Contigo

Hablamos toda la noche. No me importó el sueño, ni es cansancio..., ya los recuperaría.

Mi conversación con mi abuela y con Richard era lo único que me interesaba en ese momento.

Pero, claro..., no hablamos demasiado, dado que me pasé la mayor parte de la noche llorando en los hombros de Richard por su muerte.

Pero por las pocas palabras que intercambiamos una vez que estuve más calma, supe que ellos estaban al tanto de cuanta cosa me había sucedido..., desde su ausencia y a sus espaldas. La abuela siempre estuvo al pendiente, vigilándome..., y fue ella quien le contó todo lo ocurrido a Richard. Y dado en la situación que me encontraba, había venido para apoyarme...,

Aunque, claro..., enseguida sentí mis derechos un poco atropellados..., es decir ¿qué pasó con la privacidad?

Cada que cosa que había hecho o que hiciera...¿había sido observada por la mirada oculta y presente de mi propia abuela? ...Era inimaginable el bochorno que me asaltó cuando llegué a esa conclusión. Digamos que no estaba muy orgullosa de mis actos últimamente...

Era casi vergonzoso que mi propia abuela, quien me había criado como una madre me viera en esas.

Al tiempo que me serenaba, más dudas me fueron asaltando y las preguntas se peleaban por ser las primeras en ser formuladas...,

¿Podía ver a otras almas? ¿Estaba todo el mundo allá afuera en un mundo invisible para el resto? ¿Por qué yo..., por qué? ¿Dónde estaba el resto de los muertos..., y mi madre? Mi madre estaba muerta..., ¿su alma estaría viva, también? ¿Por qué no había acudido a verme?...

Eran tantas las interrogantes, que no alcancé a decirlas todas...,

Richard y la abuela se habían puesto en especial nerviosos a medida que observaban el reloj digital que reposaba sobre el velador.

Pronto supe por qué. Cuando los primeros rayos de sol comenzaron a entremezclar con la oscuridad, comenzaron a despedirse. Les reclamé, les dije que no se podían ir así como así y dejarme llena de preguntas..., no hubo tiempo para nada. Mi abuela me consoló, diciéndome que aunque no los pudiera ver ni oír, siempre estarían conmigo, todo el tiempo.

-Pero, si te quedas...¿por qué te despides? – reclamé, desconcertada.

-Eras muy pequeña..., no recuerdas nada- comentó ella con dulzura- pero estaremos todo el tiempo junto a ti.

-¿Qué quieres decir?

Parpadeé y cuando abrí los ojos, estaba sola en aquel cuarto.

Otra vez.

No importaron los esfuerzos que hice, ni el nivel de concentración que tuve..., nada hizo regresar a Richard ni a mi abuela. Sólo quedaba el recuerdo de ellos, y la sensación de que todo se trataba de un sueño.

O una pesadilla.

Y ese pensamiento se acrecentó más cuando me dejé caer en la cama, sin preocuparme de mi posición y me vi a mí misma caer profundamente dormida. No sentí nada mientras lo estuve.

La primera imagen que recibí cuando abrí los ojos ,con los párpados pesando una enormidad, fue un rostro albino, y de ojos claros.

-¿Qué haces aquí?- dije con voz pastosa, soñolienta, mientras me incorporaba. Me di cuenta que ni siquiera estaba bajo las mantas de la cama. No tuvieron que pasar muchos segundos para notar que David lucía extremadamente serio, casi enojado.

-Fuiste tú, ¿no es así? – preguntó de improviso.

-¿Yo qué?

-No sé para que pregunto..., es evidente- dijo...decepcionado- supongo que me causa curiosidad.

-¿Qué?- exclamé, con voz demasiado aguda para mi gusto.

-Hablo de los perros...,- soltó él al fin, apretando los dientes. Luego se puso de pie.- la próxima vez, podrías tener un poco más de decoro..., o pensarlo dos veces antes de actuar. O por último, decirme..., hubiéramos buscado una forma de...

David no se atrevía decirlo..., y eso me hizo sentir un poco avergonzada. Si yo estuviera en una situación disinta, seguramente habría pensado que mis acto había sido brutales y crueles..., pero lo hice por una causa legítima.

Pero claro, no me agradaba la imagen de los tres canes descuartizados y secos..., hasta con la última gota de sangre succionada. Mas de otro modo, no me hubiera podida mantener en pie durante toda la dichosa cena de Año Nuevo..., no con esa sed.

-No voy a decir que lo siento- señalé, un poco insegura. Sabía bien que no tenía que ponerme en contra de Dave, sino que mantenerlo a mi lado.

-Por lo menos..., podrías haber, no sé..., ¿Sabes? Ibrahim adora a sus Dobermanns.- David insistía en hacerme sentir culpable, equivocada o arrepentida de lo que había hecho.

-¿Lo sabe?- pregunté al vuelo.

-No, no sabe. Él y Tom aun no vuelve de...- Dave se detuvo, para luego pasarse una mano por el rostro. Caminaba de un lado a otro por el cuarto- fue James quien se encontró con la desagradable escena cuando fue a alimentarlos hace un rato.

-Pobre- musité, recordando como habían sido mis experiencias con la sangre y la violencia, cuando aún no sabía nada, y cuando me creía completamente humana- Tienes razón de estar molesto conmigo.

-No estoy molesto contigo- me hizo ver él, pero la preocupación no lo abandonaba. Seguramente estaba pensando en cómo se las arreglaría cuando su tío volviera. De pronto, David se envaró y quedó estático en su posición, sin mover un músculo.

Luego, observé perpleja cómo una de sus orejas cobraba vida propia, moviéndose, buscando algo más que un sonido...,

-¿Qué sucede?- susurré sobresaltada por su reacción. Dave se llevó un dedo a los labios, en señal de silencio.

Luego, avanzó lentamente hacia la puerta, que permanecía cerrada, y se agachó, observando por la ranura que quedaba entre ésta y el piso. En menos de dos segundos se puso de pie nuevamente y se aproximó con sigilo a la ventana. Allí, de pie frente a ella, y con la espalda pegada el vidrio, orientó su cabeza a modo de captar algún sonido desde el exterior.

Entonces, se me escapó un grito.

Un puño pequeño se estrelló contra el vidrio, quebrándolo, para luego abrirse y enseñar una pálida mano que se apoderó del cuello de David, quien comenzó a forcejear de inmediato.

Casi simultáneamente a esa escena de violencia, la puerta se abrió de un portazo, haciendo retumbar las paredes.

-¡Edward!- exclamé, al verle aparecer por la entrada, pero mi exclamación de sorpresa se vió opacada por otra irrupción. Una porción importante del techo se desplomaba, para caer secamente contra el piso y los pies de la cama, en una mezcla de yeso, polvo, madera y otras cosas. Sobretodo eso, el cuerpo pesado de Eleazar aterrizaba perfectamente sobre los escombros. Se acomodó de un salto y se sacudió la ropa.

-¡Tú! – Reclamé en cuanto posó sus ojos en mí. Eleazar sonrió de forma irónica.

La mano que apresaba el cuerpo y sostenía el cuello de David terminó por ingresar en el cuarto, arrojando una patada certera en contra de las partes bajas del vidrio. Alice entró por completo en la habitación, sin soltar el cuello de Dave. Es más lo cogió con ambas manos, al mismo tiempo en que él arrojaba un golpe certero a su abdomen.

La primera imagen me choqueó un tanto... , ver a David golpeando a una mujer..., por más que esta mujer sea tan fuerte como lo era Alice. Pero fuerte o no, lo cierto es que se encogió ante el puñete de Dave, lo que provocó la reacción de Edward.

-Sácala de aquí- le ordenó a Eleazar, mientras se arrojaba por la espalda a coger los brazos de David, doblándolos más de lo humanamente permitido. Él se quejó de forma estrepitosa.

Alice siseó con una sonrisa en el rostro, y David gruñó ferozmente sobre ella. De un impulso, se deshizo de las manos de Edward y la mandó a volar hasta el otro lado de la habitación.

Pero Alice también actuó, y más que rápido arrojó a Dave contra el piso, en un golpe tan fuerte , que el suelo cedió. Parecía que se iba a ir abajo.

Una secuencia rápida sucedió..., Alice tomaba el control tan rápido como Dave lo recuperaba en la lucha, con movimientos ágiles e increíbles.

Entonces, vino Eleazar y levantó.

-Déjame, no me puedo ir- reclamé, intentando zafarme de sus manos. Alice clavó sus uñas en el pecho de Dave, de un zarpazo..., él comenzó a sangrar.

-En tu forma humana no eres tan fuerte, ¿verdad?- Edward entraba en escena, atacándole nuevamente por la extremidades. David jadeaba, pero la rabia era visible en sus ojos. No se iba a rendir tan fácil...

-No, ¡Eleazar!- chillé cuando hizo caso omiso a mi voluntad y me sacó de aquel cuarto..- ¡Lo van a matar!

Eleazar hizo caso omiso a mis gritos y a los golpes que le propiné en la espalda.

-Déjame, suéltame...- gruñí- ¡debo hacer algo..., no pueden hacerle esto a David!- grité, inútilmente. Eleazar aplicaba toda su fuerza en sostenerme.

-¡Jasper!- exclamé en cuanto le vi en el antejardín de la casa. - ¡Jasper, Jasper, dile que me suelte..., ayúdame!

-Apúrate y métela dentro del auto- sentenció el con voz fría, dirigiéndose a Eleazar.

-¿Qué? – chillé, golpeando aún más fuerte a Eleazar.

No hubo caso, pronto me vi dentro de un coche...en la parte trasera y con la espada completa sobre el asiento. Me incorporé y vi a una mujer cuyo aspecto no había podido olvidar...

Era Tanya, que venía corriendo hacia la entrada de la casa. Le dijo algo a Jasper, ante lo cual no presté atención.

Éste se alarmó y miro hacia lo alto de la enorme casa de paredes opacas, como si buscara alguna cosa.

Comencé a golpear con fuerza el vidrio trasero, el que cedió no enseguida quebrándose en mis pedazos a mi tercer golpe.

Jasper estuvo en menos de un segundo frente al auto, y luego sobre mí, aprisionándome.

-Cálmate...estás complicando las cosas- me espetó severo.

-¿Qué van a hacer con David? – le exigí saber, pero él me ignoró. Aplicó más fuerza para no permitir que me moviera.

Entonces, me alivié al ver a Alice abordar la parte delantera del coche... , luego Edward entró por el otro lado, tomando el lugar del conductor.

-¿Qué hicieron con él?- chillé a todo pulmón.

-Jasper, haz alguna cosa... que se calme- le ordenó Alice, irritada.

Jasper frunció el ceño, con expresión concentrada.

-¿Lo mataron? – pregunté, más con voz más calma y entrecortada. El auto ya se había apuesto en marcha.

Esperé ansiosa por la respuesta, que demoraba demasiado en llegar.

-¿Esta muerto?- insistí, apenas.

-Lamentablemente no... - soltó Alice al fin. Desde mi posición, puede ver como ladeaba su cabeza y se dedicaba a observar el paisaje, verde en el horizonte...,

ME DEJÉ CAER BRUSCAMENTE SOBRE PISO DEL BAÑO, con los brazos cruzados, y mientras Alice avanzaba lentamente hacia la extensa corrida de lavabos frente a un gran espejo.

-No voy a ir a ningún lado mientras no me digas qué hicieron con David- anuncié lentamente y con voz grave.

Acababa de protagonizar un berrinche como nunca había presenciado siquiera, y en pleno punto concéntrico del aeropuerto en el que nos encontrábamos ahora.

Había chillado, pataleado y forcejeado tanto con Eleazar como con Edward y Jasper, e incluso con la misma Alice. El escándalo fue tal, que obviamente llamó la atención del masivo público que transitaba a esa hora, cercana al mediodía, por las dependencias del inmenso lugar.

Como reacción, Alice no halló nada mejor que traerme a la fuerza hasta el cuerto de baño.

Habían un par de señoras, algunas con sus niñas pequeñas..., era realmente difícil no tentarse con tanta sangre junta.

-Siempre con la misma pregunta...,- dijo ella a su pesar- me lo puedes preguntar cien veces, Lizzie. Y las cien veces te voy a responder lo mismo. Se zafó de nosotros en un descuido y se escabulló hacia el agujero que dejó Eleazar en el techo. Le hubiéramos perseguido, pero no había tiempo para eso..., como te habrás dado cuenta.

-Sí, si...- mencioné. También estaba cansa de este tira y afloja interminable- Carlisle.

-Me sorprendió bastante, debo confesar- continuó ella al instante- que te comportaras de manera tan egoísta cuando huiste del hotel.

-No tienes para qué recordármelo- la detuve- sé que estuvo mal..., pero ¡ponte en mi lugar! Me estaban pasando un contrato en el que se sellaba mi muerte.

-Nadie te va a matar, Elizabeth- soltó ella como si yo estuviera exagerando.

-¿A no? ¿No son acaso esos famosos Vulturis lo peor con lo que me puedo topar en este mundo? – la desafié, recordándole que ella misma había sido la que creara la imagen de la dinastía italiana en mi cabeza.

-No...-Alice apenas vaciló un segundo- con lo peor ya te topaste.

-¿Hablas de David, no?- tenté al vuelo.

-De él y de todos los de su clase- sentenció Alice con firmeza. Extendió una mano y presionó hacia abajo la pieza de metal que permitía que corriera el agua por el lavamanos. Colocó su mano bajo el flujo del agua.

En se momento, entró una mujer. Pasó de largo hasta los privados, y entró en uno.

Alice cerró la llave del agua de sopetón.

-El vuelo sale en quince minutos- anunció- quiero saber si cuento contigo, o si harás otro escándalo de esos allá afuera.

Pasé una mano por detrás de mi cuello y me eché el cabello hacia un costado. Luego encogí las rodillas y rodeé mis piernas con los brazos. Hundí la cabeza en el espacio que había entre ambas rodillas. Inspiré y sentí la escencia de Alice impregnada en los pantalones..., Después de todo, la ropa era de ella.

Me quedaba algo corta de piernas y mangas, pero era eso o ir por ahí en piyamas, como me habían sacado de la casa de Ibrahim.

No podía creer lo que estaba a punto de hacer..., ¿tan poco me valoraba? No..., no era eso.

Era algo más fuerte..., y mucho más grande.

Suspiré. Supuse que hasta ahí había llegado mi carrera..., mis huidas, mis evasiones. Todo por amor, y sin echar pie atrás.

-Voy a ser su moneda de cambio, Alice- anuncié...,cansada - si eso es lo que quieren, iré. Y si se arrepintieran de lo que hacen buscaría la forma de llegar a Italia de todos modos, y entregarme a esos Vulturis.

-¿A qué debo atribuir tu cambio de opinión?

-Nada- respondí con fingida simpleza, colocándome de pie- ya basta de ir de un lado a otro. Ya no hay nada que me ate a ningún lugar...

Alice me escrutó con la mirada. Me dolía una parte del pecho al reconocer mi situación. Pero era cierto.

-Ya no tengo nada que perder- concluí, al tiempo que la mujer abandonaba el privado, y se dirigía a lavarse la manos.

Alice sonrió con melancolía, o al menos trató de hacerlo..., puso una mano en mi hombro y luego se acercó para darme un beso en la mejilla.

-Vamos- dijo apenas, cogiéndome una de las manos y guiándome hacia fuera.

Tal y donde los habíamos dejado, Eleazar, la mujer morena cuyo nombre había olvidado y la rubia hermana de Tanya nos esperaban. Me extrañó no ver a Edward y a Tanya por ningún lugar...,

De Jasper no me preocupaba. Nos había abandonado en alguna parte del trayecto para ocuparse de quien sabe qué asuntos.

Se supone que también esperábamos por él.

Me desligué de la mano de Alice y fui a sentarme en la banca donde reposaba todo nuestro equipaje.

Cogí mi vieja mochila y la abracé con fuerza.

Al parecer, Alice era quien se había percatado que la había dejado caer en la casa de Ibrahim...,

O al menos, eso fue lo que me dijo cuando me la arrojó al llegar al aeropuerto.

Apenas la tuve en mi poder, había metido la mano dentro, para verificar que todo estuviera en orden.

Palpé el sobre ajado donde guardaba los documentos y unos cuántos dólares..., un bolígrafo, el crucifico de plata entregado por Martha y la chaqueta que Alice me había prestado al salir de la casa de Forks...,

-¿Nada de Jasper? – la pregunta de Alice era abierta.

-La última vez que hablé con él dijo que tenía las cosas bajo control, que venía en camino- respondió la mujer rubia y delgada.- de eso hacen dos minutos...,

Alice asintió satisfecha...

-¿Y Edward? – dijo buscándole con la mirada.

Los tres vampiros intercambiaron miradas entre sí. Esta vez, fue el hombre quien habló.

-Sabes que Edward nunca estuvo de acuerdo con esto...- comentó.

Alice dirigió su mirada hacia el vacío...

-No de nuevo- se lamentó, sosteniéndose la cabeza, como si le doliera.

-¿Estás bien?- preguntó la vampireza de cabello oscuro, quien rara vez se separaba de Eleazar, afirmándola por los hombros, como si temiera que se desplomara.

-Sí..., sí- musitó recobrando la compostura.- ¿A dónde se fue Edward?

-Salió por el pasillo principal, y Tanya lo siguió- confirmó Eleazar- No deben estar muy lejos.

Alice asintió.

-Iré por ellos- anunció, poniéndose en marcha seguida por la chica rubia a un paso rápido, pero completamente humano.

Había tenido que forcejear con Edward segundos antes..., se me había roto cualquier recuerdo agradable que tuviera de él en ese momento. Había pagado un costo alto por intentar doblegarme...,y ahora, minutos después, ¿decidía que no estaba de acuerdo con lo que se estaba haciendo? ...¿Sería que le había entrado la lástima por mí de un momento al otro?

-Voy con Alice- anuncié, poniéndome de pie.

-No vayas sola- me detuvo Eleazar con la voz.

-No voy sola, voy con ellas- corregí, sin voltearme siquiera para responderle.

Caminé en línea recta con el pasillo, abriéndome paso entre las masas. Mala idea viajar a Italia, y justo en temporada de vacaciones y post-fiestas de fin de año. Agradecí haber sacrificado a los Dobermanns de Ibrahim..., de otro modo, no podría estar en esa situación tan rodeada de..., gente humana.

Pero, ¿ Y Alice y la otra chica?...

¿Cómo había desaparecido tan rápido si se suponía que debía mantener un paso aparentemente humano? ...

Comencé a avanzar más rápido...

Alguien se quejó de que le había empujado, pero le ignoré y seguí mi camino. Intenté ponerme en puntillas para ver si alcanzaba a divisar la pequeña cabeza con aquel particular peinado corto y de cabellos oscuros.

No distinguí nada..., ni siquiera la rubia cabellera de la otra mujer.

Confieso que por un rato la confundí con una tipa rubia, a quien seguí hasta el segundo piso del aeropuerto.

Sin embargo cuando ésta giró en una esquina, la vi de perfil, y pude notar que no se trataba de la rubia acompañante de Alice.

Maldije en voz baja, y apreté los puños.

¿Dónde se habría metido Alice? ...

Me quedé de pie junto a un macetero que exhibía una frondosa planta de hojas grandes y gruesas, junto al pasillo donde se encontraban las máquinas expendedoras de café, bebidas y snacks, además de los teléfono públicos.

Miré la hora en el reloj digital que se alzaba en lo alto, con sus números rojos y fluorescentes.

"Mal momento para perderse, Elizabeth" , pensé. Apenas quedaban quince minutos para la salida del vuelo, yo debía retomar un camino que me llevaría al menos diez minutos considerando la congestión y el atochamiento que ocasionaba la gente en los pasillos, acarreando sus pesados bolsos y maletas, sus niños pequeños.

Miré de un lado a otro, intentándome ingeniármelas. Debía haber alguna forma..., ¿ pero cual?

Cuando ya e decidí a entrar nuevamente en esa oleada de gente que se movía por el centro de los anchos pasillos, me percaté de la mirada atenta de un hombre, a varios metros de distancia.

El sujeto de cabello castaño y barba rala tenía los ojos fijos en mi dirección. Me puse alerta y miré disimuladamente si acaso había alguien más en esa dirección a quien pudiera estar observando...

No había nadie. La única posibilidad era yo. Miré en otra dirección, para que creyera que no le había visto y eché a caminar hacia la dirección contraria.

Había venido por la izquierda, y ahora avanzaba hacia la derecha..., el motivo; el sujeto se encontraba hacia la izquierda, obstruyéndome implícitamente el camino. Decidí distraerlo y tener más tiempo para perderle...,

No importaba que tuviera que darme una molesta vuelta por el aeropuerto, y no me importó tan poco empujar a cuanta persona fuera necesaria.

Miré furtivamente hacia atrás, y en tres ocasiones no le vi ni la nariz a aquel sujeto. Seguramente, ya le había dejado atrás..., o simplemente mi paranoia no tenía limites, y estaba exagerando.

Llegué, al fin, a las escaleras del lado norte. Me disponía a dirigirme a la escala mecánica que descendía cuando vi al mismo sujeto que creí me seguía llegando por la escala de orientación ascendente.

Tal vez, no era paranoia después de todo.

Me giré rápidamente, devolviéndome por mi camino. Creo que pasé a llevar a un niño, porque tuve que soportar a una madre indignada gritarme al oído por más de medio minuto. Al final, le perdí perdón, ya sin paciencia y agilicé mi paso.

Cada vez que me volteaba, el sujeto se encontraba más cerca.

Me reí de mi misma...¿Qué paranoia, Lizzie?

En cuanto vi nuevamente el pasillo de los snacks, tuve una idea, y me dirigí rápidamente hacia allá. Cogí uno de los teléfonos públicos y fingí insertar una moneda y marcar un número.

Lo cierto es que ni siquiera tenía cambio.

De reojo, y lo más disimuladamente que pude, note cómo mi extraño persecutor se apoyaba casualmente sobre la pared, justo en la esquina que unía esa sección con el pasillo principal.

Había entrado en un callejón sin salida. Vaya tonta.

Mientras fingía hablar por teléfono en voz alta- pues no sabía cuál era la capacidad auditiva ni la naturaleza del extraño- busqué disimuladamente algún camino alternativo. Me alivié en cuanto distinguí una puerta ancha, con una barra de aluminio en el medio, y con la clara señalización que la identificaba como Vía de Escape.

Obviamente, quien hubiera puesto ahí la señalización no imaginaba que sería considerada para ese tipo de escape.

Ahora, era completamente ilógico creer que aquel sujeto no me vería en cuanto me escabullera por la puerta blanca. Es decir, apenas se encontraba a unos metros de mí, y simulando una calma implacable.

Estuve cinco minutos fingiendo hablar con abuela, en Londres. Le pregunté por el clima, por mi hermano y por cuanta estupidez trivial se me pasara por la mente.

Entonces, cuando creí haberme serenado, me lancé hacia la puerta sin siquiera darme tiempo de colgar el teléfono. Eso advertiría al sujeto demasiado pronto.

La pesada puerta se cerró tras de mí, dejando un eco que fue interrumpido sólo cuando fue abierta y cerrada nuevamente. Me precipité por las escaleras a una velocidad increíble..., ahí no tenía que disimular.

Nadie me vería. Sin embargo, al quinto escalón, me obligué a frenar mi paso y reducirlo hasta que fuera normal.

pues tuve miedo de toparme que algún dependiente, o alguna persona que de la nada decidiera utilizar las escaleras de emergencia.

Suspiré. Al parecer el hombre había desistido, mas de todas formas me apresuré a llegar al primer piso. No alcancé ni a empujar la puerta con el número "uno" grabado en lo alto cuando ésta se abrió demasiado rápido, empujándome hacia atrás y haciéndome caer sobre los peldaños más bajos de la escala.

La fuerza que se impactó contra la puerta para abrirla también fue demasiada para quién la ejerció y la persona no pudo detenerse antes de entrar, trastabillar y terminar cayendo con todo su peso sobre mí.

A pesar de que seguramente tenía más de setenta kilos encima, no me dolía ninguna parte del cuerpo, ni siquiera las piernas. Pero eso no sería no normal.

-¡Ay!- me quejé, fingiendo aplastada y adolorida, y tratando de apartar el cuerpo que tenía sobre mi hacia atrás. Entonces, la persona reaccionó y apoyó sus manos contra el peldaño en el que se apoyaba mi nuca.

Los flexionó e inmediatamente su peso dejó de presionarme hacia abajo.

El alivio fue sustituido por el horror en cuanto descubrí la relativa identidad de quien tenía frente a mí.

Era un hombre. Un sujeto de mediana edad, que no debía de sobre pasar los cuarenta. Cabello castaño, lo debidamente corto y liso..., barba descuidada y un mentón anguloso. Ojos centelleantes, entre miel y avellana, y nariz estrecha. Respiración demasiado alterada, y un pecho oscilante...,

Unas gotitas transparentes y brillantes le cubrían la amplia frente y parte de la piel del rostro.

También tenía la mejillas coloradas a causa del esfuerzo.

No tuve que darle una segunda mirada para saber que se trataba del mismo sujeto del que había intentado escapar. Pero, ¿cómo?...,

Tomé aire, y sentí el líquido corriendo por sus venas..., era humano. Y sin embargo, juraría haber percibido algo extraño en el aroma de su sangre, pero se lo atribuí a la adrenalina que de segura invadía su cuerpo agitado y exhausto.

También percibí el olor a tabáco que se entremezclaba con su aliento.

Esperé a que reaccionara y dijera alguna cosa, pero él parecía estar tan absorto como yo, haciendo un examen completo de cada uno de mis rasgos y expresiones.

Jamás le había visto en mi vida..., así que no sabía bien qué esperar de aquello. ¿Acaso tendría algo que ver con Ibrahim? ¿Lo habría enviado él...? ¿Sabría quién era yo...,?

Reaccioné dándole un golpe moderado en el pecho.

-¿Qué te pasa conmigo? ¿Por qué me sigues? – exigí saber, sin mostrar miedo ni inseguridad.

-Estás alucinando..., no sé de que me hablas- contestó con voz contenida y negando con la cabeza. Obviamente mentía.

-¿Quién eres? – le empujé con tanta fuerza que le obligué a apartarse y a ponerse de pie.

-Qué interesante- comentó con sorna- ¿Podrías responderme la misma pregunta?

Volví a empujarle, pero más despacio y él apartó mis manos con brusquedad- ¿Qué quieres?

El sujeto dudó, y se mordió el labio inferior, impaciente. Luego, se abalanzó y me cogió uno de los brazos apretándolo con fuerza. Eso sí me dolió.

-¡Auch! ¡Suéltame!- chillé, agitando el brazo y librándome de mano.- ¿Qué demonios te sucede?

Su expresión cambió bruscamente, y se quedó pasmado un segundo. Ya no parecía desafiante, sino que nervioso y hasta casi avergonzado.

-Lo siento- balbuceó- creo que..., me equivoqué de... persona.

-¿Tú crees?- le espeté con ironía, sobándome el brazo.

-Disculpa- insistió. Parecía sincero, cosa extraña- ¿podrías decirme tu nombre?

-Me persigues por medio aeropuerto, me agredes y pretendes que te diga mi nombre..., ¡estás demente!- exclamé, extendiendo una mano para jalar la puerta. El sujeto se interpuso en mi camino en mi camino.

-Mi nombres es Dante- me tendió una mano y alzó las cejas expectante. No sonreía, pero era cortés- ¿Y el tuyo?

Miré su mano con recelo y alcé una ceja, inspeccionándolo con la mirada. Su apariencia no lo sacaba de la imagen del hombre promedio, y vestía como cualquiera lo haría si pretendía que fuera cómodo y casual. No parecía un matón, ni alguna especie de sicario...,

-Helena- respondí, atendiendo a su gesto. Estrechó mi mano unos segundos, y luego me soltó.

-¿Y qué haces aquí sola, Helena? – preguntó, de una forma tan..., especial, que podría apostar a que conocía todas las respuestas..., que solamente estaba cumpliendo con preguntar por preguntar.

-Es obvio..., es un aeropuerto, voy a viajar. Y no estoy sola, estoy con mi familia- respondí, de la forma más ambigua que pude.

-Ah, tu familia- comentó con curiosidad.

-Sí, mis hermanos y yo viajamos a Italia..., ¿y a ti que te importa?

-Italia..., qué interesante...,- sopesó, entornando los ojos- ¿conoces el país?

-No.., ¿y qué? Voy de vacaciones, da igual- mentí.

-Cierto..., cierto, supongo. Nunca es tarde para conocer- el desconocido volvió a observarme de pies a cabeza, y puso las manos sobre mis hombros antes de empujar la puerta. – Ha sido un placer, pero tengo que irme.

Salí tras de él, y le vi correr entre la multitud.

Vaya demente...,

Pero había llegado mi tiempo de correr también. No me detuve a mirar la hora y busqué como pude el camino de regreso al lugar en el que se encontraba Eleazar.

Arribé corriendo y empujando a quien se me cruzara por delante...

-¿Dónde te había metido? – reclamó Alice, cogiéndome de un brazo.

-Que sus padres eduquen mejor a esta chiquilla- reclamó una señora a quien probablemente había pasado a llevar.

Alice la ignoró y me arrastró con ella, cogiendo una maleta con ruedas.

-Ven, ven...,, no hay tiempo- balbuceó.

Los demás también se encontraban allí. Incluso Jasper caminaba adelante, junto con las dos mujeres rubias, seguidos por Eleazar y su compañera. Atrás de nosotros, Edward caminaba con paso vacilante, con la cabeza gacha y con ambas manos en los bolsillos de la chaqueta.

Me hubiera gustado decirle alguna cosa... , ansiaba hablar con él, saber qué había sucedido con Bella...

Un saludo...,, o lo que fuera.

No habíamos hablado desde que volviéramos a vernos, y eso me inquietaba. Aunque, me consolaba la idea de que fuera tan sólo debido al ajetreo interminable y la presión del asunto en el que nos veíamos inmersos.

Es decir, Alice también tenía una actitud distinta a causa de la presión.

TRAGUÉ, Y ME OBLIGUÉ A TRANQUILIZARME A MÍ MISMA. Las horas que demoró el vuelo se hicieron interminables para mí. Apenas me contenía en el asiento de lo impaciente que estaba. Una sensación envolvente y adrenalínica me tenía completamente controlada.

No sabía a qué se debía tal nerviosismo, aquella ansiedad. Probablemente, tenía que er con el hecho de que me aproximaba cada vez más a un futuro incierto. ¿Serían esos a quienes llamaban Vulturis tan dignos de temer como los pintaban? ¿O Alice y Jasper habían exagerado?...,

Prefería no mirar a mis acompañantes. Su aspecto hacía que me sintiera cada vez menos segura de lo que estaba haciendo, porque me recordaban a los hombres del lienzo en el estudio de Carlisle.

Apreté los dientes y cerré los ojos, rogando porque aterrizáramos pronto, y porque todo saliera bien.

Cuando creí que la espera terminaría, y que por fin aterrizaríamos en suelo italiano, me encontré con la no grata sorpresa de que debíamos efectuar un transbordo.

Otro avión, otra gente, otro asiento.

La chica de cabello rubio y largo, cuyo nombre noté era Kate, iba tomar el asiento junto a mí cuando Edward la detuvo. Le habló al oído, y muy por lo bajo.

-Toma mi asiento..., - le dijo indicándole una de las filas más adelante.- Ya hablé con la azafata, no tendrás problemas.

Kate asintió, y se dirigió hacia el lugar señalado por Edward, al tiempo que le dejaba el camino libre.

Él avanzó y se dejó caer en el asiento a mi lado.

No pasó mucho tiempo para que se percatara de mis manos, aferradas al borde del asiento.

-¿Te da miedo volar? – preguntó, con voz serena.

-No. Estoy acostumbrada- señalé, con voz trémula. Eso no me ayudaba mucho.

-¿Viajabas mucho? – preguntó. Era realmente difícil para ambos mantener vivo el diálogo..., pero creo que puse el esfuerzo necesario.

-Más antes, cuando la abuela aún se ocupaba en persona de sus negocios...- comenté, observando el vacío. ¿Me estaría escuchando mi abuela ...? – Siempre me llevaba con ella.

-Ya veo...- comentó- y..., no sé, bueno..., no sé que decirte- reconoció, turbado. Habían pasado demasiadas cosas desde que le viera por última vez... demasiadas.

-Bella..., háblame de Bella.- sugerí – Alice me dijo que había tenido una visión..., una visión en la que Bella moría.

Edward bajó la vista, y sus largas pestañas ensombrecieron la piel bajo sus ojos.

-Eso fue lo que Alice vio..., y aún no comprendo qué fue lo que sucedió, ella no suele equivocarse.

-Entonces...- aventuré, sin disimular una sonrisa- ¿Bella está bien? ¿está bien? ¿No murió?

Edward apretó sus labios carmesí y negó.

-No. – confirmó – pero no salvó ilesa. Tuvo una lesión abierta en el cráneo..., nada muy grande. Cayó y el traumatismo le causó amnesia.

-¿Perdió la memoria?

-Por completo- confirmó él, y supe que lo hacía muy a su pesar.

-Lo lamento- musité, justo en el momento en que el avión se ponía en marcha, avanzando por la pista...,

pronto comenzaría el ascenso, y frente al ruido molesto del motor y las turbinas, Edward y yo guardamos silencio por largo rato, al menos hasta que el nuestro vuelo se estabilizó, varios minutos después.

-Está en casa ahora- continuó él entonces...- ella está con sus padres.

-¿Se va a reponer?

Edward sonrió con amargura..., él deseaba que así fuera.

-Es complicado.

-Ya veo..., debe ser realmente difícil para ella. Debe estar desorientada, perdida...., sin saber en quien confiar y quien no- comenté, intentando imaginar lo que sería despertar un día y no conocer ni siquiera mi propio nombre.

Edward asintió levemente, observando las sus manos que reposaban sobre su regazo.

-¿Qué sucedió?- pregunté de inmediato- ¿Qué pasó para que Bella..., terminara así? No fue accidente.

-No, no fue... Supongo que Alice ha de haberte comentado alguna cosa.

-Ella dijo que...- comencé, haciendo un esfuerzo por recordar- ella dijo que Bella iba a ser asesinada. Y que el asesino sería uno de los Vulturis...,

-Precisamente, sus conclusiones fueron acertadas- confirmó él- pero no del todo. Quien provocó el atentado en contra de Bella actuó por cuenta propia, y no por órdenes de sus superiores, pero pertenecía al círculo mas cercano de los Vulturis. Era par te de la familia.

-¿Y por qué hizo lo que hizo?

-La persona de quien te hablo probablemente te llega a la altura de los codos, pues no pasa a la vista humana la edad de los trece años. Su nombre es Jane. Pese a su tamaño, me atrevo a decir que si no es el eslabón más fuerte de la guardia es uno de los más, y por este motivo fue desde siempre la protegida de Aro...,

Aro. Su sola mención me provocaba malestar..., era él quien me había puesto en esta situación. Era él quien me quería.

Edward continuaba hablando, siempre por lo bajo y con el rostro inclinado hacia mí, no olvidando que el lugar en el que nos encontrábamos estaba repleto de gente humana e ignorante.

-Pero, aún desconozco los motivos de Jane. Me sorprendió bastante encontrármela en Prince George, y con la clara intención de acabar con la vida de una humana indefensa como Bella..., de inmediato creí que Aro tenía que ver con esto, pero fue en mi propio diálogo con Jane mientras intentaba noquearla, que ella misma se declaró independiente y sublevada. Aún no logro comprender sus motivos..., le doy vuelta a sus palabras, pero no comprendo. No comprendo cómo podría ensañarse con alguien tan insignificante a su lado como Bella...,

-Debió haber algún motivo...- señalé, intentando comprender la actitud de aquella criatura.

-No..., aunque, a veces se me viene a la cabeza que esto tiene que ver más con el orgullo propio de Jane más que con cualquier otra cosa.

Fruncí el ceño, indicándole que no comprendía.

-Jane también posee un talento, como es el mío leer las mentes, o como es el de Alice ver el futuro... De hecho, la mayoría de los miembros de la guardia poseen uno. Aro no los escoge porque sí.

-¿Y qué sucede con eso? – pregunté, bajando más la voz aún. La joven que iba sentada a mi lado había mostrado un interés notable por nosotros y nuestra conversación. O tal vez, simplemente pretaba atención a Edward y su arrebatadora apariencia.

-Sucede que el talento de Jane consiste en causar dolor, pero sin siquiera tocarte. Ella tortura con la mente..., puedes estar a metros de distancia y tú estarás retorciéndote en el piso, gritando, suplicándole que termine, diciéndole que no puedes más..., estarás dispuesto a arrancarte la cabeza si fuera necesario y no podrás colocarte ni siquiera de rodillas para rogarle que te mate.

Por la forma en la que Edward se expresaba, supuse que ya había tenido de la oportunidad de vivir en carne propia la agudeza de los dotes de la tal Jane. Se me encogió el corazón al imaginar a la frágil y humana Isabella expuesta a esa clase de tortura. Así cualquiera perdía la memoria.

-Una vez, hace algún tiempo, Jane intentó hacer gala de su don con Bella, a pedido del mismísimo Aro..., pero no hubo caso. Por más que intentó, Bella permaneció ilesa.

-¿Bella no ..., ella no reaccionó al ataque?

-Era como si ni siquiera hubiese existido ataque alguno- asintió él.- lo cual era esperable. Bella siempre se ha comportado de manera extraña frente a algunas de nuestra habilidades, incluyendo las mías.

-¿No puedes leer su mente?

-No- Edward pareció querer añadir algo más, pero se calló.

-Pero Alice puede ver su futuro...- objeté.

-Así es- confirmó. Comenzaba a entender un poco más las cosas ...

-¿Y Jane?

-¿Qué con ella?

-¿La mataste? – me atreví a preguntar, con un nudo en la garganta. Me causaba desagrado la idea de imaginar a Edward asesinando a alguien..., golpeándolo incluso, como había hecho con David.

-Por supuesto que no- declaró él de inmediato- Jane podrá ser pequeña, pero no es débil. En realidad, no hubiera sido capaz de salvar a Bella por mi propia cuenta. Es por eso que agradezco enormemente la ayuda de Jacob.

-¿Jacob?- exclamé alarmada, y más fuerte del imperceptible volumen de voz que habíamos adoptado.

Rechazo era la primero que se me venía a la mente al invocar la imagen de ese hombre corpulento y moreno.

-Precisamente él. Me molestó verle ahí en un principio..., pero luego, cuando todo se precipitó agradecí su presencia. Admito que Bella no estaria viva si no fuera por él. Le debo la vida.- reconoció, algo sorprendido por la magnitud de sus declaraciones.

-¿Pero Jane?

-La última vez que vi a Jacob, iniciaba su persecución allá en Maryland, y no sé ciertamente hasta dónde lo habrá llevado. Sabemos que mientras Jane siga con vida, buscará la forma de acabar con la de Bella.

-Ojalá le de alcance pronto- deseé en voz alta.

-Ojalá... y..., supongo que te debo una disculpa.

-¿Por qué?

-Por todo- contestó con obviedad- por guardar silencio tanto tiempo, por pretender engañarte..., por no dar la cara cuando Carlisle te contó todo.

-No es tu culpa – negué de inmediato- no es culpa de ninguno de ustedes..., me refiero que ¿qué podían hacer?

Fuera de la forma que fuera iba a salir corriendo de aquella casa al conocer ... los detalles. Tarde o temprano, no importa, hubiera sido la misma reacción.

-Supongo...- susurró él, y después de meses, me dedicó la primera sonrisa sincera.

-Sin embargo aún me siento terrible por hacerte esto- confesó al rato.

-¿Hacerme qué?

-Esto- dijo señalando hacia abajo con las manos, exasperado.- Tenerte aquí a la fuerza..., entregarte como si fueras un millón de dólares dentro de un maletín.

-Pero no es así- le corregí enseguida, cogiendo una de sus manos Edward observó el gesto con curiosidad y extrañeza- Al principio puede ser..., pero ya no. No me importa entregarme a quien sea con tal de no poner en riesgo la vida de Carlisle. Ya suficiente han hecho por mí..., es tiempo que retrubya el gesto, y sea yo quien les de una mano.

-Tus palabras son muy nobles, Eliza- ¿Hace cuanto tiempo que no le escuchaba llamarme así? – pero sé que estás temblando por dentro. Eres sumamente joven..., tienes apenas quince años y una vida completa por delante.

-No, ya no- le detuve en seco, y de forma tajante- ya viví lo suficiente..., ya perdí todo lo que podía perder.

Lo único que tengo ...,

-No me has perdido a mí- señaló él, y estuve segura de que lo decía de forma sincera.

-Lo sé...- comenté. Un sentimiento de tranquilidad se apoderó de mí al oírle decir aquello- pero es precisamente por eso por lo que quiero hacer este sacrificio. Quiero ayudarles.

-Puedes ayudarnos de otras maneras- trató de disuadirme él.

-No vas a convencerme de lo contrario- le corté, haciendo un gesto brusco con la mano. Bastante me había costado tomar mi determinación como para que ahora viniera y quisiera sólo..., hacerme cambiar de parecer.

-Bien..., voy a respetar tu decisión.- anunció él, acomodando la nuca en su asiento- así que espero que tú también respetes la mía y no intentes hacerme desertar, porque no lo haré.

-¿De qué hablas? – me inquieté frente a lo que podría haber decido. Él siempre se había mostrado tan arriesgado y pasional, que seguramente esta sería otra de sus escapadas.

-Hablo de que si no consigo librarte de los Vulturis y tuvieras que quedarte con ellos, me quedaré contigo.