ¿o fue una consecuencia inesperada producto de una noche de pasión?

Me giré y le sonreí. Parecía que el pasado insistía en volver al presente, y en cierta medida, lo agradecía, porque todo estaba tendiendo para bien. Había salido de mis cuatro paredes de soledad, y el espacio que había entre el mundo y yo había empezado a poblarse de gente de un momento a otro.

- Draco… tú nunca cambias, ¿cierto? - esbocé rodando los ojos – Por más que me gustaría, no, no son mis hijos, simplemente los traje al parque a jugar con sus amigos. ¿y tú? ¿que haces acá? no sabía que frecuentaras esta clase de lugares.

Él chasqueó la lengua y se encogió de hombros.

- Scorpius estaba destruyendo la mitad de la mansión de puro aburrimiento – bufó dejándose caer a mi lado, mientras el aludido corría a jugar con el resto de los niños en la arena – Ahora que Pansy le regaló ese mini laboratorio de pociones, no hay quien se salve. Ya ha hecho explotar tres veces su habitación, sin contar las ocasiones en que casi nos morimos todos intoxicados... ¡Ah! ¿sabías que mezclando hiedra de manantial con saliva de troll puedes cambiar el pigmento del pelo? ¿no? pues Scorpius lo descubrió, y experimentó con mi cabello. Lo tuve verde por una semana. Al menos a Astoria le combinaba con los ojos.

- Supongo que ella debe odiar a Pansy con todo su ser por semejante regalo– reí, representándome su rostro espantado.

- Ni te lo imaginas. En todo caso, estoy seguro que la muy bastarda lo hizo a propósito. - gruñó arrugando la nariz - Ya verá. Cuando su pequeño crío tenga la edad suficiente, tio Draco se encargará de malinfluenciarlo. Las pagará con intereses.

- ¿Pansy tiene un hijo? - pregunté extrañado.

- Dos - me contó - La pequeña Eilen y Alexander junior.

Suspiré y miré al cielo, sintiéndome viejo de un instante a otro.

- Vaya... no tenía la menor idea - esbocé con cierta melancolía.

- Eso te pasa por desaparecerte del mundo, Theo.

Nos quedamos mirando a los niños jugar en silencio. Mientras Lorcan y Hugo se revolcaban como gusanos en la arena, Rose y Lysander construían un castillo de perfectas dimensiones ayudados por Scorpius, que parecía calcado de imagen a Draco, pero con una personalidad notablemente más agradable que él.

- ¿Y de quién son los crios? – indagó de pronto.

- No son crios, tienen nombre. Los gemelos de ahí son Lysander y Lorcan. Y son de Luna. Los pelirrojos...

- ¿Lovegood? – interrumpió, ante lo cual sencillamente asentí – Veo que por fin te decidiste a hacer algo al respecto con tu amor platónico por ella. Supe por el profeta que hoy se cumple un año desde que quedó viuda. Supongo que estás tratando de revertir su estado civil.

- ¿Lo sabías? ¿Sabías que me gustaba? - solté sorprendido, con una voz tan aguda que sonó horrible.

- Sí, pero prefería hacerme el estúpido. No me es tan complicado como puedes ver – bromeó encogiéndose de hombros – Eras una de las pocas personas que me caía bien en el colegio, y si te delataba, estabas absolutamente perdido en nuestra casa, y me habría visto en la obligación de humillarte. Tú sabes, gajes del oficio. Ser el hijo de puta no es una tarea fácil, exije muchos sacrificios.

Me reí. ¿Quién diría que Draco podía burlarse de si mismo? al parecer, en el colegio lo había prejuiciado, y anoté mentalmente tratar de retomar las relaciones con él y con Pansy. Extrañaba el humor Sly.

- Mentira – musitó anonadado, sacándome de mis pensamientos – No me digas que… ¿Es ella? – preguntó, apuntando hacia el columpio.

Pude notar como su mandíbula se desencajaba al verla, y recordé cuantas veces lo había pillado observándola por el rabillo del ojo cuando creía que nadie se daba cuenta.

- ¿Hermione Granger? Sí. Lo es.- afirmé sin más - ¿Por qué?

- Pero… ¿cómo? se ve muy... cambiada... – esbozó, recorriéndola con la mirada tan descaradamente que le tuve que dar un golpe en el brazo.

- La gente crece, Malfoy. Especialmente las mujeres, se ponen más atractivas con los años. No es ninguna novedad. Tú mejor que nadie debería saberlo, ¿no eras el casanova de Slytherin?

- Aunque no lo creas, soy muy respetuoso de mi vida de casado. He perdido la práctica. Estoy fuera del mercado, para desgracia del mundo femenino.

Enarqué una ceja pero nada dije. Eso tampoco me lo esperaba. ¿Draco fiel? en su vida escolar andaba con varias mujeres paralelamente, pero ahora parecía decir la verdad. El mundo se puso patas arriba de un momento a otro. Todo lo que creía conocer estaba errado. Todos habían cambiado menos yo.

- Veo que no ha perdido el tiempo con la comadreja – soltó entonces con desprecio, mirando a los dos pequeños pelirrojos que revoloteaban alrededor de su madre.

Y calló de nuevo. Lo ví sumergirse en un mar de recuerdos, y podría apostar que estaba en una sucesión de flashbacks sobre la época escolar y todo lo que eso implicó para él... para ambos. Ser un Slytherin no era sencillo; habían muchas reglas implícitas que cumplir, muchas expectativas que llenar, y en más de una ocasión, se podía llegar a considerar una maldición pertenecerle a Salazar... sobretodo cuando todos dan por sentado que no eres más que un delincuente en potencia.

- En fin. Creo que ha sido suficiente por hoy - soltó desganado, levantándose de mi lado inesperadamente - Ah. Y suerte con Lovegood, supongo que ahora por fin podrás concretar tu sueño de estar con la "princesa" que deseabas… aunque sea una bastante extraña, que quieres que te diga – agregó con sorna, llamando con la mano al mini Malfoy, que corrió como un soldado para plantarse a su derecha.

- ¿Y tú no?

Draco sonrió entendiendo al vuelo la intención de mi pregunta. Yo sabía perfectamente que su matrimonio con Astoria no había sido más que por conveniencia, algo planeado por los padres de ambos aún antes de que los pobres nacieran. Incluso, podía recordar lo tensa que fue la ceremonia. Draco sudaba como un cerdo de nerviosismo, y Astoria, que siempe había estado prendada de Blaise, estaba aguantándose dignamente las ganas de llorar a mares. Él tenía dieciocho. Ella dieciseís.

- A mi se me pasó el noctámbulo hace rato, Theodore – musitó, dirigiendo la mirada inconscientemente hacia la melena castaña que teníamos a escasos metros - Nunca fui muy valiente y arriesgado en ese sentido, me importaba demasiado lo que pensaría el resto… a diferencia de ti, me quedaré con el "pudo ser". Pero no me arrepiento de nada, sino no tendría a este campeón, que es mi vida – aseveró, sonriéndole a su pequeño con unas palmadas en el hombro, ante lo cual, Scorpius infló el pecho de orgullo – No se lo digas a nadie. Tengo una reputación de cabrón que conservar.

El pequeño sonrió divertido. Los dos me regalaron una pequeña reverencia antes de partir y dejarme solo, sin embargo, justo en ese momento ambos gemelos se me acercaron, agitados y extrañamente hiperventilados.

- NosvamosalacasadetíaHermione. - me informó Lorcan, sin respirar entre palabras.

- Sí, ¿porqué no le vas a avisar a mamá para que no se preocupe? - sugirió Lysander aparentando indiferencia, sacándose la arena de las uñas - Debe estar sola y aburrida. Mejor te vas para allá y le conversas, ¿no crees?

Me reí de sus claras intenciones, pero definitivamente, tomaría esa oportunidad que me regalaban.

- Claro, niños, no se preocupen. Yo le avisaré.

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Theodore Nott caminó a su destino con el pecho apretado, la garganta seca y un dolor de cabeza infernal. Estaba nervioso, quizás más de lo conveniente, pero no podía evitarlo... algo dentro de su cuerpo le indicaba que era tiempo de ser sincero con la mujer que lo traía loco y confesarse. ¿Qué le diría? no tenía la más mínima idea; no había pensado en nada, ni un discurso, declaración o nota. Ni siquiera había preparado su suicidio amoroso frente al espejo, como era lo habitual, cada vez que tenía algo importante que decir. Simplemente confiaría en sus instintos y en su poder de improvisación, sólo esperaba no meter la pata... que Merlín no lo permitiera, pues aún podía ver la cara de los gemelos dándole su aprobación, y no podía defraudarlos. Ahora sólo dependía de él.

Llegó a esa antigua casa blanca, repleta de artefactos extraños y dónde vivía su dama, aquella rubia de ojos soñadores que se robaba sus pensamientos cada noche. Aquella mujer con apariencia de niña que hace años logró encandilarlo y le arrebató el corazón, para jamás devolvérselo otra vez.

Tragó espeso antes de tocar la puerta, mas nadie le abrió. Extrañado, ingresó al lugar, aprovechando que la puerta no estaba con llave, con un mal presentimiento rondando en su cabeza.

- ¿Luna?- preguntó al aire, tratando de ubicarla con la mirada - Luna, ¿estás ahí?

No habían ni rastros de ella. ¿Habrá salido? se preguntó, maldiciendo su mala suerte. Sin embargo, un sollozo ahogado le indicó su paradero... ahí, justo en medio de la sala de estar, rodeada de cientos de fotografías mágicas, se encontraba ella, Luna, escondiéndo su rostro entre ambas manos, con pequeños espasmos provocados por el llanto. Theo avanzó hasta su posición esquivando las fotos que estaban en el piso, fotos de ella y su marido, fotos de los dos con sus hijos, fotos de su familia ya quebrada... fotos de un pasado al cual no pertenecía.

- Luna - susurró tiernamente, agachándose a su lado – No llores, por favor, no llores. Cuéntame, ¿Qué te sucede? ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?

&

Ella levantó la mirada sorprendida, pues no se había percatado de su presencia... de la presencia del hombre que la confundía y le provocaba sentimientos encontrados. Se mordió el labio indecisa, pero la mirada comprensiva que él le regaló fue motivo suficiente para dejarse llevar por las emociones y demostrar que Luna Lovegood también se puede poner triste... también puede llorar. Se lanzó a sus brazos escondiéndo la cara en su pecho, y ahí se quedó, incapaz de mirarlo a los ojos, mientras él la acunaba con firmeza y peinaba sus dorados cabellos con los dedos, esperando que ella encontrara las fuerzas para hablar. No la apuraría, tenían todo el tiempo del mundo.

- No aguanto más… ya no quiero seguir fingiendo que no me duele, porque me duele, y mucho – hipó, secando sus lágrimas con la palma de la mano, sin dejar de afirmarse a él – Estoy cansada de aparentar que no me importa, que soy inmune al dolor. Todos creen que vivo en un mundo de ilusión y que por ser extravagante, diferente al resto, las cosas no me afectan. Pero no es así… sencillamente ya me cansé de eso. Perdí a mi madre en un estúpido accidente, y ahora también a mi marido, ¿por qué ellos? ¿por qué no yo?. No sé como lidiar con todo, con mis hijos, mi casa y mi vida... ya se me acabaron las ideas. Estoy seca - Luna se separó suavemente de él antes de agregar – Siento que tengas que escuchar mis tonterías. De seguro se me metió un Jingliploff por el oído, son muy peligrosos a veces, ¿sabes? juegan con tu estado animico, los muy traicioneros.

Luna comenzó a jugar con las manos nerviosa, esperando que él hablara... pero nada dijo. Se dedicó a observarla hundido en sus pensamientos, creyéndo firmemente que de nada le servían lo brazos si no eran para abrazarla a ella... Ante su mutes, Luna desvió su atención al lugar donde hace unos instantes reposaba su cabeza, notando que su rostro había quedado prácticamente grabado en sus ropas, todo a causa de las lágrimas. Jamás pensó que pudiera derramar tanta agua salada por los ojos.

- Lo siento, arruiné tu camisa - dijo apenada.

- No importa, es lo de menos.

Theodore se acercó aún más a ella arrastrando las rodillas, hasta quedar tan cerca que a Luna se le olvidó respirar por varios segundos. Bajó la cabeza hasta la altura de su corazón, puso la oreja ahí, y en esa posición se quedó, escuchando su palpitar en silencio, ante una Luna atónita y sonrojada que no podía ni quería quitárselo de encima.

- Sé que está roto…- dijo él después de un largo tiempo - ... pero dame la oportunidad de repararlo.

Sin dejar de escucharlo latir, tomó la mano derecha de la mujer y la colocó en su propio pecho, también a la altura del corazón, extendiendo la palma para que pudiera percibirlo en su totalidad. Luna sabía que estaban compartiendo un momento especial, donde ambos eran vulnerables al otro. Un momento que sólo le pertenecía a ellos, y que probablemente, recordarían por el resto de sus vidas.

- Sonará cursi, pero ya me da igual. - soltó Theodore, quitando la oreja de su pecho para mirarla directamente a los ojos - ¿Lo sientes a través de tu palma? - preguntó, colocando una mano por sobre la de ella, para no dejarla escapar de ahí, justo encima de su propio corazón - Eso es gracias a ti. Completamente a ti. Antes de volver a encontrarte mi vida parecía no tener sentido, todos los días eran iguales, tediosos y aburridos. Nunca pude encontrar a nadie que me hiciera sentir la mitad de lo que tú logras, y créeme cuando te digo que la he buscado. Siempre te quise, desde el primer día que te vi. Siempre quise acercarme, pero no sé porqué en el fondo te tenía tanto miedo... y a medida que los años iban pasando, y tú ya habías formado tu propia familia, siempre me odié por no tener la valentía suficiente para tratar de conquistarte cuando aún había tiempo, cuando los dos sólo eramos un par de adolescentes, sin líos ni trancas.

El muchacho se mojó los labios, para luego continuar. Ella a penas parpadeaba de la sorpresa.

- Hay tantas cosas que quisiera decirte pero no encuentro las palabras adecuadas - suspiró rendido - Ninguna alcanza la magnitud de lo que siento por tí, todas quedan por debajo. Sólo sé que te amo sin restricciones, que daría todo por estar contigo, y que no dudaría en protegerte contra viento y marea. Sólo sé que quiero construir mi futuro contigo, y ayudarte a criar a esos dos diablillos que ya se robaron la parte del corazón que me habías dejado. Sólo sé que, si me dejas, pondré todo lo que está a mi alcance para hacerte feliz y que jamás les falte nada... Luna, yo... yo...

- Calla - ordenó colocándo su indice en los labios - Creo que ya dijiste suficiente.

Aún temblando, y con un par de lágrimas adornando su rostro, se acercó hasta sus labios para rozarlo con los propios, cruzando los brazos por detrás de su cuello, sin decidirse a besarlo de frentón. Theodore se quedó paralizado, y cerró los ojos para disfrutar a plenitud esa descarga electrica que lo recorría por completo. Pero la tentación era demasiada... tantos años de esperar ese momento... tantos años de tan sólo soñarlo... tantos sentimientos acumulados...

Pasó los brazos por detrás de su espalda para apretarla contra él, y se hundió en aquellos labios de fresa, tratando de ser lo más delicado posible dentro de su ansiedad.

En ese instante el mundo se detuvo para ambos. Los minutos dejaron de correr, el resto dejó de existir. Sólo estaban ellos dos, juntos, conectándose en un nivel espiritual que ya muchos desearían, expresándose sentimientos con caricias, sellándo un juramento eterno de amor y respeto mutuo.

- No necesitas tener tanto cuidado, Theodore - le susurró Luna, cuando finalmente sus labios se separaron - No soy de cristal, no me voy a romper.

- Lo sé, pero tengo miedo. Tengo miedo de despertar solo y que esto haya sido un sueño - le confesó, apoyándo su frente en la de ella - No sería la primera vez...

- Entonces duerme conmigo - le sonrió levantándose, tirándo de su brazo para levantarlo también - Ahí te asegurarás que no me escape otra vez. A veces suelo hacerlo.

Luna se recostó en el sofá, haciéndole un hueco a Theodore para que se colocara a su lado, quien sin dudarlo, aceptó la invitación. Se abrazaron con firmeza y luego de un par de besos, ambos cerraron los ojos, para entregarse a los dominios de Morfeo, felices de tenerse el uno al otro.

- Si mañana despierto, y estás conmigo, no podré contener las ganas de comerte a besos - advirtió él seductoramente - Podría ser algo brusco... así que disculpas por adelantado. No puedo asegurarte compostura en esas circunstancias.

- No hay problema.- respondió ella - Por mi parte, yo sí puedo asegurarte algo. Te aseguro que no me arrancaré.

Ambos rieron de buena gana, pero la risa de Luna se cortó súbitamente al recordar un detalle importante.

- Theo... ¿y los niños?

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Tres sombras se aparecieron frente a la casa, dos niños y una mujer, enfundados en sus túnicas para combatir el frío. La noche había llegado sorpresivamente, y la mujer estaba algo nerviosa por la hora; pasaron tanto tiempo entre juegos y conversaciones que ni se percató cuando el sol ya se había ocultado tras las montañas.

- Muy bien, niños, aquí los dejo, sanos y salvos - dijo Hermione, mientras se disponía a abrir la puerta del hogar Lovegood.- Espero que Luna no esté muy preocupada, se nos hizo algo tarde, ¿no?

La mujer ahogó un grito a penas puso un pie dentro de la casa, y se tapó la boca con ambas manos, anonadada. Al frentre de ellos se encontraban Luna y Theodore, recostados y abrazados, durmiendo en el sofá de la sala de estar como una pareja de enamorados... afortunadamente, ambos llevaban ropa, pensó la castaña.

- Pero, pero, pero - balbuceó, moviéndo su cabeza de un lado a otro.

- ¡Shhh! Tía Hermione, ¿no ve que los va a despertar? - regañó susurrando Lysander.

- No sea desatinada, Tía - agregó Lorcan, con su ya habitual falta de cortesía - Déjelos dormir, mañana podrá atosigar a mamá con sus preguntas. ¿No ve que ahora está feliz?

Hermione, aún con la boca tapada, dirigió su mirada a la pareja, y enfocó su atención principalmente al rostro de Luna. Había algo muy extraño en el, y a la vez, fascinante. Dormía con una suave pero potente sonrisa, y parecía despedir luces por cada poro de su piel... brillaba tanto como el astro que llevaba su nombre . Theodore la abrazaba a él protector, y le prestaba su pecho de almohada.

La mujer asintió en silencio y le regaló una mirada comprensiva a los niños. Lysander subió hasta su habitación y luego bajó con una frazada, tapándolos desde la cintura para abajo con la ayuda de su hermano.

- ¿No quieren alojar en mi casa, mejor? - les ofreció Hermione en un susurro.

- No, gracias Tía. - respondió Ly - Si despierta y no nos ve en nuestras camas, se volverá loca. No se preocupe por nosotros. Nos iremos a dormir de inmediato y sin escándalo. Lo prometemos.

Hermione asintió nuevamente, y con una última mirada a su amiga, cargada de emoción por su felicidad, se retiró del lugar, dejando a los dos pequeños gemelos ahí, embelesados, sin dejar de observar a la pareja con ilusión. Dentro de sus corazones una pieza que faltaba volvió a integrarse, haciéndolos sentir completos después de mucho tiempo de luto, y esperanzados de un futuro que ya se vislumbraba perfecto. Feliz para los cuatro.

- Ahora mamá ha vuelto, ¿no? - esbozó Lysander sonriente después de un rato.

- Eso creo. Ya dejó de ser un simple reflejo de lo que antes era - contestó Lorcan satisfecho - En fin. Mejor nos vamos a dormir. Nos pilla espiándola y estamos fritos.

- Ni que lo digas.

El par subió las escaleras tratando de provocar el menor ruido posible, y no tardó en percibirse como cerraban la puerta de su habitación. Sin embargo, tampoco tardaron en escucharse sus gritos jubilosos mientras saltaban arriba de sus colchones... en su inocencia, creían que con cerrar la puerta evitaban que el resto escuchara su conversación.

- ¡Voy a tener un hermanito!, ¡voy a tener un hermanito! - exclamaba Lysander, acompañado del rechinar de su cama.

- ¡Ya lo tienes, tarado! - le respondió Lorcan, mandándole su almohada de proyectil.

Se escuchaban sus risas desde el segundo piso, y Luna no pudo evitar sonreír también, sintiéndose feliz por la comprensión de sus hijos. No podía amarlos más. Abrió los ojos chocándo de frentón con los orbes de su querido Theo, que la miraba divertido.

- ¿Tú también estabas despierto? - preguntó sorprendida.

- Todo el tiempo. Siempre me enseñaron que cuando estaba en una situación incómoda la mejor técnica era hacerme el idiota, o en este caso, el dormido - respondió sonriéndole, depositándole un beso en su frente - ¿Sabes? En el futuro, si te parece bien y no te aburres de mi, no me molestaría cumplir los deseos de Lysander, es más, me encantaría hacerlo. Sería todo un reto en ese papel.

- No entiendo. - replicó extrañada - ¿De qué hablas?

- Ya lo escuchaste, darle un hermanito o hermanita a los gemelos.

Luna enrojeció por completo. Sus mejillas ardían casi hasta darle fiebre, y una tos nerviosa atacó su garganta.

- ¿No crees que es un poco pronto para hablar de eso? - preguntó avergonzada.

- Quizás, pero eso no me impide soñar - confesó, acomodándo sus brazos en la espalda de su, ahora, mujer - Porque sé que lo nuestro es para siempre. Lo sé.

Ella no dijo nada. Simplemente le sonrió y volvió a acomodar su mejilla en el pecho para escuchar el suave palpitar de su corazón. No necesitaba responder aquella afirmación, pues en el fondo, sabía que sus palabras estaban completamente en lo cierto... Ahora que por fin sus destinos se habían cruzado, y habían dejado de andar por caminos paralelos, lo suyo era para siempre.

- ¿Y que te parece Aurora? siempre me ha gustado ese nombre - sugirió ella en un bostezo, imaginando una pequeña niña de sonrisa encantadora.

- Me parece perfecto. ¿Y si es hombre? - preguntó él entre sueños.

- Eso no se cuestiona. Theodore, como su padre.

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El hombre sonrió ampliamente, con orgullo.

La mujer sonrió ampliamente, con ilusión.

Y los dos pequeños, que habían bajado a la cocina sigilosamente por galletas y leche, también lo hicieron.

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The End.